Mujeres, redes de comunicación e informática 
Algunos estudios de casos
 Susana Finquelievich
 
 
Comunidades electrónicas: ¿nuevas formas de solidaridad y participación femenina?

La informática y las redes de comunicaciones derivadas de ella constituyen la base tecnológica de la comunicación mediatizada por computadoras (CMC). Howard Rheingold (1994), quien ha pasado los últimos diez años estudiando y experimentando sobre las comunidades "virtuales" (y prácticamente viviendo en una de ellas, The Well), las define como "conformaciones sociales que emergen de la Red cuando un número relativamente elevado de personas mantienen estas discusiones durante un tiempo prolongado y conforman redes de amigos personales y profesionales en el cyberespacio".

Las comunidades en CMC han sido definidas como "un conjunto de relaciones sociales unidas por un interés común o circunstancias compartidas"; se entiende que la comunidad electrónica ayuda a las personas a crear varias clases de productos y bienes colectivos: capital social en la red, capital de conocimientos y comunión (Michalski, 1995). El capital social en la red se refiere a la red de contactos de los participantes. El capital de conocimientos refleja el modo poderoso en el que los sistemas online pueden incrementar, agudizar y difundir informaciones y opiniones. La comunión puede describirse como un capital emocional, pero también implica fuertes sentimientos personales, como la confianza y el compromiso. No es fácil y puede resultar tan productiva como adictiva.

Barry Wellman y Janet Salaff (1996) aportan su definición de las comunidades online: "Cuando las redes informáticas unen a las personas tanto como a las máquinas, se transforman en redes sociales, a las que llamamos redes sociales sostenidas por computadoras (RSSC)". Wellman y Salaff distinguen varios tipos de RSSC que están desarrollándose rápidamente, cada uno con sus propios deseos y objetivos de búsqueda. En este artículo, me focalizo en un tipo particular de grupos de usuarios de la CMC: las organizaciones comunitarias o intermedias, que obtienen información, dan a conocer su trabajo y adquieren fuerza social por medio de las redes informáticas, fundamentalmente la autopista electrónica o Internet. Y entre estas organizaciones, describo algunos casos de redes de mujeres que han sabido utilizar la tecnología para ponerla al servicio de sus necesidades de comunicación, de obtener y difundir información, rompiendo los monopolios tradicionales.

Según Robert Markley (1996), autor de "Realidades virtuales y sus descontentos", el ciberespacio no puede separarse nunca de las políticas de representación, precisamente porque es la proyección de los conflictos de clase, género y raza a los que la tecnología a la vez engloba y busca borrar. La tecnología no escapa a la política ni al género, así como tampoco lo hacen las nuevas formas de comunicación derivadas de ella.

La efectividad de la CMC a nivel local y regional

Dave Hughes, habitante de Colorado City, es considerado como uno de los pioneros político-electrónicos de los Estados Unidos, cuyas acciones se han difundido por medio de proclamas, manifiestos y seminarios de acceso público en al menos una docena de redes de CMC en la última década. Hughes apoya las comunidades-telepuertos, donde personas como él puedan disfrutar de la paz de un pequeño pueblo mientras trabajan desde sus casas, provistos de computadoras y modems. Cuando la Municipalidad de Colorado Spring se dispuso a aprobar una ordenanza que dificultaría el teletrabajo en la localidad, Hughes consiguió que la decisión se pospusiera durante un mes y difundió el texto del proyecto de ordenanza en su BBS (Bulletin Board System), mientras que escribía a los periódicos locales, invitando a los lectores a que se conectaran con su BBS para leer dicho texto. Recibió más de 250 conexiones de vecinos que copiaron, reprodujeron y difundieron la ordenanza en toda la ciudad. En la siguiente reunión del Consejo Municipal se presentaron 175 ciudadanos de todos los partidos políticos locales para protestar contra los obstáculos al teletrabajo. El proyecto fue efectivamente anulado. A partir de este triunfo, Hughes participó en una serie de movimientos locales utilizando la CMC, consiguiendo entre otras cosas que la Municipalidad de Colorado Springs creara un Comité Consultor en Políticas de Telecomunicaciones.

