1.600 versos


Si alguno de nosotros fuese trasladado inmediatamente a una representación festiva ateniense, la primera impresión sería la de un espectáculo bárbaro y extraño... A pleno sol, sin ninguno de los misterios efectos del atardecer y de la luz de las lamparas, en la mas chillona realidad vería un inmenso espacio abierto completamente lleno de seres humanos: las miradas de todos, dirigidas hacia un grupo de varones enmascarados que se mueven maravillosamente en el fondo y hacia unos pocos muñecos de dimensiones superiores a la humana, que en un escenario largo y estrecho, evolucionan arriba y abajo a un compás lentisimo. Pues que otro nombre sino el de muñecos tenemos que dar a aquellos seres que, erguidos sobre los altos zancos de los coturnos, con el rostro cubierto por gigantescas mascaras que sobresalen por encima de la cabeza y que están pintadas de colores violentos, con el pecho y el vientre, los brazos y las piernas almohadillados y rellenados hasta ser antinaturales, apenas pueden moverse, aplastados por el peso de un sentido con cola que llega hasta el suelo y de una enorme peluca. Además estas figuras han de hablar y cantar a través de unos orificios desmesuradamente abiertos de la boca, con un tono fortísimo para hacerse entender por una masa de oyentes de mas de 20.000 personas: en verdad una tarea heroica digna de un guerrero de Maratón. Pero nuestra admiración se acrecienta , cuando nos enteramos que cada uno de estos actores cantantes tenia que pronunciar en un esfuerzo de diez horas de duración unos 1.600 versos, entre los que había al menos 6 partes cantadas, mayores o menores. Y esto antes un público que censuraba inexorablemente cualquier exageración en el tono, cualquier acento incorrecto..." F.Nietzche
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