Joaquín Chamorro Aguilar



      CON LA MÚSICA INSONORA





EL  MAR  ASCENDÍA  LENTO. . .

 El mar ascendía lento.
La noche azul vibraba.

 Flotaba un sentimiento.
El ser nos rebasaba.

  Su voz, de ahondado acento,
hablar aún no lograba.

 Tal vez cantaba el viento
aquello que él diría.
 O acaso enmudecía:
estrella ingravitada.

 ¡Cuán alto ya su aliento!

 El mar ascendía lento.

 Flotaba un sentimiento.

 Quizá cantaba el viento
lo que él callaba.




EL  CÓSMICO  DERROCHE. . .

 El cósmico derroche
luciente y palpitado.

 La estancia de la noche.
Los astros ignorados.

 -Mi ser tenso de hombre,
suspenso y asombrado-

 Silencio en el enorme
dispendio inacabado.

 Silencio, ¡ah! Solo e insomne,
un hombre habla entregado.

 La estancia de la noche.
El cósmico derroche.

 Mi ser en él un brote
viviente amenazado.




EL  ROSTRO  DE  LA  TARDE. . .

 El rostro de la tarde
velado y difundido.
 -Lejano allá, entrevisto,
apenas clareado-

 Los troncos de los árboles
formados junto al río.
 -Anhelos vegetales,
como éste mío elevado.
 Mas, ¡ah!, ya desprendido:
En lo incierto entrado-

 El rostro de la tarde
velado y difundido.

 Los troncos de los árboles.

 Anhelo mío perdido.
Viajero desolado.




AVANZO  ENTRE  LA  NOCHE

 Avanzo entre la noche.
Soy un astro claro:
Suspenso y encendido,
de órbita medida,
camino señalado.

 Así me habló la estrella
con voz iluminada.

 Viajo entre la noche
también yo aquí lanzado
por una ruta incierta,
quizá pronto cortada:
al borde de un abismo
jamás salvado.

 Así digo yo, el hombre,
con voz acongojada.
 Lo digo a la alta estrella
en la noche aún plena.
 A la infiel mañana,
que no alumbra el camino
donde voy sin norte
al azar dejado.

 Así digo yo, el hombre.

 Viajo entre la noche.
Avanzo sin destino.
 Como astro errado.




MAÑANA  DE  VERANO

 Estaba limpio el día.
Fanal coloreado.

 El Sol luz extendía
radiante derramado.

 Las plantas pretendían
su rayo más dorado.

 Estáticas tendían
sus hojas: verdes manos.

 Sustento ellas pedían:
Maná transubstanciado.

 Los seres su alegría
mostraban retozados.

 Su sangre recorrían
latidos enritmados.

 La brisa remecía
los trigos madurados.

 La vida desprendía
su aliento vaporado.

 Y yo, un hombre, aún seguía
del tiempo respetado.

 ¡Y yo, un hombre, aún seguía!
Erecto y palpitado.




LLEVADME  ESTA  TRISTEZA

 Llevadme esta tristeza,
palabras mías flotadas:
 Ritmadas danzarinas
al aire desplegadas.

 Llevadme esta tristeza.
Y usadla -sólo es niebla-
como una gasa vaga:
 En vuestro danzar, ala
ingrave y suspendida.
 En vuestro sonar, suave
sordina delicada.

 Llevadme esta tristeza
que impregna honda mi vida.
 Cantad y que, vibrada,
se pierda difundida:
 Como una sombra ciega
transida en la mañana.

 Palabras.
Palabras desveladas.
Palabras elegidas.
Palabras conmovidas
del verso enamoradas.

 Llevadme esta tristeza.
Llevadla, y no dañadla.

 O no: Mejor dejadla
conmigo, y canción nueva
lograd para su alma
de tarde abandonada.

 Que aún es mi compañera.
-Quizá también mi amada-

 Llevadme, dejadme, esta tristeza,
palabras mías: ¡Dejadla!


EL  SOL  LEJANO  HUNDIDO. . .

 El Sol lejano hundido.
El rojo de la tarde
allá transparentado.

 Las copas de los árboles
erguidas junto al río,
al sesgo del paisaje
distante atravesado.

 La niebla envaguecida
flotante en el pantano.

 Y ya mi alma en crecida.
Mi voz incontenida.
Su canto proyectado.

 El rojo de la tarde
y el rojo de la vida,
el rojo de la sangre,
todavía encontrados.




LOS  CANTOS  DESEADOS. . .

 Los cantos deseados
espero en la mañana.

 Los cantos anhelados.

 Me llegan, aún lejanos:
Inciertos e inlogrados.

 Se acercan ignorados.
Mas pasan y allí avanzan.

 ¡Qué traen con su sonido!
¡Qué alcanzan elevados!

 Los oigo, ya conmigo.
-No sé de sus palabras-

 No importa: yo adivino
su aliento tras lo bello,
su largo expresar vago
que flota embebecido.

 -Calor de hondos latidos.
Nostálgica vaharada-

 Los oigo: van conmigo.

 Retornan suspendidos
en vuelo prolongado.
 -Su ronda no descansa-

 No sé qué danza en ellos:
qué anuncian elegidos.
-Mas traen ansia y misterio.
Lo siento: ello me basta-


 Avanzan y traspasan
aquí ya mi ser ciego.
 Y más allá viajeros,
se van con su secreto,
su voz y sentimiento;
en ruta clareada.

 No sé qué verso cantan.
Qué llevan mensajeros,
qué alojan transportado.

 No importa: yo recibo
en ellos vivo y nuevo,
aquello que presiento,
quizá lo que no olvido:
Sus ecos que me llaman,
sus ritmos retornados,
el hálito de un tiempo
gozado y encendido.
 -Fulgor estremecido
velado a infiel distancia-

 Los cantos deseados.
Los cantos imprendidos.
 Viajeros tras lo incierto.
Lejanos e ignorados.

 Callados, ¡ah!, un momento,
se fueron y quedaron.
 Pasaron; y allí avanzan.




DEJARSE  LLEVAR. . .

 Dejarse llevar ciego,
perdido en lo distante.
 Dejarse llevar, ave,
dejarse llevar, nave,
flotante hacia lo incierto:
 Errante levedad.

 Dejarse llevar lento,
allá cual larga tarde.
 Dejarse ir, niebla ingrave.
Marcharse, vaho en el tiempo.
 Vagar en libertad.

 Dejarse llevar, aire
vital leve y suspenso.
 Viajar hacia el inmenso
espacio-firmamento.
 Llegar a lo irreal.

 Perderse, disiparse,
vapor a un sol expuesto.
Volátil, fluido, abierto,
en seres, cosas, darse.
 Un mar de sentimiento
ya ser quizá, ¡oh portento!
 Y a todo acariciar.

