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Quienes tenemos la inmensa fortuna de conocer a Federico González y su obra, en la que estamos trabajando y meditando desde hace más de veinticinco años, sabemos muy bien que ésta constituye por sí misma un corpus doctrinal que traduce hoy en día los contenidos de la Ciencia Sagrada y la Tradición Unánime. Se trata, en efecto, de una obra que remite constantemente a las ideas y los principios universales, y que además tiene la enorme virtud de expresarlos en un lenguaje accesible a cualquier persona que busca encontrar respuestas a las preguntas que se hace sobre la esencia de su identidad. Esto último es muy importante, y más teniendo en cuenta los tiempos tan oscuros y sombríos que nos toca vivir, donde todo lo que se refiere a estos temas requiere de una interpretación previa, de una didáctica transmitida de forma gradual que facilite su entendimiento y comprensión, y haga posible que el interesado pueda emprender el camino de su realización espiritual sin más obstáculos previos que los que le imponen sus propias limitaciones y condicionamientos, que son precisamente los que necesita ir superando en el recorrido de dicho camino. Esa didáctica es realmente una adaptación, a las circunstancias propias de cada momento histórico, de la forma de comunicar la Enseñanza tradicional, evitando que ésta se convierta en un anacronismo, es decir que esté "fuera de su tiempo" y reste así fuerza a su mensaje salvífico, y siempre y cuando, naturalmente, dicha adaptación no suponga desvirtuar la esencia de ese mensaje, razón por la cual constantemente se la ha dejado en manos de los verdaderos intérpretes y maestros de la Tradición, bajo los auspicios del Dios Hermes. Por todo ello, y esto es algo que se constata inmediatamente cuando se la comienza a conocer, la obra de nuestro director está muy lejos de la vana erudición libresca fomentada y propagada desde la llamada "cultura oficial", que evidentemente poco tiene que ver con lo que en todos los pueblos y civilizaciones tradicionales se ha entendido siempre por cultura, y que el propio Federico se encarga de recordarnos con frecuencia a lo largo de su extensa obra, a saber: que ella es una intermediaria entre el hombre y la deidad y un vehículo especialmente apto para el Conocimiento, para la Gnosis. Y si esa obra está lejos de la erudición libresca, lo está aún más del pensamiento de quienes confunden la religión con la metafísica, o lo exotérico con lo esotérico, e incluso lo psíquico con lo espiritual, personas éstas que están muy cercanas a aquellas otras que apelando a la Tradición se hacen sin embargo cómplices de la literalidad y del dogmatismo más grosero y contrario al Verbo que la fecunda y la hace permanentemente viva y actual; es decir de quienes, como dice la parábola evangélica, no han hecho fructificar sus talentos y prefieren la seguridad engañosa del "confort espiritual" a un trabajo serio consigo mismos, negando así de hecho la efectivización y encarnación de lo que se va comprendiendo en el camino del Conocimiento, es decir su auténtica operatividad, pues en el fondo, en dicho camino, de lo que se trata sobre todo es de superar el plano puramente teórico y mental y avivar ese "fuego sutil" de que habla la Alquimia y que moldea constantemente la "materia prima" o "piedra bruta" de nuestra individualidad hasta lograr su total transmutación y regeneración. Esa didáctica a la que nos referíamos más arriba, en la obra de nuestro autor, se articula en torno a la Vía Simbólica, que es la manera contemporánea de denominar lo que siempre ha sido el esoterismo en Occidente, dentro del cual la Tradición Hermética ha ocupado y ocupa un lugar verdaderamente central, teniendo en cuenta que en ella confluyen también la síntesis de la Cábala judeocristiana y toda esa sabiduría vehiculada por la filosofía y la metafísica de Pitágoras y Platón, auténticos padres fundadores, junto a toda su progenie intelectual, de la cultura occidental. En este sentido, la Vía Simbólica tal cual se expresa en la obra que comentamos testimonia la pervivencia de ese pensamiento filosófico, metafísico, esotérico y hermético, al que, efectivamente, insufla una nueva vitalidad al actualizarlo, y también al vincularlo con otras tradiciones no necesariamente integradas dentro del acervo cultural de Occidente (o más específicamente europeo), pero al que no son totalmente extrañas gracias a la identidad común que existe entre sus símbolos fundamentales; y no nos referimos tan sólo a las grandes tradiciones del Oriente (Hinduismo, Taoísmo y Budismo), estudiadas en profundidad y desde diferentes enfoques por autores de la talla intelectual de René Guénon, Ananda Coomaraswamy, Alan Watts y Mircea Eliade, sino también a todas aquellas tradiciones y pueblos "arcaicos" que aún subsisten en distintos lugares del planeta, y cuya cosmovisión y concepción sagrada de la existencia, conservadas a través de sus símbolos, ritos y mitos sapienciales, han sido sacadas a la luz para beneficio del lector occidental gracias a los estudios realizados desde hace tiempo por toda una pléyade de investigadores e historiadores de las religiones y la cultura. Muchas de esas
tradiciones son vestigios de otras que existieron en todo su esplendor
no hace
demasiado tiempo, como es el caso, por ejemplo,
de las culturas precolombinas (fragmentos de las cuales todavía
subsisten en distintos lugares de América), y que nuestro director
