Católicas por el Derecho a Decidir
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EFECTOS DEL PENSAMIENTO UNICO

 

Frei Betto

 

Sentimos hoy un malestar en relación a los cinco pilares de la modernidad y de la sociedad en que vivimos: el Estado, la familia, la escuela, la Iglesia y el trabajo.

 

Fernando Sabino suele afirmar que el minero (habitante de Minas Gerais) ya nace loco, luego empeora. En Minas, cuando un individuo enloquecía se decía que él "se manifestó". Una persona que se "manifestaba" era aquella que, de alguna forma, no estaba adaptada a alguna de estas cinco instituciones: familia, Iglesia, escuela, Estado o trabajo. Y las personas sintonizadas con ellas eran consideradas "normales".

 

Ahora bien, las cinco están en crisis, causándonos un gran desconcierto. Todos nosotros vivimos en una situación de duda sobre el momento actual. ¿Qué pasa en Brasil y en el mundo, y por qué?.

 

Somos contemporáneos de un hecho absolutamente nuevo en la historia de la humanidad: la era imaginética (icónica). Somos la primera generación televisiva de la historia. Nuestros bisabuelos, tatarabuelos y anteriores no lo conocieron. Mi abuela jamás podría imaginar que,  sentada en el sofá de su casa, pudiese asistir a un evento del otro lado del planeta, en tiempo real.

 

Somos también contemporáneos de otro evento, que no es novedad pero que es rareza: el cambio de época. O sea, no estamos viviendo sólo en una época de cambios, sino que vivimos en un cambio de época. La última vez que sucedió algo igual en Occidente fue en el paso del período medieval al período moderno, en los siglos 15 y 16. Ahora pasamos del período moderno al período denominado pos-moderno.

 

En muchos aspectos esos dos cambios de época se parecen. Hoy usamos el nombre de globalización en lugar de neocolonialismo. Prefiero ser más explícito y hablar  de globocolonización, en la medida en que una determinada cultura y una determinada concepción de vida le son impuestas al mundo, y no varias concepciones y culturas.

 

En China entré en una casa de discos y había un poster de Michael Jackson. No tengo nada en contra de que a los chinos les guste Michael Jackson, pero me gustaría llegar a una casa de discos en Nueva York y encontrar el poster de un chino... En Manaos unas muchachas corrían con medias de lana hasta la rodilla porque había una telenovela en que los personajes corrían con medias de lana.

 

Existe un modelo de sociedad hegemónico, anglosajón, que nos es impuesto como ideal. No tenemos la posibilidad de visualizar nuevos modelos históricos, tanta es la hegemonía de ese modelo neoliberal. Pero podemos imaginar lo que sucedería si la población de China tuviese hoy el patrón de vida americano, con tantos automóviles como en los EE.UU.; significaría, por lo menos, el fin de la capa de ozono. Por tanto el esfuerzo de pensar  un nuevo modelo de convivencia social es un desafío y una necesidad.

 

La diferencia entre la colonización ibérica y la globocolonización actual es pequeña. Además, la globalización no fue inventada por el capitalismo neoliberal, ni por la colonización ibérica. Fue inventada por San Pablo, en el siglo 1. El fue el primero en romper una determinada cultura, etnia y geografía, para proponer un mensaje universal, que adquirió incluso ese nombre. "Católico" significa 'universal'. ¿Cómo varios pueblos, sin perder su identidad y cultura, pueden abrazar una misma creencia? Hasta entonces todas las religiones estaban confinadas a sus razas, a sus pueblos, a sus etnias.

 

Tiempo e historia

 

Enfrentamos hoy un proceso de deshistorización del tiempo. La historia que conocemos es la historia contada por los vencedores, hasta el punto de que los 500 años del Brasil, en rigor, deberían ser conmemorados en Portugal, no aquí, porque fue una victoria de los portugueses. Sería extraño, como escribió Oded Grajew el otro día, que la República Checa conmemorase los 50 años de la invasión nazi. De cualquier modo, eso no quiere decir que no debiéramos conmemorarlo. La palabra 'conmemorar' es exacta, no la palabra 'celebrar'. Porque conmemorar significa, etimológicamente, 'hacer memoria'. Sólo que aquí se conmemoró de manera equivocada. Deberíamos haber obtenido el hnow-how del gobierno francés que, en 1989, al conmemorar los 200 años de la Revolución Francesa, consiguió involucrar a toda la nación, desde los segmentos más conservadores hasta los más progresistas, haciendo un abanico de eventos que rescataran la memoria de la nación, a la luz de la Revolución Francesa, pero sobre todo de los desafíos que se presentan hoy en el contexto europeo.

 

Desgraciadamente no fuimos a pedir ese know-how y así terminó como terminó. O sea, se montó una fiesta de aniversario a la cual la mayoría de la familia no fue invitada. Si usted excluye a un hijo de un aniversario en su casa, es normal que él tire piedras a los vidrios, pues es la forma de llamar la atención y de decir "estoy excluido, pero quiero participar".

