LAS TRADICIONES PRECOLOMBINAS
EN LA OBRA DE RENÉ GUÉNON
Guénon hace referencia,
en muchas de sus obras, a la Tradición Precolombina. Reunimos en
esta glosa las citas que hemos ido encontrando comenzando con varios párrafos
de un capítulo de su libro Mélanges, "Silencio y Soledad" dedicado
esencialmente a esta tradición, aunque también hace referencia
a otras; a continuación las referencias a MesoAmérica y,
finalmente las relacionadas con América del Norte (U.S.A.), tradiciones,
o formas de esta Tradición, de las que también trata el artículo
citado en primer lugar.
Es importante subrayar
la validez y precisión de las palabras de Guénon especialmente teniendo
en cuenta que cuando él escribe no se disponía de la literatura
con que se cuenta hoy en día al respecto.
No queremos dejar pasar
esta oportunidad sin señalar que, como dice Guénon, "las tradiciones
de la América antigua no están tan completamente perdidas
como se piensa". Realmente no sabemos hasta dónde ha podido conservarse
en algunos puntos aislados de América esta Tradición, heredera,
como la Egipcia, de la Tradición Atlante y, desde luego, se mantiene
viva de mil y una maneras en las culturas –y lenguas– presentes en todo
el Continente.
El esplendor que alcanzaron
las culturas mesoamericanas (ver aquí la cita del cap. LXIX de Símbolos
Fundamentales de la Ciencia Sagrada) todavía es bien patente
en lo que queda de sus centros sagrados como Teotihuacán o Tikal
por citar dos ejemplos, en sus códices y libros sagrados: El
Popol Vuh1 o El Libro de Los libros de Chilam Balam2 y en sus
artesanías. Como nos recuerda Mercedes de la Garza "Los mitos mayas
fundamentales, que son los de la creación y estructura del universo,
han pervivido hasta hoy en las comunidades indígenas"3.
Sabemos que era una
cultura donde la vida entera, todo el quehacer diario, estaba regido o
sustentado
en
un Orden terrestre, imagen del Orden celeste. La comunicación cielo-tierra
era una realidad. Los calendarios mesoamericanos que regían todos
los acontecimientos tanto individuales o privados como colectivos eran
posiblemente los más precisos de que se tiene noticia; eran la plasmación,
la puesta en práctica de una visión sagrada del tiempo. Sus
sacerdotes eran verdaderos teúrgos y sus reyes y dirigentes chamanes
y hombres de Conocimiento como por ejemplo Nezahualcóyotl, rey de
Tezcoco.4
Con respecto a América
del Norte queremos destacar la figura y la obra de Alce Negro. Los dos
libros relatados por él, uno a J. E. Brown, La Pipa Sagrada5
(el calumet: ver más adelante en estas glosas la cita del
cap. VI de La Gran Tríada),
donde se describen siete ritos del pueblo Sioux, al cual pertenecía
Alce Negro y otro a John Neihardt, Alce
Negro habla,6 autobiográfico, donde habla de la visión
que tuvo y de la importancia de la misión que le fue encomendada,
son excepcionales. El se lamenta de lo poco que pudo hacer, sin embargo
ahí está presente, gracias a esos libros, una tradición
que, a la luz de la simbólica universal, se revela viva y actuante.
Un mensaje al hombre de hoy que puede así recibir el testimonio
de un Representante de esta Tradición.7
Mª
Victoria Espín
NOTAS |
1 |
Popol
Vuh. Fondo de Cultura. México. |
2 |
El
Libro de los Libros de Chilam Balam. Fondo de Cultura. México. |
3 |
Mercedes
de la Garza: "Las fuerzas sagradas del universo maya". Los Mayas
del Periodo Clásico. Lunwerg, Barcelona 1998. |
4 |
José Luis
Martínez: Nezahualcóyotl, vida y obra. Fondo de Cultura.
México, 1972. |
5 |
Alce
Negro / J. E. Brown: La Pipa Sagrada, Ritos Sioux. Miraguano,
Barcelona. |
6 |
Arco
Iris Llameante (John Neihardt): Alce Negro habla. Olañeta,
Palma de Mallorca. |
7 |
Alce
Negro incluso viajó a Europa, podemos verlo sentado en el Café Greco
de Roma (SYMBOLOS Nº 8 pág. 78). |
MÉLANGES
Ed.
Gallimard, París 1984
Cap.
V: "Silencio y Soledad":
"Entre los indios de América
del Norte, y en todas las tribus sin excepción, existe, además
de los ritos de distinto género que tienen un carácter colectivo,
la práctica de una adoración solitaria y silenciosa, que
se considera es la más profunda y de orden más elevado. Los
ritos colectivos, en efecto, tienen siempre, en un grado u otro, algo de
relativamente exterior; decimos en un grado u otro, porque, respecto a
esto, es necesario naturalmente, en ella como en cualquier otra tradición,
establecer una diferencia entre los ritos que podrían calificarse
de exotéricos, es decir aquellos en los que todos participan indistintamente,
y los ritos iniciáticos. Por lo demás, desde luego que lejos
de excluir a estos ritos o de oponérseles de alguna manera, la adoración
de que se trata solamente se les superpone como siendo en cierto modo
de otro orden; e incluso hay por entero lugar a pensar que para ser verdaderamente
eficaz y producir unos resultados efectivos, debe presuponer la iniciación
como una condición necesaria".
