Joaquín Chamorro Aguilar



          DESDE  DENTRO









LA TARDE, EL CAMPO EN FLOR...

La tarde, el campo en flor,
regazo del verano.

El espacio
parco en luz.

El sol ya en evasión.
El horizonte vago.

Los árboles.
La tarde.
El campo en flor.

Y un hombre ante el azul:
Interrogante.
Espectador.
Contemplador callado.




ESTE ES EL SUELO...

Este es el suelo
donde, hombre, asiento.
Aquello, abierto
espacio, es el cielo.
Y yo en la tierra
que es mi sustento,
quieto contemplo,
erguido espero.

Un sentimiento
me colma dentro
-de intenso aliento-,
y un alto intento
que también llevo,
breve, ah, en el tiempo,
de no ser luego,
sólo aquí ésto:

Hombre suspenso,
de hálito incierto,
ligado al suelo:
con un proyecto
de ser más tiempo
latido cierto,
creciente anhelo,
sobre esta tierra
donde aún asiento
perecedero.




UN HOMBRE

Un hombre.
Yo.
 Una voz.
Un grito en la honda noche:
abovedada,
enorme.

Un hombre.
Yo.
 Una llamada.
Interrogación
no interceptada.
Por ningún oído
en la noche hallada.

Un hombre.
Yo.
 Una llamada.
A la que nadie
jamás responde.
¡Nadie! ¡Nada!




¿QUIÉN A MI PALABRA DETENER PODRÁ?

¿Quién a mi palabra
detener podrá?

Nada, nadie,
con la necesaria fortaleza
de una vertical
muralla impenetrable.

¡Nada, nadie!

Oh, libertad mía
en el espacio, el aire,
sin resistencia para mis vocablos
apasionados:
Decididas aves:
cóndores, albatros, cormoranes,
gorriones, águilas, milanos;
palomas de cándido viaje
en un claro cielo amable.

Mis palabras, ah.

Nada, nadie,
jamás podrá
limitar su danza,
su sonoridad, su canto,
su ritmo en vuelo, ágil, fácil, grácil, plástil...

Mi palabra.
En ella, con ella, me proyecto, vuelco,
expreso...
Y soy así libérrimo, suspenso, feliz, nuevo;
flotado, transportado, el ser, entusiasmado,
lejos, lejos...



¡Ah, gozo insuperable
de tal modo logrado!

Como el viento, la radiación solar,
viajero infatigable,
ir en infinito, plural trayecto,
con movilidad ingrave.

Nada, nadie
para mí envidiable,
mientras pueda, palabras mías, ofreceros
al espacio, aladas, vibradas, palpitadas,
con mi respiración, mi corazón,
mi sangre.

Nada, nadie
ha de conseguir con vosotras limitarme;
pues soy, estoy, en vuestra musicada,
efusiva, limpia, esencia sustentado;
aunque en algún momento parezca
solo, delicado, frágil, apenas cierto, ser
por misterioso azar aquí llegado.

Pero nada, nadie -lo sabemos, lo sentimos,
palabras mías brotadas, elegidas,
en hermosos, espontáneos instantes
librmente proyectadas-,
nos contendrá, nos abatirá jamás,
sobre la tierra estables.




POETAS EN LA NOCHE

Poetas en la noche.
Caballeros del ritmo.
Transportadores de la voz:
de la palabra,
sagrada casi
-Grial sonorizado-,
elevadamente,
con unción llevada.

En el misterio
marcháis iluminados.
Avanzáis, seguís...

Os acompaña el canto:
estela musicada.
Las siderales luces,
allá extasiadas.
Las constelaciones:
quietas, fulgentes:
claridad flotada.

¿Para qué, para qué más?
Vuestro camino canta.
La canción os guía.
Caballeros del ritmo.
Embriagados de la vida.

El amor... la voz...
¿Para qué, para qué más?

Atravesáis la noche,
de latencias embargada.

