(Origen familiar: Alsasua, Navarra. Residencia actual: Santa Rosa, La Pampa)
Uno de los testimonios vascos más fuertes en La Pampa, lo dio don Manuel Lecea. Su amor por la ama-lur lo transmitió a sus hijos, lo contagió a la colectividad de su tiempo y lo dejó como legado al morir. En el hotel de los vascos de Macachín, una enorme fotografía muestra a los visitantes su estampa de vasco entero, con el aire acriollado que adquirió en el duro trabajo del campo. Pero en el corazón de su hija, doña Francisca Lecea de Bartolozzi, está guardado el tesoro inabarcable de su vida.
¿Dónde nació su padre?
Mi papá nació en Alsasua, Navarra, el 9 de setiembre. El año no lo recuerdo. Más o menos por 1890. En estos momentos tendría 112 años. Su papá se llamaba Juan Manuel y la madre, Josefa Mazquieran. Era del mismo pueblo que él. Mi abuelo tenía un cargo municipal allí.
¿Qué estudios hizo don Manuel y en qué colegio?
Hizo muy poca escuela. Los primeros grados, nada más, porque después tenían que trabajar. La vida era muy dura. El padre murió siendo él muy joven, de 8 o 9 años. El tuvo que trabajar de muy chiquito. Allá los hacen ayudar, dentro de lo que pueden, en el campo, en una cosa o en otra, cuidar los animales, traer el pasto y todas esas cosas. En eso trabajó desde que tenía uso de razón. Siempre hizo tareas agrícolas. El no hizo otra cosa. Acá también, cuando vino a la Argentina.
Yo le iba a preguntar, antes de venirnos para este lado, sobre los recuerdos que le hubiera transmitido su padre sobre Alsasua.
Sí, él tenía muchos recuerdos, anécdotas. Era un enamorado de su pueblo. Las fiestas del pueblo las recordaba muy bien. Era muy alegre, muy de cantar, de bailar. Así que, en las fechas esas lo pasaba muy bien. Y allí tenían una costumbre. Bueno, él no porque no era empleado. Yo fui a pasear y durante el año ya le iban haciendo como una hora recuperatoria para que cuando llegara la fiesta no trabajara nadie. Estaba la fiesta de San Pedro, que era para ellos muy importante... San Juan, hacían las hogueras esas. Cuando yo fui todavía las hacían.
San Pedro es una ermita que tiene una iglesia, en un lugar muy lindo, un lugar para hacer pic-nic, como hacen acá. Allá iba la banda de música y llevaban vino a discresión. Y le daban a todos con una tacita de plata, como algo simbólico. Llevaban un barril con una canillita y les convidaban a todos.
Esas eran las festividades religiosas más importantes de Alsasua...
Sí, San Juan. San Pedro y después la fiesta del pueblo. Nosotros estuvimos en junio, julio. Cada pueblo tiene su fecha para festejar. Como acá uno dice la fiesta de Santa Rosa, allá no me acuerdo como se llamaba.
Pero esa época, como ya nos han contado algunos vascos viejos, fuera del trabajo, mucha diversión no había. Los bailes los fines de semana, nada más.
Y llegaban de los bailes y había que ir a trabajar. Mi papá, como a la edad más importante para eso se vino para acá no alcanzó a pasar eso. Se vino a los 22 años, la edad del servicio militar. Pero sí recordaba las fiestas del pueblo, para lo que juntaba monedita a monedita, para tener algo ahorrado para el día de la fiesta, porque era una fiesta muy grande.
Venían calesitas, parque de diversiones y todas esas cosas que no se veían mucho. Una vez, contaba mi papá, que había juntado esa platita como para tener para la fiesta y vinieron unos vivos de esos que siempre hay a jugar a la pelota. El sabía jugar bien a la pelota a mano. Así jugaban, sin paleta ni nada.
Lo desafiaron y arreglaron que tenían que pagar. Resulta que primero lo dejaron ir ganando a él. Después le ganaron y él no tenía con qué pagar y no sabía cómo hacer para zafar de ellos. Entonces, contaba él, tiró la pelota lejos del frontón. Y mientras los otros fueron a buscarla él se escapó. Y lo fueron a buscar a la casa. Se había escondido. La madre ni sabía. Se había escondido en el desván donde tienen a los animales. Tenía 15 o 16 años.
