SYMBOLOS
Revista internacional de 
Arte - Cultura - Gnosis
 
 
RENE GUENON Y LA CIENCIA MODERNA 
MARC GARCIA 
Introducción 
El norte de la obra de René Guénon es el Conocimiento de la Verdad. Es éste un conocimiento metafísico, que atraviesa el límite de la percepción sensible o jaula dentro de la cual el materialismo ha pretendido encerrar a la realidad. Se trata de un conocimiento principial, del Principio supremo e inefable con el cual todo lo inmanifestado se corresponde; y por ello mismo, esencial, de la realidad interior de las cosas, de lo que es único e indivisible y que hace efectiva la unidad de la manifestación consigo misma y con su principio. Se dice también que es un conocimiento sintético, de carácter intelectual, no discursivo y directo, que se proyecta del centro a la circunferencia y del núcleo a la periferia, y que se alcanza en la contemplación inmóvil a la que toda acción debe subordinarse. 

Los trabajos de René Guénon poseen, ante todo, la cualidad sintética común a los textos de carácter tradicional de todos los tiempos. En cada uno de sus libros, y aún diríamos que en cada capítulo de ellos, Guénon adopta como referencia invariable los principios de orden trascendente. Cada vez que en sus trabajos se plantean cuestiones de tipo particular aplicables a un cierto ámbito de cosas, éstas se concluyen desde lo alto, a partir de los principios superiores e inmutables. En la trilogía formada por Orient et Occident (1924), La Crise du Monde Moderne (1927) y Le Règne de la Quantité et les Signes des Temps (1945), Guénon estudia, a la luz de los principios tradicionales, el curso anómalo de la civilización occidental y examina el carácter de la ciencia moderna, en tanto que una de las producciones más significativas del espíritu occidental de nuestro tiempo. Este tema se reencuentra en dos recopilaciones póstumas de textos del autor, Aperçus sur l'Esoterisme Islamique et le Taoisme (1969) y Mélanges (1976). 

No pretendemos realizar aquí ningún tipo de crítica literaria en relación al tema que nos incumbe. No se trata de redactar unas opiniones más o menos afortunadas sobre unas obras con cuyo contenido no tengamos nada que ver. Declaramos nuestra unanimidad con quien ha puesto nombre a muchas de las circunstancias que forman parte de nuestra vida diaria, ayudándonos a comprender. Lo que expondremos a continuación, un eco imperfecto de la síntesis realizada por Guénon acerca del saber occidental contemporáneo, también forma parte de nuestro pensamiento. Creemos que ello nos exime del empleo de un estilo de redacción trufado de latiguillos tales como "Guénon dice...", o "En opinión de Guénon,...", que quizás es más propio de quien se sitúa en una posición ajena a lo que se explica. En este trabajo, la repetición reviste un carácter más bien ritual, cuyo valor es difícilmente comprensible desde un punto de vista ajeno a la tradición. 

No se encontrarán aquí añadiduras a las ideas formuladas por René Guénon salvo algunos ejemplos procedentes de nuestra particular experiencia en el ámbito de la ciencia moderna, con los que pretendemos ilustrar la plena vigencia de las apreciaciones del maestro. 

La superstición científica de Occidente 
Para dar una idea de lo que hoy en día se entiende por ciencia en Occidente, puede ser útil recordar alguna declaración oficial al respecto, como por ejemplo la del nuevo Programa Marco de Investigación y Desarrollo Tecnológico de la Unión Europea: 

"El Programa es parte del plan comunitario para el crecimiento económico y el empleo. Para afrontar el desafío de las políticas de investigación y desarrollo tecnológico de Estados Unidos y Japón, el objetivo es pasar de una serie de actividades comunitarias de investigación y desarrollo a una política comunitaria de investigación y desarrollo..." 

"El 4º Programa pretende desarrollar vínculos entre la investigación y la educación/formación para obtener una mejor respuesta del sistema educativo a la necesidad de mejorar y elevar el nivel de las cualificaciones en Europa. También quiere hacer un mejor uso de las sinergias potenciales entre la política de investigación y la política económica y de cohesión social para reducir las diferencias estructurales en este campo dentro de la Comunidad. Finalmente, el programa pretende capacitar a la Comunidad para responder rápidamente a los nuevos desafíos científicos y tecnológicos. 

"El 5 de mayo de 1994, el parlamento Europeo votó adoptar doce de los programas específicos de investigación y desarrollo tecnológico que implementarán el 4º Programa Marco de la Unión Europea (...): 

    Telemática 

    Tecnologías de las Comunicaciones y Servicios Avanzados 

    Tecnologías de la Información 

    Tecnologías Industriales y de Materiales 

    Medición y Ensayos 

    Ciencia y Tecnologías marinas 

    Agricultura y Pesca 

    Energía No Nuclear 

    Investigación Socio-Económica Orientada 

    Cooperación con Países Terceros 

    Estímulo de la Formación y la Movilidad de Investigadores 

    Actividades de Investigación No Nucleares del "Joint Research Centre" 

Los programas específicos que quedan por votar por el Parlamento son: 
    Medio Ambiente y Clima 

    Biotecnología 

    Biomedicina 

    Transporte 

    Diseminación y Explotación de Resultados"1 

Declaraciones y listas de epígrafes como las anteriores evidencian que lo que en Occidente se denomina ciencia es un conjunto de saberes restringidos cuyo valor reside principalmente en que son capaces de conducir a aplicaciones industriales.2 Se trata, pues, de conocimientos interesados, que ocultan bajo una máscara de aparente intelectualidad preocupaciones puramente prácticas;3 de la confusión de la ciencia con la industria. El prototipo del sabio moderno es el ingeniero y el inventor, de modo que la ciencia moderna es una ciencia de ingenieros acorde con las necesidades de una civilización material. 