¿Hacia dónde vais?



Os perderéis allá.
Mas lleváis la gracia
del errante hablar.

Adelante.
Seguid delante.

Llamad.
Convocad palabras.
Caballeros de la canción.

Vuestro cantar resuena.
Con el verso avanza.

El misterio os llama.
Lo inexpresable os llena.




EL LATIR DE LA NOCHE

El latir de la noche ausculto atento
y su aliento parece que recibo.
El silencio es profundo. Aquieta el viento,
y el calor de la noche yo percibo.

Yo percibo; y tal vez ciego presiento
que un nocturno entrañar -seno perdido-
albergó a mi existir antes que el tiempo
fuese un vivo compás ya en mí latido.

El latir de la noche oigo anheloso
de retornar acaso al cuenco oscuro
de un remoto regazo, amable y firme.

Sigue y déjame aquí, silencio hermoso,
de la noche hondo amado, quieto y puro,
ser con ella feliz antes de irme




HAY QUE ABRIRSE LA ENTRAÑA

Hay que abrirse la entraña.
Elevar la honda vida.
Dejarla ir en palabras,
clara y alta ofrecida.
Con ardor y amor darla,
entregarla encendida.

Hay que abrir plena el alma
por la voz requerida.
En fiel ritmo cantarla;
expresarla, mostrarla...

Con calor, temblor, ansia
-ya interior ascua viva-
suspenderla flotada,
palpitada, extendida,
en el cosmos vibrada.

Hay que ser planta humana
rica en cálida savia
de bondad aromada.
Y efusión depurada,
transfusión escogida,
melodial, musicada,
ya en feliz flor-palabra.

Hay que abrirse la entraña.
Elevar la honda vida.




LA IGNORANTE ALEGRÍA

Expansión ya del alma. Su alegría
extensión al espacio y toda cosa.
En mi vida hay un tono de alto día.
Y hoy el mundo es color y forma hermosa.

¿Existió el mal roedor que atroz mordía
pertinaz mi honda entraña congojosa?
¿Alentó aquel temor que me impedía
ser cual aire que en todo amable posa?

Expansión ya del alma, recorrida
por fiel vida en fervor, esencia fluida
cual crecida vaharada que embelesa.

¿Vaga libre la Parca o duerme hundida?
Hoy la ignoro; y no sé si está vencida
o su zarpa escondida espera presa.




COMO PODRÉ MOSTRAR VIVO...

Cómo podré mostrar vivo,
en fiel hablar transportado,
lo que hondo llevo y crecido
en mi entrañar palpitado.

Cómo podré, ya respiro
de aliento en canto flotado,
palabras darle y sentido
a ésto que, tenso y callado,
me invade y llena encendido,
sin saber dónde llevado.

Precioso caudal perdido.
En mí te siento ignorado.
Y no podré saber claro
qué esperas, por qué has surgido,
brote de vida escogido,
esencia de hombre asombrado.

Por qué, hacia qué, dirigido
este aspirar contenido,
oscuro, ciego e imprendido,
que dentro llevo transido,
no dicho, jamás hablado.




NADA CLARO DECIR

Nada claro decir.
Tensamente callar.
¡Qué secreto latir!
¡Ah ignorado aflorar!

Nada nuevo decir.
Nada pleno expresar.

Quieto aquí mi sentir.
Hondo son mi cantar.

Denso ardor mi vivir.
¡Qué apretado anhelar!

Nada claro decir.
Sólo, tenso, callar.




LA ZOZOBRA OTRA VEZ...

La zozobra otra vez llega inquietante
a remover la quilla de mi entraña.
-Nave, ah, en largo avanzar por ruta extraña,
sobre el fluir de la vida honda flotante-

Otra vez el temor ante un distante
objetivo final, forma que engaña,
se disuelve o lejanamente baña
tenue y vago fulgor un claro instante.

