LA LIRA DE ARISTÓTELES TAÑIDA POR YUSUF UL MULUK.
Por: Yusuf Ul Muluk, el señalado por .el harem del Califa de Peñalolém
 
 
I.    INTRODUCCIÓN 
 
Como manifestación de la naturaleza humana, la música está obligada a reflejarla, y de la manera que describiremos, a influirla; esto que puede parecer un postulado espiritista en primera instancia, está fuera de discusión y ha sido motivo de preocupación para todos los hombres, de todos los tiempos. A través del presente trabajo, buscaré legitimar mis especulaciones a este respecto, tomando como excusa las de Aristóteles, para lo cual me sirvo de dos de sus libros, a saber, la Poética y la Política, en los que se expone con más claridad su posición en lo concerniente a la naturaleza de la música. Como las que me interesan son Mis elucubraciones, tocaré sólo tangencialmente aspectos importantes del pensamiento aristotélico, que tienen que ver con los conceptos de catharsis,  mímesis, y otros, por cuanto ya se ha escrito bastante sobre ellos, y por otro lado estoy convencido de que su omisión no afectará la comprensión del lector. A manera de metodología, iré citando y comentando los párrafos que me sean de utilidad para llegar a donde pretendo. 
 
Tomaremos como punto de partida, la posición ética de Aristótelas, vale decir, su alerta sobre el peligro que representa el hecho de que el compositor plasme sus emociones (cosa que invariablemente ocurre) en la obra que crea, originándose la posibilidad de que tales emociones sean provocadas artificialmente en el oyente, pues este se corrompería, en el caso de que el compositor fuera malvado. Comencemos reparando en lo siguiente: ¿Cuál es causa de cuál? ¿puede el escuchar música inapropiada volver idiota a las personas; o será el sentir preferencia hacia la música inadecuada síntomático (consecuencia y no causa) de la idiotez de las personas? A continuación intentaremos dar respuesta a estas y otras interrogantes. 

II.   LA OPINIÓN HUMANA A TRAVÉS DEL TIEMPO 

Lo que aquí queremos hacer constar es que la opinión de los antiguos sobre los objetos esenciales de la educación coincide con la nuestra, y que de la música pensaban absolutamente lo mismo que nosotros.( 

De modo que la opinión acerca de la música no cambió durante el lapso de tiempo comprendido entre aquella franja ocupada por los "antiguos" y la que vivían los contemporáneos a Aristóteles. Si eso fue así, y no tenemos razones para negarlo, concluyo matemáticamente que dicho enunciado es aplicable a cualesquiera períodos a y b de la historia humana. ¿De qué manera puede serme útil esta ecuación? Allá voy: 
Tomemos la música del siglo XVIII ejecutada en el siglo XVIII; y la música actual ejecutada hoy en día. Pidamos prestado el comentario de un musicólogo cuyo nombre no recuerdo, que tratando de explicar el escaso interés del público actual por la música de este siglo  sacaba a relucir nostálgicamente el hecho de que en tiempos de Mozart existía una total y plena comunión entre el público y los compositores, al punto de que muchas sinfonías eran ejecutadas solamente el día del estreno, porque el auditorio estaba siempre ávido de obras nuevas, y las exigía continuamente; y por otro lado (Continuaba el musicólogo X) dicha música se sigue consumiendo* hoy en día con idéntico entusiasmo. (Si no recuerdo las conclusiones a que llegaba es seguramente porque no las encontré relevantes). El asunto del distanciamiento entre público y música actual ha sido suficientemente masticado, recordemos que cuanto se ha dicho para explicarlo pasa, en general, por atribuirle culpas a la mercantilización del arte y a la falta de educación del auditorio. Sin negarle su cuota de responsabilidad a uno y otro factor, quisiera aplicar mi ecuación aristotélica: la psiquis del ser humano de todos los tiempos reacciona de igual forma ante las disonancias y los ruidos, por muy sabiamente que estos sean utilizados; yo, humilde admirador de los músicos de esta centuria, profetizo que el interés por su música no aumentará excesivamente con el paso de los años, estimados colegas: siempre, siempre el gran público preferirá Haydn a Ligueti, siempre. 

