ESPLENDOR Y DECADENCIA DE LOS CARNAVALES SAMARIOS
(Parte I)


Por Edgar Rey Sinning
Sociólogo1

Una primera noticia carnavalera
Las primeras manifestaciones carnavaleras en el Caribe colombiano y como tal en el país se encuentran en Santa Marta, que, como sabemos fue la primera ciudad fundada en Tierra Firme y en donde se comenzaron a organizar actos y eventos de carácter festivo-religioso.

Las fiestas religiosas como el Carnaval están reseñadas entre los XVII y XVIII, en la provincia de Santa Marta las encontramos en "La Floresta...". En 1678 llega a la ciudad el obispo Sr. Dr. D. Diego de Baños y Sotomayor y en 1681 es Gobernador y Capitán General el Maestre de Campo D. Pedro Gerónimo Royo de Arce, conociendo el primero de la devoción del segundo "y de todo el vecindario de Santa Marta a esta soberana imagen de la Concepción, y que el jubileo de las cuarenta y ocho horas, concedió para las Carnestolendas, con el Santísimo Sacramento patente, casi se perdía su fruto, deseoso de que se lograse generalmente por sus feligreses este tesoro, lo transfirió a los tres primeros días de la festividad de esta Señora, y así en los días 8, 9 y 10 de Diciembre"2. De la anterior cita se puede inferir que los carnavales samarios se venían realizando desde antes y en ese año se adelantaron los de 1682, aunque de todos modas, se dieron en el tiempo antes de la cuaresma en ese año, como la establecían las "Fiestas de Tabla".

Infortunadamente tenemos un vacío, ya que muchos gobernantes de la Colonia, no informaban de las fiestas, aunque se referían a algunas con expresiones como: "después de los Reyes..." y así, pero a partir del siglo XIX la información es prolífera.

Ninguna persona andará desnuda en carnaval
Las fiestas católicas entre ellas el Carnaval como fiesta alegre por excelencia fue permanente y de las mejores en el siglo XIX, como se infiere de los testimonios de viajeros y decretos de los diferentes Jefes Políticos del Cantón o de la ciudad. Para los samarios y sus autoridades civiles era una tradición muy arraigada en el corazón, por ello se expedían decretos señalando el período festivo, el que debía comunicarse para que todos supieran que estaban en carnavales y se permitían disfraces y otras libertades prohibidas en tiempos normales, pero también se prohibían otras a las que nadie les "paraba bolas", a pesar de las multas en dinero o arresto que se señalaban.

El primero de estos viajeros que hace referencia a las carnestolendas samarias es John Potter Hamilton, quien nos informa de tajes fiestas en Santa Marta en 1824, tomando como punto de referencia que entró al país por ella a finales de 1823, cuando afirma "uno de los juegos predilectos entre la clase baja, se denomina "Más diez". Frecuentemente se ven mesas de ese juego en las plazas públicas durante el carnaval"3. Esa anotación es referida a ja ciudad. Desde esa fecha no tenemos noticias en documentos o libros hasta que en 1846 encontramos un decreto que nos permite pensar que la fiesta es todo un acontecimiento social y cultural, que tiene mucha fuerza en los sectores populares y que las autoridades comienzan a regular intentando controlar los desmanes en este tiempo festivo y que enloquecía a los samarios.

El primer decreto que conocemos fue el expedido por Juan Modesto de Vengoechea, Jefe Político de Santa Marta, quien actuaba como interino, sancionado en la sala del despacho de esa Jefatura, el 21 de febrero de 1846 y que a la letra dice:

"Juan Modesto de Vengoechea Jefe Político interino de este cantón, En uso de sus facultades que me concede el artículo 36 de la Ley 2a. Parte 3ra. Tratado 10. de la República Granadina.