A diferencia de Bengoechea, de quien era pariente, los trámites para el viaje resultaron más sencillos. Pero la historia tiene sus parecidos en cuanto a sacrificios, a esfuerzos. Sólo que don Manuel hubo de padecer la pérdida de su esposa y de su madre durante la tristemente recordada epidemia de gripe que asoló nuestra provincia. Quedó con sus cuatro hijos para enfrentar la vida, trabajar y criarlos. Y fue capaz de salir adelante.
¿El viaje a la Argentina, que muchos vascos cuentan resultaba dificultoso por el pasaporte y otras cosas, cómo resultó para don Manuel?
El pasaporte en aquella época me parece que no tuvo mucha dificultad. El ya andaba de novio con mi mamá y se querían casar para venir. Terminaba él el servicio militar y se venían para acá. Y cuando fueron a hacer los trámites a la iglesia para casarse, tenían un apellido que era el mismo, sin ser parientes, coincidía. Entonces, el cura no los quería casar porque decía que eran parientes. Y bueno, él peleó y peleó, porque no tenía con qué pagar tampoco. Se encaprichó y dijo: me voy a la Argentina, allá también habrán curas y me podré casar. Lo hizo así. Vino aquí y se casó. El nombre completo de mi mamá era Josefa Bengoechea Echeverría y vino con mi papá en 1908.
¿Qué parientes tenían acá en la Argentina?
El tenía un hermano que vivía en Lonquimay: Luis y mi tío, ese Echeverría que yo le digo. Estaban en Lonquimay. Tenían ahí como un tambito, así que ya conocían. El vino llamado por ellos.
¿Cuándo llegaron a nuestro país se instalaron directamente en Lonquimay?
Sí, ahí anduvo haciendo de todo. Albañil, lechero, ordeñando. Y sabía contar que tuvieron un patrón que les trajo unas vacas salvajes, qué sé yo de dónde, y las tenían que amansar. Ellos no sabían nada de eso. Pero, la voluntad... Dice que entraban al corral con un varillón grandote porque encaraban, eran animales salvajes, grandotes. Y bueno, todas esas cosas que tuvieron que pasar para aprender ellos primero.
¿Tiene un recuerdo preciso, si tuviéramos que hacer una cronología para ir por el tiempo, de las actividades que fue desarrollando hasta llegar a independizarse?
Y bueno, él siguió trabajando en eso. Cuando recién vino, no conseguía trabajo en ningún lado. El tío que estaba acá tenía caballos, entonces salían a buscar trabajo y lo llevaba a caballo, en ancas. El otro subía por el estribo y mi papá, que era muy ágil, se ponía medio lejos, venía corriendo y saltaba en el anca del caballo. Y se iban por ahí, a lo de unos vecinos a buscar algún trabajo, de lo que fuera, dentro de lo que él sabía.
Fue trabajando en una parte y en otra. A veces no tenían ni para comer. Un día salió. Le dieron una escopeta vieja. "Anda a ver si agarras alguna liebre para comer". Y salió al campo con los perros. Y lo primero que se encuentra es un zorrino. El no sabía lo que era un zorrino. El zorrino no dispara, más vale lo encara a uno. El no sabía del olor ni mucho menos. Los perros un poco le disparaban porque ya sabían cómo era. El zorrino medio se le venía. El quiso tirar un tiro y el tiro no salió. La escopeta no funcionaba y entonces, le pegó con la culata. Lo mató y lo trajo a la casa. Lo querían matar cuando llegó con eso. De esas anécdotas tenía muchas y las contaba con mucha gracia.
¿Qué es lo que le permite independizarse?
El fue ahorrando monedita tras monedita. Contaba que tenía una latita, de té "Sol" creo que era, cuadrada, con dibujos, Estaba en sociedad con el tío ese, con Echeverría, trabajaban los dos. Iban depositando la platita ahí, en esa lata. Alcanzó a juntar $6.000. Más o menos en 1914 se independizó. Alquiló campo en la Colonia San Miguel, que eran campos de Anchorena. Con esos seis mil pesos tuvo que empezar a hacer todo porque era un campo pelado. No había nada de nada. Tenía otro paisano, amigo de él, que era del mismo pueblo y muy hábil. De todo sabía hacer, de albañil, de carpintero, de todas esas cosas. Así que hicieron un jagüel, sacaron agua y tuvieron que hacer el pisadero para hacer los adobes, preparar la tierra. Primero hicieron una carpita para vivir ellos.
¿Para esa época ya estaban casados sus padres?
