Ricardo Nepomiachi
Médico Psicoanalista. Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis.
Les agradezco la invitación y espero poder colaborar con el trabajo que están realizando, en particular en los talleres, en torno de este problema del uso de drogas en el mundo contemporáneo. Problema que indudablemente nos preocupa.
Les voy a proponer algunos conceptos fundamentales del psicoanálisis, para tratar de entender en particular el momento histórico, tomando el rasgo que se propuso para este ciclo, que está señalado por: "Drogadicción: problemática de fin de siglo". Me pareció que podría ser de mayor interés tratar la cuestión particularmente como problemática de fin de siglo. Tratar de acentuar la cuestión de qué modo el otro social se va presentando en este efecto que llamamos la toxicomanía.
Hay una precisión clínica que se podría hacer entre drogadicción y toxicomanía. La precisión, sin entrar al debate que no es fundamental, es que la drogadicción alude a la captación de sujetos, de individuos, por la distribución y la difusión de la droga; la toxicomanía, por el contrario, trata de acentuar más la posición de elección del sujeto con respecto al tóxico o a la droga. En este debate clínico que hay, hoy se podría decir que no cualquiera accede a la adicción a las drogas, sino que hay una posición toxicomaníaca que alude a una particular clínica del sujeto. La primera proposición que quiero hacerles es una fórmula que, como toda fórmula, trata de ser extensiva pero tiene todas las restricciones de las mismas; según la cual les propongo considerar la toxicomanía como un modo de solución.
Evidentemente esto, desde la perspectiva de la clínica del sujeto, el toxicomaníaco, el sujeto que se dirije en búsqueda del consumo de una droga ilícita, en principio es un modo de solución a la angustia. Un modo de solución que, me interesa poder señalar, correspondiente con las soluciones que se proponen en nuestro tiempo.
Un tiempo, que habría que calificar como siendo de urgencia, de tal actualidad que ya ni siquiera podemos reconocer, en lo que se refiere en relación al uso de drogas, el sentido que tenía apenas hace tres o cuatro décadas.
Saben que este tema, la eclosión contemporánea del uso de drogas, no lleva más de tres o cuatro décadas. Se señala la década del '60 como el momento de la gran eclosión, que se constituye en lo que podemos llamar una verdadera epidemia social.
Hoy no podemos reconocer ni siquiera el sentido, tal es la transformación de este fenómeno en estos años, porque, si ustedes tienen noticia, en la década del '60 el uso de drogas comenzó siendo un uso que respondía por una posición contestataria, de rechazo al orden establecido. Estaba dentro de lo que esa década tiene del espíritu revolucionario del momento, que llevó a que efectivamente sectores, especialmente juveniles, echaran mano de este recurso de la droga, en el sentido de un rechazo a como se presentaba la vida social en ese momento. Es fácil constatar que ese sentido se ha perdido absolutamente.
Podemos afirmar que en este momento, lejos de ser un rechazo al funcionamiento de la sociedad, el uso masivo de drogas adquiere para muchos el sentido de poder sobrevivir o poder afrontar las exigencias de nuestra época. Es decir que, en este sentido, podríamos proponer a la discusión que hay un viraje de lo llevaba en ese momento del uso de drogas constitutivo de un rechazo al orden establecido, a un uso que permita afrontar, sobrevivir y responder al orden establecido hoy, habría que señalar, por ejemplo, en términos de empuje al rendimiento que se exige.
En este punto no tenemos más que pensar en lo que es paradigmático hoy, el grado de banalización al que llegó, la tradición ligada al deporte. Saben que el principio "mens sani, corpore sano", es absolutamente insostenible en nuestro momento. No hay más que estar al tanto de que la preocupación fundamental en el mundo del deporte es el control antidoping, que no es sino el uso ilícito de drogas al servicio del rendimiento deportivo. Tenemos nuestras grandes figuras del deporte íntimamente comprometidas con el uso de drogas. Esto señala un viraje.
Ni hablemos de lo que podría ser el consumo de drogas, ya sea dentro de tradiciones religiosas donde la droga podía administrarse en el marco de una ceremonia o de un rito determinado, para alcanzar cierto grado del espíritu y de conexión espiritual que permitía cierta transmisión religiosa.
Ni hablar de que, a comienzo de las primeras décadas de este siglo, gente de la literatura y del saber recurrían a la droga como forma de alcanzar cierto estado de conocimiento y de saber, que constituían verdaderas experiencias simbólicas. Hay textos, libros escritos, a partir de la experiencia de las drogas, que tenían que ver con esa particularidad de poder alcanzar algún tipo de saber en estos estados no naturales o no normales, porque podían ser inducidos por el efecto de la droga.
