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EL ÁNGEL DE LAS PRADERAS Una Resurrección |
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Este libro
normalmente es un desconocido de los mormones.
Es para reírse sorprendido y sospechar obligadamente, como es que no ha
tenido difusión alguna. Las críticas de
las que ha sido objeto aun desde el principio han sido a la luz de la realidad
que vivimos hoy, demasiado livianas, irrespetuosas e irreverentes. Durante mis intensos veintiún años como
miembro de esta iglesia jamás escuché de él, aun siendo muy aficionado y
curioso por la literatura en general que la iglesia proporcionaba.
Leyéndolo ahora
entiendo algunas de las razones de su ostracismo, aun cuando no las pueda
aceptar como justificaciones del carácter más estúpido que el ser humano pueda
exponer y aun más proviniendo de gente que trata de ostentar blasones
espirituales.
Es irritante ver
la mediocridad en que ha caído el mundo mormón, al compararlo con la lúcida
inquietud de sus primeros hombres, tal como es el caso del autor de este libro.
La ausencia de este libro en los estantes mormones es una vívida expresión que
testifica de la Denuncia de
Corrupción y habla claramente de que es un pueblo que desconoce la profecía
y que carece de videntes con suficiente calidad y sensibilidad espiritual para
reconocer lo que es y lo que será, contrariamente a lo que reconocen con su
boca y expresan con sus labios. (Isa.29:13)
Es paradójico
que se rasgan vestiduras por los pseudos profetas actuales, los que no exponen
nada profético para poder creerles que son profetas, los que no dan a conocer
ni publican ningún material por los que se los podría juzgar como tales, los
que no cesan de demandar de este pueblo, no ya que los sigan sino que los
adoren y se inclinen como si fueran profetas de verdad, y que desenrollen
alfombras rojas para que sus pasos no se contaminen en el mismo suelo que ellos
obligan a transitar para ir a trabajar y colectar para ellos sus salarios; es
paradójico decíamos que esta gente que tan fácil y sin racionalidad alguna
acepta profetas sin frutos visibles, como no entiende y acepta esta profecía que se cumple en la actualidad y
está por cumplirse ampliamente.
Tal vez le duela
a su americanismo idolatra, pero nunca fue tan clara esta profecía como ahora
que el Bush de la derecha obsesiva y supersticiosa a la que pertenece
ideológicamente la mayoría de los mormones, (aunque se esfuercen por ocultar su
cuestión política) está haciendo estragos al trabajo de sus antepasados,
acompañado por una generación que en su gran mayoría se da el lujo de de
desconocer sus propias raíces. Los mormones podrán decirse republicanos que
tratan de sostener su país, pero no nunca podrán afirmar que son patriotas, y
no podrán desdecir en estos días tan cercanos a venir, que no han trabajado
para las mismas huestes que están hundiendo lo que otrora fuera una tierra elegida
y un país de milagrosos éxitos. (http://geocities.com/pastoresdenuncia/especula/Norte.htm)
Que el Señor
pueda perdonar su irresponsabilidad, ignorancia y estupidez. Amén
MENE, MENE TEQUEL U PARSIN[1]
Devuelvan esa sonrisa que no
es risa
La risa no es dientes con
fluor
La risa es ahora de los que
tenemos pocos dientes
Y un buen paladar
El guerrero cansado de comer
su ración de guerra
Desea saborear
prolongadamente los manjares
Que trae la justicia y la
paz
Devuelve la alegría que no
pudiste convertir en felicidad
Tu realidad está cargada de
reproches
Tu día de presagios
Tu luz cesó, y los que
tenías que iluminar lloran
A tus hijos de limpios y
blancos dientes
Por falta de alimento
Negros y fantasmales
esclavos esperaban sustento.
Por verlos así negaste tu
virtud
Escondiste la vida que debía
ser
Y dejaste lo mejor para lo
peor
Devuelve lo sagrado que
convertiste en profano
“Lo siento es una de las
palabras más duras”
Pobre menesterosa, no
entiendes que
Hablar no te redimirá,
deberías haber actuado.
Entregan todo aquello que te
es quitado
Tus símbolos y tus señales
Si no quieres pasar por las
puertas
Es menester que entregues
las llaves.
La desnudez es ahora tu
vestido
Para la fiesta de quienes te
ven
Si comprendieras tu
desnudez, podríamos cubrirte
Si entendieras lo que no
quisiste
Querrías morir sin entender
Tu pasión por la nobleza, es
tu barbarie
Deberás volver al bosque
donde perteneces
Quizás recuerdes lo que allí
perdiste
Precisamente lo que más
buscabas “Tu nobleza”
Tus largas crinas, tu voz
salvaje, tu charla con los árboles
Y tu buscar en el bosque,
era tu elegancia
Pero tu desgracia se
manifestó y tu mentira no lo impidió
¡Oh! calvos de hablar
afeminado, ¡moriréis!
Pastor Rey.
2004
.
EL
ÁNGEL DE LAS PRADERAS
UN
SUEÑO DEL FUTURO,
POR
ELDER PARLEY PARKER PRATT
Uno de los Doce Apóstoles de
LA IGLESIA DE JESUCRISTO DE LOS SANTOS DE LOS
ÚLTIMOS DÍAS.
PUBLICADO
POR A. PRATT.
SALT LAKE CITY, UTAH:
DESERET NEWS PRINTING AND PUBLISHING
ESTABLISHMENT.
1880
PRÓLOGO.
La emocionante e interesante narrativa contenida en este pequeño libro, aun
cuando no reclama ser una profecía auténtica o infalible, todavía contiene
probablemente tantas verdades condensadas y un poco de ficción y tal como
cualquier trabajo en cualquier edad que haya inspirado con verdad en su
fundamento y simpleza y romanticismo para su embellecimiento y adorno.