Nuevamente mi ser de hombre a sentirse
solo y náufrago audaz de esta existencia,
en constante inminencia de perderse.

Otra vez en el trance de ya hundirse,
avanzando en un mar denso en violencia
sin hallar donde pueda recogerse.





SERENIDAD

Serenidad.
Desde ti, serenidad,
meseta en lo alto planeada,
he de contemplar,
el mundo en derredor mirar.

Soy hombre:
Vertical ser,
consecuencia natural
de la plastificación enorme,
oh múltiple escultura universal,
resultado de la vital creatividad
en multiplicados genes proyectada,
realizada ya.

Hombre:
Palpitado astro en la noche
de la misteriosa oscuridad.
Latido entusiasmado.
Mas fugaz, frágil, breve, ah.

Serenidad.

Conmigo permanece.
Que no me inquiete.
A pesar de conocer, saber,
considerar,
la realidad brutal
que un día me condene
a resbalar, caer ya.

He de contemplar.
El mundo admirar, ver más.




Serenidad.
Planeada, elevada, espiritual.

Serenidad de hombre:
Vertical ser.
  Noble aspirar.

Serenidad.




DESDE LA HONDONADA

Desde la hondonada
-canal del valle-
marea sombreada,
la tarde sube.

Alguna nave-nube
distante avanza.

Desde la hondonada,
de mi entraña enclave,
el ansia que me invade
quietud no alcanza.

La luz aún vaga ingrave.
La noche también sube.

Alguna nave-nube
distante avanza.




UNA PALABRA

Aquí está, aquí está; clavada
-herida, dolor, punzada-
una palabra que llevo hundida:
Una palabra por ti lanzada.

De piedra es, dura, de acero, grava:
ciega y profunda me hiere: oculta,
secreta daga.

Aquí está, siempre alojada.

Una palabra, directa, clara,
con ligereza irresponsable
-yo así quisiera-
de ti brotada.

Delicadeza
por ti sabida,
de sutileza tan vulnerable,
la interior mía:
Ensimismada tras la belleza.
De vida, sangre y alma embebida.

Y esa palabra que tu expresaste
con aspereza, fue en ella ofensa;
latiente, ahondada, llaga.

Una palabra, una simpleza
ya disipada, surta en el aire,
por ti emitida.

Mas honda flecha,
tirante, viva, aún no extraída,
fue en mi transida, sensible entraña
irreparable lesión ardida.


Aquí está, aquí está,
no desprendida,
tu infiel palabra, ¡tan femenina!

Nada fue, nada. Pero en mí causa
de resentida, honda, enconada,
secreta herida.

Aquí está, aquí está: En mi entereza
sufriente de hombre, aún persistente,
duro reproche, punta incrustada.

¡Una palabra! -una simpleza-
con ligereza
por ti lanzada.




ENFOGADO EROS

Solamente tú y yo. No existe nada.
Se ha sumido la luz que el Sol entrega.
Ya el bullente vapor, densa vaharada,
de un hogar -interior fuego- nos ciega.

Solamente tú y yo. Nada nos llega
fuera de este latir pleno: colmada
sangre en tenso fervor fluido que anega
este nuestro aspirar de ansia inlograda.

Mas los dos sólo ya un cuerpo fundido,
condensamos sustancias de alma y vida
en la entraña esencial que nos sustenta.

Que persista, oh, que siga, hondo y crecido,
este intenso anhelar, esta encendida
llama de íntimo ardor que nos alienta.




COMPASIÓN CON ESPAÑA

                 (1936)

Triste tú, España.
-¡Ah cruel desgarro!-
¿O acaso yo el triste?
Triste por ti.
Con mi sufrir.
Con tu sufrir
que hondo aún persiste.

¡Cómo viví
dentro de ti!
Dentro de mí, ¡cómo viviste!

Mártir entraña
nuestra, sufriste.

Por nosotros, España,
hendida fuiste.

Triste aún te hallas:
No país, hombres
de aquí, de allá,
en tu interior muerte.

