Sucedió
hace tanto tiempo, que se nos hace difícil recordar que Cristo vivió
aquí sobre la tierra en un cuerpo de carne y hueso, tal como el
nuestro. Las personas que tuvieron contacto con él, también
eran iguales a nosotros: tenían anhelos y ambiciones, pasiones y
problemas, defectos y virtudes, tal como nosotros.
Ya que Cristo es
Dios manifestado en carne, es lógico que el contacto con él,
traiga consecuencias eternas: para bien o para mal, para enriquecer o condenar,
para el presente y el futuro.
En este curso estudiaremos
las vidas de seis hombres. Los seis tuvieron algo que ver con los eventos
que culminaron con la crucifixión. ¿Cómo reaccionaron
ellos ante sus circunstancias? Unos reaccionaron negativamente; otros eligieron
bien y se pusieron abiertamente al lado de Cristo. Algo de lo que hicieron
y dijeron quedó registrado en la Biblia para nuestra enseñanza;
porque nuestro camino por la vida también nos lleva hacia un encuentro
con Cristo.
Que esté
Ud. ahora leyendo este curso es parte de aquel encuentro. Siga adelante,
no tema. Estudie cuidadosamente las breves biografías de estos seis
hombres. Tres de ellos gozan bendición eterna por su forma de reaccionar
ante Cristo; los otros tres ya llevan muchos siglos de "lloro y crujir
de dientes" por su conducta equivocada en cuanto a Cristo. Al estudiar,
pregúntese una y otra vez: ¿Qué me quiere decir Dios
a mí a través de la vida de estos hombres?
El Ladrón Moribundo
El Hombre Que Crucificó A Cristo
Pilato El Débil
El Hombre Que Asesinó Su Conciencia
Judas El Traidor
El Hombre Que Nació Dos Veces
Cómo Estudiar Este Curso
Antes de nada,
pida a Dios que abra su corazón para que pueda captar las lecciones
que Él le quiera enseñar. Lea cada lección por lo
menos dos veces. La primera para enterarse de su contenido, y la segunda,
lentamente, meditando y buscando en la Biblia todas las porciones que se
señalan.
Exámenes
Al final de cada
lección, hay un examen. Al terminar una lección pase a tomar
el examen conrrespondiente. Conteste el examen de memoria. Luego, puede
cotejar las respuestas con la lección y la Biblia, haciendo los
cambios que crea necesarios antes de poner la respuesta definitiva. Cuando
haya terminado el examen, remita su corrección por:
Enviando un E-Mail
a maydal@arrakis.es con las respuestas
¿Qué Opina Ud?
Cada examen termina
con esta pregunta. Lo que anote Ud. en el espacio que sigue, no afectará
en lo más mínimo a su calificación. Ud. puede escribir
libremente lo que quiera. Sus respuestas servirán para que su maestro
lo conozca mejor y pueda ayudarle. También nos servirán para
ayudarnos a calibrar la efectividad de este curso.
Devolución De Los Exámenes
Estos serán
corregidos y devueltos, con el promedio de sus calificaciones.
Serían aproximadamente las nueve de la mañana cuando clavaron
en una cruz a un judío que gritaba, pataleaba, se retorcía
y blasfemaba. Pusieron sobre su cabeza una tabla con su acusación
y lo dejaron allí para que muriera. Esto sucedió a las nueve.
Antes que el sol llegara a su zénit ese malhechor crucificado encontró
la salvación. Fue el primer pecador que confió en el Cristo
del Calvario. Antes de la puesta del sol, esa misma tarde, los soldados
quebraron sus piernas y todo el peso de su cuerpo atormentado pendía
de sus brazos. Su corazón, sobrecargado al máximo, dejó
de latir. Su alma entró en la eternidad ¡Salva!
Este
hombre halló la salvación de la misma manera, de la única
manera que está al alcance de cualquier ser humano. Pensémoslo
bien. No fue salvo de sus pecados por asistir a la iglesia. La iglesia
fue formada casi dos meses después del día de su muerte.
No fue salvo por leer la Biblia, por hacer buenas obras o por llevar una
vida sin reproche. No recibió auxilio espiritual de los muchos sacerdotes
que le rodeaban ni de la madre del Señor que estaba cerca de la
cruz. No fue salvo por el bautismo o por alguna otra ceremonia religiosa.
Fue salvo simple y sencillamente por dirigir la mirada hacia Cristo Jesús
el Señor.
Un Hombre Padeciendo
Nuestro primer contacto con este hombre es cuando las aguas frías
de la muerte ya se acercaban a sus pies. Cada latido de su corazón
era más débil que el anterior. El sudor que bañaba
su frente se debía no solo al calor, ¡agonizaba!