conoce perfectamente al haber penetrado en el contenido profundo de su
arte, su cosmogonía y su teogonía, lo cual es evidente no
sólo en su libro Pues bien, todo ese legado con que se expresa en un determinado segmento histórico y geográfico la Ciencia Sagrada, está sintetizado en la obra de nuestro autor; y esa síntesis, verdaderamente magistral (y pocas veces esta expresión puede ser invocada de forma tan adecuada), no es otra cosa que el resultado de un conocimiento directo, vivido y experimentado de la doctrina metafísica y sus distintas expresiones a través de la Cosmogonía Perenne, fundamentada en los símbolos sagrados de todas las culturas tradicionales como intermediarios entre el mundo inteligible y el mundo sensible, entre el Alma Universal y el alma humana, que, como decía Plotino, tan sólo se libera de sus cadenas si guía sus pasos en pos de la Diosa Inteligencia, que es la que verdaderamente se invoca en todo momento en la obra de nuestro autor. Ese conocimiento directamente vivido se transmite de alguna manera a quienes se acercan a esa obra sin prejuicio de ningún tipo y dejan que las imágenes arquetípicas que ella despierta se comuniquen y revelen a la inteligencia de su corazón, a la que nutre con el alimento que viene "de lo alto", recobrando así la Memoria del Origen y la constatación clara y diáfana de que ese Origen es nuestro Destino, y que está aquí y ahora, enteramente y fundido con nuestro ser, que se abre así a la posibilidad infinita de un conocimiento de la realidad cada vez más sutil y universal hasta la total identificación con el Sí Mismo. Esto tiene que ver evidentemente con la transmisión de una influencia de carácter iniciático al ser de orden estrictamente intelectual, en el sentido en que entendía René Guénon esta palabra, que la hacía sinónima de espiritual. En otros términos, se trata de que a través de la obra de Federico, de su profundización y comprensión, nos incorporemos a la "cadena áurea" que entronca directamente con la "noble Tradición de los hijos de Hermes", y a través de ella con la Tradición Unánime, reconociendo que ese hecho asombroso es al mismo tiempo la aceptación de una responsabilidad relacionada con la continuidad de esa Tradición y su mensaje primordial, hasta el fin de los tiempos. "Dar, recibir y devolver".
Dicho esto, y dentro de los diferentes aspectos con que puede abordarse dicha obra, donde se aúnan en perfecta armonía la poética evocadora y mágico-teúrgica del lenguaje simbólico y el tan necesario rigor intelectual, nosotros hemos querido hacerlo a través de la cronología de su publicación, es decir de la secuencia temporal con que se ha ido dando su pensamiento, que nada tiene de individual salvo en la forma y el arte con que lo expresa su autor. Por otro lado, somos conscientes de que nuestra aportación es tan sólo una aproximación a una obra que cuando se estudia con atención se da uno cuenta de su magnitud y profundidad, por cuanto que en ella está todo lo necesario para promover una reconversión total de la psiquis (lo que se entiende como la metanoia), en el sentido de orientarla en la dirección de trascender su dualidad intrínseca y concebir lo universal, absorbiéndose en él. Debemos
decir en primer lugar que nuestro autor comienza a publicarla cuando ya
lleva
muchos
años entregado a la difusión de la
Enseñanza a través de diversos Centros e Instituciones Culturales,
Universidades y Bibliotecas repartidas a lo largo y ancho de Ibero-América
y de Europa, y dentro de esta última especialmente España,
donde en 1979 funda en Barcelona el En el Centro de Estudios de Simbología nuestro director impartía la enseñanza de los códigos simbólicos del Hermetismo y la Tradición Unánime (Cábala, Alquimia, Tarot, Numerología, Simbolismo de la Rueda, Ciclología, el Arte y la Ciencia tradicionales como vehículos de la Cosmogonía, etc.) destacando por encima de todo sus auténticos valores como emisarios de la Ideas Eternas, es decir de la Tradición Primordial y la Metafísica, siendo el contexto histórico en que dichos códigos se generan considerado completamente secundario frente a su auténtico origen atemporal y suprahistórico. Hace veinticinco años el Centro de Estudios de Simbología generó un espacio invisible en torno a la idea de la realización efectiva del Conocimiento por la adscripción de muchos de sus integrantes a la Vía Simbólica y la Tradición de Hermes, los cuales llegaron a tomarse completamente en serio las enseñanzas que allí estaban recibiendo y que iluminaron sus conciencias al confirmarles en la certeza, intuida confusamente desde siempre, de que en verdad existía un mundo otro completamente nuevo, identificado con el propio Cosmos u Orden Universal y su vivencia a través del Mito. Las enseñanzas allí vertidas y recibidas eran el propio símbolo en acción. El rito en su expresión más directa. La Tradición Viva revelada por intermedio del gesto gratuito, la Gracia, la Belleza, el Amor y la Sabiduría. En un momento dado Federico definió al Centro de Estudios de Simbología como un "modelo cultural", definición que podríamos extenderla también al conjunto de su obra, cuya estructura se ha ido edificando sobre sólidos cimientos y pilares, pero teniendo siempre como guía la referencia axial y central de la clave de bóveda, es decir de la Unidad primordial, y lo que está más allá de ella: la posibilidad de lo supracósmico, del No-Ser y la No-Dualidad metafísica.