 Dejarse llevar ciego.
Dejarse llevar, nave,
dejarse llevar, ave,
planeada hoja en el viento:
 Amable levedad.







          EN  VARIADOS  RITMOS



DÓNDE  HALLARTE, SILENCIO

 Dónde hallarte, silencio:
tanto tiempo perdido.

 Dónde estás: no te siento
ya conmigo embebido.

 ¡Quién ahogó tu hondo aliento!
¡Quién tu cruento enemigo!

 Tú callabas diciendo
lo que nunca hombre dijo.

 Tú pasabas; y el tiempo
ritmo hallaba contigo.

 Eras lago sereno,
ahora en grava sumido.

 Se ha cegado tu quieto
mar sin voz sumergido.

 Ya no acampas abierto
al espacio inmedido.

 Ya no callas, silencio.
¡Dónde vagas vencido!

 Tu sillar fue deshecho.
Llegó el reino del ruido.

 Rasgó el hombre tu pecho.
Él perdió su respiro.

 Bien lo sé yo, silencio.
A ti fiel, canto herido.




SOY  UN  ÁRBOL, OTOÑO

 Soy un árbol, otoño.
Arbol-hombre crecido.
 Soy un árbol, otoño.
Palpitado respiro.

 Tengo cuerpo: mi tronco.
Tengo savias: soy vivo.
 Manos alzo: luz tomo
del Sol, astro querido.

 Miro en torno: Me asomo
a los cielos contigo.
 Miro al suelo: ya rojo,
de tus hojas vestido.
 Miro al tiempo sin rostro.
¡Ah, es mi viejo enemigo!

 Tú lo amas, otoño.
Él te ha dado un sentido.
 Mas lo que hallo yo hermoso,
él lo daña: ¡cruel filo!

 Soy un árbol, otoño.
Arbol-hombre transido.




LA  MAÑANA, UN  AZUL  CLARO. . .

 La mañana, un azul claro.
Serena estancia el silencio.

 Callado, dejar intento
mi vida en alto aflorar
-su ánima, su aliento-
y así, decir, expresar,
con mi voz, mi sentimiento
de hombre aquí en fugaz tiempo;
inquieto ser angustiado,
ligado siempre a esta tierra;
total entraña y sustento.

 Lograr quisiera un momento
vivir, audaz y elevado,
quizá un latir culminado
en este vasto universo.

 Mas pobre al fin, limitado,
-inútil, ¡ah!, mi alto esfuerzo-
inmóvil aún permanezco
en este mi espacio-tiempo:
estrecho cerco apretado
que un Alguien-Nadie secreto
me tiene aquí designado.

   La mañana, un azul claro.
 Serena estancia el silencio.




   ELEGÍA  EN  LA  TARDE

 Pura la tarde, inmensa y clara,
me habla de ti -¡oh ansia y tristeza!-
 Me hablan el bosque y la montaña.
El valle también, la mansa vega.

 Todo me dice que tú estabas.
-El tiempo aquél música era-
 Tú amabas aquí, tú respirabas
precioso aliento en la pradera.

 Todo de ti hondo me habla.
-Nostalgia larga me atraviesa-

 Me habla el mar, también el campo,
el Sol que lento nos dejaba.
 El blando suelo -hierba nueva-
que a nuestros cuerpos lecho daba.
 La clara estrella -fiel topacio-
que se alza en cimas deseadas.

 Todo me habla -¡triste canto!-
de otras tardes traspasadas.



 EL  POEMA  PERDIDO

 ¡Dónde aquel poema!

 Perdido, inacabado.
Flotado, presentido;
hálito entregado
en voz no revelado.
 Suspenso, conmovido,
sin haber vibrado.

 El canto inaprehendido.
Tal vez arrebatado.

 Alado árbol crecido;
altivo, derramado:
De ritmos y palabras
únicas poblado.
-Prodigio así en un viento
de músicas llevado-

 O acaso él contenido,
ansioso, desvivido
por ser, lograrse pleno,
directo proyectado,
incierto se alza, vuela;
se aleja enrumorado.

 ¡Dónde aquel poema!

 ¿Lo sabe alguien?
 Decidlo.

 Se fue de mí sin guía
dejar de su destino.
 Y cuánto así lo vivo,
lo siento: Abandonado,
dejado, consumido,
infeliz brotado.


 Aún sigo tras su estela
de astro desconocido:
Errático, encendido;
vivaz temblor lucido,
allá desvanecido;
en la noche ahondado.

 Palpitado él, sin embargo,
interior y alto sentido;
que decir aún no he podido,
cantar no he conseguido.

 Sutil, enrarecido
vapor, entre mis fibras
viajero apresurado.

 El poema desgraciado,
de belleza y vida henchido:
fugaz, lejano, huido,
apenas iniciado.

 Silencio inexpresado.
Quizá ser en latido.

 Deseado, anhelado,
nunca oído:
jamás hallado.




      ¡ALLÍ  ESTABA!

 ¡Allí estaba!... ¡Allí estaba!

 El horizonte
llenaba entonces.
 Fulgencia viva.
Presencia clara.

 ¡Allí estaba!... ¡Allí estaba!

 Nos encendía.
Nos encantaba.
 Nos embebía.
Embelasaba.

 ¡Allí estaba!... ¡Allí estaba!

 Nos incitaba.
Nos requería,
distante y bella.

 Nos confortaba,
nos alentaba,
seguir tras ella.

 ¡Allí estaba!... ¡Allí estaba!

 Encabalgada,
entusiasmada,
iba la vida
nuestra en crecida,
por contemplarla,
cerca tenerla.

 ¡Allí estaba!... ¡Allí estaba!



 El horizonte
no abandonaba.
 ¡Oh ansia del hombre,
luz suspendida,
certeza y guía,
norte y estrella!

 ¡Allí estaba!... ¡Allí estaba!

 Inconfundida,
indubitada,
siempre afirmada,
flotaba ella.

 Y ahora no hay nada,
ya jamás nada,
donde alentaba;
esclarecida,
iluminada:
 Dicha ofrecida,
gracia ignorada.

 ¡Allí estaba!... ¡Allí estaba!




  AMO  LA  POESÍA

 Amo la poesía.
Tú lo sabes, amigo.

 Amo la poesía.
Tras de hallarla sigo.

 Suspendido en la vida
sobre el suelo elevada,
como un ave flotada
va mi ser desprendido.

 No sé nada de abismos,
ya sobre ellos viajero.
-Me levanta un fiel ritmo.
Son palabras mis alas-

 Amo la poesía.
De su aliento vivo.

 La luz nueva, lejana,
de una estrella recibo.
 Miro abajo y no veo.
Soy feliz en mi olvido.

 Es audaz mi viaje.
¡Ah, yo sé mi destino!

 Amo la poesía
más aún que la vida.

