Ahora que mi cuerpo
tan lejos del tuyo
gime por verte como eres,
lo que nunca fue suyo:
el reposo de mi cabeza
en tus brazos
apretándome a ti,
el aroma de tus ojos
atrayéndome hacia el fin,
al fin de tu retrato,
el llanto eterno
de tu piel cayendo,
la infinita seda azul
del océano con sus
botones blancos de encaje.
Ahora he de verme
sujetado a tu imagen,
al lugar donde los dos
pudimos ser uno,
ahora he de retirar mi
alma de tu regazo
que duerme abrazada
a tu exclusiva verdad.
Mi camino se detiene
en la locura de una risa,
en la voluntad de tu olvido,
horizontes de auras
arreboladas alrededor
de mi corazón y mi mente.
Pero he de seguir mi camino
por más dolor que me cause
por mucho que sufra
al no volver a verte.
Y si tus mentiras me
raptaron, ¿por qué
esforzarme por llegar a ti?
Y he de seguir así
apretando tu adiós en mi mano,
estrellando tu nombre
contra la esquina del tiempo.
He de seguir así
contándole maravillas tuyas
a mi luna nocturna
abrazándola muy fuerte
en la orilla de tu recuerdo.
Y he de seguir así,
escribiendo tu nombre en
la nieve y besándote
en todas mis poesías,
robándole a todo esto
su virgen blancura.
Buscándote a cada paso,
torturando mis sienes
soñando en mi camino
y pensando que
no te has ido,
que caminas a mi lado
en esta fantasía tan pura.
Necesito una alianza,
porque te me has quedado
atrás unos momentos;
porque te has quedado pensando
cómo son las estrellas por dentro,
cómo eres tu externa,
cómo fue que siempre
atendí a lo que hablamos,
cómo fue que nunca escuché
lo que sin palabras decías.
Porque este frío no se
soporta sin ti mirándome
con tus ojos sabios,
enigmáticos y universales.
Y he de seguir fumando
tus recuerdos, desvaneciéndose
mientras un sopor
de honda pena me invade
transformándome en lo
único que verás:
sin corazón, sin alma
ahora esqueleto soy.
No pienso más que en ti;
ya no cabe en mi imaginación
otra figura que la tuya:
y todo lo que me rodea
no lo veo
sino en relación contigo.
Adiós, esta pasión indómita
y sin objeto me llevará a
un sepulcro de cementerio.