LA RUEDA: UNA IMAGEN SIMBOLICA DEL COSMOS Esa estructura aparece claramente definida ya en En este sentido, y como nos dice Paracelso:
La "fijación" a que nos estábamos refiriendo anteriormente puede ser vista también, y haciendo uso del simbolismo de la rueda, como una "concentración de energías" en un punto que al "irradiarse" va a generar nuevos espacios y tiempos que traerán consigo nuevas formas de difusión de la Enseñanza, como es el caso de la creación de la Editorial Symbolos (que se inaugura precisamente con la edición de La Rueda) –y sus dos colecciones: "Cuadernos de la Gnosis" y "Papeles de la Masonería"–, así como de la revista del mismo nombre, la cual verá la luz en 1990, como bien saben sus lectores, y que fue, y sigue siendo, prácticamente la única publicación en lengua española dedicada íntegramente a la transmisión de las doctrinas tradicionales a través del Arte, la Cultura y la Gnosis de todos los pueblos y civilizaciones de cualquier época y lugar poniendo el énfasis en los códigos de la Tradición Hermética. Igualmente a mediados de la década de los ochenta comienza Federico a escribir el Programa Agartha, el cual en aquel tiempo se distribuía en forma de fascículos por el sistema de Universidad a distancia, constituyendo de hecho una Introducción a la Ciencia Sagrada y la Tradición Hermética. De esta manera nuestro director buscaba la forma de difundir al mayor número de personas posible la Buena Nueva del Conocimiento, como años después lo haría también a través de Internet: por ejemplo con el mismo Programa Agartha, la revista SYMBOLOS y otras "páginas" que han ido surgiendo con el tiempo, y que demuestran con toda claridad el interés por la transmisión de la Enseñanza que siempre ha mostrado, utilizando los medios más adecuados para canalizar, como él mismo expresa,
La conocida frase "hay que multiplicar esfuerzos" es una realidad hoy en día, y como se dice en los Evangelios:
Hablando ya concretamente del libro de La Rueda: además de tratar específicamente este símbolo, el autor habla abundantemente de la función didáctica de los símbolos y la Simbólica, y por consiguiente como iniciadores y guías en el camino del Conocimiento, sabedor de que sin una formación sólida acerca de lo que los símbolos significan se hace realmente muy difícil transitar por cualquier vía iniciática, sobre todo si esa vía tiene como fundamento el trabajo y la entrega al estudio y meditación en los símbolos sagrados. Por eso mismo, en todos sus libros, trata del símbolo, y si nos damos cuenta en casi todos ellos aparece la palabra símbolo, simbolismo o simbólica formando parte del título, es decir del encuadre de la obra, lo cual no es por casualidad, evidentemente, sino que así lo ha querido su autor para destacar el gran valor de los símbolos como reveladores de la Cosmogonía Perenne y la Metafísica, y por tanto capaces de articular el proceso del Conocimiento, es decir la Iniciación. Por eso mismo el símbolo, y por supuesto el rito y el mito, constituyen los vehículos de toda la enseñanza iniciática, que nada tiene que ver con cualquier tentativa de "sistematización", y por supuesto tampoco con la enseñanza escolar propia de la mentalidad profana, que es precisamente todo lo contrario al trabajo desarrollado con los códigos simbólicos, en los que siempre permanece algo por desentrañar, un misterio insondable que la mente humana no puede advertir por sus propias limitaciones y que sólo es posible conocer por medio de la intuición intelectual (emanación directa de la Inteligencia Universal, del Noûs de los filósofos herméticos alejandrinos, idéntico al rayo buddhi de la Tradición hindú), a la que precisamente la enseñanza simbólica ayuda a despertar y que pone al ser humano en comunicación con sus estados más sutiles y superiores. El grado de intensa profundidad y de belleza plena de inteligencia con que se nos "revela" la interioridad del símbolo, su "mecanismo" interno basado en las analogías y las correspondencias que existen entre los distintos planos que conforman la realidad de los seres y las cosas, queda patente en estas líneas:
