Joaquín Chamorro Aguilar
HOMBRE Y TIERRA
ELABORADA JOYA VIVA...
Elaborada joya viva
-resonada, musical, fluida-
trabajada fue mi alma
con expresar, sentir, de hombre
conseguida.
Precipitada ella:
lograda
prodigiosamente,
con sutil sabiduría,
en interioridades misteriosas,
profundidades de la vida:
secretísimas cuevas ignoradas.
Desde genesiales eras:
Como una singular estalagmita,
sigilosamente, lentísimamente,
originada.
Mi alma:
Gema de la vida:
Elegida, decantada substanciación;
sensitiva, vibrante, abierta;
delicada.
Floración, hálito,
conmovida fluencia:
anhelante, vivaz latido
con expresión, voz,
tremulación resplandecida:
En la enorme noche ciega
de la cósmica extensión
estrella palpitada.
Mi alma:
En activísimo, largo tiempo
-planetaria sucesión
de geológicas medidas-
especialísimamente preparada.
¿Por qué pronto romperla,
brutalmente deshacerla,
con indiferencia,
desprecio cruel?
Desconsiderada, torpe fuerza.
Vandálica energía.
Mi alma:
Sensibilidad, esencia:
singularísimo brote amenazado.
Suspendido, tenso halo.
Transubstanciación final
en miriadas de siglos conseguida
-ah prolongada, tenaz tarea-
con reacciones, precipitaciones,
de lo primariamente vivo,
en sus intimidades obtenidas.
¡Escogida, latiente joya humana!
Pisoteada, destruida,
seguramente un día.
¡Oh injusticia universal!
Indiferente, horrible dictar
de un Alguien-Nadie: un ser-no ser,
inexistente, ingrave,
jamás él descubierto,
no hallado todavía.
CIVILIZACIONES DESAPARECIDAS
¡Tristeza!
Civilizaciones desaparecidas.
Culturas extinguidas, secas:
sin aquella vuestra preciosa sangre viva.
Perdidas, derrumbadas...
Tal vez todavía hundidas
bajo arenas, piedras...
Nunca reveladas.
¡Tristeza!: Ruinas.
Esbeltos arcos,
a medias suspendidos,
que se alzaron gráciles:
Muñones sólo ahora
de miembros destrozados.
Columnas aún erguidas:
divididas, rotas;
con aliento de ascensión
en su anfractuosa herida.
Mástiles, árboles de piedra,
con su copa-capitel
que el tiempo, la barbarie,
la guerra, destruyeron.
Frisos borrados, cuarteados.
Rostros, torsos, hendidos, corroídos...
Con el ánima, la fuerza que mostraban,
ignorada, transida,
disuelta ya en el aire.
¡Ah expresión original la suya!
Irrepetible, única;
jamás ya recogida,
con autenticidad plastificada.
Aquello que fue palpitación, anhelo,
singular vida-espíritu;
estructurada, activa sociedad
de un vivaz cosmos humano:
Distinto, bello, entusiasmado...
Con sentido ahora inaprehensible, ¡ah!;
para nosotros sutil, aéreo, intransferido:
Diluida, volatilizada esencia,
de aroma disipado.
Culturas ya perdidas, derruidas,
para siempre aniquiladas,
que fueron latiente ánima-vida,
expansionada, organizada;
creadora de su Arte, sus dioses, templos,
cultivos vegetales,
en su ámbito viviente
-aguas, bosques, tierras...-
con plástica energía proyectados.
¡Tristeza! Civilizaciones desaparecidas,
secas.
¡Tristeza!: Ruinas.
TIERRA
Tierra.
Humilde tierra
de silicatos hecha.
Triturada.
Ya deshecha.
Reposada, espesa;
quieta.
Te amo.
Te respeto.
A ti me acerco.
Te doy saludo hermano.
Claros ocres, pardos,
rojíceos sienas,
te colorean.
Pigmentos franciscanos
de áspera estameña.
Vestidos apropiados
para ti, mineral llano,
sencilla, simple tierra,
cordial y siempre abierta:
Generosa, blanda, buena,
cual tierno pecho humano.
-Albergue de la siembra,
sostén del cereal,
hasta la madurez final
en el vivaz verano-
Tierra.
Humilde tierra,
de arena, arcilla, greda,
humus fertilzado.
Soy hombre; y te amo.
Sobre ti me hallo sentado
como si alfombra fueras.
Por tus lomos ásperos
paso fiel mi mano.
Proletaria, pobre tierra,
de variados silicatos,
calcitas, feldespatos,
granitos cuarteados.
Te amo.
Te respeto.
A ti me acerco.
Te doy saludo hermano.
AGUA
Tu fluidez graciosa,
transparente y limpia,
me encanta, humilde agua.
Tú así:
multiforme siempre;
aunque sencilla:
Transvasada de ser en ser,
de manantial en manantial,
de arroyo en río;
de río en mar...
Mediadora activa
de todas las vitales transacciones,
los enfogados cambios,
que en tu substancia móvil
secretísimamente se realizan:
Reacciones misteriosas
de energías, iones,
átomos diversos;
en ti, universal suero,
sin cesar precipitadas.
Agua , latiente, rica, viva ya,
de los iniciales protozoos,
las primarias larvas,
las metamorfosis maravillosas,
las multiplicadas transformaciones
y los sutilísimos programas,
minúsculos, sorprendentemente activos,
de los cromosomas y los genes.
Agua, donde este calor mío,
la palpitada sangre mía
y de las animales formaciones
gratamente se genera;
donde las instintividades todas
se tensan y enardecen.
Noble agua:
Activísima siempre tú.
Y sin embargo, en tu esencia, incontaminada,
cual la luz, el aire claro
de la ingrave altura.
Como la tierra,
tu compañera fiel,
te amo, agua, también yo;
esencial hombre,
en tu deleznable fluidez movible construido.
Pues singular envase tuyo
realmente soy:
Formación fugaz,
casi espuma sutil de tus hervores,
facilísimamente, ¡ah!, desvanecida.
Pero capaz de amarte.
Sentirte íntima circulación en mí;
como en este cosmos vivo
que tú impregnas
y prodigiosamente vivificas;
agua:
eficacísima, imprescindible,
servidora de la Vida,
tan sorprendentemente
sobre esta elegida esfera-Tierra originada.
Sin ti la sed
que las entrañas quema;
la sequedad desértica,
los huesos calcinados.