Este manuscrito se leyó en Nauvoo, en un Concilio de la Iglesia, en la
presencia del Profeta Joseph Smith, pero no apareció impreso hasta la primavera
pasada, en Northern Light, cuando rápidamente se volvió la admiración de todos
los Santos que tenían el privilegio de leerlo.
Pretendiendo haber sido escrito bajo la similitud de un sueño o visión,
declararemos que el escritor no ha tenido ningún sueño o visión. El manuscrito
entero ha sido escrito a Nauvoo, en el invierno de 1843/4.
El objetivo útil y enriquecedor del autor brilla en cada página del
trabajo, y no un rasgo perjudicial puede encontrarse en él.
Como se verá, el libro contiene veinte páginas de material de lectura,--el
doble de lo que nosotros supusimos --nosotros estaremos por consiguiente bajo
la necesidad de cobrar veinticinco centavos una copia, en lugar de quince
centavos.
ABINADI
PRATT, Editor.
Salt Lake City, enero, 1880.
Siendo un
nativo del pequeño y retirado pueblo de Nueva Inglaterra, educado en los
hábitos más estrictos de la industria, había madurado sin ver mucho del mundo,
habiendo nunca viajado por más de veinte millas de la casa. Como no es
infrecuente en el caso de los naturales de Nueva Inglaterra, mis ideas eran
sumamente limitadas y estrechas respecto a las extensiones y recursos del
Oeste. Yo había oído hablar de las praderas, ser seguras o campos desforestados
y abiertos, pero no podía formar ninguna otra idea de ellos que compararlas con
algunos de nuestros pantanos que estaban naturalmente desposeídos de madera
porque eran demasiado bajos y húmedos para producirla.
Yo no sé cómo
o por qué era el caso, pero por alguna razón yo había sido, desde mi recuerdos
más tempranos, fui impresionado con el anhelante deseo y una determinación fija
de visitar y explorar el poderoso, el misterioso Oeste. A esta inclinación se
oponían siempre mis amigos. Ellos a menudo razonaban ¿No tienes una casa
apacible en medio de amigos, paz y abundancia? ¿No tienes suficiente abundancia
de todas las cosas estimadas para tenerte satisfecho y feliz? ¿Por qué entonces
quieres ir al Oeste?
¿Por
apartarse de estas bendiciones y de la sociedad, y andar errante a través de bosques salvajes
y en medio de peligros, esfuerzos y sufrimientos, en medio del siseo de
serpientes, el aullido de salvajes bestias, y los alaridos y gritos del los
hombres más salvaje que aquellos? A estas exposiciones yo no podía dar nunca
una respuesta satisfactoria, pero aun así quería ir.
p.6
A la edad de
veintiuno, siendo libre, y en posesión de dinero listo y suficiente para
ponerme más allá del alcance de las necesidades inmediatas, me resolví
atravesar todo refrenamiento y satisfacer mi sed de viajar. Recibí el acuerdo
de mis amigos con muchas lágrimas y bendiciones de su parte, y con profundos
sentimientos e indescriptibles en mi mismo. Pronto tendría la satisfacción de
mirar las Cataratas del Níagara, los grandes lagos y densos bosques del Oeste,
así como los pueblos espléndidos, las aldeas y los deleitables campos,
esparcidos aquí y allí, en medio de las salvajes y románticas escenas de la
naturaleza. Pero estas gratificaciones sólo sirvieron para aumentar mi deseo de
todavía llevar más allá la investigación.
Pronto
penetré más lejos en el interior dónde por la primera vez un gran paisaje de la
pradera se abrió ante mí. Esto excedió todas las maravillas occidentales que yo
tenía antes visto. Después de viajar durante algunas horas sobre un paisaje
suavemente ondulando, suave y bonito como un parque de pueblo, cubierto con
césped y flores, extendiéndose en todas direcciones hasta donde el ojo pudiera
alcanzar, ascendí a una elevación del terreno que subía gradualmente, y me
detuvo para echar una mirada alrededor. Todo me parecía como una visión
espléndida que sobrepasa toda realidad, y que desafiaba la imaginación a
imitarla. Un campo verde de césped y flores se extendía hacia todos los lados
hasta donde el ojo pudiera alcanzar; sin un caballo, árbol, hombre o animal,
que interceptara la vista o estropeara la soledad y sublime reposo que reinaba
a mí alrededor.
El paisaje se
diversificó suficientemente en las colinas y valles y otras tranquilas
elevaciones, ninguno presentaba la embotada monotonía de una llanura nivelada,
ni la áspera y abrupta apariencia de colinas demasiado empinadas para el fácil
cultivo. De hecho, un noble inglés habría encontrado un pasaje agradable para
un coche en cualquier dirección de dónde yo estaba parado. La tierra era
inmensamente rica y la superficie era suave e incluso, el paisaje entero se
parecía a ilimitados campos de trigo verde entremezclado con lirios y
girasoles.
p.7
Con una
mirada de ojo, vi una extensión del país suficiente para millones de hogares
felices. “¡Aquí," yo pensaba, "al alcance de mi visión natural,
podría existir un imperio más extenso, numeroso y rico que algunos de los
reinos más renombrados del Viejo Mundo! Y todavía ningún ser humano poseía el
conocimiento, valor y ambición para exigirlo como su propia posesión. No
buscarían una subsistencia incierta en las calles del algún pueblo mal crecido
ni matarían o conquistarían los habitantes de algún otro miserable pueblo
sobrepoblado."
Mientras me
complacía en este ensueño extraño un pensamiento dio lugar otro. Mi estrecho
corazón se inflamó y comencé a indagar acerca de los reales límites de estos
poderosos campos y su destino futuro. Naturalmente concluí que tan fino país y
tan vastas riquezas no siempre se pasarían por alto por el emprendedor y el
trabajador. Esa inmigración vendría, arrolladora en su tendencia hacia el
oeste, y con esto la marcha del imperio, hacia estas solitarias planicies sería
todo poblado y estos ricos recursos hechos para proporcionar sostén a felices
millones.
