Jesucristo es ¡pura vida!

A finales de febrero me encontré con el P. Marcos Alba, msps., compañero mío de formación y buen amigo. Me compartió la experiencia que había tenido en Valle de Bravo, al participar en el mes de formación permanente que organizó la Congregación.

Con especial entusiasmo me comentó que como fruto de ese período de reflexión había compuesto cinco cantos sobre Jesucristo; y que estaba pensando grabarlos y sacar un cassette en este año 1997 dedicado a él, pero que aún le faltaban otros cuatro o cinco más. Me preguntó si yo tenía algún artículo que le diera ideas para hacer la letra de un canto. Le ofrecí enviarle copia de algunos textos que yo había escrito.

Pero en ese momento le compartí lo que llevaba en el corazón: la experiencia tenida en Costa Rica, diez días antes. Le dije que, para mí, «Jesucristo es ¡pura vida!»

La historia sintetizada en estas cuatro palabras es la siguiente.


Las Religiosas de la Cruz, de Costa Rica, me invitaron a que les predicara una semana de ejercicios espirituales, para prepararse a la fundación de una nueva comunidad en ese país y a la celebración del Centenario de su Congregación. Para mí fue una gracia conocer Costa Rica: su naturaleza y sobre todo su gente. Además, me hizo mucho bien estar esos días con las hermanas; el Padre bueno las tiene muy consentidas y ellas me consintieron a mí.

Hice un esfuerzo de inculturación. Estuve atento para captar las expresiones y palabras que usan allá; luego le preguntaba a una hermana tica, qué significado tenían. Al dar las pláticas traté de usarlas: estoy «jumo», en lugar de «borracho»; María ya no es «la Morenita» sino «la Negrita», «esperemos a que se aclaren los nublados del día», «chiquitico», etc. Busqué poner ejemplos de Costa Rica: el volcán Irazú, el río Reventazón, la garúa (una finísima y deliciosa llovizna), el café chorreado, etc. En ocasiones hasta hablaba de vos, en lugar de tú.

Entre todas, hubo una expresión de los ticos que me fascinó: «¡Pura vida!» La usan principalmente para designar un resultado favorable o un estado de ánimo positivo: ¿Cómo estuvo la reunión? ¡Pura vida! ¿Cómo estás? ¡Pura vida!

Con esta frase en la cabeza di la última plática de los ejercicios. Les hablaba a las hermanas sobre Jesucristo. Casi sin pensarlo y como por inspiración del Espíritu Santo les dije: «Jesucristo es ¡pura vida!» Me sorprendí de la frescura de la frase; las hermanas la recibieron con asombro y agrado. Me sorprendí aún más al experimentar el impacto que en mí producían esas palabras.

En la misa de clausura, al mostrar la hostia consagrada y decir las palabras: «Este es el Cordero de Dios...», iba a decir: «Este es Jesucristo, él es ¡pura vida!, es el Cordero de Dios...» pero me faltó sencillez y, después de un momento de duda, silencio y sonrisa, sólo dije la fórmula ordinaria [«menos mal que no cambió nada», dirían los liturgistas].

Con esta frase en la mente y el corazón, regresé a Guadalajara.



Cuando Marcos me preguntó sobre Jesucristo, sólo le compartí la experiencia aquí narrada.

Inmediatamente me pidió que le escribiera algunas ideas para así tener material para hacer la letra de un canto.

En los días siguientes redacté unas estrofas. No me costó trabajo, pues la experiencia de que Jesucristo es ¡pura vida!, aún me quemaba.

Días después me habló diciéndome que había recibido mi texto y que a él ya se le había ocurrido una melodía. Quedamos de vernos para juntar la letra con la música.

Marcos no sólo tenía la melodía sino también muchas ideas que le habían venido de la reflexión sobre el tema. Trabajamos juntos por espacio de una hora; todo lo demás fue obra de Marcos.

Un día que pasó por la Casa Provincial me dijo que había decidido que el titulo del cassette sería «Jesucristo es ¡pura vida!», porque es una frase sugerente que contagia entusiasmo. Me dio mucho gusto.

Luego me comentó que cuando le llevó el canto al arreglista, Fernando Quintana, éste le sugirió que le cambiara el ritmo y le pusiera uno más alegre, como una salsa, pues la letra y la melodía así lo pedían.

En junio, estando en Valle de Bravo, en la reunión de formadores, pude escuchar el canto ya grabado profesionalmente. Me emocioné. El solista es Luis Felipe Reyes, un hermano Misionero del Espíritu Santo del Filosofado. Es un canto alegre y pegajoso. No tengo criterio musical para juzgarlo, pero a mí me gustó, sobre todo porque refleja, con ritmo tropical, mi experiencia de Jesucristo.

Ayer que regresé de viaje, me encontré sobre mi escritorio un cassette, con un recado que decía:

«Fdo.

Con gusto te participo de las primicias de nuestra obra.

J. Marcos, MSpS.»



¿Por qué me llegó tanto la frase: «Jesucristo es ¡pura vida!»? ¿Y por qué hoy, 20 de julio, sigue siendo tan impactante para mí?

Creo que se debe a que mediante esa frase pude poner palabras a la experiencia que he estado viviendo. Desde hace unos cuatro años Jesucristo ha venido cobrando nueva importancia para mí. Se me ha ido manifestando más claramente como amigo y compañero. Descubrirlo verdadero hombre, como yo, me hace experimentarlo cercano y sentir hacia él una enorme confianza.

Dejar que Jesucristo viva en mí, ha sido un rasgo importante de mi dinámica interior. Sé y siento que él vive en mí. Experimento que en muchas cosas (y no sólo en la celebración de los sacramentos) él actúa a través de mí. Incluso sé y esto me llena de alegría y gratitud que otros perciben a Jesucristo en mí.

Ahora, a mis 42 años, me siento profundamente entusiasmado por Jesucristo, con un entusiasmo parecido al que sentía cuando tenía 18 y estaba por entrar al Noviciado.

Jesucristo me fascina, me dinamiza, me lanza, me vivifica; estoy enamorado de él.

Quizá "mi frase" no sea sino una traducción costarricense de la expresión de san Pablo, que desde que la escuché me encantó: «Para mí la vida es Cristo» (Flp 1, 21).



Cuando Jesús habla de sí mismo en los evangelios, se presenta como alguien vivo el viviente (Ap 1, 18), transmisor de vida e incluso como la vida misma:

- «Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre» (Jn 6, 51).

- «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en las tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida» (Jn 8, 12).

- «Yo he venido para que tengan vida, y vida en abundancia» (Jn 10, 10).

- «Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá» (Jn 11, 25).

- «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí» (Jn 14, 6).

Claro que Jesucristo es ¡pura vida! Basta con leer el evangelio con una actitud de discípulo para experimentar una transformación interior. Mirar a Jesús y escucharlo nos hace sentirnos inundados por una corriente de amor, esperanza, fortaleza y alegría. Acercarse a Jesucristo es como experimentar el calor que irradia un horno encendido.



Aquí comparto contigo la letra del canto. Lástima que a través del papel no pueda compartirte la música ni hacerte sentir el ritmo. [Si quieres escucharlo, sentirlo y hasta bailarlo, compra el cassette. ¡Di «no» a la piratería!]:

Fernando Torre Medina Mora, msps.

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