Apuntes para la prevención


Hugo Míguez.
Investigador independiente
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas.

Apuntes para la prevención

Capítulo del libro "Los vidrios oscuros de la droga" Ed. Universidad de Quilmes. 1999

 

 

 

 

Sin estudios suficientes ni adecuados, el campo del uso indebido de sustancias psicoactivas tiene extensas áreas desconocidas. Muchas de las preguntas que hoy pueden formularse, a la hora de examinar seriamente resultados, no tienen aún una respuesta. Esto, que no es un hecho menor, explica que en el territorio de la prevención, como en los mapas de los primeros navegantes, haya más dibujos con serpientes marinas de advertencia que geografía.

El avance constante de estos problemas indica que hay gente que decidió ignorar estas señales, algo ingenuas, de aviso. Muestra también que muchos de ellos, sin demasiadas referencias, se perdieron. Frente al hecho consumado, la opinión general condena los que pasaron de la marca establecida, recuerda y les recuerda que tuvieron advertencias y hace silencio sobre lo que pudo haberlos impulsado. Es más, hasta alguno puede citar al destino o a los genes para que el resto de los que habitan el mundo conocido sientan aliviados sus temores.

Pero cuando el avance del problema alcanza los límites de epidemia ya no se puede excomulgar sin correr la paradoja de verse uno también excomulgado, porque después de todo, se trata de una cuestión de proporciones. De manera que el trabajo laborioso, lento, ingrato, deberá comenzar a realizarse partiendo de reconocer , humildemente, que hay que comenzar por escuchar a los perdidos porque quizá ellos sepan más de rumbos y de escollos y puedan ayudar a señalar salidas.

El abuso del alcohol, ya endémico, y la llegada de nuevas sustancias psicoactivas transcurren en un mundo cultural que da señales ambiguas cuando no contradictorias. Dos mil millones de litros de alcohol en un año para algo más de treinta millones de habitantes significa muchas cosas dentro de una cultura mediática como la actual. Sería poco sensato pensar que semejante mercado desde lo legal, no tiene influencia sobre como la gente piensa que debe disponer de las sustancias que alteran su conciencia. No sólo el alcohol, es claro. También el tabaco y la próspera cultura de la automedicación y/o prescripción abusiva de medicamentos psicotrópicos. Dentro del marco cultural que construye esta oferta, se presentan las drogas ilícitas, como un problema emergente que , pese a que se intenta ordenar por separado , recibe la herencia de una sociedad que ya tiene sus definiciones en materia de sustancias psicoactivas.

No hay protagonista en esta investigación sobre uso intravenoso de drogas que no haya partido del abuso del alcohol. Los jóvenes entrevistados ya conocían atajos cuando llegaron a las drogas ilegales, y el primero de estos fue el alcohol.

Es cierto. No todos los que recorrieron o recorren estos atajos llegaron a la drogas ilegales. Tampoco no todos los que llegaron a las drogas ilegales finalizaron en el uso inyectable. Pero esto no significa que cada uno de los peldaños no tenga su propia cosecha de trastornos. La simple intoxicación alcohólica produce más muertes en accidentes, por ejemplo, que todas las sobredosis de sustancias ilegales juntas.

El aprendizaje de utilizar las sustancias psicoactivas comienza en los primeros usos, no en los últimos donde lo que impera es la dependencia. La medicación del ánimo y del comportamiento comienza muy temprano, desde lo legal y en pocas cantidades. Frecuentemente vinculado a la inaccesibilidad de los modelos impuestos como deseables. Lo cierto es que una vez aprendido, desde la química, a modificar lo que cada uno siente y como se comporta, el tiempo y la oferta de drogas harán lo suyo.

El reconocimiento de las situaciones que estuvieron en el inicio del uso indebido es un proceso difícil para el entrevistado que ya alcanzó la dependencia o la adicción. Por un lado los orígenes se diluyen porque se pierde la capacidad de diferenciar los problemas iniciales a la luz de lo que se vivió después. Por otro lado, ahora como antes, las prácticas iniciales no son captadas cabalmente como problema, todavía permanecen influidas por un consenso social que las define más cerca de una transgresión juvenil que de un trastorno.

Esto quizá de razón de algunos entrevistados que hablan de su llegada al uso intravenoso de cocaína como un hecho independiente de su historia personal y

casi exclusivamente explicado como la búsqueda de un placer mayor o, como recuperación, del que perdieron después de haberla "tomado" mucho tiempo.

El modelo de resolución de los primeros conflictos a partir del uso indebido con sustancias legales, está dentro de los hechos aceptados como "naturales" y fuera de reflexión y cuestión. Ha quedado subsumido bajo las nuevas necesidades que se despertaron con la dependencia que es la superficie visible del problema.

