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LA CABALA DE PROVENZA Y GERONA |
Para la llamada Cábala histórica, esto es, la
expresión en el tiempo cronológico del legado eterno y siempre
actual del esoterismo judío, la región de Provenza
representó la tierra fértil que en el siglo XII y principios del
XIII acogió las semillas de esa herencia supranatural y gestó unas
nuevas formas para vehicular y transmitir lo medular de su doctrina, que por
aquél entonces, y debido en parte al desgaste ocasionado por la
diáspora del pueblo de Israel (o sea, por unas condiciones
cíclicas inherentes a toda manifestación), estaba diluida y
necesitada de una regeneración. No olvidemos, además, que en estas
comarcas del Languedoc confluyeron diversas expresiones del esoterismo de
distintas tradiciones, como es el caso de la presencia de los Templarios, los
monjes-guerreros guardianes y transmisores del esoterismo cristiano, así
como la existencia de organizaciones iniciáticas de corte caballeresco
inspiradas en la simbólica de las Cortes de Amor, o bien guildas de
masones que se apoyaban en el oficio de constructor para la edificación
interior y espiritual, y también círculos de iniciados del Islam,
o adeptos solitarios que seguían su camino de realización interna
a cielo raso, todo lo cual configuró una coyuntura en la que la corriente
esotérica fluía con fuerza, y aunque en apariencia se revistiera
de distintos ropajes, en el fondo se buscaba y experimentaba una sola y
única Verdad.
Este ímpetu interior tuvo también una
repercusión en el ámbito exotérico, de tal manera que
fueron muchos los centros de enseñanza, sobre todo de medicina pero
también de otras artes y ciencias tradicionales, que florecieron en
ciudades como Montpellier, Narbona, Lunel, Posquières, Carcasona,
Béziers, y otras. A estas escuelas llegaron una gran cantidad de
manuscritos en árabe sobre textos griegos (de sabios
neoplatónicos, neopitagóricos, gnósticos, etc.) que fueron
traducidos al hebreo y luego al latín, posibilitando que tales
conocimientos (de medicina, pero también de alquimia, matemáticas,
astrología, música, magia, y demás ciencias) cayeran en
manos de los iniciados de las distintas corrientes antes aludidas, los cuales se
alimentaron de sus enseñanzas y pudieron así actualizar la
doctrina
esotérica60.
Respecto de los hebreos que vivieron en esta zona del
Mediterráneo se sabe que gozaron de un buen reconocimiento social (aunque
no exento de luchas y tensiones), ocupando diversos cargos públicos y de
confianza, además de participar activamente en la vida cultural,
artística y comercial, así como en la enseñanza y
difusión de innumerables ramas del saber. Muchos de ellos trajeron los
conocimientos adquiridos a lo largo de su peregrinar por las tierras de
Alejandría, Bizancio, Persia, norte de Africa, etc.; además
solían dominar varias lenguas, por lo que su contribución fue
fundamental en la traducción de muchos de los libros y escritos llegados
a esa región.61
En medio de este fecundo sustrato, pequeños grupos de
sabios o iniciados judíos fueron gestando la vivificación de su
esoterismo, y la Cábala experimentó un período que
podríamos calificar de embrionario. Los historiadores han rescatado los
nombres de una saga espiritual encabezada por Abraham ben Yitshac de Narbona que
fue la propulsora o aglutinadora de esa reelaboración. Se dice de este
cabalista que siendo presidente de la corte rabínica de Provenza y un
gran talmudista, heredó la esencia de su tradición –recibida
en parte según nos refiere G. Scholem de Yehudá ben Barzilay de
Barcelona62–,
pero que nunca la reveló en sus escritos sino que la transmitió
oralmente a su pequeño círculo, y especialmente a su hijo Abraham
ben David, del cual explica M. Eisenfeld:
Y para hacernos una idea del clima de investigación y
apertura intelectual que rodeó a este cabalista y su grupo agrega que:
Pero el personaje más conocido de esta familia es sin
duda el descendiente de Abraham ben David, Isaac, apodado el
Ciego65, no
tanto porque le faltara la visión de lo perceptible por los sentidos (lo
cual nunca se podrá llegar a comprobar) sino porque simbólicamente
fue tan grande la riqueza de la luz interior que "concientizó" en sus
experiencias de orden cosmogónico que su exceso lo cegó,
abriéndose así la puerta hacia la inconmensurable realidad de lo
que está más allá del Cosmos, de lo metafísico, que
es de lo que se impregnan todos sus escritos y muchas de las enseñanzas
que legó a sus discípulos. Isaac nació probablemente en
Posquières o en Narbona y murió hacia 1235. Poco más se
sabe de su vida individual, como suele ser habitual entre los iniciados
judíos que llevaban una existencia al margen de la comunidad y dedicada
íntegramente a la
contemplación66,
al estudio de su tradición y a la transmisión de la doctrina a
unos pocos adeptos cualificados. A estos sabios se los llamaba perusim,
