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1. Nunca
comuniques a tus alumnos los objetivos de la asignatura si es que alguna vez los has
pensado. Los alumnos podrían llegar a darse cuenta de que la asignatura es inútil 2. La
información es fuente de poder: si no quieres perderla manténte siempre en cierta
ambigüedad. No des normas claras, ni mucho menos digas qué y cómo vas a evaluar. Te
expones a perder autoridad o que tus alumnos dejen de venir a clase. ¿Para qué iban a
hacerlo? Cuanto menos te definas estarás más a salvo de las críticas. 3. Empéñate
en explicar toda la asignatura en tiempo de clase: puedes dar por supuesto que tus alumnos
no saben leer. Además si no te pasas toda la clase explicando, tus alumnos podrían
llegar a darse cuenta de que no sabes otra cosa. 4. Convierte
tus clases en clases de dictador. Cuanto más copien tus alumnos, mejor, y cuanto más
deprisa, mejor todavía: así no habrá tiempo para preguntas inútiles o incómodas. Si
además las cosas van mal, se deberá siempre a los malos apuntes, no a tus explicaciones. 5. Evalúa al
final del curso o al final de la evaluación, o con pocos exámenes, o por lo menos
y esto es realmente importante- con muy pocas preguntas. A la emoción del examen
añadirás la emoción de la lotería. Y ya sabemos todos que el que no sabe una o dos
preguntas no puede saber ninguna otra. 6. No se te
ocurra evaluar con frecuencia a lo largo del curso, aunque sea de una manera más sencilla
en informal, porque los alumnos podrían enterarse de lo que saben, de lo que no saben y
de lo que deberían saber. Si esto llega a ocurrir, te expones a tener que aprobar a todos
al final, y sufriría tu prestigio de mantenedor de un alto nivel de exigencia. 7. No caigas
en la tentación de guardar artículos de periódicos, revistas que tengan que ver con la asignatura, y mucho menos se te ocurra
llevarlos a clase. Mantén el prestigio de la ciencia pura. 8. Nunca
confíes en la motivación de tus alumnos ni en su capacidad de aportar algo que merezca
la pena. Si se han embarcado en una carrera de cinco años es porque no tienen otra cosa
mejor que hacer. Y si se trata de niños, lo mismo pero peor. 9. Convéncete
de que somos pobrísimos* y de que la escasez de medios nos impide hacer las cosas mejor.
Fotocopiar unos simples apuntes o un sencillo guión es carísimo. Si en tu centro hay
posibilidad de utilizar transparencias, audiovisuales u otros cachivaches, no lo hagas:
esos juguetes infantilizan la clase. 10. Cuando no
puedas echar la culpa a los alumnos de lo mal que van las cosas, échasela a la
estructura. Los profesores somos ciudadanos libres de toda sospecha. |
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