" 'La adoración
ante el Gran Misterio era silenciosa, solitaria, sin complicación
interior; era silenciosa porque todo discurso es necesariamente débil
e imperfecto, así pues las almas de nuestros ancestros alcanzaban
a Dios en una adoración sin palabras; era solitaria porque pensaban
que Dios está más
cerca de nosotros en la soledad, y los sacerdotes no estaban allí para
servir de intermediarios entre el hombre y el Creador' [cita de Ch. Eastman].
No puede, en efecto, haber intermediarios en semejante caso, puesto que
esta adoración tiende a establecer una comunicación directa
con el Principio supremo, que es designado aquí como el 'Gran Misterio' ".
"No solamente no es más
que en y por el silencio que esta comunicación puede obtenerse,
ya que el 'Gran Misterio' está más allá de toda forma
y de toda expresión, sino que el silencio mismo 'es el Gran Misterio'; ¿cómo
hay que entender exactamente esta afirmación? Primero, puede recordarse
a propósito de ello que el verdadero 'misterio' es esencial y exclusivamente
lo inexpresable, que no puede evidentemente ser representado más
que por el silencio; pero, además, siendo el 'Gran Misterio' lo
no manifestado, el mismo silencio, que es propiamente un estado de no manifestación,
es por esto como una participación o una conformidad con la naturaleza
del Principio supremo. Por otra parte, el silencio, referido al Principio,
es, podría decirse, el Verbo no proferido; es por ello que 'el silencio
sagrado es la voz del Gran Espíritu', en tanto que éste es
identificado con el Principio mismo; y esta voz, que corresponde a la modalidad
principial del sonido que la tradición hindú designa como parâ o
no manifestada, es la respuesta a la llamada del ser en adoración:
llamada y respuesta son igualmente silenciosas, constituyen respectivamente
una aspiración y una iluminación puramente interiores".
"Para los indios, según
el Sr. Paul Coze, 'parece que, para desarrollar el orenda, intermediario
entre lo material y lo espiritual, sea necesario ante todo dominar la materia
y tender a lo divino'; esto en suma equivale a decir que no consideran
legítimo abordar el dominio psíquico más que 'por
lo alto', no obteniéndose resultados de ese orden sino de una manera
enteramente accesoria y como 'por añadidura', lo que en efecto es
el único medio de evitar sus peligros; y, añadiremos, esto
se halla seguramente tan lejos como es posible de la vulgar 'magia' que
demasiado a menudo se les ha atribuido, y que es incluso todo lo que han
creído ver entre ellos observadores profanos y superficiales, sin
duda porque ellos mismos no tenían la menor noción de lo
que puede ser la verdadera espiritualidad".
REGNABIT,
Revue Universelle du Sacré-Coeur
Diciembre 1926,
en post-scriptum a su artículo:
"Considérations
sur le Symbolisme – II. Symbolisme et Philosophie":
"Un
amigo de Regnabit nos
ha comunicado dos notas, publicadas una en L' Illustration del
20 de marzo, la otra en Nature del 26 de junio 1926, referentes
a un misterioso símbolo grabado sobre la pared de un abrupto acantilado
que bordea el macizo de los Andes peruanos. Este signo, del que solamente
se sabe que existía a la llegada de los conquistadores españoles,
es llamado por los indígenas el candelario de las tres cruces,
denominación que da una idea bastante exacta de su forma general.
Sus trazos están constituidos por surcos profundos excavados en
la pared; su altura parece ser de 200 a 250 metros, y, con tiempo despejado,
es visible a simple vista a una distancia de 21 kilómetros. El autor
de las dos notas en cuestión, el Sr. V. Forbin, no propone ninguna
interpretación de este símbolo; según las fotografías,
desgraciadamente poco nítidas, que acompañan su texto, pensamos
que debe tratarse de una representación del 'Arbol de la Vida',
y es por esta razón que creemos interesante señalarlo aquí,
como complemento a nuestro artículo sobre Los Arboles del Paraíso (marzo
1926). En ese artículo, en efecto, hemos hablado del árbol
triple cuyo vástago central figura propiamente el 'Arbol de la Vida',
mientras que los otros dos representan la doble naturaleza del 'Arbol de
la Ciencia del bien y del mal'; tenemos aquí un ejemplo iconográfico
tanto más remarcable cuanto que la forma dada a los tres vástagos
evoca el conjunto, simbólicamente equivalente como explicábamos
entonces, constituido por la cruz de Cristo y las de los dos ladrones.
Se sabe por otro lado que, en las esculturas de los antiguos templos de
América central, el 'Arbol de la Vida' está a menudo representado
bajo la forma de una cruz, lo que confirma bastante fuertemente nuestra
interpretación."
EL SIMBOLISMO
DE LA CRUZ
Ed. Obelisco,
Barcelona 1987
Cap.