Agua:
Gentil hermana de la tierra humilde
que íntima visitas
y, en blanda comunión con ella,
creadoramente generosa,
también la amas.
Preciosísima agua:
Sonorizada, móvil;
o quieta,
serenadamente silenciosa.
UNA PALABRA QUE YO AMABA
Una palabra que yo amaba
ha sido herida.
Una palabra
delicada;
que fue sagrada,
con unción hablada,
de humanidad henchida.
Una palabra,
tan distinguida.
Ahora degradada,
raída,
reducida a nada.
¡Cómo la sentía!
Alma.
Alma es todavía.
Y la entraña viva
total, nuestra, expresaba.
Me complacía.
Yo la prefería.
¡Cuánto ella decía!
Del ser hablaba.
Una palabra
que yo amaba.
La esencia humana
ella contenía;
transmitía, transvasaba.
Feliz cáliz-palabra.
Crátera elegida.
¡Quién hoy te quebranta!
¡Torpe te asesina!
Brutal era inhumana,
de ti enemiga.
Una palabra
ha sido herida.
Delicada.
Yo la amaba.
Alma era ella viva.
Y el alma que decía,
ahora maltratada,
degradada,
raída;
reducida a nada.
¡Una palabra
que yo amaba!
¡UN SONAR!.. ¡OIGO UN SONAR!
Silencio:
Quieto, pleno,
sereno, extenso:
Total silencio.
¡Un sonar!... ¡Oigo un sonar!
Parece allá iniciarse lejano
un coro.
Me llega ya quizá
su voz rumoreada.
Pero no: Se pierde, cesa su avanzar
crecido.
Se hunde incierto ya.
Tal vez sólo percibo
el secreto, visceral vibrar,
ignorado, fondeado, ciego, en lo abisal
de lo profundo humano.
Ah, voz esencial,
que me atraviesa, me traspasa el ser,
que anhela cantar, hablar,
de algo que en él es fundamental:
hondo manantial
aún no aflorado.
¡Un sonar!
Oigo un sonar.
Retorna distanciado.
Se extiende, crece, ya plural,
acompasado, ¡ah!
La Humanidad quizá.
Oigo sus voces, cantos,
lamentos desgarrados,
lloros...
Su agitación de mar,
de océano caldeado, arrebatado...
¡Un sonar!... ¡Oigo un sonar!
SOSTENEDME, PUES YA CAIGO...
Sostenedme, pues ya caigo
con mi asombro al suelo.
Pasmado me hallo, tenso.
¡Imposible!: Yo no acierto
a entender cuál el sentido
de este juego inmenso
en lo vivo desplegado:
Infinito en lo diverso:
derroche ilimitado,
dispendio incontenido
en formas y latidos,
de un plástico secreto
que actúa desconocido
y expone aquí la vida
con tan vario aspecto.
Ved: mirad, os ruego
nuevamente, amigos.
Contemplad conmigo:
Insectos,
tantos, tan perfectos,
desde el suelo al cielo.
Aves para el vuelo
diseñadas, bellas;
reptiles arrastrados,
mamíferos violentos,
agresivos, fieros;
y aquellos victimales
de talante tierno.
Anfibios, peces buidos,
gráciles, movibles, abroquelados,
en el agua innumerables;
moluscos en palacios
calcáreos alojados,
grandes, minúsculos, crustáceos
con perfectas armaduras
que no igualó el Medievo;
protozoos, infusorios ciegos,
flotantes como el plancton
en el mar, enorme suero.
Sostenedme, amigos.
El pasmo me vulnera.
Suspenso permanezco.
A entender no alcanzo
este magno juego:
Capricho imponderable
de un extraño artista,
nunca descubierto:
incierto, inexistente...
Modelador perenne.
Escultor perfecto.
Genio de la vida,
sin latir ni aliento.
Sostenedme, pues ya caigo
con mi asombro al suelo.
¡LA PALABRA!
¡La palabra!
Sólo la palabra
me libera, exalta,
transforma en nueva,
vivaz substancia.
Sólo la palabra
mi ser levanta.
Lo crece en fuerza,
lo desparrama,
lo extiende y lleva
tras toda ciega
presencia opaca.
¡La palabra!
Sólo la palabra
mi esencia eleva.
Sin ella, nada:
tierra yo apenas,
planta cercada,
árbol sin ramas,
barca varada
sin grácil vela.
La palabra.
¡Sólo la palabra!
EL DÍA SE PIERDE, INDECISO YA, EN LA NOCHE
El día se pierde, indeciso ya, en la noche.
La tarde se despide lánguida
y se aleja tras del Sol
como amante que se tiende
y suplica desdichada.
Pero el día retorna
en el amanecer iluminado.
Y la tarde vuelve a ser,
próxima a otro nuevo
poniente descendido.
Mas el hombre se va
en un momento ciego
de la diurna radiación.
O en otro agudo instante,
como cuchillo criminal
que oculta el cinturón
negro de la noche.
Y ya no verá él jamás un cielo-día.
No se endulzará su alma en la suave
luz envaguecida de la tarde.
Ni soñará tampoco nunca, sumergido
en el vientre hondo y estéril de otra sombra,
oscura como siniestra cueva de ladrones:
Larga e inacabable
como una oquedad del infinito.
¿QUIÉN?, ¿QUIÉN ES?
¿Quién?, ¿quién es?
Secreto él,
ciego,
interior, inmerso.
Abierto además, disperso:
en la vida, el cosmos mineral,
el espacio inmenso.
¿Quién?, ¿quién es?
Escultor, plasmador diverso:
sin cuerpo, miembros,
disuelto, impalpitado,
insubstanciado, incierto...
Que actúa sin embargo,
juega encaprichado
a deshacer, hacer:
modelador variado,
aniquilador siniestro.
¿Quién?, ¿quién es?
Sin voz, latido,
color, calor, aliento.
Tan buscado
y jamás hallado,
verificado, cierto.
De organismos, astros,
maestro constructor,
generador perfecto.
Motor activo
de sangres, savias, hervores dirigidos.
Oxigenador, enfogador...
Expresionador de formas,
hálitos, seres variados,
ríos, lagos, mares...
montañas, valles,
rondas siderales,
minerales intimados,
microcosmos circulares...
-Mesones, protones,
neutrones...
concentrados, enritmados giradores,
de energías enormes,
poder tremendo-
¿Quién?, ¿quién es?
