A veces los viajeros que atraviesan el
desierto en pleno verano, borrachos de sol y de silencio,
equivocan su camino y sin quererlo llegan muy cerca del pueblo de
Task.
Algunos que presienten el peligro, retroceden atemorizados hasta
encontrar de nuevo la carretera principal; otros empujados por la
temeridad y por un vago sentimiento de no tener nada que perder,
se aventuran en él. Son los que no regresan; los que poco a poco
van aumentando el número de habitantes de Task. Me encuentro
entre estos últimos y quisiera hacer conocer la vida de aquí
(de algún modo hay que llamar a esta pesadilla que diariamente
nos refleja) para que al leerme seas capaz de conservar la
prudencia necesaria y si alguna vez estás cerca, tengas las
fuerzas suficientes como para retroceder a tiempo y alejarte de
este lugar. Para esto ha de comprenderse primero, que Task no
figura en los mapas del desierto. Segundo, que aunque la mayoría
hayamos llegado a él por habernos desviado de la carretera
principal, esto no significa nada. Existen demasiadas maneras de
llegar.
Por citar un ejemplo, el caso de los que después de haber pasado
unas horas durmiendo bajo las palmeras del kilómetro ciento
cuarenta y tres (conocidas por todos los que han cruzado el
desierto ya que es uno de los pocos sitios donde hay sombra),
despiertan al lado de las altas paredes de roca que bordean el
camino de entrada a Task; así, sin saber cómo, se encuentran
después de un viaje de sueños y silencio, a las puertas de
nuestro mundo.
No es frecuente dormir bajo un grupo de palmeras en el desierto y
despertar al lado de una pared de rocas. A ellos les toca decidir
si avanzan o retroceden. El desierto atrás, adelante el pueblo.
Afortunadamente la mayoría regresa. Para intentar después de
alguna copa explicarse ese absurdo. Casi siempre prefieren una
vaga justificación de cansancio y ruta nocturna. Como esos
indecisos que allá van, tal vez les llegó algo de mi aviso bajo
la forma de una brisa que les golpeaba el rostro. Mañana
preguntarán a los empleados del hotel y ante la negativa
sonreirán, tratarán de explicar y al final se quedarán
callados para que ese guía turístico que les muestra el mapa y
les dice que en ese punto sólo hay un grupo de palmeras en el
desierto y el pueblo más cercano a setenta kilómetros; no los
crea un poco chiflados. Mejor callarse y guardar esa imagen de
paredes altas para los amigos, como un misterio más del
desierto.
A veces pienso que si cuando llegué alguien me hubiera
avisado... pero para qué buscar responsabilidades a algo que no
fue otra cosa que fascinación. Viajaba en un deportivo rojo,
alquilado en el hotel y después de ciento cincuenta kilómetros
de una ruta más que monótona, me pareció divertido desviarme
hacia lo que al principio creí un pueblo de nombre exótico.
Task a 5 Km...
y entré. Sólo mucho después me di cuenta que algo tan inusual
como dos paredes de rocas bordeando un camino estrecho en pleno
desierto, debieron haberme hecho sospechar, pero ya era tarde.
El auto avanzaba, la arena era cada vez más fina, no sé bien
cuándo cambió de color para convertirse en tierra blanca y
seca. Comencé a ver pequeños grupos de árboles a las orillas
del camino, después aumentaron en número y en tamaño, al final
cerraban el paso y tuve que detenerme. Las altas paredes eran dos
rectas paralelas que parecían no tener fin, el bosque en medio.
Bajé y empecé a caminar por él y no me sorprendió encontrar
después de un rato un caballo negro que se movía inquieto entre
los árboles. Todo estaba envuelto en una luz clara, distinta de
la que me había acompañado horas atrás en el desierto. Una luz
con reflejos azulados que convertía el paisaje en puro sueño.
