La posición económica y social de su familia, le permitió efectuar estudios en Cumaná y después, obtener plaza en el Ejército Real, en el cual alcanza el grado de Capitán. En tal calidad ejerció la Comandancia de Armas del Norte de la Isla y se le comisionó para la instrucción de milicias.
Convencido de la necesidad de la Independencia, fue de los primeros en abrazar su causa y en apoyar la formación de la Junta que, depuesto el Gobernador Puelles, asumió el mando en Margarita. Fue ascendido a Coronel y desde entonces ejerció el mando militar de la Isla. Toma parte en la fracasada expedición de Guayana. De regreso en Margarita, es apresado y enviado a las bóvedas de La Guaira; de ellas sale, gracias a la intervención de influyentes familiares.
Vuelve a la Isla de Margarita; al llegar es arrestado. Desde la prisión animó el movimiento preparado por Don Rafael Guevara; insurrección popular provocada por las exacciones de Pascual Martínez quien es atacado y preso en Pampatar. Libre Arismendi asumió el Gobierno y de inmediato se comunicó con Mariño y le proporcionó socorros, consistentes en 14 embarcaciones y pertrechos.
La flotilla, al mando de Bianchi, bloqueó a Cumaná, plaza abandonada por los realistas el 2 de agosto de 1813. Arismendi contribuyó, pues, al nombramiento de Mariño como Jefe Supremo fue retener las presas hechas por las embarcaciones margariteñas y además pretendió imponer su voluntad al Gobierno de la Isla.
Mientras la isla reconoce la autoridad de Bolívar, Arismendi, para evitar mayores males, pasa a Caracas el 12 de noviembre. Es conveniente anotar que el mal entendido con Mariño, llevado por éste al límite de lo inamistoso, los separa durante todo los años de lucha.
Bolívar, quien es el único de todos los Jefes capaz de comprender la magnitud de la tarea necesaria para dejar sólidamente establecida la libertad americana, busca el entendimiento con Mariño y uno de los actos de esa búsqueda consiste en fijar al valeroso Arismendi en Caracas, para lo cual se le da el difícil destino de Gobernador Militar. En funciones tales parte en apoyo del Comandante Manuel Echandía y es batido en Panaquire.
El fatídico año 14 le trae una de aquellas misiones capaces de quebrar los más acerados espíritus. En efecto, agotados los esfuerzos e infructuosas todas las gestiones hechas para expulsar a los prisioneros realistas y antes, para su canje, acosada la República por Boves y Morales, desguarnecidas prácticamente Caracas y La Guaira, Bolívar ordena la ejecución de los prisioneros. Decisión tremenda pero justificada por las circunstancias y a la cual los historiadores niegan estudio detenido, pues todavía parecen pesar las críticas de realistas y antibolivarianos.
Tócale cumplir parte de esa penosa misión al Gobernador Arismendi, quien cumple con su deber. Si cierto es que el carácter de este gran soldado era de los más duros, estas ejecuciones fueron sin duda alguna, las que cimentaron la reputación de cruel que algunos, realistas o aventureros, le enrostran. Pero, ¿cómo explicar por ejemplo, que este hombre "feroz" no sacrificarse de inmediato al que fue carcelero de su esposa?
Obedeció las órdenes impartidas por Bolívar y aquella terrible medida (fueron ejecutados en Caracas y La Guaira unos 800 prisioneros), cónsona con el momento, prevista en el decreto de Trujillo, no fue sino respuesta a las atrocidades de Boves y ciertamente, saludable a la República. Otras medidas cual el cobro de las multas impuestas a los españoles o desafectos le serán censuradas. Asimismo las órdenes de leva forzosa para los varones entre los 12 y 60 años, leva necesaria para aumentar las escasas fuerzas patriotas y que en realidad fue de pocos resultados.
En el asunto de los cobros demostró probidad digna de quienes creían en los principios republicanos.
Sumida la Nación en el caos, se retira con Bolívar y ayuda a mantener viva la para entonces debilísima voluntad independiente.
Reasume la Jefatura en Margarita, donde rechaza las ofertas de Morales hechas por el comisionado Llamosas. En estos momentos, Arismendi lleva sobre sus hombros la República, pues en el territorio sólo quedan algunos guerrilleros y muchos fugitivos.