Estas ideas sobre el uso comunitario de la CMC se potenciaron cuando los hermanos Frank y Reggie Odasz, conjuntamente con Hughes, tomaron la iniciativa de conectar entre sí un conjunto de sistemas baratos de BBS en las escuelas rurales de Montana, con el objetivo de ayudar a superar el aislamiento educativo de esa región de grandes espacios abiertos y pequeñas comunidades muy distantes entre sí. El resultado fue el BIG Sky Telegraph (BST), que interconecta a los ciudadanos de Montana y les permite compartir las informaciones que necesitan, por medio de computadoras y modems, de la participación voluntaria de maestros y expertos en informática y de una financiación módica.

El Big Sky comenzó a funcionar "on line" en enero de 1988. Algunos grupos, sobre todo los grandes rancheros, se resistieron a esta tecnología, pero otros la tomaron como una oportunidad de alterar su status en sus propias comunidades. Por ejemplo, el Centro de Recursos de Mujeres fue el nexo de una vasta comunidad de intereses que carecía de recursos para reunirse en un lugar físico. Su objetivo era encontrar las maneras de atraer y ayudar a mujeres en dificultades, ya fuera porque sufrían maltratos físicos, se hubieran divorciado a una edad avanzada sin preparación para conseguir trabajo, o madres solas. Enseñarles informática fue un buen comienzo, dado que esta nueva habilidad sirvió para mejorar su autoestima y sus capacidades para comunicación, lo que les resulto útil para conseguir un empleo o pedir un aumento de sueldo (Rheingold, 1994).

A través del Big Sky, las mujeres de Montana tuvieron oportunidad de apoyarse emocionalmente y enseñarse mutuamente, además de adquirir conocimientos y capacidades utilizables en el mercado de trabajo. En gran medida el Big Sky Telegraph fue utilizado primero por la gran comunidad en manos de las mujeres, y la clase de problemas que este centro se dedica a resolver revela las razones. De hecho, la gran mayoría de los docentes que participaron en el montaje del proyecto eran mujeres.

 Mujeres que usan Internet para defender sus viviendas

Un caso más actual de acción comunitaria exitosa por medio de la CMC y dirigida por mujeres es el que llevó a cabo un grupo de vecinas de color en Robert S. Jervay Place, estudiado por Christopher Mele (1997). Este demostró por medio de la investigación cómo las tecnologías de información y comunicación (TIC) y particularmente la CMC y el accionar por medio de redes resultan mecanismos útiles y poderosos para los grupos de menores recursos en sus esfuerzos dirigidos a la acción comunitaria.

Wilmington es una ciudad portuaria situada en la costa sudeste de North Carolina, USA. En la última década, los empresarios inmmobiliarios han capitalizado sus encantos provincianos para vender propiedades a habitantes urbanos cansados del stress y a jubilados. En consecuencia, el área se ha desarrollado turísticamente y ha recibido una inmigración sin precedentes de profesionales y adultos mayores. La elite local, predominantemente blanca, retiene su papel de guardiana de los recursos económicos y políticos, otorgando ocasionalmente asistencia a los grupos de bajos recursos pero negándoles todo tipo de participación en la toma de decisiones (Mele, 1997).

En 1992, las autoridades de vivienda comunicaron a los vecinos que Jervay Place recibiría fondos del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano de los Estados Unidos (HUD) para la renovación total de 250 unidades. En los primeros estadios de la planificación, el presidente del consejo insistió en la participación comunitaria e invitó a los residentes a integrar el comité de modernización.

Sin embargo, en 1993 se demolieron una cantidad de viviendas, cuyos ocupantes serían compensados con bonos o "vouchers" para futuras unidades. A pesar de la resistencia de los vecinos, las autoridades de vivienda decidieron en 1994 no renovar las viviendas. En cambio, pedirían a la HUD fondos para demoler toda el área y reconstruir un Jervay más pequeño. Las 125 familias que habían sido relocalizadas fuera del área no podrían retornar. Los vecinos se sintieron traicionados y argumentaron que la "participación" había sido una cortina de humo que escondía el verdadero objetivo: eliminar Jervay.

Las mujeres de Jervay -que como madres a cargo de sus hijos y con frecuencia principales aportantes a sus hogares, tenían mas que perder que los hombres en este conflicto- presionaron a las autoridades para volver al plan anterior y permitir un proceso de participación en las revisiones, pero no tuvieron éxito. Sin embargo, las vecinas escribieron a varias organizaciones públicas y ciudadanas, incluido el HUD, y lograron detener temporariamente las demoliciones. También obtuvieron la creación de la Jervay Place Task Force para permitir a los vecinos aportar sus ideas en la planificación física y social del nuevo Jervay. A pesar de esto, las inequidades entre las dos partes seguían en pie.

