Joaquín Chamorro Aguilar



     CUÁNTO EXIJO DE TI, PALABRA MÍA







¡CUÁNTO EXIJO DE TI, PALABRA MÍA!

 ¡Cuánto exijo de ti, palabra mía!

 Porque breve y sutil ave,
de levísimo peso, eres tú aquí;
en el aire flotadoramente desprendida.

 Delicada, débil, para en tu vibrátil torso transportar
esta vida honda que me asciende y llena,
esta ahogadora plenitud latiente:
Musical marea que me invade, colma;
y mi nivel de hombre rebasa incontenida.

 ¡Cuánto exijo de ti, palabra mía!

 Quiero que este mi océano,
inexpresable y tenso,
en tu ingrave cavidad sonora
imposiblemente lejano lleves.

 Que, palpitada estrella viva,
le concedas luz
a esta interior profundidad nocturna mía
de significaciones misteriosas plena.
 Que surjas felizmente
y ofrezcas aflorada
lo que, latente aún en mí,
calla innacido.

 Y música, prolongada melodía,
quisiera también fueses:
Danzarina de un ballet purísimo y extático,
en vivaces ritmos elevadamente desplegado.


 Danza suspendida y grácil tú así:
Agilísima, vibrante, desnuda, limpia
bailarina fluida;
mi palabra, ya música-poesía.

 Que tus evoluciones sean
maravilla ingrávida,
inconfundible, única:
 Entrevista quizá sólo
más allá de todo esto pesado aquí;
hacia honduras térreas oscuramente dirigido.

 ¡Cuánto exijo de ti, palabra mía!

 Deseo que humilde, sencilla y pobre
también seas;
además de rica en sentidos hondos
como tesoros intimados;
enjoyada de transparentes manifestaciones,
diamantinas sinceridades vivas.

 Y, brote, germinación,
eclosión preciosa de logradas primaveras,
pretendo que también surjas expresiva:

 Corola sonorizada
de espaciado, inaprehensible aroma,
distanciador quizá de algo humanísimo
y profundo:
 Extendido vaho de esta cálida esencia conmovida
que tensamente llevo
en la total del cosmos substanciada.

 ¡Cuánto exijo de ti, palabra mía!

 En el pentagrama de mis tirantes fibras
-elevados voltajes de la vida-
elegida, selectísima nota
en la imposible vibración

no hallada todavía.

 Enormemente caudaloso
para tu cauce breve
es el fluir profundo de mi oculto río.

 Y lo abisal fluido
de mi ser de hombre
en tu pequeño cangilón sonoro,
de transparente noria,
ascender limpio y cálido quisiera.

 Aunque levísimos signos,
tangenciales, fugaces alusiones
a este mi callado alentar secreto,
puedas mostrar acaso, en ocasiones, tú,
atrevidamente en el aire proyectada.

 Y algún instante solamente
-palpitada puntuación de mi tiempo vivo-
quizá bastase
para esencial voz íntima
del cosmos hacerte trascendida.

 Pero disculpas te pido por mi exigencia ansiosa:
Palabra, extensión mía:
 Levísima ala, transparente y viva, tú,
que en algún momento pasajeramente rozas,
y resonar haces tal vez
la misteriosa cuenca,
rumoreada, honda,
sobre la cual, hombre aún, perdido continúo;
viajero inquieto
tras del inaudito canto
siempre deseado.

 ¡Cuánto, cuánto exijo de ti, palabra mía!





COMPAÑEROS EN LA NOCHE

 Compañeros en la noche.
 ¡Compañeros!

 Avanzamos.

 -Lo sabemos:
Vamos ciegos.

 El horizonte lejos;
velado e incierto:
y aquello, aún vago,
que allá entrevemos.
   
  -¡Compañeros en la noche!
¡Compañeros!

 El derrotero.
Cuál es el derrotero.

 -No está señalado.
Avanzamos. Vamos ciegos.

 -Ah, largo es el espacio:
ilimitado, abierto.

 Tras él los pasos.

 Caeremos.
Sin cesar caeremos.

 ¡Compañeros en la noche!
¡Compañeros!

 -Avanzamos. Vamos ciegos.





COLORES

 Colores.
Colores allí amados.

 Ofrecidos, ya lucientes,
lejanos, conmovidos,
en torno mío vibrados.

 Apasionados rojos difundidos
en el declinar poniente.
 Espirituales violetas a su lado
en suaves trazos diluidos.

 Colores allí amados.

 Ocres,
sienas,
de la tierra ferroxidada;
como la sangre tensa
en el animal latido.

 Amarillos,
cadmios encendidos,
también azafranados;
fuego en el crecido,
abierto, sol naciente.

 Y aquellos otros claros
de las altas, secas, mieses,
cereales del verano.

 Purísimos cobaltos espaciados.
Azules confluyentes
en el cielo y el ámbito marino.




 Delicados, tenues,
granates, carmines, rojos cárdenos,
tras la perdida tarde distanciados.

 Os amo, colores.
Os amo y siento.

 De la luz estremecida
vida apasionada:
 Encarnada ella, embebida,
cuando nueva en el fiel día
vuestra música secreta
con enritmado tono íntimo nos llega.

 Colores recibidos,
de las cosas, los seres,
vegetales, y animales más simples, emanados.

 Colores silenciados,
puros, efusivos, fusionados,
de la blanca luz virgínea
-transparente, vivaz comunión vuestra-
desprendido,
preciosísimo regalo.

 Colores.
Os recibo, siento;
calladamente os amo.




CANCIÓN SOBRE EL ABISMO

 Sobre el abismo avanzas.
Lo sabes, hombre.

 Prodigiosamente sostenido
por energías palpitadas:
 Como brizna, hoja flotada,
quizá sobresaltada,
solaz del viento.

 Cierto.
Como nada cierto.

 Sobre el abismo avanzas.
 Ignóralo.
De su aviesa trampa
olvídate.

 Tu suspensión,
tu salvación en él,
téjela: ciego,
la mirada lejos,
con palabras, cantos,
embriaguez de acción.

 Y trabazón también
con el tiempo, ¡ah!

 Mas deleznable, frágil,
delicadísimo lino,
el existir.
 Sutilísimo tapiz,
estremecida, fina red.

 Con el abismo abajo:
Inapreciable riesgo.
 Y el fatal descenso:

Inevitable, hondo tirón:
gravedad, atracción fiel.

 ¡El abismo negro!

 ¡Ah!, veo pasar,
sobre su oscura boca
deslizarse hermosas,
floraciones, formas de la Vida:

 Civilizaciones.
Arquitecturas orgullosas.
 Canciones.
Simbologías, artes, juegos...
 Encantadoras utopías:

 En fragmentada procesión,
trágica teoría;
tantas veces derrumbada, caída
en el vacío ilimitado:
la interminable sima.

 ¡El abismo ciego!

 Hombre: Amigo.
 Ignóralo.
La mirada lejos.

 Tejer y ser tejidos
nuestro destino es:
Entramar sustentación
del ser sobre la sombra.
 Para flotar, desconocer,
velar tal vez
la enorme, real verdad.

 Civilizaciones, pueblos...
Trabajos, aspiraciones,
dioses...

   En vacilación flotante:
Sobre el tiempo
-sucesiva, suspensiva puntuación
de momentos él-
ante el pozal abierto,
subsuelo de lo vivo:
 Como flotación de briznas, hojas, flores,
solaz del viento.

 La existencia, hombre.

 Deleznable, frágil,
delicadísimo tapiz:

 Tejido, destejido,
desprendido, roto,
sobre el informe
boquetón sin fondo:

 La infinita, inacabable,
larga, larga, negra,
honda, ciega noche.




