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![]() Horapolo, Hieroglyphica. París 1551. Uno de los jeroglíficos para "Mes". |
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2ª Parte1 |
Queremos empezar tratando un tema que ha sido piedra de toque para muchos lectores, hombres y mujeres, de la obra de René Guénon. Poca referencia se hace en ésta a la posibilidad de que la Masonería sea una vía iniciática válida para la mujer; y cuando se refiere a este tema, en principio, pareciera que niega esa posibilidad.
Ante esta cuestión, que aparece como irresoluble, solo podemos decir que tenemos una realidad donde se ha impuesto la masonería mixta; decimos se ha impuesto en el sentido de que se da más allá de lo que muchos hemos pensado al respecto. Muchos de nosotros hemos acabado aceptando este hecho como algo necesario, tan necesario que ha hecho que fuera posible.
dice Pitágoras en sus Versos de oro, y así, más allá de nosotros, de la misma Masonería, nos atreveríamos a decir, no podemos ver esto, la incorporación de la mujer a la Masonería, primero en logias femeninas y ahora mixtas, sino como algo Providencial. No podemos negar la evidencia y esta es que actualmente hombres y mujeres están trabajando en las logias masónicas, hombro con hombro, haciendo efectiva la iniciación recibida3. Sabemos que una iniciación que tenga en cuenta todos los aspectos del ser es preferible, por eso es que ha habido iniciaciones sapienciales, guerreras y artesanas. También iniciaciones masculinas y femeninas. Lamentablemente, en este momento, de todas esas posibilidades queda en Occidente una Orden iniciática, artesana y masculina en su origen. Continuamos leyendo a Guénon:
Se habla de un oficio, y del conocimiento y desarrollo de éste como soporte de la realización intelectual-espiritual y, pensamos nosotros, ¿qué impide que sea el de escritor (que puede ser ejercido a la vez por hombres y mujeres), siguiendo a Hermes5, escriba divino, el que nos brinde este soporte? y si esto es así ¿dónde mejor que en la Masonería? No sería dicho oficio –o labor– el único, también ello puede efectuarse pintando, diseñando, educando, difundiendo, estudiando arte y arquitectura, filosofía, letras, física, matemáticas, medicina, y cualquiera otra profesión –o cualquier otro elemento de ella– que estudie las Artes y Ciencias Liberales; siendo innumerables los que pueden ser ejecutados tanto por hombres como por mujeres. Es decir, no apoyándose sólo en las labores de aguja, sino ejerciendo las actividades profesionales de dichas disciplinas. Imitar a las Musas. Y ante todo el pensar, antes que el escribir; con las menores programaciones posibles. La construcción en que se vuelca todo masón es interna; en otro tiempo, simultáneamente, se construían templos que no eran sino el reflejo en el plano horizontal y a la vez el soporte de la labor interna, vertical, que llevaban a cabo aquellos masones de la Edad Media. En un momento dado la Masonería deja de ser operativa, en ese sentido, y pasa a ser llamada especulativa; se quiere decir con esto que la construcción es interna solamente, lo que no es sino la adecuación de la Orden a un cambio de necesidades; mejor dicho, la adaptación de la misma para seguir cumpliendo su función, vehiculando una transmisión espiritual emanada del Principio que conoce con el nombre de Gran Arquitecto del Universo. Poco importa que construyamos o no templos y sí, que continúe cada masón la construcción de su castillo interno, lo que hace posible la pervivencia de la Orden y la continuidad de la cadena iniciática que desde tiempo inmemorial ha llegado hasta nuestros días; uniendo a iniciados de todos los lugares y tiempos eslabón tras eslabón. La escritura, en el sentido que la estamos considerando, es decir como sagrada, en definitiva no es sino la manifestación de la Palabra, la acción del Verbo que tomando al hombre como vehículo se expresa para que éste comprenda y acceda, gracias al conocimiento de la Cosmogonía6 y la encarnación de la misma, a la Ontología y la Metafísica. Se le enseña al masón a conocer las letras, a deletrear, a leer y finalmente a redactar lo que va comprendiendo de los Misterios de la Orden, de sus Símbolos, Mitos