El fin que la ciencia moderna persigue es el progreso absoluto, que se identifica con el desarrollo material. Este afán absorbe toda la actividad del Occidente moderno. La creencia en la posibilidad de un progreso material indefinido es firme, y se sustenta sobre una base que no es siquiera racional, ya que no es más que una sugestión colectiva. 4,5 

Es un hecho que la ciencia moderna "tiene éxito", porque alcanza, al menos en una cierta medida, los efectos de orden sensible que se propone. Ello sólo es posible en el actual ciclo cósmico, en el que se dan condiciones distintas a las de edades anteriores y que han predispuesto al medio sobre el que se ejerce la acción práctica de la ciencia moderna.6 En el ámbito microcósmico, que se corresponde analógicamente con el macrocosmos, se ha producido en este ciclo una disminución de la intelectualidad, la cual se ha ido debilitando a medida que la preocupación por el progreso material ha embotado las facultades humanas, y también lo que podemos denominar una "salida de madre", en la acepción más amplia posible, de la materialidad.7 Cabe suponer que los desarrollos mecánicos electrónicos e industriales se irán desarrollando y multiplicando cada vez más de prisa hasta el fin de la era actual, y que el exceso de progreso que así se está produciendo pueda conducir a un cataclismo.8 

Una ciencia de la materia y de la cantidad 
La ciencia moderna se ciñe al estudio de los fenómenos del mundo sensible, los cuales considera su único objeto. Este estudio se emprende y conduce de manera que no puede tener relación alguna con ningún principio superior, por lo cual dicha ciencia es, necesariamente, profana. Esta restricción severísima, que deja a tal ciencia huérfana de cualquier valor especulativo, pasa inadvertida para los "científicos", quienes sólo ven en ello, complacidos, una garantía de independencia sin apreciar que, en verdad, esta independencia no es debida más que a su limitación.9 Una ciencia de este género tiene muy escasa relación con la realidad de las cosas comprendida en su verdadera dimensión, puesto que se le escapa su parte más importante.10 Debemos recordar, a este respecto, que todo lo que es posible es real en su orden y según su modo propio.11 

La ciencia moderna es la negación de la verdadera intelectualidad, el conocimiento limitado al orden más inferior, el estudio analítico de hechos desvinculados de todo principio y la acumulación de hipótesis permanentemente provisionales sin fundamento. Todo ello no puede conducir más que a las aplicaciones prácticas que constituyen la única superioridad efectiva de nuestra civilización.12 

La actitud de los supuestos sabios modernos está marcada por la materialidad. El estigma del materialismo es tanto más profundo e irreversible cuanto la educación especial más se haya orientado en este sentido, y llega a afectar incluso a aquéllos que creen ser profundamente religiosos.13 Numerosos ejemplos testimonian que no hay distinción entre la actividad científica del materialista más acérrimo y la de un sabio religioso,14 quien encuentra la manera de separar completamente su religión de su obra. 

La materia de nuestro mundo, la materia secunda de los escolásticos que no es sino la representación analógica de la sustancia universal o principio universal pasivo, es una materia signata quantitate. La cantidad es una de sus condiciones más características, aunque no la única ni la más elevada.15 Pese a esto último, el punto de vista científico occidental pretende reducir todas las cosas manifestadas a la cantidad –lo cual es una imposibilidad metafísica–, e ignora aquello que no se puede reducir a ésta.16 

Se ha querido constituir una ciencia occidental totalmente cuantitativa, y en la medida en que ello se ha conseguido, es inevitable que las aplicaciones prácticas resultantes de esta ciencia revistan el mismo carácter. En las producciones de la industria, la calidad está enteramente supeditada a la cantidad;17 la manufactura, a la mecanización; la artesanía, a la producción robotizada; el trabajo, a las manipulaciones. Se trata únicamente de producir lo más posible; la calidad importa poco, es la cantidad lo relevante.18,19 La especialización y el análisis indefinidos, que han anidado en la educación occidental, son hijos del espíritu cuantitativo moderno.20 Los esfuerzos de reunificación emprendidos por lo bajo, ajenos a los principios, han resultado necesariamente vanos.21 

El método de la ciencia moderna 
La ciencia moderna es un saber profano que no apela a ningún elemento superior a la razón. Sus pilares son el libre examen -esto es, la ausencia de todo principio- y la tolerancia -es decir, la indiferencia respecto de la verdad y el error-,22  y su método se sustenta en un empirismo sesgado que rechaza aquellos datos de la experiencia que presentan un carácter propiamente cualitativo e irreductible a la cantidad.23 

El origen inmediato del "método científico" moderno se encuentra en el racionalismo o cartesianismo, si bien éste es, más que un punto de partida, una resultante de la ruptura tradicional que se inicia en Occidente trescientos años antes.24 El racionalismo se fundamenta en un error. Para Descartes, la naturaleza de los cuerpos se reduce solamente a su extensión, propiedad cuantitativa de los mismos. Los cuerpos podrían ser, pues, objetos susceptibles de un conocimiento exclusivamente racional, puesto que su naturaleza resultaría adecuada al proceder de la razón, la cual reduce todas las cosas a elementos supuestamente homogéneos o idénticos entre ellos, lo que no es más que la reducción a lo cuantitativo.25  Sin embargo, tal identificación de los cuerpos con su extensión es imposible, ya que hay que admitir que, por lo menos, también poseen una situación, la cual no es sólo una cantidad como la distancia a un punto, sino que también entraña una dirección o vector, que es una cualidad inherente a la naturaleza misma del espacio.26 

