Joaquín Chamorro Aguilar



          CULMINACIÓN DEL ANSIA









Breve y raro es lo bello en su delicadeza y vulnerabilidad.


Max Scheler




Quien ha pensado lo más hondo ama lo más vivaz.


Hölderlin





LA NOCHE, EL MAR...

 La noche.
El mar...

 Su ritmar sonoro
en gran orquestación.
 El sideral derroche
derramado en oros.

 Y el rumor
de lo esencial;
flotador,
impregnador, tal vez,
de la realidad
del Todo.

 La noche.
El mar...

 Y hombre,
hombre yo:
en ansiedad,
temblor...

 Buscador.
Indagador.
Ya ser sin paz.

 Voz.
Voz sólo.

 La noche.
El mar...

 La realidad.
Mi soledad.
 Mi asombro.



¡DÓNDE LO SAGRADO!

A Mircea Eliade



 Lo sagrado.
¡Dónde lo sagrado!

 Pregunto, indago,
por los campos, astros,
el espacio henchido.

¡Lo sagrado!
¡Lo sagrado ha huido!


¡Qué tristes los campos!
¡Qué vacío el espacio!

 Algo desgarrado
yace aquí tendido,
como enorme res.

¡El ser, el ser
de lo sagrado herido!


¡Ah! ¡No está! No es.

 Prosigo, vago,
por caminos, campos...
 Al atardecer.
En el nocturno ámbito.
El día lucido.

¡Dónde lo sagrado!
¡Lo sagrado ha huido!






 Pregunto, indago,
en los seres, astros,
el tiempo, espacio,
junto al Sol crecido.

¡Dónde lo sagrado!
¡Dónde!

 Y la oquedad responde
-¡oh ausencia informe!-
con ecos vanos,
resonar perdido:

¡Lo sagrado!
¡Lo sagrado ha huido!


¡Qué tristes los campos!
Los seres todos.
El cosmos vivo.

 Su rostro es pálido.
-¡Disipado encanto!-

 Lo sagrado.
Lo sagrado, dónde:

 Hermanos.
Hombres.
Espacio.
Astros...

 ¡Lo sagrado!
¡Lo sagrado ha huido!





PROFUNDIDADES DE LAS COSAS

 Profundidades de las cosas.
Intimidades acotadas.

 Tan calladas.
Quizá preciosas.

 Hablad.
Liberad palabras.
Para mí entregadas.

 O cantad, vibradas,
la canción gozosa
que lleváis ahondada.

 Profundidades de las cosas.
Intimidades acotadas.

 Seguid.
Continuad calladas.
Del silencio amadas.
 Y así más generosas.

 Intimidades acotadas.
Profundidades de las cosas.




EL SER MÍO

A un poeta náhuatl



 Rocío precipitado
sobre una leve hoja:
El ser, el ser mío.

 Temblando suspendido.
Transido entre las sombras.

 (En la noche honda
latir lucido)

 El ser,
el ser mío.

 Rocío precipitado
sobre una leve hoja:

 Sutil, insostenido.
Desprendido, caído.

 (En la noche honda
latir lucido)

 El ser.
El ser mío.




NATURALEZA: ¿DÓNDE ESTÁ?

A Goethe



¿Dónde está
la tonalidad tuya secreta?:
Naturaleza:
¿Dónde está?

¡Oírla cantar quisiera!
¡Oírla cantar!


¿Dónde está?
Naturaleza.

¿Quizá en el mar;
sonoridad con fuerza
de genesial grandeza?

¿Quizá en el mar?

¿O en el vibrar que entrega,
en el silencio inmersa,
la noche aún ciega?

 Naturaleza.
¿Dónde está?

¡Oírla cantar quisiera!
¡Oírla cantar!


 Que me llegara y fuera
caudal yo en ella
de tu esencial riqueza.

 Naturaleza:
Universal orquesta.
Organicidad;


de órgano inmenso:

 La tonalidad
que honda te expresa:
Fidelidad al tiempo
de tu vivaz ritmar:
 Naturaleza.
¿Dónde está?

¿Quizá en la selva,
de vitalidad espesa,
cuando plural resuena
su rumor total?

¿O quizá en la tensa
interioridad del hombre:
tu excepcional flaqueza?

 Naturaleza:
¿Dónde,
dónde está
la tonalidad tuya secreta?:
Tu musical latencia;
sin aflorar, aún presa.

 Naturaleza.
¿Dónde está?

¡Oírla cantar quisiera!
¡Oírla cantar!





INAGOTADA

A Vicente Aleixandre



 Inagotada:
Palabra.

 Inconsumada tú.

En novedad.
Nacer constante.

 Perdurable.

 Como el agua.
La luz.
El aire.

 Los manantiales.
El hontanar del ser.

 Palabra.

Preparada al canto.
Ingrave, fiel,
borbotada fuente.

 Permanente.

Como crecer de árboles.
Girar de astros.
Flotar de aves.

 Palabra.

Ritmada.
Planeada.
Alzada.



 Floración.
Hálito.
Eclosión vibrátil.

 Recogida.

Transportada.
Lejos elevada.
 Dirigida...

 Corazón. ¡Ah!
Cáliz.
Crátera fluida,
henchida:

 De comunicación, calor,
transfusión,
colmada.

 No yo.
Sólo yo,
en ti brotado.

 De todos, todo,
manifestación,
decir,
hondo efluir:

 Voz.
Palabra.




ESTAR

 Estar.
Sólo aquí estar.

 Como tronco,
planta,
piedra.

 Estar.
Sólo aquí estar.

 Y esperar quizá
que llegue la palabra,
como el viento llega.

 Estar.

Y entonces
resonar:

 Como tronco,
planta,
piedra;
que el viento hace cantar,
al pasar ciego y dejar
rumoreada estela.

 Estar.
Sólo aquí estar:

 Hombre-tronco.
Hombre-planta.
Y tal vez mineral:

 Piedra.
Quizá piedra.




FUSILADO AL AMANECER

 Apenas claro,
rondaba el día.
 Temblaba fría
la madrugada.

 (Tu pecho acaso
-valor templado,
callada hombría-
también temblaba)

 Guardado,
¡ah!, bien cercado:
De hombres y armas
no descuidado;
saliste al campo
de la mañana.

 Algunos pasos,
atrás contados,
de la esperanza
-frágil amada-
frente al ribazo,
te separaron.

 Y, solitario
árbol humano,
tu tronco entero
de hombre indomado,
recto en el suelo
se levantaba.

 Latidos ciegos
del segundero
-pulsar del tiempo,
ritmar tensado-
quieto y sensible

silencio fueron.

 Mientras fusiles
-negro ringlero-
ante tu firme
tórax miraban.

 Llegó el momento:
Atroz, siniestro.
La voz de mando
vibró lanzada.

 Y el fogonazo
-brutal estruendo-
sonó certero.

 Cayó tu cuerpo.
Cesó tu aliento.
 De honda vergüenza
fue rojo el cielo.

 Y ocres de tierra
se hicieron grana.

 Cayó tu cuerpo.
Cesó tu aliento.

 Clamó el silencio
de la mañana.




SONIDOS DE LA MADRUGADA

A Miguel Hernández



 Sonidos de la madrugada.
Rumorear del campo.

 Menudos, inciertos, ruidos.
Ritmos tenues del alba.

 Los pasos
del borriquillo
que lleva
un serón de paja.

 Tejidos cantos
en telar de pájaros.

 Triunfales gargantas
de los gallos.

 Cri-crí de insectos.
Vibrar de ranas...

 Sonidos de la madrugada.

Me traéis el día.
¿Por qué hoy os amo?

Me despertáis.
Me dais la luz.

 Y la felicidad
casi respira,
con vosotros viva:
Para mí, desnuda,
extasiada, pura,
en la mañana clara.



 Sonidos de la madrugada.

 Es la alegría:
natural, sencilla,
brotada, simple;

 que me renace
con vosotros; leves,
diminutos ritmos:

 Imperceptible rueda
que en mi entorno gira.

 Desprendida, ingrave,
suspendida danza,
en el aire alada.

 Sonidos de la madrugada.

 Os agradezco
vuestro desgranado
latir de notas:

 Punteado de humildes,
franciscanos ruidos,
para mí ensartados:

 Goteadas cuentas,
derramadas, fluidas,
del collar de un grato,
extendido canto,
que la luz ya entrama.

 Sonidos de la madrugada.

Sonidos de la madrugada.




HOMBRE-OCRE-POBRE-TIERRA

 Desnuda y ocre,
la tierra, pobre
llanura seca.

 Del cielo-cobre
ya el sol se aleja.

 El horizonte
-vagar de sierras-
difusa meta.

 En la meseta,
callado,
un hombre.