QUIÉN SOY

 Quién soy. Quién soy.

 Pregunto, llamo,
a las cosas aquí silentes,
las presas plantas, el arbolado,
las fluidas fuentes, las piedras graves;
los animales,
el aire claro que pueblan aves,
el sol, el viento,
viajero alado.

 Quién soy. Quién soy.

 Pregunto, llamo,
inquiero urgente.

 Y nadie habla, responde cierto,
o al menos vago.

 No me sorprenden
su fiel silencio,
sus labios quietos,
siempre cerrados.
 Pues aún no puedo
hablar con ellos.

 Porque estoy solo:
 Solo en el tiempo
y el térreo espacio:
 Extraño y ciego
ser ignorado.

 Quién soy. Quién soy.




 Inútilmente, estérilmente,
voz en desierto, respiro y clamo.

 Por qué surgí -saberlo intento-
entre las cosas, los otros seres;
forma elevada de hombre crecido,
contemplativo, inquisitivo,
que cerciorarse de todo quiere,
si todavía no sé qué hago,
por qué yo aliento, incierto vivo,
dichoso amo.

 Tiendo las manos. Pregunto, llamo.
Y nadie sabe, me dice claro,
lo que aún persigo: a qué venido,
por qué llegado.

 Quién soy. Quién soy.

 Tiendo las manos.
   Pregunto, llamo.




PLANTAS

 Plantas.
Os amo, plantas.
 Calladas, quietas,
absortas, ciegas;
aquí enraizadas.

 Sobre la tierra
sois la fortaleza,
sois la esperanza
continuada.

 Sabéis de escarchas,
lluvias que os impregnan.
 Ventosas rachas,
airadas inclemencias,
aguantáis serenas.

 Y el Sol os alimenta
-maná en limpia pureza-
con su luz radiada.

 Os amo, plantas:
Pasivas, quietas.
 ¡Ah!, cuánta paciencia
mostráis calladas.

 Sois la permanencia
fiel, que no es inercia
de calma abandonada.
Si no virtud heroica
de estoica, tensa fuerza.
 ¡Vegetal esencia
tenaz clavada!

 Os amo, plantas:
calladas, quietas.

 Para vergüenza nuestra
jamás desesperadas.


EL ESPACIO ABRE SU ESTANCIA...

 El espacio abre su estancia
a la entregada noche
con lentitud llegada.

 El día recoge
su iluminada feria
de coloreadas gasas transparentes.

 El silencio tiembla
como timbal enorme
de resonancias tenso.

 La musical latencia
su presencia impone.
-Desde ignoradas fuentes
revelación alcanza-

 Y el anhelar del hombre
rebasa el horizonte.
 Tras de lo incierto crece.

 Distanciado, insomne,
con la noche avanza.




TIEMPO CRUEL

 Carro de guerra encuchillado
eres tú también, Tiempo.

 Carro prolongado, largo,
de rodar perenne,
sobre nosotros arrojado.

 Flores, semillas, seres...
en preciosa carga llevas.
 Pero armado avanzas,
y deshaces, rompes,
el plantel humano.
 Nos cercenas
como a mieses del verano.
 Clavas, destrozas, vences...
bajo tus ruedas-dientes.

 Llegas, pasas,
nos traspasas, atraviesas,
rajas...

 Sin hálito nos dejas:
Impalpitados, ciegos,
orillados para siempre.

 Nada respeta tu brutal rodaje.
Aunque nos encuentres
en suspensión, temblor,
cerca la belleza.

 Cruel, airado carruaje,
girador de alfanjes, hoces...
 Despiadado segador
ante el sol, el día, la noche:
Como aterrador ataque de mogol,
hacia nosotros con furor lanzado.


   Tiempo.

 Tanque primordial.
Engranaje destructor;
ejecutor quizá
de la fatal sentencia nuestra
por el inocente desacato
de respirar, amar, cantar,
ante lo inerte.

 ¡Ah!, Tiempo-carro
de flores, semillas, hermosas vidas nuevas...

 Mas también de guerra;
en permanente rotación universal;
hiriente, atroz...

 Carro creacional.
Tiempo del amor,
la generación, el goce,
feliz transportador.

 Que sin embargo nos destrozas,
vences,
arrojas a la tierra,
orillas...

     Tiempo.
 
    Carro propulsor
 de muerte-vida,
 de vida-muerte.
 


  
  HUNDIDO PARAÍSO

 Virginal era el mundo. Vida pura
por los campos en gozo se extendía.
 Animales amantes se esparcían
en praderas de paz -limpia ventura-

 La luz de un claro azul grata envolvía,
tibio aliento del Sol, seres y cosas.
 Suspendidas las aves se embebían
en un aire embriagado de altas rosas.

 Meteoros dulcísimos vertían
sobre el vario plantel su amable envío.
 El rocío fue amor. Lluvias caían
cual regalo al calor fiel de lo vivo.

 Mas el tiempo llegó -turbados días-
en que el hombre surgió, tenso y alzado
ser en sed de saber enardecido.

 Pretendió él conocer. Y lanzó dardos
-oh avidez en punzante y sutil filo-
perforantes al torso estremecido
del cosmos inocente y descuidado.

 Y el encanto del mundo fue manchado
por el hombre impaciente aquí venido.

 Oh virgínica vida, ya violada
en los primos vergeles por lo humano.

 No amamanta tus seres, tenso y casto,
desde entonces tu seno florecido.




QUÉ DICEN LAS MONTAÑAS EN LA TARDE...

 Qué dicen las montañas en la tarde
cuando el sol tras sus rocas se ha perdido.

 Qué imploran las ramas de los árboles
sin la luz que a sus hojas ha embebido.

 Qué invoca el río serenado
cuando sombras lo tornan deslucido.

 Qué cantan las aves cuando el aire
abandonan en viaje hacia su nido.

 No hay voz que diga, cante, ahora.
No hay nada, nadie, que declare
lo que hablan las montañas en la tarde;
los árboles, los pájaros, el río...

 Ni el hombre, aquí plantado, que interroga:
callado ser contemplativo.




A UNA HOJILLA DE HIERBA

 Eres pequeña,
sencilla y breve.
 Nada tú apenas:
vegetal nada.

 Fibrilla tenue,
transparentada.
 Hojilla leve
casi flotada.

 Tu forma crece
prendida y débil.
 Sutil te yergues,
cintilla verde,
plana y delgada.

 Tiemblas.
Te ofreces.
Tu cuerpo entregas
del viento esclava.

 Pequeña eres.
Apenas nada.
 Mas vives, tienes
airosa gracia:
pelusa inerme
de la piel térrea;
brizna enraizada.

 Eres. Eres y tienes
alguien que observa
tu fibra erguida
de vida tierna
y amenazada:



 Un hombre, hierba
por él notada,
que testifica,
que considera,
tu limpia vida
sobre esta tierra
que te concede
útil y bella,
digna existencia
de vegetal noble:

 Humilde y pobre,
sencilla hierba:
 Como los seres,
como los hombres,
perecedera.




A UN GRANO DE TRIGO

 Minúscula semilla: En breve grano
condensado proyecto de alta espiga.
Callo y tiemblo al cogerte. Algo sagrado
llevas dentro. Ah, misterio de la vida.

 ¿Qué ingeniero, qué sutil maestro arcano,
modeló, prieto en ti, formas crecidas
de otros trigos airosos y dorados?

 Oh prodigio en tu albo seno grávido
de pendientes promesas recogidas.

 Oh el constante milagro desdeñado
de todo ésto que vive, aquí brotado
por el mínimo plan de una semilla.



