Reflexiones en torno a la Fe como virtud
Hoy me eleva la Fe y me arrastra como un remolino hacia su centro. El tránsito debe ser rápido, sin cuestionamientos porque es Dios mismo quien la dirige. Esta Fe que siento es como una entrega de amor sin condiciones.
Esto último es lo más difícil de la Fe. Para mí, hablar o escribir sobre la Fe es mucho más fácil. Asimilar sus implicaciones e internalizarla como virtud es mucho más difícil. Aquí me aplico un dicho de mi infancia que expresaba que "con la boca es un mamey" o "así es un guame". Pero ni lo uno ni lo otro. También hablar o escribir sobre la Fe es difícil.
Me pregunto si podré mantenerme firme en mi Fe en la Fe; si esto es un arrebato temporero o es permanente. Corrijo: en cuestiones de Fe, ésta es permanente. Esto es así porque la Fe la dirige Dios y Dios es permanente. Decir que se pierde la Fe, es decir que se pierde a Dios. Yo no quiero perderlo. Ni siquiera deseo concebir que lo pierdo. La Fe existe aunque los que debemos aferrarnos a ella fallemos, nos olvidemos o despeguemos de ella.
He vivido muchas etapas en mi vida. En la escuela primaria aprendí sobre la metamorfosis de las mariposas y de las ranas. Una vez me pareció más entendible la metamorfosis de estos otros seres vivos que las etapas de desarrollo del ser humano a partir del vientre materno. Entonces pensaba que los humanos, por no pasar por una metamorfosis como la vive la mariposa, éramos seres incompletos.
Hoy entiendo que en realidad he vivido mi propia metamorfosis. Me he visto salir de la crisálida y he sentido desplegárseme el espíritu en todo su esplendor tras los momentos de crisis. La mariposa y el renacuajo tienen una desventaja. Estos mueren en la última etapa. Mi metamorfosis es continua. Me permite levantarme cada vez que pasa o muere una etapa de mi vida en el tiempo. La plenitud mayor culminará más allá de la separación de la carne. No poseo etapa final como la oruga. La mariposa y la rana no poseen la más remota posibilidad de tener Fe. En cambio, yo tengo la opción de hacer mía la Fe por siempre. Poseo, sobre la oruga y el renacuajo, la urgencia incontenible de anillarme a la Fe en la expresión más genuina y profunda del amor. Hoy me doy cuenta que la Fe ha dirigido mi vida en las etapas que he vivido hasta el presente.
Llegar a estas conclusiones no ha sido fácil. Ojalá no reniegue más adelante de ellas en lo que me quede de vida física. Esto de mantenerse en la Fe de la Fe no es fácil para los mortales de la carne con espíritu. ¿Qué pensamientos tendré mañana?
He sido partícipe de los errores de la carne. Ante las tentaciones, he tenido que decirme "la carne es flaca", no para justificarme sino para cobrar conciencia de mi condición humanoide cuando el instinto predomina. En tiempos del hambre, ¿quién rechaza un bistec? Pero sí, hay que rechazarlo si sabes que la carne roja te hace daño, tienes altos niveles de ácido úrico o simplemente no es lo mejor para tu organismo. Sobre la debilidad de la carne, deberá prevalecer la fortaleza del espíritu. En estos momentos en que la debilidad recrudece, invoco por la Fe. Clamo por los que se zafan o caen de la Fe. A ellos hay que atraerlos para que no se pierdan.
Anteriormente he dicho que es mucho más fácil hablar que ejercer la vivencia en la Fe. Pero tampoco vivir en la Fe es tan difícil como tragarse una sopa de erizos de mar. La Fe es Dios. Mi cuestionamientos sobre Dios están ya superados histórica, humana y personalmente. Hoy la Fe me parece tan clara y distinta como que es Dios mismo.
Francisco Feliciano Sánchez
Poeta Puertoriqueño