Rafael HIDALGO PRIETO
Revista de la Asociación
"Arte y Arqueología de Córdoba, num. 5, 1.998, e.p.
Con el mismo objetivo de completar la información que con los medios propios de su programa expositivo puede ofrecer el museo, hemos considerado vehículo especialmente adecuado, tanto por su difusión cada vez mayor como por su vocación eminentemente divulgativa, la revista de la Asociación Arte, Arqueología e Historia.
EL CONTEXTO DEL HALLAZGO:
La lápida en cuestión, que actualmente se expone en la “Sala de cultura visigoda” (Sala VI) del MAPCO, se recuperó en la primera campaña de excavación arqueológica desarrollada en la Zona Arqueológica de Cercadilla, durante el verano de 1991.
En concreto la placa se encontraba cubriendo uno de los enterramientos situados en torno al aula de cabecera triconque dispuesta en el lateral norte del palacio (fig. 1), en lo que constituyó el núcleo principal de la ocupación cristiana del conjunto.
En el interior de la tumba se encontró una interesante inhumación: un individuo en posición decúbito supino, con los brazos flexionados sobre el tórax, con la tibia y el peroné de ambas piernas fracturados hacia la zona central de la diáfisis. No obstante, antes de entrar en cualquier tipo de consideraciones sobre estos u otros aspectos relacionados con la inhumación, se ha de tener presente que la lápida no correspondía originalmente a esta tumba, sino que estaba reutilizada, de modo que el individuo enterrado no es el mismo que el citado en la inscripción. De hecho, la lápida se encontraba invertida e incluso presentaba una rotura en el ángulo superior izquierdo -que fue suplida incorporando en el hueco un fragmento de una placa de mármol-, mientras que el extremo inferior había sido recortado, posiblemente en relación con la misma reutilización.
Así pues, ante esta circunstancia se puede obviamente deducir que no sabemos cuál fue el lugar exacto donde se ubicó la tumba del obispo Lampadio, si bien se ha de dar por sentado, por evidentes derivaciones del propio contexto arqueológico, que se encontraba en la necrópolis de Cercadilla, con toda probabilidad en algún lugar especialmente destacado, como se deduce de la condición de obispo que alcanzó el personaje enterrado.
LA LÁPIDA:
La inscripción en cuestión está conformada por una placa de mármol blanco de 112 cm. de longitud máxima conservada, 62 cm. de anchura y 5’5 cm. de grosor. La pieza se halló incompleta y rota en 10 fragmentos, a falta, como ya se ha dicho, de un fragmento de 28 por 19 cm. en el ángulo superior izquierdo y de parte de la línea final. Las abundantes manchas que se observan en su superficie se deben a filtraciones de gas-oil procedentes de los depósitos de combustible que durante varios decenios se encontraron en la zona, que han afectado al mármol y que la restauración no ha podido eliminar (1).
En lo que respecta al texto, está conformado por 11 líneas centradas en la placa, con un espacio en reserva en el extremo superior que ocupa en torno a una cuarta parte de la altura conservada de la pieza. Las letras alcanzan de 4 a 5 cm. de altura, mientras que la separación entre líneas es de 2’5-3 cm.
A ambos lados de la caja la placa ha sido ligeramente pulida, con el fin de resaltar el espacio que más tarde ocuparía el texto. En la superficie se observan con facilidad las finas incisiones de las líneas de guía, que ocupaban toda la placa desarrollándose hasta el extremo superior y hasta el lateral derecho. La caja está ordenada, a excepción de la línea 5, en la que la C inicial y la interpunción parecen añadidas y, de hecho, se encuentran completamente fuera de la caja. Además la factura tanto de la C como, sobre todo, la interpunción que le sigue, son de peor calidad que el resto del texto, de lo que se deduce que muy probablemente se trata de una corrección.
En el lateral izquierdo y en una franja de 4 cm., la placa ha sido desbastada, con toda seguridad en el proceso de reutilización. Además, en este mismo extremo y hacia la zona central conserva un pequeño testigo de argamasa pintada a la almagra, que nos permite inferir, por una parte, que antes de ser utilizada en la tumba en que fue hallada, fue muy probablemente reutilizada en otro lugar y, en segundo lugar, que esa reutilización se produjo ya en época medieval islámica, momento al que se asocia la utilización de la almagra en los revestimientos de argamasa.
Quizás con ese mismo proceso
de reutilización se han de relacionar dos huellas de sendos elementos
metálicos conservadas en el lateral derecho, cuyo fin sería
sujetar la placa a la tumba sobre la que se situaba.