DECRETA

Art.10. Se prohibe absolutamente que en los próximos días del Carnaval hayan personas enmascaradas por las calles, después de las seis y media de la tarde, y el que infringiere esta disposición pagará cuatro pesos de multa o tres días de arresto.
Art. 20. Ninguna persona andará desnuda por las calles ni con disfraces deshonestos que ofendan la moral pública, bajo la pena que establece la Ley 10. Parte 4ta. Tratado 20. De la República Granadina.
Art. 30. Se prohibe igualmente el uso de toda clase de armas, inclusive los garrotes, como también las invenciones peligrosas que puedan causar daño, bajo la multa de dos pesos, o veinte y cuatro horas de arresto.
Art. 40. Del mismo modo se prohibe las malas costumbres de mojarse unas personas con otras, bajo la pena de ocho pesos de multa o seis días de arresto.
Art. 50. Es prohibido también el uso de materias asquerosas, y nocivas a la salud que regularmente se acostumbra en los carnavales, bajo la multa de cuatro pesos o tres días de arresto"4.

Lástima que no se señalan cuáles son los tres días, es decir, domingo, lunes y martes de ese mes de febrero, posiblemente podrían ser 23, 24 y 25, ya que estos decretos se solían publicar el viernes o el sábado cuando se cerraban las oficinas públicas. De todos modos el decreto contempla una serie de prohibiciones que nos permiten concluir que las carnestolendas samarias eran "tesas", desordenadas, lujuriosas, fuera de control y por lo tanto era necesario establecer restricciones. En ese mismo año estuvo un viajero interiorano en la ciudad y registró el carnaval, el que no dudó en considerar como fiestas obsoletas o "algo salvaje", como se puede apreciar en el siguiente testimonio: "El Carnaval es una gran fiesta en Santa Marta. Todos los habitantes se disfrazan, y andan en partidas por las calles, a veces con música. Al que no está disfrazado, lo cogen estas partidas y lo pintan de diversos colores con mezclas no muy limpias. A mi casa se entraron y nos pintaron a todos. No me gustó tal costumbre. Me parece algo salvaje. Ya esto no se hace entre la gente civilizada. ¿Qué placer resulta de embadurnar a uno con bermellón y manteca? Sobre todo, es una cosa muy impropia hacerlo con una señora, o que ella lo haga. Procuraré no hallarme otra vez en carnaval en Santa Marta"5.

Realmente según la información, el carnaval era una verdadera fiesta colectiva popular donde no se salvaba nadie, parece ser que todos los samarios salían por las calles y callejones de la naciente ciudad a divertirse, no importando lo que sucediera, ni atendían las multas, se emborrachaban, se disfrazaban de lo que sea, y nos induce a pensar que era muy tradicional aprovechar los días carnavaleros para que las personas salieran desnudos o con disfraces alusivos al falo, de hecho una costumbre griega. Por ello el decreto en mención, en la nota remisora del mismo al Gobernador de la Provincia el 21 de febrero, es más taxativo cuando afirma el Jefe interino Juan Modesto de Vengoechea "remito a su señoría copia autorizada de un decreto que he dictado en esta fecha para impedir los desórdenes y abusos que puedan cometerse en los próximos días del carnaval"6.

Al a&ntilse;o siguiente el Jefe Político del Cantón Joaquín Viana y su secretario Blás Nuñez expiden un decreto el 8 de febrero de 1847 donde se expresan las mismas prohibiciones y anexan otras como la utilización de palabras ofensivas "o canciones torpes" que molesten a las personas o autoridades". Este punto agregado implica pensar que los samarios ya utilizaban versos y coplas para satirizar a las autoridades civiles, políticas, militares y eclesiásticas. Amparados por las leyes de la república Granadina, el 2 de marzo de 1848 el mismo Jefe Político del Cantón introduce nuevas prohibiciones y hace más explícito la de andar desnudos en los días de carnavales. En el artículo primero de ese decreto se dice: "Estando prohibido por los artículos 434 al 437 de la Ley 10., Parte 4, tratado 20. de la R.G. (República de la Nueva Granada) que ninguna persona ande por las calles, plazas, caminos, paseos y cualquier lugar concurrido desnudas de manera que ofenda la moral pública: que se profieran palabras obscenas y canciones torpes que; siendo factible que en los días próximos del Carnaval se cometan abusos de esta naturaleza"7. Además se incluye una nueva prohibición en un sexto artículo que antes no existía que afirma: "y en fin se prohibe igualmente que en estos días de Carnavales haya por las calles paseos en caballos y burros en razón a los atropellamientos que frecuentemente se suscitan y a las molestias que se sufre con el polvo que levantan, bajo la multa de dos pesos o un día de arresto"8. Quiere decir que los samarios durante los desfiles carnavaleros organizados utilizaban algunos animales que más tarde fueron reemplazados por automóviles.