 Amo la poesía.
Bien lo sabes, amigo.




ASOMBRARME,  CONTEMPLAR. . .

 Asombrarme, contemplar...
Admirar, ver...
 Canciones murmurar quizá.
Los brazos extender.
A mujer amar.

 Pasmarme, sorprenderme,
mirando la tierra, el sol, el mar...
los árboles, el aire, el animal.
 Y la multiplicidad enorme
del paisaje sideral
en la noche proyectado,
sin estabilidad durable.

 Vagar.
Callejear por la ciudad.
Bañarme en multitud.
Y percibir quizá
el latido de lo humano
en su diversidad.

 A mis semejantes ver pasar.
La variedad de sus semblantes
observar tal vez,
con sutil dificultad:
Su tristeza, su alegría, su pesar...
-Oh ánimo variable
como la movilidad del mar-

 Y seguir así, avanzar,
sin hacer nada práctico, real.

 Sino sólo encantarme, embebecerme,
ante el fantástico portento natural.
 Los brazos extender.
A mujer amar...


 Y a todo ser también:
animal él, vegetal,
sobre esta singular
esfera-madre mineral.

 Hasta caer,
perderme insubstancial,
sin nada merecer quizá.

 Y de verdad no ser:
No ser ya:
nada,
 nadie.




COMO  VIENTO  SOLITARIO. . .

 Como viento solitario
errante voy.

 Viento solitario
que pasa y atrás deja
todos los caminos.

 Aunque me detenga y hable
con vosotros, amigos.

 Y a la mujer que amo
enlace y, cálido mi aliento,
envuelva su corazón
y sus oídos.

   Viento solitario,
itinerante, yo.
 ¡Ah, bien lo sé!

 Aunque parezca lo contrario:
Acompañado,
quieto, siempre;
amigos.

 Porque alejado miro
continuadamente hacia un allá.
 Y distante sigo
tras otro ser, otro estar:
 Que no son los que creeis,
amigos.

 Ni siquiera tú, mujer,
sospechas que en el último momento
del culminado éxtasis, quizá
no me encuentro
enteramente contigo.


 ¡Ah! No te sorprenda.
   Cierto: Así es.

 Aunque imposible te parezca
este tan extraño
viajar secreto mío:

 Como viento solitario
hacia un allá desconocido
proyectado sin cesar.

 Aunque me pare a saludaros:
Y así hablar
gustosamente, amigos.

 Aunque contigo,
mujer,
me halle alguna vez
gozosamente confundido.

 Este es mi estar y ser:
   Siempre hacia un allá.
 Viento solitario.
Viajero permanente, ¡ah!

 Es mi destino.




ALGO  HUYE  DE  MÍ. . .

 Algo huye de mí
-yo lo siento-
Allí avanza:
elevado, alejado;
suspenso.

 ¡Qué es ello!.. ¡Qué es ello!

 Saberlo quisiera.

 ¿Una música, un canto, un poema..?

 Tras su rastro, su estela,
desvelo.

 Voy ciego, y no alacanzo
su voz, su palabra; su acento.

 Fluye aéreo, y no espera.

 ¡Qué sutil, qué ligera,
va tramada su esencia!

 ¡Ah!, no tacto, no capto,
su forma.
 No aspiro su aliento.

 ¡Qué es ello!.. ¡Qué es ello!

 ¿Un vapor, un aroma que canta?
¿Algún verso?

 ¡Cuán lejano me hallo
de apresar y expresar a su ser fugitivo;
sus rasgos,
su vuelo..!


 Ritmos, vocablos, sonidos...
Llegadme al momento.

 Sigue huyente, se aleja,
flotante ha pasado.

 ¡Qué torpe!.. ¡Qué ciego!
Ni siquiera su halo extendido entreveo.

-Me desdeña: Es lo cierto-

 Y me duele interior su rechazo.
No me aprecia.
 No advierte mi anhelo.

 Soy hombre.
Tan sólo aquí hombre
a la tierra ligado.

 Y elevado ello pasa,
mi ser sobrepasa.

 Es ráfaga,
viento de música; o fuego
de amor atizado.

 Soy torpe, soy ciego.

 Al suelo me entrego.

 Su voz, su palabra, su canto,
se pierden,
ascienden alados.

   ¡Yo aún nada merezco!




      SOLEDAD

 Soledad.
Soledad sonorizada.
Concierto recatado.
-Ah, música ignorada-

 Soledad.
Soledad lograda,
serena y silenciada.

 Te escucho, y siento, amada,
tu voz rumoreada
de canto aún no brotado:
 Secreta melodía
interior flotada.

 Soledad.
¡Cómo te amo!
 Mi fiel querida mía,
constantemente dada.

 Me haces compañía.
Estás siempre a mi lado.
 Quieta, dulce, callas.

 Y no me pides nada
a cambio:
jamás nada.



  CONTEMPLACIÓN

 Tu rostro, ¡ah!, su halo:
Aura del encanto
de ti emanado.

 Tu rostro contemplado.
   Tu cara.
 Tus ojos: Su mirada,
de fondo adivinado,
luciente, único, hermoso.

 ¡Perderse hondo en tus ojos!
   ¡Oh, ya éxtasis cercano!

     Tus ojos.
 Tus labios -tenue rojo-
   Y entre ellos, fina, clara,
 la boca que tu hálito
 sutil, cálido, exhala.

   Tu hálito.
 Tu aliento fiel. ¡Qué grato
 directo respirado!

   Tu rostro.
 Tu cuello, de él sustento:
   Columna palpitada
 perfecta entre tus hombros
 redondos perfilados.

   Tu cuerpo.
 ¡Tus senos!

    Tu cara.
   El pelo que la entorna
 de rubias pinceladas.

   Tus ojos: siempre nuevos.
     Tus labios -tenue rojo-

   Tu boca.

           Tu mirada.


AVES  DEL  AMANECER

 Aves del amanecer.

   Un saludo, ¡ah!.
 Todavía fiel
otra vez la vida
con la mañana está.
   Otra vez.

 Se inaugura el día.

   Aves del amanecer.
Volad, planead ya.
 Anunciad, cantad.

 ¡La vida! ¡Aún es la vida!

 Las aguas manan limpias.
Los árboles respiran.
 Las bestias la luz sienten.
Su ser desentumecen.
 El aire puro beben
crecidas de energía.

 ¡Aves del amanecer!

 Cantad. Rondad al día.

   La vida está.
Otra vez.

 Otra vez
la vida.




PERFECTO  ABRIL

 La mañana es sutil.
Limpio el aire del mar.

-¡Qué ligero latir!
¡Qué acordado sonar!-

 La mañana es de abril.
Oigo al campo vibrar.

 Pleno crece el sentir.
Puedes, canto, brotar.

