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Nuestra Señora de la Dulce Espera

Con el deseo de acompañar a todos los que se reúnen para rezar por la gracia de concebir un hijo o lograrlo en adopción, recé a María pidiéndole me ayudara en ésta tarea de pintarla en la Dulce Espera de Jesús.

Si bien tuve en cuenta la estampita que se conoce sobre esta advocación, deseaba poder interpretar el misterio de la encarnación de Jesús y el papel que María, como elegida, jugó en ella.

Para pintar su rostro tuve en cuenta un cuadro de El Greco: "La Sagrada Familia con Santa Ana".

Cambie su mirada recordando el evangelio: "María guardaba todas estas cosas en su corazón", por lo que deseaba pintar su mirada absorta en vez de perdida en el libro. Esta mirada es la que me invita a escudriñar dentro de mí confrontando cada acción con el amor.

La imaginé con cabellos largos, como la mayoría de las jovencitas. Como en la estampa, su mano derecha sostiene un libro, símbolo de la Palabra. Su mano izquierda no cae flácidamente al costado de su vientre, sino que sostiene, acaricia y con su dedo pulgar casi abierto, entrega.

Teniendo en cuenta que María del Rosario de San Nicolás tiene vestido rosa con manto celeste, elegí estos colores, salvo que intensifiqué el del vestido como señal de vida llena. Y dejé unas manchitas verdes, por reconocerse a este color como el de la esperanza.

Traté de crear un ambiente celestial con nubes. Los rayos de luz descienden hacia el libro, y desde allí al vientre de María, simbolizando que es la Palabra del Padre, la que, por la fuerza del Espíritu, se encarna en María, que Ella recibe y da.

Los rayos más pequeños que parten desde su pecho, me ayudan a recordar que Ella fue instrumento, paso; siempre por ella iré al Padre, al Hijo y al Espíritu.

La autora. - 15 de Mayo de 1999

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