HORIZONTES

 Horizontes de la lejanía,
tras de espacios largos en la meseta;
allá flotados, casi esfumados,
de expectaciones,
aspiraciones nuestras,
acogedores.

 Horizontes en la honda noche:
Difuminados, perdidos, ciegos,
entrevistos, quizás adivinados;
y así propicios
para llevar inciertos
deseos, ansias del hombre,
por la infinita, cósmica estancia,
entre el enorme,
sideral misterio:
 Girar de astros, latidos-fuego.

 Horizontes claros
de la mañana:
 De la tierra bordes,
perfilados labios
con los del tenue azul
suavísimamente contactados.

 Y aquellos duros, allá empinados,
de montañas, crecidas sierras,
como feudales castillos altos,
espinazos, vértebras térreas;
marca distante, seca y cortada.

 Horizontes abandonados,
como dejares, lejos tendidos,
languidecidos, vaporizados,
de la mar quieta, casi extasiada,
bajo el cielo sobre ella fluido
entre carmíneas nieblas flotadas.


 Horizontes apasionados púrpuras-fuego,
del Sol allí entre su ardor crecido,
con su redonda coraza de oro;
de la Tierra asiduo amador primero.

 Horizontes-reinos,
innominados, desconocidos;
que proyectos, sueños del hombre,
en su distancia visitan ciegos.

 Pinceladas últimas, desvanecidas:
Perspectivas de la esperanza
tras la inlograda vida perdida,
todavía lejos buscada.

 Horizontes prometedores,
incitadores, allá engañosos,
nunca dadores;
distanciadores de aquello hermoso,
apetecido, siempre anhelado.

 Horizontes adelantados
de ignoradas ciudades, pueblos,
que nuestros pasos jamás hollaron:
 Delante, siempre adelante,
como en vanguardia ciegos avanzan
nuestros deseos; y la nostalgia,
doliente nave, tensa y tirante,
con su honda carga íntima anclada.

 Y esos terribles, cruentos, airados,
ensangrentados, heridos, rojos,
de la violencia, el horror, la guerra,
el cañonazo, el terror, el grito...
 -Embravecido furor de dioses,
que silenciado, ignorado sea:
olvidado, siempre maldito-



 Horizontes,
horizontes largos
de esta elegida, terrosa esfera;
y así del hombre que, ante vosotros,
plantado mira
vuestro mudable, lineal diseño;
como, variable también su vida,
es dolor, gozo, temor o ensueño.

 Horizontes.
Horizontes lejos:
pero deshechos, jamás sabidos,
cuando a vosotros y nuestro enclave
un negro abismo
separe inmenso.

 Horizontes ya sin sentido:
si no está el hombre,
perdido y ciego.




EN LA GRAN ALEGRÍA

 Tibio el aire, la luz limpia extendida
y el violeta del mar lejos sereno,
es el mundo fanal crecido y lleno,
donde alienta hoy la paz fiel con la vida.

 ¡Cómo vibra el azul claro del cielo!
¡Cuánta dicha total, qué acorde pleno
con mi entraña el cantar alto del día!

 Difundido en las cosas, sólo esencia,
yo me extiendo en el ámbito inmedido
del espacio cual fluencia viva y tierna.

 Ya no un hombre, sino tal vez un niño,
recental sobre el lomo aún de esta tierra,
canto y sorbo feliz el gozo fluido
de la gran alegría, oh, pura, eterna.




EL CORNEAR DE LA MUERTE...

 El cornear de la muerte
espero inerme, aquí erguido:
Hombre que, ciego y transido,
final tendrá en fatal suerte.
 
  (Todos en ruedo extendido
de soledad imponente,
toreros somos, en vilo,
que hacemos juego a la muerte)

 Toro de cuernos crecidos.
Oscura res de mi suerte:

 Pueda yo en pases y giros
-un verso, un cántico urgente-
aquí engañar tu agresivo
embate fiero que hundido
perderme hará entre lo inerte.




HOMBRE-UNIVERSO

 Aquí te veo.
Tu ser contemplo:
crecido, inmenso,
ciego universo.

 Aquí te miro.
Desde este suelo;
mi fiel sustento.

 Y en mí te siento,
moviente, pleno,
latido cierto.

 En mí el encuentro
de tu reguero
plural, diverso,
con el que llevo
cercado, tenso,
-también, ah, ciego,
vivo universo-
en movimiento
de sangre, fuego:
girar intenso.

 En mí te siento
quizá yo centro
entrecruzado
de mi alto anhelo,
de mi hondo aliento,
con tu alto espacio,
tu largo tiempo:

 Colmado, denso
cosmos formado,
en ti logrado,
de palpitado
ritmo intimado:

 Hombre-universo.


HERMANO ÁRBOL

 Aquí te encuentras, árbol,
también sobre este suelo.
 Creciente y sensitivo,
viviente y enclavado,
absorto y contenido,
en lento respirar.

 Yo sé que eres fiel ansia
igual que mi deseo.
Que ascienden con tu savia
sustentos depurados.
Que son tus brazos ramas,
tus hojas verdes manos
pidiéndole al Sol nuevo
maná de claridad.

 Inmóvil tú pareces
en leño endurecido:
Mas llevan fuerza y vida
tus vasos embebidos
que extienden al espacio
su fluido transpirado:
Aroma de bondad.

 Esbelto el tronco erecto,
elástico y vibrado,
surgiste oscuro y ciego
del barro inseminado
matríceo de lo vivo:
Tu lecho genesial.

 Y audaz pervives, árbol,
tu cuerpo ya cumplido,
enhiesto y conformado,
plantado en desafío
sereno a la verdad.


 La tierra es nuestra madre
que el Sol fecundó ardido:
Dispendio él fulgurado,
gracioso y desprendido:
Calor germinativo.
Radial paternidad.

 Hermano así te llamo,
paciente y reposado,
de igual hondo destino.

 Los dos el tronco erguido;
el tuyo aún retenido,
viajero inquieto el mío
tras largo desear.

 También huésped de paso,
prendido al térreo suelo,
substancia modelada,
misterio elaborado,
serás, árbol, conmigo
callado compañero,
volcada realidad.




LATIDOS EN LA SOMBRA...

 Latidos en la sombra escucho ciego.
¿Qué me llega en ellos, qué recibo?

 Quizá su conmovido
sonar
-acaso el palpitar interior mío-
me avisa del peligro inadvertido
que se alza pertinaz e inconocido
desde el fondo inaudito del silencio.

 O tal vez hablan ellos del crecido
desear que me lleva proyectado
tras de aquello lejano y presentido;
sin espacio, sin fiel tiempo.

 ¿Qué me llega, qué detecto
en la sombra pecibido?

 Plantado en el silencio;
ignorado, tenso,
erecto aún sigo.




¿QUIÉN SE ATREVE A DESTRUIR LO BELLO?

 ¿Quién se atreve
a destruir lo bello?

 ¿Quién pretende
aniquilar aquello
sutil, delicado, singular, aquí,
en la espuma espiritual
del hombre originado;
última obtención
de la viviente actividad
trabajada en un oscuro, tenso, largo tiempo,
desde la primordial sustentación
hasta la floración final
de un feliz, precioso resultado?

 Quién, refinadamente cruel,
su eliminación consigue acaso,
y torna mineral, barro deleznable,
informe, volcada suspensión,
lo que luciente, vivaz fue,
llamativa, conmovedora elaboración,
eficacísima señal
de una superior misiva,
resplandor, aunque breve sea él,
sobre esta enorme producción diversa
de la Tierra, madre total nuestra,
de brillante y sombreada vida:
frágil, hermosa contención
de latientes, fugaces, organizadas formas-joyas,
graves ellas también, fácilmente desprendidas,
al suelo inerte sin cesar lanzadas.