Con estos
pensamientos que todavía trabajan profundamente en mi mente, seguí mi jornada y
al cierre del día llegué a una humilde cabaña dónde, con un apetito agudizado
por la fatiga, participé de tan simples refrigerios como el lujo del lugar
permitía. Retirándome a descansar, mi mente todavía estaba llena con los
pensamientos más sublimemente estupendos, grandiosos y solemnes que jamás
habían ocupado mi seno.
Un profundo e
inquieto sueño pronto se apoderó de mí y mi mente fue transportada en una
visión más extraordinaria. Un mensajero de apacible e inteligente semblante, de
repente apareció delante de mí, ataviado en túnica de deslumbrante esplendor.
“¡No temas" me dijo, "Hijo de mortales! Porque yo soy el Ángel del
las Praderas. Yo tengo las llaves del misterio de este maravilloso país. Me han
encomendado el destino de imperios y el de naciones.
p.8
¡Ven entonces
conmigo, y te mostraré los secretos propósitos del destino respecto al más
extraordinario de todos los países!"
Alborozado
con la información y juntando confianza por la amable y generosa apariencia del
mensajero, me levanté y lo acompañé. Fuimos elevados a través del aire en
rápida velocidad, por algunos centenares de millas, en dirección al oeste, y
una pequeña orientación al sur. Finalmente llegamos a detenernos en una elevada
llanura verde y florida en el banco sur del río Missouri—No Más Lejos De
La Línea Que Divide El Territorio Indio Del De Los Estados [2]--un lugar de
una belleza y encanto superior.
"Joven"
dijo el Ángel del las Praderas, "toma este vidrio y echa una mirada
alrededor de ti" Él entonces me dio un curioso vidrio por el que me era
posible ver el país entero de mar a mar. Mirando al norte, vi las extensas y
fecundas llanuras de Iowa y Wisconsin, principalmente compuesta de ricas y onduladas
praderas combinadas con hermosos bosques de madera, y regadas con numerosos
arroyos algunos de los cuales eran navegables por centenares de millas; y otros
que forman caudalosas y valiosos formaciones de aguas, poderosas para propulsar
molinos y maquinaria. Estas fecundas y floridas llanuras y bosques se extendían
por muchos centenares de millas al norte, y finalmente terminaban en los
grandes y extensos bosques de pinos, los que podrían transportarse en balsa
fácilmente por las corrientes abajo de los numerosos arroyos y podrían usarse
en la erección de edificios, pueblos y ciudades a través de la completa
extensión de las ilimitadas praderas. La porción central de estos inmensos
territorios abundaban menas ricas, plomo, hierro y carbón y en las norteñas
cobre. Los recursos vegetales, minerales y comerciales del estos territorios
parecían capaces de sostener y emplear a cien millones de personas, mientras
que en la actualidad ellos contenían escasamente unos pocos miles.
p.9
Volviéndome
de esto, miraba hacia el este, donde los estados de Missouri, Arkansas e
Illinois presentaban un inmenso territorio de unas quinientas millas en
extensión, similar en la fertilidad y recursos de los territorios antes
descriptos, consistiendo de ricas, hermosas y fértiles praderas, mezclado con
deleitables bosques de madera, penetrado por numerosos, grandes y generosos
ríos, en el seno de los cuales podría flotar el comercio de naciones e
imperios. Estos estados podían sostener por lo menos otros cien millones de almas,
aunque en la actualidad no estaban ocupados siquiera por un millón.
Después de
ver maravillado y deleitado estos hermosos estados, yo dirigí mis ojos hacia el
sur y sudoeste. La visión se alargó ahora en la distancia, y algunos miles de
millas del país se extendieron a mi vista, incluso las inmensas llanuras, los
bosques fértiles y valles de Texas y México; presentaban una inmensa cantidad
de ilimitadas pasturas y praderas, ricas y hermosas como el Edén, abundantes en
vegetales y riqueza mineral. Estas tierras eran suficientemente abundantes para
sostener doscientos millones más de habitantes, aunque poseyendo una población
en la actualidad de menos de diez millones.
Habiendo
contemplado los campos verdes, las floridas llanuras, los densos bosques e
inmensas montañas de este vasto país, abrumado y agobiado en asombro, volví al
oeste.
Aquí vi una
región del campo recientemente contemplado, adecuado para el emplazamiento de
las tribus indias. Limitado en el este por los estados de Missouri y Arkansas,
en el sur por Texas, en el oeste por el Gran Desierto Americano y en el norte
por las regiones casi inexploradas e inhóspitas de Canadá, o más propiamente
por el río Missouri, abrazando unas seiscientas millas del norte al sur, y unos
doscientos del este hacia el oeste. Estas, como las tierras antes descriptas,
abundaban en onduladas y ricas praderas y bosques capaces de sostener una
población de por lo menos cincuenta millones. Aunque en la actualidad poblada
con unas pocas tribus indias integradas por menos de la mitad de un millón.
p.10
"Joven"
me dijo Ángel del las Praderas, "Has visto hasta ahora, las grandes
pasturas del Oeste, un casi ininterrumpido y continuo campo de praderas,
limitado en el este por el Wabash y el Lago Michigan, en el norte por las
praderas de Wisconsin e Iowa, en el oeste por el Gran Desierto, y en el sur por
Centroamérica, promediando unas tres mil
millas de largo y unas setecientas de ancho; siendo principalmente una llanura
rica y fértil, regada como el Edén, y más productiva que las llanuras del
Éufrates. Sus pueblos en la actualidad son pocos, pero sus recursos inmensos y
están calculado abundantemente para sostener por lo menos la mitad del la
actual población del globo.
Ahora tu
estas en una posición central, en medio del gran continente norteamericano.
Aquí está el lugar que se destina para el asiento del imperio y aquí los
embajadores de todas las naciones acudirán con un tributo de homenaje a uno más
grande que Ciro.