Sí, se casaron en cuanto llegaron y para entonces, de 1908 a 1914 ya tenían 4 hijos. Empezaron a hacer los adobes y llovía, se les lavaba, se rompía. Al final, pudieron hacer la casa. Cuenta que mi mamá quería irse a su propia casa porque estaban en casa prestada. Así que, con toda la casa mojada, en invierno, sin estufas ni nada, nos trajeron a nosotros. Y ahí empezó. Después se compró unas ovejas, un "sulkicito", unos caballos. Y empezó de a poquito. Con 200 hectáreas, después otros vecinos dejaron el campo porque las cosas no andaban bien y él andaba un poco mejor y lo alquilaba. Al final, completó 700 hectáreas ahí.
Don Manuel participó siempre en las actividades de la colectividad, animado por un espíritu que se hacía sentir en su vida familiar se vivía en un clima teñido de vasquismo. Hablaba el euskera y los recuerdos de su hija lo pintan como un gran animador de nuestra colectividad.
¿Cómo se relacionaba, en esa época, tanto con la familia como con la colectividad vasca?
El era mucho de reunirse con los vascos. No sé bien cómo lo hacían pero se reunían, sí. Ellos, más vale, iban a Lonquimay, que estaban los otros y tenían más comodidad porque allá habían hecho muy poquito. Pero después sí, cuando ya tuvo más comodidades, en mi casa se hicieron siempre fiestas muy grandes.
¿Cuáles son los primeros recuerdos que tiene usted de esas reuniones?
Una vez, no me acuerdo en casa de quién, hicieron una carpa porque tampoco tenían comodidades y cantaban todas las canciones de España. Y así había alguno que se disfrazaba. Y yo era muy chiquita y me acuerdo muy bien. La mayoría eran del pueblo de Alsasua. Festejaban y bailaban la jota y cantaban. Y cantar sí, él se encontraba con una persona y ya se ponía a cantar. Tenía una costumbre: venían los nietos a saludarlo, les daban la mano y no los soltaba hasta que le cantaran una canción en vasco.
¿Qué es lo que le transmitió su padre de la cultura del País Vasco?
El idioma. Primero hablábamos todo en vasco. Mis hermanos mayores hablaban todo en vasco. Pero resulta que después tuvo que traer una maestra a la casa porque el colegio quedaba muy retirado y entonces, si no sabías el castellano... Pero mi padre, cuando se encontraba con un paisano, si el otro sabía hablar, hablaba siempre en vasco. Muchas canciones, me acuerdo, en vasco, nos enseñaba el significado, que quería decir tal y tal cosa.
¿Qué recuerda usted de las vinculaciones de su padre con los vascos de Macachín?
Esos vascos de Macachín son del pueblo cerca del pueblo de mi papá. Zubizarreta, Iñaki (Unamuno) todos esos iban a casa. Nosotros tuvimos una estancia cerca de Uriburu. El campo que alquiló primero él, después tuvo oportunidad de comprar otro campo y aquel se lo dejó a mi hermano, que se había casado. El siguió alquilando y mi papá se vino acá, cerca de Uriburu. Ahí hizo una casa muy linda, que todavía está, y venían todos, de Macachín. Cuando las fiestas vascas en Macachín, que venían de todos lados, venían siempre a comer un asado a casa. A mi papá le gustaba traer gente. Una vez vino "la Mexicanita", no sé si la sintió nombrar, de los Chinacos, vino a cantar. Y también los llevó al campo a comer un asado. Invitar gente a casa era su gusto.
¿El participaba mucho de las fiestas que se hacían en Macachín?
Sí. Cuando se inauguró el hotel Eusko Alkartasuna, que vinieron txistularis y todo, los Chapartegui (26) nos cedieron la casa. Esos días estuvimos viviendo en casa de ellos, una casa nueva que estrenamos nosotros. Desde temprano, cuando llegaron los txistularis ya sonaba esa música por la calle y en cuanto los oyó se levantó y salió. Y allí en Macachín son muy de cantar, todos. Iñaki, sobre todo Zubizarreta. Los Iruretagoyena, que vinieron más tarde y se hicieron amigos nuestros. Ellos estuvieron en Mar del Plata antes. Después, cuando vinieron acá, tuvieron un hotelcito en Anguil.
El "Ongi etorri"...
Sí, sí. Le pusieron un nombre bien vasco. Y ellos hablan el euskera y Alazne, incluso, enseña euskera y las danzas vascas.
¿Qué vinculación tuvieron después con Alsasua? ¿Don Manuel volvió, los llevó a ustedes?