y Ritos. En realidad se trata de llegar a ser Arquitecto, de encarnar el Principio, de que verdaderamente Hiram renazca en cada iniciado. De llegar a conocer el modelo al punto de poder redactar los planos del mismo. El maestro ha de conocer a la perfección la plancha de trazar. Bien podríamos decir que es labor fundamental para él la formulación por su propia mano (vehículo de la Inteligencia) de la Cosmogonía. El trazado del círculo es el primer trabajo que realiza el maestro masón. El lenguaje con el que la Masonería expresa el modelo cosmogónico no es otro que el de los símbolos, incluido el rito que es el símbolo en acción y el mito, que no es sino un símbolo transmitido oralmente. En definitiva la lengua de Oc. Las siete artes liberales en conjunto nos auxilian en el estudio, meditación y comprensión de ese código simbólico. De ellas la Gramática, Lógica y Retórica tratan directamente de la letra, de la palabra, su articulación y pronunciación. La Aritmética de los números y sus cualidades. El sonido, el Verbo creador, "actúa" con "número, peso y medida", la medida podemos conocerla a través de la Música; el peso gracias a la Geometría, a la que podemos ver como la plasmación, la floración del número; en este sentido el triángulo sería el peso del tres, el cuadrado el del cuatro, etc. y ese peso no es distinto del número, es este, a otro nivel. En cuanto a la Astronomía conjuga la Aritmética, la Música y la Geometría. En resumen estas ciencias, estas artes, nos enseñan a conocer el lenguaje con el que está escrito el Libro de la Creación, el mismo con el que el hombre ha escrito los libros sagrados, herencia a sus descendientes de la Tradición que, como hilo de Ariadna, nos permite salir del laberinto. La Logia está delimitada en la horizontal por el cuaternario, como lo está todo cosmos; extendiéndose de Norte a Sur y de Este a Oeste. En ese pequeño mundo que también se extiende del Zenit al Nadir se halla incluido absolutamente todo; es un modelo simbólico capaz de llevarnos por su comprensión a la del Cosmos y a la de nosotros mismos. La cosmogonía masónica está constituida, como decimos, por símbolos, mitos y ritos. Muchos de esos símbolos no son específicos de la masonería sino que son Universales. Para comenzar toda la Bóveda celeste.
II
Conociendo el Cosmos uno se conoce a sí mismo pues sabemos que el microcosmos es imagen del macrocosmos y por tanto de constitución análoga. En el macrocosmos los principios de los cuales toda la manifestación deriva son: Purusha y Prakriti, Esencia y Substancia, simbolizados por el rayo luminoso y el plano de reflexión; que en el hombre se relacionan con el espíritu y el alma. En términos alquímicos serían: el Azufre y el Mercurio.
Análogo es el nacimiento de un mundo al de un ser. En el nacimiento físico de cada uno, ese mundo, ese microcosmos, se inicia con la unión de un hombre y una mujer, un espermatozoide y un óvulo que pueden relacionarse, a su nivel, con la primera dualidad: Esencia y Substancia. Esos dos se unen y son el germen de un ser humano, germen que crecerá alimentado por los cuatro elementos y conformado por ellos. Las ciencias tradicionales relacionan los huesos con la tierra, el agua con los líquidos, el aire con el aire y el fuego con parte del sistema circulatorio de la sangre y el sistema nervioso.
Los cuatro elementos, constitutivos del ser, surgidos de una "fuente única": el Eter, son la base y fundamento de la creación y se manifiestan de modo dual: la tierra es fría y seca, el agua fría y húmeda, el aire caliente y húmedo y el fuego caliente y seco. El Eter escapa a esta dualidad, reside en el corazón, centro del microcosmos, en la cámara más interna y oculta del mismo y simboliza la presencia del Espíritu en él. Por otro lado, el fuego y el aire son activos, Yang, y el agua y la tierra pasivos, Yin. Todos los cuaternarios, como por ejemplo los cuatro puntos cardinales, las cuatro edades del hombre, los cuatro yugas, los cuatro cuadrantes del modelo de ciudad tradicional, etc. son la expresión de la unidad en el plano creacional, es la cruz horizontal cuyos radios surgiendo de un centro común impulsan la circunferencia y ponen en marcha la rueda de la creación.