 (Tallado roble,
latiente en ocres:
De la sangre-cobre,
tensadas vetas.)

 En la meseta,
callado,
un hombre:

 Con sed ya enorme.

 Desnuda y ocre
la tierra, pobre,
se agrieta seca.




TENÍA QUE CALLAR

 Tenía que callar.
-Lo sé-

 Apenas respirar.
En el asombro tenso.

 Pasmado;
ya suspenso
en hondo y fiel silencio,
no hablar, no hablar...

 Admirar...
Tal vez.

 Contemplar esto colmado;
misteriosamente dado.

 Posible, realizado,
de manera incomprensible:

 Derroche imponderado.
Diversidad terrible
del universo hallado.

 Tenía que callar.
-Lo sé-

Ante esta variedad:
Dispendio incontenible
de seres en el tiempo
y el espacio entrados.

 ¡Ah, plástico tremendo!
¡Gran niño en juego atroz!



 Perdido. Tal vez ciego.
Quizá también sin voz.
 De la acción secreto ahondado.

 Tenía que callar, callar...

 Apenas respirar.
En la estupefacción
varado.




CATEDRAL DE BURGOS

 Catedral. ¡Ah! Catedral.
Música en piedra: filigranada;
transustanciada, grave y flotada,
tensa y erecta; casi alentada.

 Catedral.
Catedral lograda.
 Fuerza en presencia, manifestada,
de un tiempo lejos, humanizado,
aún en ti vivo;
ante nosotros, siglo tras siglo,
soberbia trama.

 Nos sorprendemos, y te admiramos,
al contemplarte maravillados,
desde el fiel suelo, que ahora pisamos,
en la Castilla de la meseta:
quieto y exento,
larga explanada.

 Mas ignoramos, nada sabemos
-no mencionamos nombres siquiera-,
de aquellos hombres que te plasmaron;
sobre esta tierra tus constructores:
 Desconocidos, siempre ignorados;
siervos sencillos del pueblo llano,
padres e hijos trabajadores,
en sucesivas generaciones:
sobrios, callados, dignos obreros.

 Sí, fueron ellos.
Ellos te alzaron. Ellos te hicieron:

 Agrimensores. Desbastadores
y troceadores: duros canteros.
 Acarreadores, picapedreros.

Entalladores, simples peones
con tenso esfuerzo transportadores.
 Areneros, argamaseros,
aguadores, enyesadores.

 Albañiles cualificados:
ensambladores, componedores,
con recto esmero, de justas piedras
conformadoras. Asoladores,
excavadores de la honda gavia
para el cimiento contenedora.
 Forjadores, taladradores,
hombres de fragua, fuertes herreros.

 Vidrieros. Estañadores.
Coloreadores de ventanales
con su secreto aún ignorado.
 Diseñadores. Protoarquitectos intitulados;
aunque iniciados en su arte excelso,
de matemáticas proporciones.
 Escultores y tapiceros;
tallistas, maestros pintores,
quizá tampoco con nombre hallado.
 Madereros, aserradores,
carpinteros, andamiadores,
retablistas y marqueteros.
 Campaneros. Diestros del bronce.
Fundifores, rojos de fuego.
Plateros. Finos orfebres de sacros oros.
 Artesanos selectos todos,
de inigualable saber precioso.
 Asalariados: También obreros.

 Ellos montaron, y decoraron,
embellecieron por dentro y fuera,
tus dilatadas, ritmadas naves,
abovedadas en fiel crucero:
 Alojamiento sacralizado,
de Dios latencia; y para el pueblo,

en él congregado,
mansión del rezo, y del Concejo.

 Catedral.
Orden esbelto, geometrizado,
bien calculado, vértice gótico,
cántico anclado, plástico anhelo.

 En la ciudad último acorde
-música y ánima, de piedra y cielo-
sobre moradas, nobles palacios,
ángulo enhiesto, aún culminado,
donde las aves danzan en vuelo,
y los vencejos rápidos trazan,
con su chillido, fiel ritornello.

 Sí, fueron ellos.
Ellos te alzaron. Ellos te hicieron:

 Campesinos innominados.
Hombres del agro, donde latieron,
ocres, curtidos de sol y viento;
desde lo térreo, tras alto espacio,
perfecto encaje y forma te dieron:

 Jornaleros, con su contrato
firme asentado. Y temporeros, eventuales,
tan inseguros en su trabajo,
que malcomieron junto a su tajo,
y en negras noches, duras de cierzos,
cabe tus muros quizá durmieron.

 Ellos plantaron tu ancho cimiento,
tras largo tiempo harto probado.
Tus arbotantes, tus contrafuertes
sustentadores. Tus columnas y capiteles.
Tus ojivales arcos flotados,
de resistencia grácil y bella.
-¡Oh lid de fuerzas!, alarde y juego-

Tus ventanales policromados.
Tus arquitrabes y tus dovelas:

 Elaborado, aéreo concierto,
recto entramado. Tenso portento:
sobre lo grave, peso a la tierra
varado en vuelo.

 No te hizo el aire. No te hizo el cielo.
Ningún milagro te alzó del suelo.
 Sanos y honrados trabajadores,
atesonados, recios pecheros,
audaz y grande,
te construyeron:

 Hormigueantes en su ajetreo,
con el concurso del buey o el mulo:
sin codiciables compensaciones
para su noble trabajo puro,
mal valorado, de riesgos lleno:

 Un sueldo pobre, pan y tocino,
contado vino, garbanzos ralos,
y, en ocasiones excepcionales,
algún guisado, parvo en cordero.

 Agradecedlo. Nunca ignoradlo.
Y pregonadlo -voces al viento-
por meridianos y paralelos:

 La Catedral, que hoy admiramos,
de asombro y pasmo atravesados,
quieta en el Tiempo, surta en lo eterno,
gesto de siglos, ámbito alado,
fue proyectada, planificada,
por arquitectos solicitados,
grandes maestros, flor del Medievo.



 Y realizada, plastificada,
por entendidos profesionales,
a sus oficios y arte aplicados;
albañiles perfeccionados,
logias signadas de «compañeros»,
hombres del pueblo, dignos obreros.

 Agradecedlo. Reconocedlo.
Consideradlo. Nunca olvidadlo:

 Sí, fueron ellos.
Ellos la urdieron y levantaron.

 Ellos la hicieron.




LA MAÑANA

La mañana.

 ¿Qué me dice?

Vibra fina,
fluida emite
-quizá exclama-
la palabra impronunciada,
la no hallada:

 Vivaz, triste,
pugnaz aún por abrirse alada.

 La mañana

¿Qué me dice?

Alegría ella transmite.
Libertad emana.

 Transparentada expresa:
Sincera, cierta.

 Nada finge:

De claridad bañada.

¡Qué riqueza!

Extendida, lleva,
da, recibe;
a todo impregna:
generosa, dejada,
libre...



 Tiembla, vive,
exaltada, sutil, plena...

 Humanizada, casi alma,
felicidad derrama.

 La mañana.

¿Qué me dice?

 Ritma,
vívida repite
su presencia renovada:

 Renacida, retornada,
difundida entrega.

 La mañana.

 Declarada, ofrecida,
abierta...

 De la sombra ciega
recién llegada.

 Nueva Eurídice;
que el Sol, radial Orfeo,
musical reclama.

 La mañana.

¿Qué me dice?

 Quizá canta, danza,
encanta, exclama...

 Flotada, vaporada,
sutilísima doncella;
del Sol amada:


 Que se disipa, deslíe diluida,
bella todavía:
 Efusionada, limpia,
desnuda, blanca,
pura, dada.

 La mañana.

¿Qué me dice?

¡La mañana!




SENSIBILIDAD UNIVERSAL

A Shelley



 Sensibilidad universal.

Finísima, extendida.
 De fibras elongadas.

Sutilísimamente receptiva
de todo palpitar,
cualquiera ser.

 Imposibilidad
tal percibir:

 Vibrar, latir aquí,
sensibilidad tan invocada:

 Ilimitada, incontenida, vivaz trama,
táctil red,
acoger, prender,
intimadamente recibir:
el alentar del animal,
del vegetal;
la remoción del mineral,
tal vez;
la embebida comunión
vital, consustanciada,
de la totalidad quizá.

 Sensibilidad universal.

Delicadísima, radiada, medusa transparente:
 Abierta; infinitamente desplegada.

 Contenida, distanciada, realidad:


Que debiera ser.

 Y no es.

No es.

 Inexistente, ah.

Imposiblemente deseada.




QUÉ FRÁGIL TÚ PARA SALVARME

A Unamuno



¡Qué frágil tú para salvarme!:
Levísima palabra fugaz mía:

 Vibrante barquilla:
transustanciada,
vivaz, nauta suspendida.
Sutil madera musical, en álabe,
como violín cordada,
en transparente canal fluido, de aire,
construida.

