Pintura


A 150 años de su natalicio 

Las vírgenes seductoras de Paul Gauguin


Por Lucía Puente

 ¡El hombre blanco ha muerto!, gritó desolado un nativo y salió corriendo a divulgar la noticia por la isla. A las pocas horas en Hiva Hoa, las pertenencias del artista (cuadros, ropa, fotografías, diarios, etcétera) eran subastadas entre una concurrencia francamente burlona. El sonriente subastador remataba los objetos en cuatro, cinco o siete francos, inclusive su paleta, por la que un comprador dio sólo cuarenta céntimos. Paul Gauguin había muerto defendiendo sus principios, al apoyar las costumbres maoris, por lo que unos días antes de su muerte, había sido multado y encarcelado. Mientras la humillante subasta se llevaba a cabo, Tehamana (una de sus tantas mujeres) lloraba en el más profundo de los silencios.

Paul Gauguin nació en París un día marcado con el número siete del mes de junio de 1848. Fue hijo de Glodovéo Gauguin (periodista con ideas de izquierda) y de Alina María Chazal. Al cumplir Paul tres años, Glodovéo decidió hacer un viaje a Lima, Perú, en donde residía la familia de la abuela, la escritora Flora Tristán. Durante el trayecto, una nube de desdichas dejó caer su lluvia y el padre murió. Viuda e hijos se quedaron a vivir ahí durante cuatro años, el terminar este periodo, el joven Paul regresó con su familia a Francia, y se aposentaron en Orleans.

Es probable que el contacto con el mar y el encuentro con América despertaran en el infante Paul la pasión por los espacios abiertos que, por cierto, en sus años mozos, habría de hacer el servicio militar en la marina. Esta primer experiencia quizá influiría en su pasión por las civilizaciones y culturas exóticas, tal y como se comprendía la imagen de las tierras americanas en aquel tiempo.

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