Las mujeres se dieron cuenta de que era necesario recurrir a otros lazos de asistencia y consejo por fuera del control de las autoridades de vivienda. En 1995 decidieron exponer la historia online, transformando su rol de participantes reactivas en proactivas. Las circunstancias que llevaron a los vecinos a la CMC y luego a la creación de su propia página web fueron la confluencia del alto grado de compromiso de las organizaciones vecinales, la necesidad urgente de recibir información independiente y de factores propicios: las vecinas ya estaban familiarizados con el uso de computadoras y varias de ellas eran instructoras de informática. En 1994, habían convencido a las autoridades de convertir un departamento en el Centro de Ayuda de Jervay. Se utilizaron fondos de la HUD destinados a la lucha antidroga para comprar computadoras y el Centro contrató cursos de informática dictados por los vecinos más capacitados.

Las líderes vecinales habían comenzado a usar las terminales de las escuelas y la Universidad para acceder a la información de Internet acerca de las reglas y normas de la HUD. Luego consiguieron acceso a la Internet para algunas de las terminales del Centro por medio de contactos con apoyos locales en el departamento de planificación y la Universidad. En 1995 pidieron y recibieron financiación de un fondo público administrado por la Universidad de North Carolina en Wilmington para comprar modems 14.400 y las cuotas iniciales para el servicio de Internet. La sección sin fines de lucro de un proveedor local de Internet les proporcionó una dirección electrónica para acceder a la Red y al servicio de e-mail (jervayrs@wilmington.net). Las vecinas más avanzadas en informática asimilaron los fundamentos del acceso a Internet y a sus aplicaciones.

Al comienzo las líderes vecinales investigaron en la Red acerca de información sobre terrenos y viviendas. Luego se suscribieron a tres grupos de discusión sobre arquitectura, desarrollo sustentable y planeamiento urbano, participando en los debates y solicitando asistencia a los expertos. Poco después introdujeron en Internet un texto que explicaba el conflicto local y pedía ayuda técnica a los lectores idóneos. Recibieron respuestas de 23 personas y organizaciones, incluyendo arquitectos, abogados especializados en casos de viviendas de bajos recursos y varias personas que les manifestaron su adhesión y ofrecían apoyo y consejos.

En las semanas siguientes, a través de mensajes por e-mail, la organización vecinal desarrolló su propio plan para Jervay on-line con la ayuda de tres estudios de arquitectura especializados en viviendas. El nuevo diseño eliminaba gran parte de las casas unifamiliares y las reemplazaba por viviendas colectivas, más propicias a la colaboración entre vecinos y la asistencia a las madres solteras. Pero la intervención de los profesionales no se redujo al diseño: a través de la colaboración con los arquitectos, las vecinas introdujeron un tercer actor en las negociaciones. Armadas con conocimientos técnicos, pudieron dominar los debates con frecuencia.

Poco después, decidieron implementar su propia web page. El proveedor local de Internet les proporcionó apoyo para la construcción y mantenimiento de una home page. Jervay se convirtió en el primer proyecto de desarrollo inmobiliario en el país con una página web manejada por las vecinas. El web site de Jervay fue posible gracias a la colaboración de la organización vecinal, el sector sin fines de lucro del proveedor de Internet, WISE, y el área de estudios urbanos de la Universidad de North Carolina en Wilmington. Además de elaborar proyectos con arquitectos on-line, la organización vecinal eligió temas y proyectos significativos para reforzar el poder de los vecinos. Estos controlaban los objetivos, contenidos y agregados a la página, mientras que los estudiantes se ocupaban del trabajo técnico, como escanear fotos y traducir los textos al lenguaje informático.

La primera versión del web site se difundió online en abril de 1995. El site es útil para tres fines: informa sobre el estado actualizado de los esfuerzos de las vecinas para orientar la reconstrucción de Jervay, proporciona información histórica y cultural sobre Jervay Place y mantiene lazos informáticos con sites similares o relacionados con el tema (incluyendo trabajo comunitario en red, desarrollo de viviendas y comunidades, cuidado de niños, prevención y trabajo sobre maltratos, y educación para el desarrollo económico) y con la world wide web de la HUD y sus servidores gopher. Este servicio es interactivo y permite a los vecinos bajar información de la HUD y comunicarse directamente con los funcionarios de dicha organización.

