No. 91 del 11 de noviembre de 2000 |
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un frío adiós * En su prisa, el aún mandatario nacional mostró desinterés
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El último tributo al Rey
El evento estaba programado para las 16:20 horas, un grupo de aproximadamente 100 personas de pie, a excepción una discapacitada en silla de ruedas. Bajo un sol desesperante, todas y todos esperaban ansiosos la llegada, algunos por la ilusión de conocer al último Presidente priísta que ha tenido México en las últimas siete décadas y otros para volver a sus hogares. Aproximadamente a la 16:30 llegó en su helicóptero el gobernador José Antonio González Curi, quien tampoco se salvó de tener que esperar, durante casi una hora a Zedillo Ponce de León. Discapacitados, señoras, ancianos. El largo tiempo de espera sólo fue aliviado un poco con bolsas de agua purificada de medio litro. Esta vez no hubo tacos ni refrecos, como en los mejores tiempos del populismo y acarreo priísta. Ahora los habitantes de Chencoh, Pich y Dzitbalchén, llegaron como pudieron, caminando o amontonados en camiones de redilas. Algunos quizá fueron invitados "especiales", quienes portaban pegado a su ropa un gafete que decía "inauguración". Por su situación económica y social, personas en situación de pobreza extrema -como se dice eufemísticamente- dieron el toque de impulso al bienestar social en el evento. Doña Neyda Zapata, que viajó desde Dzitbalchén, se acercó a González Curi para pedirle al gobernador para que apoye a 169 mujeres oriundas de ese poblado, quienes ante la difícil situación económica, quieren trabajar para ayudar a sus esposos. El gobernante anota los datos de la señora en una carpeta, que previamente le habían entregado con una solicitud en su interior. Dos niños de entre cinco y siete años se mostraban emocionados e inseguros por saludar al gobernante del Estado, y ante su titubeo, entró a escena el secretario de Salud, Pedro Canul Rodríguez, quien les dijo "no tengan miedo". Enseguida se acerca una señora, con un bebé en brazos, y con el acento mezcla de español y maya, le pide que la ayude porque ella y su esposo trabajan en el campo y por falta de dinero sus hijos no están estudiando. "¿Cuántos hijos tienes?, le pregunta. "Ocho, y este", responde mientras señala al bebé, "es gemelo", añade. El gobernador se muestra sorprendido al igual que el resto de los funcionarios que lo rodean. "Pues ya son mucho hijos", comenta. "Son más gente para el Gobierno de Campeche", concluye la mujer. Otra señora de Pich, le pide ayuda al mandatario, porque en esa comunidad ya tiene mucho tiempo con una caseta telefónica inservible, y él responde que "es asunto de Telmex". Los niños aburridos jugaban con la tierra, la guardia presidencial checaba por quinta vez el sonido, más gente llegaba desde Pich. Se llegó a pensar que el evento se suspendería, y el mandatario nacional se iría directamente a San Luis Carpizo. "Eso no puede suceder, porque el gobernador lo está esperando acá", dijo uno de los asistentes, y no faltó la respuesta: "eso que tiene, él todavía es el Presidente, y puede hacer lo que quiera, como se les ha acostumbrado siempre". Los rumores aumentaron cuando los miembros del Estado mayor quitaron la soga, que separaba a la gente de la pequeña plataforma donde se pararían los funcionarios. Incluso, González Curi, y el presidente municipal de Campeche, que lo acompañaba, se vieron forzados a dar audiencias a los asistentes, para aprovechar el tiempo. De pronto, se empezó a vislumbrar en el ya casi oscuro cielo la forma de una ave, que conforme se acercaba iba aumentando de tamaño: era el helicóptero en el que viajaba el esperado visitante, desde Yucatán. Cuatro helicópteros aterrizaron a las 17:15 horas. Una entrada rápida, aplausos por parte de la gente. El corte apurado del listón inaugural, los rápidos discursos. Las fotos rápidas del corte del listón inaugural y el inmediato repliegue de los fotógrafos, forzados por la Guardia Presidencial. Por fin Zedillo había llegado a un lugar donde todavía las solicitudes de trabajo y oficios se escriben a mano, y otros muchos no se escriben, porque no se sabe escribir, donde no saben de globalización, donde la situación es muy diferente a la que comenta Zedillo en sus giras internacionales, donde incluso ha criticado a los globalifóbicos. Pero es precisamente en esta zona del Estado, el municipio de Hopelchén, donde se encuentra el mayor rezago social, que se ha impulsado con las políticas neoliberales aplicadas por este presidente, que en unos cuantos días dejará el cargo y esta ocasión recurre a un corto discurso de agradecimiento