Todo ese derroche de imaginación y creatividad de los samarios aparecía desde el mes de enero, según lo reseña el periódico local "El Churiador", en el se lee: "Carnavales.- Más de un mes hace que tenemos disfraces todas las noches, y parece que los samarios han sacudido ya esa vergonzosa inercia que los tenía embrutecidos por decirlo así; déjase conocer en la población un deseo grande de divertirse. Los domingos que en otros tiempos servían de tedio a los habitantes de Santa Marta, hoy por el contrario son alegres y bulliciosos. Las señoritas y jóvenes elegantes, se muestran graciosamente vestidas, en carruajes, caballos y de a pie, proporcionándose con esto una vida agradable, y dando igualmente una prueba de moral y civilización"9. Ese domingo ha debido ser de carnaval, como se deduce de la nota aparecida en la misma sección, siguiente domingo 25, infortunadamente se da una noticia de un insuceso lamentable y no de la celebración colectiva y popular de los samarios. La nota dice: "Presenciamos el primer día de carnaval un hecho, que bien merece decir algo sobre él. Estaba El Churiador en la gallera, cuando se suscitó allí una disputa entre un Sr. Oficial y otras personas..."10. Lástima, porque este periódico relataba muchos hechos de la vida social, política y cultural de la ciudad.

Dos años después de ese 49 lleno de fiestas y regocijo samario, los carnavales de 1851 son un verdadero acontecimiento cultural, ya el decreto del Jefe Político del Cantón de turno no sólo prohibe, sino que permite libertades e invita a los pobladores de la ciudad a ayudar iluminando sus casas para que las partidas de carnavaleros recorran las calles con más tranquilidad en las horas de la noche. El decreto invoca igualmente las atribuciones y facultades utilizadas en los anteriores.

El Decreto en mención dice:

"Art. 10. En los días 2, 3 y 4 del próximo Carnaval se permite a los habitantes de esta ciudad toda clase de diversiones decentes e inofensivas.
Art. 20. Es prohibido en estos días 1o., toda clase de disfraz obsceno que ofenda la moral, 2o., el uso de pinturas asquerosas y del agua para pintar y mojar y 3o., los disfraces con máscaras en toda la noche desde las seis de la tarde hasta las seis de la mañana.
Art. 30. Es un deber de los habitantes de la ciudad poner luminarias en las ventanas y balcones de las casas que habitan en las noches de los días expresados.
Art. 40. Cualquiera de las faltas que se cometan contra el honor de los preceptos y prohibiciones contenidas en el presente decreto, se castigarán con las penas legales de multas y arrestos que fijará la Jefatura según la mayor o menor gravedad de las faltas"11. Se establece que se le comunique al Gobernador de la Provincia, se firma el primero de marzo de 1851.

En el mismo decreto hay una nota firmada por Juan Pérez, Jefe Político y Antonio de Molina (debe ser el secretario del Cantón) por medio de la cual ordenan: "y para que llegue la noticia a todos sin que nadie pueda alegar ignorancia, publíquese por bando solemne"12, es decir, al compás del rataplán, de los tambores los samarios se enteraban de los decretos que establecían ordenes y prohibiciones, esta vez escucharían eso y mucho más: la orden de divertirse sanamente, de hecho se convertía en un acto oficial de trascendencia, de política cultural de una Provincia que seguía obedeciendo ahora en la República a las fiestas de "tabla" establecidas por la corona Española con el benepláito del Papa y que en los inicios de la República Granadina se fue ajustando pero todavía controlado por lo divino.