   Quién, interrogo yo
 desde mis cordajes tensos
 de hombre sentenciado,
 ignorado malhechor, se atreve

 impunemente a destruir
 el sutil, precioso, plástico juego
 de la belleza viviente aquí,
 el transubstanciado, delicado prodigio
 así ofrecido.
   Todo, todos; o ni siquiera nada, nadie,
 ¡ah, final escarnio!, podrá ser
 directamente, personalmente, por ello maldecido.
 


DEJADME ENTRAR

-Dejadme, yo os lo ruego,
permitidme entrar:
 Quiero dentro ver.
Abrid esa morada.

-No, no: jamás podrá ello ser.
La puerta está cerrada.

-¿Por qué?, ¿por qué?
 He de conocer.
Saber de la verdad,
ahí dama hospedada.

 Escuchad otra vez.
Os lo ruego; por favor:
 Dejadme ya pasar.
Atended a mi llamada.

 Soy hombre ciego yo:
En gran necesidad.
 Con hambre de saber.

-No, no: jamás podrá ello ser.
La puerta está cerrada.

-¡Cerrada! ¡Está cerrada!
¿Por qué?, ¿por qué?

 Exaspero, desespero:
 He de forcejear,
intentar entrar
en esa impar morada.

 He de conocer
la esencial verdad.
Llegarla a poseer
como mujer amada.


-No, no: jamás podrá ello ser.
La puerta está cerrada.

-Desfallezco, pierdo alientos
en este mi arduo intento
de ver esa honda estancia
que alberga la verdad
secreta y deseada.

 Por favor: Debo pasar.

-Está bien. Está bien.
De acuerdo: es tu deseo.
Te voy a complacer.

 Pasa: Contempla su interior.
Extiende tu mirada.
 ¿Lo ves?, ¿lo ves completo ya?

 -¡Ah!
¡No hay nada!
¡No hay nada!




EL MUNDO ESTÁ TRISTE. Y SIN EMBARGO...

 El mundo está triste. Y sin embargo
hay vida en él, hay flores, pájaros...
Y una dulce luz que a todo invade
como amable baño de sonrisas.

 El mundo está triste. Y sin embargo
en el pecho del hombre a veces arde
cierto goce fugaz como una brisa.

 ¿Qué falta pues en su gran parque
para que todo en él se desembriague?
¿Y qué sobra también que parar hace
todo inicio en la fiesta de alegría?

 El mundo está triste. Y sin embargo
debería feliz ser armonía.
Debería cantar, exhalar dicha
todo ser, afirmar entusiasmado
que es hermoso vivir bajo los cielos.

 Pero el mundo está triste -yo lo siento-.
Y en las tardes dejadas y vencidas
me duele honda y transida su congoja.
 -La vida canta aún, pero es lamento
su sonar panida entre las cosas-

 El mundo está triste. Y es ya cierto
que no se alegrará si en él persiste
lo que a todo alentar ciego destroza.




AUSCULTACIÓN EN EL SILENCIO

 Ausculto, escucho
en el pecho del silencio
el corazón secreto
que pulsa el universo.

 Ausculto, escucho.
No lo oigo. Lo siento.
Quizá sólo lo siento.

 No es él movimiento,
cadencia oscura.
 Su voz es ciega y muda:
Callado aliento.

 Ausculto, escucho.

 Tenso el oído atento
mantengo sobre el pecho
del silencio inmenso.

 Cuán hondo está el secreto
que lleva él dentro.

 Tal vez es río dormido.
Quizás un gran latido
jamás él recibido
por conductos ciegos.

 O acaso un mar crecido
de vida estremecido:
 Océano de misterio
abisal hundido.

 Ausculto, escucho el pecho
irreal del universo.


 Quizás un vibrar cierto
en él me llegue vivo.
 O tal vez, fiel conmigo,
cordaje sacudido
de abierto, audaz sonido,
desgarre el gran silencio.

 Ausculto, escucho.

 Nada yo recibo.

 Siento.

 Sólo quizá siento.




REALIDAD

     La realidad.
 Aquí es. Aquí está:

 Total, colmada, inerte, viva,
en formas diversas ofrecida,
la realidad hallada.

     Aquí está:
 Ante mí, elaborada,
en la luz manifestada.
 Y no sería ella nada,
aquí no contemplada,
por mí no valorada,
con mi voz de hombre
alguna vez nombrada.

 Aquí está.
Enorme, variada,
la realidad hallada.

 Que no es nada
sin mí, hombre.

 Sola ella;
sin nadie que la mire, admire,
ame, cante, nombre,
nada, ¡nada!




LEVE, TENUE, LA EXPRESIÓN...

 Leve,
tenue, la expresión.

 Temblor,
vapor apenas.

 Y en el fondo una extensión:
Enorme, vivaz,
ciega.

 Mi palpitación de hombre
honda unión
con la tierra,
el cosmos mineral,
el vegetal, el animal: vida en tensión.

 Y pequeña,
breve, la expresión:

 Arroyo musical
sólo él conseguido
para elevar, transubstanciar,
ligeramente un mar
primordial,
crecido allá,
desde lo remoto aún vivo.

 Fugaz,
leve, tenue, la expresión.
 -Un ansia es su motivo-

 Y enorme, sideral, la orquestación
de la tierra, el cosmos rotativo,
el total hombre:
 Honda unión
que llevar, torpe, no logro
a este ciego, angosto,
pobre,
canal mío.




LA TARDE YA ME BAÑA...

 La tarde  ya me baña
con su tenue luz envaguecida.

 Parece una extendida,
infinita alma
doliente y triste
ella también aquí.

 Su atmósfera me impregna,
me embebe lenta,
ingravemente ya.

 La respiro, aspiro, y siento
que tarde viva también soy
del mismo modo yo:
 Crecidamente, alargadamente,
sensitiva.

 En ella me extiendo,
mi estrecho ser amplío
con la sensibilidad máxima,
elongada, lejanamente conmovida,
en la que indeciblemente
al mundo ambos percibimos.

 ¡Oh infinita transfusión del ser,
prolongada, vagarosamente difundida!

 Compadecida tarde:
Contigo estoy:
 Compañía de hombre
en el pendiente, desvivido desear
que nos rebasa y crece:

 Océano alto del alma,
en ascensional marea
nunca descendida.




 Contigo ansío
la claridad que, como tú,
insensiblemente perdí ya
en una noche ciega;
no recobrada todavía.

 Tarde
de empobrecida luz.

 Pero abundante en la belleza,
sabrosamente quieta,
de las cosas todas:

 Montañas, bosques...
Y los alejados perfiles térreos:
asperezas diluidas,
que lenta, suavemente,
en amorosa distancia,
tú y yo acariciamos.




NO LOS HOMBRES

 Giradores en la noche
-largo es su rodaje-
los astros, allá los astros:
Giradores en la noche.

 Animales y hombres
callados se recogen.

 Sombras, apenas graves,
las formas se deshacen.
-Temblar ellas parecen
cual si ánima llevasen-

 Pasan, allá nacen,
rumores enritmados:
 Sonar del distanciado,
fantástico derroche.

 Animales y hombres
el misterio invade:
 La noche,
la honda noche.

 Seguirán los astros:
-largo es su rodaje-
Flotada suspensión
en fiel peregrinaje.

 Los astros palpitados
en el espacio enorme,
con su total fulgor,
encanto de la noche.