que significa apartados o separados, lo cual no quiere decir que vivieran ajenos
al mundo, sino que supieron aprovechar las condiciones propicias para la
concentración que les procuraba aquel modo de vida, y así se
liberaron de las ataduras y esclavitudes de lo pasajero y perentorio, y pudieron
sumergirse en las más profundas investigaciones sobre el ser humano y el
universo, o el Mundo en su sentido más amplio. Tal como refiere Isaac en
uno de sus manuscritos, el paso primero y principal en esta senda de
Conocimiento es entregarse sin restricciones mentales de ningún tipo:
Aunque no fue demasiado partidario de dejar por escrito los
arcanos que iba inteligiendo, y aún menos de darlos a conocer a los
profanos, se ha conservado de su puño un extraordinario Comentario al Sefer
Yetsirah67,
otro sobre Job y unos setenta fragmentos dispersos, que con un lenguaje por
momentos muy críptico y enigmático sintetizan las especulaciones
que se operaban en el alma de aquellos iniciados, iluminados no sólo por
la transmisión horizontal de su cadena tradicional, sino también
por la vertical, pues de varios de ellos, entre los cuales se cuenta al mismo
Isaac, se dice que recibieron el influjo del profeta Elías, tal como
veremos un poco más adelante.
G. Scholem dedicó parte de su estudio Los
Orígenes de la Cábala a investigar acerca de este cabalista y
su círculo, destacando sobre todo aquellos aspectos doctrinales que
apuntan hacia el perfilado y coagulación del modelo del Arbol
sefirótico. Nos dice:
Y en otro libro puntualiza:
Ahora bien, todas estas denominaciones por las que Scholem
muestra un interés eminentemente sistematizador, no representan para
Isaac el Ciego un afán clasificatorio y paralizante, sino que como
símbolos que son, constituyen más bien vehículos para
nombrar lo que del Innombrable puede ser numerado, pesado o medido y por tanto
conocido. Las palabras son evocaciones de realidades superiores o más
interiores, de ahí que este cabalista empleara expresiones universales
presentes no sólo en el ideario del pueblo judío, sino en el de
muchas otras tradiciones de la tierra, tal el símbolo del árbol
como modelo del Cosmos, o el del fuego, las llamas y las brasas que equipara al
Espíritu de donde todo surge y a donde todo retorna, y también el
de la montaña que vincula al Todo y su Principio, y cuyo vientre
está surcado de filones o túneles, simbólicas que pone en
correspondencia con los senderos que unen las sefiroth y por los que
circulan las vibraciones que animan el Universo. Imágenes todas ellas de
gran poder y que promueven en el buscador del tesoro oculto la imperiosa
necesidad de sumergirse en su interioridad y mamar directamente de la fuente y
raíz de la existencia. El mismo "mamar" es un término clave en la
didáctica de Isaac, ya que con él alude a la succión e
ingesta del líquido nutricio que no es sino el propio Espíritu que
se da y recibe a sí mismo; lo único, por tanto, que alimenta,
colma y sacia. Religando este misterio en unas pocas líneas,
asegura:
Siguiendo con esta meditación sobre el verdadero
saber (pues tal como advierte Isaac al final de la anterior cita no hay que
confundirlo con el conocer racional y limitado), el cabalista se formula
constantes interrogaciones y busca las respuestas en el fondo de su
corazón; y a través de ese cuestionario vital va trazando un
itinerario por las comarcas del Pensamiento e hilando un discurso que no
pretende la perfección de la forma, ni abarcar las indefinidas
posibilidades de todo lo que podría ser dicho, sino provocar incisiones
en los velos que ocultan la Realidad para que ésta aflore, y poder
realizar simultáneamente el proceso de reunir todo lo que es en la
virtualidad del Principio. Ante todo, este redactado del comentario al Sefer
Yetsirah es para Isaac el Ciego un rito, es decir, un hacer sagrado en el
que aúna el diseño revelado de la estructura orgánica del
Cosmos (que cristaliza en las diez sefiroth y los treinta y dos senderos)
con el mapa de ruta que uno debe seguir para su recreación permanente, lo
cual convierte al ser humano en un mago o teúrgo, en el cabal sentido de
la palabra. Poco a poco, esta glosa inspirada, devana una madeja cuyo hilo
luminoso es guía en la senda iniciática:
Este recorrido espiritual va desde lo perceptible a lo
totalmente invisible, desde lo limitado a lo ilimitado; se parte del
caparazón del símbolo para acceder hasta su esencia informal e
increada, y aún más hondo, hasta la región de lo
metafísico:
Por lo que podríamos decir que dicho Comentario es
una alabanza permanente a la no dualidad entre el Ser y el No Ser, como se
percibe en este fragmento:
Y aun en este otro:
En cuanto a En sof, sin-fin o Infinito
–término que aparece por primera vez en los escritos de este sabio
medieval–, no es algo que intente definir con dicha palabra, pues no es
nada de lo que pueda decirse "es esto o lo otro; todo, poco, mucho o casi nada",