 La mañana es de abril.
Llegue un alto ritmar.

-¡Qué selecto vivir!
¡Qué logrado aspirar!-

 El momento es feliz.
Puro y tenso aflorar.

 Todo es claro fluir.
Todo ardiente manar.

 La mañana es de abril.

 Tiempo en rapto de amar.




LA  SOMBRA  DE  LA  TARDE. . .

 La sombra de la tarde
crecida, ¿dónde va?

 Errante y larga nave,
de velas difundidas,
allá desvanecida,
recorre incierto mar.

 En ella viajo y vivo,
nauta de océano ingrave.
 Me lleva embebecido,
perdido en su vagar.
 Paisajes ignorados,
reinos desconocidos,
con ella he bordeado.
 Y abierto nunca he hallado
el puerto presentido.
 ¡Amargo navegar!

 La sombra de la tarde,
fluida y falaz nave,
me lleva desprendido,
me aleja sin fiel guía,
de ésta mi estancia grave:
 Transida soledad.

 La sombra de la tarde,
la nave de la tarde,
allá desvanecida:

 Bajel de ansia y neblina.

Distante desear.




EL  ALMA  DE  LA  NOCHE

 El alma de la noche,
secreta, ¿dónde está?

 La busco en el silencio.
-Yo sé que alienta hermosa-
 Tanteo el aire ciego.
Mis manos tiendo allá.

 El alma de la noche.
¿Dónde está?, ¿dónde está?

 Rastreo entre las sombras.
Avanzo tras las cosas.
 Su rostro no entreveo.
-Me agota este anhelar-

 Quizá con la mañana
se muestre desvelada.
 Tal vez se asome al alba:
   Desnuda claridad.

 O puede que en la tarde
-penumbra distanciada-
se ofrezca, ya entregada:
 El alma de la noche,
la entraña de la noche,
su hondura inaflorada:
 Callada realidad.




     BRINDIS  CIEGO

 En copa de esencia y fuego,
latiente, plena y crecida,
asciende y tiembla mi vida
pendiente y alta en su anhelo.

 Vibrante, cálida y fluida,
estremecida en el tiempo,
aquí mi copa extendida
es brindis fiel sin objeto.

 ¿Por quién brindamos la vida?
¡Dímelo tú, compañero!

 Al vago azul dirigida,
en gesto, ¡ah!, inútil y ciego,
alzo mi copa ofrecida:

 Mi vida de esencia y fuego.




CANCIÓN  TRISTE  DEL  ÁGUEDA

 Río Águeda, río Águeda.

 Qué lentas van tus aguas
viajeras hacia el Duero.

 Pasean junto al roquero,
el fuerte y la muralla.
 Alcanzan la explanada
serenas en su calma.

 Después, entre altas peñas,
cercanas ya del Duero,
ahondado el derrotero,
encajonadas marchan.

 Río Águeda, río Águeda.

 También hacia un certero
final -largo agujero-
mi vida de hombre avanza.

 Río Agueda, río Agueda.

 Perdidas ya en el Duero
-de Portugal fiel raya-
frontera son tus aguas.

 También mi vida espera
perderse, ¡ah!, en la frontera
de un reino que me aguarda.

 ¡Aquél donde, honda y ciega,
la nada en nadie manda!

 Río Águeda, río Águeda.



LA  NAVE  AZUL  DEL  AIRE. . .

 La nave azul del aire
con velas rojas vaga.
 Son rosas en la tarde
de sangre aérea flotada.
 -Tras ellos quizá sangre
viviente derramada-

 Fulgor, temblor, brutales
ya hirieron la mañana.

 De fuego y muerte infame
su prima luz signada.

 La guerra -ciego alarde-
bestial y cruel llegada.

 Explosión, hierro humeante,
a toda vida talan.

 La muerte le dio alcance
al valle y la montaña.
 Ciudades y habitantes
ataques derrumbaban.
 Volcadas formas, carnes,
allá yacen rasgadas.

 Congoja honda en la tarde
lejana y carminada.

 -Sus rosas son ya sangre
caliente vaporada-

 ¡Los rosas de la tarde!

 Fluyente o goteada
sangre,
  sangre humana;
     sangre,
         sangre,
             sangre,
                 sangre.




 SÓLO  UN  PÁJARO

 El campo está callado.

 Solamente un pájaro
pasa estremecido
en vuelo palpitado.

   ¡Sólo un pájaro!

 Alado sentimiento
también yo interior llevo.
-¡Ah, pájaro cercado!-

 Tal vez en nuevo espacio
quisiera él liberado
vagar inaprehendido:
 Más allá del tiempo:
Lejano, desprendido,
con el ser flotado.

 ¡Alado sentimiento
inquieto y contenido!

 El campo está callado.
En suspensión mi aliento.

 Solamente un pájaro
pasa estremecido.

 Sólo, ¡ah!, un pájaro.




SE  APAGA  YA  EL  ESTÍO

 Se apaga ya el estío.

 La luz hace su entrega
lejana tras del río.
 En el cielo planeados,
alcotanes vuelan.

 Se apaga ya el estío.
Se apaga ya el estío,
y mi sangre aún quema.

 El otoño fue avisado.
   Preciosos candelabros
 los árboles vestidos
 de oro iluminado,
 nueva fiesta esperan.

   Se apaga ya el estío.

   Se apaga ya el estío,
 y mi sangre aún quema.




EL  CAMIÓN  DE  LA  MUERTE. . .

 El camión de la muerte,
pesado, ciego, tremendo,
sesgar yo en vano pretendo,
pues sé, de cierto, mi suerte.

 El camión de la muerte
-rodaje, ¡ah!, largo y violento-
tras recto choque y silencio
tender me hará en tierra inerte.

 Con el motor de mi aliento
-tracción del pecho latiente-
prosigo y sé que a mi encuentro,
pesado, ciego, tremendo,
exacto avanza en fiel tiempo,
el camión de la muerte.




APARTAMIENTO  DEL  HOMBRE

 Alegría, ¡oh!, de las cosas.
Plantas de sol embriagadas.
 Pájaros libres, y rosas
en eclosión extasiada.

 Sólo yo, vida en congoja,
existencia honda y cercada,
hombre sin paz, y no cosa,
sombra en la vívida riada.

 Sólo en la fiesta mi copa
no participa de nada.




¡QUE  SERÁ  DE  MIS  POEMAS. . !

 ¡Qué será de mis poemas
si a nadie llega su acento!

 ¡Qué será de mis poemas!

 Se irán con las hojas secas
que deja el otoño al viento.
 Hojas de ocres y oros
tan bellas y, en su abandono,
estera pobre del suelo.

 ¡Qué será de mis poemas!
si nadie su ritmo acoge,
atentos alma y oído
al respirar de su verso!