Cuando los niveles del problema se tratan como si fueran compartimentos separados, cuando se desestima la característica de continuo que los define, desde el abuso de lo legal a lo ilegal, se refuerza la idea de que el problema es de sustancias no de personas y , debe reconocerse, que a veces esto parte de las propias estructuras destinadas a prevenir. De esta forma el doble mensaje que implica centrar el problema en lo ilegal habilita, ignorándolo, el uso indebido en los inicios. Repitiendo, en definitiva, los argumentos de la tolerancia cultural que ciega frente al uso indebido pero escandaliza en los cuadros finales de la adicción.

 

En este contexto caben algunas preguntas que permitan re-pensar la naturaleza de una respuesta preventiva. ¿Hasta dónde alcanzan hoy, en la Argentina, los límites de la tolerancia social al uso indebido de sustancias psicoactivas?

Las respuestas que se intenten a esta pregunta puede aportar algo importante, como por ejemplo precisar frente a qué y bajo qué circunstancias actúa la alarma social que despierta advertencia eficaz en esta materia. Podría descubrirse que es tan obvia que no avisa, solo confirma.

Las entrevistas de este estudio sorprenden al mostrar como gran parte de las sesiones de uso inyectable de drogas transcurren a cielo abierto. Esto , que supone algo todavía más extendido con respecto a otros usos, revela la presencia de una población que sabe sin darse cuenta, que ve sin mirar, que oye sin escuchar el uso indebido de sustancias psicoactivas en su propio medio. Una tolerancia por omisión de aquello que ocurre en su plaza, en la terraza de su edificio, en la cancha de deportes, en los umbrales de las puertas de calle y en las calles, en la esquina, en la galería comercial, en el kiosco del barrio, en la playa, en el boliche, en los pubs y en el estadio de fútbol.

Es decir, el uso indebido incluso de drogas ilícitas no transcurre, hoy, solamente por lugares poco accesibles y nada frecuentados. A veces ni siquiera es anónimo. Puede ser una perspectiva gravemente equivocada pensar que "sólo es un grupo que lo hace", porque el problema son los que no miran, los que no escuchan, los que no se dan cuenta porque ellos son parte de una tolerancia social de doble cara. Situación que, en definitiva, también refleja un enfoque preventivo que no los considera como parte de la situación que debe resolver.

 

Un camino en este territorio de la prevención tiene que ver con magnitudes e indica que no debería sesgarse el fenómeno reduciéndolo a la adicción. Otro se relaciona con su naturaleza e indica que debería irse más allá de las sustancias para que se consideren las personas, el muchacho que hoy se calma en la calle con una cerveza indica que el problema no está circunscripto a lo ilegal. Seguir encandilando con la punta que aparece del témpano es predisponer a la gente a sufrir un serio accidente a corto plazo.

Otros recorridos tienen que ver con la población que enfoca este estudio, los que llegaron cuando han superado todas las vallas preventivas que, en realidad, nadie les puso. Tiene que ver con definir cuáles son los puntos a prevenir en ellos, ahora y en su situación actual.

El análisis de sus entrevistas muestra la relación con el placer que "ennovia" al usuario con una droga hasta convertirse en único interlocutor y única realidad. Esto último, en el usuario intravenoso, más que en ningún otro caso. Aquí la sustancia ocupa todos los lugares, no hay utilización farmacológica que mediatice los vínculos de los que se "ponen" como pudo haberla en los que "toman". En este caso no hay facilitadores de la realidad, la sustancia es la realidad.

Y esa realidad sustituta es un instante placentero y un sinfín inacabable de ansiedades, un arriesgado y exaltado caminar sobre sensaciones próximas a la agonía hasta que se convierten en algo tan terrenal como la enfermedad y en la desgracia de la que hablaba Jauregui . Y finalmente la muerte, no la propia, sino la de los que se quiere, que son los que aparecen con su ausencia en el relato de todos los entrevistados. La muerte sentida a partir de los que no están, verse un solitario lleno de afectos que no tienen destino, un sobreviviente a los veintitrés.

 

 

El uso inyectable de cocaína como definición de una única pasión, de un único interés, convierte en sombras cualquier otro vínculo. Como en una relación de fondo y figura, la vía inyectable secundariza todo lo demás y deja poco a poco a la persona en una situación de aislamiento forzoso, en la situación de verse en un instante a sí mismo, con los brazos desechos, roto el último acceso a la sustancia y , sin embargo, pese a todos los llamados, no querer regresar.