Todos en ti,
pálpito enorme
de ancho latir
y hondo sufrir.
¡Ah infeliz suerte!




LO SÉ, CIERTO LO SÉ

Lo sé, cierto lo sé:
Al fondo está la sima.

Y sin embargo canto.
En ocasiones danzo.
Y amo, también amo.
 Son raptos de la vida.

Vivir es ir andando
sobre una fina red
que se abre a cualquier paso,
flotante y suspendida.

Lo sé: puedo caer.
Y sin embargo avanzo,
respiro todavía.

Me tengo que embeber:
Sentir en embriaguez
mi esencia difundida.

E ignorar así la trama
sutil que me hace ser.
-Olvidar la negra sima
que me ha de recoger-.

Lo sé, cierto lo sé.

Cantemos otra vez.
Amémonos, mujer.
Y, ya en mutua embriaguez,
bebámonos la vida:

Hasta la fatal caída:
El final del ser.




NO SÉ QUÉ HAS DE DECIR, HABLAR, CANTAR...

No sé qué has de decir, hablar, cantar,
palabra. No lo sé.
 Pero tienes que surgir,
vivaz brotar al aire,
delicada, suspendida,
sutilmente sonorizada,
siempre tú:
Para testimonio feliz dar
con tu vibrátil ser
de lo que pasa y fluye aquí,
lejos, allá...
o en la mayor proximidad:

 Nubes, aves, en la atmósfera flotantes,
la radiante, generosa, caliente luz solar
acariciadora de la vida en torno suyo generada.
 Formas humanizadas:
algunas notablemente modeladas,
expresiones también ellas
de hermosa, espiritual intimidad.
 Y las otras: vivacísimas, ágiles, variadas,
de animales movibles, graciosos,
en su fiel ambiente hallados:
La mariposa, el zorro, la gacela, el caballo,
la nutria, el pez, el toro, el gallo...
 La belleza total en derredor prendida:
Árboles con hojas extendidas,
de verde y oro,
corolas, vívidas, preciosas,
clamorosamente coloreadas,
de pólenes e insectos llamativas;
como la mujer, humana floración,
cuando ella espera
la masculina sementación fecundadora.



¡Oh, cuánto decir, hablar, cantar,
el tuyo aún, palabra!
Inacabable, proyectada tú
hacia universales distancias infinitas
que recorren astros vivos, incendiados...
O a las interioridades de las cosas
en apariencia inertes:
la tierra mineral, los cuerpos todos;
con su circular agitación interna de energías:
protones, electrones, mesones,
iones, átomos diversos:
Activísima danza, ritmo vivaz así:
música esencial
en el trasfondo, la secreta intimidad,
de variadas formas vivas en el cosmos encontradas:
Enormes, sutiles, leves, breves...

 Cuánto cantar debes,
palabra mía, con mi entraña de hombre en vibración también:
Desprendida, imperceptible rumoración,
atmósfera en acción
de mis íntimas fibras sacudidas.

 Cuánto debes, tienes, que decir, hablar,
cantar aún;
palabra móvil, rítmica,
en el aire florecida
brevemente, ah, como la vida,
la felicidad, la dicha,
que sus labios sutiles, esquivos, fluidos, apenas nos deja contactar
en fugacísimos, anhelantes,
segundos extasiados.




GENEROSA ESTÁ LA NOCHE

Generosa está la noche.
Me trae sonoridades,
voces,
musicales fluencias.

Generosa está la noche.

Me invade su riqueza.
Me tensa de hondas fuerzas,
germinaciones misteriosas,
palabras-joyas,
transfusiones ciegas.

Generosa está la noche.
Su alentar me llega.

El genesial derroche
aflora, crece en ella:

Paradisial presencia.
Vivacidad gozosa
de primordiales eras.

¡Oh abismal belleza,
de abundancia hoy nueva!

Generosa está la noche.