Escuché el galope de otro caballo qué se acercaba desde atrás,
creo que me preocupé por el auto, alguien venía desde allí. El
caballo negro se me acercó y le estuve casi agradecido por su
presencia, solo, en mitad de un bosque que estaba en mitad de un
camino, que estaba en mitad de un desierto. El galope se
escuchaba a muy pocos metros ya, sé que algo pasó a mi lado sin
detenerse, por el ruido de los cascos en la tierra lo supuse
caballo, pero si a algo presté atención fue al jinete que lo
montaba, envuelto en paños negros sólo los ojos y la boca
podían vérsele. Todo ocurrió con la rapidez de los sueños, lo
ví sonreírme, lo vi girar la cabeza y mirarme fijamente
mientras todo era galope alejándose y miedo. Con horror supe que
debía seguirlo, que ese otro caballo a mi lado estaba para que
lo montara y siguiera al jinete de negro que se adentraba en Task
a una velocidad increíble. Salté sobre el animal y galopando
comprendí que si algo podía explicarse, ese algo estaba más
adelante, en esa sombra inalcanzable que se alejaba a cada
momento. Golpeé al caballo con todas mis fuerzas, en la cabeza y
en los cuartos, en el cuello y en los ojos para que corriera aún
más, los árboles pasaban a mi lado como flechas, me sentía
unido a la bestia por algo más que mis piernas apretadas contra
su cuerpo, tal era mi agitación que no me dí cuenta enseguida
que de su nariz escapaban chorros de sangre.
De pronto el bosque quedó atrás. El camino se dividía en dos,
una parte seguía la recta a nivel del suelo por donde corrían a
lo lejos una boca y unos ojos sonrientes, la otra también recta
se convertía en una rampa por donde yo ascendía pegado a la
pared por el lado opuesto. Subía y subía hasta alcanzar el
nivel más alto de las piedras y entonces vi el mar al otro lado,
el camino ahora era plano, a mi derecha el precipicio cuyo final
era la otra mitad del camino por donde seguía su galope el
jinete de negro. Eramos dos galopes paralelos con una diferencia
de quince o veinte metros de altura, ya lo había alcanzado. No
forcé más al caballo, lo dejé galopar a su antojo y miré el
mar a mi izquierda y a mi derecha, me quité la camisa empapada y
la tiré al camino, dejé que el viento recorriera mi pecho, todo
era mar por fuera y piedra por dentro, estanque invertido que me
fascinaba y me atraía con una fuerza brutal. Abracé con todas
mis fuerzas el cuello del animal y lo obligué a detenerse.
Desmonté y asomándome al precipicio vi que quien perseguía, mi
terror, mi doble, mi sombra, el jinete de negro había
desaparecido. Me quité los pantalones y desnudo oriné hacia el
fondo del precipicio. Tomé mi cinturón, volví a montar y
golpeé al caballo con mis talones. Sorprendido después del
descanso el animal saltó hacia adelante, lo azoté entonces con
el cinturón hasta que reanudó la loca carrera hacia el mar, en
el mar.
Yo sentía al viento como lenguas recorriéndome, mi sexo erecto
acariciaba a cada movimiento el negro y brillante pelaje. Con una
mezcla de furia, dolor y placer grité, grité con todas mis
fuerzas y esto asustó al caballo apurando aún más el galope.
El universo entero pasaba a mi lado, me sentí flotar en la
soledad y la locura. La muerte al final, inalcanzable. Con el
cuerpo y la mente unidos en una exaltación gloriosa, me dejé ir
en un orgasmo pleno al mismo tiempo que llegaba al final del
camino que se cortaba de pronto y terminaba como si fuera un
espigón mar adentro. Todo era mar y vuelo en un salto suicida
que terminó en el agua profunda. Sentía que me hundía, veía
pasar el agua como una pared de cristal moviéndose hacia arriba
y pensé vagamente en el caballo, si podría nadar después del
golpe y el miedo. Me abandoné al cansancio y cerré los ojos,
fue un tiempo de luces y de colores y de silencio.
Al despertar aún estaba en el agua, flotando cerca de una playa,
la playa de Task. Lo que siguió fue un tiempo límite en el que
aprendí las reglas que deben aprenderse para vivir aquí.