El racionalismo niega la intuición intelectual, pone la razón por encima de todo y considera a esta facultad humana y relativa como la parte superior de la inteligencia. Esta limitación de la inteligencia no era, por otro lado, más que una etapa en un descenso vertiginoso; la razón misma no tardó en ser rebajada a un papel sobre todo práctico, a medida que sus aplicaciones fueron ocupando el papel de las ciencias que aún podían conservar un cierto carácter especulativo. El tercer paso fue el de negar totalmente todo lo que está más allá de la naturaleza, fuera del alcance del individuo; es decir, la negación de la inteligencia y del conocimiento -esto es lo que se conoce como "naturalismo"- y la sustitución de la verdad por la utilidad -el "pragmatismo". Como naturaleza y devenir son sinónimos, el naturalismo es necesariamente una "filosofía del devenir", cuyo tipo más específicamente moderno es el "evolucionismo". Este, revistiendo la forma del "intuicionismo" reprocha a la razón el no poder aplicarse adecuadamente a lo que no es más que cambio y multiplicidad ni poder encerrar dentro de sus conceptos la indefinida complejidad de las cosas sensibles, y apela a una facultad propiamente infrarracional, a una intuición de carácter sentimental y "subconsciente". El descenso no se detiene, pues, en el nivel de lo humano puro y simple, sino que se precipita hasta la esfera de lo infrahumano, provocando la subversión de toda jerarquía normal.27 Esta marcha fatal explica porqué el racionalismo y el sentimentalismo son las tendencias principales de la mentalidad moderna, como dos caras de una misma moneda, cuando en apariencia son actitudes contrapuestas.28 

El "método científico" pretende que se pueden extraer leyes generales a partir de datos experimentales, y que la acumulación de éstos sirve para verificar los postulados generales. Pero, de un modo muy general, no puede haber validación experimental de una hipótesis, pues siempre es posible encontrar muchas teorías a través de las cuales los hechos se explican igualmente bien.29 La sola acumulación de un gran número de hechos o datos no puede demostrar una teoría, cosa que sólo sería factible si se pudiese registrar a todos en su multitud indefinida, lo cual es inviable. No es posible la certeza por vía experimental; la inducción es una vía invertida respecto a la del verdadero conocimiento, la de la síntesis. El análisis de un mayor número de hechos concordantes sólo hace que la teoría sea más probable, sin que jamás se pueda alcanzar la certidumbre. La ciencia moderna no puede ser otra cosa que un saber empírico de valor limitado, puesto que sus conocimientos no parten de los principios.30 A partir de la acumulación indefinida de detalles particulares, la ciencia profana no conduce más que a teorías puramente hipotéticas, que en muchas ocasiones están mucho menos inspiradas por los datos experimentales que por ideas preconcebidas y ciertas tendencias dominantes de la mentalidad moderna,31, 32, 33 y que en un buen número de casos, apenas edificadas, se derrumban para ser reemplazadas por otras que durarán todavía menos.34, 35 

La ciencia profana es un saber ignorante. Posee un cierto grado de realidad y eficacia en un cierto ámbito relativo y contingente, pero ignora lo esencial y carece de principio, como todo lo que pertenece en propiedad a la civilización occidental.36 Su valor es únicamente representativo y nulamente explicativo.37 

La ciencia moderna cree que todo ha sucedido de igual manera en todas las épocas, que no ha habido cambios cualitativos cíclicos que hayan afectado al macrocosmos y al microcosmos de manera distinta en los diversos períodos de tiempo.38 Cree, pues, que las capacidades de percepción del hombre, limitadas hoy a lo sensible y grosero, han sido siempre igualmente rasantes.39 

La mentalidad moderna proyecta sobre el dominio científico un deseo de simplicidad. Ciertos filósofos han llegado a formular un falso principio, según el cual "La naturaleza actúa siempre por las vías más simples".40 Esto no es más que un postulado gratuito, puesto que no hay nada que pueda obligar a actuar a la naturaleza así y no de otra manera. Este principio es, en el fondo, un deseo perezoso; se quiere que las cosas sean simples para que sean fáciles de comprender, lo que también concuerda con la concepción profana de una ciencia que debe estar "al alcance de todo el mundo".41 El mundo moderno está convencido de la superioridad de su ciencia porque ignora sus limitaciones, e intenta expandir tanto como es posible el "beneficio" de una instrucción obligatoria y uniforme, de tipo racional y memorístico, que es la única cualificación requerida para acceder al saber occidental.42 43 

La vulgarización científica consiste en eliminar lo que está más allá de la comprensión común, es decir, lo que es de orden intelectual. La obra occidental de vulgarización científica va en detrimento de la verdad, puesto que la disminuye y la deforma con la pretensión democrática de que todos los hombres sean igualmente capaces de comprender cualquier cosa, lo cual es algo manifiestamente imposible.44 No hay secreto en la ciencia profana, que está hecha para el gran público, lo cual es en suma toda su razón de ser; pero por otra parte, dado que ella se limita a la superficie de las cosas, no hay en su interior nada que valga la pena de mantener bajo reserva.45 

No se puede decir estrictamente que la vulgarización sea peligrosa, por lo menos, en tanto que ésta se circunscriba a los aspectos teóricos de una doctrina. En realidad, las verdades de un cierto orden se resisten a la vulgarización por su misma naturaleza, por más clara que sea su exposición; no pueden comprenderlas más que aquéllos que están cualificados para hacerlo.46 