 Deleznable,
tenue,
para transportarme, sin riesgo, aquí;
náufrago sin luz,
sobre tu quilla ingrave,
-sonorizada, entre oleajes conmovida-
con mi palpitante ansia tirante,
sobre la nada en vilo sostenido.

 Mas sujeto a tu inane ala-vela intáctil
sigo todavía, hombre yo:
delicadeza vulnerable;
ignorante así de tu instantaneidad volátil;
de la mía, también mudable;
de todo lo respirable, tensado aquí,
para subsistir audaz,
en esfuerzo, corazón, voz;
vibración efímera, como tú, en el aire
inevitablemente disipada.

 ¡Qué frágil tú para salvarme!
Palabra mía: Palabra.




ESPACIO-ALMA-TARDE-VALLE

 El espacio.
Allá el espacio:

 En la tarde distanciado,
aún más se abre.

 El espacio.

En él yo avanzo.
¡Ah inmensa calle!

 Aunque grave permanezco.

 El espacio.
Allá el espacio:

 Incierto, vago, cielo-aire-tarde.

Y en él yo inmerso,
voy, estoy, suspenso,
quieto.

 El ser no sabe
si es claro espacio abierto,
tarde-alma en el silencio,
la majestad, del valle.

 El espacio.

 Allá el espacio.

¡Ah inmensa calle!

Y yo vaho,
palpitado aliento:


 Aunque inmóvil permanezco:
en el espacio-tiempo, el aire;
por el que ciego avanzo,
suspenso en su alta calle.

 El espacio.
Allá el espacio.

 Cielo abierto, inmenso...
Como mi alma-tarde.




PARECÍA YA TODO PERDIDO

 Era la tarde.
El río,
diluido e ingrave,
desvanecido allá.

 (Sutil cendal, su cauce
flotaba en la ribera)

 El horizonte difundido:
Donde nada, nadie,
llegar se espera.

 (Sólo la tiniebla:
negro fluido
en la noche ciega)

 Parecía ya todo perdido.

Mi ser, fiel vida-río,
con la tarde entrega.

(La niebla,
el vacío-espacio,
su fugaz ribera)

 Parecía ya todo perdido.

¡El tiempo!
¡Sólo el Tiempo, aún palpitado!

 Y el ser mío,
en él frágil navío,
todavía flotado:

 Vida ciega.
Ruta ciega.



EL MURMULLO DEL UNIVERSO

Robert H. Dicke, premio Nobel de Física 1978,


dice haber descubierto «el murmullo del


universo»: la radiación de fondo de la explosión


inicial que generó el Cosmos.



 El murmullo del Universo.

Lo escucho.
Quizá lo siento.

 Como tantas veces:
Del silencio rodeado.
En las noches transparentes.
Callado el viento.

 Cierto... Cierto.

El murmullo del Universo:

 Viajero permanente:
En el espacio y en el Tiempo.

 Transitador perenne.
Rumoreado eco
él, quizá, de aquello
sucedido atrás:
 Infinitamente;
lejos... lejos...

 El murmullo del Universo.

 La sonoración, tal vez,
de la explosión primal,
el estampido ardiente
del minúsculo cartucho,
apretado de energías,


concentrado, tenso,
principio de esta rueda
inútilmente inmensa,
en el espacio dispersada;
de chispeados fuegos,
incandescentes astros;
y esferas apagadas,
tan vivaces, sin embargo,
como ésta opaca nuestra;
donde perdido escucho,
en las noches transparentes,
al oído del silencio,
la rumoración inacabada:
 El murmullo del Universo.




SOLEDAD EN CASTILLA

A Antonio Machado



Soledad en el térreo plano extenso
de ocres rectos, grabados del arado.

Va la tarde invadiendo el sombreado
paisaje que a las cosas ciega lento.

 Soledad. Soledad y alto silencio.

Un milano atraviesa el claro espacio;
y el labrador, allá vuelve, pausado,
a su lar por la senda casi oscura.

Yo también, castellano trabajado,
que intentó roturar solo el misterio,
debo ya descansar y tornar luego
a un hogar que perdí tras mi aventura.




ROCA

¿Quién te ha llamado quieta?
Roca.

 Es cierto:
No te mueves.
Tu asiento permanece.

 Mas lo sabemos;
roca:

 Tu serenidad es aparente.

Por dentro te estremeces.
Eres otra;
otra.

 Mundos regulados
giran, breves, ciegos,
veloces universos
en tu interior cercado.

 ¡Ah, cuánta energía
secreta y poderosa!

 Fuerza, íntima vida:
preciosa y tuya;
roca.

 Aquí serena, erguida,
sobre esta tierra seca.
 Severa, grave, quieta.

 Y, sin embargo, tensa.
En tu interior fogosa:
Roca.


 En apariencia,
sólo piedra:
Formación pesada;
tosca.

 En realidad, tremenda,
revolucionada fuerza:
Roca.




EL ESPACIO DE LA TARDE

 El espacio de la tarde
vaga enrumorado.

 Los árboles
permanecen aún callados.

 El viento ha replegado
sus velas transparentes.

 El horizonte se desprende
allá flotado.

 El río es curva daga dirigida
a un sol-sangre en el valle reclinado.

 Oscuridad aún no.
La luz envaguecida
en el aire se embebece transportada.

 Los árboles permanecen señalados.

Nada fiel se retira.

 Suspensa sobre el campo está la vida.

El horizonte allá flotado.

 El alma, tarde-noche,
se abre en el espacio delicada.




SÓLO EL HUMO DE UNA TENUE BRASA

 Sólo el humo de una tenue brasa:
La luz de un cigarrillo en la profunda noche;
aquí soy yo.

 Resplandor levísimo
de un brizna viva.
 Fugaz latido.
Aliento aspirado y expirado.
 Aire.
Humilde gas carbónico
de combustiones íntimas:
solamente yo.

 Me encuentro, tiemblo, aquí.
Sobre el suelo aún me levanto.
E, incierto ser, avanzo
con esta difundida emanación
-anhelo, vapor, ansia...-,
en el espacio halo.

 Eso simplemente yo:
Sobre la tierra hombre
madurado y ciego.

 Evanescente aroma
de algún árbol latiente
que se extiende y alza,
sin saber aún dónde
su sentido hallado.

 Difuminado brote.
Vaho de encendido, sutil, carbón.

 Pues sólo el humo de una tenue brasa:
La luz de un cigarrillo en la profunda noche;
aquí soy yo.



EL ÁRBOL DE LA VIDA

¡Qué menudas las hojas amarillas en el suelo!

 Espirales, movibles ondas,
con su levedad sutil el viento hace.

 Mantillo serán ellas:
Estratos, ya unas sobre otras,
apisonados por humanos pasos;
y pezuñas de animales,
cuando, al atardecer,
retornan los rebaños.

 Mientras el árbol
-imponente y fiel-
permanece aún tenso,
desnudo el tronco erecto;
y sus brazos-ramas
al espacio proyectados.

 Árbol, como aquél,
sagrado, de la vida,
que plasmó un sumerio.

¡El árbol de la Vida!

 Pronto, en sus oscuros nudos
brotes nuevos surgirán,
a la clorofílica alquimia
de la luz
-clara y misteriosa-
exentos ofrecidos.

 Ha de continuar,
jamás interrumpido,
el ciclo inexorable:


 Renovar.
Y hundirse lo caído:
hecho ya fertilizante nutridor
para formas previsoramente sucesivas.

¡Ah, hombre!

 En el Árbol de la Vida
también tú, brote al radial Sol;
que no ignora tendrá que desprenderse,
obediente a cualquier movilidad causal,
acaso tenue y azarosa;
como un viento leve de tarde,
un suave golpear de luz al mediodía,
un escalofrío inesperado
en las sombras de la noche.

¡Qué menudas las hojas amarillas en el suelo!

 Vegetal abono han de originar:
Sustento de vivaces energías:
retoños llenos de promesas,
que florecidos entrarán
en el primario, nuevo, giro inevitable:
Trágico, brutal, bello, ciego juego,
sólo por ti, ser-hombre, hoy conocido:
 Aunque, a veces, tras de velos cálidos
-vapores mendaces de la vida-
se te oculta su verdad.

 Brote-hombre:

 Que, sorprendentemente, aquí persistes todavía;
sin olvidar oscuramente que el temible,
peligroso espacio-tiempo donde alientas,
atraviesan mortales proyectiles,
estiletes de imperceptible filo;
como un sutil viento de la tarde,
un escalofrío inocente de la noche;

que te han de traspasar, herirte;
y hacerte así también fértil mantillo
-cuán selecto él entonces-,
alimento sustancial del incesante
girar, transformador, cruel, acuchillado,
de lo vivaz y de lo inerte,
del barro y el latido.




