La ciudad de México

La ciudad de México:

ninguna solución al margen del proyecto de nación


Juan María Alponte

"Mañana, decía el diputado e historiador Carlos María de Bustamante en las notas de su 'Diario Histórico de México', el 23 de noviembre de 1824, el Gobierno nombrará un gobernador (de la ciudad) y lo será don Fernando Mendivil". Desde esa fecha, interrumpiéndose esa realidad antidemocrática sólo hasta nuestros días, el poder central nombró a la primera autoridad de la primera Ciudad de México. El día 12 de noviembre de 1824 el mismo historiador (director de periódicos de la insurgencia y cercano a Morelos) afirmaba: "México es una población de 150 mil habitantes con 30 leguas de Distrito que deben quedarle haciéndola Ciudad Federal. Esta población aumenta de día en día rápidamente con gente extranjera toda útil, labradora, industriosa..."
Poco podía imaginar, Carlos María de Bustamante, no obstante, lo que esperaba a la Ciudad de México. Alfonso Reyes, en su prodigioso texto "Visión del Anáhuac" señala que la destrucción ecológica de Tenochtitlán comenzó en el año de 1449. Casi un siglo antes, por tanto, de la conquista y de manera tal que las inundaciones que padecía la población obligaron, a veces, a evacuaciones. El noble y sabio Alfonso Reyes dice, en ese texto, estas palabras que no deberíamos olvidar en nuestras inundaciones cotidianas: "Abarca la desecación del valle desde el año de 1499 hasta el año de 1900...". Desgraciadamente se quedó bien corto don Alfonso. Pero leámosle puesto que no se le ha leído: "Tres razas han trabajado en ella, y casi tres civilizaciones —que muy poco hay de común entre el organismo virreinal y la prodigiosa ficción política que nos dio treinta años de paz augusta. Tres regímenes monárquicos, divididos por paréntesis de anarquía, son aquí ejemplo de cómo crece y se corrige la obra del Estado, ante las mismas amenazas de la naturaleza y la misma tierra que cavar. De Netzahuacóyotl al segundo Luis de Velasco (el primer virrey llamado Luis de Velasco, me permito intervenir para esclarecer el texto de Reyes, gobernó de 1550 a 1564 y Luis de Velasco II entre 1607 y 1611), y de éste a Porfirio Díaz, parece correr la consigna de secar la tierra. Nuestro siglo nos encontró todavía echando la última palada y abriendo la última zanja..."

Respecto a las inundaciones de Tenochtitlán en tiempos de lluvias —de haberle leído atentamente las inundaciones actuales no nos tomarían de sorpresa y sabríamos que no resolvimos los problemas— era un hecho famoso. Don Alfonso nos recuerda que el propio Ruiz de Alarcón lo señalaba en su comedia "El semejante a sí mismo": y con el agua inundando la ciudad.

La memoria (que nosotros despreciamos al privilegiar la astucia de una vieja clase dominante sobre la inteligencia crítica) revela que en 1449, (para hacer frente a las inundaciones, desertización e inundaciones cabría añadir) como contraposición moral pertinente, y por indicaciones del rey de Texcoco, Netzahualcóyotl, se construyó, en aquel año, un dique de 16 kilómetros, entre Atzacoalco e Iztapalapan, para contener las aguas. El antropólogo e historiador Jacques Soustelle, (en su libro Vie Quotidienne des Azteques á la veille de la conquete espagnole. Editorial Hachette, 1989) señala que, una de las inundaciones costó la vida a un emperador que, dice, "encontrándose en un departamento bajo, a la altura de los jardines, debió emprender la fuga ante el agua que penetraba con violencia y se dio un golpe en la cabeza, quedó herido de gravedad y terminó muriendo. Esa inundación es, sin duda, la más célebre de la antigüedad prehispánica, pero no fue, ciertamente, la única. Cada estación de lluvias hacía correr a la ciudad nuevos peligros...". Por su parte, Alfonso Reyes, cerraba una de sus reflexiones, en la Visión del Anáhuac, con esta frase terrible que podía ser nuestra hoy: "Cuando los creadores del desierto acaben su obra, irrumpe el espanto social..."