"El
asiento del imperio," continuó, "empezó en el Edén oriental, pero su
progreso siempre ha sido hacia el oeste. Este pasó sobre las llanuras del
Éufrates, donde bajo Nimrod, Nabucodonosor, Ciro, Alejandro y otros se detuvo
durante un tiempo. Pero, emigrando al oeste, tomó su asiento en Palestina, y
finalmente en los bancos del Nilo, de donde pasó a Roma en Italia dónde dominó
con un largo y sangriento cetro, y en el curso del tiempo penetró en las islas
occidentales de Europa como dónde estuvo durante un tiempo como si preparara
para un viaje. Todavía sosteniendo su trono rodeado de mar, mandó con una
triste esperanza, un tipo de guardia de avanzada para preparar su camino en el
desierto. Anduvieron sobre las grandes aguas y finalmente se fortalecieron
hasta que fundaron un asiento de gobierno en la orilla extrema oriental de este
inmenso continente. Esta fue la infancia de la República Americana,
convenientemente fundamental y beneficiosa.
p.11
A causa de
esto, algunos mortales de estrecha atención tomando sólo una vista momentánea
del asunto, supusieron que el asiento del imperio, después de progresar por
miles de años, había encontrado ahora un lugar de descanso dónde se quedaría
para siempre.
¡Pobres
mortales extraviados, cuan poco conocen ellos del país en que están, y cuánto
menos de los decretos de la sabiduría infinita!"
Acabó de
hablar, Ángel del las Praderas y me pidió que permaneciera por un rato en este
segunda lugar y entonces volvería para desplegarme los misterios del futuro, y
el hasta aquí secreto y impenetrable decreto del destino. Con este encargo él
desapareció de mi vista. Una niebla de oscuridad de repente se propago por el
paisaje--un velo de olvido me cubrió, y la escena entera se cerró a mi vista.
Indistintas sombras y formas confusas ocuparon mi imaginación y inquietaron mi
sueño, y finalmente me pareció pasar un largo tiempo sin distinguir algún
recuerdo del evento.
¡De repente
una mano me tocó, y una voz exclamó: "Mortal, despierta! El Ángel del la
Pradera, ha vuelto, y el tiempo se ha cumplido. ¡Levántate! Ponte de pie y echa
una mirada alrededor." Al escuchar estas palabras me parecía despertar
como de un profundo sueño; la oscuridad se dispersó y luz indescriptible brilló
a mí alrededor. Me encontré en la misma posición central dónde él me había dejado,
y qué él había señalado como el asiento final del imperio. ¡Pero Oh! ¡Cuan
cambiado!
En el lugar
de una llanura florida sin habitantes, vi una inmensa ciudad extendiéndose en
todas las direcciones y atestada de multitudes de personas, al parecer de todas
naciones. En medio de esta ciudad había un templo magnífico, el que en magnitud
y esplendor, excedía en todo parecer a lo conocido en la tierra. Sus
fundaciones eran de piedras preciosas; sus paredes como oro pulido; sus
ventanas de ágatas, claras como cristal; y su tejado de un brillo deslumbrador,
su
parte superior como los orgullosos Andes, parecía mezclarse con los cielos; una luminosa
nube lo sombreaba y extendía rayos de gloria y brillantez de todos los
magníficos colores del arco iris.
p.12
Todas las
edificaciones parecían cubrir unos ocho o diez acres de tierra.
"Esto," dijo Ángel del las Praderas, " es el santuario de de la
libertad, el palacio del gran Rey, y el centro de un gobierno universal.
Sígueme y verás la magnificencia, orden y gloria de Su reino." Diciendo
esto, caminamos juntos hasta las puertas del templo. Éstas eran doce en número;
tres en cada lado, y todas estaban abiertas. Numerosos eventos y servidores
estaban esperando, y guías e instructores estaban ocupados en la asistencia de
desconocidos, que estaban pasando desde y hacia el templo, con aire de una
segura liberalidad, vestidos en diferentes y variados trajes de todas las
naciones.
Por una
contraseña confidencial del Ángel al portero o guardián de la puerta, nos
permitieron pasar de la puerta central del este al patio del palacio. Éste era
un gran cerco cuadrado que rodeaba el templo y contenido en una milla cuadrada
de tierra, cerrado con un fuerte muro de albañilería, y ornamentado con paseos,
parcelas de césped, flores y sombreados bosques de árboles ornamentales, y todo
dispuesto en el mejor gusto, y con una elegancia, limpieza y belleza que bien
podrían compararse con el Edén. Aquí los ojos se deslumbraron con escenas de
belleza, los oídos saludados con innumerables acordes de la música de pájaros
de variadas tonos y plumajes. Aquí la suave respiración de la mañana parecía
perfumada con delicias más dulces que los bosques de especias de Arabia. En
breve los sentidos enteros parecían inundados con goce y placer indescriptible.
Yendo a lo largo del espacioso sendero, en medios de escenas como estas,
llegamos a la puerta oriental del templo sobre la que estaba escrita, en letras
de oro, lo siguiente:
“¡Aquí la
sabiduría, conocimiento y verdad se unifican!
¡Aquí la
misericordia reina y la guerra tiene su fin!
¡Aquí en
estas tierras todas las naciones entran;
Pero aquí el
tirano no se atrever a pasar!"
p.13
Al entrar en
el palacio externo, nos encontramos en un cuarto grande y espléndido dentro del
que había puertas que se abrían en cada dirección sobre las que estaba inscrito
los usos particulares para los que ellas eran ocupadas. Este palacio estaba
ornamentado y acabado con monumentos, pinturas, mapas, gráficos, grabados, etc.
todo lo cual de ninguna manera era sólo
ornamental sino altamente instructivo, y calculado para impartir un mundo de
información en astronomía geografía,
historia, geometría, teología, etc., etc. Entre éstos, mi atención se atrajo
con una pintura grande que representaba montones enormes de hierro roto, y
armas antiguas de todo tipo, apiladas en la más grande confusión, desde
antiguos arcos de acero, de madera y flechas, garrotes de guerra de los
salvajes, hasta los más sofisticados y célebres implementos de la guerra
moderna. Todos éstos fueron dejados de lado como inútiles, y hombres se
representaban en el acto de fundir espadas en rejas de arado y lanzas en
herramientas de poda.
