Religiosas de la Cruz:
Cien años en la Iglesia y para la Iglesia
"Lo que vi en el Oasis Tico"
El sábado 8 de febrero llegué
al aeropuerto de San José. Inmediatamente me llevaron a la casa
de las Religiosas de la Cruz para dar un retiro a los grupos del Apostolado
de la Cruz, de Costa Rica. El domingo al igual que el Creador descansé.
Y de lunes a sábado estuve dirigiendo los ejercicios espirituales
a la comunidad.
Quiero compartir aquí, de manera breve y esquemática, lo
que vi durante los días que estuve en el Oasis Tico.
VI UNA COMUNIDAD ABIERTA
Desde que llegué, percibí
un ambiente eclesial. Había en la casa un grupo de unas sesenta
personas del Apostolado de la Cruz que estaba haciendo su retiro. El domingo,
a la misa de la comunidad, asistió un buen número de fieles.
Los demás días ya no vinieron laicos; las hermanas les habían
pedido que durante la semana de ejercicios no las visitaran.
Por iniciativa propia, las hermanas me organizaron un encuentro con el
P. Victorino Girardi, un comboniano italiano, que fue mi maestro de Teología,
en 1982. Ese diálogo de casi tres horas con mi querido maestro aumentó
mi entusiasmo para los días de ejercicios y me hizo comenzar a querer
a Costa Rica.
VI UNA COMUNIDAD ACOGEDORA
Me recibieron con mucho cariño
y sencillez. Tuvieron para conmigo muchas manifestaciones de afecto: desde
los dos letreros de bienvenida que estaban en mi cuarto; hasta la despedida,
con cantos, fotos y palabras de agradecimiento.
Mención especial merece desde luego la sabrosa comida (cosa muy
importante para el padre predicador) y el irresistible café chorreado
(cosa más importante todavía). Tuvieron también muchos
otros detalles que me halagaron, y recibí con gratitud.
Con su trato sencillo y fraterno me hicieron sentir en casa.
VI UNA COMUNIDAD ALEGRE
Aunque en los ejercicios estuvieron serias,
pude convivir con ellas en el recreo de la noche de sábado y domingo;
nos reímos a gusto. Además, con mucha sencillez festejaban
los chistes que yo contaba en las pláticas.
Es una comunidad joven: hay dos postulantes, cinco novicias y tres hermanas
de votos temporales. La vitalidad de las jóvenes se contagia a todas.
Eché de menos la presencia de hermanas ancianas (pienso en las tres
que están en la comunidad de Guadalajara), con sus bastones, andaderas
o sillas de ruedas: son para las jóvenes un testimonio viviente
de la fidelidad de Dios.
VI UNA COMUNIDAD INTERNACIONAL
Me sorprendió estar, por primera
vez, en una comunidad de Religiosas de la Cruz en que las mexicanas son
minoría, sólo siete; mientras que diez hermanas son de otros
países: cinco de Costa Rica, cuatro de Guatemala y
una de España.
Ellas son: Alicia, Elena, Elisa, Estela, Flori, Guille, Lauren, Leticia,
Lía, Ma. Isabel, Ma. Elena, María de la Eucaristía,
Marielos, Maritza, Mayra, Sara y Yoli.
VI UNA COMUNIDAD SACERDOTAL
Como en todas las capillas de las Hermanas,
vi el letrero de su consigna: "Por ellos me consagro".
Durante esos días, sobre todo en la celebración eucarística,
las peticiones por los sacerdotes se multiplicaron.
Frente a los reclinatorios un día apareció un letrero: "Oremos
por Mons. Angel S. Casimiro, los sacerdotes y los fieles de la diócesis
de Ciudad Quezada"; días después apareció otro,
pidiendo oraciones por la diócesis de Limón.
También pude ver que varios sacerdotes y seminaristas visitaron
la casa. Sé que el clero de Costa Rica siente un especial cariño
hacia esta comunidad.
VI UNA COMUNIDAD ORANTE
De rodillas, ante el Santísimo,
de día y de noche, hermanas que por turnos adoraban a Jesús
presente en la eucaristía, intercediendo por todos: "por nuestros
hermanos de las islas Bahamas", "por las comunidades de Madrid
y Valencia", "por nuestros familiares, amigos y bienhechores"...
Como auténticas hijas de Conchita Cabrera de Armida, siguen repitiendo
el clamor sacerdotal que les dio origen: "Jesús, salvador
de los hombres, ¡sálvalos!"
Las eucaristías fueron sabrosas; preparadas cuidadosamente. Participaron
con fe y alegría. Las veces que estuve con ellas en la Liturgia
de las Horas, vi que disfrutaban su oración.
Como eran días de ejercios tenían más tiempo libre;
muchas de ellas lo "desperdiciaron" estando en la capilla con
Jesús; otras buscando a Dios en la naturaleza maravillosa que rodea
la casa (en dos ocasiones el Padre bueno nos regaló un arco iris).
VI UNA COMUNIDAD EN PROCESO DE INCULTURACIÓN
El amor a la Virgen María es el
mismo que en toda la Congregación, pero allí, a ella la llaman:
"Nuestra Señora de los Angeles", y las de más confianza,
con ternura le dicen: "La Negrita".
Para la comida tienen "casado" y "gallo pinto"; y de
beber, "fresco" y "café chorreado".
Son una comunidad que ama Costa Rica, que ama a esta gente y a la Iglesia
de este país.
Digo que están "en proceso de inculturación", pues,
por lo que oí, a las extranjeras aún les falta utilizar el
"vos" al hablar ( Señor, ¿quién sos? Yo
soy Jesús, a quien vos perseguís), y pronunciar correctamente
(por ejemplo: la "tr" como apretando los dientes: tres, cuatro;
la "r", con la lengua medio atorada; y omitir la "p"
o cambiarla por "c": setiembre, Inmaculada Concección).
VI UNA COMUNIDAD ENTUSIASTA
Dentro de un mes se hará la fundación
de una nueva casa en Costa Rica. Esta circunstancia hace que la comunidad
esté viviendo un entusiasmo del todo singular.
De las diecisiete hermanas que hicieron los ejercicios, seis formarán
parte de la nueva comunidad.
Todas se esforzaron por estar atentas al soplo del Espíritu Santo,
sin dejarse arrastrar por los pendientes de la fundación.
Percibí en la comunidad, y en cada una de las hermanas, esa alegría,
inquieta y satisfecha, que se refleja en el rostro de la mujer a quien
le falta un mes para dar a luz.
+ + + + +
Esto fue lo que vi.
Por justicia para que no se piense que conviví con ángeles
o marcianas debo añadir que la comunidad está formada por
diecisiete hermanas, todas ellas hijas de Adán y Eva, con
todo lo que esto significa.
Hubo muchas otras cosas que no vi, pues son religiosas contemplativas.
He escrito esto para que conozcas, al menos de oídas, lo que son
las Religiosas de la Cruz, y para que, conociéndolas, te unas a
mi acción de gracias a Dios por el don que ellas han sido para la
Iglesia desde hace cien años.
Fernando Torre Medina Mora, msps.
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NOTA: El P. Fernando Torre, M.Sp.S., nació en San Luis Potosí (México) en 1955. Entró a la Congregación en 1973 y fue ordenado sacerdote en 1985. Actualmente es miembro del Consejo de la Provincia Félix de Jesús.