 Seguirán los astros.
-Largo es su rodaje-

 Los hombres, no.
Ah, no los hombres.




CUÁL ES TU SECRETO...

 Cuál es tu secreto,
cuál tu íntimo juego;
vida germinada,
transmutable, variada:
alquimista clandestina
de apretados, herméticos,
silenciados hornos ciegos.

 Originalísima plástica
creadora de pluralísimas, audaces,
perfectas formas modeladas.

 Cuál es el misterio
que en ti habita,
como fecundo, dispendioso artista él,
absoluto monarca del capricho;
a la vez decisión y acción,
proyecto y hecho
a un tiempo realizados.

 En tu sutilísima trama,
formación, tejido, soy yo también,
hombre por tus pacientes energías trabajado;
y captado además, inevitablemente preso,
contenido,
en ese tu inmenso, infinitesimal azar,
donde un dardo negro innumerado,
sin cesar rueda también y hondo señala
la temida suerte,
jamás recuperable,
para tantos seres perdedores
en el activísimo rodaje
de tu fatal ruleta destructora.




 Vida.

 Cuál es tu secreto
Por qué tanto y tan diverso
dentro de ti haces y deshaces:
voluntariosa, cruel, trágica belleza.

 Escultora fertilísima.
Diseñadora de inverosímiles,
maravillosos arquetipos,
imposibles ingenierías palpitadas,
en tu reino del juego y el derroche.

 Energía plural, difundida fuerza,
realidad pasmosa,
sobrecogedora, enorme...

 Oh asombro, estupefacción,
para mí, hombre,
testigo de tu ser múltiple aquí:
en esta pequeña esfera-Tierra,
e interrogador permanente
así también, insatisfecho,
sobre ella:
elegida, distinguida,
riquísima madre sideral,
portento del cosmos,
singularísimo planeta
entre los astros todos.




ROBLE PALPITADO

 Soy un árbol:
Erecto árbol humano.

 Solitario.
Ignorado.
 Plantado en la meseta
de la España seca:
 Roble palpitado.

   Castellano.
 Duro a cierzos,
nieblas,
fuegos del verano.

 Soy un árbol.

 Que aguanta en fiel silencio.
Que habla;
que canta si algún viento
le llega enrumorado.

 Mis brazos son ya ramas.
Mi tronco-tórax guarda
la entraña que me alienta.
 Mis piernas fija rectas
la tierra que aún sustenta
mi árida existencia
de planta de secano.

 Soy un árbol:
Erecto árbol humano.

 Cicatrices tengo: Muestras
en mi entera corpulencia
de algún viejo desgarro:
 Azar de una tormenta

que cruzó esta tierra.
 -Quizá una cruenta guerra
de hermanos contra hermanos-

 Soy un árbol.

 Que aguanta en fiel silencio.
Que habla;
que canta si algún viento
le llega enrumorado.




DESPERTAR

 Desperté.
Y al mundo claro
de la luz abrí
las persianas
del balcón cerrado.

 Desperté, y crecí,
me extendí, ascendí
con la gentil mañana.

 Y renovado,
precioso, nuevo,
azulado cielo,
con la grata vida
de la tierra
he hallado.

 Desperté.
He despertado.
 Porque ahora veo,
admiro, y canto,
feliz y abierto,
despreocupado,
lo que en mi dentro
surge directo,
salta brotado.

 Despierto,
y ya sobre el suelo,
erecto humano,
saludo al cielo,
al río, al árbol
quieto y crecido,
a la montaña,
al pajarillo,
a la alimaña,

al hombre hermano;
y a cualquier latido,
respiro y ansia,
calor de sangre,
ritmo pulsado.

 Ayudadme, amigos.
Formemos coro:
Agradecidos
y entusiasmados
cantemos todos
a la mañana
ruboreada,
del Sol radiado
su amante clara:

 A los sembrados,
ocres, rojizos,
las azuladas
sierras crecidas
y distanciadas.
 Los gorriones,
las cutubías,
las formaciones
de álamos nobles
con verdes lanzas,
guardianes fieles:
alta arboleda
junto al amable
cursar del río.

 Luz y alegría.
Suenen trompetas
aún silenciadas.
 Salude al día
la banda entera
de las gargantas
unanimadas,
vibrantes flautas

en la diversa,
terrena vida.

 Desperté.
La luz radiada,
crecida gracia,
del Sol regalo,
llegó a mi estancia.
Y bienvenida
feliz le di,
con efusivo
calor latiente
de agradecido
ser redivivo,
a la naciente,
ya esclarecida,
gentil mañana.




ESTO...

 Esto,
de lo que me hallo rodeado.

 Todo esto es mío -nuestro-,
y yo por ello substanciado,
pleno construido,
hecho cierto.

 Todo esto; en mí grave, palpitado,
también volátil,
evaporado, trascendido, alado,
espiritual, selecto.

 Esto:
 El espacio, el tiempo,
el aire,
el Sol, su ámbito claro,
el suelo mineralizado:
Mi terrenal sustento.

 Esto, aquello:

 Las savias vegetales,
rojas en mi sangre,
los animales cálidos,
apasionados, tensos,
de sed, de amor, de alimento ávidos,
en mi alentar vibrante.

 El agua, el fuego,
el día, la luz, el viento,
la entregada tarde...
 Y la noche ciega
en mí también viable:
 Oscuridad original,
abisal, imponderable dentro.



ERA UN CAMINO BELLO

 Era un camino bello.
Avanzaba lejos.

 Yo lo recorría;
seguía en él confiado.

 ¡Qué hermoso allá espaciado!
Sobre el fondo, el cielo.

 Era un camino bello.
La vida él extendía:
 Horizonte abierto
de atracción colmado.

 Avanzaba lejos.
Conducir sabía.
 Y opaco es ahora, ciego,
perdido, errado.

 Era un camino bello.
Se ofrecía, crecía,
extendido, nuevo,
jamás ya hollado.




AGONÍA DE HOMBRE

 ¡Qué agonía!

 Me aprieta.
Me cerca tensa ella.
Asfixia ya mi vida.
Como a res me lleva.

 ¡Qué agonía!

 Es noche ya. Me ciega.
En ella presentida
encuentro la tiniebla.
 La marca es de mi hombría.
De mi ser la seña.

 ¡Qué agonía!

 Lazada que me aprieta,
creciente, aún más ceñida,
como a res me lleva.




INCOMPLETO VIVIR

 ¿Qué me falta, qué allí espero, fulgente,
cierto y nuevo llegar, fluido viajero,
y este vaso llenar de mi deseo,
incolmado aspirar
alto y pendiente?

 ¿Qué precisa mi ser, tenso y creciente,
recoger limpio allá
para que, pleno
y dichoso, exclamar ya pueda luego
que completo es en fiel gozo latiente?

 Mutilado existir, añoro en puro
y ascendente anhelar, la forma rota
que ha debido tener antes mi vida.

 Tal vez quiera encontrar
la entraña ignota
con la cual yo debí latir seguro
en hermosa ocasión: nave perdida.




UNA DAMA

 Sólo he amado en mi vida una dama.

 De verdad, de manera total,
exclusiva,
una dama.

 Libertad.
Libertad se la llama.

 Pronunciar ya su nombre
me exalta, y entesa
mi entraña en crecida.

 Es belleza,
pureza:
 Una dama.

 No rechaza.
No reserva su gracia.
No agravia ofendida.

 Dignidad,
entereza,
sólo al hombre reclama.

 La he amado.
La amo.
 Por encima de toda acechanza,
a ella el ser he entregado.

 Libertad.
Mi esperanza.