 Hermanos, mujer, amigos.
Lo ruego: atentos leedlos,
prestadles tiempo un momento.

 Aunque silencio sean luego,
hechos mantillo y estiércol;
como yo, ciego en la tierra,
hombre ya solo y vencido.

 Desvanecido, ¡ah!, su fuego
-transido y hondo lo siento-
mi corazón va con ellos,
y mi latir ya perdido.

 ¡Qué será de mis poemas!

 ¡Qué será de mis poemas
si a nadie llega su acento!





EL  TIEMPO  LARGO  ME  ATRAVIESA

 El tiempo largo me atraviesa:
como enorme, inmenso río.
 Y me arrastra, lleva,
sin permitirme retornar
un tanto atrás
en su fluir crecido.

       Tiempo:

 Caudal tremendo
donde aquello sucedido,
lo que aún sucederá,
navegan sin cesar
en peligroso, inquieto azar
hasta perderse hundidos.

 Llevas así lo mío,
lo de todo lo demás:
 Del vegetal, del animal
como yo en sangre vivaz
con su cordial latido:
de ti él, interior, vivo,
medidor compás.

 Tiempo fluido
que nos incitas a brotar
desde abisal oscuridad
en el aire sorprendidos:
 Y a en ti después flotar,
avanzar desprevenidos
hasta el postrer ritmar,
el último sonar
de nuestro latir rendido.




 Tiempo esencial, vital.
Transparente caudal, río
que indiferente avanzas, sin piedad,
despreocupado, brutal,
incontenido...

 Tiempo del astro,
del vegetal, del animal...

 Y también, quizá
cruelmente, íntimamente
mío, sólo mío.




UNIVERSO  Y  HOMBRE

 Universo.
Universo enorme.
Universo ciego.

 Movimiento.
Suceder diverso:

 En el tiempo-espacio,
el espacio-tiempo.

 Extenso, nuevo.
Viejo. También joven.
 De variado aspecto.

 Universo.
Universo enorme.

 Ante ti yo, un hombre:
 Plantado, erecto,
de asombros tenso.
-También suspenso-

 Universo.
Universo en juego.
 De distintos brotes.

 Mineral derroche
de los astros-fuego.

 Ante ti yo, un hombre,
tu eclosión contemplo.

 Universo enorme.
Universo ciego.





     PETICIÓN  AL  SOL

     Dedicado a Ekhnatón y Francisco de Asís

 Dame unos brazos, largos, muy largos;
como los tuyos, Sol enfogado,
que tacten gratos, transparentados,
la grave Tierra, los astros claros,
lo que está cerca, lo distanciado;
esto viviente que tú alimentas,
aquello inerte, por ti halagado.

 Dame unos brazos, transubstanciados,
como los tuyos, de luz tramados,
que en torno dejen vivaz fluencia,
bello y fulgente calor vibrado.

 Brazos sin sombra, de mí brotados,
que lleven fieles humana esencia
-también ofertas de amor flotado-
hacia las cosas, hacia las bestias,
a la presencia del hombre hermano.

 Brazos concordes, sensibles halos,
que me prolonguen, mi vida tiendan,
lejanos, leves, jamás pesados.
-Aunque imposibles, aunque no sean
más que latencia, sin consistencia,
insostenibles, de ansia formados-

 Brazos, ¡ah!, libres, mas entregados
a lo visible, a lo intimado;
de claridades, limpio sustento,
cálido aliento, elaborados.
 Como los tuyos, magno portento:
Sol, padre nuestro.
Sol, alto hermano.




A  LA  ESCUCHA  DEL  ATLÁNTICO

 ¡Ritmos del mar!.. ¡Ritmos del mar!

 Crecidos, enormes, lentos...
Latidos, respiro extenso,
de eternidad.

 ¡Ritmos del mar!.. ¡Ritmos del mar!

 Os oigo: os escucho y siento.
Os recibo: Llegáis intensos.

 Y me traéis quizá del Tiempo
sonar, largo sonar.

 ¡Ritmos del mar!.. ¡Ritmos del mar!

 Es leve aquí mi sustento.
Breve el momento
de mi alentar.
 Mas os recibo, dentro aún os siento:
Sones del Tiempo:
cruel movimiento
que al hombre lleva, hoja en el viento.

 ¡Ritmos del mar!.. ¡Ritmos del mar!

 Vuestro constante pasar contemplo.

 Hilo es mi aliento
entre los giros de este universo
vibrante, inmenso:
como ese vuestro fluir insuspenso.

 Soy hombre; y, tenso,
prosigo errante.

 Mas aún os oigo; os escucho y siento.

 ¡Ritmos del mar!.. ¡Ritmos del mar!

     SANGRO

   Sangro.
Por dentro sangro.
 Soy fuente, río,
calladamente.

 Qué me ha dañado
-decidme, amigos-
 Quién me ha llagado
tan hondamente.

 No sé qué ha sido.
Algo, alguien, me ha herido;
atravesado
de lado a lado,
enteramente.

 Y, hombre vencido,
sacrificado,
camino, avanzo,
cantando sigo.

 Mas sangro, sangro.

 Soy como pájaro
desfallecido,
ya desalado,
que, sin embargo,
aún desvivido,
sigue ascendido,
tenaz avanza.

 Sangro, sangro.
Pues soy herido.
 ¡Ah vivaz fluido
que se me escapa!
 Sangre del alma,
savia fluyente.


 Y no he sabido,
jamás, amigos,
qué me ha rendido,
quién me ha rasgado
-cruel, solapado,
torvo enemigo-
íntimamente.

 Sangro, sangro
Tiemblo transido.

 Y, atravesado,
aún conmovido,
cantando sigo.

  Hasta que inerte,
ya sin respiro,
caiga rendido,
exanimado,
sin sangre, amigos:
sumido río,
callada fuente.




EL  BOSQUE,  LA  MAÑANA. . .

 El bosque.
La mañana.
 La luz entre las ramas
de las hayas enredada.

 Renacida,
la vida limpio goce:
 Olvido de la noche.

 El agua retozada
en el arroyo huida.
 La tierra humedecida,
de nieblas liberada.

 El bosque,
la mañana.

 La canción crecida
de los pájaros: fiel voz
en ritmación flotada.

 El Sol ya en ascensión.
La vida, limpio goce:
Olvido de la noche.

 La luz entre las ramas
de las hayas enredada.




EN  LOS  VIOLETAS  HONDOS  DE  LA  NOCHE. . .

 En los violetas hondos de la noche
-el silencio y la luz profundizados-
mi aspirar en ascensión alienta.

 Y la sensibilidad mía crecida
se abre y extiende lejos.

 Percibo quizá en ella
las primarias fibras
que tejieron en un tiempo,
allá desconocido,
la realidad ya conmovida
de mi original esencia.