A pesar de que el fin explícito de la web site de Jervay fue el de proporcionar al público información sobre la historia local y los objetivos y actividades de su asociación de vecinos, los líderes no tardaron en utilizarla como una poderosa herramienta de acción colectiva. Las autoridades de vivienda, que disponían de recursos institucionales y contactos políticos, podían difundir fácilmente sus puntos de vista ante el público. Pero la web site podía funcionar como un boletín electrónico durante las 24 horas. A través de la home page de Jervay, se mantuvo un archivo abierto sobre la lucha y objetivos de los vecinos, que alcanzó a audiencias situadas mucho más allá de Wilmington. Al ensanchar el área de conciencia de Jervay, la organización vecinal se previno contra las intenciones de las autoridades de vivienda de silenciarlos. Las vecinas publicitaron agresivamente su home page, dirigiéndola a arquitectos, urbanistas y otros suscriptores y grupos de discusión comunitarios. La web de Jervay fue bien acogida por los funcionarios de la HUD y figura en varios web sites en diferentes Estados del país.

El caso de Jervay origina interrogantes sobre la utilidad y las limitaciones del uso de Internet para fines comunitarios. El futuro de esta comunidad no será decidido en Wilmington sino en Washington, donde la crisis presupuestaria de 1995-96 ha hecho posponer varios proyectos de desarrollo local. Por esta razón, la evaluación de este movimiento debe focalizarse más en la utilidad en el proceso del accionar colectivo que en los resultados concretos.

Las experiencias mencionadas y otras varias en la que organizaciones ciudadanas, (muchas de ellas significativamente lideradas por mujeres) lograron cohesión, difusión de su trabajo y fuerza de presión frente a sus interlocutores ilustran de qué maneras los habitantes urbanos en general y las mujeres en particular pueden coincidir sobre la necesidad de resolver un problema común, combinar y utilizar sus recursos colectivos para proponer soluciones y convencer a las autoridades locales o a los grupos en el poder para que implementen estas soluciones, o bien para que ayuden a estas agrupaciones a implementarlas. Las prácticas concretas realizadas en el área de la aplicación de la CMC en actividades comunitarias ilustra también cómo la realidad concreta de la ciudad puede transformarse gracias al accionar de las comunidades electrónicas (Rheingold, 1994).

 ¿Internet al alcance de todos/as?

La participación comunitaria a través de la CMC no carece de críticas. Algunas de estas afirman que la CMC continuará siendo el campo de juegos exclusivo de los segmentos educados y económicamente acomodados de la población, que a escala global todavía pueden ser definidos como una elite (Castells, 1997). A pesar de que se admite que en el futuro el uso de la CMC se expandirá, particularmente a través del sistema de educación, y que alcanzara a proporciones considerables de la población -aunque sobre todo en los países mas industrializados- se argumenta que "Los impactos culturales mas importantes de la CMC pueden ser potencialmente el refuerzo de las redes sociales culturalmente dominantes, así como el incremento de su cosmopolitismo y globalizacion" (Castells, 1997).

Sin embargo, el panorama esta cambiando rápidamente a ojos vistas: la CMC se esta extendiendo rápidamente, no solo en los sectores de bajos ingresos de los países industrializados, sino también en los segmentos de ingresos medio-bajos y bajos de los países periféricos, a través de escuelas y universidades, empleos, sistemas bancarios, partidos políticos, medios de prensa y organizaciones intermedias. El porcentaje de mujeres en Internet se ha incrementado de 21% en 1995 a 45% en 1997. Experiencias como la de las mujeres de Montana y especialmente la de Jervay muestran que no es necesario que los miembros de las organizaciones de base posean computadoras individuales ni conocimientos previos en informática. Se puede acceder a ordenadores y modems, así como también a la formación necesaria para manejarlos, a través de escuelas, universidades, bibliotecas, centros vecinales y otras organizaciones.

Basta un recorrido rápido en Internet para descubrir una sorprendente cantidad de web-sites organizados por y destinados a mujeres. El espectro de asuntos cubierto también es abundante: violenca, educación, asuntos urbanos, salud, comunicación, relaciones hetero y homosexuales, organización de asociaciones comunitarias, ofertas comerciales, formación en informática, etc. Las mujeres ya no somos turistas curiosas en al red: navegamos por ella como habitantes cotidianas, efectuando intercambios con otras mujeres, participando en asuntos políticos y comunitarios, brindando y recibiendo servicios.