DE LA TIERRA, TIERRA

 Sé de tu belleza;
tierra.

 Humilde y ciega, hecha
de silicatos pulverizados:
Arenas.
Granitos cuarteados.
 Amarillos ocres.
Tostados sienas.

 Sencilla es tu belleza;
tierra.
Igual que la del agua:
tu tierna compañera.

 Mas nunca desdeñada
por mí ella fuera.

 Pizarras laminadas.
Basaltos.
Gredas...

 Guijarros conglomerados.
Arcillas ferroxidadas.
 Y también yesosas.

 Cantos rodados,
de circular costado:
en el tiempo trabajados
por las aguas briosas.

 Tus cosas;
tierra.




 Sé de su belleza.
Las contemplo con agrado.

 Las amo.
Como a ti, plena, te amo:
De la Tierra, tierra.




PUEDO HABLAR

Puedo hablar... ¡hablar!

 Decir.
Palabras aflorar
en el ser: tronco vibrado.

 Puedo hablar, hablar...

Con fiel gozo dejar
verter, allá efluir,
en claro manantial
sonoro el hondo pozo
de lo esencial humano.

 Hermano:

Puedo hablar,
abrir, comunicar
esto que soy quizá:
vivaz vaso colmado.

 Puedo hablar, hablar...

Ser signo, en voz logrado,
que un tanto aquí él exprese
del hontanar callado.

 Puedo hablar.
Podemos hablar:
 Hermano.




TAMBIÉN EL HOMBRE

 Ya todo callado.

Las estrellas tenuemente
reaparecen lentas.

 El silencio es alta fuente
de murmullo ahogado.

 Las sombras, casi ciegas,
todavía transparentes.

   Cercana está la entrega.

 La noche abre su enorme
seno palpitado.

 (Entrañar, ya informe,
de maternas venas)

 Y todo
en ella entrado:

 El hombre.
¡También el hombre!

 Las estrellas nuevas.




BIEN LO SÉ; TRISTEZA

A Cristina Rossetti



 Bien lo sé; tristeza.
Me has de visitar.

 Llegas.
Te me acercas.
   Cuando no te espero.

   Es inevitable:

En medio de la fiesta.
Cuando el alba se abre.
A medias el yantar.

   Apareces sin saberlo.
Sin avisar siquiera.

 Y, callada dama quieta,
a mi lado estás.

 Tu presencia no lamento.
No te alejas. No me dejas
apenas un momento:

 Amable compañera,
jamás desagradable.

 Delicada eres; bella.
Suave; no molestas.

 Te amo ya; tristeza.
Te deseo quizá.




SECA, ESPESA TIERRA

 ¡Cómo te siento!

Seca,
ciega, espesa tierra.

 Tus ocres me interesan.

Colores quietos, pobres,
humildes, que me llegan:

 Acordes musicados
con el azul lejano.

 Y aquellos otros, sienas,
de rojo ferroxidado:
 Veteados, carminosos...
En ti rastros de humano
corazón llagado.

 Seca, seca.

¡Cómo te siento! Pobre,
plana, crujiente, abierta;
placenta primigenia
de la exenta estepa.

 Seca, seca.
Y sin embargo, tú, sustento:
para mí, árbol-hombre, fuerza.

 Te llevo -lo sé- dentro;
ya hecha carne y ansia:
sustancia de mi esencia:
ocre, también ocre,
de hierro en sangre-savia:


 Y aliento, hálito, ánima:
Como tú, entre la niebla,
envuelta y vaporada.

 También un sol me quema.
Y casi arder me hace:

 El ser en sed me torna;
aquí, desde honda sombra;
querer, avidez tensa:

 Como tú, roja-ocre tierra:
Placenta primigenia.
Madre plena.
Ciega,
    seca,
          seca.




EN EL LÍMITE

A mi padre: el doctor Chamorro Lobo;


que murió determinando exactamente, por


la frecuencia y debilidad de sus pulsaciones,


los minutos que le quedaban de vida



 En el límite.
En el borde.
 Abismal.
 Final;
Se mide,
se conoce;
al hombre.

 Aún existe.
Es él.
 Pulso.
Corazón.
Ritmo tenaz.

 Mas sentenciado ya.
Sin apelación.
Recurso.

 Al borde.

Su valor,
puro,
esencial.
 Su aleación,
temple real:
 Entonces.

 En el límite.
Al final.



 Cuando existe.
Aún resiste.
 Ante la noche.
Avizor.
Insomne.

 Al borde.

¡Ah! Claro valor:
Personal.
 En soledad total.

 Su aleación:
Corazón.
 Temple real.

 Entonces.




BACH

Nicht Bach, sondern Meer.


Richard Wagner



Escuchad.
Callad.
 Apenas respirad:

Bach nos llega.
Bach.

 Su música resuena.
Catarata.
 Torrentera.

El órgano la entrega.
 Suspensa.
Inmensa.
 Plena.

 Nos arrebata.
Lleva.

 Vertical eflorescencia.
Espiral en libertad.

 Bach.
Es Bach.

 Perfecta, elaborada,
esencial, sonoridad.

 Escuchad:

Fugacidad:
Perennidad.
Realidad


más viva y nueva.
 Levedad.

 Viajad.
Con él viajad:
En fuerza y permanencia.
Transustancial querencia.
Universal cantar.

 Continuad.
Riqueza.
 Sorpresa.
Novedad.

 Es Bach.
Bach nos llega.
 Bach.




BUENOS DÍAS A LOS COLORES

 Colores claros:
Amanecidos.
 En la mañana
de nuevo hallados.
 Allí os contemplo:
Reconocidos.
Conmigo aún vivos.

 Y os amo, siento;
recién llegados:

Por el rocío
sutil lavados.
Inconfundidos.
Al Sol abiertos.
Con la luz dados.

 Colores claros,
reaparecidos,
allí espaciados.
En seres, cosas
-radial regalo-
distribuidos:

 Os amo, siento,
como algo mío;
ya en mí encarnado:
acompasado,
transido aliento,
vivaz latido.

(¡Y he de perderos,
aquí dejaros,
adiós deciros,
en el cruel momento,
del Tiempo exacto,

certero filo!)

 Colores limpios,
a mí llegados;
significados,
gratos amigos
-en mi existencia
gozo y silencio-,
de renovado
trato elegido:

 Dorados, granas,
azules-cielo acobaltados.
Cadmios, naranjas,
azafranados, hondos violetas,
con bermellones ensanguinados;
vibradas franjas
de verde hierba
y estremecidos
rojos de fuego;
carmines, ocres,
sienas tostados...

 Colores claros, amanecidos:
Sois ya en mi estancia:
os amo, vivo.
 Y recibiros,
en mí alojaros
-callado encuentro
transfusionado-
me canta, encanta,
como escogido,
vital concierto,
en el secreto,
ensoledado,
interior mío.




 Colores nuevos, reaparecidos:
Os amo, siento, ya en mí logrados:
Embebecidos, enmusicados...

 (¡Y he de perderos; desvanecidos,
tras rapto ciego, incontenido,
de un voraz, fiero, rapaz violento:
ángel siniestro: volar sombrío!)

 Me duele veros, seleccionaros,
saborearos, dentro sentiros,
si considero que, oscurecidos,
debo dejaros, abandonaros,
para mí hundidos:
 Como a las flores
que habéis vestido.
Como a los campos,
al aire-aliento, respiro mío:
 A la luz blanca: matrícea esencia
virgínea vuestra: vivaz fluencia,
sobre la tierra
tan generosa,
también amada.

 Colores dados, esclarecidos,
de todos, míos,
con la mañana
recién llegados:
lejos crecidos, al Sol abiertos,
aún conmovidos:
 De la luz canto, ritmo acordado,
y recogido,
en silenciado,
ensimismado,
concierto vivo.

 Colores gratos,
aún con la vida,
aún con el día,

fiesta y contento:
 Enriquecidos, armonizados:
y repartidos, establecidos,
en seres, cosas, del cosmos pleno:
 Sed bienvenidos, considerados,
acariciados, nunca ignorados.
En la mañana gozo y portento,
arte impagado, sustento mío.

 Colores claros,
amanecidos...




ALGUIEN, QUE NO ES NADIE

 ¡Separarme!
¡Pretende separarme!
 De vosotros todos, alguien.

 -Lo sé, lo sé-

 De vosotros también: árboles,
mis amigos animales,
la luz, el Sol, el aire,
la tierra fiel.

 Alguien.
Alguien que no es nadie.