VII: "La resolución
de las oposiciones":
"El 'vacío' del
que aquí se trata, es el desapego completo respecto a todas las
cosas manifestadas, transitorias y contingentes, desapego por el que el
ser escapa a las vicisitudes del 'curso de las formas', a la alternancia
de los estados de 'vida' y 'muerte', de 'condensación' y 'disipación',
pasando de la circunferencia de la 'rueda cósmica' a su centro,
que él mismo es designado, como 'vacío (no manifestado) que
une los rayos y hace de ellos una rueda'1".
1 Tao-te-king,
XI. — "La forma más simple de rueda es el círculo dividido
en cuatro partes iguales por una cruz; aparte de esta rueda de cuatro radios,
las formas más extendidas en el simbolismo de todos los pueblos
son las ruedas de seis y ocho radios; naturalmente, cada uno de estos números
añade al significado general de la rueda un matiz particular. La
figura octogonal de los ocho kua o 'trigramas' de Fo-Hi,
que es uno de los símbolos fundamentales de la tradición
extremo oriental, equivale en ciertos aspectos a la rueda de ocho radios,
así como el loto de ocho pétalos. En las antiguas tradiciones
de América central, el símbolo del mundo siempre viene representado
por un círculo en el que está inscrita una cruz".
Cap.
IX: "El Arbol del Medio":
"Por otra parte, en diversas
tradiciones, se asocia la imagen del sol a la del árbol, como si
el sol fuese el fruto del 'Árbol del Mundo'; abandona su árbol
al principio del ciclo y al final de éste se vuelve a encontrar
en él. Entre los ideogramas chinos, el que designa la puesta del
sol, lo representa reposando sobre su árbol al final del día
(que es análogo al fin del ciclo); la oscuridad está representada
por la imagen del sol caído a los pies del árbol. En la India,
encontramos el árbol triple que sostiene tres soles, imagen de la Trimûrti,
así como el árbol que tiene por fruto doce soles, que son,
como acabamos de decirlo, los doce Adityas; en China, también
se encuentra el árbol de doce soles, en relación con los
doce signos del Zodíaco o con los doce meses del año como
los Adityas, y, a veces, con diez que es el número de la
perfección cíclica al igual que en la doctrina pitagórica.
De una manera general, los diferentes soles corresponden a las diferentes
fases de un ciclo1; salen de la unidad al principio de un ciclo y vuelven
a entrar en ella al final, que coincide con el comienzo de un nuevo ciclo
a causa de la continuidad de todos los modos de la Existencia universal".
1 "Entre los pueblos
de América central, las cuatro edades en que se divide el gran periodo
cíclico se consideran regidas por cuatro soles diferentes, cuya
resignación se extrae de su correspondencia con los cuatro elementos".
Ibid.:
"Volvamos
ahora a la imagen del 'Paraíso terrenal':
de su centro, es decir, del mismo pie del 'Árbol de la Vida', parten
cuatro ríos que se dirigen hacia los cuatro puntos cardinales, con
lo que trazan la cruz horizontal sobre la misma
superficie del mundo terrenal,
es decir, en el plano correspondiente al dominio del estado
humano.
Estos cuatro ríos, que podemos relacionar con el cuaternario de
los elementos, y que surgen de una fuente única correspondiente
al éter primordial,1 dividen en cuatro partes, que pueden relacionarse
con las cuatro fases de un desarrollo cíclico, el recinto circular
del 'Paraíso terrenal'; este recinto no es otro que el corte
horizontal de la forma esférica universal, de lo que ya hemos hablado
más arriba."
1 "Esta fuente, según
la tradición de los 'Fieles de Amor', es la 'fuente de la juventud'
(fons juventutis), que
siempre se representa situada al pie de un árbol; sus aguas
se pueden equiparar al 'brebaje de la inmortalidad' (la amrita de
la tradición
hindú);
es, a su vez, evidente la relación que existe entre el 'Árbol
de la Vida' y el Haoma mazdeísta, o con el Soma vêdico (cf. El
Rey del Mundo, cap. IV y VI). A este respecto, recordaremos también
el 'rocío
de luz', que, según la Cábala hebraica, emana del 'Árbol
de la Vida', y por el cual debe operarse la resurrección de los
muertos (ver Ibid., cap. III); el rocío también desempeña
un papel
importante en el simbolismo hermético. En las tradiciones del
extremo oriente se menciona el 'árbol del dulce rocío',
situado en el monte Kuenlin, que a menudo se considera
un equivalente del Mêru y otras 'montañas
sagradas' (la 'montaña
polar', que, como el árbol, es un símbolo del 'Eje del
Mundo', tal como acabamos de recordar).
De acuerdo con la misma
tradición
de los 'Fieles de Amor' (ver Luigi Valli, Il Linguaggio segreto di
Dante e dei 'Fedeli d´Amore'), este manantial es también
la 'fuente de la enseñanza', que se relaciona con la conservación
de la Tradición
primordial en el centro espiritual del mundo; por lo que aquí volvemos
a encontrar
el
lazo existente entre el 'estado primordial' y la 'tradición primordial',
que ya señalábamos a propósito del simbolismo
del 'Santo Grial', considerado bajo el doble aspecto de copa y
libro (El Rey del Mundo, cap. V). Recordemos también
la imagen,
en el simbolismo cristiano, del Cordero en el libro sellado con siete
sellos, encima de la montaña de donde descienden los cuatro
ríos
(ver Ibid., cap. IX), más adelante
veremos la relación
que existe entre el símbolo del 'Árbol de la Vida' y el
del 'Libro de la Vida'."