Tres viajes hizo. Tengo que contarle algo, antes de eso. Porque mi mamá murió de muy joven. En 1921 falleció mi mamá. Ese año, no sé si habrá sentido nombrar, una gripe, una epidemia. En esa gripe murió mi mamá y mi abuelita, la madre de mi papá. Mi papá, cuando más o menos pudo, se trajo a la mamá. El vino con el pasaje prestado, siempre lo contaba con mucho orgullo. Devolvió el pasaje y cuando juntó algo más hizo venir a la madre para acá. Y en esa gripe murieron las dos. Una un día, y la otra a los dos días. Mi papá estaba engripado, mi tío también. Murió mucha gente.
El quedó con nosotros, todos chicos y le aconsejaban que tenía que casarse. ¿Qué iba a hacer con nosotros, todos chicos?. Entonces se fue a España, a Alsasua, pensando que, como tenía tantas conocidas podría casarse allá, pero no. Fue y volvió sin casarse. Vino acá y se casó con una hija de vascos, Urreaga y tuvo dos hijos más con ella. Pero mi mamá murió muy joven, de treinta y pico de años y mi papá quedó destrozado, luchando para criarnos, para hacer un peso. Ya en esa época, 1921, tenía animales. En 1924 fue la nieve, que hizo tal mortandad de animales...
Usted también viajó a Alsasua...
Tengo recuerdos muy lindos. Hizo de cuenta que yo ya conocía todo. Mi papá nos había hablado tanto. Mientras estuvo en actividad no nos contaba todas estas cosas, pero cuando empezó a andar mal de la vista y no podía manejar y el médico le aconsejó que se cuidara, entonces, bueno, en los ratos libres que tenía le daba por recordar todo y nos contaba.
Tengo una nieta que también después fue a Alsasua. Tenía la ilusión de ir al pueblo del abuelo y fue con el abuelo de parte del padre, Izaguirre. Ellos se hicieron como diez o doce viajes a España. Tenían los parientes en Irún. Siempre tuvimos mucho contacto con la familia de Miguel Bengoechea (27). Miguel es primo hermano mío. El padre de él y mi mamá eran hermanos. Mi papá tenía casi más amistad con la familia de mi mamá que con la de él. Nosotros nos carteábamos mucho y teníamos muchas ganas de conocerlos y fuimos. Teníamos primos por todos los pueblos, hasta en Bélgica teníamos una tía, hermana del padre de Miguel, que le mataron el marido en la guerra civil y escapó con un hijo y una hija. Estaba allá como ama de llaves de un castillo.
El recuerdo de su padre...
Era muy bondadoso con todos. Como ya lo conocían le pedían favores para una cosa, para otra y nunca se iban con las manos vacías. Prestó dinero, prestó animales. Que uno le pedía una vaca porque tenía chicos y no tenía para leche y a otro le prestaba un caballo. Una vez, pasó un pasajero de esos que andaban mucho a caballo y había dejado atado el caballo en el palenque y un rayo se lo mató. Mi papá le prestó un caballo, con la intención de que después se lo devolviera. Pero resulta que después se murió el caballo y este hombre le vino a pedir el certificado para poder vender el cuero. Dio mucho. Y tuvo siempre la ilusión de comprar mucho campo. Alcanzó a tener tres mil y pico de hectáreas, que ahora están casi todas en manos de la familia.
¿Qué pasó con las generaciones más nuevas, que no aprendieron el idioma o la cultura?
En ese momento, a nadie le interesaba, al contrario. Venían vascos de allá y no sabían hablar. Miguel (Bengoechea), por ejemplo, no habla el euskera. Allá mismo no aprendían. Acá hablaban el idioma los que lo habían aprendido en el País Vasco.
¿Qué ligazón sentimental hay? Porque uno se emociona cuando habla estas cosas.
Yo a mis nietos les cuento todo. Sobre todo a la nena que vive acá con nosotros. Y a ella le gusta mucho escuchar las anécdotas del abuelo, que tenía muchas. Era travieso, inquieto. Los hijos lo vieron porque vivieron ahí con nosotros pero yo no les inculqué nada y él, en esos años, no les contaba nada tampoco; andaba en otras cosas. Cuando se retiró es a los nietos a los que más les contó. Tengo una nieta que está viviendo en La Plata. A ella le enseñó el rosario todo en vasco. Y ella lo sabe con mucho orgullo. Le enseñaba a rezar en vasco. Los otros, como no estuvieron tanto junto con el abuelo, no aprendieron.