 Ha de separarme.
Apartarme.
Eliminarme.
 De todos arrancarme.
Al fin desenraizarme.

 Y tirarme.
Ya dejarme
sin ansia y carne:
 Liquidado el ser.

 Y me duele,
me daña, el enterarme
de este suceder.

 Me aprieta,
me ahoga, hasta asfixiarme;
saber cierto que alguien,
quizá sin avisarme,
habrá de separarme,
totalmente arrancarme;
 cualquier noche, cualquier tarde,

cualquier amanecer.

 Alguien.
Alguien que no es hombre,
que no es nada, que no es nadie.
Cruel.
 Brutal y cruel.




¡CUÁL FUE TU CÁNCER, MADRE!

A mi madre, María Aguilar; muerta de cáncer,


a los cuarenta y seis años, en 1938.



«Estoy convencido de que la ansiedad es una


de las causas del cáncer»


Dr. Charles Richet



 ¡Cuál fue tu cáncer, madre!
 ¡Cuál fue tu cáncer!

El que envenenó tu sangre.
Abrasó, corroyó, tu carne.

 El que te mató;
con destilación mordiente;
mujer aún joven;
madre.
 El maldito, por siempre, cáncer.

 O aquel otro:
El de tu dolor;
la aflicción constante
de tu corazón transido;
 por nosotros;
madre.

 El padre,
la hija, enfermos:
Sin curación.

 El hijo aún lejos;
con destino incierto
en el conflicto atroz...




 ¡Cuál fue tu cáncer
verdadero;
madre!

 ¡Cuál fue tu cáncer!

 El que penetró en tu cuerpo:
Furtivo; como un ladrón.
 Negro tumor,
bestia execrable:
 Para destrozarte, arrancarte,
llevarte;
madre.

 O aquél: lento,
de inapreciable acción:
Que lo precedió, tal vez:
 De la congoja pertinaz:
Asfixiante cinturón
-fajo constrictivo-
que apresó tu entraña;
 de sensibilidad,
amor;
madre.

 ¡Cuál fue tu cáncer!
¡Cuál fue tu cáncer!

 El enemigo, tenaz, avieso,
que te invadió asesino,
tu organismo aniquiló, venció.
 Y a todos nos marcó;
los en ti queridos,
con la doliente muesca:
Sin reparación.
 Mutilación, ya nuestra,
de tus latidos:
 Tu ausencia;
madre.


 O el que preparó,
facilitó, su ataque:
 Mortificador también:

 La agonía de ser;
la experiencia lacerante
del incesante padecer:

 El cáncer,
el mal, de la existencia;
madre. ¡Madre!

 ¡Cuál fue tu cáncer!
 ¡Cuál fue tu cáncer!




TARDE DE VERANO

 Los pastos ya están secos.
Tarde de verano.

 Contemplo.
Observo quieto:
Erecto árbol humano.

 En el prado flotan vahos,
del heno aliento.

 Pausado, lento,
pace el ganado.

 El silencio es largo,
tenso:
como el horizonte plano:
 prolongado, recto...

 En el pantano
chapotea un batracio.
 Vuelan los vencejos
ya por cielos bajos.

 Y a su chillido alado
contesta denso un negro
sonar de grajos

 Las vacas miran lejos.
Y tornan, más despacio,
a su pacer callado.

 Tarde de verano.

-Tiembla un gran momento
del ser, no hallado-


 Tras del neblinaje,
vago el sol flotado,
rasante a la fiel línea
cero del paisaje.

 Los pastos ya están secos.
Tarde de verano.

-¡Lejos, lejos, un momento
  jamás llegado!-




INVIVIENTES ASTROS

 ¡Tristeza! ¡Astros!

Majestades del espacio errantes.
 Desolados viajeros ciegos.

 ¡Tristeza! ¡Astros!

 Sin un aliento,
un palpitar vibrado,
en vuestros callados ámbitos:

 -Esferoidales yermos,
allá ignorados-

 Sin una fiesta
de la vida, un canto
desprendido, al menos,
de un leve insecto
en frotados élitros;
algún graznido,
el zumbar de un vuelo.

 ¡Tristeza! ¡Astros!:

 Vuestro silencio inmenso;
sin latidos, ecos...

 Minerales semblantes.
Rostros resignados.

 Sin que nada, nadie,
vuestra grandeza inerte,
vuestra belleza estéril,
contemple, y ame.



 ¡Tristeza! ¡Astros!

 Pedruscos redondeados;
por ningún hondero
al vacío lanzados.

 Gigantes cuerpos:
 Opacos.
Gravitados.
Densos...

Abandonados
a regulados, banales giros,
en la plural ruleta:
el extraño juego,
sin croupier atento,
de energías, protones,
neutrones, átomos...

 Danzadores tensos
-afuera, dentro-
en el tiempo-espacio,
en el espacio-tiempo.

 ¡Tristeza! ¡Astros!

 Sin sangre, hábito,
ropajes de aire...

 Desnudos, desheredados,
ateridos, yertos...

 O en el más intenso,
radioactivo, fuego;
como teas gigantes:
 Quemados mártires:
Testigos mudos,
de nada, nadie,
seguro, cierto...


 Solitarios.
Sin hogar. Distantes...

 Emperadores siderales
de abandonados reinos:

 Sin chambelanes,
azafatas; bardo,
que vuestro hado trágico
de Atridas cante.

 ¡Tristeza! ¡Astros!

 Viajeros suntuosos,
como trenes proyectados
en la rutilante noche:

 Los ventanales iluminados:
Al espacio negro
por entero abiertos.

 ¡Tristeza! ¡Astros!

 Silenciados.
Desconsiderados.
 Ciegos...

 Hermanos sin hálito,
de esta esfera nuestra:

 Multiembrionaria madre
de la diversa Vida:

 Y tragedia también;
sangrante.

 ¡Tristeza! ¡Astros!



 La mía; de hombre.
La vuestra; que en mí siento.

 Imperios minerales.
Enormes...

 Sin habitantes, siervos...

 Perdidos, ignorados...
Desolados.
 Errantes...

 ¡Tristeza! ¡Astros!



SEÍSMO

 Te conmueves; Tierra.

 Pareces tan serena.
Estable. Aquí segura.

 Y, sin embargo, llevas
presiones enfogadas
en secreta hondura.

 ¡Ah, cuán asentada
creemos que te encuentras!

 Sobre ti edificamos
el templo y la morada.

 Tu solar pisamos.

Nos sustentas: Tierra.

 Y, sin embargo, tiemblas.
Con nosotros te estremeces.

 Y en brotes llameados
también te abres, a veces:
tu honda entraña expresas.

 Te conmueves; Tierra.

 Pareces tan serena.
Estable. Conformada.

 Y alojas, tensa llevas,
energías encontradas,
inquietudes ciegas.

Como nosotros; Tierra:
 Nuestra gran hermana.



ÁRBOLES EN LA NOCHE

 Árboles en la noche.

   Del misterio entrega.

La claridad remota
que de las estrellas llega,
resalta aún más
la intimidad secreta
de vuestra corpulencia oscura
entre las sombras ciega.

 Árboles en la noche.

Como vosotros, yo,
vertical en ella,
lo desconocido y hondo
que en mi tronco alienta,
contenido siento:

 El sustento
que me asciende y tensa,
que mi ser invade;
y en la noche tiembla:
sin cesar florece.

 Hasta hacerse cáliz,
transbordada copa,
con la vuestra plena.

 Árboles en la noche.
Crecidas sombras.

 En la noche;
en la noche, árboles,
recibimos, somos,
sustanciado aliento

del secreto aún ciego.

 ¡Ah! Estamos:
En el espacio exentos.

 Pero no sabemos.
Ofrecemos sólo
nuestra plenitud latente:
 Yo tronco.
Y vosotros también troncos:
 En ascensional sentido
nuestro sino erecto.

 ¡Oh ansia, fuerza!

 En la noche densa
hontanar crecido.

 Y vosotros, árboles;
en la noche honda:

 Quietos.
Elevadas sombras.
Prendidas naves.

 Árboles.

 Misteriosos.

Callados.

 Ciegos.
 Árboles en la noche.




CIUDAD BABEL

El viaje ha terminado.

Al comenzar la noche
llegamos a la ciudad.

 Calles, cables,
coches...
 El termitero humano.
Neones sobresaltados.
 ¡Ya luz sin paz!

 Inestabilidad.
Derroche.

 Hombres precipitados;
aquí, de nuevo allá;
sin saber adónde
los inciertos pasos:
 En su marcha ciegos;
o, acaso, destinados:
 Jamás, tal vez.

 ¡Ciudad! ¡Ciudad Babel!

 ¿Cesó el trabajo?