NO PENSABAN ASÍ LOS ARTISTAS QUE INICIARON ESTE DISTANCIAMIENTO DEL PÚBLICO 

En efecto, Schoenberg imaginaba a los oyentes del futuro, con un tal nivel de refinamiento, que serían capaces de disfrutar una música construida sobre la base de ruidos en estado puro, o sea pensaba que era posible educar el oído de la gente, lo que sin resultar ilógico supone una concepción por así llamarla, "evolucionista" del arte, muy típica de este siglo. Al suponer a los hombres del mañana más refinados que los del presente, Schoenberg pareciera admitir que el arte del futuro superará al del presente, en cuanto a complejidad, se entiende, y por lo tanto provocará en los perceptores emociones para nosotros desconocidas. Cabría recordar que ya estamos en el futuro respecto a Schoenberg. 
 
 

     
    Kandinski fue tal vez quien más concisamente expuso esta forma de pensar la historia artística. En un intento desesperado por justificar el paso del arte figurativo al abstracto (vale decir, la causa del divorcio con el gran público) edificó un castillo de naipes no menos bello que su obra, de la cual dicho sea de paso me siento admirador, en cuyos pasillos se sirve primero del principio esotérico de la "necesidad interior" para explicar por qué sus óleos eran tan raros, y luego de un extraño artefacto llamado "triángulo espiritual" para explicar por qué tan poca gente enganchaba con la avant garde. El funcionamiento del mentado artefacto era muy simple: imaginemos un triángulo; situemos al vulgo imbécil (periodistas, abogados, políticos, amas de casa, telespectadores de Sábado Gigante, etc) en la base, donde hay más espacio; a medida que vamos ascendiendo va disminuyendo el área disponible, y ya en la mitad del triángulo cabe menos gente, ese lugar correspondería a los medianamente ubicados (estudiantes, borrachos, ornitólogos, etc); reservemos por último el vértice a los artistas iluminados. Puntualicemos ahora que en toda época el triángulo espiritual sube, empujado por los Kandinskis del vértice, arrastrando consigo todo el resto de las almas; de más está decir que el movimiento ascendente del triángulo evidencia una evolución del espíritu. 
     
 

*Nótese en la próxima cita que el filósofo habla del "cultivo" de la música; mientras nosotros los del siglo veinte hemos tomado la costumbre de decir "consumo" de la música. 

Para rebatir a Kandinski, sólo necesitaría recordar que la noción que tenía Aristóteles acerca de la música no es muy diferente de la que puede tener un pobre estudiante de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, y luego extender la conclusión resultante al dominio del espíritu (ahondaremos acerca de la relación música-espíritu, en Aristóteles y por ende en nuestros días); dicho más explícitamente: ni hay ni hubo evolución espiritual ¡Zas! el triángulo no se mueve. Como siempre, contradecir es un juego de niños; lo complicado es proponer alternativas. 

Empero, no se trata de un problema tan simple. A pesar de reconocer que Kandinski se da demasiada importancia a sí mismo al pretender asir el Espíritu de las Épocas a sus teorías, admitiremos que su triángulo funciona, en lugares más pequeños. Primero hay que decir que opera no en el espíritu sino en la comprensión de las obras de arte: existe consenso en nuestros días en torno a la excelencia de Walt Whitman, sin embargo muchos de nuestros literatos se habrían sentido tentados a quemar sus libros, de haber compartido su época; y de todas maneras La Consagración de la Primavera, de Stravinski, goza hoy de mayor prestigio que en el día de su estreno. ¿Puede la comprensión de las obras de arte relacionarse con el espíritu? ¡Ciertamente! Kandinski no es tonto. Pero el espíritu no es más elevado en una época que en otra, o por lo menos, no lo es cronológicamente: el triángulo existe, pero como dije antes ¡Zas! no se ha movido gran cosa, y si lo ha hecho, ha sido en dirección contraria a la prescrita, pues difícilmente podría imaginar un siglo tan precario en materia de espíritu como el que nos ha tocado en prenda. Y luego hay que reconocer que aún admitiendo el modelo ascendente (cosa que yo no hago), tal vez este no sea aplicable a cualquier período de la historia: determinadas obras no llegarán nunca a la base del triángulo ("Ionización" de Varese), y otras por el contrario, jamás estuvieron en el vértice ("La boheme" de Puccini), sin que ello vaya en desmedro de su calidad estética. 