"Éstos,"
dijo el Ángel del las Praderas, "son los instrumentos de los asesinatos y
las crueldades con los que una vez los pobres, ignorantes, y extraviados
mortales se hacían la guerra unos a otros; pero ya tienen mucho tiempo desde
que se los han apartado como inútiles, y ningún habitante en la tierra ya
estudia o practica las artes de la guerra."
Después de
ver estas cosas, mi guía me condujo a una puerta que abría en dirección al
interior y encima estaba escrito como sigue:
“¡Aquí dentro
es exaltado el trono de la libertad!
Donde, una
hueste real en túnicas de luminoso brillo
Coronados con
luz, verdad y majestad,
Su pacífico
cetro domina al resto de las naciones."
Al entrar en
este cuarto, un vasto y extenso salón se abrió ante mí, las paredes del cual
eran blancas y estaban ornamentadas con varias figuras que yo no conocía. En el
medio de este salón había un gran trono, tan blanco como el marfil, elevado por
setenta escalones, y a cada lado del trono y de los escalones que llevaban a
él, había asientos elevados uno sobre otro.
p.14
En este trono
estaba sentado un hombre de edad, de venerable apariencia. Su pelo era blanco,
de edad madura y su semblante emitía inteligencia y afecto indescriptible, como
si él fuera el padre de los reinos de y las personas sobre las cuales el
reinaba. Estaba vestido en túnicas de deslumbradora blancura, mientras una
corona gloriosa descansaba sobre su frente; y un pilar de luz sobre su cabeza
parecía difundir sobre la escena entera un brillo de gloria y grandeza
indescriptible. Había algo en su semblante que parecía indicar que él había
pasado mucho tiempo de luchas y esfuerzos en el logro de alguna poderosa
revolución, haber sido un hombre de dolores y familiarizado con la aflicción.
Pero, así como el sol de la tarde después de un día nublado y tempestuoso, él
parecía sonreír con una reposada dignidad. En conexión con este venerable
personaje otros dos sentados, no menos venerables, vestidos y coronados de la
misma manera. En los asientos próximos por debajo había doce personajes, muchos
con la misma apariencia vestidos de la misma manera, con coronas en sus cabezas;
mientras los asientos descendentes estaban llenos con algunos miles de nobles y
dignificados personajes, todos vestidos en blanco y coronados con autoridad,
poder y majestad, como reyes y sacerdotes que presiden entre los hijos de Dios.
"Mira,"
dijo el Ángel del las Praderas, "El Gran Concilio Presidente organizado en
sabiduría, y sosteniendo las llaves del poder para llevar el gobierno de toda
la tierra en justicia. Y el aumento y gloria de sus reinos no tendrá fin."
Cuando él
hablaba así, bandas de música instrumental llenaron el templo con
indescriptible melodía, acompañados con voces humanas, tanto de hombres como
mujeres, todos sonando en armonía perfecta en un himno de triunfo cuyas
palabras yo sólo podía entender en parte. Pero las líneas concluyentes se
repitieron en inflamados acordes de alegría. Así se oía:
p.15
"La
tierra de Tho y sus tesoros deben fundirse en el fuego,
Y la luz de
las estrellas del cielo se oscurece y expiran;
Planetas de
Tho ya no giran en sus esferas,
La tierra
hace su día o años de su circuito;
Tho la fuente
de alegría que detendrá toda su luz,
Y cesarán de
observar las lunas y Sabát;
Todavía firme
e inamovible este trono permanecerá,
Y los
herederos del antiguo Israel reinarán eternamente."
Cuando la
música cesó, el Ángel dijo:
“¡Hijo de
mortales! asciende conmigo y te mostraré el país que exploramos juntos al
Principio" En ese momento una puerta se abrió, por la cual entramos y
comenzamos a ascender un tramo de escalones. Estos gradualmente ascendían a
través de un largo y zigzagueante pasillo hasta que finalmente nos encontramos
sobre un pináculo del templo. El aire era puro y apacible, el cielo estaba
claro y la visión se expendía a lo lejos extensamente hacia todos los lados,
sin objetos que se interpusiesen. Mi guía ahora me dio el mismo vidrio extraño
con en el que yo había visto el país anteriormente.
¡Pero ahora
cuan diferente, cuan asombroso el cambio del todas las cosas a mí alrededor! En
lugar de praderas solitarias, los tristes y salvajes bosques, ahora vi una
inmensa extensión de un populoso país. Ciudades, pueblos, villas, casas,
palacios, jardines, granjas, campos, huertos, y viñas se extendían en una
variedad sin fin, dónde una vez había visto no más que soledad y desolación.
"Esto,"
dijo el Ángel de las Praderas, "es el país en el que, hace cien años,
comenzaste a explorar, en tu jornada al oeste. Mira," continuó él,
"lo qué verdad, conocimiento y perseverancia pueden lograr en un solo
siglo." A esto contesté: "estoy maravillado y asombrado, y apenas
puede entender lo que yo veo. ¿Quién son estas naciones habitadas y tribus que
en multitudes felices ocupan la tierra cercana al oeste que antes estaba
ocupada por las multitudes salvajes y que ahora presenta una masiva escena de
limpieza, belleza, civilización y felicidad?”
p.16
¿Han sido
entonces las tribus indias, completamente exterminadas, y su tierra invadida
por las naciones civilizadas?"
"No,"
dijo él, "éstos todavía son los indios. Una Providencia misteriosa
conservó sus remanentes, y los recogió y los concentró en una nación pacífica.