por parte de un productor de nombre Filemón Valencia de Miguel, presta poca atención, ya que se ve más preocupado por terminar con este evento e ir a Champotón, y finalizar por fin su última visita a uno de los Estados que menos visitó durante su sexenio. A Zedillo, instantes antes le habían dicho el nombre del tramo que inauguraría, pese a esto, la pronunciación de pish en vez de Pich, y sheco, en lugar de Chencoh, no tardó en aparecer, evidenciando su descoconocimiento por esta zona del Estado. Cuando finalizó su corto discurso, rápidamente se dirigó a la gente a saludarla, muy apurado. Algunos esperanzados le entregaban carpetas con solicitudes y le hacían peticiones como si el tiempo para que las cumpliera no se acabara en unos cuantos días. Aunque con difucultad, González Curi -quien siempre se mantuvo a un lado del Zedillo-, atendió la petición de un hombre, e inmediatamente llamó al presidente municipal de Campeche, Jorge Carlos Hurtado, para que le auxiliara. Mientras tanto, fotografos locales, intentaban captar las utimas imágenes del presidente en Campeche, impedidos por los miembros de la guardia presidencial. Durante el recorrido que realizaba Zedillo y mientras saludaba a la gente, los fotografos locales intentaban captar el mejor momento del presidente con la gente, por lo que para poder realizar sus trabajos requerìan estar cerca de éste. Ante la insistencia del fotógrafo, Lázaro Pool de Novedades -que al día siguiente no publicó el incidente, como el resto de los medios locales- por acercarse a tomarle una foto Zedillo, uno de los guardias lo golpeó en el abdomen. Mientras tanto algunos fotógrafos que se percataron de la escena fotografiaron la agresión. El fotógrafo preguntó a su agresor una explicación, sin obtener respuesta. Zedillo, distraído con la gente, no hizo caso del problema. Al finalizar, el priísta se dirigió al helicóptero y emprendió el vuelo hacia Champotón. El evento había durado sólo 15 minutos, tiempo por el cual cientos de personas esperaron más de dos horas e , incluso al final, unas veían aún emocionadas y atónitas el vuelo del último presidente de la dictadura priísta en este siglo. El lugar quedó a oscuras, ante la falta de luz eléctrica.
Más indiferencia de Zedillo
Fue la despedida del mandatario que no creyó en Antonio González Curi (Toño, como se dice el todavía presidente, al gobernador campechano) y que tuvo la gentileza, la humildad de pedirle disculpas públicamente, cuando se dio cuenta que el trabajo administrativo del actual gobernador era de gran valía. "Reconozco que me equivoqué", y "pido disculpas", remató en una ocasión. Acompañado de Carlos Ruiz Sacristán y de Mario Luis Fuentes, además de la escolta obvia del secretario de Marina, Zedillo Ponce de León, fue muy afectuoso con Antonio González Curi, durante la hora y media que estuvo en la entidad. Ruiz Sacristán acompañó a Zedillo por la inauguración del tramo carretero. Mario Luis Fuentes, el colosista, sólo se coló, mirando de lejos, acompañando y chanceando con los reporteros de la "fuente" presidencial y de la "fuente" de la Marina. A Marco de Provencio, un economista metido a comunicador, no lo pelaban ni los estenógrafos de la oficina que está a su disposición. Tanto la casa grande como la casa de las máquinas, obedecieron a una reconstrucción bastante aceptable, lo mismo que las casa que circundan a los edificios mayores, que eran en su tiempo vivienda de los trabajadores de los Carpizo, fueron rehabilitadas de manera muy cercana a como nos podemos imaginar cuando esa demarcación vivió su época de esplendor, que fue en los años 1900-1920 o un poco más. Rojo y blanco por todos lados. Maderas preciosas. Exactitud. Es el uniforme nuevo de la ex Hacienda San Luis, que inauguró el presidente Zedillo. A la prensa y a los invitados, les tocó apreciar de manera muy precisa estas remodelaciones. Tres horas antes de la llegada del todavía Presidente de la República, la gente fue trasladada hasta esa "rojada", pero es que nadie, ni el Estado Mayor Presidencial (que por cierto, muy relajados entregaron el mando de la seguridad del presidente a la Secretaría de Marina, de manera muy discreta). Ni los organizadores del Gobierno del Estado, previeron las estratagemas de Víctor Cervera Pacheco, quien a base de cañonazos de papadzules, panuchos y tacos de cochinita, contuvieron la salida de Zedillo hacia Campeche y como dijera Joaquín Sabina, dieron "las 10 y las 11, las 12 y la una, las dos y las tres...", aquí "nos dieron las cinco, las seis y la siete, hasta que llegó Ernesto con su comitiva y ¡firmes!, que nadie se mueva. Es más, ni los propios navales previeron esto. El acto protocolario de mayor