"En
algunos pueblos de la América central se encuentra otro
simbolismo que puede dar pie a interesantes
comparaciones: 'en la intersección
de dos diámetros rectangulares trazados en un círculo,
sitúan el cactus sagrado, peyote o hicuri, que simboliza
la 'copa de inmortalidad', y que se supone se encuentra en el centro
de una esfera hueca y en el centro del mundo' " (A.
Rouhier, La Plante qui fait les yeux émerveillés.
Le Peyotl. París,
1927, p. 154). "Cf.
también en correspondencia con los cuatro ríos,
las cuatro copas del sacrificio de los Rhibis en el Veda."
Cap.
X: "La esvástica":
"Una de las formas más
relevantes de lo que hemos llamado cruz horizontal, es decir, la cruz
trazada en el plano que representa un cierto estado de existencia, es la
figura
de la swastika, que parece relacionarse directamente con la Tradición
Primordial, ya que se la encuentra entre los más diversos y alejados
países, y desde las épocas más remotas; lejos de ser
un símbolo exclusivamente oriental, como a veces se cree, es uno
de los que están más extendidos desde Extremo Oriente a Extremo
Occidente, pues incluso se lo encuentra en algunos pueblos indígenas
de América"1.
1 "Incluso hace bastante
poco hemos apuntado una información que parecería indicar
que las tradiciones de la antigua América no están tan perdidas
como se ha llegado a pensar; el autor del artículo del que hemos
sacado esta información no parece, por otro lado, dudar de su alcance;
textualmente dice: 'En 1925, una gran mayoría de los Indios Cuna
se sublevaron, mataron a la policía que vivía en su territorio,
y fundaron la República independiente de Tulé, cuya
bandera es un swastika sobre fondo naranja con ribete rojo. Esta
república aún existe actualmente' (Les Indiens de l’isthme
de Panama, por G. Grandidier: Journal des Débats, 22
de enero de 1929). Notemos, sobre todo, la asociación establecida
entre la swastika y el nombre de Tulé o Tula,
que es una de las designaciones más antiguas del centro espiritual
supremo, aplicado también más tarde a algunos centros subordinados
(ver El Rey del Mundo, cap. X)".
Cap.
XIV: "El simbolismo del tejido":
"Existe un simbolismo
que se relaciona directamente con lo que acabamos de exponer, aunque a
veces se ha aplicado de tal forma que parece, a primera vista, apartarse
un poco: en las doctrinas orientales, los libros tradicionales a menudo
se designan por medio de términos que, en su sentido literal, se
refieren al tejido. Así, en sánscrito, sutra significa
propiamente 'hilo': un libro puede estar formado por un conjunto de sutras,
como una tela está formada por un conjunto de hilos; tantra también
tiene el sentido de 'hilo' y de 'tela', y designa, más especialmente,
la 'urdimbre' de una tela. También, en chino, king es la
'urdimbre' de una tela y wei es su 'trama'; la primera de estas
dos palabras también designa un libro fundamental y la segunda sus
comentarios1. Esta distinción entre 'urdimbre' y 'trama' en el conjunto
de las doctrinas tradicionales, corresponde, siguiendo la terminología
hindú, a la que hay entre Shruti, el fruto de la inspiración
directa, y Smriti, el producto de la reflexión que se ejerce
sobre los datos de la Shruti."
1 "El uso de cuerdecillas
anudadas, que reemplazaba a la escritura en China en una época muy
lejana, también se relaciona con el simbolismo del tejido; estas
cuerdecillas eran del mismo tipo que las empleadas por los antiguos Peruanos,
los cuales les daban el nombre de quipos. Aunque alguna vez se ha
pretendido que éstos sólo las usaban para contar, también
parece que expresaban conceptos mucho más complejos, tanto más
en cuanto que se dice que constituían los 'anales del imperio',
y que, por otra parte, no han usado nunca ningún otro sistema de
escritura, poseyendo una lengua muy perfecta y muy sutil; esta especie
de ideografía se hizo posible gracias a múltiples combinaciones,
entre las que jugaba un papel muy importante el empleo de hilos de diferentes
colores."
FORMAS TRADICIONALES
Y CICLOS COSMICOS
Ed.
Gallimard, París 1993
"Algunas
observaciones sobre la doctrina de los ciclos cósmicos":
"Observemos incidentalmente que
el número 5, al ser el de los bhûtas o elementos del
mundo sensible, debe tener necesariamente una importancia especial desde
el punto de vista cosmológico, lo que tiende a confirmar la realidad
de una evaluación así; quizá incluso habría
lugar a considerar cierta correlación entre los cinco bhûtas y
los cinco 'grandes años' sucesivos de los que se trata, tanto más
cuanto que, de hecho, se encuentra en las tradiciones antiguas de América
Central una asociación expresa de los elementos con ciertos períodos
cíclicos; pero esta es una cuestión que exigiría ser
examinada más de cerca".