La formidable armada de Morillo, la falta de hombres y recursos, la esperanza de otra oportunidad, hacen decidir a Arismendi en favor de un arreglo con el "Pacificador". Ello a pesar de las presiones de quienes hubiesen preferido enterrarse con la última esperanza de Venezuela.
Morillo entregó la isla al prudente Herraiz y rechazó los innobles consejos de Morales quien pretendía se desconociese lo pactado. Herraiz gobernó con éxito pues lo hizo con justicia. Más, no conviniéndole estos métodos al señor Moxó, éste lo hizo sustituir con el Coronel Urreiztieta, individuo cruel y sin principios, muy a la medida de Moxó, para quienes la historia reserva la fatigosa gloria de haber provocado grandes fracasos a la causa que debían defender.
Irritados por las violencias del nuevo gobernador, los margariteños se alzan nuevamente, con Arismendi en la Jefatura. En la esperanza de amedrentarlo, los españoles someten a Luisa Cáceres, su segunda esposa, a los peores tratos. A pesar de esto y de un fracaso inicial, Arismendi sorprende la Guarnición de Juan Griego el 16 de septiembre de 1815. Luego ocupa la Villa del Norte y bate a Urreiztieta y lo reduce pronto a los castillo de Santa Rosa y Pampatar.
Conviene recordar que las órdenes de Moxó y las inclinaciones personales de Urreiztieta llevaron la guerra en Margarita a un cráter de inhumanidad tal vez superior al asumido en Tierra Firme. Basta leer las instrucciones de Moxó para comprender los sacrificios de aquella brava gente.
Cuando Bolívar desembarca, Arismendi lo reconoce como Jefe y ambos conferencian por más de una hora sin testigos. Luego el 7 de mayo de 1816, Bolívar es proclamado Jefe Supremo por la Asamblea reunida en la Villa del Norte. Arismendi recibe allí el Generalato en Jefe. Y a pesar de sus diferencias con Mariño acepta el nombramiento de éste como segundo Jefe Supremo. Al principio, Arismendi creyó conveniente la permanencia de Bolívar en Margarita; pero convencido por los razonamientos de éste, apoya las acciones proyectadas sobre Carúpano y Ocumare. Cuando supo el atentado de Bermúdez y Mariño, publicó un manifiesto en favor de Bolívar; acude mediante el envío de algunos recursos en ayuda de Mac Gregor y lleva 400 hombres en socorro de Barcelona por lo cual, a la llegada de Bolívar lo recibe esta vez Francisco Esteban Gómez y recuérdese que es sólo Arismendi quien había enviado un comisionado al Libertador incitándolo a volver. Pues la comisión de Zea fue dada antes de que trascendieran las noticias de la rebelión de Mariño y Bermúdez.
Secunda al Libertador en su audaz y justificada incursión sobre los Valles del Tuy, incursión que bien hubiese podido dar por resultado la toma de Caracas, en su resultado máximo, pero que en el mínimo le hubiera significado la reunión de una masa considerable y libre de la influencia de los caudillos desconfiados o disidentes. Derrotados, regresan a Barcelona y se rehacen. Arismendi recibe la misión de entrevistarse con los otros Jefes patriotas en busca de una concentración. Comisión difícil que sólo tiene éxito parcial con Cedeño y Zaraza.
Concurre con Bolívar a las operaciones sobre Guayana; el 2 de mayo de 1817, se reúne con las tropas de Piar en la Mesa de Angostura. Bolívar encarga a la actividad de Arismendi establecer un taller para la fabricación de flecheras en Boca de Tablas del Caroní y luego la de fortificar la ensenada de Cabrian con lo cual se obliga al enemigo a abandonar el Orinoco. Desgraciadamente la influencia del Congresillo de Cariaco se hace sentir en el espíritu de Arismendi, quien sin un mando a la altura de su jerarquía y capacidad, acogió la idea de reunir un Congreso en Guayana. Idea muy del agrado de Piar, pero que no pudo llevarse a la práctica por haberse desinteresado de ella Arismendi, molesto con Piar. Arismendi mandó el Batallón Barlovento en la Batalla de Cabrian. Tomada Angostura regresó a Margarita en la creencia de poder dedicarse a la vida privada; sus servicios eran necesarios y allí procede a dirigir una hábil campaña marítima y conseguir para la República pertrechos de guerra contratándolos en las Antillas.