Impalpable, silenciado,
movible, quieto:
escondido, interminable,
activo, tenso esfuerzo.
¿Quién?, ¿quién es?
Oh, nada substancial, real:
Un Alguien-Nadie,
que no existe, tampoco fue.
¡Asombroso! ¡Inexplicable!
Caeré en el suelo.
Respondedme, os ruego:
Infinidad, plantel inmenso,
derroche imponderable
de plásticas creaciones,
vivientes, minerales,
en el que, hombre yo,
tiemblo atónito, suspenso,
interrogante ser:
Mientras me muevo, sigo
ignorante siempre aquí;
e ignorado también,
desconocido;
inquieto, exasperado,
incierto...
¿Quién?, ¿quién es?
MI RIQUEZA
Mi riqueza.
La que va en la vida.
Ésa, ésa;
es la que yo tengo.
Es la que yo llevo.
La interior nacida:
Veta que no cesa.
Ésa.
La otra no la quiero:
La que va al banquero.
Que se cuenta y pesa.
No me colmaría.
No me serviría
como esta plena mía
que vivaz se expresa.
La mía:
La que va ofrecida
cuando está en mi amada,
total volcada,
transvasada, presa.
-Aunque no mermada,
sino extendida.
O quizá extasiada,
florecida, dada-
Ésa.
Ésa que es la mía.
La interior brotada:
Efusión crecida
que la vida expresa.
Ésa.
Ésa es mi riqueza.
NO PUDO SER, NO FUE...
Atardecer.
Tristeza del atardecer.
Te siento, ¡ah!
Lejano, espacial,
sin guía;
como tú mi aliento.
Y así mi vida:
Dulce-triste ansia.
Pertinaz querer.
Atardecer.
Tristeza del ser.
Lamento.
Quizá ya canto:
flotado, largo;
como el horizonte recto
que allí avanza infiel.
Atardecer.
Tristeza del atardecer.
¡Espacio, espacio...!
Tirantez doliente
de mis fibras tensas:
Prendidas plantas
de interior crecer.
Atardecer.
Nostalgia:
De mi destino eje.
De mi sentir hogar.
Ansia.
Punzador esqueje
de aquello aún tierno,
que pudo ser
realidad,
felicidad latiente.
Y no fue.
¡No fue!
Atardecer.
Tristeza del atardecer.
Me dueles, dañas,
con la daga fluida
de tu luz transida
en mi tórax tenso.
Atardecer.
Tu mensaje vivo,
tu anhelar suspenso.
Por un esquivo,
fugaz momento,
no pudo ser, no fue,
aquello incierto
que deshizo el tiempo.
Atardecer.
Prolongado, lento,
largo, te siento:
Como espaciado,
crecido aliento:
Agonal querer.
Atardecer.
CUANDO NO ESTÁS, CUANDO NO LLEGAS...
Cuando no estás,
cuando no llegas;
y te abres alta en mí,
palabra en canto audaz,
vibrante hálito, efusividad,
en proyección tras la belleza,
inalcanzada estrella,
¡qué pobreza la mía,
qué miseria
de arenosa, escoriada, yerma tierra,
vegetal elemental rastreado,
me siento yo:
abandonado, aquí dejado,
a tal indigencia resignado!
Cuando no estás,
cuando no llegas:
arrebato, elevación, fluencia;
palabra, sonorizada esencia,
ritmada, musical, voz-flor,
¡oh esterilidad que ahoga y aterra!
Cuando no estás,
cuando no llegas
hasta mí,
del espiritual festín
hombre arrojado,
palabra-corazón, manantial,
eclosión transubstanciada
de mi vida interior plena;
coloreada, transportada,
henchida,
¡qué pobreza la mía, qué miseria
humana yo,
en la paz de la inercia horizontal tendido,
mendigo de ti desalentado,
sobre la tierra ya casi mineral,
grávido callado!
Cuando no estás,
cuando no llegas.
HABLO
Hablo.
Por el hombre, por el cosmos, hablo.
Lo digo sin jactancia.
Hablo por el hermano.
Mi voz quiere ser suya,
vibrada en la esperanza
de que alguien la recoja
llegada hasta la hondura
donde un oído entrañado
escuche la congoja
del ser nuestro aquí hallado.
Hablo por el humano
perdido en selva oscura,
que gira exasperado
sin encontrar un claro
camino desbrozado
donde hallar ya holgura.
Hablo.
Por el hombre total hablo.
Y canto, ciego canto
para espantar el miedo
que siento, ¡ah!, no lo niego;
igual que el tuyo, hermano.
Hablo.
Y callo también, callo
en fiel silencio tenso,
como un árbol vibrado
al viento de lo incierto
ya casi él desgajado.
Hablo.
Por el hombre total hablo.
Y clamo, a veces clamo:
Mi voz suena en desiertos,
inhumanos yermos...
Mas hablo,
y también tiemblo.
Insomne, ciego, avanzo.
Expreso, nombro, canto,
Desgarro el gran silencio.
Por el hombre,
por el cosmos, hablo.
MAR
A la playa llego.
Desnudo estoy,
esencial hombre,
ante el mar movible.
Descuidado, libre
de milenarias precipitaciones,
superpuestas conchas
de civilizaciones traspasadas
que sobre mí cursaron:
Depurado, limpio,
palpitado tronco
sobre la tierra erguido,
junto al mar hallado.
Y otro ser,
aunque distinto,
formado en hombre,
cercano a él
soy yo quizá.
La presencia enorme
de su magnitud fluida,
y honda siempre,
jamás banal,
me cambia.
Sí, amo el mar, la mar,
con amor primario
y profundizado en mí
desde geológicas edades,
originales días,
a su contacto ahora
vivo todavía.
Me atrae misteriosamente
su salino suero,
generatriz, matríceo,
en alejados tiempos de la primaria vida.
Su yodado, vaporizado olor
me envuelve, impregna,
y extenderme hace,
transfundido,
liberado el ser.
¡Ah! Mi sangre
sin duda estuvo latiente ya
en su crecida, inmensa
corporeidad fluida.
Junto a él, tal vez
aún más cuerpo palpitado soy.
Y vida en alegría,
simplemente gozadora.
Atrás, ¡oh!, atrás:
Lejos de mí ahora
parásitos roedores:
succionadoras preocupaciones,
como pinzadores crustáceos
en la intimidad clavados.
Un ser total
parece que me acoge
directamente aquí,
cerca de ti, mar;
uno de sus rostros,
múltiples quizá,
que al espacio y a la luz asoman.