Nunca hubo un muerto, ni herido de gravedad
Para la década de los sesenta la celebración de las carnestolendas es más grande y contagia a toda la sociedad, su esplendor es inmenso, tanto que produce sorpresa y cierto desconcierto en los recién llegados al ver el derroche de alegría, las diversiones por doquier, las cantidades de máscaras, disfraces, mojadera, pinturas y "desmanes" además de las prohibiciones de los decretos del Jefe Político del cantón. Pero no obstante la algarabía, el desorden y todos los desmanes que producía la gran cantidad de licor que se consumía y la fecha de "amnistía social", "nunca hubo un muerto, ni un herido de gravedad y si había algún disgusto no quedaban rencores ni se sentían venganzas, porque los samarios entonces se consideraban entre sí como una sola familia"13, según nos lo informa don Manuel José del Real. Siguiendo a este autor y testigo de los acontecimientos carnavaleros, asegura que era tanta la unión de los samarios, que inclusive en medio de las guerras civiles del siglo XIX, su comportamiento era ese, como lo comprueban hechos ocurridos en la guerra de 1860. Una de las tantas personas sorprendidas por tal alboroto samario fue doña Ana del Castillo Escudero, cartagenera madre del presbítero Pedro María Revollo éste comenta: "Celebradas las nupcias, mi madre se trasladó por mar directamente a Santa Marta, en uno de los dos buques que hacían la travesía directa, el "Gaira" y el "Tairona", del cual era conductor don Lázaro María Riasco (Herrera) García, primo hermano de mi padre. Llegó ella al puerto de Santa Marta el domingo de carnaval, y se encontró con las diversiones propias de aquel día; sorpresa para ella, porque nunca las había visto en su ciudad natal Cartagena"14. Significativa la reacción de esta cartagenera que había sufrido -sin saberlo- las consecuencias de las permanentes persecuciones de la aristocracia de la heroica contra los carnavales.

San Agatón: el patrono del Carnaval
La fuerza de la fiesta carnaval era es cada vez mayor. La fiesta ya no se circunscribe al perímetro urbano sino que en sus vecinos pueblos de Taganga, Gaira y Mamatoco el carnaval se acentúa, sobre todo en este último. Para la década de los setenta la fiesta de San Agatón en Mamatoco es el inicio del carnaval en Santa Marta y muy posiblemente es cuando ya los días de carnestolendas no son tres sino cuatro, pero establecer el año con precisión no es fácil. De todas maneras esa fiesta religiosa de adoración a un santo como otras nos muestran la fuerza cultural del carnaval que va a recibir toda una serie de elementos festivos de las otras celebraciones cristianas sagradas, pero también nos permite apreciar la relación entre las fiestas religiosas-cristianas-patronales y el Carnaval en la ciudad, sobre todo la de San Agatón que es movible.

Terminadas las celebraciones al Santo Borrachón, los samarios, mamatoqueros y gaireros regresaban a la ciudad como "bandadas de aves emigrantes". El camino que conducía del pueblo a la ciudad se llenaba "de gente de todas las edades, en carro, en bestias ya pie. Al llegar a Santa Marta empezaban los bailes. Por todas partes se oían las músicas de viento, las filarmónicas, los acordeones, las gaitas, las cumbiambas y de media noche en adelante los pilones hasta que rayaba el alba. Pasaban pocos momentos de reposo y volvía el entusiasmo y el bullicio de los disfraces. Estos lucían de preferencia en las danzas, en la reproducción de cuadros de la conquista y de escenas teatrales; no faltando nunca el disfraz del papá y del tigre"15, quien esto relata es un testigo el señor Del Real ya citado. Como puede deducirse el sábado era agotado por los samarios con fiestas que conectaban con el carnaval que oficialmente se iniciaba el domingo, es decir, de Quincuagésimo y según la "tabla de fiesta" deb&icute;a terminar el martes, sin embargo, tal hecho no acontecía en Santa Marta a mediados del siglo pasado, porque se extendían hasta el miércoles de ceniza y comenzaban el viernes vísperas de San Agatón, de tal manera que son seis días de festín, sólo a comienzos del siglo XX y después de muchas prohibiciones de las autoridades civiles o políticas, militares y sobre todo de la iglesia católica, enemigas de estas fiestas.

