GRUPOS DE ENCUENTRO
IGLESIA EVANGELICA BAUTISTA DEL CENTRO. REG. CULTO No 672.
RODRIGUEZ 542. ROSARIO
Aurora de una nueva vida- La paz interior
LECCIÓN NÚMERO CUARENTA Y CINCO
APRENDIENDO A VIVIR EN PAZ
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Introducción: esta es nuestra séptima entrega de la serie titulada “Aprendiendo a vivir en paz”, con temas traducidos y adaptados de las notas del escritor evangélico Walter Moore, publicadas hace unos sesenta años por la desaparecida revista “El Heraldo Cristiano”, en tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Recomendamos conservar todos estos materiales, porque son de valor permanente.
1.
El tema no
es “el poder”, sino cómo se lo utiliza
Ver Lucas 4:36
Jesús y Alejandro el Grande, cada uno de los cuales vivió sólo treinta y tres años, se caracterizaron por ser hombres de poderes inusuales. El segundo, también conocido como Alejandro Magno, conquistó naciones pero no supo gobernarse a sí mismo. Jesús no se dedicó a las guerras militares, pero cumplió un misericordioso ministerio, llevando a la gente al perdón y la salvación, a costa de su propia muerte en la cruz. Hoy, Alejandro es compadecido y Jesús es adorado. La diferencia no consiste solamente en la clase de poder que cada uno tenía, sino en la manera como lo emplearon. La prueba de “grandeza espiritual” no consiste en la supuesta medida del “poder” que tenemos, sino en la obra que cumplimos mediante el poder que nos ha sido dado. Ese poder es inseparable del Espíritu Santo. No es el poder del ejército, ni de la fuerza de Alejandro Magno o de cualquier ser humano, sino del Espíritu de Dios (ver Zacarías 4:6). Pero si los dones del Espíritu son usados para nuestro orgullo espiritual, todo es inútil ¿verdad?.....
2. Demos gracias a Dios por trabajar en su
viña
Ver Génesis 2:15 y Proverbios 13:23
En el Antiguo Testamento dice que cuando Dios creó al hombre lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrase y lo guardase. El trabajo no es “un castigo por el pecado” sino uno de los placeres del paraíso. Es cierto que a partir de la caída, Dios dijo a Adán: “Maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días...Con el sudor de tu rostro comerás el pan” (ver Génesis 3:17-19); pero esta maldición no significa que el trabajo sea maldito en sí mismo, como parece creerlo mucha gente. Hay modernas herejías que enseñan que la vida ideal es la vida sin trabajo, ¡cómo si el ocio fuese una bendición!. Pero, al contrario, una de las mayores satisfacciones del cristiano es saber que, al trabajar, está compartiendo la tarea de Dios. Trabajar es nuestra manera de servir, de ser útiles a Dios y a nuestros prójimos. Es también el mejor anestésico contra la depresión y la tristeza. Cuando Dios se hizo hombre decidió ser un obrero, un trabajador, un artesano, un carpintero de Nazaret. Demos gracias a Dios por el privilegio de trabajar en el lugar donde él nos ha puesto.
Entre las causas que llevaron a España, cabeza del mundo al comienzo del siglo XVI, a un proceso de crisis y decadencia, figura la actitud de menosprecio hacia el trabajo, especialmente el manual, propia de las clases dominantes que, aferradas a sus derechos de sangre y estatus nobiliarios de la época feudal, consideraban al trabajo y al comercio como algo indigno e impropio de su categoría. Una mala interpretación de los textos bíblicos que calificaba al trabajo como una maldición por la Caída, sería la justificación religiosa para sostener tal actitud. Cervantes, en el Quijote, retrata fielmente a la sociedad española de su tiempo al describir las categorías sociales de los protagonistas de su novela: el hidalgo, que vive de su hacienda y cuyas ocupaciones son la caza y el ocio, y el villano, rústico labrador que ansía escapar de su condición, incluso a costa de embarcarse en una aventura de imprevisible final. El primero, por su linaje (hidalgo = hijo de algo), está por encima del trabajo, mientras que el segundo, por su oscuro origen, está reducido de por vida al mismo. Al final, la posición de las personas en la vida depende enteramente de la procedencia genealógica, sin que el esfuerzo o la industria personal determinen nada que merezca la pena. Esta actitud va a perdurar en el alma española por siglos, dando origen a un género peculiar de la novela: la picaresca. El Lazarillo, el Buscón y otras más, van a describir al vividor que, abocado por su nacimiento a una posición ínfima en la vida, trata de escalar peldaños en la escala social no mediante el esfuerzo, que se concibe inútil, sino mediante la aventura y el engaño. Habiéndose consumado ya la expulsión de los judíos -expertos en el incipiente sistema financiero- y estando en puertas la expulsión de los moriscos -artesanos y trabajadores-, ya tenemos todos los ingredientes necesarios para un descalabro generalizado. No es extraño que la nación terminara en el colapso social, económico y moral en el que quedó, por siglos, sumida. Pero en los países donde la Reforma arraiga se creará otra óptica del trabajo, concibiéndolo como lo que es en realidad: algo que viene de Dios, antes de la Caída, para la realización de nuestras capacidades y habilidades, lo cual redunda en el pleno desarrollo de nuestra personalidad, y esto a su vez trae gloria a Dios. ¡Qué diferencia tan radical entre juzgarlo como un lastre a considerarlo como un medio de proyección personal que glorifica a Dios! Tenía razón Max Weber al identificar la Reforma con el progreso; sólo le faltó decir una cosa: que la Reforma no inventó el principio del valor del trabajo, sino que simplemente se limitó a predicar lo que la Biblia enseña sobre el mismo. (copiado de W. Calvo conferencista y pastor español contemporáneo)
3. El “flash” de la cámara fotográfica no
sirve para leer un libro
Ver Gálatas 6:9
Mucha gente tiene cámaras fotográficas con “flash”. Como todos sabemos, la luz provista por un “flash” es mucho más brillante que cualquier lámpara común, pero apenas dura una fracción de segundo. Nos ilumina, nos deslumbra, y a veces nos encandila y aun nos deja momentáneamente enceguecidos, pero se apaga inmediatamente. Por ello el “flash” de la cámara fotográfica, aunque sea muy luminoso, no sirve para leer un libro. Para leer, y para otras tareas, se necesita una lámpara que dé luz permanente. Este pasaje nos exhorta a perseverar: “No nos cansemos de hacer el bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos”. El cristiano no debe ser “flash” que brilla intensamente y luego se apaga..... “La luz del mundo” debe ser permanente, incansable, sin desmayos.
Hasta el próximo encuentro