 No es venal,
no se cambia.
 No es presa de nada.


 Dignidad:
no riqueza;
ni tampoco manchada pobreza
-verdadera limpieza, entereza-
sólo al hombre reclama.

 Libertad.

 Pronunciar ya su nombre
me exalta y entesa.

 Es belleza,
pureza:

 Una dama.

 Libertad.
       Libertad se la llama.




ÉXTASIS FUGAZ

 Un momento, ¡ah!
Fue aquello un momento.
 Cima en mí del tiempo:
único latido.
 Un sutil momento
del ser henchido:

 Breve y contenido.
Impar, crecido, erecto.
 Pero en él fue tenso
todo mi sustento
-ah, hondo universo-
colmado, estremecido,
desde el nacimiento
lejano de esto vivo:

 En mí, hombre, alto aliento,
esencial respiro
-así real lo siento-
del plural portento
genesial surgido.

 Un momento.

 Quizá el feliz encuentro
del Todo y mío.




LA TRAMA DE MI VIDA...

 La trama de mi vida
se va tejiendo levemente aquí,
como un coloreado, sutilísimo tapiz
sobre un negro vacío suspendido.

 Pequeñas cosas,
insignificantes hechos cotidianos;
y ansias, anhelos largos, ah, también,
son los hilos
que día tras día realidad le dan
a este débilmente resistente
plano vital mío,
en el que flotante ignoro
el boquetón tremendo
que bajo él se halla.

 Y mi existir perdura
en su quehacer de artesano activo
sobre esta delicada red
de finísimas, latientes, hebras vivas
que romperse inevitablemente debe
en múltiples girones desflecados.

 Juego, juego extraño e inútil
este de mi latir estremecido aquí
tras las proyecciones de un crecido desear
más allá de la terrible sima;
y el apresurado, temeroso tejer
de mi vivir de hombre:
 Como el tuyo, hermano:
valioso pero deleznable también él,
expuesto siempre a la fatal caída.





 No mires,
no te asomes largo tiempo abajo,
compañero mío.

 Hemos de continuar
suspensos y embebidos,
entretejidos en finísimos dibujos, alusiones,
bocetos, aéreos trazos;
expresionadores quizá ellos
del algún significador sentido
superior y hondo,
aún indescifrado.

 ¿Qué? ¿Cuál?...

 Prosigamos siendo trama y juego,
urdidumbre viva
de un activísimo, caprichoso artista,
sin preguntar,
sin indagar en lo profundo nada.

 Quizás hagamos
algo elevado y bello,
luminoso, musical,
suavemente flotador
sobre el barranco enorme
que bajo nosotros atroz se abre.

 O tal vez solamente
nuestra vida, sencilla y pobre,
su artesanal tejido, fácilmente desgarrado,
continúe
peligrosamente suspendida.

 Que podamos, al menos, avanzar un tanto
en esta labor humilde, inútilmente trabajosa,
aunque sólo un leve fulgor carmíneo,
una volatilizada transubstanciación
espiritual persista:

 Rastro fluido
de nuestro misterioso surgir aquí,
desde una, larguísimamente preparada,
simiente activa
entre la radiación solar
prodigiosamente organizada.



A UN PINO DERRIBADO

 Caíste aquí tú también. Ya un duro filo
derribó tu gentil forma elevada.
 Fuiste firme tensión, recto crecido,
vegetal expresión, vida colmada.

 Fuiste savia esencial, zumo esparcido
como sangre por hojas y por ramas.
 Fuiste amor tú quizá, y estremecido
rumorear de alta música flotada.

 Acogiste al insecto, al tierno nido
emplumado que fieles aves guardan.
 Diste brotes y flor, fruto escogido
como apretada entraña liberada.

 Y ahora sólo tú así, árbol vencido,
eres leño ya inerte, seca trama.

 Yo también llevo amor, latiente savia
que florece en palabra y ritmos vivos.
 Yo también quiero ser voz musicada
por un viento del alma sacudido.
 Yo también brazos soy aquí extendidos
hacia seres y cosas como ramas.

 Pero un día -lo sé- mi tronco erguido
ha de caer, como tú, al potente filo
de algún hacha certera y despiadada.

 Arbol hermoso, antes florecido.
Mudo tronco de vida, esbelto pino
con tu airoso verdor en la explanada.

 A todos siempre cierto airado sino
como el tuyo, funesto aquí nos gana.
 Todos, como tú, en cualquier camino,
cualquier día caeremos en la nada.



ENVIDIA AL ANIMAL

 Os envidio, tal vez, oscuros seres,
infinidad de plasmaciones de la vida,
que dentro de vosotros lleváis siempre
un antiguo y secreto poder-guía.

 Él os dice si huir debéis,
retroceder, o decididos, arrojados,
avanzar valientes:
 Aunque perdáis hálito y sangre
en agonal fracaso.

 No dudáis. No os veis nunca obligados
a elegir
largo tiempo fluctuantes.

 Pero yo un soy hombre:
Ser de encrucijadas, yermos,
improvisaciones imposibles;
solitario, tantas veces vacilante,
jamás por la certeza irrebatible
confortado.

 Mi noche es vuestra noche,
que interior lleváis también,
iluminada por energías decisoras
que os dirigen con firmeza.

 Pero mi noche además está delante,
igual que en torno mío;
aunque dentro de mí también existe
como aquella otra espacial
de estelares luces perforada.

 Mas mi linterna es pobre.
La dirección exacta y clara jamás veo.
 Y el guía misterioso
de vuestra vital profundidad,
en otro tiempo nuestro común regidor tal vez,
tras mi surgir de hombre huyó:
dejó de ser mío para siempre.


CIEGA LLEGA LA NOCHE...

 Ciega llega la noche.
Lentos cierra
suavemente sus párpados el día.

 Oh qué mansa la tarde. Allá en las sierras
ya su luz, fiel violeta, en despedida.

 Ciega llega la noche.
El alma mía
en las sombras su voz crecida eleva.
 (Con la tarde en lejana compañía
la nostalgia me prende honda
y me lleva)

 Ciega llega la noche. Anhelos nuevos
ya me nacen y ardidos crecen puros
en callado surgir cual los luceros.

 Ojalá yo también, al fin seguro,
permanente latiese tras lo oscuro
como vivo astro allí,
limpio y entero.




DONDE ESTÁS, INTERIOR FIBRA...

 Dónde estás, interior fibra:
la más delicada, sutil, entre la mías;
tirante como mi ser, como mi vida,
tras de aquello deseado;
vibrante también tú,
finamente sonorizada y expresiva.

 Dónde estás, dónde encontrarte
en mi más ahondada intimidad prendida,
para pulsarte ya;
única, elegida
entre todas las tensadas, palpitadas, vivas;
y en música, palabras enritmadas,
manifestar, aflorar estremecida,
la esencia, el sentido inexpresable
de mi vida.

 Dónde estás -aún quiero hallarte-
callada, contenida,
sensitiva, intáctil,
fibra interior mía.



ESPACIO DE HOMBRE

 Arboles, cielos, rocas...
pájaros, amigos altos.

 Sabedlo, sabed: Mi espacio
va más allá él crecido.

 Tras de vosotros, astros,
horizontes, lomas.
 Tras del día, la noche:
su estancia honda.

 Arboles, cielos, rocas...

 El espacio de mi ser, mi espacio,
más, más lejos va.

 No hay bordes para él,
fronteras
que lo circunscriban,
allí lo agobien,
recojan, ciñan,
le dicten normas.

 No hay vallas para él.
No hay bordes.

