Soledad de María - vs - La Dolorosa
Algunas imágenes de María en
su soledad no son sino una "Dolorosa modificada": sin lágrimas,
despojada de las siete espadas, sin los clavos y la corona del Crucificado;
o también se representa a María como una "Pietá"
(como la de Miguel Angel) pero sin el cadáver de su Hijo. A pesar
de que algunas son verdaderas obras de arte y suscitan devoción,
siguen siendo imágenes afligidas y melancólicas y hasta ojerosas
, un tanto deprimentes.
La Dolorosa expresa el grito de angustia de una madre por su hijo que agoniza;
la Pietá manifiesta la aflicción por el hijo muerto.
Pero ¿eran éstos los sentimientos de María en los
años de su soledad?
La Dolorosa o la Pietá representan a María en el calvario
y el sepulcro; es la Virgen del viernes santo. María, en los años
de su soledad, es la Virgen de Pentecostés, que ha tenido la experiencia
de la resurrección y ascensión de su Hijo y ha sido inundada
por el Espíritu Santo.
Y esto no es principalmente cuestión de estética sino de
teología y espiritualidad, pues esas imágenes revelan cómo
hemos entendido y vivido el misterio de la soledad de María.
Ojalá hubiera artistas que con su inspiración y la ayuda
del Espíritu Santo nos ofrecieran una imagen adecuada de María
en la última etapa de su vida (somos sujetos de carne y necesitamos
símbolos para acercarnos al misterio). Una imagen que infunda paz
y esperanza. Con rostro sereno y actitud de gozosa expectación (pues
anhela el encuentro definitivo con su Hijo). Una mujer judía (y
no una "Madonna" italiana), mayor de 60 años, curtida
por el tiempo y la cruz. Para comprender mejor el misterio necesitaríamos
dos imágenes: una en la que aparezca ella sola, en actitud de oración,
y la otra en la que esté con los apóstoles(1), como
el día de Pentecostés.
Pero no basta con tener imágenes adecuadas; necesitamos comprender
bien este misterio de María para poder vivirlo correctamente.
En muchos textos oficiales de los grupos que
integran la "Familia de la Cruz", al hablar de la soledad
de María se utilizan estas expresiones:
- "el misterio de sus Dolores, especialmente los de su Soledad".
- "los dolores de su Soledad".(2)
Hablar así de la soledad de María
se presta a ambigüedad o incluso a confusión. La primera expresión
hace que los años de su soledad queden englobados en el misterio
de sus "dolores" que espontáneamente nos evocan los siete
tradicionales , cuyo culmen es el calvario.(3)
La segunda hace que esta etapa de la vida de la Virgen sea vista sólo
como un período de dolor. Y aunque haya sido "la época
más dolorosa de la vida de María",(4) no es el
sufrimiento la principal característica de esa etapa.
Para hablar con precisión deberíamos decir: "María
en su soledad", "María en los años de su soledad",
"la soledad de María"... Cuando hablamos de "soledad",
referida a María, indicamos un período de tiempo:
"desde mi Ascensión hasta su muerte",(5) dice Jesús
a Conchita.
Esta confusión también se refleja en los hechos históricos
a los que aludimos al referirnos a la soledad de María: hablamos
de la Madre "de pie, junto a la cruz" (Jn 19, 25)(6) o
desandando el camino del calvario (el via Matris).
También se recurre a otras dos experiencias de soledad: cuando Jesús
adolescente se les perdió en Jerusalén, y la ausencia de
Jesús que María sufrió el sábado santo. Pero
estos dolores son experiencias totalmente distintas a lo que vivió
en los años de su soledad; la diferencia está en la resurrección
de Jesús y la efusión del Espíritu Santo.
Después de la resurrección de Jesús todo es distinto.
Distinto para la humanidad entera, para la Iglesia y desde luego para María.
No intentemos hacer retroceder el tiempo para ubicar la soledad de María
antes de la resurrección. Es una etapa que se inicia después
de la ascensión de Jesús.(7)
El dolor y la tristeza que María probó en los últimos
años de su vida estaban transfigurados por la glorificación
de su Hijo. Por eso su dolor estaba henchido de esperanza y su tristeza
tenía un fondo de paz imperturbable.
De no precisar los términos al referirnos a la soledad de María,
nunca dejaremos de dar esa impresión de dolorismo y pesimismo que
se percibe en algunos escritos de la Espiritualidad de la Cruz (y ojalá
que sólo sea "impresión" y no realidad; y que sólo
sea en los "escritos" y no también en la vivencia).