De la Tenochtitlán de que hablan Reyes y Soustelle a la Ciudad de México de don Carlos María de Bustamante hay una brecha de 375 años. Esa brecha, cultivada por un autoritarismo ciego, no encontró respuesta a los problemas reales de la gran ciudad prehispánica, virreinal e independiente.

Actualmente el Distrito Federal no tiene el "circuito" de las 30 leguas y los 150 mil habitantes de que nos habla Carlos María de Bustamante. El "circuito" de la Ciudad actual es de 1,499 kilómetros cuadrados que representan, respecto al territorio nacional (1,964.381.714 kilómetros cuadrados incluidos los 5,133.426 del sistema insular mexicano) una gota en el mar. Sin embargo, esa "gota en el mar", en 1996, según el balance de Inegi, conformaba ya el 24.1% del Producto Interno Bruto de la nación. Con la conurbación (los 17 municipios aledaños) que alberga casi la mitad de población total de la Zona Metropolitana, deben elevar la particicipación del conjunto a no menos del 37% del PNB (el 37.5% se decía en la investigación realizada por la Universidad Iberoamericana: ¿Megalópolis, Destino Inevitable?)

La proporción es, en términos macros, gigantesca ya que en una zona inferior a 1 por ciento del territorio nacional se concentra una magnitud tal de población, estructuras gubernamentales, educativas, bancarias y socio-económicas e industriales que hacen impensables soluciones de empleo, organización, agua potable, energía, seguridad pública, justicia, abastecimiento, educación y ECOLOGÍA que, en su sentido último, no tengan que contemplarse, integralmente, para cada uno de esos gigantescos problemas particulares, en el cuadro global de un Proyecto, verdadero y democrático, de Nación. Sin esa proyección no existirá un modelo operativo apto para encontrar soluciones a escala.

La ciudad de la independencia, con 150 mil habitantes, ha pasado a ser —solamente el Distrito Federal— el 9.3% de la población total del país en 1995. Se trata de un salto considerable que afecta, se quiera o no, a todos y cada uno de los proyectos de descentralización urbana y transformación de las fuentes de energía de la Zona Metropolitana y, por supuesto, de la nación misma (Véase el Cuadro XI) que es inseparable de aquella.

 

CUADRO XI
POBLACIÓN DE MÉXICO ENTRE 1810 Y 1910
(población total)
 
 
1810 6,238.293
1910 15,160.372
1930 16,552.792
1960 34,923.129
1990 81,149.645
1995 91,158.290
2000 99,900.000 (proyección)
 Fuente: El Poblamiento de México. Consejo Nacional de Población. Para 1995 el conteo de Inegi de 1996.

 

En el año 2000 la población total de México rondará los 100 millones de habitantes y el problema de la Zona Metropolitana, es decir, del Distrito Federal propiamente dicho y de su conurbación paralela y convergente será, a todas luces, un problema que requerirá, contextualmente, una visión nacional. (Véase el Cuadro XII)

 

CUADRO XII
EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN
DE LA CIUDAD DE MÉXICO, DISTRITO FEDERAL
(sin su conurbación)
 
 
1824 150,000
1910 417,066
1921 615,367
1970 6,874.165
1990 8,235.744
1995 8,489.007
 Fuente: Consejo Nacional de Población y, desde 1970, Censos de Inegi.

 

En los últimos años la población mexicana, en su conjunto, ha sufrido las siguientes variables: (Véase el Cuadro XIII)

 

CUADRO XIII
CRECIMIENTO POBLACIONAL DE MÉXICO
(totalidad)
 
 
Años: Nacimientos (miles): Defunciones (miles):

 

1990 2,735 423
1991 2,756 411
1992 2,797 410
1993 2,840 419
1994 2,904 419
1995 2,750 430
1996 2,708 436
 Fuente: Agenda Estadística. Inegi. 1997.