Sobre la arena, inmóvil,
como un árbol estático,
en silencio escucho.
Oigo tu rumor
rítmico y grandioso.
Tu respiración me llega;
jadeante, inmensa.
Y junto a ti,
partícula latiente,
me hallo yo también
en el viviente océano universal
gozosamente sumergido.
Por algún momento
en tus orillas espumadas
-movibles, blancos, labios ondulosos-
me siento erecta vida,
cálida carne-tierra ocre conmovida.
Y participo así
del presentido aliento,
la respiración universal
que existir debiera.
Avanzo: Entro en el mar.
Me sumerjo en su fluidez salina.
Y el tiempo se me acorta en él:
Gozosamente,
su punteado movimiento vivo
parece suspenderse,
establilizado,
gratamente contenido.
Abandonadme, amigos.
Dejadme ahora seguir
solo yo, aquí, hombre,
de sus aguas rodeado.
Adiós, tierra,
que sin mar serías
como estéril hembra
seca y desventrada.
En el mar me muevo,
profundamente inmerso ya:
desnudo, incontaminado,
esencial hombre todavía.
Podría fundirme,
deshacerme acaso
definitivamente en él.
Sin percatarme apenas:
Pues la frontera
que de la nada me separa
es leve.
Pero a la tierra vuelvo.
Y torno en ella a ser
cosmos aparte,
hombre,
de la universal vitalidad
doliente contenido.
Dejadme, preocupaciones todas,
abandonadme algún tiempo más
junto a la mar ritmada,
moviblemente viva,
y la radiación cálida del sol
que también me baña
en el espacio claro.
La luz... el mar... el sol... la vida.
Y hombre aislado nuevamente yo
como erecto árbol solitario,
de tronco palpitado.
CÓMO PUDE, ¡OH!, CAER...
Cómo pude, ¡oh!, caer,
olvidar pude
aquella elevación, crecida vida
que nave alada fue,
flotada nube
por un dardo de sol dulce transida.
Cómo pude volver,
retornar pude
a esta infiel realidad,
a esta vencida
construcción ya ruinal
que es la rendida
suspensión ideal
que antes mantuve.
Desprendido está ya
el tenso momento,
culminante en fugaz
e ingrave altura,
que aspirar me dejó aquel bien ansiado.
Desprendido está ya;
mas aún yo intento,
antes de hondo perderme
en tierra impura,
ser de nuevo, alto allá,
tiempo extasiado.
OCRE-HOMBRE-OCRE-TIERRA
Un cuadro en ocres
pintar quisiera.
Un cuadro en ocres
como tú, tierra.
Ocre de estepas,
ocre de glebas.
Y un azul toque
lejano en sierras.
Un cuadro en ocres.
Y dentro el hombre:
Ocre con vetas
de rojos sienas.
Que no se borre,
ciego en lo informe,
el ser del hombre.
Y sean sus ocres
los tuyos, tierra.
Pues, ya él entonces
brochazo en torpe
pintura ciega,
serás sin hombre
mineral pobre:
triste, ocre tierra.
¡SE HA MATADO A UN HOMBRE!
¡Se ha matado a un hombre!
Se ha roto un organismo
precioso: igual, el mismo
que el de otro cualquier hombre
de carne ocre formado.
Y ha matado al Hombre
quien mató a su hermano.
¡El hombre!
Delicado, complicado:
En la vida total originado,
desde la ameba informe
hasta su ser logrado.
Quien haya desgarrado,
vejado, torturado,
hundido, destrozado,
a un hombre, ha dejado
también él de ser hombre
como tal hombre llamado.
¡El hombre!
Organismo de organismos,
de torso alzado.
Perfecto él, conseguido
por lo vivo selectivamente trabajado:
Misterio: Algo sagrado.
Se ha matado a un hombre.
Y se ha penalizado,
castigado él mismo,
quien rompe el organismo
-madurado, plantel, niño-
de cualquier humano.
ENTRE LA TIERRA Y EL CIELO...
Entre la tierra y el cielo,
vertical ser, tensamente
vencer intento, ¡ah desvelo!,
el peso fiel de lo inerte.
Entre la tierra y el cielo,
tenaz y erecto, insistente
dejar pretendo aquí el suelo
y allá olvidar mi honda suerte.
Entre la tierra y el cielo,
inmóvil, no en falaz vuelo,
retorno a hollar el real suelo;
y a ser y estar con la muerte.
¡PRISA!
¡Prisa, prisa!
Muy justo queda el tiempo
para amar y cantar, y alzar la vida
a la cima que allá, en fiel gracia y calma,
a un segundo permita ser eterno.
¡Prisa, prisa!
Retazos de momentos
hay que unir y tejer mientras avanza
la fatal realidad; y en finas mallas
ocultarla, sobre ella el ser suspenso.
Ignorarla y también, ¡ah!, mientras tanto
engañarnos así arrostrando el riesgo
de habitar sobre un tajo de infinito.
¡Prisa, prisa!
Muy pronto acaba el juego.
El festín se acelere.
Ascienda el canto.
Que en el muro el final está ya escrito.
SONIDOS EN LA NOCHE
Sonidos en la noche.
Latidos.
Imperceptibles ruidos
que mi soledad recoge.
Repiqueteos leves
de la campana enorme:
Transparentada bóveda
espacial vibrada.
Sonidos en la noche.
La inmensidad callada.
Los astros-luces
se estremecen mudos.
De pronto un grito,
en animal garganta,
resonador se oye.
Tal vez el búho.
Quizá un mochuelo.
Allá un perdido
cri-cri lejano.
-En vela el grillo:
cantador guardián-
El alcázar del silencio
se mantiene aún alto.
Las constelaciones,
almenas distanciadas,
su elevada torre
circundan fieles.
Sonidos en la noche.
Latidos, ruidos...
Lenguaje misterioso
del secreto incólume.
Vibraciones ciegas
en la estancia tensa
del ignorado aliento,
la deseada voz.
Sonidos en la noche:
El palpitar del Tiempo.
El abisal rumor.
SUELO
Suelo.
Torso de esta tierra.
Sobre ti yo cuerpo erecto
de humano hálito breve,
en el espacio atento.
Solo.
Solo e incierto,
en ti frágil y leve,
todavía permanezco.
Suelo.
Embozo de esta tierra,
de diverso aspecto.
Pero firme superficie:
de mi ser sustento.