  La nocturnidad el fiel descanso
no ha garantizado.

 Para algunos es
el empezar ahora
de un horario esclavo.
 Para otros sobra el tiempo
en la noche prolongado:
Sin reposar tampoco
su aliento desvelado;

en la ansiedad constante,
compañera de sus lechos:
 Por el mañana preocupados;
o, aún sobreexcitados,
tras el quehacer brutal
de un día sobrecargado:
Con tenacidad sobrellevado,
en su dureza cruel.

 ¡Ciudad! ¡Ciudad Babel!

 ¿El placer?
¿Dónde el placer?

 Bellezas sacrificadas
a un negro Moloc ciego:
Entre blandos lujos;
o en tabucos enlodados;
apresurados ligazones:
felicidad fugaz
en evasiones, sueños,
orgasmos adulterados,
venenos de embriaguez.

 ¡Ciudad! ¡Ciudad Babel!

 A ti hemos retornado.

 Por necesidad:
Está bien claro.

 Trabajar... Comer...

 Mas huiremos,
otra vez,
al campo que las rejas
sólo han roturado.



 Y no hacia aquel,
de plásticos, conservas,
carteles, mancillado.

 O, para no volver quizás,
al otro: desolado,
sin tiempo-espacio designado;
donde ni el zumbar
de un leve insecto,
en vuelo, escucharemos.

 ¡Ah! Pudiera ser.

 ¡Ciudad! ¡Ciudad Babel!

 Nuevo infierno.
Purgatorio por nosotros
reinventado:

 Del insomne padecer,
la inseguridad, el miedo;
el permanente acoso,
la soledad ya infiel.

 ¡Ciudad!
¡Ciudad Babel!



MI SER

 Mi ser.

Sutilísima trama.
 -Energías, fuego; sangre, ansias...-

 Delicada red
de fibras palpitadas:
 Tejida, elaborada;
en prolongado, largo, tiempo
continuadamente sustanciada.

 Mi ser.

 Aún fuerza en voz:
aquí vida hospedada.
En sustentación apenas:
 Inestable, incontenida,
formación infiel,
ciega todavía.

 Vulnerable condensación:
vibrátil, espaciada, tensa.
En fugacísima suspensión:
-Aire, rocío, frágil,
inapreciable,
deleznable, ala-

 Mi ser.

Mi esencia:
 Finísimamente trabajada.
Precipitación, casi, ah, volátil,
de la Vida;
tras largo, largo tiempo, hábil,
de alquímica actuación,
en secretísimo taller;
interior, hondo, lograda.


 Escogida, selectísima trabazón
de fibras,
anhelos, sangre, ansias...

 Amenazada contención.
Vibración. Temblor...
 Cosmos solo;
como juego, sin utilidad, de niño:
globo de jabón
sobre insondable sima flotador...

 ¡Ah! Efímera voz. Tenue luz
en condensación vivaz,
desde lejos iniciada:

 Levísima, delicada formación:
Transustanciada.
Incierta.
Ciega.
   Inestable. Inacabada todavía.




LUZ SALUDADA

A Jorge Guillén



 Alba castellana.
Claridad nacida.

 Incipiente, lenta,
ingrave difundida,
sobre la meseta
la luz llegada.

 Nos baña,
envuelve,
gentil rodea.

 Genesial, fluida,
vivaz,
ligera.
 Limpia,
dispersada,
flotada...
   Nueva.

 Ama ella. Ama.
Acaricia inapreciada:

 En crecida, silenciada,
transida entrega.

 A la mañana
embebe, impregna.

 A seres,
plantas,
maná leve,
sustenta.


 Transparente.
Misteriosa.

 Por clorofílicas alquimias
en pan transustanciada.

 Embebida,
blanca, inmensa...
Espiritual presencia.

 Realidad, vital esencia;
vista, e ignorada.

 Generosa,
buena,
nos visita dadivosa.

 Fiel, radial,
nos llega.

 Se abre.
De su seno extrae colores
vivacísimos que imparte;
plástica graciosa.

 (Tal vez sus amores
por los seres, cosas...)

 Hermosa es: aunque intactada.
Bella.

 Sin forma, casi diosa.
Sin olor, sin flor,
espaciado, limpio aroma.

 Declarada ella.
Cierta.
-Su rostro en Sol no miente-
Se extiende, pura ofrece:


 Ama. Todo ama.

 En ocasiones, cálida,
con suavidad nos besa.

 Circular, desparramada,
genera,
fructifica variada:

 Milagro en proyectado,
ilimitado, haz.

 Alma. Casi alma.

Celeste, sustancial
vitalidad.
Germinal sobre la tierra:
Energía polinizada.

 Gracia es. Doncella.

 Y, sin embargo, matriz tierna,
del color generadora.

 Agilísima -insonora-
al agua, al aire, gana.

 Exultante, expansionada,
brinca, salta;
libérrima, audaz, juega.

 Instantánea,
rapidísima viajera.
 Sin finalidad:
 Errática.

 Transportadora rauda
en espaciales ámbitos,
de todo suceder.


 Radiación-flor
extática.

 En el momento exacto
-puntiforme tiempo-
plena, veloz, dada.

 Del Sol
múltiple mano:
 Transparentada,
intáctil.

 Efusionada energía-claridad,
conquistadora de todo lo distante.
 (Aunque tan cerca, como amada, la sintamos)

 Vibración, calor.
Emanación.
 Amor casi, flotante.
 Impalpable ríada viva
de infinitesimales cauces.
 Multirraudal fluencia.

 Luz. Luz-alba.
De todo, todos;
nuestra.

 Sobre la meseta
de Castilla:
Severa, grave,
horizontal, abierta;

 Para nosotros:
el animal, el vegetal,
el cosmos;
 la tierra, el aire...
Bienvenida,
   feliz, llegada.




ANIMAL, ¡CÓMO TE SIENTO!

A mi querida perra Tana, muerta años después


de escribir este poema



 Animal. ¡Cómo te siento!
En ahondado sentimiento:
caliente, visceral,
cual tu entrañar contento.

 Cordialidad eres:
Aliento.
Latiente realidad.

 También forma en el Tiempo.
Igual que yo: animal,
aquí en fugaz sustento.

 Tu vida-oscuridad
envidio algún momento.

 Animal. Sufres tal vez.
Te conmueves tierno y tenso.
 Lo sé: pobre animal.
 Te compadezco y siento.

Mas ignoras ciego, ah,
la fatal verdad;
que, fiel daga en tu cuerpo,
preparada está.

 La presientes tu, quizá.
La barruntas como un cepo
de donde no saldrás.

 Pero no sabes, de cierto,
que la tienes que encontrar;
como yo lo sé, animal:


Sentenciado compañero,
a tu final ajeno.

 Animal.
¡Cómo te siento!

 Los dos iguales: ciegos.
Te salva tu ignorar.

 Animal.
Animal bueno.
 En ocasiones, fiero:
Atento, audaz guerrero,
al mandato genesial.

 De la vida prisionero.
Como yo, sujeto al plan
que se trazó primero.

 Animal.
¡Cómo te siento!
  Inocente compañero:

 Continúa en fugaz tiempo
tú aquí, sin preguntar.

 Que ignores siempre, quiero,
la exacta realidad;
de la libertad final
para los dos: animal bueno.

 Animal, ciego animal.
Tan brioso y tan vivaz,
sobre el abismo en juego.

 Igual que yo; animal.

¡Compañero, compañero!




AQUELLO

 ¡Aquello!

¡Revelar aquello!

 Lejos iniciado.
Cubierto.
Ciego...

 ¡Aquello!

Secreto.
Reservado.
Ahondado.

 Genesial.
Nuevo.

 Misterio, ¡ah!
Original, actual.

 En perennidad, profundidad,
movilidad de un prolongado
caudal subtérreo.

 ¡Aquello!

 Realidad excepcional.
Acierto insospechado,
en el total azar:

 Juego audaz, aventurado,
complicado;
de la multiplicidad universal.
 En el singular espacio-tiempo
de esta esfera entrado.


 ¡Aquello! ¡Aquello!

 Jamás dilucidado.
Guardado.
Hermético:
 Tras indescifrables claves,
sellos...

 Creacional.
Activo todavía.
 En circunstancia irrepetida,
impar, ocasionado:

 Portento.
Prodigio de la Vida.

 Pluriformal, diverso,
asombrosamente variado:
 Generado, aniquilado;
de nuevo modelado.
 Brutal... Bello.

 Plasticidad: arte incausal
de un plástico irreal:

 Trágico.
Tremendo.
Callado.
Ciego.

 ¡Aquello!

Lejos elaborado, trabajado:
 Que fue, todavía es,
precipitado de elementos,
sustancias en el horno-fuego germinal.
 También ahora real:
Multicardinal; protéico...