Toda la obra de nuestro director está ya contenida en este primer libro, como está contenido el árbol entero en su semilla. Esto es así efectivamente, pero, al mismo tiempo y como indica su propia simbólica, el libro de La Rueda es un todo en sí mismo. Se trata además de uno de los símbolos más primordiales y perteneciente a todas las tradiciones y culturas sin excepción, pero al que paradójicamente, como allí se dice, no se le ha prestado la debida atención entre los propios investigadores de la Simbólica, lo cual hace doblemente importante que le haya dedicado un estudio completo, y relacionándolo además con otros vehículos simbólicos análogos y complementarios, como el Arbol de la Vida cabalístico, el Tarot, la estructura del Cielo y de la Tierra (y del hombre como intermediario) a través de las dos mitades del Modelo Cósmico, la Ciencia de los Ciclos y los Ritmos (fundamento de la Astronomía-Astrología), la Alquimia y el Simbolismo Constructivo (y con él la geometría y la aritmética sagradas), y por tanto con el Arte, considerado
o sea, las disciplinas propias de la Tradición Hermética (a la que está dedicado un capítulo completo) y que conforman el armazón doctrinal de la enseñanza transmitida en la obra de Federico González. Estamos pues ante unos textos que nos inician y guían en la Ciencia Sagrada mediante una reactualización de la Cosmogonía Hermética y convierten a su autor en el más cualificado esoterista y simbólogo de nuestro tiempo. Doctrina entendida en su sentido auténtico, prístino, pues trata esencialmente de los principios destinados a instruir y a enseñar con arte, ciencia y sabiduría, tal cual el Dios Hermes Trismegisto, educador e instructor de los hombres, creador de la escritura y generador por el Verbo o Logos espermático que "hace nuevas todas las cosas":
Ciertamente estas palabras son sumamente reveladoras y nos llevan a preguntarnos qué es realmente el símbolo, pues no puede ser sólo una representación, una imagen visual o sonora, sino que en él tiene que existir una causa de orden más profundo, su causa última, que es también la más próxima a nuestra esencia. Entendemos que esto es lo que quiere decir la Cábala cuando asigna al nombre de Atsiluth dos significados: el de "emanación" y el de "proximidad". Lo más elevado, y de donde todo emana, resulta al mismo tiempo lo más próximo, lo más íntimo,4 y esto es también lo que viene a decirnos la Tabla de Esmeralda cuando nos enseña que lo de arriba y lo de abajo conforman una sola y única cosa:
Es decir de sus posibilidades metafísicas. Nuestro director lo dice con toda claridad: el símbolo siempre se está refiriendo, en última instancia, a la Unidad, pues la dualidad característica de las "dos partes" que constituyen la dialéctica interna del símbolo (lo de arriba y lo de abajo, la izquierda y la derecha, el día y la noche, macho y hembra, etc.) evidentemente
El fin último del símbolo es conducirnos a la Unidad, a la síntesis de las síntesis. Más allá de ella nada puede ser contado, ni medido, en su absoluta indiferenciación más que luminosa. Estas dos últimas citas pertenecen al cap. VIII, "Las dos mitades del modelo cósmico". En él nos habla el autor de la estructura del modelo cósmico estudiado en este libro sobre la rueda (al que podríamos considerar como el símbolo de los símbolos de la Cosmogonía Perenne) en base a la teoría hindú de los tres gunas: sattwa, rajas y tamas, que representan las tres tendencias o energías presentes en todas las cosas manifestadas, tanto a nivel macrocósmico como microcósmico. Constituyen una ley universal y nada de lo que existe se sustrae a ellas. Por lo tanto debe atraer nuestro interés conocer esa ley fundamental (que es también la de la analogía), la cual, muy pocas veces se ha explicado con la amplitud y profundidad con que aquí se hace. Por otro lado, y además de referirse a sus aspectos principales, Federico los relaciona con otras simbólicas y ejemplos varios de cómo estas energías se manifiestan en distintas circunstancias de la vida y de la historia, buscando así una mayor comprensión por parte del lector. He aquí algunos fragmentos:
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NOTAS | |
1 | Años más tarde, concretamente en el 2002, funda el Centro de Estudios de Simbología de Zaragoza. |
2 | Existe una segunda edición en B.D.B., México 1988. |
3 | Esoterismo Siglo XXI: En torno a René Guénon, p. 25. |
4 | "Dios está más cerca de ti que tu propia yugular", se dice en el esoterismo islámico. |
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