Entrevista


María del Carmen Benítez Fernández

Igualó el 68 a la mujer y al hombre


 
María del Carmen Benítez Hernández, brigadista durante el Movimiento Estudiantil-Popular de México en 1968, es egresada de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM (1964-71). Obtuvo especialidad en sociología educativa en la Universidad de París (1981-52). Ha trabajado para la SARH (1972), la SSA (1973), el CCH-Atzacpotzalco (1975-75) y la UAM-Xochimilco (1975-85). Fue directora fundadora de la Escuela de Sociología de la Universidad Autónoma de Chihuahua (1984-90), profesora invitada en la Universidad de Texas en el Paso (1990-91), investigadora en el Colegio de la Frontera Norte (1992-93) y en la Escuela Superior de Agricultura Hermanos Escobar (1993-94), presidenta fundadora del Centro de Investigación y Programas de la Mujer en Ciudad Juárez, Chihuahua (1994), y directora del Centro de Rehabilitación Integral en Apizaco, Tlaxcala (1997). Actualmente es subdelegada administrativa en la Delegación Benito Juárez de la ciudad de México.
—¿Cómo llegaste al Movimiento Estudiantil-Popular de 1968?

—Yo era estudiante de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y participaba en las asambleas, en las manifestaciones, en las discusiones y en las brigadas.

—¿Qué piensas del Movimiento Estudiantil?

—Que fue muy educativo para los estudiantes de aquella época porque analizábamos la realidad nacional y cuestionábamos al sistema autoritario. Esto nos sirvió para ser mejores ciudadanos y nos marcó el rumbo.

—Hay una hipótesis del gobierno federal de que hubo una conspiración comunista dentro del Movimiento Estudiantil. ¿Qué opinas?

—Eso ya ha sido muy debatido. No hubo ninguna conspiración. Simplemente existieron muchos deseos de libertad, de amor a la patria y a la vida misma. El Movimiento del 68 nos hizo ser jóvenes más intensos con ganas de transformar las estructuras autoritarias. Recuerdo que en esa época estaba reprimida la lectura hacia determinados autores y Gustavo Díaz Ordaz tenía una idea muy particular de lo que era la patria. Como estudiante tenías que cuidarte hasta de forrar tus libros para no ser detenido.

—Fue un Movimiento contra la represión, contra un régimen autoritario, regimentado, burocrático y que había cerrado todos los canales de expresión política. ¿Qué papel jugó la mujer en el Movimiento Estudiantil?

—Jugó un papel similar al del hombre. Y fue muy interesante comenzar a crecer con los compañeros hombres. Participábamos en todo. Había mujeres que también participaban en las brigadas de cocina —pero eran muy pocas—. Se discutía al mismo nivel, corríamos los mismos riesgos con las mismas ganas de obtener opciones de cambio hacia un mundo más agradable. Compartimos muchas cosas juntos. Tal vez, de no haber sido por el Movimiento, las mujeres nos hubiéramos tardado un poco más en México en participar de igual forma que los hombres.

—Hay opiniones acerca de que la represión hizo que se perdieran veinte o treinta años de libertades políticas.

—Yo no lo considero así. Creo que la represión fue un gran error que tuvo un alto costo que pagamos los jóvenes de aquella época. Y sin embargo, en todas las instancias —familiares, laborales, educativas—, pugnamos y ejercimos las libertades en la medida de nuestras posibilidades. Pienso que los compañeros que aún seguimos teniendo lazos afectivos o relaciones políticas en todos los ámbitos de la vida nacional somos personas que ejercemos las libertades democráticas. No creo que a escala nacional la represión del 68 se haya convertido en veinte o treinta años de represión o de atraso, sino todo lo contrario. Después del 68 se fortaleció el sindicalismo, la lucha porque los partidos políticos tuvieran libertad de expresión y manifestación y surgieron otros tipos de lucha. Hubo algunas manifestaciones políticas que sí sufrieron la represión como los movimientos armados —guerrilla urbana y campesina— en los setenta. Sin embargo, del 68 a la fecha ha habido avances, no retrocesos.

—Hubo un magma interior que fue de la Primavera de Praga, al Marzo Alemán, al Mayo Francés y al México en los meses de julio a diciembre de 1968, pero pierde esa connotación ideológica y política y se trata de ir contra las formas de dirección corporativas, regimentadas, burocratizadas del capitalismo de ese momento. ¿Qué influencia nacional e internacional tuvo el Movimiento Estudiantil-Popular de 1968?

—Yo no encuentro un gran deslinde entre lo nacional y lo internacional. Creo que hubo mucha preocupación en el 68 por estar bien informados. Los jóvenes buscábamos instancias informativas no solamente en los libros y la prensa sino también en vínculos con la gente más informada. Considero que todos los movimientos estudiantiles de esa época de alguna manera sí incidieron. En México teníamos muchas razones para hacernos escuchar. Queríamos un México moderno porque no teníamos claro cómo organizarnos para transformar las estructuras políticas que eran caducas. Veíamos la figura de Fidel Velázquez como sinónimo del movimiento sindical charro, de los obreros que no podían manifestarse. Y percibíamos con inquietud muchos otros factores nacionales que nos indicaban que no eran el México que queríamos. Siento que tanto lo nacional como lo internacional formaron parte de un todo.

—¿Cómo ves el México de hoy, a treinta años del Movimiento Estudiantil-Popular de 1968?

—Creo que hay muchas metas por alcanzar, problemas aún sin solución que datan de aquéllas épocas. Sin embargo, lo veo todo con optimismo. Tal vez mi enfoque provenga más de la gente joven —como mis hijos— y de quienes que ya no vivieron la situación que a nosotros nos tocó vivir. Creo que el país es lo que son los hogares. Y la gente joven no tiene ahora las restricciones que tuvimos nosotros. Nuestros hijos no nos permiten ser autoritarios con ellos. En el ámbito nacional siento que se abren algunos cauces. Sin embargo, la experiencia que estamos viviendo en México es un reto porque no basta con cambiar de nombres. Las estructuras y los problemas son de tal magnitud que se requiere inteligencia, destreza, paciencia y participación para transformarlas en beneficio de todos los mexicanos. El hecho de que tengamos hoy una Cámara de Diputados más participativa y una serie de expresiones para que los mexicanos podamos discutir qué clase de México queremos es muy importante. Esto ya no lo hacemos en la clandestinidad ni estamos con el temor de la cárcel detrás de nosotros. Siento que es un México diferente, pero con muchos retos aún. (CP)

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