 Libérrimo respira, vuela,
más, más allá de todo meridiano,
de cualquier esfera,
la redonda tierra,
el luciente día,
la ciega sombra.

 Estrecho todo es, cerrado,
para el espacio inmenso
de mi ser de hombre:

 Ambito enorme,
ahondado, distanciado, alto:

 Libertad sin cerco.
Extensión sin forma.


DADME RITMOS...

 Dadme ritmos.

 Que yo pondré música en ellos
como brotes en los nuevos
tallos florecidos.

 Dadme música.

 Que en ella dejaré
como aleteantes aves mis palabras.

 Dadme palabras.

 Que con ellas flotará mi canto
como un largo hálito embebido.

 Dadme canto.

 Que en él pondré mi pálpito y mi vida
para felizmente expresarme desprendido.

 Dadme tiempo, espacio...

 Que en ellos dejaré
mi ser enteramente:

 Con su encendido, permanente,
anhelo incontenido.




TIERNA MAÑANA

 La mañana, reciente y ya ofrecida
en un perdido azul tibio y sereno
tiene alientos y vida estremecida
de mundo genesial luciente y nuevo.

 Amarillos inciertos en el lienzo
transparente y aéreo del paisaje
tintan cordes con verdes y granates
primitivas pinturas de un dios bueno.

 Vagan aires de amor, rosas flotantes
en el ámbito quieto y ondulado
de la tierra despierta: ocre humeante
como pan candeal recién ahornado.

 Allí un carro se aleja. Algún viandante
por el camino va tardo y tranquilo.
Nada inquieta la paz plena y fragante
de este día de luz pura embriagado.

 Limpio el sol baña el mundo, y embebido
hombre yo en él también, erguido enclave,
canto y siento fluir en gozo alado
todo activo vivir tenso en lo grave.

 Algo vibra hondo aquí aún ignorado.
Y el silencio respiro es contenido
como presa canción en pecho amante.

 La mañana feliz se abre anhelante
tras la solar caricia recibida.
Parece una mujer, y yo querría
un tono rosa más, huella encendida,
con mi aliento dejar en su semblante.





EN MINERALES CÚMULOS...

 En minerales cúmulos
del cosmos Tierra
surgí, hombre, yo:

 Precipitación inútil,
cristalillo latiente de la vida,
con un resplandor breve
de vaga, temblorosa luz.

 Delicada formación,
sensitiva. frágil;
producto de lentísimas
destilaciones fluidas:
como una tenue gota
de matinal rocío
sobre una leve hoja.

 Nada en el tiempo apenas.

 Y sin embargo,
en miríadas de siglos,
activísimas eras genesiales,
sutiles combinaciones de lo vivo
misteriosamente trabajaron
para obtener así mi plasmación
sobre esta sideral esfera
prodigiosamente con la vida distinguida.

 ¿Para qué, por qué,
tan sorprendentemente logrado aquí,
extraño resultado de tantísimas reacciones
en las energéticas intimidades
de lo mineral y primal viviente originadas?




 Ya estoy -ya soy- hombre modelado,
animal erguido:
Observador, interrogador,
expectante siempre,
como niño en una vasta, vistosa feria
que, sorprendido, en torno suyo
con asombro mira.

 Y temblando en ocasiones, ah,
envarado, tenso,
por un temor justificado;
a la vez que cierto sufrimiento,
como cinturón estrecho,
mis vísceras apresa.

 -Angustia de ser y de existir,
e ignorar, nada saber
del sentido de mi realidad fugaz aquí,
permanentemente amenazada,
inestablemente sostenida-

 ¿He llegado solamente
para interrogar, desear, buscar...
vagabundo errante indestinado?

 La belleza que me rodea contemplo,
y con ella frecuentemente me extasío,
en la admiración y transfusión dichosas,
con la preciosa vida en torno confundido.

 Pero una daga oculta
me acompaña interior siempre
para hundir su filo.
 Y un dolor largo también, remoto,
constantemente me atraviesa;
eje de mi entero ser,
que me conforma
como esencial hombre sobre el suelo.


 Acosado, a veces invoco algún canto salvador;
y vitales ritmos
y las palabras con ellos afloradas
gratamente olvidar me hacen
el atormentador querer, conocer, saber...
en mi entraña quemante alcaloide enviscerado.

 ¿Para qué, por qué, originado así,
desde primordiales larvas de la vida
hasta mi ser pleno de hombre
interrogador y sensitivo?

 En minerales cúmulos
del cosmos-Tierra
largamente precipitado, viviente sigo:
pasmado, tenso...

 Y a medias desprendido del primario seno,
continúo temblando aquí,
con mi vacilante, pobre luz,
en mi forma de hombre modelado:
asombrado, sorprendido;
solo, aislado ante el misterio.




LA NAVE DE MI VIDA...

 La nave de mi vida,
lejos, allá entregada,
incierta y desprendida,
dónde va, dónde va.

 Parece ya obligada
a navegar perdida:
Las velas desplegadas
al viento del azar.

 La nave de mi vida
dónde va, dónde va.

 A ningún puerto quizá.
A ninguna playa clara.

 Quedará tal vez hundida,
o en lodo embarrancada.
De cierto naufragada
en un aciago día
de calma o tempestad.

 La nave de mi vida;
a seguir ciega obligada:
las velas desplegadas
al viento del azar.




LA ESPERADA CANCIÓN

 ¿De dónde ha de llegar, de dónde nueva
la canción desprendida que me invada?
 ¿De dónde la fiel voz que derramada
sea palabra que amor y gozo lleva?

 ¿De dónde el ritmo audaz
que, en grata entrega,
olvidar mi sentencia ya me haga?

 ¿De dónde, musical, la niebla vaga
que feliz mi existencia torne ciega?

 Yo te espero, y pretendo, canción, llegues
-tenso esquife sonoro bello y fluido-
para hacerme ignorar la negra hondura.

 Tu hechizo de sirena no me niegues.

 Que, absorto y embebido,
oirlo aún pueda
mientras tiemblo, ah, y prosigo
en mi aventura.




¿QUÉ PALPITA EN EL RITMO...?

 ¿Qué palpita en el ritmo?
¿Qué se agita en la danza?

 Ah, saberlo querría.

 Di también, melodía,
cuál es tu alto destino
cuando viajas flotada:
 Lo que leve levantas
tú con gozo sentida.
 Qué va en ti de la vida.
Qué transportas del alma.

 Dime, acorde armonía,
qué, interior, tú contrastas,
bellamente combinas:
 Qué cantar de los cielos.
Qué sonar de las cosas.
 Qué vibrar hondo y ciego
donde tiemblan las fibras
que los seres alojan,
con tu hacer musicadas.

 Yo saberlo querría.
No es pregunta enojosa.

 Las palabras ya danzan.
Llevan ellas su ritmo
en el verso acordadas.
Son también melodía
que su aliento traspasa.

 Mas quizá no debía
preguntar la ignorancia.
-Puede ser que herejía
sea ello infiel al sentido

más veraz, no entendido
aún por hombre del suelo-

 Un misterio es el alma.
Un misterio es la vida.
Un secreto es el ritmo.
 Nació astral la armonía.
Hay un dios en la danza.




CUANDO MI SER SE ABRE...

 Cuando mi ser se abre;
mi sensibilidad se extiende
vibrátil, delicada,
circular, radial,
honda y elevada,
el mundo siento transfundido en mí;
latiente, real, vivo,
y profundizada dicha me invade, llena,
con movilidad diversa y jubilosa,
infinitamente pluriforme,
vegetal, animal, sidérea,
de árboles, estrellas, aves,
aire, sol, luz activadora,
hálitos hermanos de cálidas entrañas,
sangre con su palpitación
gozosamente difundida.