Violencia, sexo, crueldad, trampas, desesperanza; aunque esto
último no lo logré aún. Al menos de la manera en que Brok
pretende que sea. Hay algo en el fondo de las cosas que ocurren
que me obliga a buscar salidas, a no resignarme a pasar el resto
de mi vida en este pueblo fantasma. Es una esperanza acorralada,
una esperanza ciega.
Un día en Task significa disponer del tiempo en lo que sea,
menos permanecer en casa, órdenes de Brok. No importaría
demasiado si se pudiera estar siempre solo, pero más tarde o
más temprano aparecerá Tyla pidiendo que la lleve a recorrer el
pueblo en auto (mi deportivo rojo apareció en la puerta de la
casa que se me había asignado, a la mañana siguiente de mi
llegada) y será siempre lo mismo, sus grandes dientes blancos,
su piel morena, su pelo renegrido y esas gafas de sol con montura
blanca; y sus botas también blancas sobre unos pantalones negros
que marcan las formas de su delgado cuerpo. A veces Tyla lleva un
cinturón muy ancho de cuero blanco, o un pañuelo de seda verde
al cuello, o se toca con una boina blanca o verde, sus colores
preferidos después del negro. Una vez más habrá que llevarla
por el camino de la costa, con la música al máximo de su
volumen, acelerando al mismo tiempo que ella desliza el respaldo
del asiento hacia atrás y comienza a moverse frenéticamente. Al
compás de la música golpeará los cristales y la puerta, dará
grandes patadas en el piso y en el tablero de instrumentos, hasta
que después de un rato así, cansada, terminará en un grito y
llanto y uñas en su cara, clavándose en su cara.
Pero al fin y al cabo Tyla fue la primera que me sonrió en Task.
La que sin reservas me invitó al primer té en su casa, cuando
todavía yo era un perfecto desconocido. Claro que después
comprendí que no lo hacía por mí, para darme la bienvenida,
sino por ella misma. Todos nos acercamos a los nuevos buscando
otra cosa en el primar contacto. Comprobar cuánto perdimos de la
otra vida, cómo éramos cuando acabábamos de llegar aquí. Pero
aunque lo hizo por esas razones, fue la primera y eso me
impresionó. En la soledad abrupta de Task, una mano tendida
significó algo, por lo menos en esa época. Es tan poco lo que
se puede elegir aquí, que aunque aburridos, los paseos con Tyla
representan la seguridad de no correr riesgos innecesarios. La
mayoría de las cosas nos vienen impuestas. Brok sigue
ateniéndose a las reglas que heredó de sus antecesores.
Tener que comprar gasolina significa: recorrer tres kilómetros
en el desierto, para llegar a una cabaña polvorienta y bajarse
porque se sabe que nadie atenderá, llamar a la puerta sin que
nadie conteste, entrar, saludar al viejo gordo sentado detrás
del mostrador que me sonreirá con una boca pequeña y ojos
brillantes pidiendo que me acerque, lamiendo restos de chocolate
pegados alrededor de sus labios y pidiendo que me acerque. Daré
dos pasos precavidos en los que se reflejará mi miedo, para ver
detrás del mostrador una cama pequeña en la que el viejo se
dejará caer riendo e invitándome. Mi primer impulso será
retroceder hasta la puerta en el mismo momento en que el viejo se
levantará y caminado hacia la pared pegará su cara en ella.
Quedará de espaldas a mí. Podré entonces sentir toda la
habitación, el olor a gasolina mezclado al del chocolate, las
latas de aceite junto a la cama, un teléfono negro y sucio sobre
la mesa, dinero a la vista en un cajón abierto, una ventana
oculta tras una cortina, paredes chorreantes, una cocina
engrasada, platos sucios, encierro, pesadez. Si respirara con
profundidad creo que mis pulmones se llenarían de sordidez; como
deben estar llenándose los del viejo, que acaba de darse vuelta
y agita sus manos en un ambiguo gesto de recibimiento y renuncia.