Finales de un siglo carnavalero
Para la época no se encuentra un personaje central o una junta directiva, sino que el pueblo organizaba su fiesta y las autoridades las aceptaban y ellas -siempre de la aristocracia samaria- hacían lo propio pero como clase dominante fueron cada vez ajustando la fiesta a su posición social, por lo que comienzan ha elaborar ciertos programas con bailes en el colegio, o los salones del palacio de gobierno. Pero lo cierto es que en los últimos cuarenta años del siglo XIX las fiestas muestran todos los aditamentos universales para jugar al Carnaval, son los mismos que se utilizan a mediados del siglo XX y que sólo la modernidad ha cambiado por otros, es decir, que desde el siglo XIX se utilizan los polvos perfumados, las pinturas en el rostro, la tiradera de agua o mojadera, tal vez desde comienzos del siglo XIX o antes existía la práctica de utilizar los cascarones de los huevos de gallina rellenos con polvos o con agua de colonia, o de florida, que para tal efecto se guardaban durante todo el a&ntilede;o, para lo cual debía extraérseles el alimento, abriendo un hueco pequeño por donde se rellenaba, "tapando los agujeros de los extremos con cera y pintando los cascarones con tintas de colores" los que se lanzaban sobre las bandas carnavaleras, también se exprimían sobre la cabeza de los amigos o de la novia o novio según el caso bañándolo de agua de colores o con polvos. Esta práctica estuvo hasta bien entrado el siglo XX, casi hasta la década de los sesenta, cuando fue reemplazada por anilinas, maicena y otros productos más modernos.

Por los lados de los sectores sociales con poca capacidad económica la situación era otra pues éstos no podían comprar ni los polvos o las colonias o aguas floridas que eran muy tradicionales para la época pero costosas. De todas maneras estos sectores haciendo uso de su creatividad se divertían dentro de su propia lógica, por ello recurrían a otros elementos para compartir el espacio festivo y poder así entrar en el juego del Carnaval, para lo cual empleaban algunas frutas maduras, como el anón, el mango, el aguacate, el plátano, que servían para embadurnar el rostro y el cabello de las huestes carnavaleras. Estos sectores eran los que más derrochaban energía y alegría echándole agua a los transeúntes, no era sólo un poco de agua, era un baño completo y en el siglo XIX se hacía el miércoles de ceniza. Parece ser que este acto suscitó algunos problemas, por ello era muy criticado e inclusive se comenta que algunas personas murieron por ser bañadas con agua fría estando acaloradas, otras se enfermaban de resfriado, gripa, asma y descomposición de la sangre.

