GRUPOS DE ENCUENTRO

IGLESIA EVANGELICA BAUTISTA DEL CENTRO. REG. CULTO No 672. RODRIGUEZ 542. ROSARIO

Aurora de una nueva vida- La paz interior

 

LECCIÓN NUMERO TREINTA Y CUATRO

 

Seguridad en medio de la inseguridad – 7

Introducción: el material que estamos utilizando, es de gran ayuda para todos los que necesitan paz interior. Los apuntes del presente ciclo, se refieren a la inseguridad de la gente ante el presente y el futuro en un mundo con gravísimos problemas. Lo que estamos viendo, es una traducción y adaptación de Walter Moore, escritas hace ya más de medio siglo, en los difíciles tiempos de la Segunda Guerra Mundial. La situación mundial es de extrema inestabilidad y lo cierto es que no podemos hacer como cantaban hace unas décadas los Beatles, “paren el mundo que me bajo”. El mundo no va a parar, y yo no me puedo bajar. ¿Qué haremos en la presente situación? Buscaremos ayuda en Dios y su Palabra. Una de las armas más antiguas del enemigo es el temor, porque engendra inseguridad. Sigamos viendo hoy los elementos que nos van a proteger:

 

1.      Tenemos que preferir el conocimiento supremo, la verdadera sabiduría

Ver Eclesiastés 1:12-18.

 

El rey Salomón, al hacerse cargo del trono de Jerusalén, oró a Dios pidiendo sabiduría y ciencia, como se lee en 2º Crónicas 1:8-10. El Señor le contestó afirmativamente. Por eso, en los primeros tiempos de su gobierno, Salomón asombró al mundo con su extraordinaria sabiduría. Sin embargo, años después, este rey comenzó a relacionarse con muchas mujeres paganas que lo desviaron del culto al verdadero Dios, para inclinarlo a seguir a dioses como Astoret y Milcom. Al llegar a su ancianidad, Salomón ya practicaba abiertamente las religiones paganas. Ver 1º Reyes 11:1-10. Esa idolatría, hizo que Salomón perdiese gran parte de su sabiduría y de su ciencia. Por otra parte, como él lo reconoce en el pasaje de Eclesiastés 1:12-18, se dedicó a adquirir otros conocimientos “sobre todo lo que se hace debajo del cielo”. Eso no es pecado, por supuesto, pero es evidente que en su investigación, en sus estudios, en su búsqueda del saber humano, Salomón descuidó la verdadera sabiduría que había recibido de Dios. Es necesario adquirir conocimientos humanos y alimentar nuestra mente leyendo, escuchando, estudiando, observando, reflexionando sobre todo cuanto es útil para nuestro desarrollo intelectual. Pero esto nunca debe hacerse al precio de ser negligentes en el cultivo del conocimiento supremo, la verdadera sabiduría que viene de Dios y que hallamos, fundamentalmente, en las Sagradas Escrituras.

 

Jamás olvidemos que nuestro Gran Maestro es el Señor Jesús.

 

2.      Hay cuatro alternativas, pero sólo en una tenemos la victoria

Ver Filipenses 1:21.

 

Hay cuatro cosas que una persona puede hacer con su propia vida. Son cuatro alternativas diferentes, pero tres de ellas conducen al fracaso total. La primera es huir del llamado de Dios, como Jonás, y naufragar en el intento. La segunda es atacar al Señor, como aquéllos que insultaron a Jesús cuando era juzgado, cuando caminaba hacia el Calvario y cuando estaba en la cruz. La tercera es seguir nuestros propios planes y manejar nuestra vida a nuestro antojo. Cualquiera de estas tres opciones nos llevará a la ruina espiritual con trágicas consecuencias. Pero la cuarta alternativa es poner toda nuestra vida en las manos de Cristo. Pablo dijo “para mí, el vivir el Cristo”. El notable predicador Dwight L. Mooody, famoso evangelista del siglo XIX, acostumbraba recomendar: “Dejen sus vidas en las manos de Dios: El Señor puede hacer mucho más de lo que Uds. pueden”.

 

El Señor puede hacer mucho más de lo que nosotros podemos.

 

3.      Para las tormentas de la vida, necesitamos mucho más que un paraguas

Ver Mateo 6:24-29

 

Cuando Jesús terminó de predicar el Sermón del Monte, que abarca los capítulos 5-6-7 del Evangelio de Mateo, la gente se admiraba de su doctrina. Todos estaban conformes con las sabias enseñanzas del Maestro. Sin embargo, aunque no se daban cuenta, allí se hallaban dos clases de personas, como el mismo Señor acababa de enseñarlo. Por supuesto, cada uno de ellos, tarde o temprano, tenía que enfrentar las tormentas de la vida, como le ocurre a cualquiera. Pero muchos habían construido su existencia sobre el cimiento débil, inseguro y arenoso; mientras otros, a su vez, habían fundado su vida sobre la Roca. Las tormentas iban a azotarlos a todos. Unos se derrumbarían, irremediablemente, porque no soportarían la adversidad. Otros, en cambio, resistirían victoriosamente, porque Jesús era el fuerte cimiento de sus propias vidas. En otras palabras, todos tenemos las mismas dificultades, las mismas tribulaciones, pero los que confiamos en Cristo sabemos enfrentarlas con toda entereza, sin derrumbarnos, a pesar de las tormentas de la vida.

¿Nos derrumbaremos frente a la tormenta o nos mantendremos firmes?

Hasta el próximo encuentro

 

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