Editorial
"Un gesto es más elocuente que un gran discurso".
Benjamín Disraelí
El silencio de varios meses del Ejército Zapatista de Liberación Nacional fue un gesto de hartazgo frente al doble discurso del gobierno y, más aún, ante su incongruente y contradictoria política de fuerza expresada con el cerco a las bases zapatistas; aunada a la política de descrédito a la CONAI (hasta lograr su disolución), y al propio obispo Samuel Ruiz; el ataque artero y fuera del marco legal a los municipios autónomos; respuesta también a la presencia de grupos paramilitares y a la xenofobia respecto a los observadores extranjeros. Todo esto frente al llamado presidencial de diálogo directo con el EZLN para lograr una "solución pacífica".
El silencio del subcomandante Marcos tuvo un gran significado "que se cumplan las condiciones pactadas desde hace dos años", y que a la letra implica, el cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés como condición previa a cualquier reinicio de diálogo y el consentimiento de las condiciones planteadas el 29 de marzo de 1996; la liberación de los presos zapatistas, una interlocución confiable, la instalación de la Comisión de Seguimiento y Verificación, propuestas serias para la mesa de Democracia y Justicia y el fin de la persecución y hostigamiento militar y policiaco a las comunidades zapatistas.
La negativa del EZLN a reanudar el diálogo obedece al incumplimiento gubernamental y a sus propuestas como la iniciativa de Ley sobre Derechos y Cultura Indígena, sin el concenso del EZLN y los pueblos indios, y que se encuentra estancada en el Congreso de la Unión.
Las recientes propuestas de la Secretaría de Gobernación son un muestrario de buenas intenciones. Los gobiernos federal y estatal, promueven su programa de distensión al conflicto, una vez que han usado en exceso la fuerza contra los municipios autónomos, que contempla una nueva ley indígena, la remunicipalización y juntas de gobierno municipal de transición, todo ello de manera unilateral, sin el concenso de los indígenas y los buenos auspicios de la Cocopa. A lo que últimamente el EZLN propuso una consulta nacional para que todos los mexicanos se manifiesten en relación con la iniciativa de Ley.
Ante la posibilidad de que la ONU pueda mediar en el conflicto chiapaneco, el Secretario de Gobernación señaló: "No consideramos conveniente la internacionalización del conflicto, porque entre los mexicanos podemos resolver los conflictos". Pronunciamiento que por cierto fue avalado por el PRD.
El gobierno mexicano debe aceptar su fracaso en la política y en su estrategia de fuerza para resolver el conflicto en Chiapas. No seguir con cantos de guerra y movimientos de tropas, basado en rumores de un ataque zapatista.
Lo que el pueblo chiapaneco y todos los mexicanos exigen del gobierno, es que cumpla con lo pactado para lograr una solución justa y pacífica.
Koffi Annan sería un buen coadyuvante para la solución pacífica del conflicto, y sin pensar por ello en cascos azules e intervencionismo.
En estos tiempos difíciles se impone el concenso más que la fuerza, tiempos en los que ya se escuchan los aldabonazos de la catástrofe que nos amenaza, en lo económico, lo político y lo social.