En particular, con respecto al psicoanálisis, el propio Freud usó cocaína, al punto que de ningún modo se lo puede calificar de cocainómano porque su uso estaba al servicio de una experiencia clínica que realizaba en la década de 1890 al 1900, a propósito de las propiedades anestésicas del uso de la cocaína. Luego sus resultados fueron recogidos por otros investigadores y se empezó a hacer el uso de la cocaína como anestésico, en particular en la práctica odontológica. Esto llevó a Freud a que no avanzara más sobre esa vía, se desinteresara de la cuestión y se viera conducido, por otros caminos, al psicoanálisis.
En todo caso, podríamos decir que si queda algo subversivo en el caso de las drogas, es, ahora si, el rechazo a las vías normales de encontrar satisfacción. Es decir, se trata de un rechazo que subvierte la relación del sujeto con el deseo y subvierte la relación del sujeto con la muerte.
Les voy a proponer, para trabajar, algunas pocas nociones psicoanalíticas que tienen que ver con la cuestión de la identidad. Vamos a considerar el uso de drogas, la toxicomanía, la drogadicción, como en el campo de las problemáticas contemporáneas de la identidad. Esta problemática ligada a una referencia esencial que promueve Freud en su obra psicoanalítica, que es la función del ideal.
Hasta en la televisión se alude a la caída de los ideales en el fin de siglo, la cuestión de cómo al finalizar la Guerra Fría los ideales han perdido su vigencia y no significan nada para nadie. Se habla mucho de la crisis de la familia contemporánea y cuando se piensa en el adicto, se piensa en el toxicómano e inmediatamente se piensa en lo que tiene que ver con el contexto familiar en que estos efectos se producen.
Vamos a particularizar la cuestión de la crisis familiar contemporánea, que ya Freud advirtió, y tengamos en cuenta que estamos hablando de fin de siglo, pero que se corresponde con, al menos en la perspectiva que voy a proponer hoy, precisamente el sujeto de Freud. El sujeto en que Freud hace su descubrimiento e inventa un procedimiento de tratamiento, que es el psicoanálisis y que se puede fechar exactamente en 1900.
Estamos, en la perspectiva que me interesa abordar, en el fin del siglo de Freud, que comienza con el psicoanálisis. El que él refiere, en su momento, la neurosis contemporánea a lo que llamamos crisis familiar tomando, en su punto más singular, la decadencia de la autoridad paterna.
Esto nos va a llevar a comentar de qué modo se conjuga el uso de drogas con las satisfacciones, y en particular, con el tema de la sexualidad. Por último voy a decir algo de la relación del toxicómano con el psicoanálisis. Primera cuestión, referente al tema de la identidad. Ser toxicómano, y hay que escribir SER con esta predicación que es TOXICOMANO, le permite al sujeto, sin ninguna duda, alcanzar una identidad. Una identidad que, paradojalmente, representa la realización de ideales. Esta es una cuestión, cuando hablamos de caída de los ideales, o que no hay ideales, pero que hay el surgimiento de nuevos ideales.
Paradojalmente, esta identidad que logra el ser toxicómano, supone la representación de ideales de la época del consumo de la sociedad capitalista. Estos son ideales que son soñados por todos los neuróticos y estos sueños que tienen todos los neuróticos consisten en lograr un objeto que satisfaga y colme todas sus ansias, todos sus anhelos.
Son los sueños de los neuróticos para los que esos agentes del sistema capitalista de producción, que son los publicitarios, trabajan a su vez con su propio sueño, que se corresponde con el sueño del neurótico, en el cual sueñan con producir un objeto del cual nadie se prive. Un objeto que deba ser sometido a una renovación permanente, entra aquí todo el fenómeno de la moda o de la decadencia o pérdida del valor, porque está el nuevo producto en el mercado. Quienes recurren a la técnica informática saben lo desesperante que es este problema en ese campo, donde cada 6 meses son absolutamente obsoletos los objetos técnicos de la informática. Escuchaba a alguien por un canal dedicado a este tema que decía que la empresa que no sigue esta renovación pierde absolutamente la rentabilidad en el mercado, que es la exigencia primordial.
Entonces: - producir un objeto del cual nadie se prive - un objeto sometido a renovación permanente - un objeto que establezca una dependencia perfecta.
Es una imagen que se corresponde con la realización efectiva en el caso de la toxicomanía. Sucede que el deseo es sugestionable, esto los publicitarios lo saben, se puede captar y dirigir. En términos del psicoanálisis esta articulación entre el sujeto y el objeto que se le propone, con estos rasgos que les daba, es lo que llamamos un rasgo de perversión. A definir como el modo de ligar el destino de un sujeto a la condición absoluta de un objeto. Esto establece, es la consecuencia, una dependencia de la presencia de ese objeto, de modo tal que cuando falta desencadena la angustia y la desesperación.
