Joaquín Chamorro Aguilar
A LA DERIVA DEL CORAZÓN Y DE LA VIDA
TRISTEZA MÍA
Tristeza.
Por qué tan prolongadamente mía,
aun en este clareado, azulado día,
luciente, limpiamente
por el Sol radiado.
Por qué, tristeza
velada, envaguecida
-anhelar, respirar doliente de la vida-
callada, tal vez por todos ignorada,
a mi lado siempre tú,
si deberías, infiel nube, niebla suspendida,
haberte alguna vez felizmente disipado,
cálida, fluida, derramada,
por la luz fundida;
y ser así viviente, natural
existencia expansionada,
como la del ave matinal,
el árbol en abiertas ramas espaciado,
el animal,
la planta quietamente renacida
recibiendo la claridad que la engalana.
Por qué nuestra mutua afinidad,
tristeza mía.
No soy árbol, bestia, pájaro en el aire distanciado;
ni siquiera simple hierba
en la tierra humedecida.
Por eso a mi erecta forma humana
tal vez jamás le llega,
como agua en olas la alegría,
a tantas formas vivas entregada,
y llevo el desaliento de no ser
libre ave, árbol, animal,
planta germinada.
Puede suceder así,
por eso puede ser, tristeza mía,
hondamente prolongada,
inacabada para mí,
tan sorprendentemente, en cambio,
casi dulce compañera,
constante amada.
¡AQUEL POEMA!
Qué había en aquel poema,
que había en aquel poema,
ya nunca más hallado.
Lo recibí. Llegó hasta mí acordado
al sentir que interior me traspasaba.
Y lo perdí. Tal vez yo, descuidado,
no advertí que se hundió en la papelera.
Qué había en aquel poema.
Qué palabras decía, qué expresaba,
para dejarme así, desesperado
por no hallarle, volver a oírle mi alma
como una susurrada melodía
en el aire de un éxtasis flotada.
Aquel poema sin suerte, ¿dónde para?
Quizá un funesto día, mujer, en tu limpieza
lo entregaste, inocente, a la basura.
Y no lo encontraré: repito en mi amargura.
Se hundirá entre lo inerte y será nada
-oh destino tan pronto señalado-
como ha de sucederle a esta belleza
en torno nuestro, regalo de la vida.
Aquel poema ignorado, ¿de qué hablaba?
Misterioso él se fue, mientras fluía
su manar lento y cálido entregado.
Para dejarme, ah, después en la nostalgia
de su encanto inicial, su honda palabra,
y el sonar de su verso enamorado.
DELICADA ERES, POESÍA -YO LO SÉ-
Delicada eres poesía
-yo lo sé-
En mí asciendes aflorada
por algún feliz ritmo suspendida.
Y cualquier agresiva pequeñez
la sientes y te hace padecer.
Como a mí también;
contigo en íntimo latir,
tan dentro de mi vida.
¡Dónde libremente respirar,
existir sin estrechez
tú y yo, poesía!
¿Qué a veces te duele
y te hace retraer
como una sutil, leve,
planta sensitiva?
Poesía, yo lo sé:
Estás en mí; yo en ti.
¡Ah! Cómo abrir,
extender más nuestro ser,
sin que algún extraño suceder
como una mala brisa,
nos llegue, y no permita
que logremos tú y yo hallar
la plenitud nuestra esencial
en creciente realidad;
poesía.
Por qué tan delicada.
Y yo, por qué,
como tú, igual que tú,
sentir así en el aire del ánima flotada
que algo impalpable, sutil, herirnos puede
nuestra íntima verdad;
poesía, tan difícilmente alada
y expresiva
como mi alentar más elevado,
la euritmia de mi vida;
solamente alguna vez
en musical -también, ¡ah!, delicado-,
efusionado hálito alcanzada.
LA PALABRA DE LA TARDE
La palabra de la tarde,
¿me ha llegado?
No, no: su voz es claroscura.
No habla ella quizá. Sólo murmura
igual que al noble silencio le complace.
Sin embargo, la escucho. Yo quisiera
recibir su mensaje indescifrado.
Que me hable como aire, viento suave
llegado a mis cordajes de arpa ciega
tendida con mi oído hacia el ingrave
espacio allá crecido y distanciado.
Dime tu fiel vocablo, luz dejada
en la estancia final de lo lejano.
¿Es nostalgia tal vez, dolor tirante,
dulce-triste, del ánima entregada?
¿O es temor de perecer, perdida nave,
hundida con el Sol, ya en fuego vago?
Tu vocablo-expresión espero tenso,
en silencio y plantado ante el viaje
tras la noche del cielo y la montaña.
¿Es nostalgia?, ¿terror? Di tu palabra,
inaudita quizá, tarde acabada,
aunque tu voz en mí aún tiemble y calle.
Dime, háblame, al fin ya, dejada tarde.
FUE
Fue
como un elevado, desbordado florear:
Un abrirse claro, iluminado,
de amanecer inaugural.
Un crecer y extenderse fiel
de árbol derramado,
manantial,
surtidor, ascendente haz del ser.
Fue
a la inmensidad
un emanar
distanciador, transubstancial.
Un alentar
en espaciada, ilimitada,
renovada libertad.
Y en ella,
sin desvanecer, perder
intimada contención,
fue
entrañada, espiritual irradiación,
canción aún sin voz
-extasiada, silenciada, rumoreal-
nuestra gozosa, incendiada comunión.
(Colmado, unificado palpitar.
Transpasada realidad
en ti, en mí, en los dos
transcendida, desprendida ya)
Fue
lo que debería suceder, ser.
No existió. No se realizó -lo sé-
Mas ocurrió:
En un espacio, una sombra, un día-luz, tal vez,
palpitó, alentó.
Y también, sin limitación, sin extinción,
ahora, todavía,
es, es.
EL CAMPO SE OFRECÍA EXTENSO Y CLARO
El campo se ofrecía extenso y claro.
Colores lo animaban. Era un cuadro
de aéreo lienzo en tierra y cielos enmarcado.
Y ante él, un hombre yo, el gozo bebía
que su belleza en calma me entregaba.
Allá lejos las sierras. Las encinas,
más abajo, un verde-oscuro
bosque largo conformaban.
Un riachuelo entre álamos fluía
cruzando el llano pobre con sus aguas.
Sencillo, en pardos, ocres, rojíceo y verdeado,
vibraba tenue el ancho paisaje castellano
que yo silencioso y sereno contemplaba.
Era la vida de la tierra maternal que amo.
Era mi alma que también lejana se extendía.
La llenaban deseos, anhelos tensos, como álamos,
plantas sensitivas,
que un incierto viento de zozobras
a veces sacudía.
El campo se ofrecía extenso y claro.
Un puro y lento gozo su belleza me traía.
COMPAÑEROS DE LA VIDA
Compañeros de la vida.
Compañeros ciegos.
Ignoramos,
nada conocemos.
Compañeros de la vida.
Hermanos.
Hombres aquí nuevos.
Vislumbramos.
Tal vez entrevemos.
Pero no entendemos:
Durísima verdad.
En nuestra heredad, ¿qué hacemos?
Llegamos.
Aquí nos encontramos.
Comenzamos al momento
el inquieto interrogar.
Miramos.
En torno nuestro vemos.
La gran diversidad
del Cosmos contemplamos.
Y nos asombramos.
Pero, en realidad, ¿qué hacemos?
Continuamos.
Adelante vamos
Tropezamos.
Quizá caemos.
Nos levantamos.
Volvemos a empezar.
Compañeros de la vida.
Compañeros ciegos.
CANCIONES MÍAS PERDIDAS...
Canciones mías perdidas.
Voces que vagáis latentes,
innacidas aún:
En el aire suspendidas,
flotadoras, fluidas,
que mi corazón rondáis.
Planeadoras.
En callado vuelo.
Como felices aves
en el nuevo azul.
Canciones mías:
Que no llegáis,
no rozáis siquiera
un amable instante,
un momento suave,
tangenciales, leves,
mi deseo de hallaros
y seguiros fiel;
tras las vibraciones vuestras
que lleváis dichosas,
perdido, transfundido,
el ser.
Canciones mías amadas.
Todavía imprendidas.
Conmovidas, bellas,
entregadas, puras.
Distanciadas brisas,
removedoras cálidas
de mis fibras tensas;
que transitáis sobre mi alma,
viajeras elegidas,
sin visitarla todavía
y hacerla compañera
en vuestro ritmado vuelo
de melódico sonar.
Canciones mías.
Allá ignoradas,
ocultas en el alba,
calladas en la noche,
secretas en el día.
O acaso desprendidas,
en el aire ingrave,
que me dejáis transido
con mi anhelar distante
de al fin lograros:
Y acompañaros,
seguiros ciego,
con el corazón perdido,
gozador viajero
tras de vosotras,
infieles, ¡ah!,
aún inconseguidas,
que no me halláis,
que yo no encuentro,
y sin embargo amo
y os presiento mías:
Plenas de mi aliento.
Con él estremecidas.
¡Ah!, retazos de mi ansia:
latentes en la noche,
fluyentes en el día,
cuando se abre al cielo
la mañana nueva.
Canciones mías perdidas:
ocultas, ciegas todavía,
oscuras, mudas,
apenas afloradas;
iniciales danzarinas,
sin palabra, realidad aún.
Y sin embargo vivas:
Lo sé, yo así lo siento.
Y vuestra llegada espero
como un árbol al viento,
que rumorear le hace
con sus hojas melodías.
Canciones.
Canciones que aún no encuentro.
Canciones mías.
OSCURIDADES PALPITADAS
Oscuridades palpitadas.
Nocturnidades de la vida,
incontaminada, pura todavía,
del hombre aún inconocida,
en honduras ciegas alojada.
Estáis, sois, fuerzas, esencias, contenidas,
preparadas tal vez al cambio noble,
la deseada transmutación crecida.
Plastificadas tras largos, infinitos años,
desde lo genesial primario,
en el tiempo tan variadamente conseguidas.
Os hablo.
A vosotras me dirijo, en hombre yo ahora,
formas hasta mí lejanamente,
con aspiración llegadas,
entre incontables seres
por la extensión enorme
de terrenales eras.
Os hablo.
Expresaros quiero,
aunque imposiblemente,
manifestaros de algún modo.
Y preguntaros
qué soy yo también para vosotras,
por qué ser hombre, aquí llegado
desde vuestras calientes vísceras primarias,
inicialmente organizadas.
Querría saberlo.
Mas ello es misterioso.
¿Por qué me afano trabajoso en aclararlo?
¿Por qué a este desalado buscar
tenso me entrego?
A veces desespero, ah,
y volver hacia vosotras,
nocturnidades de la vida,
oscuridades palpitadas,
con ansiedad pretendo.
Y errante aquí me siento:
Pertinaz viajero
en inútil transitar:
Y abandonar así mi puesto,
dejar de hombre ser quiero.
Y tornar a vuestro cierto,
caliente hogar primero,
como invitado bardo solamente,
sentado junto al fuego,
con la palabra, el ritmo
de mi cordada lira,
para cantaros, expresaros
quizás un tanto al menos.
Nocturnidades de la vida.
Oscuridades palpitadas.
IDEAL, LARGO IDEAL
Ideal humano, inalcanzado,
hallar, lograr el fiel contacto,
la relación vivaz
con los lejanos astros
que en el espacio tiemblan,
minerales-fuego:
Con el vegetal
sereno, silenciado,
en la tierra genesial clavado.