 

Se da hoy un proceso de deshistorización del tiempo. De ahí  nuestra dificultad, en esta crisis del paso de la modernidad a la posmodernidad, de consolidar  valores como, por ejemplo, la ética. No existe proyección, prospección, estrategia, sin la concepción del tiempo como historia. Esa posiblemente fue una de las mayores adquisiciones del occidente y está siendo, en este momento, una de las mayores pérdidas. Los griegos tenían la idea del tiempo cíclico. Las cosas suceden y se repiten. Y tenían también una idea del destino. Hay algo anterior a mí que trazó los caminos de mi vida. Y ese poder es irresistible.

 

Los persas fueron los primeros que percibieron el tiempo como historia. Y los hebreos fueron quienes nos pasaron, a través del Antiguo Testamento, esa idea fuerte de que tiempo es historia.

 

Entre los grandes prohombres de la cultura contemporánea, tres trabajaron el tiempo como historia y los tres fueron judíos: Jesús, Marx y Freud. Jesús trabajó el tiempo histórico como construcción del reino de Dios, e hizo la ligazón entre el principio, el Paraíso, y el fin, la escatología, el Apocalipsis, la nueva venida. La visión cristiana imprime al tiempo una historicidad, como herencia de la visión judía, en la cual eso está muy arraigado.

 

Marx enseñó que sólo podemos entender los varios modos de producción rescatando la historia de dichos modos. Y Freud, que sólo podemos entender los desequilibrios de una persona rescatando la historia de esa persona. Yendo, incluso, a los  límites del inconsciente.

 

Cuando se tiene la percepción del tiempo como historia, se tiene la cuerda en que sostener los valores. O sea, la vida adquiere un sentido. Y ése es el mayor bien que todos buscamos: un sentido.

 

Quien tuvo la oportunidad de asistir a la entrevista que el periodista Boris Casoy le hizo al geógrafo Milton Santos oyó al profesor hacer una sabia distinción. Afirmó que nuestro proyecto de sociedad está hoy anclado en bienes finitos, cuando el proyecto de la felicidad humana debiera estar anclado en bienes infinitos. Nuestra frustración proviene de que los bienes finitos son finitos y el deseo es infinito. Cuando está centrado en bienes finitos, el deseo no encuentra satisfacción.

 

Los bienes de la dignidad, de la ética, de la libertad son infinitos, así como la paz y el amor. Como dichos bienes no tienen valor de mercado, no se pueden comprar en la esquina. Incluso tratan de vendernos simulacros. La publicidad sabe que todos andamos buscando la felicidad, y como no puede ofrecernos la felicidad, intenta convencernos de que la felicidad es el resultado de la suma de placeres. Tomo este licor, visto esta ropa, tengo cuenta en tal banco, ando en tal automóvil, voy de vacaciones a tal paraíso... por tanto voy a ser feliz, pues mire cómo las personas que hacen eso son felices. Todo el proyecto está basado en el tener y no en el ser.

 

Cuando no tenemos la percepción del tiempo como historia no tenemos la cuerda en que poner los valores y, por tanto, corremos el riesgo de la pérdida del sentido, entramos en un vacío. Recordarán ustedes cómo antiguamente las gentes  se enamoraban, se hacían novios, se casaban, celebraban las bodas de plata y algunos hasta las de oro. ¿Por qué? Porque había un sentido, una dinámica de valores dentro del compromiso conyugal. Hoy las gentes se casan, se descasan, se enamoran, rompen... hasta el punto que un amigo mío -que ya va por el cuarto casamiento- invitó a sus bodas de plata y nadie entendió el motivo; entonces él explicó: "Ya que nunca celebraré las bodas de plata con la misma compañera, entonces sumé los años que llevo casado y por eso voy a celebrar los 25 años".  Y dio la fiesta.

 

La perennización del presente

 

Hoy entramos en la dinámica del pensamiento único, en la idea de que este modelo de sociedad capitalista neoliberal es el ideal. Como dice Fukuyama, gurú del neoliberalismo, "la historia se acabó". Creer eso es aceptar que no hay futuro.

 

¿Cuál es la lección que nos da esta perspectiva? La perennización del presente. Quieren convencernos de que de aquí a 200 ó 500 años habrá centros de compras, mercados, Bolsa de Valores, competitividad, porque a nadie se le ocurre imaginar algo diferente. A menos que corra el riesgo de ser llamado dinosaurio o insensato.

 

Ahora bien, quien conoce la historia sabe que Alejandro Magno soñó que su conquista del mundo sería eterna. Los doce césares de Roma ambicionaron lo mismo. La Iglesia, en el período medieval, creyó que había llegado el reino de Dios. Hitler incluso se atrevió a llamar a su proyecto el Tercer Reich, el reino definitivo de su conquista, y acabó en lo mismo que Stalin en la Unión Soviética. Ahí tenemos una gran necedad: la pretensión de que un momento histórico pueda eternizarse.

