¿QUE PASO CON NUESTRA DEMOCRACIA?
 
 
“... Prefiero enfrentar los peligros del exceso retórico 
 antes que el vacío de la pulcritud...”
 
 

Para nadie fue indiferente la llegada de Augusto Pinochet al Senado de la República, para nadie fue indiferente por que no es normal que en un Estado, que dice ser Democrático, forme parte del Poder Legislativo, que es tal vez la máxima expresión de la Democracia, quien fue un Dictador durante casi 17 años, alguien que negó a la misma Democracia clausurando el Parlamento, interviniendo en el Poder Judicial y privando a los chilenos de los valores más importantes que ella propugna, a saber; la Vida y la Libertad entendida esta en todas sus formas . 

Su llegada al Parlamento, más allá de ser o no constitucional, es intuitivamente una contradicción con la esencia misma de la Democracia o con la idea del respeto, es una contradicción por que fue él quien nos privó del espacio de Lo Público para situarnos en un estado de constante miedo y de imposibilidad de expresar nuestras idas con responsabilidad. Pasamos a asumir una conducta meramente interesada y especulativa para no ser acusados (extraviados) por nuestros juicios. 
 
Este cambio de status de Pinochet no sólo abre las heridas del pasado sino que también nos cuestiona acerca de sí la Democracia es un justo  sistema de gobierno, o antes aún, si es que realmente estamos desarrollando nuestra vida en ella. Tal vez la mejor forma para entender lo que estamos viviendo sea empezar respondiendo la segunda pregunta, o sea, si acaso podemos decir que en Chile estamos en una Democracia para lo cual tendremos que revisar necesariamente lo que esta es, para luego intentar responder a la pregunta de sí la Democracia es un sistema en el cual podamos seguir confiando. 

Para responder a la primera pregunta, es decir, si en Chile vivimos en Democracia, debemos empezar preguntándonos qué es Democracia y al respecto podemos entender a lo menos dos cosas; en primer lugar que corresponde al marco formal o el sistema de gobierno que mejor responde a los ideales del Estado de Derecho , es decir, aquellos principios universalmente compartidos como son; el del Respeto a la Dignidad Humana, la Separación de Poderes, la Supremacía Constitucional e Interpretación conforme a la Constitución, los Actos de los Organos Administrativos deben ser Controlados Jurisdiccionalmente respecto de su Constitucionalidad, el Principio de Responsabilidad, Elección Universal y Periódica de los Representantes y Representación Popular en el Congreso. En segundo término podemos entenderla como uno de los modos de adoptar decisiones públicas teniendo como regla la de satisfacer las necesidades de la mayoría . 

Aclarado lo anterior, y atendiendo solamente al primer sentido de la Democracia podemos realizar dos tipos de análisis, uno meramente formal y otro más sustantivo. 

El primero de ellos, es decir, atendiendo simplemente a lo adjetivo nos bastaría con leer el Artículo 4 de la Constitución Política de la República  que señala: “Chile es una República democrática”. De la lectura de este artículo deberíamos concluir que Chile es un Estado Democrático de Derecho por así señalarlo la Constitución, que es aquel instrumento que rige las estructuras de la sociedad. Además  parece políticamente correcto sostener está afirmación, en el supuesto que sostener lo contrario nos pondría en la condición de paria respecto de la comunidad internacional . Pero este tipo de análisis carece de todo sentido y no nos provoca en lo absoluto. 
 
La segunda posibilidad, y sin duda la que más nos estimula, es elaborar un análisis más sustantivo contrastando los significados y los principios de la Democracia con la realidad propia del país. 

Para realizar este análisis bastaría con tomar algunos de los principios necesarios para configurar el Estado Democrático de Derecho para comprender la realidad ante la cual nos enfrentamos. Nuestro sistema electoral no es absolutamente representativo, no sólo por la existencia de Senadores designados, que abiertamente atentan contra la voluntad popular al influir notoriamente en los Quórum necesarios para la aprobación de las leyes o de las demás resoluciones que quiera adoptar la Cámara Alta, sino también por el sistema Binominal que existe en el país, el cual  impide que se respete la opinión de las mayorías. Sólo ahora podemos decir que nos encontramos ante un Poder Judicial un poco más independiente y decimos esto porque hasta la reforma al artículo octavo transitorio de la Constitución que señalaba que los ministros de la Corte suprema eran “vitalicios”, nuestro máximo tribunal se había integrado sobre la base de criterios más bien políticos que evidentemente no son los más idóneos. No parece necesario cuestionarse acerca de sí se respeta o promueve la dignidad humana o los Derechos Humanos estando el Sr. Pinochet en el Senado y encontrándose vigente una Ley de Amnistía que impide investigar los hechos constitutivos de delito que atentan contra la Vida y la Integridad física acontecidos con anterioridad a 1979, sancionando a los responsables. El resto de los principios presentan aspectos más bien técnicos sobre los cuales no viene al caso referirse 
 