El cuatro corresponde en el Arbol de la Vida de la Cábala a la Sefirah Hesed, situada en Beriyah, plano de la Creación, mundo de los Arquetipos, y representa la unidad en ese plano. 4+3+2 +1 = 10 = 1+0 = 1. El aire juega un papel determinante en el momento del alumbramiento, en el que el niño llena por primera vez sus pulmones y llora; ese llanto es una respuesta a la penetración del macrocosmos, con el que directamente (hasta ese momento lo hacía indirectamente a través de su madre) se comunica; comunicación por medio de la respiración, de la que por cierto depende su vida, y que no cesará hasta su muerte. Con esa primera inspiración, recibe la influencia de los Regentes, de los siete planetas,
que como hadas madrinas, o malas brujas, asisten a su nacimiento imprimiéndole su sello.
La Sefirah número siete, Netsah, representa la unidad en el plano de Yetsirah, mundo de las Formaciones. 7+6+5+4+3 +2+1= 28 = 2+8 = 10 =1+0 = 1. El iniciado, en su viaje va liberándose de estas influencias en la medida que se le hace necesario; conforme las va conociendo puede dejar de estar condicionado por ellas. En este sentido el conocimiento de la carta natal puede ser de gran utilidad, pues es como una radiografía del momento del nacimiento, donde queda reflejada la posición de los planetas y las relaciones entre ellos; las cuales señalan una serie de influencias que serán determinantes en la medida que no las conozcamos y nos abandonemos a su influjo.
Es el movimiento lo que está en el origen de la manifestación formal sutil, que a su vez es origen de la manifestación grosera. La quietud, la no acción, es pues imprescindible, si es que podemos decirlo así, para salir del plano de la manifestación. Es un gesto de vuelta; mejor dicho: una retirada del gesto. El Principio del movimiento, el Noûs Demiurgo, se expresa en siete regentes con movimientos distintos que expresan las leyes del mismo en siete ritmos, siete notas. Conocer estas notas, el número que les corresponde, su medida o duración, su geometría o recorrido, es acercarnos al conocimiento de las leyes del cielo. En la tierra las energías de los planetas son expresadas por los metales.
III
Cada una de estas siete potencias tiene una cara luminosa y una cara oscura, una de ellas puede ser llamada virtud la otra vicio, ambas tienen la misma raíz. Estas energías, simbolizadas por la generosidad, la templanza, la paciencia, la humildad, la castidad, la caridad y la diligencia, son otras tantas túnicas, por decirlo de algún modo, que el iniciado viste en su viaje de retorno. La generosidad libera al hombre de la forma, la templanza lo equilibra, la paciencia le salva, la humildad disuelve los egos, la castidad le hace engendrar, la caridad le hace crecer, la diligencia entorpece los manejos del Adversario. Las túnicas de color están en correspondencia a las investiduras que recibe el iniciado en los sucesivos cielos planetarios por los que va ascendiendo. Nada tienen que ver las virtudes mencionadas con rollos morales o religiosos y, sí, con una actitud, con una disposición interna. Junto a las virtudes también están los vicios, así como las primeras son un auxilio en el peregrinaje, los segundos llevan al hombre al cansancio, a la rutina y al sueño. En definitiva lo atan a su individualidad. En el viaje de vuelta, de restauración de la Unidad, el hombre se enfrentará en un momento dado a esa cara oscura de las estrellas. Potencias negativas que hoy están más presentes que nunca. Al ser humano, en su estado caído, le parece que le falta tiempo, eso, en el momento cíclico en que estamos, es casi una tortura para muchos, traducido en dos patologías características de nuestros días: la ansiedad y el estrés. El deseo, la avidez; la necesidad ilusoria de cosas materiales hasta un grado nunca visto reina por doquier, y es estimulada por la publicidad continuamente. Igualmente la tendencia al poder, a imponerse a los demás, como una necesidad, llegando a todo tipo de maldades, grandes y pequeñas, que enturbian las relaciones humanas y sacan la parte animal del hombre, al punto de comportarse peor que las bestias. Este hombre, orgulloso de sí, desprecia la humildad y la considera menos. Se confunde la Belleza con la estética cuando se habla de Belleza, de arte, rara vez se la sobrepasa y peor que eso: el hombre se identifica con su cuerpo, lo trata como objeto de consumo, lo tortura imponiéndole, en nombre de la moda y de hábitos y dietas contra toda lógica y necesidad, una disciplina que lo acerca más y más a la máquina y le aleja de las Musas, de su inspiración; en resumidas cuentas de la alegría. Qué diremos de la envidia, que se ha convertido en endémica en este mundo donde todos creen tener derecho a todo y ser iguales aunque haya que bajarle el piso al vecino para conseguirlo. Queremos mencionar aquí también otro enemigo en el Camino: la tristeza; ésta es la pesantez del alma y así como la gravedad de la tierra atrae los cuerpos hacia sí, la tristeza atrae al alma hacia la tierra impidiéndole ascender. La depresión, hoy día, afecta hasta a los niños.