¿Qué soy en ti yo?, ¿dime?
¿Qué expreso en ti yo, cuerpo
surgido entre tu lodo,
de misterios hecho?
Lomo,
torso de esta tierra,
de piel áspera y seca:
siempre al cielo expuesto.
Mi ser sobre ti sólo
parásito molesto.
Habla, dime, tierra:
Quiebra, rompe, tu silencio:
¿Para qué este mi hospedaje
fugaz sobre tus predios?
Nada sabes, tierra.
Igual que el claro cielo.
Sólo sí hallo cierto:
sentencia verdadera:
Suelo.
Piel de nuestra esfera.
Varado, ya deshecho,
estaré sobre ti quieto.
EL ALIENTO CONTENGO...
El aliento contengo.
Un querer tenso
me sostiene, latido entre las cosas.
¡Ah!, quisiera existencia ser airosa,
manteniéndome allá lejos suspenso.
El aliento contengo.
Poderosa
la presión de honda vida me alza denso.
Quiero aún más allí ser,
crecer intenso.
-Vivo en hombre;
y mi ansiar nunca reposa-
Pero todo, ¿hacia qué?,
¿por qué constante
he de así progresar en viaje vano,
como el aire que inmenso espacio gasta?
¡Ah!, no más preguntar.
Ciego, adelante,
aunque nadie me aguarde allá lejano.
¡Avanzar!
¡No volver!
Ello me basta.
¿A QUÉ DIRIGIRME?, ¿A QUIÉN?
¿A qué dirigirme?
¿A quién?
¿Al animal,
al árbol, al hermano;
a la mujer tal vez?
¿A qué? ¿A quién?
Colmado, rebosado,
me hallo ya
de humanidad:
Calor, emanación vivaz,
de mi entrañar fluidez.
Y he de cantar, hablar,
expresar, decirme.
¿A qué dirigirme?
¿A quién?
Derramar, ¡ah!,
extender el ser.
Feliz comunicar
mi cáliz esencial,
-vaso transportado,
vital, efusionado
al máximo nivel-
con la tierra, el animal,
el árbol, el hermano,
la mujer...
Sin seguridad,
certeza firme,
de poder llegarles fiel.
¿A qué dirigirme?
¿A quién?
VENDAVAL, VIENTO DE PALABRAS...
Vendaval, viento de palabras.
¿De dónde sales?, ¡ah!
Me llegas: Te recibo
-oh elegido instante-
musical, veloz, ingrave,
alado, raudo aire,
que me trae vocablos,
nombres,
vivientes realidades...
Te siento:
Hablas, cantas...
Pasas, me traspasas
en fugacidades móviles,
flotables:
Como danzar vivaz de flores,
hojas,
seres, aves;
estrellas, nubes, naves,
cosas...
Viento musical.
Concierto aéreo, viajero,
apasionado, amable,
mudable, transmutable,
de pluricorde resonar:
Vocablos, nombres, voces,
hermosas realidades...
Pólenes, aromas,
montañas, torres, valles,
ciudades, catedrales,
bosques, soles, mares,
rocas... plantas... rosas...
Melodiales hebras fluidas,
entregadas, transportadas...
Sonoridades estivales,
ritmadas, rumoreadas:
Abejas, cínifes, cigarras...
Policromadas, frágiles, silenciadas,
suaves mariposas...
Belleza en levedad,
Delicada, fácil, vibrátil suspensión:
en traslación, canción ya ella quizá:
Que muestra, expresa audaz,
el constante viaje sideral,
o aquí vital
-estrellas, seres, aves, naves, cosas...-
en claridad y libertad gozosas.
Vendaval.
O viento suave, confortable,
brisa leve, breve, sutil, graciosa,
de palabras, nombres,
voces iniciales
en suspenso, alto avanzar:
Ritmado, continuado, elevado,
curvado, volteado, circular...
por mí, hombre, el ser dicente, señalado:
Vegetales, campos, lagos,
ríos, rías, fuentes,
amados animales,
hermanos, mujeres, astros
en espacial irradiación,
luminosidad preciosa.
Crecido, flotado, susurrado,
grato viento vivo:
Pasar y traspasar, oh diversa realidad,
en el tiempo-espacio, el espacio-tiempo,
medido, acompasado,
de sonoridades, nombres,
-brotes, flores, bosques, cielos, pájaros...-
Cosmos variado,
nombrado, señalado, transportado,
y así cantado él, fluido,
de halladas vibraciones,
espirituales, esenciales,
novedades desprendidas,
antes ciegas, graves,
silenciosas...
Vendaval.
O sutil viento suave,
fugaz brisa andariega:
lento, móvil aire
de palabras,
voces, realidades
de colores:
carmíneos, azulados, amarillos,
sanguíneos bermellones,
ocres oxidados,
violetas diluidos, alejados,
en el cielo-mar perdidos, confundidos
con vespertinos rosas...
Vendaval.
Viento musical,
que hasta mí llegas,
pasas, me atraviesas
en belleza -voz, palabra, vital esencia-
de cielos, soledades,
vegetales, animales,
torres, ciudades, catedrales,
rocas, fuentes, mares,
seres, astros,
ríos, lagos, parques, prados, cosas...
CONVIDADO
A la fiesta de la vida
fui convidado.
Acepté yo, entré.
La alegría reinaba.
-Quizá por la mentira
total falsificada-
Mas resplandecía.
Vibraba incontenida
en la estancia clara.
Fui convidado.
Acepté yo, entré.
El salón brillaba.
Pero me aparté
-no sé por qué-
a un rincón aislado.
Y la nostalgia
a mi lado hallé.
¡Siempre a mi lado!
Vahos de tristeza
las luces me traían.
Y las alharacas
de la fiesta huían.
Para mí no estaban.
Sólo la nostalgia
de algo aquí no hallado
fiel me acompañaba:
La que ya es mi vida:
Mi doliente amiga.
Mi constante amada.
CONTRASTADA VIDA
En la sombra.
En la sombra tú resaltas:
vibración coloreada,
palpitada vida
tan diversamente
aquí plastificada.
En la sombra densa, oscura,
como negra tierra impura,
donde tú floreces,
luces destacada.
-Y a veces te estremeces,
o caes vencida-
En la sombra.
La sombra tan temida.
Trasfondo ella esencial
en el total mural
del caprichoso niño-artista universal;
inexistente, ahondado, ciego,
que te plasmó crecida.
