EL DEFENSOR |
¡
TOC, TOC!... ¡TOC,
TOC!! La aldaba del enorme portón de madera negra resonó por todo el lóbrego pasillo. ¡ TOC, TOC!... ¡TOC, TOC!! Desde el poco iluminado fondo del corredor, una figura menuda, enjuta y vacilante se levantó para abrir. Aunque pareciera increíble, bastó una poca de fuerza del personaje encapuchado para mover el enorme peso de las dos enormes hojas de la puerta. Dos caballeros ricamente ataviados, uno ostensiblemente viejo y otro mucho más joven, aparecieron en el portal. - Venimos a ver a Maese Von Trackberg - bramó con altanería el de más edad - ¡Llévanos a su presencia!. El extraño sirviente asintió con un leve movimiento de cabeza e indicó con el índice que le siguieran a través del pasillo. Tras avanzar por varios canales, puertas y cámaras, todas igualmente tétricas, húmedas y obscuras, llegaron a una gran sala espaciosa y con un techo altísimo, cuya única luz provenía de un enorme fogón localizado en un extremo del cuarto. En su contraluz se recortaba una figura de espaldas. Su gran estatura y volumen se destacaban en su negra silueta. Ante el resplandor vacilante, aquel ser parecía grotescamente corpulento y además lleno de siniestras predicciones. Sin embargo, como si no se dieran cuenta de lo anterior, los señores avanzaron decididamente hacia aquella figura, la cual comenzó a voltearse al advertir su presencia. El más viejo de los visitantes lo encaró con un dejo zalamero, a la vez que aristocrático: - Saludos de la Cofradía, Señor de Trackberg- El ser terminó de voltear y mostró una cara en la que se destacaban una boca enorme y dos ojos llenos de ascuas al rojo vivo. Se irguió cuan alto era, adoptó una actitud arrogante y dijo gravemente: - No es necesario que lo expliques.... Lo sé. Ocurrió de nuevo.- Los señores se petrificaron de expectación. - ¿DONDE?- repuso el gigante de manera imperiosa. - En plena Plaza Pública, Maese Von Trackberg.- dijo el anciano- Y toma fuerza a cada minuto. Mejor sería que lo vierais con vuestros propios ojos. - No es necesario... Lo derrotaré también... como a los anteriores - ¿ Estáis seguro ?... Este es especial. Esta demasiado arraigado y ... ¡Es enorme!- dijo comedidamente el señor joven - Amenaza nuestra posición, nuestros negocios, nuestros.... -¡BASTA!!- rugió el gigante- ¡ Ninguno de esos abortos deformes ha podido aun con Judas Von Trackberg!!...¡ Si no fueran tan molestos!. Los ignoraría como ignora un oso a las abejas del panal !! - Entonces, ¿Aceptáis destruirlo, Maese Trackberg?- preguntó el más viejo. - ¿Que me gano en ello?... Suficientes trofeos tiene ya mi galería... Sin embargo... - La Cofradía de los Señores Grises nunca olvida a quien le hace un favor. Como en las veces anteriores... Un fiel amigo siempre vera recompensado su afán de manera más que justa. Descuidad, no tenemos intenciones de privaros de vuestro premio.- contraatacó el viejo- Valga por el momento nuestra palabra. - De acuerdo... Lo destruiré!! - Los ojos del gigante despidieron una terrible llamarada. - Mil bendiciones caigan sobre vos, Maese Von Trackberg- - Idos. Que mañana el monstruo será exterminado- - Salud, Gran Guerrero!... ¡Que el éxito os sonría!- Ambos señores dejaron así la sala. Una vez a solas, el enorme ser procedió a prepararse para la batalla. Se vistió la cota de malla de cuatro capas, a las que añadió cuatro pieles de buey de cuatro años. Tomó sus cuatro lanzas de oro y sus cuatro mazas de plata. Finalmente se colocó un enorme y espantable yelmo verde con cuatro dragones y cuatro colas. Al amanecer partió a la plaza, hacia donde ya se dirigía un tropel de gente, atraídos por no sé qué místico poder. La lucha que siguió no tuvo nada realmente demasiado digno de ser contado. Siguiendo su táctica favorita, Maese Trackberg nunca dio la cara a su enemigo. Lo hizo revolverse sobre sí mismo, cercándolo poco a poco y al final lo acorraló. Para el anochecer, el enorme gentío ya se había disipado. Judas Von Trackberg había ganado nuevamente la partida para la seguridad y beneficio de la Cofradía de los Señores Grises. Al otro día lo visitó una nueva comitiva de parte de los Señores. Traían con ellos cuatro carretas jaladas por cuatro búfalos cada una y rebosantes de oro y plata. Pero lo más importante de esta recompensa era un heraldo montado en un caballo negro que precedía al grupo de señores y gritaba a los cuatro vientos el nuevo título con que la cofradía agasajaba a su salvador : - ¡ Venid a ver al gran Maese Judas Von Trackberg, Señor de la Realidad, Defensor de la Cofradía de los Señores Grises...¡; ¡¡Gran Matador de Sueños!!!! |
(1992) Derechos Reservados, 1992