DEEP PURPLE
Droga púrpura circulando por nuestras venas.
Por Carlos
Zaldívar
Camino
al recinto del paseo de la reforma, caminaba y recordaba aquel par de
conciertos anteriores, ambos diferentes y la duda era el desarrollo de este
nuevo tour. Hoy llegaban con Bananas, su
más reciente colección de éxitos, que por cierto está ya disponible en vynil,
sin perder el sello del metal que los ha caracterizado siempre.
Con
la incógnita en mente, arribé a mi butaca, a esperar a los maestros del rock
puro. Sabía de la ausencia de Jon Lord,
nadie lo puede reemplazar, aunque Don Airey venía al mando de los teclados, con
excelentes y hábiles manos en aquellos.
Así que apenas las manecillas marcaron las ocho horas con treinta y
siete minutos y se dejaron venir los estruendosos guitarrazos de lo que sería
“Highway Star” y continuaron con “Woman
From Tokyo”. Sabía que el recital sería
toda una cátedra de metal puro, esa música que fluye por nuestras venas que al
calentarse nos sube el temperamento, de una profunda tranquilidad hasta un
éxtasis incontenible que termina en un orgasmo cerebral. Seguro que no se repetiría lo del año dos mil
en que la orquesta de Las Américas empezó a convertir a Deep Purple en un
paliativo musical. Hoy sería
diferente. Ian Gillan, si no la mejor,
una de las mejores voces en la historia del rock, mostró que los años no pasan
en balde, al contrario, adquieren experiencia e inyectan adrenalina al corazón
una vez que están en el escenario. Nos
ofrecieron excelentes rolas del Bananas, como “Haunted”, “Silver Tongue” y una
extraordinaria balada inspirada por Steve Morse, “Contact Lost”. Gillan agradecía constante e infinitamente a
los creyentes de esta religión que siempre existirá. Continuaron los éxitos y llegó el turno para
Don Airey, quien inició un grandioso popurrí de temas de eco mundial, desde el
fantasma de la ópera hasta una obra maestra de John Williams, Star Wars… y así
fue el preludio para “Perfect Strangers”, ¡Que cuerdas de Steve Morse y Roger
Glover! En cada momento sorprendidos por
la respuesta de nosotros, sus fervientes seguidores, y de la adrenalina púrpura
que flotaba en el auditorio. Por su
parte Morse lució y nos deleitó con una clínica de guitarra, desde la lección
uno hasta la máxime, pasando por secciones musicales de Zeppelin, Rolling
Stones, AC/DC, ZZ Top y The Beatles entre otros, que sirvieron como entremés
para el plato fuerte de “Smoke On The Water”, aquella poesía que participara en
el Montreaux Festival por los años setenta.
Destacó
el momento dedicado a la tragedia del Columbia, donde presentaron residuos de
los cd’s que iban a bordo del transbordador, y tras breves comentarios, se
lanzaron con “Contact Lost” para
después entrar a la pausa precedente al encore final. Con
el clamor de más de nueve mil almas hacia sus píos del rock, regresaron para
culminar con un estruendoso y silencioso “Hush” y la bíblica de “Black
Night”. Así finalizaron los más de
ciento diez minutos de esa misa nocturna, profunda y llena de alabanzas al
quinteto de Deep Purple.
Después
de presenciar la majestuosidad de Morse en las cuerdas, casi no se extraña a
Blackmore. Hoy son el quinteto perfecto
del rock puro, del metal y de cualquier música, quienes seguirán influenciando
y evangelizando a millones de almas perdidas, por los siglos de los siglos…
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