En mi página electrónica que circula por el cyberespacio y que está, estuvo y estará permanentemente "under construction", asumo que soy "un producto cultural de esta época, por lo cual no sé si figurará entre mis virtudes o defectos el estar mimetizado en innúmeros e-mails, foros de discusión, el ser un constante cybernauta internético, chateador incansable, inveterado zappeador televisivo, etc. etc. etc."
Está claro que analizar las características psico-socio-culturales
de los fanáticos
de los cacharros electrónicos no es el propósito de esta
nota, pero la introducción es válida para que se entienda
mi pasión (excesiva como todas las pasiones) por estos recursos
que catalizan y optimizan (si se usan apropiadamente), la labor cotidiana,
nuestra organización personal, nuestro conocimiento de la realidad,
y nos permiten acceder con solidez en esta nueva Era "del conocimiento
como valor agregado".
También es material para otro tema (que seguramente será tratado en otro artículo de la revista), el referente a la dependencia afectivo-tecnológica hacia el ordenador personal, y de qué modo ésta colisiona o no, con las relaciones familiares en general, y conyugales en particular...
Ni qué hablar,mas allá del email, de las variantes que nos permite la comunicación electrónica, (ICQ,Instant Messenger, Chateo, Internet Phone, C U See Me, etc.)
Pero lo que quiero relatar es un caso concreto, real y reciente, que nos habla a las claras de esta fantástica herramienta tecnológica. A mi hija mayor, Majo, le diagnosticaron una dolencia bastante atípica, que suele darse en jóvenes deportistas: el Síndrome de Paget - Von Schroetter, consistente en la trombosis de la vena subclavia, un vaso sanguíneo que como su nombre lo indica, se encuentra por debajo de la clavícula, y conduce la sangre del brazo hacia el corazón derecho.
La conexión de esta historia familiar con el e-mail y la telemática, comienza en el preciso momento de ser diagnosticada esta poco común enfermedad. Acudir a Internet fue la primer actitud lógica de todo cybernauta. El material conseguido fue muy importante en cantidad y calidad, a punto tal que rápidamente nos convertimos en mi familia en "expertos" sobre el extraño sindrome de Paget - Von Schroetter.
Durante cuatro angustiantes días pasados en terapia intensiva los médicos intentaron desocluir las venas humeral, axilar y subclavia por medio de medicaciones (heparina, urokinasa), y "aplastar" finalmente el trombo más importante, mediante la introducción por dentro de la vena de un balón inflable.
Solucionada la urgencia, aún quedaba saber el origen de la trombosis. Conforme se realizaban estudios y nuevos venogramas para ver la evolución de Majo, seguíamos acopiando información acudiendo a Internet.
Recientemente, en uno de esos estudios, casi dos meses después de ser dada de alta, apareció una imagen "dudosa", que para unos doctores era un nuevo trombo que se estaba formando, y para otros, una reacción cicatrizal posterior a la colocación del balón inflable, el cual había lastimado el endotelio vascular (la íntima o parte interior de la vena). Cada interpretación implicaba una conducta a seguir distinta: la una agresiva, la otra, conservadora y expectante.
Mi incertidumbre
ante cuál sería la decisión más apropiada (máxime
cuando en el mismo equipo no se ponían de acuerdo), hizo que ampliara
mi espectro de consultas. Un dato del médico más afín
a mi criterio, me llevó a tratar de ubicar a uno de los especialistas
mundiales más importantes en este sindrome: El Profesor Herbert
Machleder, del Servicio de Cirugía Vascular de la UCLA (University
of California Los Angeles). Simultáneamente le estuve enviando un
e-mail al Dr. Favaloro, quien me derivó para mi desconcierto, a
un hematólogo, a quien le contesté por e-mail las características
del sindrome, en mi calidad de reciente "experto" en la materia.
Y como en toda historia relacionada con el cyberspace no puede estar ausente Graciela Caplan, ella inició la "maraton del e-mail": me envió un e-mail con la dirección de e-mail de un médico familiar suyo residente en USA, quien a vuelta de email, me envió el email del Profesor Machleder, a quien le envié un e-mail a altas horas de la noche, en la esperanza de que me contestara.
Demás está decir el doble placer que significa que una autoridad mundial como Machleder, fuera además una persona respetuosa de las reglas de netiquette: al llegar a mi oficina al día siguiente, me encontré con el e-mail del californiano, donde me daba más consejos y me pedía información más precisa, y si era posible, que le enviara una copia de los estudios radiográficos.
Replicar los venogramas y mandarlos por Federal Express o DHL era una tarea que iba a llevar su tiempo, por lo que opté por una salida cibernética rápida, económica y adecuada a estos tiempos... Le envié en cuestión de minutos las imágenes escaneadas de los venogramas, que coloqué en un Web Site...
La calidad de las imágenes fue suficiente para el diagnóstico final de Machleder, quien en otro e-mail me sugirió que accediera a determinada bibliografía para que me ayudara a definir la conducta a seguir en el futuro.
Recurrí a un off-list (aunque soy enemigo de ellos) en la lista que coadministro (InfoEdu), donde pedí ayuda para conseguir una copia de esos textos cientificos, mientras simultáneamente yo compraba vía USA, por medio de la Librería Virtual Amazon, el único libro que estaba en el listado de textos facilitado por el Profesor Herbert Machleder, libro que seguramente tendré en mis manos cuando este artículo salga impreso en LA PUERTA.
Como esta
maratón del e-mail ocurrió en escasos tres días, seguramente
cuando Uds. lean la revista, habría que aditarle nuevos párrafos
que consignen las numerosas novedades que tendrá esta historia...
Por caso hoy, Graciela me avisó que reenvió mi e-mail solicitando información sobre cómo conseguir esos artículos médicos, a otras listas científicas, por lo cual no dudo que mañana, cuando me siente frente a mi ordenador, encuentre entre los ciento cincuenta e-mails que recibo diariamente, varios que me indicarán como acceder a esa necesaria bibliografía...
Antes de concluir este relato abierto, es imperioso aclarar que el hecho de que yo reciba centenar y medio de correos electrónicos diarios, no pasa de lo anecdótico, comparando con la cifra inconfesable de e-mails que recibe diariamente la Dra. Caplan...
Desconozco como "cerrará" esta historia. Se imaginan que como
médico y padre, deseo lo menos traumático y que en poco tiempo
más esto no represente para nosotros más que un "mal sueño",
que hace tiempo pasó, y del cual ni nos acordamos...
Por eso, por un lado cruzo los dedos, toco madera y apreto lo que
sea menester para que le podamos escapar a la solución quirúrgica
por todo lo que ello implica... Y por el otro lado, agradezco vivir en
una época donde podemos hechar mano y arles un uso tal a estas maravillosas
herramientas tecnológicas...