"Lugar
de la Tradición Atlante en el Manvántara"
"Anteriormente, bajo el título
'Atlántida e Hiperbórea', hemos señalado la confusión
que se hace demasiado a menudo entre la Tradición primordial, originalmente
'polar' en el sentido literal de la palabra, y cuyo punto de partida es
el mismo del actual Manvántara, y la tradición derivada y
secundaria que fue la atlante, relacionada con un período mucho
más limitado. Hemos dicho entonces, y también en otros lugares
en distintas oportunidades, que esta confusión puede explicarse,
en cierta medida, por el hecho de que los centros espirituales subordinados
estaban constituidos a imagen del Centro Supremo, y se les habían
aplicado las mismas denominaciones. Es así como la Tula atlante,
cuyo nombre se ha conservado en América Central, adonde fue llevado
por los toltecas, debió de ser la sede de un poder espiritual que
era como una emanación del de la Tula hiperbórea; y, como
este nombre de Tula designa la Balanza, su doble aplicación está en
estrecha relación con la transferencia de esa misma designación
desde la constelación polar de la Osa Mayor al signo zodiacal que
aún hoy lleva el nombre de Libra. También es con la tradición
atlante que hay que relacionar la transferencia del sapta-riksha (la
morada simbólica de los siete Rishis) en cierta época
desde la misma Osa Mayor a las Pléyades, constelación igualmente
formada por siete estrellas, pero de situación zodiacal; lo que
no deja ninguna duda al respecto, es que se decía de las Pléyades
que eran hijas de Atlas y, como tales, se les llamaba también Atlántides".
Hermes:
"Con respecto a este nombre,
Budha, hay un hecho curioso que señalar: y es que en realidad es
idéntico al del Odín escandinavo, Woden o Wotan; no es pues
arbitrariamente que los romanos asimilaron éste a su Mercurio, y
por otra parte, en las lenguas germánicas, el miércoles o
día de Mercurio todavía se designa actualmente como el día
de Odín. Lo que quizá es aún más notable, es
que el mismo nombre se vuelve a encontrar exactamente en el Votan de las
antiguas tradiciones de América Central, el cual posee además
los atributos de Hermes, pues él es Quetzalcoatl, el 'pájaro-serpiente',
y la unión de estos dos animales simbólicos (que corresponden
respectivamente a los elementos aire y fuego) está representada
también por las alas y las serpientes del caduceo. Habría
que estar ciego para no ver, en hechos de este tipo, una señal de
la unidad fundamental de todas las doctrinas tradicionales; desgraciadamente,
esta ceguera no es sino demasiado común en nuestra época,
en la que aquéllos que verdaderamente saben leer los símbolos
sólo son ya una ínfima minoría, y en donde, por el
contrario, no se encuentran sino demasiados 'profanos' que se creen cualificados
para interpretar la 'ciencia sagrada', a la que acomodan según el
gusto de su imaginación más o menos desordenada".
EL REY DEL
MUNDO
Eds. Fidelidad,
Buenos Aires 1985
Cap.
II: "Realeza y pontificado":
"El carácter 'pontifical',
en el verdadero sentido de esta palabra, pertenece realmente, y por excelencia,
al jefe de la jerarquía iniciática. Y esto requiere explicación:
literalmente, el Pontifex es un 'constructor de puentes', y este
título romano es de alguna manera, por su origen, un título "masónico";
pero, simbólicamente, es quien cumple la función de mediador,
estableciendo la comunicación entre este mundo y los mundos superiores.
Conforme este título, el arco iris, el 'puente celeste', es un símbolo
natural del 'pontificado'; y todas las tradiciones le atribuyen significaciones
perfectamente concordantes: así, entre los Hebreos, es la prenda
de alianza de Dios con su pueblo; en la China, es el signo de la unión
del Cielo y la Tierra; en Grecia, representa a Iris, la 'mensajera
de los Dioses'; casi en todas partes, tanto entre los Escandinavos como
entre los Persas y los Arabes, en el Africa Central y hasta en ciertos
pueblos de la América del Norte, es el puente que religa al mundo
sensible con el suprasensible".
Cap.
VII: "Luz o la
morada de inmortalidad"
"Las
tradiciones relativas al 'mundo subterráneo' se encuentran en un gran
número de pueblos;
no tenemos la intención de reunirlas todas aquí, tanto más
cuanto que algunas de ellas no parecen tener una relación muy directa
con el tema que nos ocupa. Podría, sin embargo, observarse, de un
modo general, que el 'culto de las cavernas' está siempre más
o menos vinculado a la idea de 'lugar interior' o de 'lugar central', y
que, a este respecto, el símbolo de la caverna y el del corazón
están bastante próximos el uno del otro. Por otra parte,
existen realmente, tanto en Asia central como en América, y quizás
aún en otros lugares, cavernas y subterráneos donde ciertos
centros iniciáticos han podido mantenerse durante siglos; pero,
fuera de esto, hay, en todo lo relacionado con este tema, una parte de
simbolismo que no es muy difícil discriminar; y podemos asimismo
pensar que son precisamente razones de orden simbólico las que han
determinado la elección de lugares subterráneos para el establecimiento
de esos centros iniciáticos, mucho más que motivos de simple
prudencia".