Esta es la virtud que puede alcanzar un producto, según la cual, no importando cual sea, es susceptible de producir una puesta entre paréntesis, suspender, aunque sea momentáneamente, el sentimiento de la existencia. Si iniciamos con la proposición de la fórmula de la toxicomanía como una solución, son productos que efectivamente alivian la existencia, en el punto de lo que podemos calificar como el dolor de existir.
Es esta existencia, que Freud captó como esencialmente disarmónica, una existencia a la cual es imposible asegurar su homeostásis. Una disarmonía entre el ser, el ser que existe y que para Freud está esencialmente definido por la vida pulsional y el mundo que lo rodea. Hay allí una disarmonía que tiene que ver con lo que en su momento Freud calificó como el malestar en la cultura. Habría que calificar ese momento como un impasse en la cultura, no de malestar.
Precisamente, Freud define el malestar como el conflicto de esta disarmonía entre la vida pulsional y los ideales. Si sostenemos que estamos en un empuje, en donde ya los ideales tradicionales no tienen más vigencia, ya no hay tal conflicto entre la vida pulsional y los ideales. No se trata ya del malestar sino del impasse, porque se trata, en la época actual, verdaderamente de un empuje, no del lado precisamente de proponer ideales frente de la pulsión, sino de satisfacer la pulsión, del modo que fuere. Esto es la esencia del modo capitalista de producción.
Veremos de qué manera, en la medida en que hay que producir objetos para el mercado, y a estos objetos para el mercado es necesario consumirlos. Esta existencia disarmónica según la cual los modos de satisfacción, cuyas vías y trayectos para Freud estaban inconscientemente determinados, alejan, a partir de Freud, la ilusión de una armonía natural de la relación entre los sexos. No hay nada de natural en la relación entre el hombre y la mujer. No hay nada de natural en el sentido de que podemos decir que en la naturaleza hay, entre las relaciones de los seres vivos sexualmente diferenciados, la naturalidad del encuentro del macho con la hembra. No se trata de eso en la vida de los seres humanos.
Lo que hay que entender es que las relaciones posibles entre los hombres y las mujeres, van a depender de algo que venga en ese lugar, de esa relación que no hay. Esto es lo que Freud nombró como el sentido sexual. Un sentido que es prestado, que depende de los ideales sexuales que van a guiar entonces la vía por la cual se establece el deseo entre el hombre y la mujer, la vía mediante la cual se establecen las relaciones de amor entre mujeres y hombres y la vías por las cuales el hombre alcanza algún tipo de satisfacción con la mujer y la mujer alcanza algún tipo de satisfacción con el hombre.
El problema es cuando estos ideales no se prestan, no se sostienen, y no permiten resolver el problema que se le presenta al sujeto en términos de cómo abordar al otro sexo, cómo responder al partenaire sexual, de qué modo ubicarse en relación a la significación a dar a su propio deseo, ya sea como masculino o como femenino. Entonces hay allí una cuestión particular a pensar en relación al uso de drogas como solución en relación a ese problema.
En primer lugar, consumir drogas le puede permitir al sujeto confrontarse al otro sexo sin tener que platearse la cuestión de la diferencia sexual. Es decir, es posible que bajo o en nombre de la identidad toxiomaníaca, se encuentre con otro ser de otro sexo; con esa identidad, poniendo de constado la cuestión de la diferencia sexual.
En tanto y en cuanto les permite tener relaciones sexuales, se comprenden sin hablar porque forman parte de la misma cofradía, de la misma secta, de la misma tribu, de la misma banda, o como la quieran llamar. En los casos de uso toxicomaníaco de la droga, hay vías posibles de encuentros sexuales con otros seres.
El paradigma de la solución es aquel en el que el toxicómano logra un matrimonio tan feliz con la droga que puede sostenere en absoluta abstinencia sexual. Es decir, que el máximo ideal en este punto toxicomaníaco, sería lograr el máximo de satisfacción por fuera de plantearse el problema sexual.
A propósito de esto, me contaban que fue un tema de consideración en los talleres, habría que establecer la diferencia entre este tipo de adicción, que tiene que ver con el uso toxicomaníaco e irrefrenable de drogas, con otro tipo de adicciones que también son contemporáneas, contra las que también hay lucha. Campañas contra, por ejemplo, el alcoholismo o tabaquismo, que son consideradas como adicciones.
Pero, en el punto en que estamos, en relacón al tema de la sexualidad, están en un punto radicalmente diferente. No tienen más que pensar o recordar algunas imágenes de publicidad, que proponen el uso de alcohol, que están íntimamente ligadas al tema de la vida sexual de los seres.
