GRUPOS DE ENCUENTRO

IGLESIA EVANGELICA BAUTISTA DEL CENTRO. REG. CULTO No 672. RODRIGUEZ 542. ROSARIO

Aurora de una nueva vida- La paz interior

 

LECCIÓN NÚMERO CUARENTA Y TRES

 

APRENDIENDO A VIVIR EN PAZ - 5

 

 

Introducción: esta es nuestra quinta entrega de la serie titulada “Aprendiendo a vivir en paz”, con temas traducidos y adaptados de las notas del escritor evangélico Walter Moore, publicadas hace unos sesenta años por la desaparecida revista “El Heraldo Cristiano”, en tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Recomendamos conservar todos estos materiales, porque son de valor permanente.

 

1.      Puedes ser más valioso que lo que supones

Ver Lucas 12:7

Jesús nunca despreció a las personas. Jamás las tuvo en poco. Todo ser humano era merecedor de un auténtico interés y su verdadero amor. Por eso el Señor siempre procuró enseñar y demostrar que todo hombre, toda mujer, es de real importancia para Dios y debe serlo también para los demás. Cuando se refirió a los niños, por ejemplo, dijo que “de los tales es el reino de los cielos” (Mateo 19:13-15), y exigió que ellos fuesen respetados por sus discípulos. Las mujeres tampoco fueron menospreciadas por Jesús. Recordemos a la samaritana, a la adúltera, a María Magdalena, a María y Marta de Betania y a muchas más (recordar “sus historias” entre todos). Los jóvenes fueron aceptados y entre ellos eligió a sus discípulos. Los leprosos, marginados de la comunidad, fueron atendidos y sanados por Jesús. Los publicanos, rechazados por el pueblo, merecieron la compasión del Señor. Los pecadores fueron perdonados y aceptados sin reservas. Por ello Jesús decía: “Más valéis vosotros que muchos pajarillos”, como hemos leído al principio. No lo olvidemos, porque Jesús nos comprende, nos ama, nos perdona, nos acepta y nos protege, cuando confiamos en él.

 

Jesús jamás despreció a las personas, ni jamás las tuvo en poco.

 

 

2.      Caminar aunque no existan caminos

Ver Marcos 9:23

David Livingstone fue un gran misionero evangélico en el Africa. Su obra estaba muchas veces en el corazón de la selva. Se cuenta que una sociedad misionera de una región civilizada de Africa del Sur le escribió una carta que decía: “¿Hay algún buen camino para llegar al lugar donde Ud. está cumpliendo con su misión?... En caso afirmativo, háganos el favor de enviarnos detalles sobre ese camino, para que nosotros podamos enviar algunos misioneros que vayan a ayudarlo en su obra”. La respuesta de Livingstone llegó sin demora: “Si los hombres que Uds. quieren enviarme sólo están dispuestos a venir si hay un buen camino para llegar aquí, no los manden porque no los necesito. Yo quiero misioneros que estén dispuestos a venir aunque no haya caminos”. En realidad, servir a Cristo no es tarea fácil. En diversos aspectos de la vida, seguir a Cristo es “caminar aunque no existan caminos”. Es aceptar el desafío de lo imposible. Es renunciar a muchas satisfacciones y derramar, a veces, algunas lágrimas de amargura. Por eso dice el famoso poema bíblico “irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla, mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas” (Salmo 126:6). Es para pensarlo.

 

“He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad”. Isaías 43:19.

 

3.      Si quieres ser un gran misionero, empieza en la pequeña misión

Ver Hechos 13:1-3

“Había entonces en la iglesia que está en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se llamaba Níger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y Saulo. Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron”.

Una joven idealista y romántica, miembro de una numerosa iglesia evangélica de Brasil, soñaba con ir como misionera a unas tribus semisalvajes en las islas del Pacífico Sur. Finalmente se atrevió a entrevistarse con su pastor y le contó sus inquietudes. El pastor sonrió y le dijo: “Muchacha, tú has empezado muchas cosas y nunca has terminado alguna. ¿Sabes por qué? Porque antes de pensar en grandes misiones tienes que aprender a perseverar en la pequeña misión. Mira las favelas; niños y mujeres en tantos morros pobres de Río. Predícales. Están a tu alcance. Hazlo ya. Para que Dios te encomiende las muchas cosas, tienes que ser fiel en lo poco (Lucas 19:17) y, hasta ahora, creo que tú no lo has aprendido”. El pastor tenía razón. La paz interior, en el terreno vocacional y en cualquier campo, se alcanza cuando uno aprende a perseverar en las cosas pequeñas a través de los años, sin abandonarlas, hasta que el  Señor nos abra claramente una nueva puerta. Pablo y Bernabé fueron nombrados como misioneros al exterior, después de mucho tiempo de trabajo cotidiano. Si quieres ser un gran misionero, debes empezar en la pequeña misión. Pídele al Señor que te muestre tu sencillo deber de hoy. ¿Quieres embarcarte en la noble y desafiante tarea misionera? No está lejos de tu alcance, solo mira a tu alrededor, tus compañeros de estudio, trabajo, tus propios vecinos. ¿Ya has comenzado a contarles del verdadero Jesús, de tu Salvador, quien murió para que todos puedan salvarse acudiendo a El? No demores más, decídete actuar en el aquí y en el ahora.

                               

                                                                   Hasta el próximo encuentro

 

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