La sombra.
La sombra te resalta:
Preciosa pincelada,
vibración coloreada,
latiente, roja,
caldeada,
multiforme vida.
HACE TIEMPO
Hace tiempo:
Mi palabra fulguraba,
vibraba en el espacio,
cantaba, resonaba,
en el aire, al sol, al viento...
Flotaba desprendida.
Ritmaba en la mañana,
en la tarde distanciada,
en la noche.
Hace tiempo.
Largo tiempo.
Se elevaba embebecida.
Crecía transportada.
-¡oh vital derroche!-
Danzaba, se extendía,
planeaba liberada:
vivaz, henchida, fluida
instantaneidad colmada.
Mi palabra.
Limpia, ingrave, brotada floración:
de pasión, de vida desbordada.
Sutilizada, elegida, seleccionada voz:
elaborada, enriquecida,
interioridad volcada.
Decidida, transvasada,
emanación vocalizada;
difundida, musicada...
Y, sin embargo...
¡Qué ocurrió!
¡Ah! Fue un momento.
Cayó frágil, transida, traspasada:
Espiral voluta descendida,
sin continuidad, felicidad, prendidas
a su destino de expresar, comunicar,
gozosa, vivaz, veraz hablada.
¡Hace tiempo!
Mi palabra.
Sonorizada estrella,
crátera brindada
ofrecida en claridad, fuerza vital,
humanidad en fuego...
Aunque fugaz, audaz ave-novedad;
transfusión de sentimiento,
exultante, exaltada, rebosada...
¡Por la tierra sólo ahora rastreada!
En el suelo casi piedra, estiércol;
inmutable, silenciada, estable,
grave grava.
¡Mi palabra!
Estancada, muda, ciega.
Para todo ella ya nadie,
¡nada!
ALGUIEN DEBE...
Alguien debe decir,
nombrar la ingente
diversidad latiente y conmovida
que es el vario alentar de tantos seres
que conmigo aquí están y aire respiran.
Alguien debe aquí hablar
y, luz activa,
intentar además constante debe
aclarar esta sombra que honda embebe
al mundo y ciega torna toda vida.
Alguien conocer ya debería
este enorme universo que aún se extiende
ignorante del plan que lo encamina.
Alguien debe entender.
Mas tú no puedes
lograr, hombre, alcanzar
tan clara cima.
Tú no puedes saber, hombre.
Tú mueres.
VIVAC Y CANTO
Vivaqueo en la sombra.
El gran misterio
ciego crece y se adensa en torno mío.
-Es la angustia honda fiera que al acecho
merodea: colmillo estremecido-
Hablo, canto... Y así tal vez pretendo
alejar mi temor de hombre perdido.
Solo estoy, y en el cosmos, atrevido,
con mi luz sin fulgor sigo hacia dentro.
Qué pasión la del hombre aquí lanzado
pretendiendo explorar el hondo arcano
que imponente le tienta y amenaza.
Vivaqueo en la sombra.
Y hablo y canto
más y más, sin cesar,
así ahuyentando
el terror que me inquieta y atenaza.
¿ES MÚSICA, PALABRA, RUMOR DEL VIENTO?
¿Es música, palabra,
rumor del viento?
Callado escucho tenso,
erecto en el silencio.
¿Es música, palabra?
En ráfagas me llega
su leve paso alado,
viajero en ritmo incierto.
¿En el aire ya ello canta?
¿O acaso aún llevo dentro
su melodía entrañada?
¿Qué voz-palabra vaga,
errante, no entregada,
sesga infiel mi encuentro?
¿Es música ignorada
en vuelo transportada?
¿O cálida vaharada,
vapor de un sentimiento?
De mí asciende brotada,
vibrante y exaltada.
Su arranque íntimo siento.
¿O no? ¿Flotante avanza,
sutil, con tenue acento
de voces aún lejanas?
Callado escucho tenso,
erecto en el silencio.
¿Es música, palabra,
rumor del viento?
SELVA-HOMBRE
Selva también yo:
De la vida bosque.
Yo, selva-hombre.
Rumores en mi adentro.
Rugidos, voces...
Flotadoras, extrañas aves...
Vendavales.
Tormentas iluminadas.
Latidos-fuego.
Respiraciones
de espeso aire.
Furor, terrores...
Devoraciones.
Chasquidos, colmillos prietos,
trituradores.
Deseos, hambre, sed.
Crujidos, alaridos...
terror insomne.
Cordajes, fibras,
animales lianas.
Ríos, rías,
en fluir de sangre.
Silencios.
Sonidos augurales.
Expectaciones de animales:
Pasmados, defensivos,
al ataque atentos...
Señales, signos...
Duelos, presas,
luchas tenaces...
Contenidos hálitos:
Vibrantes,
callados, quietos.
Anhelos ascensionales:
Tras de lo aéreo, luminoso,
como aguzadas hojas
de árboles erectos;
en vertical arrojo.
A la esperanza, el sol, abiertos:
Aspiraciones,
pasión de cielos.
Terrosos,
bajos, reptantes,
acaso dirigidos,
instintos ciegos.
Tendones, cables musculares,
tirantes, tensos...
Energías, fluencias
de aguas hundidas,
subterráneas fuerzas.
Lavas.
Torrentes rojos.
Mantillos, lodos.
Reacciones, precipitaciones,
activas, densas.
Suspendidas
orquídeas-joyas.
Embriagadoras,
abisales fuentes.
Y lo radiante lejos:
Claridad crecida,
deseada, hermosa;
desde la honda,
caliente noche,
seductora también ella,
de faz preciosa.
Fervores.
Eclosiones, flores...
Belleza en brotes,
declarada, abierta.
Mariposas, colores,
incitantes músicas:
Vibrantes élitros.
Vocablos-pájaros,
también cantores.
Extáticos,
gozadores raptos.
En flotantes nieblas
ardidos vahos.
Embriones, semillas,
gestaciones hondas.
Abocetadas
larvas informes.
Calor, agitación, turbiones.
Vaporaciones.
Sacudidas, oscuras frondas...
Totalidad tremenda,
infernal, gozosa.
Laberinto enorme,
yo, jungla inmensa,
intrincada, ignota:
De la vida bosque.
Yo, selva-hombre.
SÚPLICA AL OTOÑO
Soy un árbol, otoño.
Un árbol-hombre tuyo
en amarillos y ocres madurado.