Sonoridades, voces...
revelaciones afloradas.
Estrellas, aún secretas,
que su entrañar esconde.
Latencias ignoradas.




Generosa está la noche.

 Me rebasan, llenan,
exaltan, ya sus dones.
Cantan. En mí tiemblan.

Generosa está la noche
de amorosa entrega.




LAS ROSAS, LAS CANCIONES...

Las rosas, las canciones...
la embriaguez de la vida en efusión,
derramada y generosa,
percutida en sones
de ritmo y corazón;
y el ansia estremecida,
temblor hacia tu boca.

Ascensión, aspiración...
Tu cintura ya rendida.
La mutua transfusión
de los dos, cima gozosa.

Y la quietud después.
Tu ser junto a mi ser.
En otro conocer:
Serena comunión,
fluencia silenciosa.
Contención, contemplación.
De ti saber.
-Ah, honda mujer-

Las rosas, las canciones...
Los vibrantes sones.
Percusión del corazón.
Nueva embriaguez.
Latiente ritmación
en ti, en mí, otra vez:
Gozo, temblor, amor...
¡Oh vida hermosa!




HOMBRE AÚN VIVIENTE...

Hombre, aún viviente,
plantado, erguido,
recibo limpiamente
la luz radiada, el viento,
el espacio claro, el tiempo,
el universo en giros.

Recibo,
y hondo siento
el mineral sustento,
el vegetal paciente,
el animal latiente,
en mi entrañar prendidos.

Caudal mío expresado,
con la palabra musical signado,
enritmado, fluido;
mas quizá entregado
ya el ser pendiente,
preparado al filo.
Y entonces, ah,
todo ya herido,
desventrado, inerte:
Animal, planta,
cosmos derruido.

Hombre, aún viviente,
socorro pido.

¡Pronto, pronto!
¡Es urgente!

Soy fugaz:
Brevemente
sólo ya respiro.



EN EL HUERTO Y LA MAÑANA

Las ramas del ciruelo
sombra nos daban.

El cielo
estaba puro, lavado,
casi nuevo;
recién abierto el sol
directo del verano.

Callábamos los dos.
Se oía el riachuelo,
del huerto regador.

Y acordes resonaban
los golpes de la azada
que manejaba el aparcero.

Nos mirábamos.

Tus ojos, fondo-cielo
de azules, yo escrutaba.
 Y eran dulces, también nuevos.

Igual que la mañana,
aquella tu mirada
con el agua clara, el huerto,
el verano, se hermanaba.

Los dos -humanas plantas-
llegamos al concierto
callado que formaban
el ciruelo, el cielo, el huerto,
el sol radiado -padre nuestro-
y el riachuelo en el sembrado
que movía con su azada
el aparcero.

Nos mirábamos.
Callábamos.

La mañana en fiel verano,
bóveda azulada.


TU ENCANTO

Tu encanto, ah.
¿Cómo él a mí llegado?
  ¿En qué, de qué, tramado?

Oh halo:
sutil, esencial, vago.
Incierta melodía,
radiada emanación,
fluir transubstanciado.

Y yo en él embriagado,
casi llameado,
felizmente cegado...

De pronto, ya los dos
en mutua transfusión,
única fluidez
de ríos encontrados.

Vibración, calor,
latidos enfogados...

Tu encanto.
 Él fue:
Mujer ya en laguidez
de abierto florecer.

Oh, cuerpo amado.




LA NOCHE LLEGA, Y MI ALMA...

La noche llega, y mi alma,
ya emanación conmovida,
su esencia entrega esparcida
cual limpio aroma que avanza.

La noche llega, y levanta,
profunda y nueva crecida,
la fiel pasión de mi vida,
mi antigua y honda nostalgia.

Presencia quieta y callada
de la noche alta y lucida:
Recoge plena esta erguida
aspiración que, embebida,
el ser me asciende y exalta.