Ibid.:
"Entre las tradiciones a que
aludimos oportunamente, hay una que presenta un interés particular:
se encuentra en el Judaísmo y se refiere a una ciudad misteriosa
llamada Luz. Este nombre era originariamente el del lugar donde
Jacob tuvo el sueño luego del cual lo llamó Beith-El, es
decir, "casa de Dios"; más adelante volveremos sobre este punto.
Se ha dicho que el "Angel de la Muerte" no puede penetrar en esta ciudad
y no tiene allí ningún poder; y, por una aproximación
bastante singular pero muy significativa, algunos la sitúan cerca
de Alborj, que es igualmente, para los Persas, la 'morada de inmortalidad'".
"Cerca de Luz,
hay, se dice, un almendro (llamado también luz en hebreo),
en la base del cual se encuentra un hueco por el que se penetra en un subterráneo1,
y este subterráneo conduce a la ciudad misma, que está completamente
oculta".
1 "En las tradiciones
de algunos pueblos de América del Norte se trata también
de un árbol por el cual hombres que vivían primitivamente
en el interior de la tierra serían devueltos a su superficie, mientras
que otros hombres de la misma raza serían mantenidos en el mundo
subterráneo. Es verosímil que Bulwer-Lytton se haya inspirado
en esas tradiciones en su obra La Raza Futura (The Coming Race)".
Cap.
IX: "El Omphalos y
los betilos":
"Por otra parte, los "cuatro
Maestros" se identifican con los cuatro Mahârâjas o "grandes
reyes", que, según las tradiciones de la India y del Tíbet,
presiden los cuatro puntos cardinales; corresponden al mismo tiempo a los
elementos: el Maestro supremo, el quinto, que reside en el centro, sobre
la montaña sagrada, representa entonces al Eter (Akâsha),
la "quintaesencia" (quinta essentia) de los hermetistas, el elemento
primordial del cual proceden los otros cuatro; y tradiciones semejantes
se encuentran también en la América central".
Cap.
X: "Nombres y representaciones simbólicas de los centros espirituales":
"Podríamos citar aún,
en lo que concierne a la 'Región suprema', muchas otras tradiciones
concordantes; existe, especialmente para designarla, otro nombre, probablemente
más antiguo que el de Paradêsha: ese nombre es el de Tula, del
cual los griegos hicieron Thulé; y, como acabamos de verlo,
esta Thulé era verosímilmente idéntica a la
primitiva "isla de los cuatro Maestros". Es necesario observar, además,
que el mismo nombre de Tula ha sido dado a muy diversas regiones,
ya que, todavía hoy, se lo vuelve a encontrar tanto en Rusia como
en América Central; sin duda debe pensarse que cada una de esas
regiones fue, en una época más o menos lejana, la sede de
un poder espiritual que era como una emanación del de la Tula primordial.
Se sabe que la Tula mexicana debe su origen a los Toltecas; éstos,
se afirma, provenían de Aztlan, 'la tierra en medio de las
aguas' que, evidentemente, no es otra que la Atlántida, y ellos
habían traído ese nombre de Tula de su país
de origen; el centro al cual lo transmitieron debió probablemente
reemplazar, en cierta medida, al del continente desaparecido. Pero por
otra parte, es preciso distinguir la Tula atlante de la Tula hiperbórea,
y es esta última la que en realidad representa el centro primero
y supremo para el conjunto del Manvantara actual; ella fue la isla
sagrada por excelencia, y, como antes lo hemos dicho, su situación
era literalmente polar en su origen. Todas las otras 'islas sagradas' que
son designadas en todas partes por nombres de significado idéntico,
no fueron más que imágenes de aquella; y esto se aplica aun
al centro espiritual de la tradición atlante, que no rigió más
que un ciclo histórico secundario, subordinado al Manvantara".
COMPTES RENDUS
Ed.
Traditionnelles, París 1982
Año
1939:
"Paul
Radin. The Story of
the American Indian. (Liviright Publishing Corporation, New-York). – Este
libro viene a dar una visión de conjunto de las antiguas civilizaciones
de América, reuniendo, de forma bastante accesible y además
de lectura agradable, datos que, hasta ahora, habían permanecido
dispersos en múltiples estudios especiales. Lo que es más
interesante desde nuestro punto de vista es lo que concierne a los 'mitos'
y los ritos, pues cualquiera que conozca el simbolismo tradicional podrá encontrar
materia en las numerosas aproximaciones, muy significativas, a lo que
se encuentra en otras civilizaciones; el autor tiene por otra parte el
mérito de relatar los hechos de forma imparcial, sin deformarlos
y sin incluir ideas preconcebidas en curso entre la mayor parte de los
'antropólogos'. Lo que se vincula a los orígenes es mas
hipotético, no es de extrañar, pues esta cuestión
permanece muy oscura en muchos sentidos: según la teoría
del autor, todo tendría como punto de partida una única
civilización, la de los Mayas, que se fue modificando y como degradando
poco a poco a medida que se extendía hacia el Norte de un lado
y hacia el Sur del otro; esto parece bastante difícil de probar,
sobre todo en ausencia de una cronología segura, y las semejanzas
y diferencias entre los usos de los diversos pueblos invocadas en apoyo
de esta tesis, podrían seguramente interpretarse también
de otras maneras. Esto no haría por otro lado, en todo caso, sino
aplazar la dificultad, pues cabe entonces preguntarse de dónde
venía la civilización de los Mayas propiamente dicha: en
tanto que uno quiera permanecer limitado a los métodos de investigación
'profana', en lugar de referirse a indicaciones verdaderamente tradicionales
a las que se trata con demasiada facilidad de 'leyendas' sin buscar profundizar
su sentido, esta cuestión permanecerá siempre insoluble.