Por tradición eran los margariteños reacios al servicio que los alejaba de aquel suelo tan duramente libertado; es más, existía una promesa, especie de ordenanza, según la cual no se exigirían contingentes a la isla, que sólo se le pedirían voluntarios. Esta actitud y esta promesa, más las intrigas de algún Jefe y Oficiales y la presencia en la isla de los legionarios ingleses, a quienes, completados con criollos, debía conducir Urdaneta en expedición ordenada por Bolívar, ocasionaron un mal entendido entre Francisco Esteban Gómez, Arismendi y Urdaneta; este Jefe para prevenir otros males y afirmar su autoridad, luego de una averiguación sumaria, resolvió arrestar al General Arismendi culpándolo de poner trabas a la misión recibida. Arismendi es apresado; no falta quien le acuse de abierta rebeldía contra Bolívar y fue enviado a Guayana para ulterior juicio. Las ambiciones de Mariño, para el momento resentido porque luego de su triunfo de Cantaura, había sido relevado del mando en el Ejército de Oriente y la ausencia del Libertador, empeñado en la Campaña de Boyacá, dieron pie a intrigas y bochinches en Angostura que condujeron a la renuncia de Zea. Arismendi fue sacado de su encierro y hecho Vice-Presidente por los autores del tumulto que no tenía otra finalidad distinta a complacer lo ambicioso por Mariño (1819). Ya en uso de sus poderes, dicta Arismendi el discutible decreto sobre el comercio de cueros y otro en favor de las tropas extranjeras; y el 8 de noviembre se traslada a Maturín con el objeto de preparar una nueva campaña. Bolívar, al regresar de su victoriosa expedición, se encuentra con Arismendi quien casualmente había vuelto a Angostura (11 de diciembre de 1819), y conocedor aquél, especialmente por la carta de Zea, de que Arismendi había "tomado el buen camino y burlado las esperanzas de los perturbadores luego que logró su destino", no le llamó la atención y más bien, fino político, le hizo demostración de amistad. Arismendi renuncia el cargo y reunido el Congreso el 17, fue nombrado Zea Vice-Presidente. Arismendi recibe el honroso cargo de General en Jefe de las Fuerzas de Oriente, lo cual demuestra su habilidad en momentos tan difíciles y el aprecio de Bolívar a sus cualidades militares. (Mariño en tanto, queda sin empleo).
Colabora Arismendi en la preparación de las fuerzas que deberían invadir por Río Hacha.
Para Carabobo contribuye con 400 hombres y Soublette lo designa para el Comando Militar de Cumaná y Barcelona. Entre sus últimos cargos desempeñó la Jefatura de Alta Policía en Caracas, de apoyo a Páez y por último ejerce la Gobernación de Caracas. (1835).
Cargado de merecimientos muere en Caracas.
Decisión, coraje a toda prueba, actividad, son tres de las principales cualidades de Arismendi. Aventaja a otros Jefes en instrucción militar y experiencia de mando. Parte de su ascendiente viene sin duda alguna de los nexos creados en la instrucción de milicias y en el cumplimiento de su deber militar pocos lo igualan. Maneja con prudencia y honestidad los fondos públicos.
Desde el comienzo de la lucha independiente da socorros a los libertadores de oriente y sólo la actuación poco delicada de Mariño en el asunto de las presas navales y sus aspiraciones hegemónicas, lo separan de éste, para bien de la República. En todo momento es leal al Jefe Supremo. El golpe de estado por el cual va a la Vicepresidencia es obra de Mariño y posiblemente de algunos amigos de Arismendi, cegados por la preocupación regional y por las falsas noticias esparcidas.
En esa Vicepresidencia, como lo haría luego en otros cargos, demuestra celo, comprensión y no olvida el problema esencial: la preparación para la guerra. Su generalato en Jefe que ampliamente justificado por sus actos en la conducción y ejecución del tipo de güera y combates que le tocó en suerte.
Como isleño quizás no comprende la Colombia del Libertador y fue de los separatistas, pero no se dejó llevar por la ola destructora de la gloria de Bolívar, a quien siempre respetó y en la cual tantos hombres ilustres ahogaron méritos.
En fin, reunía dos requisitos, de aquellos indispensables al verdadero Jefe de Guerra: competencia militar y definida personalidad.
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