 Y el rumorear escucho indefinido
de músicas, palabras conducidas,
que me invade como una suave inundación,
una ingrave marea de la vida,
en mi sentir de hombre
ante el cosmos asombrado.

 ¿Qué poema, qué canción
ya me expresa y sonoriza?

 En los violetas hondos de la noche.
El silencio y la luz profundizados.




CUANDO  A  ESCUCHAR  EL  TIEMPO  ME  RETIRO. . .

 Cuando a escuchar el tiempo me retiro,
me llega un tenue acento
de instantes prolongados.
-Quizá en mi pecho él lento
latido tras latido-

 Cuando a escuchar el tiempo me retiro,
el vibrar tal vez recibo,
insomne y distanciado,
de un hondo sentimiento callado y conmovido;
o el hálito secreto de un ser jamás hallado.

 Cuando a escuchar el tiempo me retiro,
¿es cierto, no es cierto,
que oigo allá un lejano
sonar del alto espacio en su ámbito crecido?

 Cuando a escuchar el tiempo me retiro,
su ritmo, su silencio, su paso, están conmigo.




       A  UN  ÁRBOL  SOLO

 Alma no tienes tú, mas yo te siento
y me duele, árbol, verte solo y mudo
en la tierra clavado,
expuesto al duro
castigo permanente de los vientos.

 Alma no tienes tú, mas entristezco
contigo aquí, tal vez porque desnudo,
duro tronco también
yo, prieto en nudos,
el batir de un dolor soporto erecto.

 Sólo tus bellos frutos y en el aire
esas hojas que al Sol se abren tendidas,
te resarcen de tu existencia esclava.

 Yo también, como tú, preso en lo grave,
sólo gozo y respiro si, ofrecida,
se hace mi vida voz,
fluencia en palabra.




SI  DESHACERME  YO  DEBO. . .

 Si deshacerme yo debo
oculto en lóbrega tierra,
valiera más que en el cielo
cual leve gas me perdiera.

 Si, oscuro cieno en el suelo,
he de amasar polvo y piedras,
valiera más que algún viento
lejano allá me esparciera.

 Ser agua... luz... aire... fuego...
substancia fluida, quisiera.

 Mejor que un día, hondo y ciego,
estiércol negro en la tierra.




    VIENTO

 Viento.
Viento viajero.
 Que llegas, pasas,
vagas ligero.

 Como tú, viento,
yo aquí me siento:
 Siempre de paso,
desarraigado.
 Sobre las cosas,
sobre los seres,
hálito incierto.

 Que no me aprese,
que no me asiente,
nada yo quiero.

 ¿Ser persistente?
¿Ser consistente?

 No, no: Flotar,
pasar urgente:
Sin reposar:
Ala impaciente.

 ¿Por qué?, ¿por qué?

 ¡Oh puro arrojo!

 Yo no lo sé.
-Quizá tampoco
saberlo quiero-

 Emigrar... viajar...
Nunca esperar, quieto aspirar
cual vegetal, árbol sedente.


 No, no: Escapar. Siempre avanzar
como tú, viento: libre y errante
fluido moviente.

 Sobre lo grave, tras de lo ingrave,
lo allá distante.

   Viento, ¡ah!, viento.

 Como tu aliento,
inapresable, inconformable,
marchar yo quiero.

 ¡Pasar, pasar!, viento:
transparentado, jamás captado:
 Ala del aire, ser volandero;
sobre lo grave, tras de lo ingrave;
como tú, viento.




PARA  SORPRENDERME. . .

 Para sorprenderme,
pasmarme acaso,
en un temblor de asombros,
lanzado al térreo cosmos
hombre yo llegado.

 ¿Para qué si no? ¿Por qué?

 No más preguntarlo.

 Extraño, ilógico ello es.

 Aquí me encuentro solo,
aflorado al suelo:
 Reaccional precipitado,
misterioso resultado
de un trabajo ciego
en este juego inmenso
de múltiples aciertos,
encuentros encendidos
de incontables dados:

 Neutrones, protones, mesones, giradores,
iones, átomos diversos;
con sus combinaciones,
energías fluidas,
transubstanciadas,
perfectamente organizadas
en infinitamente variadas
formaciones vivas.

 Y aún aquí me encuentro:
animal erguido,
milagro entre milagros,
ser entre los seres:


 Para sorprenderme,
pasmarme acaso,
envarado, tenso,
en este juego inmenso,
caprichoso, aventurado
permanentemente inquieto,
del universo hallado.




COMUNIÓN  EN  LA  TARDE

 Con la tarde mi ánima fundida,
atmósfera también -oh aire lejano-
su esencial vida expande
y, desprendida,
siente a todo alentar con ella hermano:

 Verdes y ocres lineales del sembrado.
Tenue añil en las sierrras difundidas.
 Y un sanguíneo carmín
tras del morado
confín donde la luz lejana vira.

 Pasan pájaros, nubes que deslizan
sobre el térreo perfil
que allá se estira,
lentísimas y vagas, manso halago.

 Y todo afín se enlaza.
Todo aunado,
comunión extasiada y contenida,
debería seguir,
jamás quebrado.




       DOLOR

    Dolor:
cinturón,
contracción del ser.
 Y sólo una porción
así mínima en él.

 Apretada,
estrechada palpitación.
 Infiel respiración.

 Retirada,
reducida vida:
 Arrinconada.
 Anclada.

   Dolor.
Apresador tenaz.
 Compresión.
Lazo de res
cobrada.

   Por favor:
déjame
liberar al menos voz,
palabra.

 Y así en ella expresarte,
hablar de ti,
mi honda pasión.

   Dolor:
 Cinturón. Contracción del ser.
Humana situación
tantas veces, ¡ah!, llegada.



   Por favor:
Al menos déjame
mi palabra,
esencial voz:
 Mi transmisión,
mi liberación,
vibrada, cantada,
hablada.

   ¡Dolor! ¡Dolor!




    ROCA

 Roca.
Perenne roca.
 Sobre la tierra,
ya en primal era,
sentada piedra
madrugadora.

 Eras.
Ya entonces eras
tú cierta, roca.

 Y sigues plena,
perfecta, quieta,
fiel permanencia,
también ahora.

 Yo te hablo, roca.

 Y honda me aprieta
densa congoja
cuando tu forma
dura y exenta,
veo entre las cosas
grave y señera.

 Te miro, roca:
realidad ciega
ante mí enorme,
entre las bestias,
entre las rosas,
entre los hombres,
tan duradera.

 Y me exaspera
-voz disconforme-
verte así, roca:

Fiel consistencia
que el tiempo deja
o apenas toca.

 Pues me revela
-dura evidencia
para mí, hombre-
que un día de sombras,
como las rosas,
como las bestias,
ya eco sin nombre,
he de ser rota
vida deshecha
sobre la tierra
que te sustenta
firme y entera.

