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![]() Carta Abierta de Católicas por el Derecho a Decidir En Ocasión del Encuentro Eucarístico Nacional -Jubileo 2000- “Durante tres días de actos masivos y con peregrinos de todo el país, la Iglesia Argentina celebró los días 8, 9 y 10 de Septiembre de 2000 el Encuentro Eucarístico Nacional - Jubileo 2000. En esta oportunidad la jerarquía de la Iglesia pidió perdón por los católicos que participaron en la represión durante la última dictadura y por aquellos que participaron en los movimientos populares como si fueran la misma cosa, pero en ningún momento pidió perdón por la complicidad de la cúpula de la Iglesia. Esto significó la reacción inmediata de todos los organismos de derechos humanos. También pidió perdón porque en nombre de los derechos humanos se comete el crimen del aborto, pero no pidió perdón por todas las adolescentes que fueron expulsadas de escuelas católicas por estar embarazadas. Católicas por el Derecho a Decidir, Argentina, quiso hacer pública su visión sobre distintos puntos que afectan los derechos de las humanas y los humanos, tanto en la sociedad como dentro de la Iglesia, en nuestro compromiso con los excluídos de la sociedad.” .
Como mujeres Católicas comprometidas con los Derechos Humanos y la Justicia Social queremos expresarnos en este momento de encuentro en que la Iglesia argentina se reúne para Celebrar el Jubileo 2000. Queremos expresar nuestra palabra que surge desde nuestro corazón despierto, desde las heridas de nuestras vidas, desde nuestro infinito amor y esperanza en nuestra Iglesia. El Concilio Vaticano II proclama que “El Pueblo de Dios es la Iglesia de Jesús, la cual permanece fiel y tiene capacidad de renovarse a sí misma. Mujeres y hombres están llamados a formar el nuevo Pueblo de Dios; por ello ese Pueblo debe extenderse en el mundo y en los tiempos”... Como bautizadas somos Iglesia. ¿Por qué entonces a las mujeres que somos la mayoría de nuestra Iglesia se nos da un lugar subordinado? Si asumimos la catequesis, la liturgia, el trabajo en las comunidades, la limpieza, ¿porque no tenemos acceso a las decisiones ni al sacerdocio? A pesar que desde la estructura eclesial no se ha promovido nuestra formación teológica, se está produciendo una transformación en el pensamiento de las mujeres católicas, que vamos construyendo otros caminos más allá del papel que nos ha impuesto la religión y la cultura. Mujeres y hombres somos seres humanos plenos, forjados a imagen y semejanza de Dios, por lo tanto católicas y católicos reclamamos el reconocimiento de nuestra capacidad moral para definir y conducir nuestras vidas, nuestros cuerpos y nuestra sexualidad de manera autónoma, asumiendo el reto y la responsabilidad de este desafío. Fue para nosotras positivo e importante, pero insuficiente, el pedido de perdón del Papa para las mujeres, por un lado se hizo visible nuestra presencia en la Iglesia, pero nada se dijo de nuestros derechos y de nuestra participación en las decisiones. Junto al pedido de perdón es imperioso un cambio profundo para que la verdadera equidad entre hombres y mujeres comience a construirse al interior de la propia Iglesia. Se requiere mover estructuras eclesiales en donde por siglos las mujeres no hemos tenido voz. Nos sumamos a la preocupación de toda nuestra Iglesia frente a la alarmante pobreza que el modelo neoliberal ha generado, así como la urgente necesidad de actuar junto con muchos otros sectores de nuestra sociedad para disminuir la inequidad y la exclusión. Queremos así mismo el compromiso de nuestra Iglesia para que sean reconocidos nuestros derechos sexuales y reproductivos como parte inherente de los derechos humanos fundamentales. Esto implica aceptar como decisiones moralmente válidas, aquellas que tomamos desde la libertad de conciencia, garantizando el sexo seguro y protegido, el respeto a la diversidad sexual y el uso de métodos anticonceptivos seguros y eficaces para ejercer nuestra sexualidad con placer y responsabilidad. Dios quiere vida plena para todas y todos, por ello frente al grave problema de la mortalidad materna, la Iglesia en su conjunto debe tener una mirada comprensiva y profundizar en sus causas y en sus consecuencias. Queremos una Iglesia que frente al VIH- SIDA, oriente su doctrina y práctica por la misericordia y la solidaridad, colaborando en su prevención, promoviendo el debate en torno al ejercicio de una sexualidad responsable, integrada al proyecto de vida, a la vez que reconozca el uso del preservativo como el método más efectivo para proteger la vida. Anhelamos una Iglesia comprometida con los valores del Evangelio, con una nueva ética basada en la vida y en los derechos de las humanas, desde la niñez, que repudie las situaciones de violencia que sufrimos las mujeres y las niñas incluso en la propia Iglesia. Anhelamos la participación de todas y todos en las enseñanzas, las decisiones y el ministerio eclesial. La teología cristiana, debe reformularse con los ojos puestos en los sujetos sociales oprimidos y excluidos: los pobres, las mujeres, los pueblos indígenas, las minorías sexuales, las diferentes experiencias de familias, las ancianas y los ancianos, las/losjóvenes, las niñas y los niños. La Iglesia argentina debe asumir y reconocer que el silencio, la complicidad, la falsa prudencia vivida en los tiempos de dictadura no le ha permitido reconocer oficialmente el martirio de Monseñor Angelelli y de tantos que perdieron la vida en defensa de sus ideales. Hacerlo, sería un gesto de auténtica conversión, tantas veces predicada, que fortalecería la vigencia plena de los derechos humanos en la Iglesia y en el país todo. Deseamos que nuestra Iglesia llegue a ser más horizontal, más fraterna, inclusiva, donde el poder se distribuya, donde lo diferente no sea motivo de discriminación sino de renovación. Católicas por el Derecho a Decidir - ARGENTINA |
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