 -Para mí, hombre aún incierto,
quizá plasmado-

 ¡Aquello!

Revelar, esclarecer, aquello.
 Saberlo, conocerlo; hallarlo.
 Secreto, misterial...
Entonces.
Ahora.
 Luego...

¡Deseo pertinaz!
Busca, exploración tenaz.

 E imposibilidad,
logro inalcanzable,
del hombre; aquí también
ocasional ser:
 En la banalidad de este gran juego
inútil resultado.

 ¡Aquello!

 Conocer, saber,
esclarecer, aquello:

 Jamás iluminado.

 Origen de esto hallado;
renovado, aniquilado:
 En permanente, vivaz,
cruel actividad.

 Revelar, desvelar, ver,
aquello.

 ¡Aquello!




TIEMPO

 Tiempo:
Inmenso, largo, largo...
Continuado, inacabado,
jamás suspenso.

 Tiempo, sin embargo,
para mí apretado;
medido, interceptado,
acotado, ceñido;
preso.

 ¡Por qué! ¡Ah! ¡Por qué!
Tiempo.

 En mí estás palpitado,
en ritmos acordado,
sucedido,
con mi corazón, mi aliento.

 Tu pasar,
en mi ser también,
ahondado pasó él.
 Tiempo vivo mío:
Elaborado, trabajado,
tu hilo suspensivo:

 Ensartado, tejido,
a veces fulgurado;
resplandecido, florecido,
en gozo, vivaz canto...

 Y, sin embargo,
Tiempo:
Instantáneo,
en un momento,
me dejarás cortado:
 Quebrado tronco,

vital sarmiento;
musical, atirantado, filamento
vibrador saltado.

 Para caer yo:
mi trazo, trozo tuyo conmovido,
transustanciado, enriquecido;
en ti vacío,
sin sentido hallado,
improyectado el ser...

 Ah, Tiempo:
conmigo despectivo,
descuidado:
 Mientras tú, continuado, proseguido,
infinitamente prolongado:
recto, curvo, espiral, plano,
fluido redondel, quizá...
Ya aire afilado:
cruel...

 Por mi herida:
La que ha de llegar
de tu ala-hoz sutil,
te hablo:

 Tiempo sin corazón:
mecanizado, incontenido, compás sin fin,
en permanente duración:

 Y, sin embargo,
segador
de mi particular, ritmado, alentado,
tiempo henchido;
a veces embebido, encantado, suspendido:

 Corto tramo,
aislado trozo tuyo vivo;
solitario, ah. Sólo,
sólo él mío.


CESAR... CEDER...

 Cesar... ceder...
Evaporar
el ser.

 Desvivirme,
desprenderme:
Irme ya.
Irme:

 Si he de callar,
permanecer,
sólo aquí estar;
a mi aspirar infiel:

 Sin expresar, cantar,
decir, decirme.

 Cesar... ceder...
No asirme,
ingravedad,
al suelo firme.

 Desprenderme.
Transfundirme.
Derramarme.
 Irme:

 Vapor, aire.
Diluido, excluido,
libre, puro azar:

 Si he de quedar;
mudo alentar,
sin expresar, cantar;
decir, decirme.

 Cesar... ceder...

Evaporar el ser.

 Desvivirme.
Eliminarme.
Confundirme;
con el aire, el atardecer,
el sol, el mar...

 Marcharme.
Desprenderme.
Irme ya.

   Irme.




PROSIGAMOS NUESTRA CANCIÓN, AMIGOS

Prosigamos nuestra canción, amigos.

Prosigamos; mientras nuestra vida flote
-balsa, nave, o quizás humilde bote-
en el mar-azar,
tras el veraz destino.

 Prosigamos nuestra canción, amigos.

 Que no se note
el trabajar secreto
del terrible, tenaz, atroz molino,
allá en el fondo;
donde, sin salvación, caeremos;
deshechos,
sin respiro vivo.

 Prosigamos nuestra canción, amigos.

 Mientras cantemos,
nuestro ritmo apagará el tambor,
silencioso, ah, mas continuado, pertinaz tam-tam
de Tiempo: traidor, ciego asesino.

 Y la sonoridad
de nuestra caldeada voz
ahogará el chasquido
de la manejada, persistente hoz,
con inexorable filo segador...

 Prosigamos nuestra canción, amigos.

¡Aunque no la oiga ni Dios!

 Nos bastará
para poder así continuar,

en su flotado hilo melodial;
aguantando aquí,
sobre el fatal abismo aterrador,
como circenses -el corazón en vilo-
sin acogedora red,
en difícil suspensión;
 por la punta de un pie colgado el ser;
 volatineros en el temor curtidos.

 Prosigamos nuestra canción, amigos.

   ¡Aunque no la oiga ni Dios!

 Es igual.
Nuestra canción.
 Prosigamos nuestra canción;
amigos.




EN LA HUERTA

 En la huerta.
Sentados junto al pozo.

 Sobre nosotros,
las ramas del granado.

 ¡Qué hermoso,
tras la cerca,
el sol, ya rojo,
del atardecer temprano!

 Temblaban nuestras manos
en su apretar gozoso.

 Nos mirábamos.
Fijos... fijos... ah.

 ¡Qué había en tus ojos!
¡Qué había en tus ojos!

 No sé: De pronto,
estábamos tendidos
en la hierba,
junto al pozo;
enlazados,
debajo del granado.




HABÍAMOS LLEGADO AL ÉXTASIS QUERIDO

 Habíamos llegado al éxtasis querido.
Fluidos nuestros cuerpos; como aire arrebatado.

 Habíamos llegado al éxtasis querido.
En cimas de alto aliento crecidos y enlazados.

 Habíamos colmado el éxtasis querido.
Transidos nos miramos.

 Volvimos a encontrarnos, del gozo desprendidos.
Aquel tu amado hechizo tornó a tus ojos claros.

 Me hundí en ellos perdido, de nuevo transportado.
¡Qué grato mi embebido viaje remansado!

El tiempo fue un latido, ingrave y trasvasado.

 Habíamos llegado al éxtasis querido.

 Y no nos ignoramos.




BELLO Y TRISTE

¡Bello y triste!

 Perderse -larga tarde-
en fiel remanso vago.

 Quietamente,
ciegamente, callados
despedirse.

 ¡Bello y triste!

Tal vez.
-¡Ah, puede ser!-

 En el aire; allá el flotado
perecer de un consumado
fuego del verano,
el Sol ya preparado
para hundirse;
decirse prolongado, largo,
alado, tenso adiós...
 E irse transportados,
a otro espacio, ya sin voz...

 ¡Bello y triste!

 Con calor, la efusión en flor,
dejarte:

 Mas volver, tornar,
colmado de nostalgia, después
a despedirte;
otra vez, otra vez...

O permanecer:
quedarse ya...


 ¡Bello y triste!

 Llegar... ceder...
A tu lado perdurar:
 Dejado, extasiado,
ya sin límites...

 Y nuevo, recobrado,
contigo entrado ciego,
hallados confundirse.

 ¡Bello y triste!

 La tarde de un fogueado
avance del verano,
abandonado ya el Sol, allá entregado;
estrecharte, beber, embeber tu ser...

 Y separarnos:
Despedirnos después;
otra vez, otra vez...

 En largo, prolongado, alado,
tenso adiós...
Que no ha de repetirse.

 ¡Bello y triste!

Amor... Dolor... ¡Ah!

 ¡Bello y triste!

 ¡Bello y triste!





LAS CANCIONES DE LA NOCHE YA HAN PASADO

Las canciones de la noche ya han pasado.

 Las escuchábamos entonces.
Prolongado el oído tenso.
El corazón suspenso;
en el más alto silencio transportado.

 ¡Ah, musical tiempo,
vanamente hoy evocado!

 Pues las canciones de la noche ya han pasado.

(Aunque no aceptarlo, acaso
todavía pretendemos)

Aquellas que de lejos nos llegaban;
cuando, ciegos los dos, juntos vibramos,
de la vida felizmente enlazados prisioneros:
 Mientras arcos transparentes,
cuerdas siderales,
en las cimbrias de la bóveda celeste resonaban.

 Las canciones de la noche ya han pasado.

 Y, sin embargo, aún esperamos
-el ansia como erecta lámpara encendida-
que vuelva su hondo acento:
 Cuando tú ya no estás, cuando no estamos
los dos aquí apretados, cubiertos de silencio,
por aquel ritmo secreto, tan nuestro, acompañados.

 ¡Ah, éxtasis perfecto,
del gozo en el concierto íntimo logrado!

 Mas las canciones de la noche ya han pasado.