 Roca.
Perenne roca:
grave y señera.




HABÍAMOS  LLEGADO  A  UN  FIEL  SILENCIO

 Habíamos llegado a un fiel silencio.
Plano exacto donde ambos contactamos.

 Vibraba contenido nuestro aliento.
Todo ya se encontraba revelado.

 Crecido aleteaba el sentimiento.
Tras su ingrave ascensión nos elevamos.

 Logróse la fusión; y, tenso el tiempo,
fue en un bello momento culminado.

 Vibraba contenido nuestro aliento.

 Habíamos llegado a un fiel silencio.
Todo ya se encontraba revelado.




EL  VIENTO  DE  LA  TARDE  SUAVE  PASA. . .

 El viento de la tarde
suave pasa
como el dorso de un ave
acariciada.

 Las sombras llegan vagas
emisarias calladas de la noche.

 El aparcero acaba
su faena en los bancales.
Y guarda los aperos de labranza
en la caseta blanca enjabelgada.
 Flechando el cielo vuelan
dos veloces alcotanes.

 Grazna solitaria una corneja.

 Suenan los esquilones de las vacas
que tornan lentas a sus cuadras.

 El pastor al redil lleva,
con nocturna precaución, a las ovejas.

 Y el viento de la tarde suave pasa
como la vida serena del hombre que contempla
libre de temores y de ansias.




A  UN  VIEJO  OLIVO

   Joven árbol viejo.

 Olivo sarmentoso,
abierto y acodado,
de tronco añoso.

 Mi corazón nudoso,
asaz cicatrizado,
se aloja en tenso tronco
como el tuyo, hermano.

 Savias que lo embeben
aún el contiene.

 Igual que tus leñosos
vasos colmados.

 Pese a tus reveses,
torcidos trazos,
que a los dos expresan,
tras de claros cielos
aún nos elevamos.

 Graves y en la tierra
fundamentados,
alturas todavía
con vigor amamos.

 Como el árbol de la vida,
nudoso de experiencias,
erguidos, prietos ambos:
Olivo hermano.




SENTADO  ESTOY  A  LA  SOMBRA  DE  LA  NOCHE
  
  Sentado estoy a la sombra de la noche.
  
  Los árboles el viento suavemente mece.
Y yo, mudo e inmóvil,
hombre de tronco erecto
y anhelar creciente,
mecido a la par me siento
por un viento musical de ritmos
desde ignoradas lejanías viajero,
que susurrante y leve me transita.

 Resonante cuenca solitaria soy.

 Y así recibo
fluencias, vibraciones tensas,
sorpresivos, iniciales cantos,
que desear parecen viajar también,
transportarme lejos.

 Y de mi ser de hombre
en el espacio algo decir
que un rastro mío al menos deje,
flotante y palpitado.

 Mas silencioso y quieto permanezco
sentado sobre la hierba crujiente del verano,
bajo la bóveda encendida de la noche:
 Poblada de latencias,
aspiraciones ciegas.

 Como estas mías que me ascienden
distanciadamente proyectadas.

 Mientras los árboles el viento suavemente
mece.




AIRE  INCIERTO  Y  TRANSIDO  ES  HOY  MI  ALMA

 Aire incierto y transido es hoy mi alma.
Tibio aroma en la tarde difundido.
Un rocío de vida, un desprendido
rumorear de honda música flotada.

 Siento el ave, la flor, la luz radiada,
en el callado espacio embebecido.
(Tenue voz no sé qué profundo habla.
Nuevo aliento quizá lejano aspiro).

 ¿Qué soy yo en ser de hombre, qué sentido
tengo aquí, vida quieta y desplegada,
extendida en pendiente halo crecido?

 Honda entraña esencial, tenso latido
de un secreto pulsar, cuenca vibrada:
¿Soy en ti yo fiel ritmo y ardor vivo,
o un perdido sonar de aire y palabras?

 ¡Que hable el mundo! Que algún verbo encendido
algo diga querido a mi esperanza.
¿O sólo esta mi voz leve aflorada
puede ser en la tarde alto respiro?

 Soy abierta efusión, fluida substancia,
en esencias del cosmos transfundido.
(Quizás alguien en mi palpita y habla.
Tal vez, hombre yo, alcance en él sentido).

 Un rocío en la tarde es hoy mi alma.
Una lágrima, ¡oh! vaga, entre lo vivo.




MANANTIALES  DE  SENTIMIENTO. . .

 Manantiales
de sentimiento
llevo fluyentes:
crecidas fuentes
en mi hondo dentro.

 Caudales
limpios brotados,
y prolongados,
ya desbordados.
Inapreciados,
perdidos siempre.

 Manantiales,
claros caudales,
arroyos, ríos,
íntimos míos,
vital corriente.

 Distanciados,
lejos llevados.
 Y abandonados,
no recogidos,
por otro vivo,
tierno afluente.

 Caudales,
largos, henchidos,
casi ya mares,
en mí crecidos,
incontenidos,
sin blando cauce
que los sustente.




 Fiel manantío
interior mío,
aún embebido,
ensimismado,
sin nada, nadie,
fiel a su alcance,
que sea otro río
aproximado,
y conjuntado,
con él fundido
gozosamente.

 Manantiales,
caudales míos
de sentimiento,
incontenidos,
desperdiciados,
inaprehendidos,
perdidos siempre.




GOTA,  GOTA  ES  MI  PALABRA. . .

 Gota, gota es mi palabra.
De mi sangre viva,
palpitada y fluida,
enritmada nota.

 Gota, gota es mi palabra
sin cesar vertida,
una tras de otra,
por la entraña hendida
de mi vida rota.

 Gota, gota es mi palabra,
expresión dolida
que en mis tensas fibras
desprendida brota.

 Gota, gota mi palabra,
vibración crecida,
sonorizada vida,
una tras de otra.

 Gota, gota incontenida:
gota,
     gota,
          gota,
               gota.




¡ENTONCES!.. ¡ERA  ENTONCES!

 ¡Entonces!... ¡Era entonces!

 La vida me ascendía, suspendía...
Con fuerza ella me alzaba.

 Me llenaba, en mí crecía,
subía trascendida,
me llevaba, transportaba.
Y un plano ingrave, aéreo,
gozosamente hallaba.

 En él quieto sentía, me extendía,
liberaba...
Y el ser mío embebido
su aliento distanciaba:
Encendido en un calor,
quizá vapor de amor,
vivaz fuego sin llama.

 Músicas, ritmos, sin sonido,
vibrantes me llegaban.

 Palabras mías brotaban, afloraban:
cantaban, danzaban elegidas.
 Era la poesía que anhelaba,
ansioso, desvelado.
-Oh hálito encantado,
dichosamente hablado, transpirado...-

 El gozar de lo expresado
indecible me invadía,
embelesaba...