importancia, que fue el izamiento de la bandera, tuvo que hacerse a oscuras y en momentos iluminados por los reflectores de las cámaras de televisión, ya que no dispusieron de un reflector propio para la ocasión. A mata caballo, como acostumbra el sucesor de Salinas y predecesor de Fox, recorrió toda la instalación militar. Fue hasta el arribo al salón comedor de oficiales, en el segundo piso de lo que era la casa de las máquinas o desfibradora de 1905, donde tomó un respiro, una copa de vino blanco y recibió algunos pequeños obsequios por parte de los navales y de algunos de los ciudadanos champotoneros que tuvieron la fortuna de ser convocados, como los del cabildo, ante un llamado del gobernador González Curi, quien estuvo acompañado de Herculano Angulo. Fue momento propio para el intento de lucimiento de Mazuca Alardín, quien destacó la (¡pasumecha!) labor democrática del mandatario federal. Igual vimos a Chucha Arceo lucir su palmito, y a todos los empleados y colaboradores del gordo Uribe que no fue invitado al "pettit comité". Lo que más llamó la atención de los reporteros que acompañaron al presidente Zedillo, además de la impresionante obra de arte que esa ex hacienda, fue el nombre del alcalde de Champotón. Renato Dávalos, reportero de Excelsior, exclamó: "¡¿Cómo puede alguien llamarse de esa manera?!" Sí -le insistieron- su nombre es Herculano Angulo. "¡No puede ser!, ¿y no le da vergüenza usar ese apelativo?" Chucha Arceo alcanzó a escuchar algo, pero miró de manera muy significativa a los reporteros que festejaban el nombre del presidente municipal de Champotón. "Si hasta como sonido, además de ser una cacofonía, puede confundirse y le pueden decir lo que todos estamos pensando. ¿Cómo sería su porra de campaña?, sobre todo si es priísta", reviró Rolando Ramos, de El Economista. Y no acabó ahí, María Elena Medina, del Reforma, fue más filosa. "Oigan, este cuate no podría jugar ni con su nombre, ni con su apellido en un eco. ¿Se imaginan que grite ¡Herculano!, y le conteste el eco: ¡ano, ano, ano!" Fue el acabose, la carcajada plena, el cotorreo plano; fue lo que rompió el cansancio y relajó a los fuereños del calor extenuante que sofocaba a propios y extraños. Y ya entrados en gastos, los mismos reporteros se volvieron a preguntar, pero sin mucho entusiasmo, ya que estábamos rodeados de los vestidos de blanco de gala de los marinos, con todo y palas y hebillas de metálicas doradas: ¿cómo puede alguien estar Lorenzo y ser Franco?, en alusión al secretario de Marina. Las risas fueron tenues. "Nada más en la Marina se puede ver eso", dijo un hombre de barbas y traje, que dijo ser corresponsal del Ovaciones. Pero el presidente se las reviró a los reporteros, cuando las salvas lanzadas por los cañones rescatados en aguas campechanas, fueron "reventados", les dijo a los reporteros, "¡ a ver, párense enfrente de los cañones!" Claro, son las bromitas nada tiernas del todavía mandatario. Las instalaciones cuentan con un edificio de gobierno y otro administrativo, jefatura de servicios, sección sanitaria, dos alojamientos para alumnos con capacidad para 50 elementos cada uno, mientras crece y se habilitan otros espacios hasta completar a 180 marinos que estudiaran, además de las artes propias de esa especialidad militar, la preparatoria; once casa habitación para alojar al personal de planta, nueve aulas, dos laboratorios (inglés y cómputo), gimnasio, museo, biblioteca, monumento de astabandera, comedores, cocina, almacén para víveres, cuartos fríos para conservación de carnes y verduras, planta de tratamiento de aguas residuales, planta potabilizadora y tanques elevados de almacenamiento de agua. A diferencia de otros días, y el evento anterior, Zedillo no erró en su ortografía, al dedicar una palabras al libro de visitantes distinguidos que firmó. Y es que no había margen de equivocación, hoy no tuvo que escribir "reyna", en lugar de "reina", porque Marina, es más fácil que cualquier lapsus. Un edén, no apto para el público en general. Como dijera el Presidente Zedillo, hasta Roberto Hernández, el dueño de Banamex y "haciendólogo" más importante de México, se quedaría con la boca abierta con el trabajo de rescate de esta ex hacienda. Pues sí, sobre todo que no la vio antes, de lo contrario se la gana a Lorenzo Franco. Y como aquí no hay gran cosa de importancia para el todavía Presidente, aquí no prometió regresar pronto, para que todavía inaugure algo, como ofreció en Yucatán. De todas maneras, su relampagueante estadía causó el revuelo necesario para trastornar por una horas el ambiente político, porque invitaron a ver al Presidente "por última vez", hasta al "perico" y a políticos olvidados.
