Tenia que ir al
aeropuerto a encontrarme con René. El teléfono había sonado
hacía un momento y me lo habían dicho con claridad, siempre
aparecía en el momento oportuno un amigo o amiga que sabía lo
que René había significado para mí. Significado, significante,
simo, sino, sismo, me oí repetir como a veces los juegos de las
palabras inventadas en el momento menos oportuno. El café me
electriza, el tabaco me desliza en los dolores que imagino para
mañana en mis pulmones, pero aún así no esperaré a estar en
el aeropuerto para beberlo, para buscar el paquete de tabaco
que... Puse la cafetera sobre el fuego y pensé que alguna vez
tendría que pintar esta cocina, la idea de las escaleras y los
papeles de periódico por todas partes casi me pone enfermo. Me
pareció que la cocina amarillenta era más cálida así, que si
la pintaba, los viejos olores familiares huirían ante la
invasión del látex. Poner azúcar en el café de René,
servirle el azúcar. No iría, estaba decidido.
En el aeropuerto habían cambiado de sitio algunas oficinas y
estuve desorientado un momento. Los nuevos carteles llenos de
iniciales y flechas estaban aún tapados por los cartones y
plásticos del embalaje. Me entretuve preguntando por el bar
donde había estado varias veces antes.
Hola René, me perdí entre las vallas publicitarias, las
ventanillas, las tiendas, ¿cómo estás? sonriente me ofreció
una copa.
- Te estoy soñando -me dijo
- Tu peinado es diferente -lé pensé ¿Traess lo que te pedí?
- Deseo tu boca -calló él
- Muero desvestida en tus sueños
- Se te humedecerán las bragas -me miró
Su mano parecía temblar al llevarse la taza a los labios. Voy al
lavabo me dijo. La otra puerta, sí, yo entraré, la confusión
no podrá existir, si alguien me ve puedo decirle que en el otro
lavabo no hay toallas, tú primero, pero vamos, no querrás que
todos se den cuenta aquí.
Si he de hacer tiempo lo mejor será que vaya al bar pensé o me
oí pensar. Caminaba como si supiera que le miraba. Alguien me
había telefoneado para avisarme que René me esperaba, imposible
entretenerme en el bar. Mejor voy saliendo, el taxi tardará
veinte minutos, "Lavabos", le pedí al taxista que
esperara, es sólo un momento, era su manera de andar, sus
caderas.
- Me apetece ahora -me guiñó sonriente.
A Barcelona le pedí al taxista. En la radio se oía Dinarama.
Ensoñaba con la música, abrí una ventanilla. "No pude
encontar a René" me oí diciendo, el taxista me miró por
el retrovisor.
Al llegar a casa sonaba el teléfono. La voz de René se oyó
pensándome. No respondí. Respondí no.
Tengo que pintar esta cocina algún día.