REAFIRMACIÓN DE LO RELATIVO A LA INVARIABILIDAD DE LA PERCEPCIÓN MUSICAL EN EL TIEMPO. 

La armonía y el ritmo parecen cosas inherentes a la naturaleza humana... 

Dispongo en mi pieza, de música de todos los tiempos y lugares de la tierra; lo que hace posible que pueda disfrutar de ella, es justamente la unidad psicobiológica del ser humano, o sea, la invariabilidad de la percepción musical del hombre, no sólo en el espacio, sino también en el tiempo. Lo mismo un santiaguino que un caníbal, todo hombre dispone de las herramientas básicas para comprender y disfrutar la música elaborada por otro hombre (dando por sentado que el compositor tenga un mínimo de talento, de lo contrario no habría caso). Y para cerrar con broche de oro este asunto, he aquí un proverbio sumerio (tercer milenio antes de Cristo), prueba irrevocable de que la naturaleza humana no ha cambiado en los últimos seis mil años: 

   "Para el placer: matrimonio.
   Pensándolo mejor: divorcio."

III. PRIMERAS REFLEXIONES ACERCA DE LOS USOS. 

   AQUEL VULGAR EMPLEO 

En cuanto a cierta opinión común que recomienda el cultivo de la música, no por sí misma, sino como un utilísimo medio de descanso, puede preguntarse, aún aceptándola, si la música es verdaderamente cosa tan secundaria, y si no se le puede asignar un fin más noble que aquel vulgar empleo. 

Quienes así piensan en la actualidad, son, (hoy como ayer, el 90% de la población del globo) de ello no cabe la menor duda, quienes sólo conocen aquella música concebida para distraer los sentidos; o sea sólo están al tanto de una de las posibles utilidades de la música, puesto que como el mismo Aristóteles admite, ella puede ser un utilísimo medio de descanso, pero ¿no se le podrá asignar por ventura un fin más noble que aquel vulgar empleo? 
 

   ALGÚN INFLUJO EN LOS CORAZONES 

¿O es cosa que debe averiguarse si ejerce algún influjo en los corazones y en las almas? Para demostrar su poder moral, bastaría probar que puede modificar nuestros sentimientos. Y, ciertamente, los modifica.  ...nada hay tan poderoso como el ritmo y el canto de la música, para imitar, aproximándose a la realidad tanto como es posible, la cólera, la bondad, el valor, la misma prudencia, y todos los sentimientos del alma, como igualmente todos los opuestos a estos. ...puede mudar la disposición del alma; y cuando en presencia de simples imitaciones se deja uno llevar del dolor y de la alegría, se está muy cerca de sentir las mismas afecciones en presencia de la realidad.  ...cada vez que las armonías varían, las impresiones de los oyentes mudan a la par que cada una de ellas y las siguen en sus modificaciones. Al oir una armonía lastimosa...el alma se entristece y se comprime; otras armonías enternecen el corazón...y entre estos extremos hay otra que proporciona al alma una calma perfecta. 