Con el animal sobresaltado,
palpitado,
tenso,
en cálido alentar.
Ideal, largo ideal.
Encontrar
en fiel momento
la comunicación, aunque fugaz,
latiente, honda, esencial,
con el total cosmos hallado.
Conseguir, lograr,
extenderme, allá entregado
a la universal riqueza,
plural, diversa, inmensa,
donde soy vida somera,
extraña, erguida, tensa,
con este mi anhelar;
imposible, inútil, ah.
Ideal de hombre:
alargado, entesado,
atravesado, inacabado, enorme.
Ideal, largo ideal
NOCHE, ¿POR QUÉ ME ATRAES?
Noche, ¿por qué me atraes?
Por qué me llama, me invade y ciega
tu oscuro encanto: callado aliento
de misteriosa mujer amada.
¿Por qué me atraes? Por qué así, noche,
en ti me extiendo, me siento pleno
de hondas palabras y sentimiento
que me rebasan, mi ser distancian,
crecido elevan, tras lo perdido,
lo allá buscado, feliz sustento, vital derroche
jamás hallado.
Háblame, dime, de tu secreto
para encantarme, para sentirme,
ya más abierto, más entregado,
contigo cerca, en ti entrañado,
por tu presencia enriquecido,
y contenido, sobresaltado
mi fiel latido de hombre que ama
lo que tú guardas dentro ignorado.
Dime ya, noche: Por qué me atraes,
por qué te vivo, por qué te siento,
ensimismado; y así me embebe, me pasma,
casi extasía, tu honda belleza
de presentida mujer incierta,
lejos buscada,
desconocida, inaprehendida,
sin ser tactada; no poseída,
jamás lograda.
Noche: ¿Por qué me atraes?
¿Por qué tu esencia mi ser reclama?
QUIÉN CLAVÓ EN MÍ ESTA DAGA FLUIDA...
Quién clavó en mí esta daga fluida,
que me duele honda y me quema
como un sutil viento aguzado,
este afilado sentir,
que mi solitaria intimidad
atraviesa largamente prolongado?
Me duele al respirar,
simplemente al vivir:
Al ascender mi alma
o caer como la tarde descendida
-Oh interior hálito
precioso de la vida,
que huyente me asfixia y acongoja-
Yo no soy roca.
Ni siquiera tengo el duro pecho
de un árbol, de maderas entramado.
Un tórax de hombre solamente
mi sensitivo entrañar aloja.
Y es fácil que un filoso cuchillo,
transparente, aéreo,
sin saber de dónde,
de qué lejanía o proximidad venido,
con profundidad me hiera:
Puñal inconsistente,
y sin embargo en su acción, tenaz, continuado.
¡Ah!, lo sospecho:
Sé, tal vez, cuándo fue oscuramente originado;
tan agresivo para mí,
como tóxico aguijón,
dardo especialmente elegido y preparado
en el momento en que llegué a esta tierra;
y en ella fui
tan provisionalmente hospedado.
MUNDO
¡Cómo! ¿Esto es el mundo?
¡Asombroso! No lo sabía.
¿Dónde me hallaba perdido yo?
¡Sorpresa!, ¡gozo! Hoy lo contemplo.
Lo veo, lo siento. ¡Qué maravilla!
Su ser advierto. Todo él me pasma.
Me deja mudo. ¡Ah, cuánta vida!
¡Qué gran derroche!
Insectos, aves.
Miríadas de alas,
flotantes, limpias,
policromadas,
cruzando el aire
con noche y luz.
¡Prendidos tallos!
¡Plantas!, ¡corolas!
Preciosas flores, abiertas, dadas,
desparramadas, siempre ofrecidas
al pólen fino, de amor regalo fecundativo.
Ciego yo era para el gran juego
que me rodea: Diversidad, capricho,
dispendio enorme. Vibran colores.
Variadas formas llenan espacios
con sus latidos.
¡Animales!, ¡cuántos!, calientes, vivos.
Todos un mundo, perfecto, exacto,
plastificado, bien conseguido,
ya en palpitado, logrado ser.
Al cielo miro. ¡Pájaros!
¡He visto pájaros! Planean, suben,
vivaces cantan, del aire nautas,
con ritmo y vuelo de libertades.
¡Cuántos diseños! Ah, cuántos planes
de fuerza y vida, tan definidos,
tan acertados, tan bien urdidos
para su acción.
¿Será posible? No, no lo creo.
Nada he sabido. No percibía
mi entorno yo.
Pero, ¿cómo?, ¡peces! También hay peces:
Movibles, raudos, viajeros fieles
del agua fluida. Bien recamados,
abroquelados con fina plata
de blanca luz.
Y azafranados, rosas, granates,
azules, rojos, de encandilados
ardidos ojos: lucidos focos
del hondo azul.
¡Ah, un cangrejo! Veo un cangrejo
cruzar pausado la rubia arena.
Oh, qué armadura
su cuerpo lleva.
¿Quién la ha forjado? Saberlo quiero.
Sí, sí, no hay duda: Su contextura,
muy mal, por cierto, copió el Medievo.
¡Qué articulada, perfecta trama!
¡Cuán ajustadas pinzas y patas,
exacto juego de ágiles bielas!
¡Qué hábil coraza lo cubre y guarda
enteramente! Es sorprendente
pericia tanta.
Dejo la playa. Contemplo el campo. ¡Cómo!, ¡cómo!
Mi asombro aumenta. ¿Qué forma aquella
veloz que avanza? Ah, es un caballo
que allá galopa. Perfora el aire.
Rebasa el viento. Ráfaga viva
parece en vuelo. ¡Cuánta belleza
su forma lleva! Estupefacto,
mirando sigo. Oh, qué espectáculo.
¿Quién lo maneja, secreto aquí?
¡Árboles! Al fondo, árboles.
Esbeltos, nobles, se yerguen rectos,
firmes, prendidos al grave suelo.
Mas viven, crecen, anhelan ellos
el alto azul. Aspiran savias,
succionan, chupan, los térreos pechos.
Respiran aire oxigenado los claros días.
Carbono expiran, ya oscurecidos.
Sus planas hojas torna en sustento,
blanco alimento, la limpia luz.
Son obeliscos empenachados.
Columnas vivas del templo-cielo.
¡Qué capiteles sus copas altas!
Son cabelleras que el viento agracia.
Su tronco fuerte fiel torso es.
Mirad, mirad. Siempre hay que ver.
Por allí un perro. Está contento.
Su rabo agita. Directa vida
-simple alegría-, afecto puro
se muestra en él.
Pasa un burrito que a un hombre lleva.
¡Cuánta paciencia mansa en sus ojos!
Humilde asnillo. Saludos míos
aquí te envío. Tu carga de hombre
sobre tu dorso, para ti enorme,
me da en su nombre pena y sonrojo.
Lo siento, asnillo, pequeño y fuerte.
Tranquilo y bueno tu ser se nota.
Verte quisiera, en un respingo,
libre del amo que así te explota.
El amo, digo un ser humano. Ah, sí, un hermano,
a veces duro y, en ocasiones,
acaso él noble, sencillo y puro.
Saludos, hombre: Te encuentro extraño.
¿Qué haces tú aquí? Sí, sí: tú y yo,
también vivientes, aquí habitamos.
Y raras veces, amablemente
nos contemplamos: Verdad es cierta.
Pero dejemos nuestros problemas
de hermano ingrato, de falso hermano.
De ello no hablemos hoy; te lo ruego.
No es la ocasión.
¿Has visto?, ¿como yo has visto,
también ahora, el paraíso
que nos rodea?
Observa el mundo: contempla, mira
su enorme parque policromado,
lleno de seres, vivientes joyas
multiplicadas. ¡Ah, somos ricos,
sí, sí, muy ricos aquí nosotros:
Ricos de vida, ricos de aire,
ricos de espacios, ricos en juegos.
Cantar debemos al ver con gozo
tanto recreo alrededor.
¡Qué divertida y alegre fiesta!
¡Qué gran kermesse!
Sé feliz, niño, también conmigo,
sencillo tú.
La feria es grata. La entrada gratis.
La madre vida nos trajo aquí.
Vamos, veamos. Vayamos juntos.
Vosotras, chicas, mujeres, madres,
venid también. ¡Mirad, mirad!
El circo es grande. Su espacio claro.
Miles de seres -también son niños-
juegan en él.
¡Nada de tiros! ¡Disparos fuera!
Recorramos la fiesta en paz.
Yo estoy pasmado. Os lo repito.
Me asombra el mundo: Perenne muestra
coloreada de seres, formas,
montañas, plantas, azules aguas;
y el Sol radiado, fiel a su cita
de la mañana.
Lo confieso, hermanos: Verlo me basta.
Me colma, entesa, me deja extático
tanta belleza viviente en él.
No le indaguemos sentido claro,
razón de ser. En ello insisto:
Esto es muy grato. No le busquemos
tres pies al gato; que ya está bien.
Jugad, juguemos. Que todo es juego
en esta carpa tan extendida, siempre animada
bajo la bóveda limpia del cielo.
¿Quién fue el artista que así lo hizo?
No sé quién monta este gran circo.
No sé quién gira la impar ruleta,
diversa, inmensa, de azares, formas
organizadas. Saber no quiero:
Me basta ser, existir, mirar,
con gusto ver, muy agradecido,
este regalo continuado.
¿Dónde yo estaba antes de ahora,
torpe y cegado? ¡Qué años perdidos!
¡Cuán necio he sido! Buscaba esencias,
profundas causas, de lo ignorado.
Antes que nada saber quería.
Y no había visto toda la gracia,
tan manifiesta, de mundo vivo.
Abrí los ojos cual niño nuevo.
Miré los seres, la vida hermosa,
tan variada, que el cosmos llena,
de arriba abajo, de lado a lado.
Sabedlo, amigos:
Sigo asombrado, maravillado,
ante el portento que en esta esfera
he descubierto. Soy muy feliz.
No preguntemos demasiado. Es mi consigna
para la vida. Miremos, sólo veamos.
Y así gocemos de la belleza,
diversa y rica, luciente aquí.
YO SÉ DE LA MÚSICA QUE VA EN LA NOCHE
Yo sé de la música que va en la noche.
La escucho, la siento, en fluencia viva:
Me atraviesa,
Me llega en conmovida, prolongada entrega:
Como una larga, larga, flotante ría.
Yo sé de la música que va en la noche.
Ah, el culminar de su riqueza.
Yo lo recibo
en acordadas sonoraciones tensas,
con el universal latido,
el multiplicado hálito
del sideral derroche.
Yo sé de la música que va en la noche.
Su rumor estremecido
en el silencio me transita.
Me transpasa.
Se me interioriza crecido, veraz ya en ella:
Los pequeños ruidos
los élitros que se despiertan
con su ritmar sencillo.
La flauta de algún pájaro
que la oscuridad aviva.
Y aquello, aquello
tal vez inaudible.
Mas efusionado, lejos ofrecido;
que la opaca realidad
detiene y asordina.
Y solamente en ocasiones, ah,
presentida canción llega.
Yo sé de la música que va en la noche.
La escucho, la siento, en fluencia viva.
Precipitada dentro. En mi entraña inmersa.
O fuera,
Tal vez todavía fuera.
Es de todos quizá. También es mía.
Antigua ella.
Y nueva:
Pertinaz, incontenida, renovada estela.