El texto inscrito
en la placa es:
Lampadius | |
Episcopus | |
in religione | |
vixit annos LX | |
5 | `C •´ in episcopato (!) |
annos XVII men | |
ses • quinque | |
receptus est | |
in pace sub diae (!) | |
10 | XIII K(a)l(endas) • Octub(res) (!) • |
era DLXXXVII. |
El Obispo Lampadio, que vivió en la religión sesenta años, de los cuales diecisiete años y cinco meses como obispo, fue recibido a 13 días de las Calendas de Octubre del año de la Era 587 (19 de Septiembre de 549)(2).
EL OBISPO LAMPADIO.
Del obispo cordobés Lampadio no teníamos constancia hasta ahora, por lo que el hallazgo de la placa que aquí nos ocupa nos proporciona un importante documento para completar el conocimiento de los primeros -y más oscuros- momentos del episcopado cordobés, conocido, sobre todo, a través de la obra clásica de Gómez Bravo (3) y gracias a las referencias a los obispos cordobeses recogidas en los concilios por ellos suscritos(4).
Tenemos constancia de la existencia de un obispo Lampadio, adscrito a la diócesis de Utina (Oudna, Túnez), que participa en el concilio de Arlés en el 314, otro citado en la correspondencia de Agustín en el año 402 y un tercero presente en la conferencia de Cartago el año 411 (5), junto a otro presente en el Concilio I de Toledo celebrado el año 400 (6), si bien, ninguno de ellos puede identificarse con el que aquí nos ocupa.
A partir de la fecha de la muerte y de la referencia al tiempo durante el que ejerció como obispo, sabemos que Lampadio ocupó la cátedra cordobesa entre los años 532 y 549, completándose así parte del vacío existente entre el obispo Esteban (?), que podría situarse a fines del s. V, y Agapius, que suscribe el III Concilio de Toledo el año 589.
EL OBISPO LAMPADIO Y LA UTILIZACIÓN DEL PALACIO DE CERCADILLA COMO CENTRO DE CULTO CRISTIANO.
El hallazgo de la lápida de Lampadio en el yacimiento de Cercadilla proporciona también una información de gran interés para el conocimiento y la propia interpretación del centro de culto cristiano que reutiliza las construcciones del palacio imperial, una vez que éste dejó de desempeñar las funciones para las que en origen fue concebido.
En este sentido se ha de destacar especialmente que la inscripción de Lampadio es el documento de datación fiable y precisa más antiguo con que contamos para fechar la utilización del palacio como centro de culto cristiano. No obstante, de ello no se debe deducir de ninguna manera que fue con el obispo Lampadio cuando se inició la presencia cristiana en el monumento, sino que lo más probable es que esta transformación del uso y adscripción del palacio se hubiera producido tiempo atrás.
Para plantear tal posibilidad debemos partir de la propia interpretación del edificio como palatium construido bajo los auspicios del emperador Maximiano, para constituir el centro de poder del augusto en el extremo occidental del territorio por él tutelado, siguiendo la tendencia de centrifugación de las sedes imperiales desde su enclave tradicional, en Roma, a zonas periféricas próximas a los puntos de conflicto (7), propia de la Tetrarquía.
La rápida sucesión de los acontecimientos políticos, el devenir de los conflictos internos en época tetrárquica y, sobre todo, el inmediato desmembramiento de la política dioclecianea, que supone el encumbramiento de Constantino -que desde un momento temprano fija sus miras en Oriente-, habría relegado a un plano muy secundario el programa y presencia imperial previstos para la Diocesis Hispaniarum. Los datos con que contamos al respecto no permiten ni tan siquiera atisbar la posibilidad de que Hispania desempeñase un papel destacado durante los tumultuosos años de la segunda y tercera Tetrarquía. Lo cierto es que tras la presencia directa de Maximiano en la diocesis, entre los años 296-297, en relación con la campaña pacificadora desarrollada en el norte de Africa contra los mauri, el augusto no vuelve a pisar la Península Ibérica.
El destino de Cercadilla tras la abdicación de su fundador, Maximiano, debió ser pues común al de todos los palatia en ausencia de los emperadores. Lo más probable es que, como ocurre en otros casos, el palatium estuviera tutelado -y, a la vez, ocupado- por los más altos dignatarios del poder imperial en la diocesis.
No se ha de olvidar que este mismo contexto coincide cronológicamente con la progresiva instauración de la nueva política constantiniana y la rápida expansión del cristianismo. En este mismo momento se produce también un fenómeno de gran interés para nosotros, como es la “cristianización” de los palacios tetrárquicos, como consecuencia, por una parte, de los nuevos planteamientos geopolíticos implantados por Constantino y, por otra parte, de la intención de la floreciente Iglesia de dejar sobrada constancia de su victoria sobre los “persecutores” que pocos años atrás habían castigado severamente a los cristianos, siguiendo la misma filosofía de la que está claramente imbuida la obra de Lactancio, escritor cristiano de la época.