La "actitud científica" occidental 
En el retrato de la actitud científica occidental -el "cientismo" o "cientifismo"- destaca la pasión por la búsqueda tomada como un fin en sí misma, sin ninguna preocupación por verla llegar a una solución cualquiera. Mientras que en todos los tiempos el hombre ha buscado para encontrar, el occidental busca por buscar.47 Seguramente se puede aplicar a nuestra época, mejor que nunca, el dicho árabe según el cual "Hay muchas ciencias, pero pocos sabios".48 Frente al verdadero sabio o buscador, que aspiraría a dejar de buscar alcanzando lo buscado, en el orden científico moderno se da la investigación por la investigación, más incluso que por los resultados parciales y fragmentarios en que aquélla desemboca,.49 50 

La actitud científica occidental es no-intelectual. Con la supresión de la noción misma de verdad y su sustitución por la de utilidad, desaparece el término indeseado en el que la búsqueda acabaría necesariamente.51 La negación de la verdad característica del mundo moderno supone la negación de la propia razón de ser; la ciencia moderna consuma el suicidio de la inteligencia.52 

Los "descubrimientos" y las teorías científicas modernas son, ante todo, sistemas frágiles con los que sus autores pretenden ser originales.53 54 55 El amor por la novedad, expresión de la necesidad de cambio, y la búsqueda de la originalidad, consecuencia del individualismo, son caracteres propios de la ciencia profana a través de los cuales se afirman las tendencias antitradicionales modernas.56 57 

La ciencia moderna está constituida de modo que conduce fatalmente a la negación de todo conocimiento real. Cuando no se toma como un fin en sí misma, no ofrece más que sus aplicaciones prácticas; es decir, realizaciones en un orden inferior en el que el uso de la palabra conocimiento es, en rigor, un abuso.58 Una ciencia tal no puede tener verdaderamente ningún valor de conocimiento efectivo, ni siquiera en el dominio relativo y limitado en el que ella se encierra.59 Salvo casos muy excepcionales que pudieran darse, las aproximaciones a las que se reduce el saber occidental pueden ser suficientes para atender las necesidades prácticas inmediatas; pero al estar faltas de exactitud y completitud, carecen de todo valor de ciencia en el verdadero sentido de esta palabra.60 Podríamos decir así que la ciencia profana es rigurosamente falsa. 

Ciencia moderna y tradición 
En la jerarquía de los conocimientos, la metafísica ocupa el vértice superior. La metafísica es el conocimiento intelectual puro y trascendente, que no es otro que el conocimiento de los principios universales de los que todas las cosas dependen, mientras que la ciencia profana no es más que el conocimiento racional de lo sensible.61 

La ciencia que es obra de la razón tiene como objeto lo general, lo cual procede de lo que es individual y perceptible por los sentidos. Puede decirse que lo general está más allá de lo sensible, pero no por encima. Sólo lo universal, el objeto del conocimiento metafísico, es trascendente y se sitúa por encima de lo general y del ámbito individual al que lo general pertenece. Esta es la diferencia radical entre el conocimiento científico y el conocimiento metafísico.62 

En consonancia con la jerarquía antes citada, las doctrinas tradicionales de todos los tiempos han asignado al hombre la verdadera realización metafísica como finalidad suprema.63 En Occidente, las ciencias experimentales nunca interesaron más que los conocimientos de orden superior antes del advenimiento de la civilización moderna. El auge que aquéllas ciencias han recibido en el mundo moderno no tiene precedentes, y se debe a que estos dichos saberes son los del mundo sensible y de la materia, y también los que dan lugar a las aplicaciones prácticas más inmediatas.64 

Ciencia moderna y conocimiento metafísico 
La metafísica debe entenderse según su etimología -lo que está más allá de la física. Es el término menos malo de entre todos los disponibles para designar al conocimiento puro. La concepción de las verdades metafísicas es distinta de su formulación racional y limitada. El objeto de la metafísica es el conocimiento supraindividual y suprarracional en sí, intuitivo y no discursivo, e independiente de toda relatividad.65 Puesto que se trata de una verdadera gnosis, el conocimiento metafísico es identificación con su objeto,66 a diferencia del conocimiento racional, analítico y disperso, en el que subsiste la dualidad conocedor-lo conocido. 

Esto es justamente lo que ignoran los occidentales modernos, quienes no pueden concebir más que un conocimiento racional y discursivo y no aprecian este conocimiento inferior más que en la medida en que conduce inmediatamente a fines prácticos.67 68 En Occidente, el conocimiento metafísico se encuentra ausente, y el conocimiento científico se despliega desordenadamente.69 

Las ciencias modernas conciben las cosas que son objeto de su estudio como entes corporales o materiales desprovistos de cualquier vinculación con principios de orden superior. Esta tesis es definida obsesivamente con el pretexto de asegurar así la independencia científica. Admitir la presencia de elementos no corporales significaría admitir que la verdadera naturaleza del objeto de esas ciencias escapa a las mismas, es decir, que tales ciencias no son adecuadas a su objeto.70 

En la Edad Media, la disposición natural para la acción, propia de la mentalidad occidental, no impedía el reconocimiento de la superioridad de la contemplación, es decir, de la inteligencia pura. Sin embargo, el espíritu occidental moderno ha llegado a hacer de la acción su preocupación exclusiva y a negar todo valor a la contemplación.71 La acción incesante es una de las características de la ciencia profana; el desarrollo intensivo de los aspectos inferiores del ser que va ligado a esta acción favorece la atrofia de sus facultades superiores y ocasiona que el movimiento continuo en la esfera cerrada de lo relativo produzca una satisfacción aberrante.72 De esta atrofia surge la inaptitud para la síntesis, y de ella, la imposibilidad de toda concentración;73 en suma, la nula aptitud para el conocimiento metafísico. 