Yo sé de la música que va en la noche.
Orquesta desplegada
cuando la sombra entrega
el aliento innominado
del misterio informe:
con su inaprehensible, rumoreante melodía:
Total, ah, ya total,
única y plena.
Yo sé de la música que va en la noche.
Me sustenta, embriaga.
Transfundida, intimada,
honda, me llega.
INGRAVE VOY, ESTOY...
Ingrave voy,
estoy.
Mi ser no sabe
si flota, es ave,
en el aire sutil hoja,
o incierta nave.
Pero sigo, avanzo,
pendiente, distanciado,
suspenso en el encanto
de un canto hallado.
Viajero transportado,
de ignorado viaje,
Manantial sin cauce,
riachuelo vago.
Ingrave voy,
estoy:
Vapor ya ciego,
aire, viento alado,
suspenso en el encanto
de un canto hallado.
¿Quién soy? ¿Quién soy?
¿Hombre aún acaso?
¿Árbol desprendido?
¿Pájaro espaciado?
Imprendido, alzado,
me pierdo, extraño vaho
informe y palpitado.
Y lejano aguanto
embebido en tanto
mi ser no sabe,
ignora melodiado
que perdido avanzo,
flotado, ingrave,
encendido halo:
suspenso en el encanto
de un canto hallado.
HUMANO DESEAR
Derramarme.
Verterme.
Perderme allá.
Sin dejar de respirar.
Pero más, más largamente ser,
en pluricordial sonar, cantar,
extensísimo vibrar.
Y amar, tal vez:
A todo a un tiempo amar.
La sensibilidad
como extensa piel.
Sutilizada, crecida,
y fiel, fiel...
para la pluralidad total,
delicada, finamente, acariciar, tactar...
Ser, ser,
radiadamente, desprendidamente:
Esencia musical, tal vez.
Pero palpitada, viviente inmensidad,
en sonoridad ritmada.
Transustanciada,
difundida,
en torno trasvasada,
la vida entera ya.
¡Qué anhelar! ¡Qué desear!
Estar. En todo entrar.
Como inconcretado, distanciado aire,
evaporado, volatilizado gas.
Pero latiente, amable.
Por las cosas, los seres, apreciable:
El mineral, el vegetal, el animal...
De luz, casi de luz, ser leve haz.
Y llegar a lo distante,
grave o ingrave,
en efusión vivaz, cordial,
fluida e indeleznable a la vez, ah.
¡Qué anhelar! ¡Qué desear!
Audaz,
irrealizable,
jamás viable.
Derramarme.
Perderme.
Verterme allá.
Y ser, ser más, más...
Oh, dadme alas, dadme.
Y fluencia para mi querencia también dadme
como a río melodial,
o mar,
musical mar...
PÁJAROS EN LA TARDE
Pájaros en la tarde.
Dejáis ya el vuelo.
Abandonáis el cielo
tras del calor que os guarde.
Pájaros en la tarde.
Mi corazón, flotante
pájaro ciego,
yo en cambio llevo
cuando el espacio es ámbito
del sol aparte.
Pájaros en la tarde.
Abandonáis el vuelo.
Y mi pasión ya es luego
carbón que arde.
Pájaros en la tarde.
Dejáis el cielo.
Y sin embargo es fuego
para mí ahora en vuelo
el vivir que anhelo.
Pájaros de la tarde.
ESTANCIAS DE LA TRISTEZA
Estancias de la tristeza.
Calladas, serenas, quietas.
Donde mi nostalgia alienta.
Mi desear espera.
Estancias de la tristeza.
Desde vuestras ventanas ciegas
el mundo miro:
Encendido, vivaz quizá.
Pero escondido en nieblas,
como lejano mar
en vaguedad perdido.
Estancias de la tristeza.
Heredad que habito:
Navío sin velas
que la inmensidad apresa.
Estancias de la tristeza.
Refugio mío.
Donde mi nostalgia alienta.
Mi desear espera.
TENGO QUE LLEGAR
Tengo que llegar.
Es lo que hondo siento.
Tengo que llegar.
Y es largo el viaje.
Pesado el equipaje.
El tiempo avanza lento.
Y yo debo llegar.
¿A dónde, a dónde? Quiero
saber, ya en mi trayecto,
qué ciudad, qué bello puerto,
me esperan al final.
Errante voy, viajero
audaz, sin guía, y siento
que tengo prisa. El tiempo
aún va con ritmo lento.
Y tengo que llegar.
¡Llegar, llegar! Voy ciego,
¡qué torpe!, y aún pretendo,
sin saber de dónde vengo,
ni a dónde ir deseo,
hallar destino cierto.
El tiempo avanza, ¡el tiempo!
¿Qué hacer? Saberlo intento.
Camino aún con mi anhelo,
cansado el ser, hambriento,
tras no sé qué sustento
lejano, incierto, nuevo.
¡Y tengo que llegar!
HAY UNA ESENCIA
Hay una esencia
-sutil aroma-,
incandescencia
que al ser asoma
y, siempre ciega,
flota escondida.
Hay una esencia,
hay una vida
desconocida,
mas palpitada
y conmovida,
que llena el aire,
la tierra grave,
la luz vibrada,
los animales,
los vegetales,
y la honda entraña
plena y transida,
del hombre invade.
No se disipa.
No, no se agota.
Sigue crecida
y derramada
entre nosotros,
sobre las cosas,
estremecida,
del cosmos vida.
Hay una esencia,
sí, sí, una viva
fuerza y latencia,
vital derroche
entre la noche,
la tierra, el cielo,
el alba, el día,
el ancho espacio
y el largo tiempo.
Hay una esencia.
Flota perdida.
CUAL ÁRBOL QUIETO
Quieto.
Cual árbol quieto,
sujeto al suelo,
soy hombre, y quieto
recibo el ansia
que me levanta,
me crece tenso.
Recibo el alma
que me alza y tiembla.
Recibo savias
de fiel sustento.
Quieto.
Cual árbol quieto.
La luz me alcanza.
La tarde me ama.
La noche ciega
me abraza dentro.
Quieto.
Cual árbol quieto.
Abajo, tierra
donde estoy denso.
Arriba cielos
que me encaraman.
En medio el pecho
donde mi entraña
-sangre ritmada-
sacude al tiempo.
Quieto.
Cual árbol quieto.
Vivaz substancia,
mi tronco exento,
desnudo al viento
de las borrascas,
ardiente al fuego
del sentimiento.
Quieto
Cual árbol quieto.
Latiente planta
-mis brazos, ramas-
con voz, palabras
-hojas vibradas-
soy hombre y llevo
calor del alma,
flotado aliento.
Quieto.
Cual árbol quieto.
¡CÓMO PODRÉ YO!
Cómo podré yo
latir, aún persistir,
tan delicadamente,
de todo sorprendido,
sufriendo tensamente
mi esencial vivir.
Cómo podré yo,
crecido en el dolor,
penacho de la vida,
hombre a lo alto erguido,
contener prendidas
mis fibras sacudidas
de agonal temblor.
Cómo podré yo
flotar en la encendida
marea del amor;
latiente hoja perdida
en torrencial hervor.
Cómo podré yo,
burbuja suspendida
en la copa de la vida,
el total bullir,
seguir, aún persistir,
hallar respiración.
Cómo podré yo
sin sucumbir pasmado,
vibrar, cantar, decir,
hablar con la expresión
de tanto hermoso aquí,
en torno de mí hallado.
Cómo podré yo.
Cómo podré yo.
NOVECENTISTA
He escrito un poema
para ti. Tómalo, cógelo:
Te lo entrego.
Pero nunca lo leas.
Por favor: Te lo ruego.
No, no lo leas.
Cógelo, guárdalo.
Consérvalo como quieras:
En tu pecho, en tu pelo.
En tu cofre secreto.
Pero nunca lo leas.
Si lo lees.
Si lo lees y desvelas
lo que dice: lo siento:
Me ha de doler.
Porque expresa él muy poco
de esto pleno y crecido que siento;
y decir bien quisiera
ante ti, para ti, con mi verso
que, breve, muy corto,
para mi sentimiento me queda.
Por favor: te lo ruego:
No, no lo leas.
Suponte que es oro;
diamante prendido en tu pecho,
que palpita y es fuego.
O acaso una flor.
Tómalo, guárdalo: Te lo entrego.
De amor, un poema.
Pero nunca lo leas.
Por favor: no lo leas.
Sus palabras son poco:
Un temblor, un arroyo.
Y hay mares sin fondo tras ellas.
Él es sólo un pretexto,
un intento.
Aunque tú bien lo sabes:
Mi amor es la clave
que cifra en su texto
sellado el poema
Te lo entrego.
Guárdalo todo el tiempo que quieras.
En tu pelo, en tu pecho.
En tu cofre secreto.
Pero nunca lo leas.
Por favor: te lo ruego:
No, no lo leas.
LA MUCHACHA MARROQUÍ
¡Ah, Tamar!
La que fue mi amada,
sin cesar deseada,
pero allá olvidada,
traspasado el mar.
¡Ah, Tamar!
La que yo enlazaba.
Con amor tactaba.
Con ardor lograba.
En mi voz cantar.
¡Ah, Tamar!
La que yo miraba,
la que yo admiraba,
en la luz velada
tras del sol, pasar.
¡Ah, Tamar!
¡Tamar, Tamar amada!
Sin cesar deseada.
Con nostalgia ansiada.
Pero allá dejada,
traspasado el mar.
¡Ah, Tamar!
¡Ah Tamar!
QUÉ VIBRANTE EL COLOR...
Qué vibrante el color
de este día de abril.
Rojo en vívido ardor
de la sierra es perfil.
Un violeta sutil
tiñe aquel leve alcor.
Sienas y ocres, allí
de la gleba expresión.
Rosas finos y añil
son del cielo efusión.
Y un distante carmín
vaga estela es del sol.
Fiel paisaje de abril.
Oír quisiera tu voz.
YA LLEGÓ LA CANCIÓN...
Ya llegó la canción
que anhelaba encontrar.
Me ha embriagado su son.
Quiero en ella vibrar.
Quiero en ella vibrar
-voz y audaz corazón-.
Yo agradezco su don.
Es regalo sin par.
¡Cuán fugaz su expresión!
Me ha embriagado su son.
¡Ya cesó su ritmar!
¿ADÓNDE CURSA MI VIDA?
¿Adónde cursa mi vida,
sin cauce aquí señalado?
¿Adónde avanza perdida,
caudal incierto y sin guía,
en largo fluir desbordado?
El mar que absorba mi vida
creciente, allá no alcanzado,
ha de elevarla embebida,
tornarla en él marea henchida
de un alto, ardiente océano.
¿Adónde cursa mi vida,
sin cauce aquí señalado?
BELLEZA, ¿CÓMO YO NOMBRARTE?
Belleza.
¿Qué palabra para designarte a ti,
perfecta, exacta, nueva?
Porque atrevido es ya nombrarte:
Belleza inapresada,
delicada, sutil,
espiritual, ingrave...
¿Dónde estás? ¿Dónde estás?
Brevedad, ¡ah!, levedad aquí tu ser.
Cuando ya eres, infiel te vas,
con fugacidad te alejas.
Estrella tenue, feble, de iniciado palpitar.
Alado toque de pasajera, vivaz ave:
Deleznable, frágil.
Belleza tactada apenas,
volatilizada, evaporada;
corporeidad no hallada
-¡oh arduo lograr!-.