En otras palabras, la música tiene la facultad no sólo de imitar los sentimientos humanos, sino también de contagiarlos. Dos mil años después, sácome el sombrero ante tamaña lucidez (nótese la rima). Sin embargo cabe preguntarse si será el provocar dichos sentimientos una facultad de la música, o si a lo mejor el contagiarse de ellos no formará parte de la naturaleza humana; tal vez a la música sólo le concierne la imitación, y el resto corre por cuenta del oyente. La gran mayoría de nosotros siente tristeza al constatar la tristeza ajena en situaciones vulgares donde queda claro que no hay música de por medio. Al parecer la susceptibilidad de contagio sentimiental es una norma en las criaturas que viven en comunidad, pues podemos encontrarla no sólo en el hombre, sino también en elefantes y otros mamíferos. Resumiendo, 1- la música imita los sentimientos, 2- Tal vez el contagiar sentimientos queda fuera de la responsabilidad de la música, 3- si bien la capacidad de hacer música es exclusivamente humana, no sucede otro tanto con lo que hemos llamado susceptibilidad de contagio sentimental. 
 

PREOCUPACIÓN EXCLUSIVA DE LA IDEA DE UTILIDAD 

Se debe pues, reconocer que hay ciertas cosas que es preciso enseñar a los jóvenes, no como cosas útiles o necesarias, sino como cosas dignas de ocupar a un hombre libre, como cosas que son bellas. ... Añadiremos, también, que si la juventud debe adquirir conocimientos útiles, tales como la gramática, no es sólo a causa de la utilidad especial de estos conocimientos, sino también porque facilitan la adquisición de otros muchos... Por otra parte, esta preocupación exclusiva de la idea de utilidad no conviene ni a almas nobles ni a hombres libres. 

En otra traducción: buscar en todas las partes la utilidad es enteramente impropio de los hombres magnánimos y libres. 

Aristóteles se refiere lógicamente a la utilidad práctica. Y, puesto que conviene él mismo en que a la música corresponden tres tipos de utilidad, que veremos enseguida, ¿Cuál es esta utilidad práctica, cuyo abuso es impropio de hombres magnánimos y libres? Queda puesta en evidencia si releemos aquel párrafo que alude al empleo vulgar de la música como un "utilísimo medio de descanso". 
 
 

     
     UTILIDADES DE LA MÚSICA 

     ...y pues decimos que la música debe emplearse no en orden a uno de los beneficios que ella confiere, sino en orden a varios (sirve, en efecto, con fines educativos y con fines catárticos... ...y en tercer lugar sirve como juego o diversión útil para relajar nuestra tensión y para hacernos descansar de ella... Hasta aquí hemos visto que la forma de percibir la música no ha variado y no varía en el tiempo; que esta puede influir en nuestros estados de ánimo, haciendo uso de la facultad humana de autocontagio sentimental; y que puede servir como medio de descanso. Ahora se nos dice que puede usarse con fines educativos, y con fines catárticos. La conclusión primera y más evidente que podemos sacar es que la música es útil, que tiene usos. De estos usos distingo dos grandes grupos, que veremos enseguida.

     
     
 

IV.  ARTE ORNAMENTAL Y ARTE PARA OTROS FINES 

...y entre estos extremos hay otra que proporciona al alma una calma perfecta... 