Para finalizar, si los datos aproximativos atribuidos a la civilización
de los Mayas deben ser admitidos, esta sería, desde luego, demasiado
reciente como para poder representar realmente un 'origen', ¿no habría
entonces lugar a preguntarse por qué 'el periodo que juega el
papel más importante en el calendario maya está en conexión
con un tiempo muy anterior al comienzo mismo de la historia de los Mayas'?" (p.
32-33).
LA CRISIS DEL
MUNDO MODERNO
Ed. Obelisco,
Barcelona 1988
Cap.
I : "La Edad de Sombra":
"Lo que es completamente
extraordinario es la rapidez con que la civilización del medioevo
cayó en el más completo olvido; los hombres del siglo XVII
no tenían ya la menor noción de ella, y los monumentos que
subsistían de ella no representaban nada a sus ojos, ni en el orden
intelectual ni siquiera en el orden estético; por esto se puede
juzgar hasta qué punto la mentalidad había sido cambiada
en el intervalo. No intentaremos investigar aquí los factores, ciertamente
muy complejos, que concurrieron a este cambio, tan radical que parece difícil
admitir que haya podido operarse espontáneamente y sin intervención
de una voluntad directriz cuya exacta naturaleza permanece forzosamente
bastante enigmática; se dan, a este respecto, circunstancias asaz
extrañas, como la vulgarización, en un momento determinado,
y su presentación como descubrimientos nuevos, de cosas que eran
conocidas en realidad desde hace mucho tiempo, pero cuyo conocimiento,
en razón de ciertos inconvenientes que correrían el riesgo
de superar las ventajas, no había llegado hasta entonces al dominio
público"1.
1 No citaremos más
que dos ejemplos, entre los hechos de este género que deberían
tener las más graves consecuencias: la pretendida invención
de la imprenta, que los chinos conocían con anterioridad a la era
cristiana, y el descubrimiento 'oficial' de América, con la que
durante toda la Edad Media habían existido comunicaciones mucho
más continuadas.
SIMBOLOS FUNDAMENTALES
DE LA CIENCIA SAGRADA
Ed. Eudeba, Buenos
Aires 1976
Cap.
LIX : "Kâla-Mukha":
"En el estudio de que acabamos
de hablar, A. K. Coomaraswamy examina incidentalmente otro símbolo
cuyo significado está en relación con la Ianua Caeli: se
trata de una 'cabeza de monstruo' que, en formas variadas y a menudo más
o menos estilizadas, se encuentra en las zonas más diferentes, donde
ha recibido nombres igualmente diversos, en particular los de Kâla-mukha
y Kîrti-mukha en la India, y de T'ao-t'ie en China; se
la encuentra también, no solo en Camboya y Java, sino incluso en
América central, y tampoco es extraña al arte medieval europeo.
Lo que importa destacar ante todo es que esa figuración se coloca
generalmente sobre el dintel de una puerta o en la clave de bóveda
de un arco, o bien en la sumidad de un nicho (tórana) que
contiene la imagen de una divinidad; de un modo u otro, parece lo más
a menudo vinculada con la idea de la puerta, lo que determina netamente
su valor simbólico."
Cap.
LXIX: "El Corazón
irradiante y el Corazón en llamas":
"Huelga recordar que
la asimilación del sol y el corazón, en cuanto uno y otro
tienen igualmente un significado 'central', es común a todas las
doctrinas tradicionales, de Occidente tanto como de Oriente; así,
por ejemplo, dice Proclo dirigiéndose al Sol: 'Ocupando por sobre
el éter el trono del medio, y teniendo por figura un círculo
deslumbrante que es el Corazón del Mundo, tú colmas todo
de una providencia apta para despertar la inteligencia'. Citamos este texto
en particular con preferencia a muchos otros, debido a la mención
formal de la inteligencia que en él se hace; y, como hemos tenido
ocasión frecuente de explicarlo, el corazón se considera
también ante todo, en todas las tradiciones, como sede de la inteligencia.
Por lo demás, según Macrobio, 'el nombre de Inteligencia
del Mundo que se da al Sol responde al de Corazón del Cielo'1."
1 "Esta expresión
de 'Corazón del Cielo' aplicada al sol se encuentra también
en las antiguas tradiciones de América Central".
Cap.