Mis hojas -mis palabras-
en el aire y el tiempo que nos pasa
flotan suspendidas.
Que no caigan al suelo
-te lo ruego-
y en mantillo seco se conviertan:
abono de tus plantas,
sustento de animales.
Es mi súplica, otoño.
Guárdalas en el hueco
de algún tronco
donde no entren las ardillas, los insectos,
las larvas, aún latentes,
de mariposas innacidas.
En un espacio-cofre inconocido
de tu palacio-reino
todos los años renovado.
Soy un árbol, otoño.
Mis hojas desprendidas
-mis palabras-
conserva como joyas preciosas
con tus oros.
Te lo ruego:
Para siempre,
para todos los inviernos
y los tibios septiembres que te invitan,
guarda, esconde, aún palpitadas,
mis hojas -mis palabras-
después de flotar sobre tus ocres
ritmadas y embebidas.
Pues con ellas voy yo en vuelo.
Otoño: te lo ruego:
Recoge mis palabras.
TENDRÍA QUE SER MÁS
Tendría que ser más.
No simplemente un hombre
vertical hallado aquí.
Tendría que ser más.
Poder cantar así
a todo y conseguir
de todo un fiel hablar.
Tendría que ser más:
Vivir de árbol crecido,
y en él tendida rama
sustento del rocío.
Ser pájaro vivaz
en el azul fluido
de la feliz mañana.
Ser mar extenso,
río.
En la noche oscuridad
y estrella palpitada.
Ser luz, ya derramada,
de grata y difundida
vibración coloreada.
Lo siento: Necesito
latir en las entrañas
de todo lo demás:
Del animal,
del vegetal prendido;
de la tarde lejos ya
que lleva el Sol vencido.
Aire también ser,
viento en recorrido.
Y así poder llegar
al hondo palpitar
de todo el cosmos vivo.
Tendría que ser más.
Extender, dejar flotar
mi sensibilidad allá;
en radiación enorme.
Y mi esencia desbordar
para todo humanizar:
El mundo mineral
en apariencia estable;
el vegetal, el animal
caliente con su sangre,
que me rodea extensamente
hostil o amable.
Tendría que ser más.
Y en mi voz de hombre avanzar
tal vez hasta llegar
a la cierta realidad
esencial de lo inmutable.
MI MENSAJE
Hacia un mar he lanzado mi mensaje.
Al humano océano,
de agitado, permanente oleaje.
Comunicación,
expresión él quizá
de un hombre solitario
en azaroso itinerario
de arriesgado viaje.
Mi mensaje.
Que alguien ya lo halle.
Bástame solamente
que su clave interprete
algún desconocido
como yo, aquí plantado,
interrogante espectador:
también hombre pasmado
ante la diversidad inexplicable
del cosmos sideral,
la generación de lo viviente;
y su infinidad de formaciones
latientes en la tierra,
el agua, el mar, el aire...
Alguien como yo
en la total noche varado,
tronco-tórax humano vibrador,
aliento preparado
para hablar, cantar tal vez
con los ritmos de la vida
felizmente acordado.
Y olvidar así, no ver
ante nosotros emerger
el secreto aún ignorado;
ni tampoco aquello siempre señalado:
El inevitable,
negro abismo
jamás cerrado.
Hacia un mar he lanzado mi mensaje:
Fácil clave
de sencilla comprensión,
al azar de lo humano regalado.
Que alguien ya lo halle.
Un hombre, ¡ah!, uno es bastante:
Algún desconocido,
ignorado hermano.
AIRE LEVE Y CRECIDO, NIEBLA FINA...
Aire leve y crecido, niebla fina,
como en fluido vivir hoy siento el alma,
ahora ingrave latencia suspendida.
Ya no sé si es allí brisa perdida
o flotante polvo en la calzada.
Ya no sé si en la tarde va entregada
con la incierta y lejana luz herida.
Tiemblo: Soy en carne hombre aún.
Vaga esperanza
pulsa tenue mis cuerdas desvividas.
¿Seré? ¿He de ser más?
¿Ya nunca nada?
¿O en la tarde un sonar de fibra hendida?
¡Pasad! ¡Pronto pasad!
Hondos cruzadme
tiempo y sangre en fluencia incontenida.
(Una ráfaga quizá de mi nostalgia
dejaré aquí, anhelante, aunque no viva)
¡Pasad! ¡Pronto pasad!
Aérea substancia,
vaga voz en la tarde
es aún mi vida.
JUGADOR
Jugador.
Jugador secreto
de este enorme juego:
Universal, diverso.
Dónde estás.
Dónde estás.
No te veo.
No te encuentro.
Jugador.
Jugador incierto:
Escultor,
plasmador genial.
Derrochador inmenso.
Temible, terrible.
Exacto, iluminado:
Perfecto, intacto ciego.
Dónde estás.
Dónde estás.
¡Oh extraño aliento!
Protones, mesones,
neutrones, electrones,
átomos variados,
genes, energías,
formas de la vida;
en el suelo, el aire, el mar,
en el cosmos dispersado,
son, fueron, tus dados:
Sin cesar multiplicados,
arrojados a girar, avanzar, flotar,
o acaso palpitar,
en el tiempo-espacio,
en el espacio-tiempo... ¡ah!
Jugador.
Jugador secreto
de este enorme juego.
Dónde estás.
No te hallo.
No te encuentro.
Hagan juego, señores... Hagan juego.
Un crupier activo, irreal,
en silencio, hondo misterio,
incita, invita, sin cesar:
Rueden, giren, fluidas, fundidas,
transfundidas,
las múltiples ruletas
de la vida-muerte, de la muerte-vida,
desplegadas, ensambladas...
tantas veces disgregadas.
Un ser. Otro ser...
Infinidad de plasmaciones, cuerpos,
alientos aspirados, expirados...
Hagan juego, señores... Hagan juego.
Dicta, ordena, el impasible lanzador
en todos los tapetes, de dados palpitados:
Ese Alguien-Nadie, atmosférico,
excepcional, transparentado,
inconcreto, inane,
jamás interceptado.
Jugador, plasmador callado,
inadvertido, impersonal...
Dónde estás. Dónde estás.
Tu hacer, plastificar,
cierto, real es:
Inútil, vano, audaz...
trágico, cruel, bello...
Y tú irreal, insubstanciado,
sin epifanía jamás.
Jugador.
Aún te interrogo, interpelo,
inquieto, exasperado, tenso...