Esta marcada división se expresa igualmente en otros aspectos del festín, cada sector tenía un sitio determinado, así para "los bailes de la alta sociedad eran en las casas de familia por el día y por la noche en los salones del colegio-seminario, que en ese entonces era el Palacio de Gobierno, en el cual, estaban todas las oficinas del Estado. En el centro del patio se levantaba una columna; de la parte superior, de ésta partían en forma de estrellas a manera de radios a distintas partes de la baranda del balcón, hilos de cable que servían para sostenerla y para colgar las luces del alumbrado, que era en aquellos tiempos guardabrisas con vela de esperma y luego después, lámparas de petróleo. Los cuatro lados de la columna estaban adornados con pinturas alegóricas y estrofas escritas"16, Por su parte, los sectores populares se divertían en los salones al aire libre, en sus casas y en las calles que eran tomadas por bandas de felices y alegres carnavaleros. Todos comían en abundancia las postas de carne mechadas, los chicharrones con sangre, acompañados con las tradicionales tajadas de plátano maduro frito, los pasteles bien sazonados y bebiéndose todo el licor que se atravesaba o se brindaba hasta llegar a un estado de beodez, las bebidas alcohólicas más apetecidas eran: Brandy (de los mejores, llegaban importados del extranjero y muchos de contrabando), Racá, Anicete, Ginebra holandesa que llegaba vía Aruba y Curazao y el muy solicitado, tradicional y fuerte Ron "No me destape", el Ron Papare y bastante guarapo de caña que se traía de Gaira y de otras haciendas vecinas a la ciudad. Podemos afirmar que estas eran las bebidas que ingerían los hombres, porque para las mujeres consumían las Resolis y Martinicas de muy buena calidad.

En general, estos aspectos eran los ingredientes fundamentales de la fiesta baconiana en Santa Marta en el siglo XIX, según se deduce de los escritos revisados se concluye, que durante ese siglo y bien entrando el XX los samarios se divertían sin límite, sin ofender a nadie, sin faltas graves, ni desacatos a las autoridades civiles, militares y eclesiásticas, aunque se intentaba controlar los desmanes propios de la naturaleza de la fiesta: el desorden, porque una fiesta colectiva y popular no puede ser prohibida o reprimida por ninguna autoridad por muy constitucional que sea o que represente a Ojos, como el caso de algunos Obispos de la ciudad que eran enemigos de las prácticas carnavaleras, no hemos podido precisar en qué año logró la iglesia samaria que las carnestolendas finalizaran el martes a las doce de la noche, tradición que perduró en la ciudad hasta bien entrado el siglo XX, por demás muy respetada.

Pero más allá de estas actitudes, podemos afirmar que al finalizar el siglo el carnaval tenía mucha fuerza, primaba por todos los rincones de la naciente ciudad la alegría, el derroche de imaginación samaria se expresaba en los disfraces que recorrían las calles y callejones polvorientos y que a la llegada del nuevo siglo se aprestaba a recibir los beneficios del desarrollo científico y tecnológico de países más desarrollados que le permitirían entrar en la modernidad primero que otras ciudades de la Nación.

Sigue...


NOTAS

1 Director Especialización en Sociedad y Cultura Caribe, Universidad Simón Bolívar, Barranquilla.
2 DE LA ROSA, José Nicolás. La floresta de la Santa Iglesia Catedral de la ciudad y provincia de Santa Marta, Litográfica, Barranquilla, 1945, 362 p.
3 HAMILTON, John Potter. Viajes por el interior de las provincias de Colombia, Comisión Quinto Centenario-Colcultura, 1993, 369 p.
4 ARCHIVO HISTORICO DEL MAGDALENA, Santa Marta.
5 LA GACETA MERCANTIL, No.9, 15 de diciembre de 1847, Santa Marta.
6 ARCHIVO HISTORICO DEL MAGDALENA, Santa Marta. 6 Ibid.
7 Ibid.
8 Ibid.
9 EL CHURIADOR, No. 1, 18 (domingo) de febrero de 1849, Santa Marta.
10 EL CHURlADOR, No. 2, 25 (domingo) de febrero de 1849, Santa Marta
11 ARCHIVO HISTORICO DEL MAGDALENA, Santa Marta.
12 Ibid.
13 DEL REAL, Manuel José. Rasgos Históricos de Santa Marta, Academia de Historia del Magdalena, Santa Marta, 1992, 116p
14 REVOLLO, Pedro María. Mis Memorias, Mejoras, Barranquilla, 1956, 281p.
15 DEL REAL, Manuel Josó. Op. cit.
16 Ibid.

última actualización, febrero 19/2001


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