sino que ante la imposibilidad de referirse y abarcar lo que tal realidad
metafísica significa, esa designación es sólo una
insinuación para que el ser humano pueda tomar conciencia (no en tanto
que individualidad, sino en tanto que en su interior se alberga el germen de lo
totalmente ilimitado, supranatural y supraesencial) de aquel estado
incondicionado, incognoscible y libre de cualquier determinación, que es
el fin del recorrido iniciático. Fusionado en este Océano sin fin,
suspendido eternamente en lo verdadero, ya nada cabría pensar, ni decir,
ni hacer, ni promover; pero sin embargo, es una constante en los seres humanos
que han alcanzado tales estados espirituales repetir el gesto gratuito del
Escriba o del Autor (que son los términos con los que Isaac se refiere al
Principio del Cosmos) y contribuir así a la regeneración de las
posibilidades de Ser. Pero, ¿cómo sumarse a este rito sagrado? Para
Isaac el Ciego, el lenguaje, emanado del Verbo o Fiat Lux, es el
símbolo cosmogónico por excelencia:
Y el ser humano, universo en pequeño, es el encargado
de actualizar la vida del Ser Universal por intermedio de ese código
simbólico, puesto que:
Este parush fue un eslabón clave en la cadena
de transmisión de la incipiente Cábala. Los modelos y apoyos
simbólicos que vislumbró y sugirió –podríamos
decir que aún inacabados, muy tiernos y abiertos a la maduración
que se operará con las aportaciones de sus herederos
espirituales–72 imprimieron una profunda huella en el desarrollo posterior de la historia del
esoterismo judío, tal y como iremos viendo de aquí en
adelante.
Sobre esta gestación intelectual en tierras
provenzales aún nos cabría añadir que otros círculos
de iniciados, en particular el conocido con el nombre de Iyyún (Contemplación),73 –del cual no trascendió, por una total intencionalidad,
ningún nombre propio de sus integrantes– y aun los de otros que
sólo dejaron rastros pseudo-epigráficos, también
participaron de ese proceso constructor, más secreto todavía, dado
el peligro que veían en la difusión de enseñanzas tan
interiores y de difícil comprensión por los profanos. La
transmisión de lo medular siempre ha requerido de una sutil alquimia, de
un equilibrio paradójicamente inestable entre dar-recibir-devolver, pero
al mismo tiempo ininterrumpido, para garantizar así la transmisión
a quien es merecedor de ello, esto es, a quien lo busca con un corazón
puro. De uno de estos escritos pseudo-epigráficos quisiéramos
ofrecer este fragmento, para que el lector se adentre y reconozca las
simbólicas que conjuga y armoniza en un solo canto:
Todas estas producciones de Provenza –el sagrado Bahir, las especulaciones de Isaac el Ciego y su familia y las del
círculo Iyyún– no quedaron encerradas en esa
región, sino que su influencia se expandió al otro lado de los
Pirineos, de tal manera que a lo largo del siglo XIII emergió en la
ciudad de Gerona (urbe con una comunidad judía numerosa y de gran peso
socio-cultural y político) un núcleo de cabalistas encabezados por
Ezra, Azriel y Nahmánides (conocido también con el nombre de
Bonastruc Saporta) que digirieron la savia nutricia recibida del norte y la
devolvieron multiplicada. Mopsik, en su tratado Cabale et cabalistes, refiere que ese flujo intelectual esotérico se propagó hasta
la pequeña ciudad catalana de este modo:
La unión entre ambos centros fue muy estrecha, no
sólo porque la doctrina se transmitió de forma horizontal a
través de la enseñanza oral y de los escritos y cartas que
circularon entre ellos, sino porque muchos de sus integrantes recibieron una
influencia espiritual vertical vehiculada por Elías –que en el
esoterismo judío es una entidad intermediaria análoga al
mítico Hermes Trismegisto alejandrino, al Hermes griego o al Mercurio
romano, deidad universal que con diferentes nombres está presente en
todas las culturas y pueblos y que cumple idénticas funciones
instructoras e iniciadoras– y que los religó por lo más
alto. El siguiente fragmento del manuscrito de Ménahem de Recanati
recogido por G. Sed-Rajna refleja esta realidad supranatural tan propia de la
transmisión esotérica y al mismo tiempo tan incomprendida e
incluso negada por la mentalidad racionalista y profana:
En la edición del Sefer Yetsirah traducida y
anotada por Miriam Eisenfeld se dice a propósito de estos
sabios:
Su función se centró fundamentalmente en la
maduración y ampliación de matices de las crípticas y
secretas enseñanzas que habían recibido de los maestros de
Provenza, como aquél que acoge el preciado tesoro oculto y lo va
desenvolviendo poco a poco, para que su luz y brillo interior vaya
desvelándose gradualmente y su belleza pueda ser contemplada por otros
agraciados, en los cuales se generarán nuevas sugerencias y posibilidades
de inteligir las facetas de esa joya inagotable, pues ésta es el
símbolo de los indefinidos reflejos manifestados de lo totalmente
Ilimitado.