* En el Apocalipsis son siete las iglesias a las que se señala sus actos favorables y contrarios. Esas siete reúnen la Iglesia que es la Novia, es decir la Jerusalén celeste. A los de la primera se les dice:
A la segunda:
A la tercera:
A la cuarta:
A la quinta:
A la sexta:
A la séptima:
IV
El viaje de retorno comienza cuando uno se da cuenta de que el mundo en el que vive no es su hogar y conoce, repara, que verdaderamente ha sido expulsado del Paraíso y que le corresponde a él volver a ese "lugar", es decir efectivizar un estado que está a su alcance si en verdad así lo quiere. Como el Mago de la carta número uno del Tarot, ha de trabajar con los tres principios y los cuatro elementos, ayudado de las herramientas que le son dadas, para realizar la Obra; gracias a lo cual podrá recuperar sus prerrogativas asumiendo la función de mediador entre Cielo y Tierra. En realidad sólo tiene que estar dispuesto, a la orden. Entregando su individualidad, sería mejor decir liberándose de ella, recibe todo lo necesario. Está dicho pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá. Esto requiere un reconocimiento de que uno no sabe, de que no tiene, de que no es, de que está en un estado de necesidad del que, él solo, no puede salir. Y será por su llamada, su petición de auxilio hacia lo alto, que la Gracia divina le rescatará de su indigencia, siendo recibido en el Templo, en un espacio y tiempo sagrados donde la regeneración de su psique es posible. Por hacer su voluntad se separa del Principio, la salida del Edén es, para él, la ruptura de la Unidad. En el Génesis bíblico Adán y Eva son expulsados del Paraíso por comer (mejor dicho por desobedecer y comer el fruto prohibido) del Arbol de la ciencia del bien y del mal, es decir de la dualidad; ellos, que hasta entonces permanecían en la unidad del Padre, son arrojados a la dualidad de su razón, al mundo roto que amanece en el momento en que toman conciencia de su individualidad. Se avergüenzan de estar desnudos ante Dios y se esconden de El. ¿Por qué se ven desnudos? porque les falta la túnica de luz que han perdido al transgredir el orden establecido. Ese gesto ha de ser borrado mediante la entrega, sin reservas, de esa voluntad individual y egoísta, a la Voluntad; lo cual le permite al iniciado acceder de nuevo al estado central y ocupar su lugar en la creación. El principio creador da lugar a la manifestación entera sin salir de sí mismo. El formador por su acción produce un mundo al que marca con su sello, la parte de él que pone en su obra, saliendo de sí mismo en su gesto impulsado por un deseo separador. El viaje iniciático, es en espiral y supone atravesar esferas de luz y de oscuridad. En este conocimiento tanto su aprendizaje como su enseñanza es circular y con la repetición, reiteración siempre nueva, es que
Esta espiral va alternativamente de la columna de la Gracia a la del Rigor del Arbol de la Vida, cruzando, al hacerlo, la del Equilibrio. Lo que está simbolizado por el eje central y las dos serpientes del caduceo. El Arbol de la Vida podemos relacionarlo con el símbolo del Yin Yang. Las Sefiroth dos, cuatro y siete corresponderán a la parte Yin del símbolo chino en cuyo caso la Sefirah siete será el punto blanco en el negro. Las tres, cinco y ocho corresponderán a la parte Yang, siendo el ocho el punto negro de la misma. La columna central del Arbol constituida por las Sefiroth uno, seis, nueve y diez, y que reúne a las otras dos, será el Tao que las abarca
Hemos querido mencionar esta relación, aunque sólo sea de pasada, de los números siete y ocho con los puntos blanco y negro del símbolo chino por indicar una de esas aparentes rupturas de orden –par, par, impar, en un caso; o impar, impar, par en el otro– que son precisamente la confirmación del mismo y los puntos clave para llegar a su comprensión. Regresar a la Luz presupone un recorrido por todo el velo de oscuridad que la individualidad ha ido desplegando a lo largo de su "existencia". Quien verdaderamente busca la luz, tarde o temprano se verá sumergido en la oscuridad, torturado por la ausencia de aquélla, sometido a un vaivén de corrientes alternas que acabarán por fundirlo. Esta fusión, o esta unión, será preludio de la Luz.