Colmada noche encendida,
ambiente afín de mis ansias:
Que aliente al menos yo y viva
cuando tú vibras y cantas
a pesar, ah, de esta herida
en mí tan dentro dolida:

La fiel pasión de mi vida.
Mi antigua y honda nostalgia.




TIRANTE VIDA

¡Qué tirante mi vida proyectada
tras del fin anhelado que la entesa!
¡Qué vibrante mi ánima elongada,
como cuerda que el arco armado expresa!

Yo la siento y me duele prolongada
su tensión ascendente que no cesa.
Cuánto esfuerzo en la entraña exasperada
consumido en embates de ave presa.

¡Qué tirantes mis fibras! Sólo el canto
que de su vibración crecida emana
es ya el aire que en fiel momento aspiro.

Seguiré con mi busca ciega en tanto
puedan ellas sonar. Quizá mañana
su arco estalle a la vez que mi respiro.




MÚSICA, SOLAMENTE MÚSICA

Música, solamente música,
debiera ser.

Aleteante,
suspendida melodía,
en el aire ingrave,
leve, sutil viajera,
vibración flotada.

Sonoridad errante
que hallar ya pueda
la vital marea
que a mi sentir invade
con el de los seres todos
en comunicación quizá.

Que mi alentar de hombre
entre tantas energías,
de su diversidad crecida,
transporte yo:

Extendido allá,
tonalidad, sonido,
ráfaga, fiel ritmo,
en el cosmos vivo
palpitado ardor.

Música,
solamente música,
debiera ser.

Y persistir,
inconsumido hálito,
con mi querer decir,
mi desear
de más, más lejos lograr

que mis cordajes crezcan,
que vibrantes suenen.

Ser, ser hombre, ah.
Pero en el infinito espacio
y el prolongado tiempo,
esencial voz.

¡Oh anhelo enorme!

Incontenido aliento,
dilatado, pleno,
enritmado, vivo,
proyectado allá.

Música,
solamente música,
debiera ser.




HERENCIA HUMANA

Herencia.
Sobre nosotros, hombres.
En nuestros hombros tensa.
En nuestra entraña enorme.

¡Ah, carga densa!

¿De dónde,
desde dónde,
se proyecta y llega?

Milenios, eras,
tras de nosotros,
secreto, insomne,
trabajo intenso
de alquimias ciegas:

Desde la ameba informe,
movilidad primera,
hasta nosotros, hombres,
de experiencia plenos.

Herencia: Legado nuestro.
Remolque extremo.
Nuestra esencia de hombre
en el tiempo estela.




EN MEDIO DEL MERCADO

En medio del mercado,
entre tanto toma y daca,
entre el obcecado
traficar humano,
cantad, sonad, palabras,
hablad de lo ignorado.

Nombrad quizá los astros
de oro, allá lejanos,
jamás aquí pesados.

Hablad del hombre hermano
en el universo extraño,
de preguntas lleno,
ser inexplicado.

Apagad, cegad, palabras,
en música flotadas,
las voces del tendero,
el bolsista y el banquero,
del dinero esclavos.

En medio del mercado,
de tanto toma y daca,
entre el obcecado
traficar humano,
alzad la voz, palabras,
como aves liberadas
y jamás compradas.

Cantad, sonad, palabras.
Levantad el vuelo.




INTERIOR PRIMAVERA

Yo sé que este calor, este encendido
vapor ávido y fuerte que en mí alienta,
es porque un tenso ardor ciego calienta
carne y vida en urente ansia crecido.

Yo sé que este hondo amor incontenido
que nocturno me crece y fiel sustenta
es la intensa y vivaz fuerza que intenta
prolongar siempre allá más mi latido.

Sé que soy en su llama yesca viva,
borbotoso hervorar en su caldera
y efusión trascordial que urgente abraza.

Yo sé que soy de amor y amor me aviva.
Y me ciega también con venda entera
para hacerme ignorar, muerte, tu traza.