Como ya hemos apuntado, Azriel y Ezra ben Selomoh (su
cuñado o suegro, pues según las fuentes es uno u otro el
parentesco que los une) fueron discípulos de Isaac el Ciego y dos de los
grandes representantes de la Cábala de Gerona, siendo principalmente el
primero el impulsor de una tendencia aperturista, en el sentido de querer
difundir la doctrina interior más allá del ámbito de
iniciados judíos. Jacob ben Sheshet también se adhirió a
esta corriente y se mostró muy interesado en conjugar la esencia de la
doctrina hebrea con la de otras formas
tradicionales79.
A estos tres habría que añadir
Nahmánides80,
un talmudista de prestigio que fue el patriarca de la ciudad, el cual, sin
embargo, prefirió dar su enseñanza exotérica por escrito,
reservando la esotérica, la cabalística –a la que se refiere
parcialmente en sus textos– a la instrucción oral.
Nahmánides también contribuyó al desarrollo de la
Cábala en Barcelona, junto con sus discípulos Salomón ben
Adret, Isaac Todros y David ha-Koen, los que siguiendo la línea de su
maestro legaron las enseñanzas esotéricas a un grupo
pequeño de adeptos, y dejaron muy pocos testimonios
escritos.81 Por otra parte, en la Ciudad Condal fue igualmente muy importante la
función de Abulafia, quien según menciona Moshe Idel en su
artículo "La Cábala en
Barcelona"82 vivió durante algunos de sus años de estudio en dicha ciudad
–donde tuvo oportunidad de seguir las enseñanzas de Barukh Togarmi
y de conocer varios comentarios al Sefer Yetsirah– siendo el
propulsor de la Cábala llamada extática o lingüística,
muy criticada por los autores antes citados.
Estas tendencias que empiezan a perfilarse en el seno de la
Cábala, lejos de significar caminos divergentes como así lo
aseveran muchos historiadores y eruditos contemporáneos, responden a la
exploración emprendida por los diversos sabios o iniciados, los cuales
investigaron y penetraron distintas vías de aprehensión de los
misterios de su tradición, experimentadas a veces de manera aparentemente
contradictoria, con tensiones, atracciones, rechazos o conjunciones propias del
proceso vital y orgánico por el que el Ser Universal y único se
regenera permanentemente y expresa sus indefinidas modalidades de
manifestación, aunque en el fondo todo emane y retorne a un mismo punto.
Sin la comprensión de esta unidad esencial en el seno de la
Cábala, todo sería visto como división y
fragmentación, pero desde la unidad en el Principio, ello no es sino la
expresión de una riqueza sin fin. Por lo que todos estos sabios, vistos
no como individualidades sino como integrantes de una entidad universal, fueron
juntamente con los de Castilla los antecesores de la Cábala, propiamente
dicha, que se coronará con la publicación del Zohar. |
NOTAS 60 La tradición se
regenera constantemente gracias a las síntesis y las adaptaciones que
acontecen cíclicamente, pero estas operaciones no son nunca un
sinónimo de sincretismo o de invención –aspectos
éstos ligados al pensamiento racional, a las opiniones individuales y a
lo relativo–, sino que obedecen a la intervención de una facultad
supranatural denominada intuición intelectual, y están siempre
inspiradas y referidas a los principios universales
inmutables. |