El planteamiento de la ciencia profana es raro. Pretende englobar todo conocimiento posible; pone la razón por encima de todo, confundiéndola con la inteligencia; le rinde culto; y al mismo tiempo, proclama que es esencialmente limitada, reconociendo así su propia limitación, de la que llega a jactarse.74 Por si esto fuera poco, hay quienes pretenden encontrar en la ciencia moderna un medio de elevarse a verdades superiores,75 lo cual es manifiestamente imposible, ya que el análisis nunca puede producir la síntesis.76 

Ciencia moderna y ciencia tradicional 
Una ciencia no está enteramente definida por su objeto. También su punto de vista debe entrar en la definición.77 Es precisamente este punto de vista el que diferencia las ciencias modernas de las ciencias tradicionales. 

Las ciencias en una civilización tradicional son simples consecuencias subordinadas del conocimiento metafísico principial en diversos órdenes de realidades contingentes. Este punto de vista es el que hace que las ciencias tradicionales sean sagradas mientras que las ciencias modernas, desligadas completamente de los principios y encerradas en el dominio relativo en el que se consideran independientes, son totalmente profanas.78 En el Oriente no occidentalizado, el estudio de las cosas contingentes parece no valer la pena sino en tanto que se tratan de manifestaciones de algo que es de orden superior.79 

En toda civilización tradicional, cualquier actividad del hombre se considera derivada de los principios, y por lo tanto, sagrada. Esto es notoriamente cierto para las ciencias, y también para las artes y los oficios, de los cuales la ciencia tradicional no difiere en su esencia. De ahí que los constructores de la edad Media pudieran afirmar "Ars sine scientia nihil".80 

El punto de vista de la ciencia tradicional es completamente opuesto a la idea de progreso, puesto que éste es el cambio indefinido por el cambio mismo, la marcha en cualquier dirección en busca de un supuesto enriquecimiento que no es más que la dispersión de la multiplicidad.81 Es inherente al punto de vista tradicional la concepción cíclica de la existencia; el devenir cíclico se cumple siempre en un sentido descendente, porque el desarrollo de la manifestación se cumple en el sentido del alejamiento creciente del principio. Esto es la negación de la idea moderna de progreso.82 

Por su carácter sagrado, las ciencias tradicionales no pueden estar constituidas válidamente más que por aquéllos que poseen el conocimiento principial y que son, por ello mismo, los únicos cualificados para realizar las adaptaciones requeridas por las circunstancias de tiempo y lugar. Ejemplos de tales adaptaciones son las "cosmogonías inspiradas", como la del libro del Génesis. Estas aplicaciones de la doctrina permiten ligar todos los órdenes de la realidad entre sí e integrarlos sintéticamente en la unidad del todo. Por otra parte, sirven para preparar a algunos, en función de sus aptitudes, a un conocimiento más alto.83 

El parentesco entre algunas ciencias modernas (la Astronomía, la Química, la Aritmética, la Geometría...) y las ciencias tradicionales (la Astrología, la Alquimia, la Aritmología, la Geometría Sagrada...) es sólo relativo. Las ciencias modernas se han edificado con los desechos de las ciencias antiguas, abandonados a los ignorantes y a los profanos; sólo proceden de ellas por degeneración. Así los intentos de restauración de un arte adivinatorio que hoy se engloban bajo el nombre de Astrología no se relacionan más que con los aspectos más groseros de la Astrología de la Edad Media, los cuales eran contemplados como simples aplicaciones de orden inferior. En cuanto a la Alquimia, se trataba de una ciencia cosmológica de enseñanza simbólica aplicable al nivel microcósmico por analogía, y que estaba constituida de manera que permitiese una transposición al dominio espiritual. La Química surge como una desviación material emprendida por "sopladores de carbón" que no consiguieron penetrarse del simbolismo alquímico. La ciencia tradicional de los números es una cosa totalmente distinta a la Aritmética profana; las Matemáticas modernas no representan más que la corteza de la Matemática pitagórica, y en ellas se confunde número y cantidad.84 Por su parte, la Geometría moderna no es más que un simple vestigio degenerado y escolar de la Geometría Sagrada entendida en sentido simbólico e iniciático.85 Hay, por otra parte, ciencias modernas como la Psicología, producto del empirismo anglosajón del siglo XVIII, que no se corresponden con ciencia tradicional alguna, ya que a ningún sabio del Medioevo se le hubiese ocurrido hacer del estudio de su objeto -los fenómenos mentales- una ciencia especial.86 

Quizás el ejemplo más claro del abismo que separa la ciencia profana de la ciencia tradicional se encuentre en la Física. Desde el punto de vista de la cosmología medieval, "Física" significaba, de acuerdo con su etimología, "Ciencia de la Naturaleza" sin ninguna restricción; era pues, la ciencia que concernía a las leyes generales del devenir, ya que naturaleza equivale a devenir. Jamás, antes de la época actual, se consideró que una Física restringida al estudio del mundo sensible y de la multiplicidad cambiante -lo que hoy se denomina significativamente "Física Moderna"- pudiera ser algo autosuficiente y, menos aún, digno del nombre de conocimiento. Sin embargo, en la perspectiva occidental contemporánea esta limitación se contempla como un mal menor que permite una mayor acumulación de conocimientos científicos de detalle.87 

La ciencia moderna carece de la dirección que sólo una doctrina intelectual podría darle. Si bien sus resultados pueden resultar válidos cuando se los toma aisladamente, su conjunto produce una impresión de desorden y anarquía.88 No hay preocupación alguna por la calidad de los conocimientos acumulados; es sólo su cantidad lo que importa.89 Existe, por tanto, un peligro de desviación y uso abusivo de ciertos conocimientos, frente al cual la ciencia tradicional adopta, como precaución, ciertas reservas que los modernos interpretan como intentos de monopolizar tales conocimientos.90 