Situado entre las ausencias de los que quería y la fugacidad de la sustancia que lo completa no parece haber camino ni salida . La persona consolida esta situación como un estigma expresado a través del "no tener nada que perder" y el nuevo límite sobre el que se abre nuevamente el campo de la prevención en este nivel tiene que ver con los procesos de discriminación social que, a veces como

una replica, abre un camino peligroso de hostilidades mutuas. Las consecuencias de esta guerra sorda tiene ejemplos concretos en las entrevistas de este informe que tratan del SIDA y los cuidados de sí mismo y de los otros.

Los campos de la prevención que en este nivel parten ya de evitar el aumento del daño y la muerte deben apoyarse sobre un conocimiento muy sólido de la verdadera situación de los usuarios de drogas intravenosas en la actualidad. El manejo del descontrol que culmina en el compartir el equipo de inyectarse, las cruentas medidas de ayuda en las situaciones de sobredosis generadas desde los propios usuarios, la estrecha asociación de formas cada vez más violentas para acceder al dinero que acerque a la droga bajo la presión de "la manija" y el temor "al bajón", hablan de un grupo que bajo la forma que se lo quiera ver, es un grupo abandonado a su suerte. Un grupo excomulgado que, salvo aquellos pocos que logran acercarse a un tratamiento, paulatinamente se sumerge cada vez más en una situación sin salida dentro de las posibilidades actuales.

 

Una pregunta que debe hacerse desde la prevención en estos puntos es ¿Dónde debe situarse la ayuda oportuna? ¿Cómo acercar una respuesta sanitaria a una población que decide aceptarla en tanto no parta de cuestionar lo mismo que la daña ? . No es en los consultorios, esto es seguro. Salvo que haya decidido aceptarse como realidad únicamente aquello que los limitados sistemas de asistencia actuales logran captar. Pero, en ese caso, habrá que aceptar también que eso forma parte de una percepción desfigurada de la realidad donde la droga no es la química sino el poder.

Probablemente llegar a esta población sea partiendo de no esperarla. Tomando el ejemplo de lo que Grimson tan claramente trae a colación con los "operatori di strada, como parte de un replanteo metodológico que busca la resolución del conflicto aceptando como parte del problema el contexto que lo condiciona. Desarrollar salidas alternativas que permitan un acercamiento gradual y por etapas al final de las drogas. La meta del "todo o nada" finalmente ha creado grupos que han elegido la segunda de las opciones, colocando su vida en situaciones cada vez más dañinas e implicando riesgos cada vez mayores para la comunidad con la que convive.

Pero la definición de nuevas estrategias preventivas no puede hacerse en este caso desde el laboratorio. Esto significa que la tantas veces trajinada "participación" deberá ser considerada con cuidado. Asumiendo que no basta con convocar gente a reuniones multitudinarias, porque eso también hacen los que drogan, sino que es necesario desarrollar las metodologías imprescindibles para que puedan expresarse más allá del eslogan. Para recoger pensamientos, opiniones, evaluaciones de los que están directa e indirectamente afectados por los problemas que se quieren tratar. Para investigar, que no es otra cosa que aprender, antes de actuar, que no debería ser otra cosa más que ayudar.

El uso indebido de sustancias psicoactivas se extiende como un derrame de petróleo sobre la región, no faltan las voces que tímidamente comienzan a decir lo que siempre han pensado, la legalización de las drogas se plantea como una alternativa práctica, una rendición razonada sobre la base de que, quizá, la conciencia también era una utopía.

Una lectura minuciosa de este informe anticipa parte de ese futuro que se augura como salida al liberar las drogas. Poder meditar con alguna base sobre lo que eso puede significar en nuestro medio lo debemos a la contribución valiente de las chicas y muchachos que han enfrentado cada una de estas entrevistas con lo mejor que tenían, la sinceridad. Algunos nos mostraron donde estaban, otros tuvieron que volver al lado que dejaron para contarnos como fue, en cualquier caso su intención fue extender la mano para dar aviso, en un lugar donde las señales son tan pocas.

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No muchos están de acuerdo en cuál es el fenómeno que lleva a ciertos grupos de ballenas a salir del mar para quedar varadas en la arena de la playa. No siendo este un tema que conozca, me intriga y me atrae como para haber escuchado algunas hipótesis, menos increíbles que otras, acerca de señales que desconciertan al grupo y lo precipitan fuera del único ámbito, quizá terrible, donde pueden vivir.

El punto de comprensión parece estar dividido y, como siempre, la división seguramente será complementaria. Como sea, nadie podrá estar demasiado seguro si la explicación está en la química secreta que contiene la señal que desorienta o en el agotamiento del medio que debía contener y no contiene. Lo único cierto será que pocos y a veces ninguno regresará, y los esfuerzos enormes e infructuosos del rescate hacen pensar en las soluciones que hubieran sido posibles desde el mar, no desde la arena.

Hugo Míguez

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