V
En principio uno es llamado luego va constatando que ni siquiera es; ese uno que creyó ser algo, en realidad no es. Ese uno, que creyó ser, entregándose fue disuelto y fusionado, mejor dicho tomó consciencia de ambas partes, la universal y la individual. Las túnicas de que hablábamos antes como investiduras recibidas en los cielos planetarios, son representativas de un color: verde para la Tierra, blanco para la luna, plateado para mercurio, mensajero de los dioses que se mueve en los planos intermediarios guiándonos desde el primer cielo, el blanco de la Luna, al séptimo, el negro de Saturno; amarillo para Venus, naranja para el Sol, rojo para Marte y azul para Júpiter. Uno recorre los cielos a la vez que los infiernos, hay continuos descensos y ascensos, muertes y renacimientos; es, volviendo al tema que tocamos anteriormente de las dos serpientes del caduceo, el movimiento de las corrientes Idâ (femenina, lunar, descendente) y Pingalâ (masculina, solar, ascendente) enroscadas en el eje central de Sushumnâ donde se entrecruzan seis veces. En realidad el descenso es también un ascenso, uno no hace sino ascender es decir acercarse al Principio. Se viven como descensos los ascensos por Idâ y como ascensos el recorrido por Pingalâ. Es un movimiento de ascenso simultáneamente por dos vías, una oscura y otra luminosa, aun cuando uno sienta que está en una u otra alternativamente. Asciende de la tierra a la esfera de la luna por un sendero de luz y oscuridad. En el momento que llega, la luz se impone, es la esfera de Yesod; ahí la luz le permite ver la oscuridad recorrida o mejor el camino recorrido hasta llegar allí. Tramo del mismo que corresponde a la visión del plano horizontal en su realidad ilusoria frente a la de lo vertical. Es con la luna con que se encuentra el iniciado pues comienza su camino cruzando precisamente esa esfera. Puerta de acceso es para el hombre la luna; paradójicamente, hoy, que el hombre ha puesto el pie en su superficie, es cuando sus posibilidades de llegar a ella –en el verdadero sentido– son menores pues se ve incapacitado, cada vez más, para un conocimiento otro, único que verdaderamente puede conducirle a esta luminaria y más allá. Malkhuth, única Sefirah que pertenece al plano de Asiyah es central; podría verse esto como que se da ahí una armonía, una conjugación de las dos corrientes cósmicas: positiva y negativa. En realidad, en este plano, ellas se encuentran en estado caótico. Con la iniciación el hombre es penetrado por las dos corrientes cósmicas. Dice el I Ching:
y es trabajo del iniciado conjugarlas hasta conseguir que la oposición de paso a la complementariedad y a la unión. En el momento que el viaje continúa en ascenso por el Arbol de la Vida, el ser es nuevamente sumido en la luz y la oscuridad del tramo de camino que tiene ante sí; le esperan nuevas muertes y nuevos nacimientos, el recorrido del laberinto de su alma, que llevará a cabo sin riesgo si su intención es recta y toma como guía a la Tradición, a sus mensajeros, a Hermes psicopompo y guía de las almas en el Inframundo y por tanto del iniciado que, como sabemos, hace un camino análogo al viaje post mortem. En Tifereth, sol de mediodía, el hombre recupera sus prerrogativas celestes; accede a la esfera que separa, y une, el mundo formal del informal. De ahí en más las vestiduras que toma son informales; le queda por vestir y reunir el rojo y el azul, los principios masculino y femenino que las Sefiroth cinco y cuatro, simbolizan. El cruce del plano de Beriyah es la conciliación de los opuestos, o lo que es lo mismo, la unión de los complementarios; el conocimiento de los principios masculino y femenino y la armonización de los mismos, su integración. Una vez conseguida esa unión, el Andrógino, posibilidad virtual en Tifereth, se realiza. La dualidad ha de quedar borrada para que sea posible el ascenso por la cúpula y la salida por su sumidad. Prakriti, la substancia y Purusha, la esencia, potencia pura y acto puro, son los dos principios de cuya interrelación emerge el cosmos entero, los diez mil seres de la tradición extremo-oriental. Más allá de la distinción Cielo-Tierra, yin-yang, masculino-femenino, positivo-negativo, macho-hembra o cualquier otro par de complementarios, está la Unidad de la cual ambos derivan o mejor dicho surgen.