En el caso de Córdoba se debe tener muy presente la figura de Osio, obispo de la ciudad a la vez que consejero y mentor de Constantino, quien como nadie pudo hacer posible la cesión del palacio bético para su conversión en centro de culto. La misma adscripción del centro de culto de Cercadilla a S. Acisclo, que ya hemos defendido en diversas ocasiones (8), puede ser prueba de su antigüedad, pues se da la circunstancia de que el mártir Acisclo es uno de los más antiguos conocidos en la ciudad, muerto además durante las persecuciones tetrárquicas.
La proximidad del obispo a Constantino le mantiene alejado de forma casi continua de su obispado, hasta la muerte del emperador el año 337, momento en que vuelve y permanece en la ciudad hasta la eclosión de sus desavenencias con Constancio II. Este período de tiempo habría sido un buen momento para que Osio hubiera podido llevar a cabo la transformación del viejo palacio imperial.
Sea como fuere, la más que presumible vinculación del obispo Osio al inicio de la ocupación cristiana de Cercadilla, viene a ratificar el interés de la presencia de la lápida del obispo Lampadio en el yacimiento. A ello habría que añadir, además de las propias características del conjunto identificado (entidad y multiplicidad de los edificios reutilizados, características y extensión tanto en superficie como en cronología de la necrópolis, etc.) y la importancia del centro de culto cuya identificación se propugna, la recuperación en el interior del edificio que constituye el núcleo principal de la reocupación cristiana, del anillo sello del obispo Samsón, testimonio de la vinculación de este otro obispo al mismo enclave.
Todo ello y, en especial, la presencia episcopal, permite plantear que muy probablemente el complejo de culto cristiano de Cercadilla constituyó la primera sede episcopal cordobesa. El cambio de ubicación de tal sede desde el viejo palacio imperial al nuevo enclave de la basílica de S. Vicente, muy bien se pudo producir tras el cerco de Agila, cuando éste intenta acabar con la sublevación de la ciudad y profana la basílica de S. Acisclo utilizándola como acuartelamiento y establo para sus caballerías (9). A partir de este momento tanto la inseguridad producida por las incursiones visigodas, como la propia destrucción que produciría Agila, habrían aconsejado cambiar el lugar de residencia del obispo a un lugar más seguro en el interior de la ciudad, como es la basílica de S. Vicente.
Ello permite enlazar, para terminar, con una última cuestión de interés, como es la proximidad cronológica de la muerte de Lampadio y el cerco de Agila, que, a partir del testimonio de Isidoro se debe situar en el año 550. En este mismo sentido, no se deben olvidar, las connotaciones religiosas con que muy probablemente contó la rebelión de la comunidad católica cordobesa, de clara tradición hispanorromana, contra el gobierno central visigodo del arriano Agila.
Así pues, sería
muy sugestivo, en relación con este mismo episodio, pensar que el
óbito de Lampadio podría haber coincidido con el cerco de
Agila y, en consecuencia, habría sido provocado por el mismo
rey visigodo durante la ocupación y profanación de la basílica
de S. Acisclo. No obstante, lo cierto es que, a partir de la información
con que contamos (10), sabemos que
Agila subió al trono en diciembre del 549 y que su incursión
y derrota en Córdoba se deben fechar entre este momento y la revuelta
de Atanagildo de 551, esto es, en la estación hábil del año
550 y, por lo tanto, muy poco tiempo después de la muerte
del obispo Lampadio, según la fecha recogida en su lápida.
2.- Transcripción de CIL II 2/7, 643. (volver)
3.- J. Gómez Bravo, Catálogo de los obispos de Córdoba, Córdoba, 1.771. (volver)
4.- Al respecto véase especialmente L. A. García Moreno, Prosopografía del reino visigodo de Toledo, Salamanca, 1.974, 102-103. (volver)
5.- A. Mandouze, Prosopographie Chrètienne du Bas-Empire, 1. Afrique (303-533), París, 1.982, 625. (volver)
6.- J. Orlandis y D. Ramos-Lisson, Historia de los concilios de la España romana y visigoda, Pamplona, 1.986, 82. (volver)
7.- En relación con la interpretación del palacio imperial de Cercadilla, véase: R. Hidalgo, Espacio público y espacio privado en el conjunto palatino de Cercadilla: el aula central y las termas, Sevilla, 1.996. (volver)
8.- Una primera aproximación a esta asignación en R. Hidalgo y P. Marfil, "El yacimiento arqueológico de Cercadilla: Avance de resultados". Anales de Arqueología Cordobesa 3, 1.992. (volver)
9.- Isid. Hist. Goth. 45-56. (volver)
10.- Al respecto
véase E. A. Thompson, Los godos en España, Madrid,
1.971, 367. (volver)