MELODÍA DE VERANO

¡Cántame, cántame! Decir parece, con la garganta ardida en el más elevado tono vivo, la vibración fulgente de este mediodía.
 Agujas transparentes, las radiaciones del sol
urentes atraviesan su hogar altivo, y en todas direcciones, creadoramente desparrama fuego.

 Tórrido todo al fin, y cuán vivo, ah, también así.
La sangre íntimamente fervorosa clama.
Como tambores a rebato sus latidos suenan.
El sol, con fundidora boca, la tierra plena besa.
Las casas de los hombres, mis hermanos queman.
Y yo también, hombre aquí, como latiente tronco estoy
en la vibrante atmósfera dispuesto a fenecer desvanecido.
¿Qué busco en mi total sed, mi encendida ansia en efusión ahora?

¡Cántame, cántame!, clama enfogarado el día en esta solar estancia meridiana.
Y tú, mujer, cántame, cántame también a mi lado ardientemente silenciosa.

 Nos fundiremos así todos hoy tal vez, gozosamente:
tú, yo, el mediodía, los animales, el suelo con sus plantas enraizadas... hasta que pase este encendido toque radiador, quemante aliento del sol lumínico y hermoso, amador de nuestra cálida esfera, hembra-Tierra generosa.

¡Cántame, cántame!, continúa pidiendo el mediodía en esta caliente y radiadora curva meridiana.




TE CREÍA CONSEGUIDA

Te creía conseguida, poseída,
te miraba como mía,
te estrechaba, aprisionaba.

Y sin embargo huías,
de mí te desprendías,
aunque a mi lado estabas.

Te escapabas,
te filtrabas, leve, fluida,
en la red entretejida,
transparente, indefinida,
de una intáctil gasa viva
entre los dos flotada.

Lo vi, así lo sentí:
Creía yo, infeliz,
que te cercaba,
te envolvía
con el ardor del ansia mía:

Y no bastaba:
Te perdías, de mí te desprendías,
no sé por qué alejada.

¿A quién pertenecías?
¿Con quién fugaz te ibas,
si yo no te encontraba?
Dime ya por qué lo hacías
-o mejor no digas nada-.

Quizá como la flor,
el sol, la luz, el aire
azul de la mañana,
también tú aquí te hallas,
hermosa, desprendida,
inalcanzable, inexplicable,
para todo, y no para mí solo,
ofrecida, graciosamente dada.


¿PARA QUÉ PINTARLO, AMIGO?

¡Qué clara está la tarde!
Los colores, puros, limpios,
entonan el paisaje
de acordes sutilísimos
en música intimados.

¿Para qué pintarlo, amigo?

Inseguro alarde
en el lienzo fijo
pretender plasmarlo.

Él ya canta, habla,
extendido e ingrave,
lejos entregado.
Qué grato así el paisaje,
de la luz aurado.
Contemplarlo
ya es bastante:
Sentirlo vivo:
con la tarde,
los árboles crecidos,
el sol, ya requerido
detrás del prado
-verde difundido-,
los animales liberados:
flotantes, aéreas aves,
gráciles caballos
que pastan junto al río.

Vivaces formas ágiles
que un plástico, escondido
maestro, ha modelado.
Distancia es ya la tarde,
transfondo del paisaje,
luciente en lo lejano.


Contemplarlo
ya es bastante.
Sentirlo, amarlo,
en espacios, fino aire,
colores, recibido:
Oh música embebida
de sonoridad callada.

Distancia es ya la tarde,
dejada, allá entregada
en el paisaje aún vivo.

Contemplarlo
ya es bastante.

¿Para qué pintarlo, amigo?



INDAGAR, BUSCAR...

Indagar, buscar...
Es nuestro quehacer:

Atirantado el ser.
Proyectado hacia un incierto
mañana infiel.

Más, más allá:
Tras lo ignorado,
presentido, ansiado,
tal vez jamás logrado,
nuevo, clareado,
en otro amanecer.