A Binah le corresponde el negro, la virgen negra, el sol de medianoche. Hay que llegar al negro, ser devorado por Saturno. La recuperación del sentido de eternidad se abre en Tifereth y es plenamente efectiva en Daath, punto que corresponde al ojo de Shiva, de ahí en más no queda sino el ascenso a Kether, a la Unidad y la salida a su través que es la llegada al reposo del No-Ser. Este proceso de unión, que coincide con el viaje iniciático, como decimos, es también el pulido de la piedra, es la Gran guerra santa, la que libra el individuo consigo mismo hasta conseguir que todas las desarmonías, sus egos, sean ordenados para confluir a la armonía total, lo que equivale al cese de la guerra y al restablecimiento de la paz; paz que corresponde a un estado en el cual el ser desde el centro contempla el movimiento sin verse afectado por él. Aquél que cree firmemente que la naturaleza entera, la vida, no es sino un gesto de la Deidad: su escritura, su música, no encuentra nada que añadir ni restar, situado en el centro, dejando de ser, sumará o restará según convenga sin importarle nada ni nadie, ni siquiera él mismo. La Sabiduría ilumina y guía al hombre en su camino de retorno, en el peregrinaje que pasa por la llegada al Centro, por la conquista del Graal, la vuelta al Paraíso que no es el término del viaje sino una etapa, en la que conviene no detenerse si es que queremos arribar verdaderamente al Uno y aún Más Allá. Nos "acercamos" al No-Ser mediante el Ser, a través del cruce de las puertas que comunican los mundos, cada una de estas puertas precisa, para ser abierta, que se pronuncie la palabra de paso; nada hará que se abra sin el conocimiento de ese Nombre, nada le impedirá cruzarla a aquél que es ese Nombre. |
![]() El lema Festina lente ("Haz lentamente lo urgente") representado en el jeroglífico "áncora y delfín". Hypnerotomachia Poliphili, Venecia 1499. |
NOTAS | |
1 | La
![]() |
2 | René Guénon, Etudes sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage tomo II, cap. "Initiation féminine et initiation de métier". Editions Traditionnelles, París 1992. |
3 | Ver
sobre este tema, Mireia Valls, ![]() |
4 | René Guénon, Etudes sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage, t. II. |
5 | Plutarco dice en su Isis y Osiris: "Hermes es el dios Thot. Era inventor de la escritura y padre de la historia.... Como inventor de la escritura es dueño de las palabras divinas, señor de los escritos divinos; es el dios de las letras, las ciencias y la historia." Isis y Osiris 11, nota 49. Editorial Obelisco, Barcelona 1997. |
6 | "La
cosmogonía es una ciencia que ha existido en todos los pueblos
arcaicos y tradicionales y se refiere al conocimiento del hombre (cosmos
en pequeño) y el universo (hombre grande), hecho que de modo unánime
y de manera perenne se ha repetido a lo largo del tiempo (historia) y
del espacio (geografía) describiendo una sola y única realidad,
la del cosmos, que, por otra parte, es la misma que vivimos y habitamos
hoy los contemporáneos, pues es esencialmente inmutable a pesar
de las cambiantes formas en que puede expresarse o ser aprehendida, ya
que se mantiene perennemente viva." Federico González, ![]() |
7 | José Manuel
Río, ![]() |
8 | Hermes
Trismegisto, ![]() |
9 | René Guénon, La Gran Tríada, cap. XII. Ed. Obelisco, Barcelona 1986. |
10 | Cornelio Agrippa, Filosofía Oculta. I. "La magia natural". Ed Kier. Buenos Aires, 1994. |
11 | Fernando
Trejos, ![]() |
12 | Hermes
Trismegisto, ![]() |
13 | Federico
González, El Tarot de los Cabalistas, Vehículo Mágico, ![]() |
14 | Federico
González, La Rueda, Una Imagen
Simbólica del Cosmos, ![]() |
15 | Apocalipsis, 2, 3. |
16 | Federico González, El Tarot de los Cabalistas: cap. IV, apartado "Complementación de opuestos". |
17 | René Guénon, Le Symbolisme de la Croix: cap. VIII. Maisnie-Trédaniel, París 1984. |
18 | Ibid., cap. VII. |
![]() Estudios Generales |
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