ESTE LIBRO VIENE DE MUNGIA

Para cerrar, permítanme ustedes dejar testimonio en este libro que de Mungía, en la provincia de Vizcaya, salieron mis abuelos para América. La villa está en el Partido Judicial de Gernika y pertenece a la antigua diócesis de Calahorra. Fue fundada -dice Madoz- "...por gente buena de las merindades de Uribe, Busturia y Marquina para defenderse de los señores poderosos y sus lacayos malhechores, según consta del privilegio concedido por el Infante don Juan, señor de Vizcaya, el 1º de agosto de 1376 y confirmado por él mismo, siendo rey de Castilla, en Burgos, el 5 de agosto de 1379". Aclaremos que las "merindades" eran subdivisiones judiciales que estaban a cargo de un "merino", un juez con atribuciones menores. La cruza el río Butrón, que desciende del Bizkargi.

El paisaje que vieron mis bisabuelos era el de unas vegas verdes y fértiles, plenas de robles, encinas, nogales, fresnos y lentiscos. Las alturas de las zonas montuosas eran áridas. Por aquellos años, el correo llegaba tres veces por semana desde Bilbao, traído por una persona a la cual pagaban la administración pública de la villa y la anteiglesia. Los principales productos del baserri eran trigo, maíz, alubias y nabos; contaban con buenos pastos para mantener ganado lanar y caballar y la pesca de truchas y angulas era abundante. Seis molinos harineros y una ferrería eran otras tantas fuentes de trabajo que irían empobreciéndose aceleradamente a mediados del siglo pasado.

Los bisabuelos y tatarabuelos nuestros habrán participado de las ferias de San Antonio Abad, San Isidro y San Antonio de Padua, de sus fiestas... y de sus guerras, que las hubo y muy sangrientas. En esa región se defendió con fiereza la independencia de los vascos en los siglos XIII, XIV y XV y se libraron terribles combates entre las "Casas" (familias o linajes) de Villela, Butrón y Avendaño. Se conserva aún la Casa Torre de Villela, una familia que dió a célebres combatientes de la "guerra de los Bandos" y a Juan Villela, primer presidente de México. Mungía es, también, la patria del inmortal Matxin, el Marino, que alcanzó la gloria en sus memorables combates contra el pirata Barbarroja.

La investigación de mis ascendientes, me lleva a Maruri, Barrika, Fruniz, Meñaka, Gamiz y Jatabe y me une a apellidos como Azkorra, Llona, Andicoechea, Eguía, Aguirre, Garay, Onaindi, Hormaeche, Urruticoechea, Thellaeche, Elorriaga, Ormaeche, Aurrecoechea, Larraveiti, Torrontegui, Abaroa y Muruaga, entre otros, esto hasta el año 1700 aproximadamente. Distintas ramas familiares confluyen y se concentran en Munguía y desde allí entonces, viajó a la Argentina, esta sangre caliente y tozuda. Aún se conserva intacta la casa donde nació mi abuelo, de la cual partieron Vicente Bilbao y Angela Aurtenetxe, mis bisabuelos y sus hijos, en diferentes momentos. Julián y Angela (h) llegan en 1910 a la provincia de Córdoba, para trabajar en el campo de unas primas Aurtenetxe, de buena posición económica y casadas con dos caudillos conservadores.

Luego, en 1911 llega Tiburcio. Posteriormente, en 1912, llegan Leandro y Vicente, seguidos de mi bisabuela Angela, meses después, quien llega acompañada de Cándida, Gerardo y María Josefa , en 1913. El último en llegar sería mi abuelo Constantino, con su mujer Segunda Bilbao y sus hijos Manuel y Sabina y Valentina Bilbao, hermana de Segunda. Trabajaron duro, en el campo, en hornos de ladrillos, en las cosechas en campos de la provincia de Buenos Aires.

Todos fueron fervorosos defensores del vasquismo. Tiburcio, Leandro y Constantino -mi abuelo- fueron fundadores de la Sociedad de Socorros Mutuos Euskaldunak Denak Bat, de la ciudad de Arrecifes (provincia de Buenos Aires), en 1921, junto con otros prestigiosos miembros de la colectividad. Tiburcio fue el primer vicepresidente y txistulari de la Sociedad hasta el día de su muerte. Julián, radicado en Pergamino fue el gran impulsor de la creación del Centro Basko Lagun Onak en 1951 y el primer presidente. Recordado y querido, la revista La Baskonia dejó testimonio del respeto ganado por este verdadero aitona de la colectividad, fallecido el 13 de julio de 1980, a los 86 años. "Estaba internado en la Clínica Pergamino y cuando su dolencia se lo permitía (o se olvidaba de ella) cantaba en euskera, con toda su voz, "Boga-boga" y "Ator mutillak" (37), emocionado. Era su despedida de Euskadi y de la Argentina, mientras lo escuchaban, impresionadas, la señora María Inés Ferreyra de Arregui y Silvia Inés Arregui, su nuera y una de sus nietas".

Los descendientes de este basko de ley aún trabajan e integran la comisión del Centro. Por su parte, Constantino, el mayor de los hermanos, se radicó en Capitán Sarmiento, donde instaló una fábrica de alpargatas en 1916, junto con Julián, sociedad que se mantiene hasta 1948, en que Julián, casado con Valentina Arregui, marcha a Pergamino. Todos eran socios del centro de Arrecifes y participaban de sus Iñaki Deuna, de sus fiestas y eran grandes animadores. Constantino se casó con Segunda Bilbao -no tenían ninguna relación familiar por el apellido- y tuvieron 7 hijos, de los cuales una, Irene, falleció siendo muy pequeña. Los otros, Sabina, Manolo, Antonio, Iñaki -mi padre, nacido el 2 de febrero de 1919, en Capitán Sarmiento- Edurne y José Vicente, consolidaron sus vidas en la zona: San Pedro, Campana, Pergamino. Unicamente mi padre, Iñaki, se radicó en la Capital Federal en 1952. En el otro extremo de la historia, están mis hijos Pablo Ariel, Ignacio Víctor -estudiantes universitarios- y Andrés Julián -en la escuela primaria-, destinatarios de las esperanzas que cargaron en sus valijas los abuelos bizkaitarras que un lejano día partieron de Mungía.

La familia transmitió el apego a la condición de vascos a sus hijos, si bien el uso del euskera se mantuvo poco tiempo en la primera generación de argentinos. En 1995, los descendientes que viven en Río Cuarto participaron de la fundación del centro vasco de la ciudad, siendo uno de ellos, Manuel Bilbao, elegido presidente. Es el mejor testimonio de fidelidad. Paralelamente, todos labraron dignamente su vida, trabajando para asegurar el futuro de sus familias.

Con mucha emoción recuerdo que, allá por l977 o 78, tiempos muy difíciles para el país y su gente, en el transcurso de una reunión realizada en la ciudad de Quilmes, me encontré casualmente con un señor proveniente de Arrecifes. Al hacerle mención de mi apellido y la existencia de familiares en su ciudad, exclamó "Ah, una gente muy noble, usted debe sentirse orgulloso de esos vascos". Me lo decía un señor muy valiente de apellido Feresín a quien vi otras veces y siempre recuerdo. Hoy, con la posibilidad cierta de que en su pueblo de origen lean estas líneas, quiero decirles a los vascos de Mungía las mismas palabras del amigo Feresín: "fueron nobles personas, siéntanse orgullosos de ellos".

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