LAS PELOTAS
Esfera perfecta que se mueve según la fuerza y dirección
que una persona le quiera dar. Está capacitada para
todo, desde la patada más destructiva, pasando por el batazo más
potente, hasta el toque más sutil y el efecto más sublime.
Siempre obedece las órdenes del deportista, jamás se revelerá
contra su amo, no tiene más vida que la que seamos capacez
de darle, es nuestra esclava fiel. La acariciamos y la pateamos a nuestro
antojo. Nos produce rabia que algún desgraciado pelafustán
nos la quiera quitar, esa persona pasa a ser nuestro enemigo más
enconado. Con tal de recuperar a nuestra amada pelota somos capacez de
patear sin misericordia al ladrón.
El único requisito básico para ejercer el dominio y control
total sobre el balón, es que la persona posea una habilidad, una
destreza y una técnica acorde con el deporte que se practica. En
lo posible, y para asegurar aún más su posesión, hay
que tener más habilidades técnicas que el enemigo.
En el caso del fútbol el balón puede ser de cuero natural,
de cuero sintético (nombre fino que se usa para darle categoría
al común y corriente plástico), derechamente de plástico,
de esas que resultaban destruidas por completo después de cada recreo
escolar, y de trapo (de esas que extrañamente todo futbolista declaró
patear en su barrio cuando era un niño pobre).
LA CUOTA DE HISTORIA INELUDIBLE
Se cree, y nadie hay que diga lo contrario, que la idea de una bola
esférica la debió tener algún ocioso cavernícola.
Éste, luego de haber engullido un tuto de terodáctilo, no
aceptó la fruta que su abnegada esposa le ofreció de postre.
El desprecio fue tal, que el desagradecido pateó la fruta por el
suelo, y se dió cuenta que esta rodaba armónicamente (la
leyenda dice que era una manzana) . La idea fue adaptada por los hijos
del cavernario, y siguiendo la idea de la fruta que rodaba, se les ocurrió
jugar con unas piedras chiquitas, chocándolas unas contra otras.
Así nació el juego de las bolitas.
En un antiguo templo de Malta fueron encontradas unas rocas pulidas
de tal forma que eran unas esferas casi perfectas. Pruebas científicas
determinaron su antiguedad: la Edad de Piedra.
En lo que a esferas con fines incuestionablemente recreativos se refiere,
las más antiguas corresponden a unas encontradas en Egipto. Si algún
lector ronda por Londres, verá que en el Museo Británico
hay tres esferas de color rojo, verde y amarillo, hechas de hilo y paja.
Difícilmente esas pelotas resistirían los malos tratos que
se les dan a sus descendientes, así es que se usaban para juegos
de interior.
Otro personaje más astuto, e igualmente antiguo que los egipcios,
descubrió que las vejigas de los animales, rellenas con aire, daban
bote y tenían mayor movilidad. Sin embargo, explotaban al más
leve contacto con una superficie puntiaguda. Por esta razón, es
que en la antigua Grecia y Roma el juego competitivo con balones no fue
practicado.
Este problema de orden técnico no sería resuelto hasta
la introducción del caucho en Europa. Su descubrimiento fue obra
de nuestro conocido Cristobal Colón, que en su segundo viaje a América
vió como unos indígenas gozaban jugando con una pelota que,
además de dar más bote que las vejigas, no se pinchaba. Lo
que Colón nunca supo fue que el juego observado tenía unos
mil años de antiguedad, y era tan importante para las civilizaciones
norteamericanas como los es el fútbol de hoy. El juego se
llamaba «Tlachtli o Pok-a-Tok».
Jugaban siete hombres por lado, el terreno era considerado sagrado,
y poseía graderías. El objetivo era pasar la pelota de caucho
por un aro ubicado a un par de metros de altura. Los partidos eran intensos.
Hasta el mismo Moctezuma participaba. Para los meticulosos estadísticos
he aquí el resultado del primer clásico de la historia: Moctezuma
2, Texcoco 3 (dicen que el árbitro perjudicó impunemente
al equipo de Moctezuma).
Varios siglos después de Colón, un tal Mackintosh perfeccionó
el caucho dándole mayor resistencia. Después otra persona
la cubrió con cuero. Ya no se pinchaba.
En un principio, la cubierta de cuero estaba confeccionada con 18 cascos,
igual que una pelota de volleyball actual. El problema residía en
que para cerrar la esfera de cuero con el caucho adentro, había
que coserlo con aguja y cordón. Cuando un valiente jugador se le
ocurría cabecear la pelota, corría serio peligro de muerte
si justo impactaba donde estaba la costura. Además, cuando llovía,
el cuero absorvía toda el agua posible, por lo que el peso aumentaba
considerablemente.
El tiempo hizo que un infaltable científico creara una capa
impermeabilizadora, además de una válvula que suprimiría
el uso de la aguja y el hilo. En 1951 se autorizó el empleo de pelotas
blancas, para que el público no perdiera de vista el implemento.
Luego los fabricantes crearon las pelotas de 32 cascos hexagonales
y pentagonales, que es la confección que conocemos hoy. Los colores
y dibujos pueden ser a gusto del consumidor, pero lo que predomina es el
blanco y el negro, creando formas de círculos, como la clásica
«Tango» de Adidas.
Las pelotas de fútbol actuales cuentan con la más alta
tecnología, lo cual permite que, a pesar de ser pateadas y maltratadas
sin la mas mínima dosis de piedad o compasión, mantengan
inalterables su tamaño y su peso.
Antes de terminar estas líneas se hace necesario exponer las
palabras emitidas por el escritor francés Jean Giraudoux:
«todos los grandes juegos del ser humano son juegos con un balón...
el fútbol debe su universalidad al hecho de que puede proporcionar
al balón su efecto máximo».
Ya lo saben deportistas aficionados y profesionales, cuando estén
enfrente de una pelota recuerden que hay un milenaria historia detrás
de ella. Trátenla con cariño, con rudeza si quieren, pero
con destreza. Si no son capacez de hacerlo, mejor es que se vayan para
la casa a hacer aeróbica, a patinar o pasear en bicicleta. Lo que
quiero decir es que si no sirves para dominar y ejercer tu papel de amo
frente a una pelota, retírate o juega sólo, así no
te estarás burlando del ocioso cavernícola y del gran Moctezuma.
TAMAÑO Y PESO OFICIAL
En la primera mitad de este siglo, frecuentes eran las pugnas entre
el equipo local y el visitante por elegir con que balón se iba a
jugar. Patadas y combos dirimían si se jugaba con la pelota chica
y liviana de los visitantes, o con la grande y pesada de los locales. Terminaban
imponiendose los locales bajo amenazas de muerte.
La omnipotente FIFA (Federación Internacional de Fútbol
Asociado) decidió poner fin a estas discusiones fraternales.
«El balón debe ser esférico; la cubierta exterior debe
ser de cuero o de otros materiales aprobados. En su fabricación
no debe emplearse ningún material que pudiera resultar peligroso
para los jugadores. La circunferencia del balón, al comienzo del
partido, debe medir entre 68 y 71 centímetros. Su peso debe estar
entre 396 y 450 gramos. La presión debe fluctuar entre los 600 y
800 g/cm». Asi dicta la Ley 2, emanada de las honorables oficinas
de la FIFA. Amén.
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