Sonámbulo A toda prisa, por delante de todos, que lo siguieron hasta los últimos recovecos del lugar, Zedillo recorrió la ex hacienda San Luis Carpizo, hoy Escuela de Infantería de Marina, en Champotón. Indiferente, deambuló entre las cámaras fotográficas y las de televisión, los reporteros y los funcionarios que no perdieron la oportunidad de aparecer en el escenario de la despedida. Al fondo los jóvenes marinos, impecables, observaron la caminata del aún mandatario, en conflicto con un importante sector del priísmo nacional, que duró poco menos de una hora. En extremo reservado, el neoliberalista se abrió paso. No tardó más de cinco minutos en cada detenimiento, ignoró los altercados de la guardia presidencial con la prensa, y sólo hizo algunos comentarios sobre el lugar y la información que le proporcionaba su guía, a quien también dejó atrás en varias ocasiones. Cerrado a todo, sólo escuchó sus propias palabras y de algunos integrantes de su comitiva. Incluso, los funcionarios nacionales prefirieron no hacer comentarios de ninguna clase, guardaron silencio durante prácticamente todo el recorrido. El priísta repudiado por su partido y enfrentado con su predecesor Carlos Salinas, no cruzó palabras con la prensa. A toda costa evitó abordar los temas de importancia nacional. Desde el inicio del evento, uno de los guardias que lo acompañaban golpeó al fotógrafo Manuel Lara, e incluso intentó despojarlo de su equipo de trabajo, ante la mirada de otros profesionales de la lente que alcanzaron a captar el incidente. Otro más, amenazó en varias ocasiones a los camarógrafos, para que no grabaran durante uno de una de las secciones de la hoy Escuela de Infantería de Marina, otrora sitio de la explotación indígena. "Es la última vez que te lo digo", advirtió a un camarógrafo de Televisa. Más adelante, a la entrada de uno del salón donde se realizaría una reunión que inicialmente se planeó cerrada, donde participarían algunas autoridades municipales pero, a última hora, se abrió a la prensa. Otro guardia quiso impedir el acceso a la reportera local Alejandra Arredondo, del periódico El Sur, aunque finalmente pudo entrar, ante la inquietud de los demás integrantes de la prensa, y la mirada de soslayo de Zedillo que incluso pidió a los marinos sirvientes invitaran del vino a las y los reporteros, pero la mayoría despreció la invitación. El cabildo de Champotón, encabezados por su presidente municipal, Herculano Angulo, rodearon a Zedillo. Salieron a relucir los obsequios de la Marina -cubetas y barriles de madera-, y los elogios, las peticiones de los champotoneros, que en todo momento se mostraron condescendientes con la apatía manifiesta del futuro ex mandatario nacional. Finalmente se marchó, con una estela de tedio a su espalda, el alivio por parte de la prensa por haber concluido el evento y la desilusión de funcionarios priístas locales de segundo y tercer nivel, que acudieron al lugar con la esperanza de ver, de cerca y por última vez seguramente, a quien dividió las opiniones y sentimientos en su partido.
El hombre que más conflictos despertara en las filas del futuro ex partido oficial, el PRI, se mostró distante, desinteresado en esta su despedida del poder que mantuviera al tricolor erguido sobre el país. |
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