XI

El viaje 

¿Cuántas veces habrá que morir?
¿Cuántas habrá que nacer?
¿Cuándo la misión estará completa?
Y ¿cuándo descansar en paz?

lguien que quiso responder, y responderse, esas y muchas dudas más se enfundó dos botellas de chínguere; enredo la toguilla de sueños al cuello; guardó cantos en la memoria; llenó sus bolsillo con cigarrillos risibles; tomó a su biznaguita de la imaginación; alistó tinta morada de la espiritualidad; emparedó torturas corpóreas; deglutió las siete vidas de un gato para siempre caer parado; adueñose del hocico de un perro que ladra para no morder, mientras esté ladrando; tres bolsas de basura tiró olvidándose así de vidas pasadas; le arrancó una pata al conejo de la luna y con ella procurose la buenaventura; tres animales más: el camaleón, el perro y un ave migratoria, para ocultarse, para viajar por la tierra de los muertos y para regresar al lugar de partida; levantó su colchón tomando sus recuerdos; finalmente regó su jardín de ilusiones y comenzó a caminar.
Muchos días recorrió el camino, largo camino, pidiendo aventón a nubes y aves de paso, cruzó mares desiertos, navegó dunas inundadas, viajó a través de un cable de luz hasta que Morfeo lo detuvo en un espasmo somnoliento, le arrebató los sueños y corrió con ellos por bosques enteros, mientras él con desesperación y miedo daba tumbos en los árboles tratando de darle alcance, pero todo fue inútil, y despertó creyendo estar un poco, o un mucho, vacío y ligero, mientras tanto una lluvia de plumas caía.
Eran plumas traslúcidas; recogió unas cuantas guardándolas bajo su piel. Se sacó al subconsciente por los ojos y descubrió que aún tenía en las manos sus sueños.
Se había perdido, estaba rodeado por grandes cabezas de piedra gris y áspera que lo miraban y le hablaban con palabras mudas. El sol se apagó , estaba siendo dominado por la luna; el astro rey se precipitaba al suelo rápidamente hasta estrellarse en su rostro y convertirse en mil y un fragmentos de luz que se esparcían por el suelo apagándose en derredor suyo y convertidos en cristales de colores.
La noche se había hecho eterna, como él algún día lo había deseado. Las cabezas se habían transformado en montañas, algunas nevadas, otras no, y el estaba en un valle desolado. Al ponerse en pie leyó varios epitafios: 
RIP
La niña M.T. nació el 1º de Abril del III.
Falleció el 17 del IV de 1934.
Recuerdo de sus padres, padrinos y familiares.
RIP
El niño H.C.E. Nació y murió 19 de Octubre de 1498.
En el cielo hay angelitos, en el agua pececitos
y en la tierra sus papacitos. 
Aquí descansan los restos del joven E.A.O
Nació el 31-VIII-64 y murió el 15-VI-83.
Recuerdo de sus padres y familiares.
Descanse en Paz.. 
RIP
6 de agosto de 1634
Sra. C.H.I.
Recuerdo de sus hijos.
Perpetuidad
G.R.M.
Murió el 12 de febrero de 1845 a la edad de 42 años.
Recuerdo de su esposo e hijas.

Leyó cada epitafio detenidamente queriendo explicarse donde estaban ahora esas personas pero, a pesar de quebrase la cabeza el alguna cruz del cementerio, no lo consiguió.
Caminó por largo tiempo entre sepulcros y mausoleos sintiendo de cada uno de ellos sus olores, reconociendo las imágenes que ofrecían a su vista y bebiendo líquidos secretados por insectos aplastados a su paso.
No supo como ni por que siguió una voz que lo llamaba guiánadolo hacia una fosa recién hecha; sucumbió en la tentación de entrar. La luz lunar no penetraba ahí. Nada había, ni un ataúd, ni un cuerpo, solo cuatro paredes de tierra y un piso muy alejado de la superficie. Un sentimiento extraño lo invadió y quiso salir, pero era inútil cualquier esfuerzo pues las escaleras y la voz que lo bajaron habían desaparecido, fue en ese momento cuando una lluvia de plumas blancas comenzó a caer junto con tierra mojada, antes de quedar sepultado por completo guardó en su piel unas cuantas gotas de plumas y la fosa se cerró. Sobre el túmulo se levantó un epitafio:
Aquí yace *** que no ha nacido ni ha muerto,
simplemente está en la búsqueda.
Recuerdo de nadie.
No descansa en paz.