Oh Alguien-Nadie, Nadie-Alguien,
que no eres, que no estás.
Callado, ignorado, insustentado, ¡ah!
No te hallo.
No te encuentro.
CUANDO LA NOCHE HABLE...
Cuando la noche hable.
Las gargantas del misterio
cantar puedan.
Las claves del secreto
de la Vida se desvelen.
Y las vísceras, las fibras,
los árboles, las cosas,
las flores, tengan voz.
Cuando la Tierra muestre
sus honduras ciegas.
Las intimidades todas se descubran.
Y las entrañas palpitadas
digan de su padecer, su goce, su alegría,
algo descifrable.
Será la hermosa expresión del universo.
Brotará la esencial palabra:
de la absoluta música,
el acordado ritmo
total del tiempo, acompañada.
Y el hombre quizá entonces
justificación tendrá
de su existir al escucharla:
Reveladora exacta ella
del universal sentido
no hallado todavía.
Cuando la noche hable.
Las gargantas del misterio
cantar puedan.
OSCURIDAD EN PRIMAVERA
Claros se abren los cielos,
claro el campo.
Claro el vívido azul de la mañana.
La claridad me invade -oh luz radiada-
(Pero la noche aún se halla en mi alma)
Vibra el tiempo: Su ritmo es pura danza.
Y los colores dan todo su canto.
-¡Oh armonía! ¡Luciente arpa pulsada!-
(Pero la noche aún se halla en mi alma)
Algo gira, se alza... Desbordada
ya la vida, ¡oh derroche!, gracia emana.
Joyas son los almendros y el granado.
-¡Oh aromar de la luz, olor dorado!-
(Pero la noche aún se halla en mi alma).
LA TARDE RESPIRA NIEBLAS...
La tarde respira nieblas
transida sobre el río.
(Flotantes espirales
que arremolina el viento)
El horizonte allá suave,
difundido deja
que la luz en él se pierda
con el sol vencido.
Violetas azulados
en el aire vagan lejos
manteniendo la tristeza
de la lenta despedida.
La tarde respira nieblas.
Las lindes de la noche
atraviesa un campesino
que del bosque llega.
Sorpresa de sonidos:
Ladridos de mastines.
Graznidos de los gansos
que el estanque pueblan.
Y el silencio que tras ellos
vibra todavía,
quizá con un secreto
sonar desconocido.
(El de la interioridad de la nostalgia
que viajar lejos quisiera.
La queja honda del día
que con la tarde cesa;
y respira también nieblas
-hálito último ya-
en su anhelar de claridades consumidas:
más allá del río,
del azulear violeta,
del horizonte inacabable
en la incierta luz desvanecido)
POR QUÉ DEBO DEJARTE...
Por qué debo dejarte
si te amo aún, vida -tú lo sabes-
iluminada, coloreada, enfogarada;
emanación tensa, vibrátil,
efusión-halo de sangre difundida,
que me embriaga, exalta el ser,
casi ya ingrave;
e ignorar así me hace
que allá voraz se abre
la rampa-boca inevitable
de la infame sombra inacabada.
Por qué debo dejarte,
si te amo, y tú me amas,
exultante aún, feliz, en mí dichosa,
vida mía y de todos;
estigmatizada, signada, sin embargo,
en la genesial fiesta-orgía creacional,
como res al sacrificio destinada.
Por qué así abandonarte,
si en mí lates, alientas todavía
-energías, calor, sangre,
ánima, palabras, fibras proyectadas,
tirantes, trascendidas, musicadas-
si ni en ti ni en mí,
la cerviz para el degüello
jamás se ha doblegado resignada.
Por qué debo dejarte. ¡Ah injusticia
de la universal sentencia establecida,
sin interrogación, defensa alguna persuasiva
contra la maldita ley que la ha dictado,
inicua, execrable, destructiva;
nunca, nunca derogada!
¿DE QUÉ, DE QUIÉN, HUIMOS TÚ Y YO, POESÍA?
¿De qué, de quién, huimos tú y yo, poesía?
Sí, huyo contigo:
mi fiel, grácil amante,
siempre deseada.
Sobre corcel aéreo,
de aligerado ritmo,
a ti enlazado me deslizo.
Embebido en tu hálito
de muchacha núbil,
en tu sonrisa iluminada como un alba,
el encanto de tu fina
garganta delicada.
Huyamos dejando atrás la sombra
como una noche negra,
que oprime, ahoga,
la cintura de mis vísceras,
el alentar de mi respiro;
y tu sutilísimo sentir
acaso también lesiona.
¡De qué, de quién, huimos!
No lo sé. No lo sabemos.
Peligroso, temible,
debe ser.
Y por eso tú y yo nos alejamos
de su inquietante presencia
temerosamente presentida:
Velozmente, suavemente;
como el tiempo, también huidizo,
que nos acompaña, y acompasa
nuestra voz,
nuestra palabra:
A la que seguimos en la grata fuga
-yo te rapto, tú me raptas
también dichosamente-
flotantes en un viento musicado,
una melodía que se prolonga, extiende,
rumorosamente desprendida.
Y atrás horrible queda
lo que esconde esa tiniebla densa,
esa angostura ciega:
Matriz generadora
del terror y de la angustia;
de los que a veces oír creemos
su jadear hambriento
de bestias predatoras.
Continuemos, poesía, nuestro viaje:
arrebatadamente;
o dulce, levemente, suspendidos,
como la luz naciente, el aire,
-¡oh respiro ya feliz del alma!-
la vida que desea más y más lejana
gozosamente prolongarse.
No volvamos atrás nunca, poesía mía.
Se acelere, por el contrario, nuestro vuelo.
Se alce, aún más elevado, nuestro canto.
Queda un abismo allá.
Pero ignoremos su existencia
oscura y silenciosa.
Obstruyamos su negra boca
con palabras como flores encendidas.
Que la efusión-fusión que nos enlaza
-largo, hermoso éxtasis inagotado-
nos separe de ella para siempre;
confundidos tú y yo, poesía.
Prolonguemos nuestra gozosa huida
-tú, mi rapto, yo tu rapto entusiasmado-
y allá quede la inmensa noche sin sentido.
Que nuestro móvil ritmo continúe
la embriagadora fuga;
con músicas palabras
en ti sonorizadas:
La más limpia riqueza
prodigiosamente aflorada, decantada,
por la selectísima, secreta
alquimia de la vida.
¡De qué, de quién, huimos tú y yo, poesía!
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