XII: "La Tierra del Sol":
"Glastonbury y
la vecina región de Somerset habrían constituido, en época
muy remota, que puede llamarse 'prehistórica', un inmenso 'templo
estelar' determinado por el trazado en el suelo de efigies gigantescas
que representaban las constelaciones y estaban dispuestas en una figura
circular, especie de imagen de la bóveda celeste proyectada en la
superficie terrestre. Se trataría de un conjunto de trabajos que,
en suma, recordarían a los de los antiguos mound-builders de
América del Norte".
Cap.
XLI: "La Puerta estrecha":
"El eje, ya esté figurado
materialmente en forma de árbol o de pilar central, ya esté representado
por la llama ascendente y la 'columna de humo' de Agni en el caso
en que el centro del edificio está ocupado por el altar o el hogar,
siempre termina exactamente en la sumidad del domo, e inclusive, a veces,
según ya lo hemos señalado, lo atraviesa y se prolonga más
allá en forma de mástil, o como el mango del parasol, en
otro ejemplo de simbolismo equivalente. Es visible aquí que esa
sumidad del domo se identifica con el cubo de la rueda celeste del 'carro
cósmico'; y, como hemos visto que el centro de esta rueda está ocupado
por el sol, resulta que el paso del eje por ese punto representa ese paso
'allende el Sol' y a través de él, sobre el cual hemos tratado
más arriba. Lo mismo ocurre también cuando, en ausencia de
una figuración material del eje, el domo está perforado en
su sumidad por una abertura circular (por la cual escapa, en el caso recién
recordado, el humo del hogar situado inmediatamente debajo); esa abertura
es una representación del disco solar mismo en cuanto 'Ojo del Mundo',
y por ella se efectúa la salida del 'cosmos', según lo hemos
explicado en los estudios dedicados al simbolismo de la caverna".1
1 "Entre los indios
de América del Norte, que parecen haber conservado más elementos
tradicionales perfectamente reconocibles de lo que generalmente se cree,
los diferentes 'mundos' se representan a menudo como una serie de cavernas
superpuestas, y los seres pasan de uno a otro subiendo a lo largo de un árbol
central; naturalmente, nuestro mundo es una de esas cavernas, con el cielo
por bóveda".
LA GRAN TRIADA
Ed. Obelisco,
Barcelona 1986
Cap.
VI: "Solve y coagula":
"Puesto que acabamos
de aludir a la 'coagulación' y la 'disolución' herméticas
y, aunque ya hemos hablado de ello un poco en diversas ocasiones, quizá no
sea inútil precisar todavía, a este respecto, ciertas nociones
que tienen una relación bastante directa con lo que aquí hemos
expuesto. En efecto se considera que la fórmula solve et coagula contiene
en cierta forma todo el secreto de la 'Gran Obra', en cuanto ésta
reproduce el proceso de la manifestación universal, con esas dos
fases inversas que hemos indicado hace un momento. El término solve se
representa a veces por un símbolo que muestra el Cielo, y el término coagula por
un signo que muestra la Tierra"1.
1 "Aludimos aquí especialmente
al simbolismo de los signos del grado 18º de la Masonería escocesa,
y también al del rito del calumet entre los indios de la
América del Norte, que contiene tres movimientos sucesivos que se
refieren respectivamente al Cielo, la Tierra y el hombre, y que
pueden traducirse por 'disolución', 'coagulación' y 'asimilación''.
También hay
menciones en, por ejemplo, el Esoterismo de Dante cap.
VIII, donde,
en nota, hace una referencia a la teoría de los ciclos, en concreto
a la teoría de las cuatro edades de la humanidad en distintas pueblos
incluidos los de América Central, o en Etudes
sur la Franc-Maçonnerie
II, "comptes rendus d'articles de revues 1947", de donde sacamos
esta cita:
"Unas 'Notas sobre la Masonería india' de Silas H. Shepherd,
contienen interesantes acotaciones sobre la tan poco conocida tradición
de los Indios de América del Norte. Por otra parte el título
es inexacto, puesto que evidentemente se trata aquí de una forma
de iniciación totalmente diferente de la forma masónica,
y a la que no puede aplicarse el nombre sin provocar una extensión
abusiva".
En Formas
Tradicionales y Ciclos Cósmicos vuelve
a citar el artículo sobre los indios Cuna (crónica geográfica
del Journal des Débats de 22 de enero de 1929, sobre Les
Indiens de l'isthme de Panama). En Símbolos
Fundamentales cap.
VIII señala la presencia de la esvástica en algunos pueblos
de América del Norte. También hay alguna referencia en las
cartas a A. K. Coomaraswamy publicadas en este número de SYMBOLOS,
en concreto en las de fechas: 21 de mayo del 1936, 1 de junio y 12 de julio
del 1938 y 28 de marzo del 1940. Finalizamos aquí este recorrido,
gracias a estas citas, por una Tradición, repetimos, todavía
viva y presente.
"Las tradiciones precolombinas aún están
vivas y vigentes, reveladas en sus símbolos, en sus mitos y en su
cosmogonía, en sus ideas arquetípicas, sus módulos
armónicos y sus dioses que no esperan sino ser vivificados para
que actualicen su potencia; es decir; ser aprehendidos, comprendidos con
el corazón, para que actúen en nosotros" (Federico González: Los Símbolos
Precolombinos. Obelisco, Barcelona 1986).
Mª
Victoria Espín
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