Ah, pudiera ser.

Y ello, ¿qué, quién, es?
Vano preguntar.
Inútil pretender.

Indagar, buscar...
Atirantar el ser.
Remover su estar.
Caminar, navegar, flotar...
Y en tal acción crecer
más, todavía más.

Las cuerdas, las velas, estirar
de nuestro bajel lanzado,
lejanamente proyectado;
y vibrar, cantar,
lo inalcanzado señalar.

Ser arco, ballesta, elongado haz vital.
Ensanchar, extender, contemplar,
admirar la realidad.

Y avanzar,
tal vez llegar.

¿A dónde, a qué ribera, a qué mar?


ESENCIAL HOMBRE SOLO

Esencial hombre solo,
estoy yo temblando aquí,
sin vegetal raíz,
en la tierra levemente fundamentado,
sobre su rugoso torso mineral plantado,
con mi vaporizada emanación
-mi halo-ánima viviente-
como niebla que una brisa
fácilmente ha de disipar
en algún crepúsculo llagado.

Llegadme, vibraciones cálidas del canto,
y el sonar hondo del ritmo
en músicos latidos,
que me conviertan un momento, al menos,
en una ráfaga de tonalidades
que a mis íntimos cordajes haga resonar,
para que deje de ser solamente así:
animado vapor sobre la tierra breve:
resplandor levísimo,
sensitivo, sutil, fugaz, vaho de la vida.




TORERO Y HOMBRE

Torero.
Yo también torero
como tú, hombre, me entrego
a inconstante suerte.

Sesgando aquí la vida
cuando ella es fiera.
Torero de la muerte
que, toro negro, espera.
Y en ocasiones ciego
con su cuerna buida
se arranca fuerte.

Así los dos, torero:
Tensos y en un ruedo
solitarios siempre.

Yo lidio en secreto.
Tú cara a gente.

Es igual, torero.
Yo, un hombre, toreo,
como tú, en mi ruedo
pruebo audaz la suerte.

Amamos quizá el riesgo.
O tal vez lo tememos.

Es igual, torero.

Tenemos que atrevernos,
enteros, con hombría,
a jugar valientes.




Tú a lidiar la fiera
con su cuerna buida.
Yo a lidiar la vida
cual si muerte fuera.

Igual los dos, torero.
En la misma suerte.




LIMPIA MAÑANA

¡Qué limpia la mañana!
¡Qué azul, qué azul!

En vuelo vivo
la cruza un ave
palpitada, rauda.

Y yo miro, admiro,
ya su espaciada,
radiada luz.

Ella no sabe
que un ser amigo,
hombre cumplido,
contempla el cielo
donde hoy renace
tan conmovida,
del Sol amada.

Mas necesita,
faz solitaria
-yo así lo siento-,
que la mire,
la admire, un hombre,
cual grácil dama.

Sola no es pobre,
sino lucida,
bella presencia.

Pero revela,
lustra, su esencia,
le da vigencia,
vida escogida,
este somero
ser complacido,

hombre que asiste
con noble gozo
a su despliegue
fluido y hermoso.

Alguien que sabe
de esto que existe.
Y habla sincero,
expresa fiel, dice
lo que detecta
del cosmos pleno,
del cielo nuevo,
que la luz viste.




DÉJAME, PALABRA

Déjame.
Déjame ya,
palabra.

En imposibilidad
de ser están
-lo sé, con seguridad
lo sé-
mi querer
y tu pretender mostrar,
expresar aún más,
en musical sonoridad,
palabra.

Es nuestro anhelar:

Hacia allá
los dos crecer,
flotar, entregar,
ceder...

Y así manifestar
nuestra profundidad,
o aquella universal,
el gran hontanar quizá,
con fluidez de manantial
pleno aflorada.

Imposible, ah.
Difícil suceder.
Arduo lograr.

Déjame.
Déjame ya,
palabra.

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