 Cuando mi ser se abre;
vive, alienta, en el variado entorno
de esta esfera Tierra
donde ciega casualidad me trajo,
siento que soy hombre acordado
con el universal sentido.

 Mas también con el sufriente,
apartado existir,
que no ha olvidado todavía
el contrario, negativo, vacío de la vida,
sobre el que todos, en permanente riesgo,
inevitablemente nos hallamos suspendidos.




AZAR

   Azar.
Del universo juego.

 Te desdeño.
No te acepto
como padre total nuestro.

   Azar.

 Acierto y desacierto
en la infinidad de lo diverso,
donde, logro singular,
sutil vida fugaz,
sería yo aquí expuesto
al hondo naufragar;
el fatal siniestro.

   Azar.

 ¿De quién el plan inmenso,
pluriformal, perfecto,
de esta realidad?

 No lo sé: Azar.

 Mas sigo aquí, en mi puesto
de interrogador tenaz,
hombre tenso y terco.

   Azar.

 Juego audaz, enorme,
desde la energía genesial
intimada y sideral,
a la variedad vital
de multiforme aspecto.


 No te acepto
como padre total nuestro.

 -¿A quién, a quién entonces
hallar cierto?

 A nada, nadie,
verdadero, real,
tampoco encuentro.

   Azar, azar.

 Del universo juego.




CONTENIDO HUMANO

 Hombre soy:
El ser de un apretado,
enorme contenido:

 Enviscerada cuenca
de calientes ríos:
 Caudales rojos,
torrenteras vivas
cuyo rumor vibrante
interior escucho:
 Y siento que me llena,
borbotón de ritmos.

 Instintividades hondas
poderosas me transitan
y enardecen tensas.

 Países inverosímiles.
Paisajes desvanecidos.
 Espacios, tiempos,
donde estuve, aún ciego,
y ascensional deseo
de inlograda forma,
era todavía.

 Crepúsculos encendidos.
Vivaces rostros,
anhelantes, expresivos,
extasiados, dulces...

 Tierras, montañas, ríos.
Bosques, valles,
ilimitados mares,
días, luces
que me envolvieron antes.
   

  Todo en mi latiente mundo;
ahondado, inmerso:
con mi anhelar crecido
que desprendido, abierto,
viajar quisiera;
distanciado, amplísimo,
perdido ya en el borde
de mi estrecho ser:
 De mi latir concreto
y a la vez inmenso,
de hombre así extendido,
derramado allá.

 Todo interiormente surgido,
elaborado
sin fuego alguno ardido:

 Secreta, oscuramente,
substanciado, fusionado,
transfundido en mí.



ALGUIEN TIENE QUE DECIR...

 Alguien tiene que decir, manifestar,
asombrado, conmovido aquí,
la sorpresa, el pasmo que ha sentido
al contemplar
el enorme, plural latido
de la vida universal
en diversidad de entrañas, seres,
permanentemente activo.

 Y su ansiedad también:
Su terror al percibir
la fugacidad total:
el continuado rodar
de formas desprendidas, caídas,
impalpitadas, ciegas,
sin cesar precipitadas
en la inanidad temida,
por un viento-ángel negro
de ala-hoz sutil:
 Perenne segador,
destructor incontenido:
sobre todos los brotes de la vida
secreto, preparado, siniestro filo.

 Alguien debe decir,
aconsejar también,
mientras vibrante, viva,
su voz todavía sea:
 Cantad, gozad.
Que la fiesta total siga.
 Pero cuidado, ah.

 Una sierpe-daga,
traidora, torva, ciega,
fatalmente agresiva,
se mueve entre las rosas simulada.

 Ignoradla. No miradla.
Jamás vedla.

 Maldita sea ella siempre.

 ¡Maldita sea!


HA LLEGADO UN POEMA

 Ha llegado un poema.
Su visita es mi entrega.
Ah, lo siento: entramado
con palabras mías vuela.

 Su ala-voz se ha elevado.
Ya enritmado me lleva.
Leve avanza espaciado.
Aire y alma resuenan.

 Altos arcos tensados
vibrar hacen mis cuerdas.
Y un vapor rumorado
felizmente me ciega.

 Ha llegado un poema.
Va él de paso a una estrella.
Yo, viajero encantado,
he olvidado la tierra.

 Pero amor he dejado:
-Es humana mi estela-
Fiel querer a los campos
y los seres que hospedan.
 Compasión al hermano
que sufriente allí queda.
Y tu amor transportado
va en mi vida viajera.

 Tornaré pronto, amada.
Es fugaz la belleza.
Volveré y traeré alado
para ti otro poema.






   LA COPA DE LA VIDA

 Brindemos: Alegría.
Compañeros míos, amigas;
que ya el champán crepita
en las copas claras.

 La copa de la Vida,
inmensa y rebosada,
también hierve crecida.
 La copa de la Vida:
bullente y desbordada.

 En ella somos leve,
latiente, espuma fina
bien pronto disipada.

 La copa de la Vida
de tantos seres plena.
 Del nuestro también: ciega
burbuja suspendida;
su esencia más lograda.

 La copa de la Vida.

 Vibra, palpita, enorme.
 Y en ella somos hombres
hermanos, simplemente
lo mismo que otros seres,
fugaz forma brotada.

 A veces exaltada;
pronto desvanecida,
perdida, desprendida,
de vuelta, ya vencida,
al fondo de la nada.





MAÑANA DE VERANO

 Mañana de verano.
Rutilante claridad.

 Se oye el cantar
de una perdiz entre los trigos;
madurados ya
en penachos amarillos
granulados.

 La perdiz rojiazulada
levanta el vuelo.
 En el caliente añil
-coloración fugaz-
rasguea viva el cielo.
 Y la cigarra vibra pertinaz
con sus élitros frotados.

 Rutilante claridad.
Mañana de verano.

 Las amapolas, boyas rojas
en el oleágico mar seco
de los trigos
que un viento ardiente bambolea.
 Flotado, difundido fuego.

 La cigarra eleva su tonalidad
con el rítmico sonido
de una intermitente sierra fina
suspendida.

 Y el silencio también vibra transparente
en el vívido aire azul
sobre la tierra caldeado.

 Rutilante claridad.
Fanal de limpia luz.
 Mañana de verano.




EN EL AIRE DEL ALMA LAS PALABRAS...

 En el aire del alma las palabras
revuelan como aves sorprendidas.

 Ah, quisieran
tal vez, música viva
ser ya en ritmo, feliz, clara bandada.

 En el aire del alma las palabras
ya me ascienden y avanzan suspendidas.

 Ah, quisieran
acaso ir dirigidas
hacia allí donde va fiel mi nostalgia.

 Donde va mi nostalgia en un latido
acorde con mi voz cuando percibo
el vibrar de mis fibras hondamente:

 Fibras que han de sangrar
íntimo fluido
que ha de ser en algún tiempo vertido
como riego vital
sobre lo inerte.




PEREGRINAR HUMANO

 El peregrinaje avanza.
Allá el peregrinaje.

 En caminar sin pausa.

 No sabe dónde va.
De su final no sabe,
allá el peregrinaje.

 ¡A la vanguardia, hombres!
Seguid, pasad delante.

 Atravesáis la noche:
El misterial boscaje.

 Marchad. No habrá señales.
Y nunca un retornar.
-No acaba el gran viaje-

 ¡A la vanguardia, hombres!

 La vida va detrás:
Tenaz fuerza vibrante.

 El peregrinaje avanza.

 No sabe dónde va:
Allá el peregrinaje.

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