No hay encuentro con el otro sexo donde no se ofrezca una copa de champagne como mediador. Además de este modo, este tipo de adicciones permite compartir con los otros, no hacen incompatibles en ese punto el establecimiento del lazo social. Recuerden también las imágenes que tienen que ver con el consumo de tabaco, y como también están ligadas a los ideales viriles, y el ideal viril de la sexual, está presente tanto en el consumo de tabaco como del alcohol. Es decir que desde el punto de vista del fundamento del consumo, de este uso, son radicalmente diferentes unas de otras.
En ningún caso van a encontrar entonces que el ideal toxicomaníaco, responda por un ideal viril de la sexualidad. En la imagen publicitaria de Calvin Klein, quien propuso una modelo heroinómana con el aspecto totalmente anoréxico y sufriendo los efectos de la ligazón a las drogas, para nada está ligada a un ideal sexual como tradicionalmente los podemos pensar. Hay también una propaganda, creo que de la misma marca, de un perfume que dice: "Be good, be bad. Just be", es decir, vayamos más allá del problema moral y alcancemos una identidad más allá de "se bueno, se malo. Pero se". Corresponde o casi habría que ponerlo como paradigma de lo que son las producciones de síntomas contemporáneos, tanto esta frase de Calvin Klein como la absolutamente universal que es "Just do it", de Nike, que dice "Hazlo".
Hay un imperativo del lado del hacer, sería el nuevo cógito cartesiano, en lugar de "pienso luego existo". "soy entonces yo no pienso". Esta sería la fórmula porque el "Just do it" es verdaderamente un imperativo a hacer, más allá de todo reparo que pueda tener la acción a cometer.
Con respecto a la sexualidad y la toxicomanía, también se puede precisar que no sólo se trata de una solución en relación a la cuestión de la angustia, es una solución con respecto al tema de la identidad.
Si entre los sexos no hay una relación natural con la satisfacción, cuáles son las relaciones normales para que el sujeto encuentre la satisfacción? La sanción normativa es la que depende de la función paterna. Acentúo lo de función paterna porque no es equivalente a decir: depende del padre. Es una función que tiene que ver con la posibilidad de conjugar el sujeto a la particularidad de su deseo, que no necesariamente tiene que ver con el padre.
Habíamos dicho que el toxicómano padece las consecuencias de una desvalorización masiva de la función del padre, que es una verdadera función civilizadora. Decimos función del padre = función civilizadora, si entendemos o proponemos formular que una civilización, en la perspectiva del psicoanálisis, constituye un sistema de distribución de la satisfacción, un modo de encontrar una forma común de satisfacción y un reparto sistematizado de los medios y maneras de satisfacerse.
Esto es lo que hace, entonces, a compartir con una civilización determinada, centralmente en esta cuestión de las formas de transmisión de los modos de satisfacción.
El psicoanálisis, como había anticipado, surge precisamente en la época de la crisis de la autoridad paterna. Habría mucho para decir sobre qué es lo que hace entrar en crisis la autoridad paterna. Es una historia, que tiene una radicalidad en este siglo, del cuestionamiento de las formas tradicionales de encarnar la función paterna por el padre de la familia patriarcal.
Es una larga historia que comenzó prácticamente en el siglo XII, paradojalmente con una intervención del cristianismo en la vida familiar. El cristianismo, que es hoy prácticamente hoy la única Institución que defiende la familia patriarcal, como tradicionalmente la conocemos, tiene sus dificultades para hacerlo.
Leía en el diario una polémica que hay en Francia con la llegada del Papa, porque los propios fieles de la Iglesia rechazan la posición del Papa respecto del tema de la homosexualidad y de las relaciones prematrimoniales, que son los fundamentos, casi los soportes esenciales de la familia tradicional y patriarcalmente organizada. A la Iglesia no le queda más que la salida al agiornamiento, esto es inevitable, la Iglesia tiene en ese punto algo de sociedad protectora de animales, en el sentido de que se hace cargo de tratar de proteger una especie en extinción.
El padre puede ser calificado como una especie en extinción, el golpe definitivo lo ha dado la técnica científica. Ni hablemos de la autoridad paterna en la vida familiar, ni del padre como soporte de los ideales. El padre como aquel que empujó, por un lado, como prohibidor de la satisfacción incestuosa, para prometer del lado de la sublimación encontrar satisfacción por otros medios; o encontrar una mujer posible para el hijo varón o marido para la hija mujer. Es una especie que está en extinción, ya definitivamente porque a nivel de la reproducción está exterminado. Con la clonación la reproducción hoy se asegura en la relación de la mujer con un médico, que recurre a un banco de esperma, más de eso no hace falta, así que se terminó el padre.