Mientras me acerco sin dejar de mirarle, noto la llave del auto
en el bolsillo, su mano derecha se alza para tocar mi cara, le
doy un tremendo rodillazo en el estómago que lo hace doblarse,
tengo así su cabeza ante mis ojos y es cuando saco la llave y
empuñándola como si fuera un cuchillo, lo golpeo con ella hasta
que se la hundo en el cráneo varias veces. El viejo se
desplomará sangrando. Habrá que limpiar el arma en su ropa,
volver sobre mis pasos hacia la puerta, salir, servirme gasolina,
soportar el dolor en la boca del estómago y luego alejarme del
lugar, no con el horror propio de mi crimen, sino con el horror
de saber que la próxima vez será igual, hasta que llegue el dia
en que el viejo sea más rápido y me dé primero el rodillazo y
el ciclo deje de repetirse, por lo menos conmigo.
Leyes del juego de Task. Imprevisibles resultados.
Después de una experiencia de este tipo, lo más seguro es que
vuelva al pueblo y recorra en coche sus angostas calles de casas
blancas y persianas verdes, tal vez doble en una esquina y
acelere, viendo a lo lejos el paredón que cierra la calle
acelere, acercándome peligrosamente acelere, sin tener tiempo ya
para frenar acelere, sabiendo que me sueño, siendo estallido y
bloque de piedra, consumiéndome en una nube de vidrios y humo y
alegría.
Para despertar al dia siguiente (se tardan horas en volver) en mi
casa, en mi cama y estirar la mano para alcanzar la botella de
whisky y beber un trago y rociarme con el resto.
Desamparado en Task, los hechos se suceden a mi alrededor y me
exigen un protagonismo que no estoy seguro de poder ofrecer, la
tensión es constante. Hasta aquí en casa, cuando recorro el
estrecho pasillo que une el comedor con la cocina y al final en
la puerta de cristal de esta última, veo sobre el vidrio al
acercarme, un reflejo que se agranda a cada paso, al principio
creo que es mi propio reflejo, pero a mitad de camino una silueta
oscura, oscilante; hace que sienta una sensación de vértigo que
me empuja a seguir caminando, y ya no es solo la sombra, ahora
distingo unos ojos pequeños y una sonrisa conocida, entro en la
cocina sabiendo que son mis movimientos los que hacen que el
reflejo viva, si me detuviera en ese instante él también
dejaría de caminar, pero el miedo de que a pesar de mi
inmovilidad la sombra avance, el terror de descubrir que mi
sombra y Brok, que Brok y yo, que el vidrio que nos separa se
rompa bajo la presión de una mano y un brazo que ensangrentados
por las astillas luchan por entrar y arañando el aire con
desesperación llegan al picaporte y a la llave de la puerta en
el mismo momento en que mi mano llega al interruptor de la luz y
la enciende. Después de un profundo suspiro suelo pensar que la
noche es agradable para salir al jardín, mañana recogeré los
cristales que invaden el suelo. Afuera hay estrellas y luna llena
y brisa fresca del mar. En la colina, recortándose su silueta
delante de la luna, Brok.
Y esto es alejarse de los recuerdos de la familia que vive en la
segunda cueva de las rocas de la costa. Allí llegué en mi
primera semana, cuando exploraba los límites de Task. Allí me
recibió el padre sin decir una palabra y me invitó a entrar con
el gesto amable de algunos viejos. Las paredes oscurecidas por
fogatas de años, el olor a humo que me trajo imágenes de mi
niñez en el campo de mis abuelos, los precarios muebles de
madera húmeda, el banco de piedra, su mujer sentada en un
rincón pelando patatas, su hija alta y rubia que salió a
recibirme con una sonrisa. Los ademanes sin palabras de la
cordialidad entre gente sencilla. Me pareció natural aceptar un
jarro de vino y un trozo de la pierna de cordero que el hombre
terminaba de asar y que comimos con las manos. Hasta creí
divertido sentirme mirado fijamente por la joven que abandonando
su tímida postura a mi lado, se escondió tras una cortina, para
volver un momento después desnuda. Rodeándome, con sus brazos
me besó profundamente. Los padres salieron en lo que creí un
acto de discreción. Todo había sucedido tan primitiva y
naturalmente que me sentí muy bien al quitarme la ropa y
responder con un beso cálido a su invitación. La niebla que
sigue fueron sus manos al recorrerme, crispadas, su lengua, sus
ojos intensos, su piel y su cuerpo reptante. Cuando me mordió el
cuello lastimándome y pude liberarme de las uñas que filosas
recorrían mi espalda, todo se convirtió en vómito y piel
arrugada, áspera y vieja, una mata de pelo sucio y gris le caía
en la frente, su boca desdentada estaba abierta y por allí
salían hilos de saliva fría y verde. Los padres habían entrado
y sonreían. Su cuerpo desprendía un olor asqueroso. Creo que al
ver salir dos gusanos de un hueco entre sus costillas empecé a
correr. Me alejé enloquecido por entre las piedras y seguí
corriendo hasta que un mareo profundo hizo que me detuviera. Ya
lejos de las cuevas, arrodillado en la arena escuché el silencio
por unos segundos, enseguida oí el galope de algo que pasó a mi
lado, levanté la mirada y estuve así hasta que dejé de verle,
hasta que la sombra de Brok se perdió en el horizonte.