Algunas reflexiones y propuestas

Todavía se disponen de pocos estudios sobre las diferencias de utilización de tecnologías de TIC entre los hombres y las mujeres. Sin embargo, pareciera que lo determinante para las mujeres es la facilidad de comunicación para establecer redes que mejoren sus condiciones de vida, ya sea a nivel individual o comunitario. Como con los automóviles, las mujeres centran su atención, no tanto en la potencia o los aspectos técnicos de las herramientas tecnológicas que utilizan, sino en su utilidad, que en este caso es la capacidad de comunicación rápida y omnipresente.

Por otra parte, independientemente de la desigualdad socio-económica para el acceso a las TIC, se puede apreciar que las mujeres, en tanto usuarias, distan de constituir un bloque homogéneo. Sus demandas y percepciones de la tecnología varían según sus intereses personales, su inserción socio-laboral, el hecho de utilizar TIC en su trabajo o no, la de pertenecer o no a organizaciones comunitarias, a listas de interés, etc.

El teletrabajo, una forma particular del uso de TIC para trabajar desde los hogares, conectadas a las empresas u organizaciones mediante computadoras y módems, se está extendiendo entre las mujeres de distintos estratos sociales. La diferencia en la percepción del teletrabajo según el género es una de las preocupaciones de los investigadores sobre el tema. El teletrabajo tiene la particularidad de borronear las fronteras entre los ámbitos del trabajo y el no trabajo (Wellman et al, 1996). Una alta proporción de los teletrabajadores son mujeres, existe mayor flexibilidad laboral y más trabajo a tiempo parcial, y se acentúa la división entre trabajadores calificados y no calificados. Como ocurre en otras áreas de la vida cotidiana, hombres y mujeres perciben el trabajo en forma diferente, aunque no necesariamente contradictoria.

Las investigaciones realizadas en Estados Unidos y Canadá sugieren que el teletrabajo refuerza la división de género en el hogar porque las teletrabajadoras realizan más trabajo doméstico, incluyendo más horas al cuidado de sus hijos y de la familia en general, que los hombres. Las mujeres evidencian mayores niveles de stress que los hombres, referidos al conflicto entre las demandas laborales y hogareñas y la falta de tiempo para el ocio. Las teletrabajadoras expresan que están satisfechas con el trabajo en casa, posiblemente porque esta fusión de los espacios laboral y doméstico alivia los tironeos entre trabajo y familia y puede mejorar las relaciones familiares (DuBrin, 1988). Por estas razones, las empleadas administrativas que realizan su trabajo por medio de la CMC están en general más orientadas hacia la familia que sus colegas que trabajan físicamente en las oficinas de las empresas.

Pero el teletrabajo no parece ser una solución completa: la fusión de los ámbitos laboral y doméstico puede ser perturbadora y pueden hundir más profundamente a las mujeres en los hogares y limitar sus salidas al exterior. Las mujeres que trabajan desde sus hogares pasan la misma cantidad de tiempo realizando tareas domesticas, sin importar el status laboral, e numero y edades de los hijos, si trabaja a tiempo parcial o completo o como es la estructura de su familia. Las teletrabajadoras parecen gastar tanto en cuidado de su hijos como las que trabajan en la oficina, y algunas de ellas mas aún (Falconer, 1993). Sin embargo, las madres de hijos mayores pueden trabajar mas cómodamente cuando los niños están en la escuela, con la ventaja de poder recibirlos cuando vuelven a casa y de estar a mano en caso de emergencias (Finquelievich, 1998).

Los hombres manifiestan mayor grado de satisfacción: los teletrabajadores informan que las relaciones con sus hijos son mejores que las de los padres que trabajan fuera del hogar: disponen de mayor tiempo libre, sufren menos de stress que antes de comenzar a teletrabajar, y juegan mas con sus hijos. Sin embargo, como informa Wellman (1996) en sus investigaciones, las dinámicas de genero son diferentes: "Los hombres perciben el teletrabajo como un privilegio, porque quieren mayor autonomía, y como un beneficio extra, tienen mayor interacción con sus familias. Las mujeres ven al teletrabajo como una solución intermedia, porque las responsabilidades familiares les limitan sus horas de trabajo, y desean horarios flexibles".

Mi intención al redactar este trabajo es señalar que en el campo de las relaciones entre las mujeres y las TIC quedan vastas cuestiones que hay que profundizar. Los estudios de caso abren nuevas pistas a la investigación en el campo de las nuevas tecnologías de información y comunicación:


BIBLIOGRAFIA
 
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