Por supuesto, es un error buscar confirmaciones de los datos tradicionales a través de los resultados de las ciencias modernas. La ciencia actual no puede producir nada más que hipótesis dado su punto de vista superficial y profano, mientras que las cosas de las que tratan las ciencias tradicionales son consecuencias indudables de verdades de orden metafísico conocidas a través de la intuición intelectual.91 

Añadiremos que tras el desorden que supone la construcción progresiva de una ciencia exclusivamente cuantitativa y material se esconde la mano de una acción antitradicional que consigue utilizar en su provecho incluso a aquellos sabios que deberían ser sus más acérrimos enemigos, si no fuera porque la desviación de la mentalidad moderna ha ofuscado los intelectos de los hombres de Occidente, quienes viven llenos de contradicciones sin darse cuenta de ello.92 El punto de vista "cientifista" que ha labrado la mentalidad experimental occidental es antitradicional, y es uno de los factores que pueden contribuir más eficazmente al éxito de la contra-tradición.93 

¿Una regeneración de la ciencia Occidental? 
Según la tradición, la última fase del ciclo de nuestra Humanidad se debe caracterizar por la explotación de todo lo que ha sido rechazado en fases anteriores. Las investigaciones de un alcance exclusivamente práctico, propias del mundo moderno, son llevadas a cabo, en el extremo opuesto de la espiritualidad, por hombres inmersos en la materia que no son capaces de concebir nada más allá de ella, que se agitan cada vez más sin otro norte que la dispersión en la pura multiplicidad hasta la disolución final.94 Los hombres tradicionales que contemplan desde Oriente este estado de cosas no pueden experimentar ninguna tentación de entregarse a un quehacer tal, que les hará correr el riesgo de descuidar lo que constituye para ellos lo esencial.95 Esto último, la absorción de toda la actividad humana por un saber de tipo contingente e hipotético, y no dicho conocimiento por limitado y rasante que sea, es lo que resulta ilegítimo. 

No es posible reproducir algo parecido a las ciencias tradicionales que hubo en Occidente por la vía de "unificar" ciencias modernas. Así, por ejemplo, la reunión de todas la ciencias especializadas de la naturaleza tal y como están constituidas actualmente jamás podrá generar -o más bien regenerar- algo que fuera equivalente a la Física antigua. El punto de vista de esas ciencias modernas es totalmente distinto al tradicional; la concepción tradicional contempla a las ciencias como aplicaciones particulares de los principios, "dependencia" esta que la concepción moderna no puede admitir.96 

La única regeneración posible pasa por la restauración del conocimiento intelectual puro; para ello, es necesario buscar la metafísica allí donde todavía existe. Sólo tras ello se podrá pensar en dar una base tradicional a aquello que las ciencias occidentales tienen de válido y legítimo, lo que no significa otra cosa que religarlas a los principios según el modo que conviene a sus respectivos objetos, y resituarlas en la jerarquía de los conocimientos.97 Únicamente una élite intelectual, formada por hombres cualificados que acaso aún no tengan conciencia de sus posibilidades, puede llevar a cabo esta obra. Las aptitudes requeridas pertenecen al orden de la intelectualidad pura y, por tanto, no pueden ser determinadas por ningún criterio exterior. Paradójicamente, puede que los sabios más eminentes de las respectivas disciplinas sean los menos aptos para desempeñar esta labor, debido a los hábitos mentales que han adquirido.98 La ignorancia pura y simple puede ser un mal mucho menor.99 

Epílogo 
Quisiéramos acabar este trabajo, con el que no hemos pretendido otra cosa que servir de vehículo transparente de la obra de René Guénon en lo que se refiere a la ciencia moderna, con unas frases que sinteticen el propósito de su autor. Por supuesto, no hemos encontrado mejor manera de hacerlo que con palabras suyas: 

"Bien sabemos que nuestro punto de vista no es de los que se plantean habitualmente en Occidente, y que, por consiguiente, puede ser bastante difícil de comprender en el primer intento; pero de más está decir, que no pedimos a nadie que lo adopte sin un examen previo. Lo que queremos solamente es incitar a la reflexión a quienes todavía son capaces de ello; cada uno comprenderá lo que pueda y, por poco que sea, siempre significará algo; por lo demás, suponemos que algunos llegarán más lejos.100 