Tu piel clara es de aire.
Música sólo eres tal vez.
En el cantar, el pintar ritmados;
el modelado, el fiel grabado,
tiemblas presentida.
Culminado ideal lejano
de dificilísimo hallar tú;
sin reconocida faz,
para mí, hombre solo, enamorado;
tantas veces tras de ti,
en tantálica ansiedad;
el ánima, la voz,
el ser alzados.
Luminosidad sidérea.
Constelación flotada, inalcanzada,
ingrávida quizá.
Belleza:
Mi querencia urgente.
Aún con la mayor delicadeza
al intentar lograrte,
esquiva, fluida siempre, ah.
Tu riqueza
destellante, del hombre aspiración;
innecesaria necesidad: gema entre lo inerte.
Dificultosa empresa
natural, sin artificiosidad,
hallarte:
No sofisticada,
inaccesible a la vileza
de comprarte, enajenarte...
Belleza.
-Sólo así puedo llamarte-
Difuminada, palpitada,
diseñada floración,
breve, leve, nueva...
Incontaminada, pura, esencial,
limpia, deseable amada.
Realidad
misteriosa, velada, oscura...
A la vez clara.
Penumbra, día, tarde, noche, alba...
Así te llamo y amo.
Aunque lo sé: atrevido es ya nombrarte
a ti, la inexpresable,
jamás mía,
de nadie aún maravillosa presa.
¿Dónde estás? ¿Dónde estás?
No te abres, te revelas,
desnuda, exenta.
No te entregas,
ya dejada, abandonada,
a quien no cesa
de buscarte, invocarte, desearte...
Belleza.
-No sé aún como llamarte-
Musical, formal,
difundida, coloreada, extensa...
esencial, ideal Belleza.
SALIR NO PUEDO
No puedo.
Salir no puedo
de este mi asombro,
mi pasmo ciego.
No puedo.
Salir no puedo:
Hombre ante el cosmos:
hálito nuevo.
Aún nada entiendo,
tampoco nombro,
ni hablar intento:
Quieto y suspenso:
callado y tenso,
latido pleno.
Soy sentimiento,
colmado, denso,
solo ante el cosmos
donde aún me asomo,
perdido llego.
Y no puedo.
Salir no puedo
de este mi asombro,
mi pasmo ciego.
CABALLOS EN LA NOCHE
Como caballos en la noche,
pasar os siento.
¿Qué sois? ¿Qué sois?
Anhelos, ansias del hombre.
Ráfagas.
Como el viento, ráfagas.
En la tiniebla ciegos,
galopadores,
allá veloces.
Caballos en la noche.
Lleváis, transportáis al hombre.
Centauro lo tornáis:
Recorriendo espacios:
La extensión inmensa,
el estelar derroche.
Ráfagas.
Como el viento, ráfagas.
Caballos en la noche:
Vuestra crin oscura.
Iluminado el belfo;
los resonantes cascos,
hierros chispeados
en la esencial negrura
que el azar recoge.
Y en ella ciegos:
Anhelos, ansias del hombre:
Ráfagas.
Como el viento, ráfagas
que el espacio, insomnes,
atravesáis veloces.
¿Hasta dónde? ¿Adónde?
Tras la insondada,
jamás hallada,
realidad quizá:
En la tiniebla inacabada
que en ningún allá se rompe:
La garganta de las gargantas,
el desfiladero de los desfiladeros,
la oquedad sin nombre...
Caballos en la noche.
HE LLEGADO A LA PLAYA DE LA VIDA
He llegado a la playa de la vida.
Náufrago constante,
por la tempestad, el oleaje,
aún no vencido.
¡Ah extensión limpia, clara, sobre la arena definida!
Las gaviotas -agudas alas- gritan, también ellas.
A mí llegan, en cambio, ahora las palabras
suaves, mansas, fluidas...
Tras de iluminado, gozoso recorrido,
ritman ellas, planean, cantan
al mar que antes fue peligro,
la mañana soleada,
la vivacidad total recién amanecida.
Mi vibrar han elegido
-al renacer tal don quizá se alcanza-
porque he llegado a la playa de la vida,
de nuevo en su regazo recibido.
Y he de gozar
de la palpitación, el respirar, la danza,
la presencia universal
que divinidad ya ser debiera.
Qué hermosa ella cuando la tristeza humana no la vela,
cuando el dolor no la transforma
en ciega cueva honda y reducida.
He llegado a la playa de la vida, desprendido, liberado...
Y mis palabras son palomas sonoras, suspendidas, delicadas, finas...
en el espacio rítmicamente deslizadas,
sobre las gaviotas que agudamente aún gritan,
como mi angustia agresivas todavía.
YA ES LA TARDE OCASIÓN
Ya es la tarde ocasión
para el alma colmar.
Créceme el corazón.
Él quisiera brotar.
(Ahógame la canción
que hoy debiera cantar).
Vibra el mar largo son.
¡Qué logrado ritmar!
Quieta y plena extensión
son allá tierra y mar.
Ya es la tarde ocasión.
(Ahógame la canción
que hoy quisiera cantar).
OCRE-HOMBRE-TIERRA
Ocre
eres tú, tierra,
plantel del cosmos.
Y, hombre yo, en ocre
cálido y rojo,
claro y sombrío.
Plástico lodo
de alfar surgido.
Del tuyo, tierra,
matriz de fondo.
-De ti he venido-.
Ocre del hombre.
Animal sólo
sobre ti erguido.
Tierra, redondo
joyel del cosmos.
Tu embozo acorde
color conmigo.
Ocre yo en hombre.
Sobre ti arrojo
voz disconforme,
hasta ser ocre
ciego y terroso,
como tus ocres,
definitivo.
AZAR EN LA CIUDAD
Estás aquí. Lo sé.
Habitas la ciudad.
¡Y no te encontraré!
¡No te veré, quizá!
Lo espero, lo deseo.
O no, tal vez.
Tu rostro ya no es
aquél, todavía nuevo.
-El tiempo es cruel-.
O, acaso desdeñosos
me miren hoy tus ojos.
Puede ser, ah, puede ser.
Lo sé, cierto lo sé.
También aquí tú estás.
Y he de indagar, buscar
por las calles -niño ansioso-
o en las gentes de un teatro,
un paseo, un concierto, algún café.
Podré hallarte, verte, ¡verte!
Al pasar, reconocerte.
Puede ser, ah, puede ser.
Habitas, transitas, la ciudad.
Y decir aún no podré
si en verdad quiero encontrarte.
O ignorarte, no saber
cómo eres, cómo está
ya tu cuerpo;
y si en tus ojos
aún es bello aquel mirar
tan amado: no lo sé.
Dejaré obrar al azar.
Nuestro encuentro es peligroso:
Para los dos, para nosotros.
Lo sabemos: la ciudad
es enorme; y puede ser
que, perdidos ya, no hallemos
la ocasión, el gran momento
que yo espero, anhelo, temo:
Nuestro encuentro:
Zozobroso, triste, bello...
banal jamás.
Estás en la ciudad.
En el aire aún lo presiento.
Nuestro encuentro, ah.
Nuestro encuentro.
Que será, que puede ser.
Que yo espero, anhelo, temo:
De la vida él quizá juego:
triste, bello, fugaz, ciego...
Cierto, incierto, infiel momento.
Azar.
Azar en la ciudad.
AQUÍ DESARRAIGADO
Aquí desarraigado,
extraño ser suspenso,
inquieto, un hombre, yo.
En la tierra generado
-madre muy honda ella-,
de primarios paraísos arrojado.
En la naturaleza entrado.
Y, sin embargo, hijo suyo, aún no logrado,
huidizo, errante...
¿Dónde, dónde situado?
Interrogo, incierto, acongojado,
cosmos vivo, aún indestinado.
De tierra y cielos
bastardo ser:
contradictorio,
en interior conflicto desgarrado.
Iluminado y ciego.
Con disconforme voz.
Y aquí desheredado.
Imperfecto,
defectuosamente trabajado,
un hombre, yo.
HOMBRES: ALBA DE LA VIDA
Hombres:
Alba de la vida,
inicial,
levemente clareada,
hemos de ser,
y así permanecer, estar, siempre.
Hombres:
Alba de la vida.
Y oscuridad
en su más secreta realidad:
inmersa, hundida,
en abisal profundidad.
-Aunque, ciega ella, vivaz,
fosforescente a veces,
fugaz e intensamente,
parezca ser-
Mas, en fondeado allá,
la todavía inconfesada claridad:
tenue, sombreada,
sutil, no decidida,
en permanente fluctuar.
Oscuridad
en ti, ante ti, hombre:
palpitada, enfogada, tenacidad,
fuerza honda viviente,
hacia esa no lograda, transparente
claridad
permanentemente dirigida.
Hombres:
Alba de la vida.
CARTA A DANTE
El paraíso
-oh aire del alma,
campo divino-
que visitaste,
poeta elegido,
¿en dónde hallado?
Allí la vida
limpia, elevada.
Allí embebida,
tu bella dama.
Y en torno a ella,
resplandecida,
transparentada,
suspensa gracia,
halo extasiado.
Dante sublime.
Señero hermano
El paraíso,
alto soñado,
tú lo cantaste,
y también sentiste,
en amor dado,
a quien no era
sólo la bella,
sino la blanca,
lucida estrella,
por ti exaltada:
Ya en áureo espacio
jamás hallado.
Mas presentido
desde aquí, lejos,
por nuestro anhelo:
como tú, hermano,
también suspensos
y enamorados.
Paraíso
alto buscado:
Vívida estancia,
solaz divino,
pensil pendiente
de amor flotado.
Pero a nosotros,
hombres sufrientes,
de exilio eterno,
siempre negado.
En él la dama;
mujer no sólo
femínea esencia
por ti elevada.
Sino la clara,
crecida, excelsa,
flor de la vida:
Mina del alma,
tan deseada.
Tú la sentiste,
su ser viviste,
y enamorado,
quizá gustaste
de su pureza,
ya en tu palabra
de aural belleza,
que te define
transubstanciado.
Dante poeta.
Dante sublime.
Señero hermano.
ANSIEDAD TOTAL
Ansiedad, ansiedad total.
¿Qué es lo que deseo, espero,
permanentemente anhelo
alcanzar,
lejos lograr?
No sé qué podrá ser.
Tampoco dónde está.
Hacia qué va este querer,
este aspirar,
como encendida hoja latiente
en mi entrañar crecida,
que tensa largamente
las fibras de mi vida;
en la que he sabido -aún sé-
que algo, allá ignorado,
siempre con urgencia he pretendido.
Y llevo ciega esta querencia mía,
que no sabe por qué
ni hacia dónde, proyectada.
-La misma ella quizá
que inocentemente lleva
el animal oscuramente
en sus vísceras calladas:
Aunque, honda, transparente
acaso, en su mirada;
sorprendentemente triste, a veces,
fatalmente resignada.
Ansiedad.
Apetencia universal.
¿De qué, para qué, por qué?
Lo ignoramos tú y yo,
animal amigo.
Mas, creciente
en cualquier vida:
la mía, la nuestra,
la de los seres débiles,
humildes, tensos, fuertes...
un pretender, un desear
nos atraviesa urente.
-Y con él un resignado
renunciar doliente -ah, yo lo sé-
¿Para qué, hacia qué, por qué?
¿Tras la absoluta felicidad, quizá?