 

Según la misma fuente el promedio del crecimiento demográfico para la periodización 1990-1995 ha sido de 2.1% (0.2% en España e Italia) lo cual significa que la población de México puede duplicarse, aún, cada 33 años. La contracción demográfica de 3.4% en los años setenta al promedio 1998-1995 implica un cambio muy considerable. Efecto, indisputable, de la revolución urbana y escolar. (Véase, en ese punto, el Cuadro XIV)

 

CUADRO XIV
POBLACIÓN URBANA* EN MÉXICO
(en %)
 
 
1910 28.7
1970 58.7
1990 71.3
1995 73.5
 Fuente: Inegi. Estadísticas Históricas de México y Conteo de la Población.

 

*Se considera urbana, en México, la población con más de 2,500 habitantes. Ello genera, a veces, una multiplicación excesiva. Hay países que hablan de población urbana por encima de los 10,000 habitantes por aglomeración.

 

Esa conmocionante explosión urbana significa, igualmente, una demanda, igualmente explosiva de empleos y servicios, viviendas y transportes, energía y educación. La demanda de empleos en México, hasta el año 2010 será, como promedio, 10 veces más elevada que en los países industrializados que poseen otra proyección demográfica. Considerando que ellos no han resuelto esa demanda puede entenderse lo que significará para México.

La revolución educativa no impide considerar, en México, que la tasa de analfabetismo, a escala nacional, implicaba, aún, en 1995, el 10.6% que expresa, cuando se explora su significado, desigualdes, como en orden a la distribución del Ingreso, impresionantes. Así mientras la tasa de analfabetismo era sólo del 3% en el Distrito Federal, llegaba en Chiapas al 26%; en Guerrero al 23.9%; en Oaxaca al 23.1%; en Hidalgo al 16.9%; en Veracruz al 16.4%; en Michoacán al 15.4%; Yucatán el 15%; Guanajuato el 14.1%... (datos de Inegi para 1995)

No sigo, pero menester es tener en cuenta que la alfabetización no indica siempre un ascenso en la complejidad intelectual de las mayorías, mayor capacidad de abstracción (por ascender a las categorías) y mejor comprensión de textos más elaborados. Todo ello invita, en la crisis explosiva que vive el país, a consideraciones preocupantes.

Sobre todo si se toma en cuenta el gravísimo empobrecimiento de las mayorías. (Véase el Cuadro XV)

 

CUADRO XV
PARTICIPACIÓN DE LA MASA SALARIAL
MEXICANA EN EL PIB
(en %)
 
 
1976 42
1981 37.46
1983 29.35
1994 35.26
1997 (datos provisionales) 29.21
Fuente: (salvo por el año 1976) de México. Banco de Datos. Hugo Ortiz Dietz.

 

En suma, una gigantesca expropiación de la fuerza de trabajo —con liquidación práctica de su clase media— que se agrava, seriamente, en las presentes circunstancias. Obliga a pensar, la economía y la sociedad, desde otra invención del conocimiento y el desarrollo. Es de recordar que la masa salarial francesa, en 1848, superaba ya el 32% del PIB y hoy el 50% del PIB. La misma proporción es la de los países industrializados modernos que son indisociables de un mercado interno altamente demandante e integrado. No hay que olvidar que, de acuerdo con el World Economic Forum, los obreros mexicanos del Sector Industrial (no hablemos del campesinado aniquilado en sus 6 millones de personas) están entre los 13 países que peor pagan a sus trabajadores.

De ese talante es la aventura poblacional de México de cara al año 2000 y en el centro, además, de una polémica sobre el sistema financiero y bancario que refleja y expresa la crisis de un sector fundamental para el desarrollo.

Según el World Economic Forum (The Global Competitiveness Report 1998) México ocupa el lugar 51 de 53 países examinados en orden a la condición financiera de sus bancos (Bank's financial condition) y el 51, igualmente, respecto al apoyo de los bancos a los negocios. Ello, por supuesto, antes de la crisis de agosto de 1998. En orden al promedio de escolaridad el World Economic Forum coloca a México, entre los 53, en el puesto 45; en Investigación Científica (tema capital para el desarrollo contemporáneo) el lugar es el 50 y en cuanto al gasto del Sector Privado en la Investigación México aparece en el 39 y en la comercialización de la Investigación en el 41. No cabe engañarse, pues, a la hora de un proyecto democrático, de la inmensa tarea que tenemos por delante. Lo demás son las viejas supersticiones del "discurso único".

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