 

Lo más grave en este nuestro momento histórico es que no hay una propuesta que se contraponga a ese modelo neoliberal de sociedad. Somos seres visceralmente convocados al sueño. Somos el único animal que no puede dejar de soñar. El único animal incompleto. Una vaca está feliz en su plenitud bovina; el cachorro en su plenitud canina necesita sólo una comida, un poco de cariño  y habla consigo al mirarnos: "Pobrecito, todavía le queda una reunión, discutir de política, leer el periódico, enfrentar problemas familiares". El helecho necesita de muy poco para ser feliz: un poco de sol y de agua.

 

Nosotros no. Nosotros somos seres marcados por la no-plenitud y por eso nuestra plenitud sólo se realiza en el sueño. Tenemos que soñar. El sueño puede ser un proyecto político, una fe religiosa, un ideal profesional o una vocación artística. Somos seres llamados a la trascendencia. No nos bastamos a nosotros mismos.

 

La pérdida de la dimensión histórica del tiempo coincide con la entrada de una "cultura" que, cada vez menos, se preocupa por aquello que constituye el verdadero carácter de la cultura. Cultura es todo lo que  perfecciona nuestro espíritu y nuestra conciencia. Cuanta más conciencia y densidad espiritual tiene una persona, menos consumista se vuelve. Sin embargo, la cultura cada vez está más  enganchada al consumismo. Pierde su valor como factor de humanización para convertirse en mero entretenimiento. Existe una maquinaria publicitaria que no está interesada en formar ciudades sino en formar consumidores. Hasta el punto de extenderse eso hasta la infancia.

 

La erotización precoz

 

Quien ya llegó a una edad media, como yo, sabe que en nuestra infancia casi no existía el factor dinero. Nunca supimos cuál era la marca del calzado que usábamos ni de la ropa que vestíamos. El  dinero apareció en nuestra vida cuando entramos en la adolescencia.

 

Pero sucede que el mercado infantil es ahora el plato fuerte del consumismo. Porque los niños tienen dos ventajas: no tienen discernimiento frente al valor del producto, ni al valor de compra, ni al valor de uso, y es capaz de insistir tanto que los padres acaban comprando para verse libres del fastidio, incluso a sabiendas de que aquello será arrinconado en una semana.

 

¿Cómo se logra  convertir a un niño en consumidor? Es difícil, porque el niño está dotado de un artificio natural que le sirve de antídoto: su fantasía. Un niño o una niña de 4 ó 5 años, saltando solo, es todo un bando.

La fórmula para transformar a un niño en consumidor es por la vía de la erotización precoz. Cuando se consigue que un niño de 4 ó 5 años preste demasiada atención al propio cuerpo entra en la perspectiva del consumo. Pasa a vivir una esquizofrenia, porque es biológicamente infantil y psicológicamente adulto. Y al llegar a la pubertad vive una crisis, como todos la hemos vivido. Es cuando descubrimos que hay una inversión. La fantasía pasa a segundo plano y la razón al primero. La infancia es formidable, porque la fantasía está en primer plano y la razón en el segundo.

 

Ese niño, marcado por la perspectiva consumista, llega a la pubertad en una enorme inseguridad. La realidad le asusta. Y en ese momento, por una perversa intuición profesional, se acerca a él el traficante de drogas y le dice: "No te preocupes, vas a poder continuar soñando, sólo que químicamente".

 

La cuestión de la droga está directamente asociada a la eliminación de la infancia como espacio lúdico, de creatividad, para dejar su lugar al consumo y a la niñera electrónica, que sueña por el espectador medio. En mi infancia, felizmente, no había la dictadura de la tv y la gente saltaba en la calle. Lo máximo del consumo era pedirle a papá que trajese unos clavos para confeccionar nosotros nuestros juguetes. Y se daba todo un ejercicio de sociabilidad en la calle.

 

Hoy hay una caja electrónica que sueña por el niño y promueve una transferencia. La familia quiere inculcar unos valores y la tv propone antivalores. Mi padre me impedía pasar por determinadas calles de Belo Horizonte, porque por ahí quedaba la zona bohemia de la ciudad. Hoy usted ya no puede hacer lo mismo. Basta con que su hijo encienda el televisor para que el burdel entre en su cuarto o en la sala; y si usted se descuida, incluso  conecta la página de telepornografía y revienta la cuenta de teléfono de la familia.

 

Vivimos en una situación en que la vida vuelve a tener una dimensión cíclica, pero no histórica; y dentro de esa dimensión cíclica es difícil tener una cuerda en que colgar los valores. Y el sueño como utopía o proyecto pasa a ser casi un crimen, una anomalía. "No, usted tiene que aceptar esa sociedad tal como ella se presenta", afirma el pensamiento único.

 

La perspectiva de perennización de ese presente nos lleva al síndrome de la eterna juventud. Puesto que el presente tiene que ser perennizado, también mi juventud tiene que ser perennizada. Se gasta el cuerpo, pero no el espíritu. Hoy hacerse viejo es una falta de educación; el engordar, ya ni se diga. Valga este chiste: - ¿Qué, fue al entierro del amigo? - Sí, fui. -¿Y cómo estaba?  - Pues mire, finalmente murió sano...

 

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Frei Betto es escritor, autor de "Batismo de Sangue", relato de los entretelones de la dictadura, que publicó la editorial Casa Amarela en el mes de julio.

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