No lo sabemos:
ni tú, ni yo, animal
de palpitar pleno.
Ni siquiera en el abierto, cierto,
saliente borde aquel
donde caeremos,
cesaremos ya.
Mas nos duele internamente
como infinita, prolongada,
flecha universal clavada,
este querer creciente,
ignorante, oscuro, ciego él;
sin ceder piadosamente
en su avanzar jamás.
Ansiedad.
Transida muerte-viva;
o crecida vida en muerte.
Ansiedad.
Ansiedad total.
EN LA TIERRA EMBRAGADO
En la tierra embragado, móvil ciego,
mi existir, ya lanzado en viaje incierto,
marcha en largo carril, torvo y desierto,
tras del logro ignorado al que no llego.
Acortar quiero el tiempo, a veces; luego
retrasarlo también pretendo, y siento
que perdido aquí estoy, hombre, y sustento
pido en mi deambular o ya me entrego.
Ya me entrego al fiel suelo y tiemblo ahogado
en sus limos inertes, mas crecido,
nuevo y fuerte remar sigo en mi barca.
Avanzar y volver, tornar llagado
al camino sin luz y caer transido
finalmente, ah, es el sino que me marca.
NADA ES NECESARIO
Nada es necesario.
Oír, callar.
Sólo escuchar.
Auscultar en el silencio.
Tenso el oído atento.
Y llegará el danzado ritmo:
Primero, quizá lento.
Después tal vez crecido.
Y el expresar logrado,
en él comunicado.
Nada es necesario.
Callar.
Oír,
Sólo escuchar
en el pecho palpitado
del silencio contenido
aquello interceptado,
quizás hondo y lejano,
llegado de lo vivo.
Nada es necesario.
Oír.
Sólo escuchar
en el silencio entrados.
Y murmurar, hablar,
cantar,
al recibir lo hallado.
MI MENSAJE
Escuchadme.
Esperad que os hable.
Un momento, hermanos:
Atención os ruego.
Un mensaje
quizás os traigo
-lo percibo, siento-
de lo palpitado,
callado, ciego;
o acaso iluminado;
bello, incierto, claro.
Un mensaje:
Feliz encuentro.
Sí, pudiera ser.
O no, tal vez.
Ah.
No lo hallo. No lo nombro.
No lo hablo
con claridad:
No puedo.
Extraño es él.
¿Original, directo?
¿veraz, sincero?
Lo ignoro: es cierto.
Disculpadme,
perdonadme, os ruego.
Ayudadme a descifrarlo, hallarlo.
Mi mensaje.
El vuestro quizá también:
El esencial, total,
sin espacio, tiempo:
jamás interceptado.
Aunque tras él, tal vez,
estamos, vamos, todos,
transportados, ebrios
en una torpe nave:
Sin destino cierto.
¡Ah!, dejadme.
Un momento, hermanos.
Esperad que os hable.
¡Mi mensaje!... ¡El vuestro!
Disculpadme.
Perdonadme, os ruego.
No lo encuentro.
No lo nombro, no lo hablo
con claridad.
¡No puedo!
TRANSPARENTES
Transparentes.
Como el día, transparentes
deberíamos estar.
Tú saberme, yo saberte.
Sin cesar reconocerte.
Verte clara, limpiamente.
Como el día, transparentes
deberíamos estar:
Estar y ser.
Yo tenerte, obtenerte,
enlazada poseerte
totalmente, felizmente.
Pero verte, también verte
interiormente,
esencial, vivaz, luciente,
como el día, grácilmente;
tú y yo siempre
encendida, efusionada,
palpitada claridad.
Y el secreto, el misterio en ti latiente,
para mí tan atrayente,
de tu ser -gema viviente-
contemplar eternamente.
Transparentes; mas ardientes,
como estrellas, soles, siempre
deberíamos estar.
Y ser, ser así crecientes
como el día ya fulgente,
culminada, ofrecida gratamente,
extasiada, ilimitada, extendida,
palpitada, humanizada,
claridad.
EN LA VAGUEDAD DEL ATARDECER
En la vaguedad del atardecer.
Así mi alma:
Apenas sombra.
Luz también apenas.
Sin saber, sin ver,
tanteadora ciega,
la realidad que es.
En la vaguedad del atardecer.
Sin conocer.
Como niebla palpitada,
ansiedad flotada.
Desear... querer...
Y avanzar.
Así continuar
cegada.
¡La noche! ¡La noche casi ya!
Y en la vaguedad del atardecer
ser, ser aún más...
Anhelar... buscar...
sin encontrar, lograr
la luminosidad deseada.
Así mi alma:
Mi querer audaz de hombre.
En el atardecer final.
Cercana ya la noche,
la honda noche, ya:
La oscuridad total,
cerrada.
LIBERACIÓN DE LA PALABRA
Dejarte hoy libre, libremente quiero:
palabra,
respiración mía, expresión mía:
Espontáneamente,
flotante y dispersada, con la mañana ir:
Como los vencejos en el aire giradores,
los alcotanes en el alto espacio
planeadores tensos,
los caballos, desnudo el torso,
y la crin al viento,
por extensas praderas galopantes;
los insectillos, los enjambres rumoreados,
los transparentes pólenes...
Volteante y viva tú,
en curvados, agilísimos vuelos rítmicos:
Como las gaviotas, los pececillos saltadores,
los gorriones en la entreluz del bosque,
pluricorde orquesta jubilosa.
Libre, libre tú así;
palabra, sonoración mía.
Como río que en la pendiente fluye
-puro manantial, abierto, fluido-
quiero que tú seas;
y elevada, fugaz estrella,
luminaria móvil,
primal brote que aromador se abre,
emanación crecida,
musical aire resonadamente distanciado.
Has de perderte en la vibrátil luz;
y con ella ser resplandor latiente,
claridad alta, y gracia
felizmente derramada,
que vitales energías
esparce difundida.
Entrégate, disípate así también:
Sé ala, conmovida atmósfera,
vaho coruscante, sonoro, ardido,
de mi hervor de hombre
en interiores fogatas caldeado:
Exclamativa, dehiscente, abierta,
como los eclosivos cálices,
las floraciones plenas.
Pues tu sentido exacto
se halla tal vez ahí:
En el ser tú así:
Expansión directa del trasfondo humano
que al corazón y la garganta,
inútilmente, puramente, asomas:
Proyectada errátil,
imprevisiblemente cantadora
-bien lo sé-.
Porque también hoy libre
me encuentro contigo yo:
espaciado, exento:
Como las plantas, los animales palpitados:
impregnado, estallante el ser,
por primarias esencias vitales recorrido:
Hombre; que no es ahora
interioridad dolida, laberinto ciego,
sino directa espontaneidad volcada,
transfusión feliz
gratuitamente desprendida.
Gozosamente, palabra mía,
te permito ir
libérrima e intrépida,
como grácil, ascendente ave,
cigarra, insecto, aventada hoja,
semilla en vuelo,
volteada flor.
Hombre soy:
El ser que íntima te lleva,
a veces apretadamente contenida.
Y abrirte hoy quiero
mis interiores reductos todos;
para que solamente desprendida seas
sencillo, puro, expresionador respiro,
dichosamente conmigo aquí:
Expansiva, valiente, airosa:
Palabra mía, esencia mía:
vibrada, conmovida,
aflorada voz.
GUSANILLO DE LUZ
Por la vereda de los álamos
que bordea el curso del río
regresaba a casa una noche de verano.
Sinfonía rumoreada
de zumbadores élitros,
batracios, grillos,
y aflautados pájaros nocturnos
me acompañaba gratamente.
De pronto, lo distinguí dorado,
resplandeciente, como una joya viva.
Un gusanillo de luz temblaba,
conmovida claridad,
sobre una mata de saúco.
Nuevo asombro mío
ante la enorme variedad de las formas de vida:
Un pequeño insecto-lámpara
con su lucecilla prodigiosamente generada.
Me acerqué a él.
No quise cogerlo.
Lo dejé allí; respetuoso, como siempre,
ante cualquier maravilla de lo vivo.
¡Un gusano de luz entre las sombras!
¿Y qué soy yo aquí, hombre solitario
sobre la tierra erecto,
palpitando también en la oscuridad enorme
del total misterio?
Una nimiedad viviente
como la tierna luciérnaga del camino.
Otro corpúsculo con su temblorosa luz también
que apenas clarea tenuemente
un brevísimo espacio
en torno a sus latidos.
Una linternilla de fugacísimo,
leve, resplandor,
incierto en la honda noche.
Me secaré también un día
como ha de sucederle a la delicadísima
estructura vulnerable
del gusanillo luminoso
por unas hojas de saúco sostenido.
De poco ha de servirme -bien lo sé-
mi latiente lucecilla en el tiempo breve
de mi estancia aquí.
Seguirán llegando otras claridades
de humana radiación,
palpitando ansiosamente
junto a múltiples senderos.
Y no conseguirán jamás esclarecer
la extensión oscura de este ámbito enorme
de infinidad de seres invadido,
donde el misterio permanentemente crece
como la oscuridad de una cálida noche de verano:
Cuando algunos delicados gusanillos luminosos
tiemblan encendidos.
S.O.S. SIN ESPERANZA
Liberadme, desatadme.
Alzadme; os ruego.
¡Alguien! ¡Alguien!
Tornadme ingrave,
flotante, alado,
viajero ciego.
Sobre mí un pasado,
vibrante arco, sustento.
Distanciado, enorme,
de hombre, no más: Hombre:
Tensado esfuerzo.
Liberadme.
Alzadme.
Columna vital, llevo,
contengo, interior siento,
el cosmos palpitado
que fue, aún es, diverso,
variable, transformado,
prolongado, inmenso:
Seres iniciales,
lejanos, germinales,
en la tierra, el mar, el aire,
señores de universos.
¡Carga inexorable
sobre mi hondo aliento!
Liberadme. Desatadme.
¿A qué, a quién lo ruego?
FLOTADO EN EL SILENCIO
Flotado en el silencio.
Nauta de la noche.
Lejano.
De la soledad viajero.
La gran ciudad que hoy siento,
huésped fugaz de ella,
como insonoro, ingrave,
ilimitado ámbito,
diatanciada nave.
Flotado en el silencio.
Nauta de la noche.
El palpitar sidéreo
con mi latir ritmado.
Y mi espaciado hálito
en el estelar derroche.
Deseo.
Ser mío ya:
Estar, hallarme, pleno.
Flotado en el silencio.
Nauta de la noche.
De la soledad viajero.
JUNTO AL MAR
Junto al mar:
Inmóvil, tenso, erecto,
escucho su ritmar,
observo el alentar
de su pecho inmenso.
Junto al mar.
Desnudo, esencial hombre,
su aparecer enorme,
de rostro superficial, fluido,
contemplo.
Mas su hondo, fundamental ser abisal,
misterioso, inexplorado,
ver no logro en él claro aflorado:
Aunque, ciego
de atento oír aguzado,
quizá su interior siento.
Inmóvil, junto al mar,
desnudo, esencial hombre,
ante el secreto universal
de aquello aún abismal,
profundizado, ah,
me hallo enzozobrado.
Junto al mar:
Inmóvil como árbol;
plantado, tenso, erecto.
HOMBRE-TIEMPO
Como el tiempo, con el tiempo;
largo, extenso, viejo, nuevo, prolongado,
pleno llevo y soy sustento
de lo antiguo vivo, lejos,
de lo abierto, liberado,
ahora iniciado.