Cuando primero se reunieron de todas las partes del continente, ellos reunían
una población de aproximadamente siete millones de personas ignorantes y
degradadas. Pero la luz de verdad amaneció en ellos, y con esto vinieron todas
las bendiciones de paz, abundancia, civilización, limpieza, y belleza que ves,
y ellos constituyen unos treinta y cinco millones, y ocupan todo la tierra
oeste del Mississipi que limita en las Montañas Rocosas.
Después de
ver estos lugares hermosos y oír este interesante relato de tribus y naciones
que tradicionalmente yo había sido llevado a creer que nunca podrían
controlarse, y que estaban destinadas a desaparecer de la faz de la tierra, me
volví hacia el este e inquirí después de la gran familia de Estados que habían
constituido una vez la República Unida de E Pluribus Unum. Éstos, creí, eran
inmensamente más populosos y adinerados que anteriormente. Pero ellos ya no
parecían identificados como Estados, con sus anteriores límites geográficos y
formas de gobierno.
En esto yo
estaba muy sorprendido, así como yo me había impresionado al principio con la
idea de la grandeza futura y permanencia de nuestras instituciones nacionales.
Volviéndome al guía, inquirí por qué extraña conexión de eventos o por qué las
poderosas revoluciones del sistema americano se había disuelto, y sus elementos
mezclados con este gran gobierno central y universal que, no obstante mi
posición anterior, fui constreñido a reconocer como superior en excelencia,
gloria y perfección al anterior. A esta pregunta el Ángel de las Praderas
contestó como sigue:
p.17
"El
sistema americano era de hecho glorioso en su principio, y se fundó por sabios
y buenos hombres, en oposición a los largos abusos y opresivos sistemas establecidos en el Viejo Mundo.
Pero tenía
sus debilidades e imperfecciones. De esto tomaron ventaja hombres inicuos y
conspiradores que fueron puestos irresponsablemente a la cabeza del gobierno y
quiénes, por una administración disoluta y corrupta, gradualmente minaron esa
estupenda estructura. En sus manos contaminadas, la justicia tambaleó, la
verdad se vino abajo, la equidad no pudo entrar en escena y la virtud huyó al
desierto. Una ciega, sectaria y corrupta población auto conformada en numerosas
mafias, trocaron las leyes, y desafiaron a su administración. Éstos fueron
uniéndose por los funcionarios del Gobierno o con un secreto guiño animado por
ellos, para que los amigos de las leyes y el orden, heridos y perseguidos, no
encontrando ninguna protección o restauración de derechos, fueran obligados a
abandonar su país y sus instituciones; ahora sin más fuerza, y retirados en el
desierto, con la pérdida de una inmensa cantidad de propiedades y muchas
valiosas vidas.
Éstos se llevaron con ellos el espíritu
de libertad que fue como cemento aglutinante para mantenerlos en unión, y así
se formó un núcleo alrededor del cual se concentró toda la virtud y patriotismo
de la tierra. Así reunidos y re-organizados, los hijos intrépidos y atrevidos
de la libertad pudieron ponerse de pie en su propia defensa, y para lanzar el
desafío a sus primeros enemigos. Así el espíritu de libertad se retiraba de la
plebe y eran abandonados a la destrucción, tal como el rey Saúl de la
antigüedad. Surgieron divisiones y disputas, y se multiplicaron al grado que
pronto se destruyeron unos a otros, inundaron el país en sangre, y así acabaron
con la confederación de E Pluribus Unum.
"El
remanente que huyó al desierto y reunió la excelencia de la libertad en las
llanuras del Oeste, combinando la sabiduría de la experiencia anterior con la
luz de la verdad que ya brillaba en sus corazones desde antes, puso la
fundación de una forma perfecta de gobierno--este imperio poderoso de libertad
que ves ahora, y las instituciones de que serás más completamente informado a
su debido tiempo.
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La sabiduría,
inteligencia y paz que fluyó pronto de este centro sirvió en el extranjero como
una bandera a las naciones. Esto llenó con envidia a algunos, a otros con
admiración y deleite. El bueno, el grande, el noble, los generosos y
patrióticos amantes de la verdad se reunieron de todas las naciones, y
uniéndose a las normas de libertad, desarrollaron una fuerza constantemente
creciente y cercana a su perfecta organización. Mientras por los mismos medios
las instituciones viejas y corruptas se debilitaron proporcionalmente y fueron
abandonadas.
Esto pronto
removió la envidia y los celos de viejos y corruptos al grado que se unieron en
una declaración general de guerra contra sus vecinos jóvenes y más prósperos.
Estos poderes aliados mandaron un armamento de quinientas naves de la línea, y
medio millón de hombres. El objeto no sólo era satisfacer su venganza y envidia,
sino y también su avaricia y ambición. Ellos apuntaron a nada menos que la
subyugación y pillaje del país entero.
Estos poderes
eran una parte que desembarcó, con los instrumentos y efectos, y el resto
reservó a bordo de sus naves.
Ellos se
encontraron, tanto por mar y tierra con los hijos de libertad quienes
finalmente resultaron victoriosos y este ejército entero fue superado, y sus
riquezas y armamentos que eran inmensos fueron tomados por botín de guerra.
Esta victoria inteligente enriqueció grandemente y fortaleció el nuevo imperio
de libertad, y al mismo tiempo casi arruinó las naciones que comenzaron la
guerra. Ellos reclamaron la paz, y finalmente la obtuvieron con la condición de
sumisión perfecta al de los vencedores. Esto les dio nuevas y liberales leyes e
instituciones, rotas las trabas de sus amos viejos, y absolutamente prohibido
el uso de armas o el arte de la guerra. Estas medidas inteligentes y muy
loables pronto abrieron más los ojos de millones, y fueron ganados a la causa
de libertad y la verdad. Otras y distantes naciones que habían mirado todo
estos movimientos a lo lejos vieron las bellezas de la libertad y sintieron la
fuerza de la verdad, hasta que finalmente, consentidamente, ellos se unieron a
las mismas normas.