La juventud de allá, ahora, es muy distinta a lo que fue la de mi papá. Están más liberados. Otro tipo de vida. Ya no trabajan en el campo. Ahora hay otros medios de vida, están las fábricas. Y si no, se van a otros países, como Alemania; no se quedan ahí. Estudian mucho, eso sí. En aquellos años apenas si se hacía una escuelita. No es la vida que hacían mis padres allá, trabajando un poquitito de tierra.
Claro, pero al menos, ese poquitito de tierra les permitía quedarse en el País...
El pueblo de mi papá es un poquito más grande y la gente todavía se queda, pero sabemos que en los otros más chicos se quedan los ancianos porque los jóvenes hacen vida de esclavos, entonces tratan de irse a las ciudades.
No había infancia...
Sí ¿la mujer de Miguel le ha contado? Ellos, desde chiquititos, el padre arrancaba las patatas, ellos juntaban. Una vida muy sacrificada.
Felisa (28) nos mostraba el cuadro donde está la foto de Eguino y viendo esa montaña enorme que hay atrás, recordaba cuántas veces subió llorando por esas piedras, llevando los animalitos hasta arriba, siendo muy chiquita. Esto que grabamos es para que algún día los nietos puedan escuchar la voz de sus abuelos contando estas cosas.
Eso nos quedó sin hacer. Siempre decíamos, lo vamos a grabar y no lo grabamos. El murió de 98 años y estaba con una gran lucidez y cantaba con una voz hermosa. Falleció el 2 de agosto de 1983.
Le cuento algo más. Con el tío Luis fueron a Alsasua, con Tiburcio Recarte también. Viajó mucho mi papá. Fue a Chile en la época que escaseaban las cubiertas de automóvil. Fue con un tal Larín, de Uriburu, en un Ford A. Tenemos parientes y amigos en Chile. Le gustaba andar, era muy viajero. Escuela no tenía mucha, pero para sus cuentas se defendía. Cuando vinieron esas cosas más sofisticadas, se buscaron un abogado, el doctor Amado y el doctor Peyregne. Que lo farreaban a mi padre porque como tenía que juntar todos los papeles, cuando recién empezó, para pagar los impuestos y todo, no tenía ni valijín ni mucho menos. Los metió en una bolsa de arpillera. Lo farreaban a mi papá y le decían que una vez sacaron los papeles y salió una laucha. Después, con el tiempo, ya tuvo su valijita.
Hizo varios viajes a Chubut con los Werthein (29). Una vez fueron y trajeron como cinco mil ovejas. La mitad se le quedaron en el camino. Las traían en tren, por Ingeniero Jacobacci. Las tuvieron por ahí a pastoreo, porque eran muchas. Las daban al tanto por ciento a gente que estaba en mala situación, porque no todos progresaron como él. Vinieron muchos vascos pero no todos alcanzaron a progresar. A mi papá le gustaba la farra pero primero estaba el trabajo. Otra vez trajeron cantidad de novillos, con unos cuernos tan enormes que lo primero que hicieron fue descornarlos. También hicieron viajes a Comodoro Rivadavia. Allí teníamos un paisano, Iparraguirre, que se había ido de acá, así que, un poco por visitarlo y otro poco por comprar.
Mi papá podía haber tenido mucho más campo. Los Werthein lo aconsejaban. "Don Manuel, compre". Se los ponían prácticamente en las manos, pero tenía que pedir un poco de crédito y no quería. Hasta que no tenía la plata justa para comprar nunca compró un campo. Compró varios campos, fue vendiendo unos, agrandando otros. Ahí en Uriburu compró un montón de quintas. Era muy de comprar tierras. Y animales. En el campo llegó a haber hasta tres mil lanares. Mucho trabajo daba eso.
¿Y ustedes, los chicos, estuvieron vinculados al trabajo de él?
En el campo no tanto. Pero cuando tenían los corderos para señalar, teníamos que ir todos para ayudar. En esa época había mucha lombriz en los corderos y había que darle un lombricida, así que nosotros, con mi hermana, que vivió muchos años acá y falleció hace tres años, teníamos que ir a ayudar con una tiza. Los hombres agarraban los corderos, les abrían la boca y nosotras les dábamos una cucharada de lombricida y le hacíamos una marca con tiza en la cabeza para que no lo agarraran de nuevo. Siempre teníamos que ayudar. También cuando había pocas ovejas y se esquilaba, nosotras teníamos que ir con una lanita y un poco de cal a curar las heridas de las ovejas. Los primeros años fueron muy duros. Todos colaboramos mucho. Mi papá era muy divertido pero era muy recto en casa.