He incluído deliberadamente el resto de las artes en mis reflexiones, a fin de ilustrar mejor la explicación; espero que el lector no me censure por ello. 
Sabemos que el arte en general siempre guarda una intención muy específica, en base a la cual se dividen los oficios de los artistas en cada época. Es sabido que existe por ejemplo una música para bailar, una para relajarse, y otra para otros fines (a nadie se le ocurriría ejecutar el "Cuarteto por el Fin de los Tiempos" de Messiaen, o la "Sinfonía de los Salmos" de Stravinski en un supermercado); asimismo existe una plástica ornamental y una plástica para otros fines, pocas personas decorarían su oficina con "El Grito" de Munch, o las "Pinturas Negras" de Goya. De la misma manera existe una poesía poética, y una poesía para otros fines ("puede uno extasiarse en la destrucción, rejuvenecer por la crueldad", dice Rimbaud). Concluímos entonces a grandes rasgos, que las obras músicales, o más bien las artísticas, son divisibles en dos grandes grupos en virtud del uso que se hace de ellas: existe un arte ornamental y un arte para otros fines. Respecto a esta última clase de arte, diremos para espantar toda posible duda, que colocaremos bajo ese rótulo todas aquellas obras que, como las ejemplificadas, no tienen una utilización concreta aparente. Claro está, entre las que sí la tienen se podría llegar a numerosas subdivisiones siguiendo el mismo análisis; de hecho sabemos que hay toda una gama de músicas bailables, que se ha inventado una música terapéutica, e incluso, que expertos británicos han ideado una música para engordar a las vacas. (¡Qué no inventarán estos británicos para sus vacas!). 
Todo esto corrobora lo esencial del planteamiento de Aristóteles: la música tiene una aplicación práctica a distintos niveles. 

¿Por qué la insistencia del filósofo, primero censurando los empleos vulgares de la música, y luego recalcando que el descanso es solamente una de las posibles utilidades de esta? 
Quisiera puntualizar, o más bien recordar, que el uso que hacemos del arte tiene su base en el efecto que este provoca en los seres humanos. Basándonos en este último planteamiento añadiremos nuevos condimentos a la discusión: El arte ornamental imita (usando el vocabulario aristotélico) las emociones básicas, mientras que aquello que hemos definido vagamente como arte para otros fines hace otro tanto respecto a las emociones complejas. 

LAS EMOCIONES BÁSICAS 

De estas delicadezas del arte sólo debe tomarse lo necesario para sentir toda la belleza de los ritmos y de los cantos, y tener para apreciar la música un sentimiento más completo que el vulgar que produce hasta en algunas especies de animales... 

Hay un conjunto de emociones entre las que cuentan ira, miedo, dolor, pena, etc, que no son exclusivas del género humano, pues es sabido que monos y perros las experimentan a diario. Incluso es fácilmente comprobable el hecho de que los insectos son capaces de sentir miedo y dolor, ¿por qué no habrían de conocer las sensaciones de alegría y placer? La música y el arte que estimulan la experimentación de las  emociones básicas tiene gran acogida en el vulgo, ello no es un secreto para nadie. Tampoco lo es el hecho de que no sobrevivan las obras destinadas a este propósito, sino el propósito mismo de buscar la distracción a toda costa. Es por ende comprensible la invasión de que somos cotidianamente objeto por parte de las manifestaciones vulgarizantes del sentir humano; las canciones bonitas transmitidas por Radio Aurora y afines, presentan siempre pequeños cuadros dramatizados comúnmente en base a relaciones de pareja, usadas como excusa para imitar las sensaciones de tristeza y alegría; otro tanto sucede con las teleseries, los dramas de Spielberg, la Teletón, etc. Se han instituido como un tópico repugnante en los programas noticiosos, las situaciones en que una mujer casi siempre de escasos recursos, habiendo perdido a su hijo en un accidente, es requerida (digo requerida y no acosada, porque ella disfruta de la situación) por los periodistas, con preguntas como "y usted... ¿lo quería mucho?... ¿qué siente en estos momentos?...etc"; si los gestores de dichos programas hacen hincapié en escenas como esta es porque saben que la gente quiere verlas, quiere llorar, quiere sentir tristeza a toda costa. Por otro lado, se ha instituido todo un género para hacer sentir miedo a la gente. Etc. 

   ORDENACIONES COMPLEJAS DE LA FORMA 

El camino que va desde la combinación de dos notas musicales hasta una sinfonía es largo, y sigue un ritmo ascendente en cuanto a complejidad. He detectado a veces en algunos eruditos la opinión infantil de que la complejidad en la forma acarrea necesariamente complejidad en las impresiones causadas por ella. No es así. Si bien lo ingenuo de tales creencias parte de bases serias, a saber, que una y otra complejidad están relacionadas de alguna manera, lo esencial aquí es, como en el resto de los asuntos humanos, la intención. Una sinfonía puede también concebirse para distraer los sentidos. La función prima sobre la estructura. 