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Así, en un
siglo corto, el mundo se revoluciona; la tiranía se destrona; la guerra ha
cesado para siempre; la paz es triunfante, y la verdad y el conocimiento cubren
la tierra."
Así habló el
Ángel de las Praderas; y cuando él había dejado de hablar, yo todavía continuaba
escuchando; por tal ardor de gloria e inteligencia estallando ante mi vista, y
por los eventos que tan extraños, tan complicados, tan reveladores, que habían
tenido lugar en un solo siglo, y me habían sidos relatados de tan magistral
manera que me inundaban de asombro y me mantenían pensativo y apenas podría
creer a mis sentidos. "Pensaba": ¿Es posible, que una república
fundada en los principios más liberales, y establecida por el sudor, la sangre
y lágrimas de nuestros memorables antecesores, y tan querida y respetada por
sus hijos, se ha marchitado como el esplendor deslumbrador del alba en la
mañana? ¿Se ha marchitado como una flor intempestiva? ¿Y que, también, por la
corrupción de sus propios hijos degenerados, las mismas personas que lo debieran
haber amado para siempre? ¿Dónde estaba el espíritu de patriotismo, de
libertad, de amor por el país que había caracterizado a los hijos de la
libertad alguna vez, y calentado los pechos de los americanos?"
Con
reflexiones como estas había comenzado un lamento sobre mi caído, perdido y
arruinado país. Pero volviendo en mí de repente, y considerando los otros
eventos que habían sido relatados, mi dolor se convirtió en alegría. Yo vi,
aunque había habido una gran corrupción y una caída general de nuestro gobierno
y sus instituciones, todavía muchos de los hijos de los nobles habían resistido
empresa y inamovibles en la causa de libertad; incluso en medio del choque de
estados y la caída de tronos, ellos habían mantenido su integridad, y cuando se
quedaron sin un país o gobierno por el que luchar, se retiraron a las llanuras
del Oeste, llevando con ellos el puro espíritu de libertad. Allí, en medio de
un más extenso, más rico y mejor país, establecieron un gobierno más
permanente, fuerte y duradero, e inmensamente más extenso y glorioso, mientras
combinaban la fuerza y solidez, con la más perfecta libertad y liberalidad.
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Ni sus
labores se habían confinado a los estrechos límites de su propio país y nación,
sino que habían quebrado las cadenas de la tiranía y roto el yugo de la
esclavitud de los millones emergentes de todas las naciones y colores; y donde
la oscuridad, ignorancia, superstición, crueldad y derramamiento de sangre
habían dominado por siglos, la luz había surgido, la verdad había triunfado, y
la paz había comenzado su reino universal. Y donde, un siglo atrás, una
disposición del país extensa y fecunda desolado y solitario, o parcialmente
ocupado por salvajes ignorantes y crueles, ciento de millones de seres
inteligentes y felices estaba disfrutando ahora todos las mieles de una
doméstica felicidad. ¿Por qué entonces, pensaba yo, me lamentaré? Las labores
de nuestros padres no fueron en vano. Al contrario, los resultados han sido mil
veces más glorioso que su mayores expectativas. El espíritu de sus
instituciones se ha atesorado y se ha mantenido. Su templo de libertad
agrandado y perfeccionado mientras la escoria ha sido separada y destruida, y
los despojos soplados a los cuatro vientos.
Mientras
estos pensamientos pasaban por mi mente, el Ángel de las Praderas llamó mi
atención de nuevo. "Viene," dijo él, "Hijo de mortal,
descendamos y entremos en los archivos del Templo de la Libertad, y allí
aprenderás los orígenes ocultos, la fuente de la que ha emanado toda esta
sabiduría y grandeza. Entonces ya no te asombrarás de la magnitud de esta
organización gloriosa, la perfección de sus principios, o su éxito
incomparable.".
Mientras así
hablaba, descendimos a través del mismo pasaje largo y tortuoso, hasta una
puerta abierta en un inmenso cuarto en la segundo piso del edificio que estaba
gloriosamente acabado y ornamentado, y principalmente ocupado con las
colecciones de antigüedades y monumentos y pinturas, conmemorando numerosos e
importantes eventos. Atravesando en medio de éstos, nosotros entramos en un
cuarto pequeño en que se depositó cuidadosamente numerosos sagrados libros y
archivos.
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Del medio de
estos el Ángel de las Praderas seleccionó un volumen pequeño titulado: "UN
verdadero y perfecto sistema de Gobierno Civil y Religioso, revelado desde lo
Alto."
Él me rogó
entonces que me siente, me dio este libro, y me rogó que lo lea. Diciendo así,
él desapareció de mi vista. Yo abrí el libro y leí el prólogo como sigue:
"Hay un
Dios en el cielo que revela los secretos. La sabiduría y poder son suyos. Él
cambia los tiempos y las estaciones. Él remueve los reyes y pone a los reyes.
Él da la sabiduría a los sabios y el conocimiento a aquellos que saben
comprender. Su dominio es un dominio eterno, y Su reino es de generación en
generación. Él opera según Su voluntad en los ejércitos de cielo, y entre los
habitantes de la tierra. Y ninguno puede contener su mano, o preguntarle ¿Qué
haces? Todas sus obras son verdad y sus caminos el juicio, y aquellos que andan
en el orgullo Él se permite humillarlos. Su reino es tal que no será destruido
y su dominio aun será hasta el fin. Como el hacedor de la tierra y el Padre de
las personas, todo el poder y autoridad de gobierno civil y religioso se viste
en Él. Él sostiene la prerrogativa de elegir a los funcionarios y hacer las
leyes; Él sostiene el derecho de reprobar y amonestar a los funcionarios o de
quitarlos a placer. Por consiguiente todas las formas de gobierno civil y
religioso que no es designado, organizado y dirigió por la revelación divina,
es más imperfecto y erróneo, y la administración del mismo sumamente propensa a
la corrupción y abuso. El único sistema perfecto de gobierno, entonces, es una
Teocracia; es decir, un gobierno bajo la superintendencia inmediata, constante
y directa del Omnipotente. Este orden de gobierno comenzó en Edén, cuando Dios
escogió a Adán para un gobernante y le dio leyes. Se perpetuó en sus
descendientes, como Set, Enoc, Noé, que Melquisedec, y así sucesivamente, hasta
llegar a Abraham, y fue hecho heredero en su simiente para siempre.