 
NOTAS
1 SEMNI, "Información sobre futuros proyectos de investigación y desarrollo tecnológico de la UE", septiembre de 1994.
2 Ver René Guénon, Orient et Occident (en lo sucesivo, OO), 1ª parte, cap. 1.
3 Ibid., La Crise du Monde Moderne (en lo sucesivo, CM), cap. 7.
4 Ibid., OO, 1ª parte, cap. 1.
5 La ceguera que esta sugestión produce es tanta que la concepción del progreso absoluto ha logrado abrirse paso hasta nuestros días, pese a que hechos sensibles como las agresiones a la naturaleza producidas por las realizaciones prácticas subordinadas a esa fantasía han puesto en tela de juicio, incluso desde un punto de vista puramente contingente, la verosimilitud de tal ilusión. De esta crisis ecológica, el concepto del progreso ha salido airoso y rejuvenecido con el nombre de "Desarrollo Sostenible", término que se ha hecho popular a partir de la llamada Cumbre de la Tierra celebrada en 1992 bajo el patrocinio de la Organización de las Naciones Unidas.
6 Ver René Guénon, Le Règne de la Quantité et les Signes des Temps (en lo sucesivo, RQ), cap. 7. 
7 Ibid., OO, 1ª parte, cap. 3.
8 Ibid., CM, cap. 3 y OO, 2ª parte, cap. 2.
9 Ibid., OO, 1ª parte, cap. 2 y OO, 2ªa parte, cap. 1.
10 Ibid., CM, cap. 7.
11 Ibid., RQ, cap. 11.
12 Ibid., CM, cap. 1.
13 Ibid., RQ, cap. 12.
14 A este respecto y a título de ejemplo, es significativo el abanico de titulaciones universitarias que se imparten en los centros de la recientemente creada Universidad Ramón Llull, auspiciada por el Arzobispado de Barcelona y varias órdenes religiosas, entre las que se encuentran la Compañía de Jesús y los Hermanos de la Salle.
15 Ver René Guénon, RQ, cap. 2.
16 Ibid., RQ, cap. 10.
17 Ibid., RQ, cap. 7.
18 Ibid., CM, cap. 7.
19 Este espíritu cuantitativo tiene un claro reflejo en la propia "producción científica" occidental. En las universidades e institutos de investigación europeos y americanos, se ejerce una gran presión sobre los "científicos" a fin de que publiquen el máximo número posible de artículos en revistas especializadas "de impacto". En nuestro país, una parte del salario de los profesores universitarios se fija en función de la cantidad de artículos publicados durante los últimos seis años. Nos atreveríamos a decir que la calidad e incluso la simple inteligibilidad de esos trabajos cuenta mucho menos que su número. Sólo así nos explicamos, por ejemplo, que se prime la publicación en revistas de idioma anglosajón.
20 En el ámbito de la ciencia occidental es conocido el mito de la "excelencia científica". Esta sólo está al alcance de aquéllos que se especializan en temas extraordinariamente restringidos en los que alcanzan una supuesta posición de liderazgo -"saben más que nadie". Por supuesto, el rasero con el que se mide el grado de liderazgo es el currículum de publicaciones.
21 El propósito de ciencias como por ejemplo la Ecología, la Bioestadística o la Biogeoquímica no es ninguna síntesis de saberes. Se trata más bien de ejercicios de yuxtaposición de ciencias especializadas cuyo resultado es algo que pertenece al mismo orden cuantitativo que los objetos de éstas.
22 Ver René Guénon, OO, 1ª parte, cap. 2.
23 Ibid., RQ, cap. 5.
24 Ibid., CM, cap. 5.
25 Ibid., RQ, cap. 13.
26 Ibid., RQ, cap. 4.
27 Ibid., CM, cap. 5.
28 Ibid., OO, 1ª parte, cap. 2.
29 Ibid., OO, 1ª parte, cap. 2.
30  Ibid., RQ, cap. 10.
31 Ibid., RQ, cap. 17.
32  En cuanto a la influencia de determinadas tendencias sobre la formulación de teorías científicas, hay que destacar la importancia de la "moda" en el ámbito de la investigación que se desarrolla en Occidente. La popularización de determinados conceptos o sistemas, o su elevación a la categoría de temas de interés prioritario por parte de las Administraciones Públicas, provoca aluviones de trabajos de investigación que se esfuerzan por incorporarlos en sus respectivos desarrollos teóricos.
33 El hecho de que la investigación científica occidental se organice en base a "proyectos" da idea de la incertidumbre que envuelve todo lo que se relaciona con la ciencia profana.
34 Ver René Guénon, CM, cap. 3.
35  Un ejemplo caricaturesco de este fenómeno es el episodio del supuesto descubrimiento de la fusión fría en Estados Unidos, hace unos pocos años.
36 Ver René Guénon, OO, 1ª parte, cap. 2.
37 Ibid., RQ, cap. 14.
38 Uno de los ejemplos más claros de esta visión miope lo encontramos en la Geología. La hipótesis básica que sustenta las modernas interpretaciones geológico-históricas es la del "actualismo", según el cual los fenómenos geológicos habrían ocurrido siempre en la misma forma en que suceden en la actualidad. Esta teoría fue acuñada a mediados del siglo pasado por dos geólogos anglosajones, y se impuso al denominado "catastrofismo", el cual suponía que en la historia de la Tierra hay una alternancia de períodos en los que la vida se desenvuelve normalmente y de épocas catastróficas en los que grandes cataclismos han borrado todo rastro de vida. El diluvio universal habría sido la última de estas grandes catástrofes.
39 Ver René Guénon, RQ, cap. 19.
40 Esta afirmación, u otras equivalentes, son hoy en día una especie de verdad sobreentendida que muchos profesores universitarios creen. En el ámbito de la Mecánica Racional, por ejemplo, esta sugestión se ve reforzada por la simplicidad de las expresiones matemáticas de las leyes fundamentales que describen el movimiento de un sólido.
41 Ver René Guénon, RQ, cap. 11.
42 Ibid., OO, 1ª parte, cap. 2.