Al escuchar hablar de "soledad" de
María, en muchos surge la idea de una persona débil, abatida
y encerrada. ¡Qué equivocación! Cuando Jesús
crucificado, agonizando, habla con María y Juan, no le está
pidiendo al discípulo que cuide de su madre; al contrario, le está
cargando a María el peso de la Iglesia. Por eso a quien primero
se dirige Jesús es a María: "Mujer, ahí tienes
a tu hijo". Y después le dice a Juan: "Ahí tienes
a tu madre" (Jn 19, 26-27). No es un gesto de delicadeza filial para
con su madre sino un acto de paternidad responsable: Jesús encarga
a María el cuidado de la Iglesia naciente.(8)
En los años de sus soledad María sufre por diversas causas,
y sufre mucho. Pero el dolor no es lo que tiñe esta etapa de su
existencia terrena sino su maternidad.(9) Por eso, al hablar
de "dolores", debemos decir que son los dolores de parto que
ella experimentó al dar a luz a la Iglesia. Y los dolores de parto
son según dicen totalmente distintos de los demás; no porque
sean menos agudos sino porque al sufrirlos se tiene la certeza de que ese
dolor es preludio inmediato de una nueva vida (cf Jn 16, 20-22).
Además de usar palabras como dolor, tristeza, abandono, nostalgia...
hay que utilizar otras que nos ayudan a entender mejor lo que María
vivió en los años de su soledad: esperanza, alegría,
fe, Jesucristo resucitado, ascensión, Espíritu Santo, evangelización,
persecución, testimonio... ¡maternidad!
Con razón Jesús le dice a Conchita: "no creas que va
a ser triste para la humanidad esta manifestación de María
en su soledad".(10)
María cumplió la misión
que Jesús le había confiado: ser la Madre de la Iglesia naciente
y Madre de la humanidad.(11) Con su fe sostiene la fe de los Apóstoles;
comparte los dolores que su Hijo sigue sufriendo en cada hombre; ella acompaña
al pueblo cristiano en su lucha por construir el Reino.
En sus años de soledad María estuvo totalmente dedicada a
sus nuevos hijos. Durante ese tiempo ella "alcanzaba las gracias del
cielo para la naciente Iglesia"(12) y para toda la humanidad.
Durante su soledad, María aguarda llena de esperanza el encuentro
definitivo con su Hijo. Había dicho Jesús: "Volveré
y los tomaré conmigo, para que donde esté yo estén
también ustedes" (Jn 14, 3). Ella tiene la certeza de la vida
eterna prometida,(13) por eso alienta en los cristianos la esperanza
de la propia resurrección y del triunfo definitivo de Jesucristo.
María "sufre de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado" en cada uno de nosotros (Ga 4, 19). Gran consuelo para ella sería que esa Iglesia, nacida de sus entrañas maternales, creciera y llegara a ser la comunidad creyente y misionera que Dios soñó. Que creciera en número, en extensión ("hasta los confines de la tierra": Hch 1, 8) y sobre todo en santidad, hasta que cada cristiano pudiera decir como san Pablo: "Ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí" (Ga 2, 20).(14)
Fernando Torre Medina Mora, msps
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1 Cf CC 42, 284; 41, 301-305.
2 Cf Misioneros del Espíritu Santo: Constituciones y Determinaciones,
núms. 9; 57; 57.1; Religiosas de la Cruz del Sagrado Corazón
de Jesús: Constituciones, núm. 17; Alianza de Amor: Estatutos
y Reglamento, núm. 29.2.
3 Algunos incluso utilizan el término "Dolorosa" para
referirse a María en los años de su soledad. Cf MORA DE LA
F: La predilecta de Dios. México, Editorial Frumentum, pp 87-97.
4 CC 41, 304: 4 jul 1917; cf CC 41, 291.
5 CC 41, 283: 30 jun 1917; cf CC 51, 289-290; en este texto se habla de
"etapa", "época", "años".
6 El P. Ricardo Zimbrón, en su libro Qué es la Espiritualidad
de la Cruz (México, Editorial La Cruz, 1993, pp 87-93) ni siquiera
hace mención de la soledad de María; toda su exposición
sobre "María en la Espiritualidad de la Cruz" termina
en el calvario.
7 Cf CC 41, 283-285; 42, 159.
8 Cf CC 41, 286-287; 51, 288-289.
9 Cf CC 41, 286-287.301-303.
10 CC 41, 307: 4 jul 1917.
11 Cf CC 41, 287-288; 41, 301-302; 51, 288.
12 CC 41, 63: 18 feb 1917; cf CC 41, 285-288; 41, 293; 64, 81.
13 Cf CC 41, 63.
14 Para profundizar en este tema se pueden consultar: ICAZA CORNEY D: María
en su soledad: Misterio de esperanza. Editorial La Cruz (Colección
"Temas de Espiritualidad de la Cruz", núm. 11), México,
1989. PADILLA JM: El misterio de María en los años de su
soledad. México, 1978. TORRE MEDINA MORA F: María, madre
de la Iglesia perseguida, en Encarnar el evangelio. Tlaquepaque, Editorial
Alba, 1996, pp 139-146.