 Melodías sin esperanza.
En la nostalgia de sus ecos,
las sombras de su canto,
para nosotros solamente ahora retornadas.




QUÉDATE, MOMENTO

Quédate;
momento.

 Inacabado.
Suspenso.
Aflorado.
Tenso.

 Quédate:

Logrado.
Inusitado.
Palpitado.
Nuestro.

 Quédate;
momento.

 Esencial.
Inaugural.
Nuevo.

 Apretado.
Colmado.
Intenso.

 Quédate:

Culminado.
Sustentado.
Perfecto.
 Callado.
 Cierto.




 Quédate, quédate:
momento.

 Del ser
cima vital.
Infinidad.
Perennidad.
Aliento.

 Quédate:

Prolongado.
Veraz.
Aprisionado.
Adentrado.
Fiel...
Lento.

 Quédate, quédate:
momento.




CRECÍA NUESTRA DICHA PALPITADA

Crecía nuestra dicha palpitada.

 Vibraba conmovida.
Manaba rebosada.

 Transportada, transfundida, trasvasada;
se extendía con la luz de la mañana.

 Desbordada se esparcía.
Se ofrecía derramada.

 Como el aire, como el día,
circular se repartía.

 Empapaba, impregnaba.
A todo enriquecía difundida.
 Quizá transustanciada.

Llegaba hasta las plantas,
las semillas;
 las flores extasiadas.

 Los animales,
los árboles,
también la recibían.

 Viajaba a las estrellas distanciada.

Giraba con las aves.
Planeaba suspendida.

Era polen, temblor, canción flotada.
 Parecía danzar, bailar fluida:
Hervor en levedad.
Savia ritmada.


 Se extendía nuestra dicha.
Se espaciaba, aleteaba.
Se embebía silenciada.

 Era emanación, eclosión, efusión dada.
Era río, ría...
 Versión dejada, henchida,
desprendida; confundida
con el mar, con el sol de la mañana.




INSTANTE

 Instante.

¡Ah! Imposible
-lo sé- apresarte:

 Conseguirte.
Asirte.
 Limpio.
Inmovido.
 Estable.

 Instante;
continuador.
Del tiempo suspensiva
puntuación:
Constante seguidor seguido.

 Volátil corazón.
Latido.
 Desvanecido, transcurrido;
errante.

 Instante,
vibrador, fulgurante,
ardido entre los dos:
 Vivaz, audaz,
lucido.
 De fugaz felicidad
henchido.

 Instante;
definitivo, decisivo.
 Irretornable.
Al infinito dirigido.
 Sin el deseado, anhelado, giro.


 Instante:
Precipitado, frágil,
deleznable.

 Revivido, sin embargo.
En nosotros perdurable;
fiel.

 Estallido.
Eclosión.
Gozo-flor.

 Instante aquel:
 Culminado,
transido,
tenso.

 Recogido, interior.
Alimentado,
sostenido,
pájaro cantor:
 Tuyo, mío...

 Coloreado,
encendido,
aleteante, ah.

 Sentido nuestro.
De los dos.
Aún vivo.
 Aquel
personal, intemporal,
contenido;
 instante.




CRECÍA LA MAÑANA

 Crecía la mañana.
Se abría como rosa.

 Las montañas vagas.
Sin velar las cosas.

 Sobre el mar flotaba:
Libertad gozosa.

 Lucía consagrada,
dek Sol ya esposa.

 De su luz nimbada,
tú del mar llegabas.

 Avanzabas clara.
Te ofrecías callada.

 Sin velar, dejada:
Como dada rosa.




MARA

 Te quiero como a la noche.
Como a la noche;
Mara.

 Me embriaga,
absorbe, tu misterio,
tu remoto dentro.

 Igual que el de la noche.
Igual que el de la noche.
Tan incierto;
Mara.

 Tu cuerpo,
tu fiel rostro,
belleza emanan.

 La siento,
la contemplo.
Me sumerjo en ella.
Inmerso en su derroche:
radiación flotada.

 Y el secreto,
ah, el secreto,
de tu ser tras de tus ojos;
tan hondo en tu mirada:

 Igual que el de la noche.
Igual que el de la noche:
misterioso;
Mara.

 Te envuelvo,
enlazo.
 En ti feliz, absorto,

extasiado, ciego.

 A tu vientre acoso.
A tu entraña llego.

 Pero no hasta el fondo
esencial que esconden
tu mirar, tu cuerpo,
tu palabra clara:

 El secreto, ah, el secreto,
que presiento hermoso,
que me atrae, absorbe:

 Igual que el de la noche.
Igual que el de la noche:
misterioso;
Mara.




AIRE

 Transmisor mío:
De mi palabra
conductor fluido:
 aire.

 Llévala.
Llévale,
vivo,
mi efusión, mi voz,
a quien sabes
ya.

 Porque tú allí estás:
De ella alrededor, también.

 Y te respira,
como yo,
en ansiedad, tal vez:
 aire.

 Mi palabra.
Llévala.
Llévale
mi respiración,
mi ardor,
mi parte de ti,
aspirada,
expirada,
vibrada,
en mí;
con calor, temblor;
 aire.

 Aire
de los dos,
de todo en comunión;

lejano conductor,
transmisor feliz;
de mi voz,
mi exaltación,
mi ser en ascensión, tensión;
 aire.




EL AIRE SUSPENDIDO DESPRENDÍA...

 El aire suspendido desprendía
un olor a rosas transparentes.

 En tu aroma, tal vez, él se embebía.
Como yo, te aprehendía limpiamente.

 Los dos, iluminados como el día,
encendimos la vida jovialmente.

 Se enfogó nuestra sangre incontenida.
La efusión creció henchida felizmente.

 La mañana subía, y confluían,
como ríos de dicha, nuestras fuentes.

 Eras diosa radiada en la alegría.

 Y el aire suspendido desprendía
un aroma de rosas, limpias, fluidas;
y albas, rojas, risas transparentes.



ÍBAMOS, DE LA MANO, POR EL CAMPO

 Íbamos, de la mano, por el campo.
En mis dedos prendida palpitabas.

 Te sentí, apresada, como un pájaro.
¡Qué íntima en mi tacto transportada!

 Callábamos.

 Inútil resultaba que expresáramos
lo que nuestros alientos denunciaban.

 Vibraba alto el silencio en el espacio
de la tarde todavía clareada.

 De pronto, nos paramos.
 Seguíamos cogidos.

Nuestros cuerpos, más cercanos,
se trabaron como ramas encontradas.

 Vacilamos.
¡Ah! ... ¡Por qué!

 Nuestros pies, ya suspendidos,
en el suelo, apenas leves, se apoyaban.

 Te sostuve con mis brazos decididos.

 Apreté.

Te apreté, presa querida; y los dos fuimos
por no sé qué, no sé quién, sobre la hierba,
como un árbol crecido derribados.



 Íbamos, de la mano, por el campo.

 Y caímos los dos, ciegos, transidos;
con el sol desprendido del verano.


¡QUÉ TRISTE EL SONIDO DE LAS COSAS!

 ¡Qué triste el sonido de las cosas!

Ahora, ahora.

 Tan apagado,
mate;
en mi corazón opaco.

 Las aves
no son ya pájaros:
 vivaces gargantas musicadas.

 La mañana despertada
con el trajín humano;
antes vibrante
de melodiadas notas:
 Desacordadas, roncas,
ahora, ahora.
 Como ruidos graves,
de sonoridad penosa.

 Explicadme.
Explicádmelo.

 ¡Qué triste el sonido de las cosas!

 Tan estremecido antes:
Florecido, grato...
como clamor de rosas:

 El griterío de los niños.
El paso de los caballos
sobre el asfalto en ritmo.
 El tráfico de las calles,
sin estridencia oído.


 Explicadme.
Explicádmelo.

 ¡Qué ha pasado en mí!
¡Qué ha sucedido!: Ahora, ahora.

 Para que llegue mate
a mi corazón opaco
lo que vibrante ha sido:
 Antes, antes;
enfogarado, vivo,
como clamor de rosas.

 ¡Qué triste el sonido de las cosas!




ENTRE LAS SOMBRAS CRECIDAS...

 Entre las sombras crecidas
de la honda tarde que vence,
tu incierta boca embebida,
lograr quisiera, y beberte.

  Entre las sombras perdidas
-mi ansiar, ah, cuánto adolece-
tu fiel cintura rendida
hallar quisiera, y tenerte.

 Entre las sombras tendidas
-la tarde larga perece-
feliz quisiera, querida,
fundido en ti, ya saberte.

 Entre las sombras transidas
-¡oh aspiración que alta crece!-
el fluido ardor de la vida
bebámonos mutuamente.

 Entre las sombras transidas.

Lejano allá el fondo inerte.

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