Como el tiempo, con el tiempo,
llevo, arraigo, incorporado,
todo ser en él cursado, enviscerado,
substanciado
con sangre, aliento, entraña, cuerpo
en amor dado.
Como el tiempo, con el tiempo,
también hablo, expreso, canto,
amo, siento;
de un incierto espacio vengo,
y traigo, llevo, acumulado, transformado,
tenso dentro,
tierra, barro, plantas, astros, piedras-fuego,
aguas, vientos, seres fieros, gratos, mansos,
peces, pájaros,
artrópodos, crustáceos,
protozoos pluriformados,
abroquelados, aéreos insectos,
todos sangre, hálito expirado,
de un pasado heredado, en mí hospedado,
conjuntado,
apretado, ser colmado,
continuado, sobresaltado,
asaz diverso.
Plastificado, conformado;
como el tiempo, con el tiempo
iniciado, lejos, lejos,
traspasado, trasvasado,
transportado en fluir inmenso.
Como el tiempo, con el tiempo
yo universo de hombre denso, tenso acierto
de un azar precipitado, aquí logrado,
tras de un largo, activo esfuerzo:
Con el tiempo, como el tiempo
inacabado.
DÓNDE ESTÁ
Dónde está
la hermana que me escuche,
amada ella quizá,
también acaso amiga,
que mi palabra en expresión reciba:
Transfundida, vibrada,
en su interioridad;
pulsadora delicada
de sus fibras
en aspiración de alta vida prolongadas.
Dónde está
aquella que me oiga,
desconocida todavía
-y siempre, ah, quizá-,
sabedora, en cambio, de lo que digo ahora,
o decir pretendo; la voz un tanto ahogada
por ésto que me invade, llena,
y ascender el ser me hace,
marea fiel del ánima en crecida.
Dónde tú, mujer,
a quien dirijo mi palabra decantada,
seleccionada entre abisal,
opaca turbidez,
para ti, como joya estremecida,
voz-flor en mi selva vital de hombre
especialísimamente germinada.
Dónde tú, hermana,
aunque amada deberías ser también,
mujer que ahora tal vez me escuchas silenciosa:
deseada, anhelada,
cercana, distante amiga.
CRECIDO ES MI CAUDAL
Crecido es mi caudal.
Y yo lo debo dar.
En torno derramar
en fácil ofrecer.
Crecido es mi caudal.
Latiente manantial.
Surtidor vital.
Efusividad del ser.
Amar.
Ello es amar.
Entregar, tal vez,
emanación cordial,
lograda humanidad,
al animal, al vegetal,
al hermano, aquí esencial.
Y a ti, mujer:
de manera singular,
en trasvase genesial,
con especial querer.
Crecido es mi caudal.
Latiente y musical.
Lo siento en ascender,
como eclosión brotar.
Mi ser.
En realidad mi ser.
Ah.
Crecido es mi caudal.
Enorme, casi un mar.
Y angosto mi canal
de hombre sólo él,
para extender, dar
con fiel desinterés
mi plena realidad,
la totalidad del ser.
HACIA DÓNDE, HOMBRE
Hacia dónde, hombre,
adónde yo.
Descarriado, incierto,
llegué lanzado,
vagabundo errante
en el cosmos ciego.
Peón de este gran juego
de diversas piezas: rodante dado.
De la madre Tierra
distanciado ser.
Por qué caminos,
laberintos hondos,
retorcidas vías,
me perdí alejado
del profundo seno,
la esencial matriz.
Dubitación ahora.
Perplejidad, angustia,
temor también,
en este nudo vivo
de cruces complicados;
sin dirección exacta,
señalización veraz.
¡Hacia dónde!
¡Adónde!
Recoger yo debo
los perdidos hilos,
las raíces hondas,
el subálveo cauce
-secretoso río-
del primer fluir.
Para ver, ¡saber!
Pero inútil sigue
mi rebusca ansiosa.
Desconozco dónde
mi solar se halla:
mi perdida patria,
mi caliente hogar.
E ignorante avanzo,
angustiado, errante,
transitando torpe
corredores ciegos:
Sin feliz salida
a la luz veraz.
Dónde tú, mi Ariadna,
para ayudarme amante,
y conducción hallarle
a mi errar de hombre
agonal plasmado:
excrecencia extraña
que surgió en la vida:
sorprendente brote
de amargosa e inútil,
deleznable flor.
Hacia dónde, adónde,
con mi ser transido:
intrincado juego
de tensadas fibras,
complicado cruce
del vital camino,
trashumante, inquieto,
exiliado yo.
CÓMO YO EXPRESARTE; DECIR; DECIRTE...
Cómo yo expresarte, decir, decirte.
Cómo hallar,
esencial, fluida,
la palabra substancial,
elaborada, purificada, decantada ya:
vivaz esquife, nave, ave audaz,
sonorizada floración
de musicalidad transida,
dispersa, casi aroma, emanación,
espacio-halo,
evaporada, sutilizada voz.
Cómo liberar
la palabra aquella
que te hable, diga,
manifestar ya pueda tu interioridad
-prodigio de la vida-,
tesoro presentido, anhelantemente respirado,
de palpitadas, sensitivas, riquezas pleno,
con tu forma-cuerpo, tu cuello, senos,
rostro en óvalo perfecto moldeado;
boca, tenues pómulos, ojos-joya,
pupilas-resplandor.
Cómo decirte, hablarte,
encontrar en vocablos decididos,
crecidamente desprendida,
la palabra en calor, temblor,
efusión, transpiración, ansia,
misteriosamente noche viva
a la vez que aire, mañana,
transparente ala del alba,
luz naciente, sol;
para conseguir hacer brotar, fluir,
la melodía conmovida,
en ti ahondada,
ignorada todavía,
inexpresada flor.
CON LA MAÑANA
Con la mañana
extender, transcender el ser.
Brotar, abrirse
a la ilimitada,
nueva claridad.
Espaciada el alma,
la esencial substancia viva:
Inconsumida.
Distanciada.
Libre.
Con la mañana,
vibrada, sensible, fluida
vida respirar:
Limpia, sutilmente llevada
a los seres, cosas, animales, plantas...
Como táctil atmósfera:
vapor, cálida vaharada.
Con la mañana,
en el aire, la luz aún alba,
su ruboración,
de la sangre alusiva pincelada,
ya ella en efusión, calor fundirse:
Sin diluir el ser;
la encorazonada entraña,
conmovida, ritmada,
musical crecida,
gozosamente enfogarada.
(O quizá triste)
Con la mañana,
fuerza, esencia todavía más humanizada,
desprenderse,
en la totalidad sentirse:
Transvivir,
transcender el ser.
Renacer.
Brotar.
Abrirse.
Con la mañana.
BREVE EL DECIR: SEA SUSPENSO
Breve el decir: Sea suspenso.
El paisaje habla callado.
La tarde escucha, y el viento
mensajes trae: Han llegado
rumores que, aún sentimiento,
palabras no han liberado.
Alguien con nosotros -aire,
montañas, árboles, cielo-
hablarnos intenta dentro
a ti y a mí en la honda tarde
de todo lo ignoto y ciego;
de aquello, misterio denso
detrás del paisaje hallado
en este espacio, este tiempo,
a nuestro vivir legados.
Breve el decir: Sea suspenso.
Nos basta el sentir callado.
Nos llena y canta el silencio.
CLARIDAD: PARA LOS DIOSES ERES
Claridad.
Temor me causa
tu luz a veces:
Claridad lograda.
No desearía
tenerte siempre:
Claridad crecida
tras el naciente surgir del alba.
La tarde,
la penumbra, quiere
mejor mi alma.
Entrever.
Presentir allá.
Vislumbrar, esperar quizá
lo jamás hallado
mi vivir prefiere.
Porque contigo teme
mi ser el ver
lo que es,
la realidad que es:
y lo que ha de llegar
con seguridad después.
No: Claridad,
absoluta claridad:
Para los dioses eres.
Porque yo, mortal
soy sólo aquí, hombre,
de la tierra fiel.
Y entrever
prefiero a ver:
Adivinar quizá
otra realidad
distinta a esta brutal
en tu luz mostrada.
Claridad.
Absoluta claridad.
Déjame
con mi linterna pobre
en la noche a tientas.
O en la tarde, inmóvil
la penumbra amar.
Pues yo sólo soy hombre,
entre tantos seres de limitado ver.
Claridad.
Absoluta claridad.
Para los dioses eres.
QUÉ PUEDO DECIR...
Qué puedo decir, manifestar,
expresar yo aquí.
Ah.
Nada en fiel verdad,
medido, pleno, exacto, claro.
Nada realidad
verdadera, honda, esencial,
de lo viviente hallado.
Sólo sugerir,
pretender mostrar quizá,
mi sentir,
mi desear,
y ésto aquí brevísimo, fugaz,
indefinido, vago.
Lo que veo, entreveo mejor,
conmovido, viviente, alrededor
de mi latido humano.
Nada destacado,
distinguido, preciso,
modelado.
Vapor al fin,
niebla, el vital espacio contactado,
guardador en sí de lo real,
lo esencial buscado.
Qué puedo expresar, decir,
ah, con singular sentido
veraz significado.
Permitidme divagar,
con mi palabra fluir,
flotar envaguecido,
quizá difuminado,
como es la realidad
que percibo aquí, allá,
en palpitar lejano.
Qué puedo así decir,
qué expresar yo.
Nada en fiel verdad,
medido, limpio,
real, vivaz, preciso, iluminado,
nada, nada claro.
ESTÁBAMOS SENTADOS BAJO EL ÁRBOL GRANDE...
Estábamos sentados bajo el árbol grande
-gigante nogal desparramado-
que da sombra a la alberca y a la noria
con el borriquillo que la mueve,
tapada su mirada y en círculo avanzando
-oh irreal destino- como viajero prisionero,
perdido en fraudulenta trayectoria.
La tarde nos llegaba lenta tras la cerca,
morosamente amable,
como el flotar de un vaho incierto
en el aire suspendido.
Los cangilones se derramaban plenos,
también lentos,
con la energía del animal
a su monótono trabajo encadenado.
Callábamos contemplando al borriquillo
con tristeza y simpatía.
Sonaba el golpear incesante de sus cascos
sobre el empedrado de su penosa ruta circular
con el chirriar del engranaje de la noria
acompasado.
¡Qué grata está la tarde!, nos confiamos silenciosos.
Un viento suave sacudía
las hojas del nogal y del granado.
La noria seguía móvil, como el tiempo;
también él quizá en perenne giro,
a pesar de hallarse siempre hacia adelante proyectado.
¡Qué símbolo vivo el borriquillo
incesantemente circulando
hacia ninguna parte dirigido!
Andar y no avanzar realmente
en un falaz camino.
Igual que nosotros, hombres;
también viajeros ciegos hacia irreal finalidad:
acaso en circular itinerario
nunca planeado.
Callamos otra vez.
Y por nuestro silencio largo
también lentos pasaban
el tiempo y el azar: tejedores y tejido
de sucesivas transformaciones,
sutiles hilos vivos,
sin cesar entrecruzados:
El atardecer, allá más alejado,
el animalillo amigo...
Hasta que nuestro sentimiento
de apretada comunión
comenzó a ascender y suspendernos
gozosamente prendidos y elevados.
Con su postrero fuego
el Sol, ya hondo, se fue definitivo.