Fue en mi primera semana en Task, el recuerdo sigue
atormentándome, por eso paseo en auto o vuelvo a casa aunque
esté prohibido, donde como casi siempre, había terminado de
ducharme cuando tres fuertes golpes en la puerta me anunciaron la
llegada de Tyla que suele presentarse llamando de esta manera.
Abrí y sin sorpresa, me encontré con un traje negro de piel,
ajustado al cuerpo, que me recordó vagamente a la señora Emma
Peel. Dentro del traje estaba Tyla que esta vez venía
acompañada de dos chicos de unos diecinueve años, morenos, de
pelo recortado y jeans. Espléndida Tyla entró como un huracán
y me comunicó enseguida la noticia, uno de los chicos se había
casado, venían a celebrar! Atendiendo a razones de cortesía,
pregunté si era con ella que el joven se había unido. Riendo a
carcajadas (primaria Tyla) me contó que no, que los chicos se
habían casado uno con el otro. Al instante comprendí que iba a
comenzar la ceremonia de las congratulaciones. El más alto se
acercó a mí y quedó de perfil, con mi mano izquierda toqué su
sexo que se irguió enseguida, con la derecha le acaricié por
detrás y él empezó a reirse, presa de unas cosquillas que me a
mi me hubieran hecho más efecto en las axilas. Cuando ya no pudo
aguantar más la tortura de mis manos, se tiró al suelo riendo
sin parar. Después le tocó el turno al otro, en idénticas
circunstancias, la risa que provoqué pareció la misma, espejo
de ilusiones, creí por un momento que se trataba del mismo.
Cuando los ví reir a los dos en el suelo, felices, comprendí
que en Task la identidad no se medía por lo físico ni por lo
psíquico. Eran gemelos, sin rasgos particulares que me
permitieran reconocer cuál había sido el primero y cuál el
segundo. Ante el efecto provocado por mis caricias, Tyla se
mostró satisfecha y propuso un brindis. Serví entonces
champagne en cuatro copas y las acerqué. Brindamos por la
naturaleza y lo vital. Después empezaron a bailar los tres al
ritmo de la música que Tyla habia elegido. Mientras los veía
retorcerse, me sentí presa de un dolor viejo, conocido. Opté
por levantarme del sillón en que cómodamente me había
instalado y salir al jardín con la copa en la mano. Me pareció
natural que en ese momento Brok montara en su caballo y envuelto
en paños negros se alejara al galope. Ojos de serpiente y boca
carnosa, había estado viéndolo todo por la ventana. Eso
también formaba parte de Task.
Acumulación de horrores mentales, de sueños sin vigilia, de
soledad; el pueblo entero me convertía en fantasma de mí mismo.
Por las presiones, por las leyes no escritas de Task me
transformé en un zombie más: Un día me despertaron golpes en
la ventana. Tras los cristales, el cuervo mensajero de Tyla me
traía su última carta. Enigmática, torpe, siempre fascinante
Tyla me decía:
"Querido, el desierto también tiene
límites. ¿Cuántas veces lo recorrimos juntos buscando puertas
en las paredes de piedra?, puertas que perseguía nuestra
intuición afiebrada, puertas que dieran al mar del encuentro con
la vida. La vida que nunca entregamos a Brok. Brok, la sombra
odiada e inseparable que huía después de azotarnos con su
horror cotidiano. Horror cercano a Ias médulas viscosas de
nuestro ser. Nuestro ser que vagaba por Task con la conciencia
puesta en lo que nuestros ojos veían. Nuestros ojos que
recorrían la comarca hasta donde las piedras lo permitían.