43 El proselitismo occidental se vierte en todas direcciones. Se exporta a otras sociedades, y se inculca a todos los miembros de la civilización occidental con independencia de cuál sea la cualificación intelectual de cada individuo. Datos como que en España haya más de cincuenta universidades y alrededor de un millón y medio de estudiantes universitarios son suficientemente reveladores en este sentido.
44 Ibid., OO, 1ª parte, cap. 2.
45 Ibid., RQ, cap. 12.
46 Ibid., RQ, cap. 12.
47 Ibid., OO, 1ª parte, cap. 3.
48 Ibid., RQ, cap. 26.
49 Ibid., CM, cap. 3.
50 La actitud de buscar por el simple placer de buscar está primada en Occidente. Los equipos dirigidos por "investigadores excelentes" plantean continuamente a las Administraciones tutelares "proyectos de investigación" con los que pretenden conseguir fondos que les permitan financiar a sus respectivos grupos, ello con el fin de poder emprender nuevos proyectos de investigación en una rueda sin fin. Si se pregunta al responsable de un grupo científico "¿Cuáles son los objetivos? ¿Hacia dónde se dirige?", su respuesta será lo más parecido a una excusa para justificar su actitud de buscar por buscar. La búsqueda ilimitada es lo que caracteriza a los investigadores occidentales; ella se ha convertido en una profesión.
51 Ver René Guénon, OO, 1ª parte, cap. 3.
52 Ibid., OO, 2ª parte, cap. 2.
53 Ibid., OO, 1ª parte, cap. 2.
54 Este afán de originalidad llega a convertirse en un imperativo de tipo administrativo en el caso de las tesis doctorales.
55 La necesidad impuesta de "producir" resultados científicos, y de demostrar que ello se hace en efecto, lleva a que los investigadores tomen como objetivo principal poder rellenar su currículum con referencias bibliográficas propias lo antes posible. Ello provoca la fragmentación de la investigación y de los sistemas a que ella da lugar hasta límites absurdos, la orientación de esa investigación hacia "lo publicable" bajo el dictado de la moda, y la fragilidad creciente de las conclusiones obtenidas, puesto que son cada vez más precipitadas.
56 Ver René Guénon, OO, 2ª parte, cap. 1.
57 Todo lo que envuelve a la publicación de artículos en revistas científicas occidentales supuestamente de alto nivel es un claro reflejo del afán profano de originalidad. Más que como medios para la difusión de algún conocimiento, esas revistas son contempladas, ante todo, como lugares a conquistar, en los que hay que colocar artículos a toda costa. Las revistas elegidas como objetivo son las de mayor "índice de impacto" (=medida de la frecuencia con que son citados artículos publicados en dichas revistas por otros trabajos. Existe una publicación especializada periódica, el "Journal Citation Reports", en el que figura el ranking de todas las revistas científicas por ámbitos temáticos), sin tener en cuenta criterios tales como su idioma, el público a quien se dirigen, en qué bibliotecas está accesible, etc. Este estado de cosas da pie a que los grandes grupos editoriales de Occidente contemplen la edición de una revista científica como un negocio lucrativo y promuevan el lanzamiento de nuevos títulos, contribuyendo así al desorden y a la multiplicidad que reinan en el ámbito científico profano. La organización de "congresos", "symposios" y "talleres" científicos, eventos cuyo contenido guarda poca relación con la etimología de su denominación, es otra actividad rentable y al alcance de grupos con intereses más modestos. Conocemos departamentos universitarios que han llegado a especializarse en la organización de tales actividades.
58 Ver René Guénon, OO, 2ª parte, cap. 1.
59 Ibid., RQ, cap. 14.
60 Ibid., RQ, cap. 17.
61 Ibid., OO, 1ª parte, cap. 2.
62 Ibid., OO, 1ª parte, cap. 1.
63 Ibid., OO, 2ª parte, cap. 4.
64 Ibid., CM, cap. 4.
65 Ibid., OO, 2ª parte, cap. 2.
66 Ibid., CM, cap. 3.
67 Ibid., CM, cap. 3.
68 Es revelador, en este sentido, que en la denominación de los organismos públicos encargados de la gestión de los "proyectos de investigación" en los países occidentales (en España, la Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología), e incluso de las figuras de tipo normativo en las que estos proyectos se encajan (en España, el Plan Nacional de Investigación Científica y Desarrollo Tecnológico), los términos de "ciencia" y "técnica" aparezcan estrechamente unidos.
69 Ver René Guénon, OO, 1ª parte, cap. 1.
70 Ibid., RQ, cap. 26.
71 Ibid., CM, cap. 3.
72 Ibid., OO, 1ª parte, cap. 3.
73 Ibid., CM, cap. 3.
74 Ibid., OO, 1ª parte, cap. 2.
75 Ibid., CM, cap. 9.
76 Ibid., OO, 1ª parte, cap. 2.
77 Ibid., CM, cap. 3.
78 Ibid., CM, cap. 4.
79 Ibid., OO, 1ª parte, cap. 2.
80 Ibid., RQ, cap. 8.
81 Ibid., OO, 1ª parte, cap. 3.
82 Ibid., CM, cap. 1.
83 Ibid., CM, cap. 4.
84 Ibid., CM, cap. 4.
85 Ibid., RQ, Avant-propos y cap. 3.
86 Ibid., CM, cap. 4.
87 Ibid., OO, 1ª parte, cap. 2 y CM, cap. 4.
88 Esta impresión de desorden y anarquía es la que precisamente transmite el índice de contenidos de cualquier revista científica occidental o la lista de títulos de comunicaciones a un symposio científico.
89 Ver René Guénon, OO, 2ª parte, cap. 2.
90 Ibid., RQ, cap. 27.
91 Ibid., CM, cap. 4.
92 Ibid., RQ, cap. 14.
93 Ibid., RQ, cap. 39.
94 Ibid., CM, cap. 1.
95 Ibid., OO, 1ª parte, cap. 1.
96 Ibid., CM, cap. 4.
97 Ibid., OO, 2ª parte, cap. 2.
98 Ibid., OO, 2ª parte, cap. 3.
99 Ibid., OO, Conclusiones.
100 Ibid., OO, Conclusiones.
 
 
 
René Guénon
Home Page
 
 
 
  1