LAS EMOCIONES COMPLEJAS 

Estas impresiones que ciertas almas experimentan de un modo tan poderoso, alcanzan a todos los hombres, aunque en grados diversos... 

Llamaremos emociones complejas a aquellas que nos distinguen de los animales. Las variedades del amor podrían incluirse entre ellas, pero al citarlo me refiero al amor tal como lo describe Platón en "El banquete", al "amor múltiple y complejo" de que habla Rimbaud, al "permanecer en el amor" de Messiaen, al "amor lejano" de Jaufré Rudel. Todas ellas son manifestaciones del amor que, aunque diferenciables unas de otras, tienen la complejidad como aspecto unificador. Es inherente a estas emociones la facultad de incidir en la psiquis de una determinada manera al ser "provocadas", y como hemos dicho, pueden o no (aunque usualmente lo hacen), provenir de ordenaciones a su vez complejas de la forma. 

CONCLUSIÓN DE LO RELATIVO A LAS EMOCIONES 

Las emociones básicas constituyen una herramienta entregada al ser humano para hacer posible su existencia física en el mundo, pero esta existencia tiene un fin determinado. La experimentación descontrolada de tales sensaciones es contraproducente, y es lo que busca y encuentra la plebe en los clásicos; una persona ingenua extraerá conclusiones ingenuas frente a cualquier obra de arte, pues lo semejante atrae a lo semejante. Por eso no nos extraña que el Teatro Municipal se llene de fósiles envueltos en abrigos de pieles semana a semana. Las emociones complejas son también una necesidad del hombre, y su exteriorización es la manera en que este se formula las típicas preguntas acerca de su existencia. 
 

V. OTROS. 

DE LOS INSTRUMENTISTAS. 

En punto a instrumentos y a ejecución, rechazamos... aquellos estudios que son propios ...de los que se destinan a tomar parte en los combates solemnes der la música. Los que tal cosa hacen no se proponen mejorarse a sí mismos moralmente, sino que sólo tienen en cuenta el placer grosero de los futuros oyentes. Y así, no considero esta como una ocupación digna de un hombre libre y sí como un trabajo de mercenario, que sólo sirve para hacer artistas de profesión. El fin a que el artista aspira en este caso... es malo, porque tiene que rebajar su obra poniéndola al alcance de los espectadores cuya grosería envilece muchas veces a los artistas que intentan complacerles, degradando hasta su cuerpo a causa de los movimientos que han de hacer para tocar su instrumento. 

Aristóteles parece estar hablando aquí de los tocadores de aulós, ya que él mismo cita una antigua tradición helena según la cual Atenea, había desechado la flauta poco después de inventarla, al percatarse de que "afeaba el semblante". Aunque dicha opinión es fácilmente extendible al resto de los instrumentos, yo no me atrevería a defenderla, porque varios de mis amigos son instrumentistas, y eso no les agradaría. 

DE LOS OYENTES. 

Pero los oyentes son de dos especies; unos que son libres e ilustrados, y otros, artesanos y groseros mercenarios, que tienen necesidad de juegos y espectáculos para descansar de sus fatigas. Como en estas naturalezas inferiores el alma se ha torcido y separado de su debido camino, tiene necesidad de armonías tan degradadas como ella y de cantos de un color falso y de una rudeza que no pierden jamás. Cada cual sólo encuentra placer en lo que corresponde a su naturaleza, y he aquí por qué concedemos a los artistas que han de disputarse el premio, el derecho de acomodar la música a los groseros oídos de los que deben escucharla. 

Sin comentarios. 
 
 

( A partir de aquí , los  textos que aparezcan en cursiva corresponderán a citas de Aristóteles.) 
 

 
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