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Como fue
escrito, `Reyes saldrán de ti, y príncipes saldrán de tus lomos ' "Esto se
manifestó claramente al propio Faraón en Egipto-- siendo instruido y gobernado
por José, como un revelador. Moisés también liberó una nación de la esclavitud,
destronó a un tirano, y gobernó en todas las cosas por estos mismos principios.
Por estos Josué conquistó, y por estos los Jueces de Israel gobernaron. Por
esta autoridad Samuel reprobó y sustituyó un sacerdocio corrompido, en el caso
de Eli y sus hijos. Por él el ungió al Rey Saúl para reinar en Israel, y por él
lo rechazó después por la trasgresión y ungió a David en su lugar. En virtud de
esta autoridad Elías reprobó y rechazó a Ahab y los sacerdotes de Baal, y entonces
procedió a ungir rey a Jehu y Eliseo para profeta, y por estos medios remodeló
la administración de asuntos civiles y religiosos, y salvó a una nación de las
profundidades más bajas de la corrupción y la ruina. Por este poder, Daniel, el
profeta, reprobó e instruyó a Nabucodonosor, Beltsazar sustituido, y dirigió a
Ciro; dejando impreso continuamente en reyes y naciones este importante
principio:
“Que Dios es
un revelador de secretos, y demanda el derecho de gobierno sobre reyes y
poderosos de la tierra." Para convencer a Nabucodonosor de este hecho, él
lo sacó de su trono y de la sociedad de hombres, para morar entre las bestias
del campo y comer césped como un buey, y después lo restauró de nuevo a su
reino. Y para convencer a todas las naciones de este hecho, el Rey
Nabucodonosor escribió su epístola a todas las naciones e idiomas en la que él
dio testimonio de esto mismo.
"Por
esta autoridad Jesús Cristo recibió todo el poder en el cielo y en la tierra, y
fue visto por el profeta Daniel, viniendo en las nubes de cielo, a reinar sobre
toda la tierra. Por esta autoridad Sus Apóstoles gobernaron aquéllos que
recibirían Su reino por su día—siendo ellos mismos escogido por el Señor, y no
por las personas. Por esta misma autoridad Se habrían gobernado la iglesia de
los Gentiles y las personas desde ese día hasta el presente, con un cisma o
división de iglesia o estado, lo que fue por la corrupción y maldad que hizo la
guerra a los Santos y los venció, y cambió tiempos y leyes, como predijo el
profeta Daniel.
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"Por
esta autoridad el Dios de cielo prometió, por todos los profetas santos que Él
prepararía un reino que deberá destruir y despedazar todos estos reinos,
llegando a ser universal, y permanecer para siempre. Y que Él haría esto por el
asentamiento del Anciano de Días cuyo vestiduras eran blancos como la nieve, y
cabellos blancos como la pura lana; mientras los miles de miles lo ministraban,
y diez mil veces diez mil estaban de pie ante él, y el juicio se dio a los
Santos, y el tiempo vino que los Santos poseyeron el reino.
"Por
esta autoridad el Dios de cielo ha cumplido lo que Él habló por las bocas de
Sus profetas antiguos, por revelación desde el cielo y fijando y estableciendo
un reino glorioso que permanecerá para siempre.
"¡Por
consiguiente canten, Oh Cielos! ¡Y gócese, la Tierra! Porque la verdad ha
triunfado; la Sabiduría y el conocimiento gobiernan; la Rectitud reina; Y la
tierra descansa en duradera paz."
Así acabado
el prólogo. Yo estaba a punto de leer más allá, pero fui interrumpido por el
Ángel de las Praderas. "Hijo de mortales," dijo, " Has leído
todo lo permitido leer en este tiempo presente." Diciendo esto, él repuso
el libro pequeño en medio de los archivos del templo, y me rogó que lo
siguiera. Él me dirigió entonces fuera del templo, y dijo: " Hijo de
mortales, entiende ahora la naturaleza de el gobierno que has visto.
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No has visto
una monarquía humana, porque los reyes que el hombre produce son tiranos. Esto
no es una aristocracia, porque en este caso los pocos pisotean los derechos de
los muchos. No es una democracia, porque mafias compuestas de la plebe, sin el
poder para verificarlos, son los más grandes tiranos y opresores en el mundo.
Pero esto es una teocracia dónde el gran Elohim, Jehová, retiene el honor superior.
Él selecciona a los funcionarios. Él revela y fija las leyes, y Él aconseja,
reprueba, dirige, guía y sostiene las riendas de gobierno. El venerable
Concilio que has visto entronizado en majestad y vestido en las túnicas de
blanco, con las coronas en sus cabezas, es el orden del Anciano de Días delante
de cuya augusta presencia tronos han sido arrojados, y los tiranos han dejado
de gobernar. Has entendido los ocultos propósitos de la Providencia respecto a
las praderas y el Oeste, y de la tierra y su destino. Sigue tu jornada
adelante, y no vagues más; sino dile al mundo de las cosas venir."
A esto yo desperté, y he aquí, era un sueño. En lugar
de un reino glorioso, ciudad y templo, vi el sol de la mañana que brillaba a
través de las hendiduras de la cabaña de leños dónde estaba alojado. En lugar
de un siglo numerado con el pasado, yo me había pasado una noche de sueño
perturbado e inquieto; y en lugar del Ángel de las Praderas que están de pie
por mi lado en el acto de desplegar "Los propósitos secretos del destino
que gobierna a los hombres y guía los Estados," vi a mi mayordomo en el
acto de llamarme a desayunar.
© 2004 Traducido al castellano por Pastor Rey