Nos separamos:
Nos miramos un momento enternecidos.
Suspiramos por un extraño alivio
confortados.
Soltamos después al borriquillo hermano.
Lo dejamos ver, ¡ver ya!,
en la inicial penumbra
casi él súbitamente deslumbrado.
Y nosotros también entonces
novedosamente vimos,
como en creacional, originario,
mundo renacidos,
al sencillo ser,
con respingos de contento,
liberado.
¿QUIÉN, QUIÉN HA SIDO...?
¿Quién, quién ha sido
el que empezó en lo inerte
a construir, activar,
articular, lo vivo?
Quién, quien ha sido
aquél que un protozoo
formar logró
-ah, ya ínfimo milagro-
y lo alentó,
consiguió moverlo,
reproducirlo, conjuntarlo,
alzarlo...
Quién fue
el promotor,
el impulsor,
que mínimos seres agrupó
ya en organismos,
e, interior y exteriormente,
los preparó en su medio;
con su armamento,
su defensa-ataque,
su asimilación,
su ardor reproductor
de otra formación,
más allá de ellos.
Quién, quién fue
el que, tan sorprendente, infinidad
de animales, plantas, frutos, flores, generó
en la pasmosa realidad
de esta preciosa esfera sideral.
Ah, no me lo expliquéis.
Vuestro argüir no entiendo.
No fue alguien, no fue nadie
el que sigue aún siendo.
Habláis. Solamente habláis.
Pero debéis callar
como yo, y sólo admirar,
asombrados, quietos, mudos
-en la garganta un tenso nudo-,
el diverso, inmenso, cosmos vivo
y este su escondido
universal misterio.
Quién, quién ha sido,
repito entre lo oscuro.
No lo sé. No lo he sabido.
Ni saberlo espero.
¡QUÉ TARDE FELIZ AQUELLA...!
¡Qué tarde feliz aquella,
en medio del valle quietos,
tendidos los dos, la hierba
crecida ya, lecho nuestro!
¡Qué tarde feliz aquella
de gozo y fiel sentimiento!
Hermoso el sol tras la sierra,
adiós nos daba en silencio.
Su incierta luz lejos era
el alma de aquel momento.
Las sombras ya nos cercaban,
y un ansia entró en nuestro aliento.
¡Qué tarde feliz aquella
que el valle nos preparaba!
Amante tú, ya entregada,
y Venus, lámpara-estrella,
colgada del firmamento.
NO PRETENDAS YA LLEGAR...
No pretendas ya llegar
-no lo intentes más, hermano-
a lo esencial que allá,
con ansiedad, tenacidad,
tú y yo buscamos.
Tanto tiempo, ah,
en continuado, tenso anhelo.
Abandonemos tal aspiración.
Yo la he dejado.
Lo confieso: a mi pesar.
Haz tú también igual.
Te lo aconsejo, hermano.
Hablemos sólo ya:
dejémonos hablar,
decir, cantar quizá,
el corazón sonoro a flor,
abierto y entregado.
Nada más.
Él ofrecerá
-pudiera suceder-,
como artesano manantial colmado,
lo que tú y yo, con ansiedad,
tenacidad, buscamos.
LA CANCIÓN PARA TI...
La canción para ti
no he logrado encontrar.
¡Qué anhelado decir!
¡Qué esperado sonar!
La canción para ti.
Un retazo de abril.
Un regalo del mar.
Una flor en su abrir.
Un aroma en su errar.
Créceme ya el sentir.
¡Cuán feliz su vibrar!
Ha del alma fluir.
Ha del canto manar.
La canción para ti
¡no he logrado encontrar!
MAÑANA DE PLAYA
Beber el sol y la vida
tendido a orillas del mar.
-A mi lado, ah, tú, querida;
bañada de luz y sal-
Beber el sol y la vida
los dos a orillas del mar.
Sumergirnos ya, y tu fina
garganta limpia oír gritar.
Avanzar yo, y sorprendida,
tu espalda tibia mojar.
Saltar, reír y, oh delicia,
del agua viva gozar.
Jugar ya de olas crecidas
tú y yo en ardido anhelar.
La playa espera ofrecida.
Amor, debemos tornar
a el sol beber y más vida
los dos a orillas del mar.
PERDERSE, AMAR...
Perderse, amar...
El ser dejar,
entregar, volcado
en el cosmos ciego,
en el cosmos claro,
en aquello alado,
en aquello fuego
de calor ahondado.
Perderse, amar...
El ser dejar,
de humanidad colmado,
manantial, río, mar
en fiel lecho hallado.
Perderse, amar...
El ser dejar
musical, ritmado,
singular viajero
sobre el cosmos ciego,
por el cosmos claro.
Perderse, amar...
Respirar lo ansiado.
LOS RITMOS DE LA VIDA
Los ritmos de la vida
son ellos, quizá ellos.
Resuenan, tensos vibran,
en mi ser latidos.
Secreto es su pandero.
Su tam-tam vivo.
Los ritmos de la vida,
con calor crecidos.
En mi voz los llevo.
Los ritmos de la vida.
El son estremecido
de la entraña henchida,
de la sangre fluida.
Los ritmos de la vida.
Acentos del misterio
genesial surgidos.
Son ellos, quizá ellos.
En mi voz los llevo.
SALUDO A UN GRAN POETA
Te saludo y te admiro, excelso hermano
en la palabra, que alzas catedrales
con ella en ritmos aéreos, musicales,
de arcos tensos, ¡oh arranque sobrehumano!
Con tu voz de honda fuerza, soberano
asciendes además desde abisales
misterios que aflorar haces: vitales
expresiones vibrantes de lo arcano.
Arquitecto constructor de otro universo
superior para el ser nuestro crecido,
cómo acierta tu verbo alto a plasmarlo.
Gozo y fiesta del ánima es tu verso.
Arrebata y nos lleva en desvivido
anhelar tras la gracia de escucharlo.
HOMBRE RASGADO
Soy herida, todo herida, urente llaga
interior que me duele honda y quebranta.
Cualquier roce, aunque leve, arde y levanta
el punzante tormento que me estraga.
Soy herida; y mi ser entero paga
ahora en ella el desprecio aquél y aguanta
-hasta cuándo, ah, no sé- nostalgia tanta,
entrañado brasero que no apaga.
Desprendido quedé y, muñón latiente,
permanezco aún erguido, extrañamente
por animales goznes afirmado.
Fiel remedio no hay ya y, ciego imprudente,
mutilado seguiré, ansiar pendiente
sin sustento esencial: Hombre rasgado.
CÓMO HALLAR LA EXPRESIÓN DE ESTA TRISTEZA
Cómo hallar la expresión de esta tristeza.
Cómo darla en palabras entregadas,
cual las aves que vuelan tras la niebla
sutil de las tibias madrugadas.
Cómo hallar la expresión de esta tristeza,
atmósfera en la estancia recogida
de mi ánima callada.
Ah, quisiera, hecha música, mostrarla,
y que alguna doliente canción fuera.
Tal vez entonces ella de mí huyera,
y aspirar me dejara el limpio aire
en la pura extensión de una luz nueva.
..............................................................
(No, no quiero alejarte, fiel tristeza
que en el árido azar de mi existencia,
después de las borrascas,
ternura y calor eres tú, grata
compañía serena de mi alma)
A UN ÁRBOL SOLITARIO
Árbol solo y desnudo en este yermo,
gravemente clavado en honda tierra,
te sostienes potente entre los vientos
que, inclemente hostigo, te golpean.
Aislado así y erguido
yo me siento,
plantado y erecto aún sobre el suelo,
solitario también y al descubierto,
soportando mi áspera existencia.
Fuerte yo, igual que tú, recio árbol tengo
que, desnudo de amor, el tenaz viento
recibir de un dolor que me flagela.
Vertical roble humano
en téreo asiento
yo también, como tú, con tenso esfuerzo
he de aguantar la inclemencia que me llega.
IMPOSIBLE
Imposible.
Yo sé que es imposible
-como tal hondo lo siento-
expresar, cantar el viento
y su zumbar visible
en los álamos: alfiles
de la ribera erectos.
Imposible, yo sé que es imposible
hacer palabra el tiempo,
movible, imperceptible,
precipitado, lento,
y el enorme, abierto espacio
donde va él viajero.
Imposible
-lo siento: es imposible-
expresar la noche, el palpitar sidéreo
iluminado, inmenso,
y el alentar del hombre
que lo contempla tenso.
Imposible conseguir
hacer hablar sincero
al inaudible, hondo silencio,
lo mismo que al sol-fuego,
su irradiada claridad
en el día, su fiel ámbito,
al variado resonar
de los animales en el campo
y a los gritos roncos, ruidos,
chirridos acerados,
de la gran ciudad -jazz desritmado-,
continuado estruendo sacudido.
Ah, imposible -así lo siento-
manifestar, cantar,
el temblar alto del alma,
el espiritual anhelo, largo,
de aquello inalcanzado, jamás logrado,
con todo esto que veo, admiro,
amo, en torno mío,
vitalizado, pleno,
y lo que, aún callado, llevo
recogido dentro.
COSMOS-HOMBRE
Abarco quizá el mundo.
Lo contengo pleno
-interior lo siento-.
En mi ser lo llevo.
Mi cuenca es él.
Piedras, tierras,
oscuros humus.
Vegetales, hierbas,
árboles mudos,
columnas tensas
de abierto capitel.
-Portadoras quietas
de savias emergidas,
lo mismo que mi sangre
ferruginada,
circulada, conducida,
íntima en mi ser-
Mis palabras,
aves claras,
liberadas, raudas,
a veces enritmadas,
en el aire flotadoras.
Contengo también aguas
cálidas; saladas,
que en mi llanto, incontenidas,
surgen desbordadas;
mareas ya del alma
en pasional crecer.
Animales también llevo:
En mis hondas cuevas,
alimañas ciegas.
En mi selva fieras,
instintividades agresoras:
Habitantes de mi noche:
Seno de mis latencias,
mi abisal querer.
Transporto el cosmos.
Tal vez astros contengo:
minerales-fuego.
Poderosas fuerzas.
Activísimas reacciones:
Transfusiones,
latidos tensos.
Y a ti, alto sol suspenso:
Magnífico sustento
de la diversa vida,
de luz y fortaleza
circular reguero,
también quizá te llevo.
Igual que a secos ocres
de esta tierra nuestra,
inmóviles y ciegos:
sienas de mi carne,
calcio de mis huesos.
Leve, sutil aire
me impregna dentro:
Oxigenante quemador
íntimo en mi cuerpo:
llama de mi ardor,
combustión de mi deseo.
Te abarco, mundo.
Te contengo pleno.
Mi ámbito es pequeño.
Mas tu espacio alberga.
La tierra me cimenta.
Me ascienden las estrellas.
Mi entraña es vivo centro
que tus fibras entrelaza,
tus fuerzas ya condensa
en latiente trama:
Crisol de hondas fusiones,
encuentros enfogados,
sutilísimas alquimias
con trabajo elaboradas
en el largo, activo tiempo
que ascendió la vida,
y fui precipitado,
huesped de esta tierra
-planeta-hembra elegido-
finalmente imperfecto,
todavía inlogrado.
Mas soy hombre y te abrazo,
transporto, ya colmado
de ti, cosmos enorme,
el total de tus riquezas,
el poder de tu energía,
tu azar multiplicado.
Abarco quizá el mundo.
Lo contengo ahondado.
