PERENNIDAD PIPIL


Entonces fue la selva el panorama,

la agrupación de agrestes valladares vivientes,

el tiempo rectilíneo pudriendo sus serenas

permanencias de olvido

entre las hojas húmedas vencidas,

las raíces sin luz

y el esqueleto del leopardo.

El hombre hizo cadáveres, particulares dioses,

y estableció el maíz como un orden cereal.

Para no ser inconsonante

con el volcán y el sol,

Tutecotzimit planteó la vida

como una diaria sed o un puño vigilante:

«Es un pueblo creciente sin fragores inútiles:

la colmena y el pez: corpóreas donaciones;

el arado repite su agrícola milagro,

su limpidez sinfónica rescata la madera.

La obsidiana y el fuego se cazan como pájaros.

La noche adicta al alba

concentra alegremente sus latidos oscuros;

el tabaco, el ocote, el insólito añil

logran su primitiva fiesta de marea aliciente.

La esmeralda, inconclusa como lágrima viva,

quema su agua compacta,

su incorruptible estirpe de mínima laguna.

Por sobre la mortal tenacidad de las guerras,

el pálido estandarte de las epidemias y el odio,

la traición ponzoñosa de la serpiente y las hechicerías,

la muerte y sus escamas idolátricas,

se avanza

con los días silábicos y rápidos

hacia la limpia arquitectura

de una nueva y feraz cosmonogía».

Ahí quedó la voz como camino

EL FRUTO

SERÁ BELLO

(Roque Dalton García)

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