En la fosa sentía que el aire se le agotaba pero ya no sentía ni miedo ni desesperación, lo mantenía con fuerza su necesidad de creer en algo (¿o alguien?). Estaba inmóvil, apresado por toneladas de tierra que con su sudor se iba convirtiendo en fango, dentro del que quedo atascado. A lo lejos se oyó una música alegre, con espasmos rítmicos empezó a liberarse y fue arrastrado a una gran habitación donde había un gran aquelarre: diablos, dioses, sirenas, incubus, succubus, lamias, dragones, humanos, animales, fenómenos, vampiros, cíclopes, licántropos, centauros, basiliscos, pegasos, unicornios, hipogrifos, tritones, gárgolas, selenitas y muchos seres mas que lo invitaban a que se uniera, mientras entonaban esta ensordecedora tonada:
...crtmño trsert lbub oobag lbub oobag trse rojem samatse sodot iuqa alle ed etapacse etreum al aido alle noc sonritrevid on euq rop alle a sodanednoc somatse is adiv atidlam al adiv al se atse cator traserot artimiño trse oobag lbub oobag lbub destic tresat...
Había dentro algo que él no podía resistir y pronto se vio en medio de ese estado orgiástico; mientras las luces se apagaban y encendían las botellas de licor de sangre corría por doquier; follaban todos contra todos y un fétido olor inundo la habitación.
Estaba a punto del delirio, a punto de perder la cordura, si es que algún día la tuvo, cuando una nueva lluvia de plumas sobrevino
Era una lluvia de plumas negras la que inundaba la habitación, recogió tan solo algunas y recién las había guardado en su piel, una luz blanca y cegadora le nubló la vista.
No supo cuanto tiempo pasó hasta que volvió en sí. Todo era enigmático, todo era tan sublime, tan etéreo, tan ligero que no supo ni que pensar al momento de que nueve seres luminosos lo rodearon descendiendo de algún lugar, traían en las manos nubes, flores marchitas, un cordón umbilical, un cerebro virgen e intacto , un látigo, máscaras, un corazón sangrante y todos poseían unas alas preciosas, iluminadas, fulgurantes; fue el de las alas más grandes el que habló:
“No estamos aquí, no estás aquí, el paraíso no existe, el infierno no existe, aún estamos en el proceso de nuestra propia creación, la de todos, la de las dudas y las respuestas, la de las alumbraciones, la creación de la zona, de la puerta que nos llevará a la destrucción del ego, al fin de la autoflagelación...”
Y súbitamente cayó, uno a uno fueron fundiéndose a un fuego perpetuo que salía de su corazón, un fuego que devastó el lugar un fuego que llamó a la última lluvia de plumas, las que también guardó en su piel, plumas azules, plumas de los seres alados que lo habían recibido: serafines, querubines, tronos, dominaciones, virtudes, potestades, principados, arcángeles y finalmente ángeles, los que lo habían llevado al viaje, los que lo condujeron a tí ¿a tí? si a tí.
Estuvo a punto de hablar con ellos cuando todo se oscureció y sintió que perdía la vida.
Recobró el sentido y ya estaba en su morada, entre sus vómitos y lágrimas reconoció que el viaje había terminado, no sabía aún si regresó con su cabeza o sin ella; con ansiedad se desgarró la piel y vio las plumas traslucidas, blancas, negras y azules; él sabía que las respuestas estaban en ellas y que colocadas en su espalda se multiplicarían y oirían las voces que habrían de calmar las dudas.
¿Pero, cómo habrías de creer todo esto?
Es por eso el ofrecimiento de cada una de las plumas, es por eso el tratar de colocarlas en tu espalda, en tus ojos, en tu piel, en tu boca, para que experimentes las respuestas y, ¿por qué no? también el viaje. Ahora esta es tu narración, tu viaje, tus respuestas: "... ..." 
 
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