Piedras en las que no existe ninguna puerta. ¿Recuerdas el faro
de las tormentas, adonde te llevé una vez? La torre se adentra
en las nubes que siempre hay en esa zona y no dejan ver la luz
del faro que se pierde hacia arriba. Tú decías que era otra
trampa de Brok, que el faro estaba abandonado y que el frío y la
lluvia sobre el mar hacían del sitio, el más temible de Task.
Historias de monstruos marinos y de ráfagas de viento helado lo
poblaron desde siempre. Tenías miedo y nunca regresamos juntos.
Pero a mí ese lugar tan negro me atraía (ya sabes que ese color
significa cambios). En las últimas dos semanas venía cada día.
Primero me sentaba al pie del faro hasta que el frío y el agua
me despreciaban arrojándome de allí. Luego poco a poco comencé
a despreciarles yo. Te escribo desde el faro, más arriba de las
nubes. Hasta aquí le está permitido llegar a mi cuervo, hay una
puerta que él no puede pasar. Está en el techo, se llega a ella
trepando por una soga con nudos y del otro lado, más escaleras.
Me voy querido, los límites del desierto no están en el
horizonte, sino en el cielo. El camino desde aquí está más
iluminado. Devuelvo mi cuervo a la negrura de Task. Brok tiene la
respuesta. Quítale su látigo, despójale de sus trapos negros
o... quédate en Task. Adiós. "
La excitación que me produjo la carta se transformó en locas
carreras por el pueblo buscando a Brok. Temía encontrarle y
aceleraba aferrándome al volante hasta que ciego y sordo volvía
a casa para dormir. Durante semanas ni él ni su caballo se
dejaron ver. Su guardia custodiaba su calle, su casa. Sólo una
vez me acerqué al faro de las tormentas. No pude resistir el
silencio que brotaba del mar y bajaba del cielo. Permanecí
enfermo y débil en mi cama. Sin Tyla, la vida en Task era cada
vez más gris.
Desperté una madrugada sobresaltado por las pesadillas. En mi
cuerpo inmóvil sólo mis ojos me obedecían. Recorrí con la
mirada la habitación oscura reconociendo los objetos que me
rodeaban, inmóviles también,.. menos una vaga sombra a los pies
de mi cama. El desaliento se apoderó de mi cuerpo, cada miembro
alucinado reconocía a la sombra que se erguía ante mí.
Envuelto en paños negros Brok me miraba. Nada pude hacer, mi
cuerpo no respondía. Le ví acercarse y tuve la seguridad que
iba a matarme. No podía ver la navaja o el puñal pero sabía
que algo tenía en su mano. La alzó ante mis ojos y dejó
escapar al cuervo negro y brillante de Tyla que voló hasta
posarse en el dintel de la puerta. Después mirándome con
frialdad se quitó el trapo que le envolvía el rostro. Era mi
cara lo que estaba viendo. Eran mi cara y mi cuerpo envuelto en
paños negros y tendido en mi cama lo que veía mientras me
quitaba las vendas acercándome a la puerta.
Galopé hasta el faro sin mirar atrás pensando que las rutas del
desierto eran imprevisibles. Decidí que algún día volvería a
Task. Sin Brok, sin miedo, ¿cómo será el Task de mañana?
¿encontraré a Tyla más joven, más alegre? ¿Habrá sol y
playas calmas donde reposar? Quizá tenga que desviarme de la
carretera principal varias veces aún hasta llegar a ese Task
luminoso. Quizá después de entrar y salir en tantos pueblos
vecinales, la carretera principal finalice en el verdadero Task.
No lo sé y el no saberlo hace que el desierto sea así de
inquietante, de maravilloso, de real. TASK a 5 Km...