Pero una vez realizado este corto ejercicio nos encontramos en la necesidad de concluir que a pesar de estos casi ocho años de esforzada-consensuada transición y de las mentadas reformas constitucionales de 1989 donde dado el clima de autoritarismo dictatorial que aún imperaba, no se pudo más que transar ciertas reformas mínimas a la Constitución de 1980 que hicieron viable de alguna manera los gobiernos posteriores, no vivimos en un Estado Democrático de Derecho. 
 
El escenario en el que nos estamos moviendo parece ser más bien en el de una transición a una Democracia que en una Democracia propiamente tal y esto no referido exclusivamente al ámbito de la Teoría del Estado o del Derecho, sino más bien a un problema social cual es el miedo a la Democracia. Esto lo podemos ver reflejado en dos acontecimientos del país, cuales fueron el “Ejercicio de enlace” y el “Boinazo” que reflejaron los dos miedos que existen en población respecto del vivir en Democracia. Por un lado el miedo a que los militares se tomarán nuevamente el poder y por otro lado el de los propios militares de no creer en la Democracia como el sistema de solución de conflictos más adecuado. 
 
Este miedo a los militares, que es tal vez el más peligroso deriva del hecho que ellos son los poseedores de las armas y lo son porque el pueblo, o bien, si se quiere, el Estado, es el que ha encomendado la misión de proteger la soberanía, a través del uso de la fuerza. Respecto del miedo de los militares a la Democracia, esta podríamos decir que deriva del constante rol autoasignado de los militares de ser los guardianes de la Democracia, cosa que bajo ningún punto de vista lo son, pues es el propio pueblo el llamado a proteger a la Democracia. 
 
Tomando en consideración lo anterior, es decir, que la Democracia es el sistema que mejor se adecua al Estado de Derecho, además de ser un sistema de adopción de las decisiones públicas y de que en Chile no se desarrolla una Democracia, debemos entrar en la segunda de nuestras preguntas, a saber la de sí podemos seguir confiando en  la Democracia. 
 
A través de la historia podemos encontrar básicamente dos corrientes que intentan explicar, o más bien dicho, justificar la Democracia, estas son las tesis escépticas y las tesis no escépticas. 
 
Para los escépticos al estilo de Bobbio, Kelsen o Ross, la Democracia se fundamenta en nuestra infinita e irresoluble incertidumbre moral, de modo tal que la Democracia aporta un elemento necesario para desarrollarnos en sociedad, cual es, la idea de la tolerancia en el pluralismo, de la posibilidad de adoptar decisiones aceptando todas las opiniones y de resolver pacíficamente las divergencias de opinión, de otro modo la experiencia de vivir en sociedad sería absolutamente inviable. Sin embargo, este argumento se debilita si consideramos que no es capaz de justificar conceptos abstractos como el de los Derechos Humanos o el de la responsabilidad de los Estados al adoptar decisiones que producen situaciones injustas. 
 
 
Por otro lado las tesis no escépticas confían en la Democracia por que es allí donde se desarrolla la idea de Lo Público , es decir, el lugar en donde el dialogo es posible, donde los individuos cargados con sus distintas y particulares concepciones acerca del Bien, de la Filosofía, Religión, Economía y Política puedan poner en el tapete sus distintas opiniones de modo de llegar a acuerdos en un clima de respeto y tolerancia reconociéndonos previamente como iguales . 
 
Es en la Democracia donde aparece la idea del ciudadano, recogiendo las teorías en boga en occidente en el siglo XVIII, es el lugar donde el individuo, como tal, puede expresarse en un ámbito de la cultura que ha sido invadido en los últimos tiempos por los partidos políticos u otras instituciones que debiendo ir en retirada intentan ocupar cada vez más lugares en la sociedad. 
 
Aquí tal vez es donde el paso desde una Democracia representativa a una Democracia deliberativa  se hace fundamental, por cuanto el individualismo es cada vez más extremo y a la vez la necesidad de cooperación más imprescindible, entonces la posibilidad de influir en las decisiones colectivas que se tomen, por parte de los ciudadanos, es cada vez más necesaria, por esto y tal vez más es que necesitamos a la Democracia. 
 
 
 

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