HORIZONTE
¡Horizonte!
Un horizonte allá:
forme, quizá informe,
difuminado aire, tierra,
sutil neblina, mar;
esencial sustento es
para mí, hombre, alimento
lejano, evaporado,
espiritual maná.
¡Horizonte!
Un horizonte al menos,
de incitaciones,
expectaciones, pleno:
extendido, largo,
perfil de sueños
lejos dibujados;
ilimitado, inmenso
ventanal de libertad.
¡Horizonte!
Un horizonte quiero:
aunque incierto él sea,
indeterminado, difundido,
distanciado, incontenido allí.
Carceleros nuestros,
del destino humano:
El espacio, el tiempo,
la concreta, densa,
grave realidad:
Dejadme un horizonte:
Oportunidad,
necesidad también,
para mi ser de hombre:
Un horizonte como extensa nave,
sin cesar viajero,
para mis proyectos, sueños,
esperanzas nuevas:
Sustentación ligera
también de esta mi vida
en constante navegar.
Aunque entrevisto apenas
desde un balcón estrecho,
mínima ventana,
o desde nuestro grave suelo
que hondo aquí nos ata
como a una planta quieta,
un árbol enraizado.
¡Horizonte!
Un horizonte, allá.
CORAZÓN DE LA NOCHE
Algo en el corazón de la noche ha llegado
hasta mí. No conozco su sentido.
Palabras de Gudea, patessi de Lagash.
Corazón de la noche.
Corazón de la noche.
Tu ritmo palpitado
me llega, invade,
latir lo siento.
Corazón de la noche.
Corazón de la noche.
Tu sangre.
¿Dónde tu honda sangre?
-Vibrátil fluido
te canta dentro-
Corazón de la noche.
Corazón de la noche.
Deseo, ansia, del hombre.
Callado e insomne
te busco tenso.
Misterio, ah.
Palpitar perdido.
Sonido aún ciego.
Latido del silencio.
Corazón de la noche.
Corazón de la noche.
Me llega, invade,
tu ritmo incierto.
Corazón de la noche.
Corazón de la noche.
Mi tórax pleno
golpeas conmovido:
colmado, enorme...
Corazón de la noche.
Palpitar perdido.
De todos, mío,
quizá del tiempo.
Misterio inaprehendido
que el universo esconde.
Deseo, ansia, del hombre:
latido del silencio.
Corazón de la noche.
Corazón de la noche.
SILENCIO
Silencio.
Total, pleno silencio.
Aquello impercibido,
jamás interceptado,
quizás oiga un momento,
en mi corazón sentido:
El mar hondo y crecido.
Extenso movimiento.
El alto firmamento
en circulares giros.
El hálito-alma dentro
del hombre y su respiro.
Silencio.
Total, pleno silencio.
Tenso, escucho atento.
Quizás oiga un momento
aquello impercibido,
secreto, en fiel misterio:
vocablo, ser y aliento,
estático en el tiempo:
Suspenso y vivo.
PALABRAS EN LA MAÑANA
Palabras ya liberadas,
del aire y la luz viajeras.
Palabras mías del alma.
Vivaces palabras nuevas.
Gaviotas alborozadas,
llegadas de un mar distante.
¡Qué claras, ya en la mañana,
vibrante azul sin fronteras!
Aladas, allá flotantes,
errante música llevan.
Palabras -aves del alma-.
Palabras, palabras nuevas.
EL SEMBLANTE DE LA TARDE PARECE HOY TRISTE
El semblante de la tarde
parece hoy triste.
¿Por qué si aún arde
en sus mejillas el rubor
que le dejó el Sol al despedirse?
¿O acaso porque te abracé yo
y besé largo una tarde así también;
y cuando me alejé
tu rostro hacia mí triste volviste?
Aquella nuestra tarde
que interior en mí aún arde,
como distante sol,
sin alba retornable.
Prolongado, fiel dolor.
Separación interminable.
¿La quise yo?
¿La quisiste tú?
¿O los dos tal vez,
en la transida luz
de aquella infeliz tarde?
¡Quién sabe qué nos sucedió!
¡Quién lo sabe!
El semblante de la tarde
parece hoy triste.
Aunque el Sol
tras lo lejano aún arde.
Y ha de volver
en inmediato albor.
Mientras nuestro pasado ardor
ya no nos fundirá,
como aquella feliz tarde
de gozosa comunión,
tan pronto, ah, mudable:
Tras del instante aquel
que se disipó después
en niebla, vapor triste.
E interior vuelve a mi ser
donde ignorado estaba él,
y hondo aún persiste.
VA LLEGANDO LA NOCHE...
Va llegando la noche.
Ya me crece
el pleamar de la vida,
y subo incierto
con ingrave ascensión que me embebece.
Va llegando la noche.
Ritmos mecen
a las frondas oscuras, y en el cielo
las estrellas, pendientes cual mi anhelo,
lentamente nacidas, se estremecen.
Va la noche subiendo; y mi nostalgia,
ah, creciente también,
prendida y ciega,
en inmóvil transporte me levanta.
Oh, perdido yo en ti, noche, quisiera
mis amarras romper y, nave plena,
avanzar recto al norte de mis ansias.
YO SÉ QUE EN TI, MAÑANA...
Yo sé que en ti, mañana,
saludar hoy a la vida
con mi palabra debo.
Y lo hago sin esfuerzo:
Cantar vivaz deseo
con voz nada obligada,
la luz amanecida
generosa, delicada,
sencilla ella, dadora
de su fiel sustento
a toda verde planta:
Calor y claridad
para todo ser hallado,
huésped de esta tierra
por el Sol amada.
Y ser hombre también yo,
de vida renovada,
agradezco tu llegada,
mañana, y cantar quiero
tu auroral, pura belleza,
a todos regalada.
Saludo en ti a la vida,
saludo en ti a los seres,
saludo en ti a las plantas,
que el Sol noble alimenta
con su luz radiada.
AHORA
Ahora
que me siento apenas nada:
Ingrave nave fluida
mi alma, difundida,
flotante y entregada:
Hojilla sorprendida,
suspensa y desprendida,
por un viento llevada.
Ahora
que soy apenas nada,
fibrilla removida,
tirante y conmovida,
en leve voz crecida,
vibrante y resonada,
decir quizá podría,
cantar, expresar clara,
la esencia de la vida.
Y por qué asciende tensada
en mí, hombre, si hundida
será, pronto, caída
e inmóvil, sólo nada.
LOS BROTES DE LA VIDA
Los brotes de la Vida.
¡Cuántos, cuántos ellos!
Los brotes de la Vida.
-¡Oh infinitud variada!-.
Asombros me derriban.
Atónito contemplo.
Los brotes de la Vida.
Y entre ellos yo ser nuevo,
el último llegado,
extraño y sorprendido,
admiro su diverso
derroche incontenido
de formas, seres: juego
inútil, atroz, bello:
niñez del universo.
Los brotes de la Vida.
Y entre ellos yo, ser ciego,
extraño y sorprendido,
también plástico aliento.
Los brotes de la Vida.
Cuántos, cuántos ellos.
Asombros me derriban.
Atónito contemplo.
TE MIRABA
Te miraba.
Te buscaba en tu mirada.
Te perdías.
Te alejabas.
Quizá tú, más intimada,
te escondías.
Simulabas.
Pretendías
que hallarte no lograra.
¿Por qué, por qué lo hacías?
Me sabías.
No ignorabas
mío nada.
Y ocultar, velar querías
lo que yo te interrogaba.
Jugabas.
Con extraña picardía,
esquiva, huida, te perdías.
Y yo ardía
-lo sabías-.
Te deseaba, ansiaba, amaba.
¿Por qué, por qué lo hacías?
Te miraba.
Buscaba en tu mirada
la respuesta pretendida,
la realidad querida,
plena, entera, tuya, mía:
La secreta, más sincera,
que en tu fondo me ocultabas.
Te miraba.
Te buscaba.
No te hallaba.
Te escondías,
ah, jugabas.
Con extraña picardía,
te alejabas.
En tu juego te excedías.
Y yo ardía
-lo sabías-.
Te deseaba, ansiaba, amaba.
CANCIONCILLA DE LA CALLE
Cancioncilla de la calle.
¿Qué me traes?
Inesperada, suave,
perdida melodía,
me llegas hoy, amable
sonar de aquellos días
en un vivir lejano.
Cancioncilla.
¡Qué me traes?
La intimidad mía transitas,
como una tenue brisa,
un leve aroma ingrave.
Cancioncilla hoy viva
en un girado vuelo.
Viajera indestinada
ante mí de paso.
Gaviota solitaria
en tu ruta errada,
que contigo fibras
de mi nostalgia llevas.
Tú sabes hacia dónde
me transportas en la tarde.
Lo mismo que no ignoras
quién era entonces ella.
La que tú rondabas
como un jilguero alegre,
en el día transparente
que hacia el mar se abría.
Lucía la vida clara.
Vibraba, de ardor plena,
aquella primavera
latiente y encendida.
Ignorada cancioncilla.
Mensajera interceptada.
¡Qué me traes!
¡Qué me traes!
¡Y adónde ahora me llevas!
¡QUÉ DIFÍCIL LOGRARTE!
¡Qué difícil lograrte!
Tu forma hallar segura.
Tactarte, acariciarte,
incierta en noche oscura.
Seguirte, allá buscarte,
Belleza, es mi aventura.
¡Qué difícil lograrte
perfecta, exacta, pura!
EL VALLE
El valle.
Regazo de las aguas
desde las montañas
precipitadas.
El río, canal salvaje.
Y en él cortada zanja:
por acuáticos azares
cavidad trazada.
El valle.
Los álamos erguidos
de la ribera vecindad.
Formados como erectos
guardianes enfilados.
Y las verdes hierbas altas
a su lado amables.
El valle.
Enorme y distanciado.
Largo entre las montañas
que lo resaltan, hacen.
Así es mi vida: estancia
humana, sobre el tiempo,
también un largo valle:
Ahondado.
Llevando savias:
de mis entrañas sangre.
Entre montañas, zanjas,
de dolores, ansias:
cimas inlogradas,
caudales desbordados,
de pasión riadas.
El valle.
El valle y sus fluencias:
pausadas,
desmedidas...
En los azares de la vida,
mi existencia, un valle.
HOMBRE ENTREGADO
Entregado al atardecer.
Perdido hacia la noche,
desprendido, canto.
Traspasador ya ingrave
de las sombras ciegas,
dejado avanzo,
abandonado el ser.
Tarde.
Yo mismo, tarde.
Tras la extensa noche;
la inmensa calle
que las estrellas abren:
Reguero alto,
sendero fiel.
Hombre.
Hombre ya tarde.
Palpitado.
Todavía en la sangre.
Mas entregado,
al anochecer ya dado,
como espaciado,
flotado aire.
Vapor humano,
desparramado,
lejos llevado
con el astral derroche.
Y así cegado, antes
que el filo proyectado
de una sombra enorme
mi realidad destroce,
con mi latir acabe.
Tarde.
Mejor ser vaga tarde,
lejana e ingrave.
Y entregarme.
Ya dar el ser.
Recorrer el aire,
viajero desolado
en la incierta calle.
Tarde.
Mejor ser tarde antes
de entrar, noche en la noche;
oscuridad sin bordes, ah.
Entregarme. Abandonarme.
Ya tarde-hombre.
Mas palpitar, aún respirar,
todavía ser.
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