 Pasaban las palabras,
sentidas, conmovidas,
susurradas.

Doncellas en bellísima teoría
giraban, planeaban...
Y un ballet en vuelo
de voces desplegaban.

  ¡Entonces!...-¡Era entonces!-
felizmente me hallaba.

 Transfundido, efusionado,
generoso, me entregaba.

 Y perdido, desprendido, derramado
en lo inerte, lo viviente,
lo allá desconocido,
a todo amaba, amaba, amaba, amaba.




    RUEGO  AL  TIEMPO

 Detente un poco, Tiempo:
Te lo ruego.

 Disminuye, por favor, tu ritmo.
Que sea lento,
más lento.

 Que me permita todavía
contemplar atardeceres
lejana y bellamente descendidos.
 Y en ellos dejar crecer mi alma
extendida y silenciosa
como un flotante halo palpitado
con tu ritmo, Tiempo.

 Que pueda en él aún oír
la desprendida música del mundo
que hermanos elegidos transfundieron
para nosotros beber en ella entusiasmados.

 Detente un poco, Tiempo:
Te lo pido.

 Que tu ritmo lento,
más lento, se haga.

 Y me permita decirle adiós
tirante y prolongado,
al Día-Sol;
y su vibrante luz coloreada
para las cosas, la infinidad de vegetales
y queridos animales,
aún más embellecer,
distinguidamente clareados.



 Haz tu ritmo lento, más lento:
Tiempo que, sutil e inadvertido,
nos traspasas
como una fina hoja imperceptible,
aunque acerada,
para que pueda recorrer y acariciar
otra vez, otra vez...
-acaso una solamente-
lo que amo y admiro en este ámbito
donde tu fluir discurre:
Ingrave río
que en alguna ocasión escuchar creo
como una sensitiva música insonora.

 Te lo ruego, Tiempo.

 Haz lento, más lento aún, tu ritmo;
cuando sobre mí, a través de mí,
avanzas con mi sangre:
encorazonado, latiente, humano,
conmovido todavía.




EL  DÍA  SE  HA  CUMPLIDO

 El día se ha cumplido.

 La tarde abre su largo
regazo al recibirlo,
suave, allá lejano
con el sol perdido.

 ¡Ah, cómo decirlo!

 El día se ha cumplido
también para el ser mío
en su tarde entrado.

 El ser mío entregado,
igual que el sol vencido
llegado hasta el destino
para él marcado.

 El día se ha cumplido.

 Creció ya, fue meridiano,
fanal solar fluido
de luz atravesado.

 Y mi ser de hombre dejado,
también atardecido,
llegar no ha conseguido
en cambio al culminado
meridiano ansiado.

 Mi ser abandonado
en su trayecto vivo.
De nostalgia henchido
tras de algo distanciado,
para él inconocido,
jamás hallado.

 El día se ha cumplido.
La tarde ha entrado.


                LA LUZ

 ¿Has visto? ¿La luz has visto,
hermano?
 ¿O tal vez no, aún cegado?

 ¿Has recibido, en realidad sentido,
su vibración crecida, transparentada,
que te envuelve, rodea extendida,
callada, viva, quizá extasiada?

 Es ella vida -tú bien lo sabes-
fecundadora, leve y activa,
toda efusiva, gentil dadora.

 El Sol la envía en incidentes,
crecidos brazos, de fluencias claras
irradiadores. Y viene, avanza;
instantáneamente, vivaz nos llega.

 Las plantas beben de su abundancia
distribuida. Sus flores mima.
Y de su mano distante y pura,
comen sus hojas maná flotado,
substancia fluida.

 Y así ella luego, los animales,
los seres todos, también sustenta
con su alto y limpio, cálido seno.

 Pero cómo, ¿eso?, ¿sólo da eso?

 No, trae amores también: colores
con vibraciones enmusicadas,
cual variadas, extensas flores:
 Selectos ramos que al mundo entero,
grácil amiga, con gusto entrega;
Y desprendida, ya derramada

presencia grata, sobre las cosas,
los seres, plantas, amante intacta,
su esencia posa de inagotada,
constante vida.

 Regala, expresa, manda fulgores
multiplicados: sus emisarios,
sus enviados embajadores
-la Reina es ella del orbe claro-
que lejos marchan, distantes viajan
apresurados, con sus tesoros, valiosos,
bellos, en el espacio desparramados.

 ¿Has visto?
¿La luz has visto, hermano?

 ¿Te has percatado de sus magníficas,
flotantes joyas, centelleantes de pedrería,
que ardidas lleva su pecho amante
y efusionado, de estrella viva?

 ¡Cuánta riqueza en sus diademas
y pectorales!

 Dama es hermosa, esplendorosa,
limpia y dichosa, toda entregada,
radiante diva.

 Su trono, el cosmos.
Y sus vasallos, sus siervos todos,
formas de vida que en ella alientan,
gozo respiran:
 El animal, la planta, el león, el gamo,
la flor, la espiga; y sus dilectas
gráciles aves que, flechas vivas,
entusiasmadas, su espacio cruzan,
mientras, gargantas de finas claves,
cantan y ensalzan su gloria ingrave,
de faz divina.


 Nosotros, aquí pasmados,
día tras día, la recibimos,
hombres felices y agradecidos.
 Y su visita resplandeciente,
asidua y pura, nos ennoblece,
honra y depura, limpia y exacta,
perfecta ella, sin mancha alguna
de opaco barro en su espaciada
tez de blancura.

 ¿La has visto, hermano?
¿La luz has visto?
¿O tal vez no, aún cegado?

 Admírala, contémplala, siempre asombrado.
 Y hacia ella avanza, lleva conmigo,
cantos, ritmos de danzas entusiasmados,
en fiel acorde con su callado
y dilatado, coloreado, concierto vivo
al cosmos dado.

 Mira, hombre, hermano:

 ¿La luz has visto?
¿En realidad la has visto?
 ¿No la has amado?




II  POEMA  DEL  MAR

 El mar estaba quieto
-marea remansada-

 El viento era el aliento
cordial de la mañana.

 Guardaba un gran silencio
la playa inhabitada.

 La niebla, cendal nuevo,
allá difuminada.

 Mirabas a lo lejos.
Tu rostro yo miraba.

 De pronto hacia mi encuentro
tornó tu azul mirada.

 El mar estaba quieto.
Un ansia nos colmaba.

 Llegados a tu cuello
mis brazos te cercaban.

 Llegados a tus senos
mis dedos gozo hallaban.

 Tu cuerpo, en fiel descenso,
de arena hizo su almohada.

 Bebí en tus labios ciego.
Sediento me embriagaba.

 El Sol, radiado fuego,
flotaba en la mañana.

HOME
1