Cuanto
más se acercaba la muerte, más consciente estaba de la carga
tremenda de su pecado y de la justicia de su sentencia. "Nosotros, a la
verdad, justamente padecemos -dijo a su compañero en el crimen-
porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos". Sus pecados, algunos
de ellos, eran conocidos por todos. La tablilla sobre su cabeza los anunciaba.
Pero había muchos más que él sólo conocía:
pecados privados, secretos, pecados de omisión (cosas que debiera
haber hecho, pero que descuidó). "El aguijón de la muerte
es el pecado" 1Cor 15:56.
Era
un hombre moribundo. Nosotros también lo somos. Cada minuto que
pasa nos lleva irremisiblemente hacia la muerte. Quisiéramos no
pensar en esto, olvidarlo. Buscamos frenéticamente placeres y diversiones
para borrar esta verdad de nuestra mente, pero el olvido, aunque fuera
posible, no cambia el hecho: ¡estamos muriendo! "La paga del pecado
es muerte" Rom 6:23. El ladrón muribundo había pecado durante
toda su vida, pero ahora, la proximidad de la muerte fijaba su atención
sobre este hecho innegable. Sentía intensamente el aguijón.
Un Hombre Pensando
Alguien debe de haber orado por este hombre. Al menos, podemos estar seguros
de que Cristo lo hizo. Años antes, Cristo enseñó:
"Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a
los que os aborrecen y orad por los que os ultrajan". El siempre practicaba
lo que predicaba. Mientras lo clavaban en la cruz, pedía el perdón
de su Padre para sus verdugos. Podemos estar seguros que, cuanto más
le injuriaban y maldecían los malhechores, tanto más oraba
por ellos. De pronto, uno dejó de insultarle y una nueva mirada
llenó sus ojos.
Empezó
a contemplar la persona de Jesús. Fijó su vista en
el rostro del Hijo de Dios, tan desfigurado por los hombres. Vió
santidad, paz y deidad. Levantó más la vista y vió
una corona de espinas, símbolo elocuente de la maldición.
Levantó la vista aún más y leyó el título
puesto allí por Pilato: "Este es Jesús de Nazaret, el rey
de los judíos". Cuanto más contemplaba, más quieto
y pensativo se volvía. ¿Sería posible que en su niñez
hubiera aprendido estas palabras de Isaías: "Mas él, herido
fue por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él,
y por su llaga fuimos nosotros curados" Is 53:5? O tal vez recordaría
otra historia aprendida en su infancia: la de Moisés cuando levantó
la serpiente. Los israelitas, con el veneno mortal ya en sus venas, hallaron
curación al mirar hacia la serpiente de metal. Quizá, si
él mirara al que moría a su lado... Fijó los ojos
en Él y vio cosas nuevas y maravillosas.
Luego
confió en las palabras de Jesús. Recordó que había
dicho: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". Oyó
también lo que dijeron los que rodeaban la cruz: "A otros salvó,
a sí mismo no se puede salvar". "Si eres Hijo de Dios, desciende
de la cruz". Oyó el evangelio de labios de los enemigos de Cristo,
¡y lo creyó!
Creyó
que Jesús era el Mesías esperado por Israel. "¿Ni
aún temes tú a Dios estando en la misma condenación?"
-dijo a su compañero-. Creyó que Cristo era perfecto y sin
pecado. "Este ningún mal hizo". Creía que Cristo le podía
salvar. "Acuérdate de mí". Creía que Cristo era un
rey, creía que había algo más allá de la muerte
y creía en la resurrección: "Cuando vengas en tu reino".
Creía que Cristo tendría un reino y quería formar
parte de él. Este criminal desconocido creyó con una fe maravillosa
y ejemplar. Confesó que Jesús era el Señor, tal como
lo dice Romanos 10:9.
Seguramente
esta oración llegaría a los oídos de Cristo como música
dulce y sublime. Este hombre no tuvo las oportunidades que muchos tienen
hoy. No estaba leyendo estas líneas en la tranquilidad de su hogar.
No estaba rodeado por aquellos que deseaban la salvación. No tenía
una sola página del Nuevo Testamento en sus manos. Sufría
dolores indecibles, pero contempló a Cristo y creyó. Estando
a un paso de la muerte puso su mirada en Cristo y halló la salvación.
Un Hombre Perdonado
"Por que todo aquel que invocare el nombre del Señor, será
salvo" Rom 10:13. "Señor, acuérdate de mí", clamó
el penitente y el Señor oyó y respondió al instante.
Sin precio, sin plazos, sin nada más que fe en el Cristo de la cruz,
Dios lo perdonó. También hay perdón para el lector
de estas líneas si reconoce su pecado y de la misma manera que el
malhechor, invoca al Señor.
El
malhechor moribundo fue salvado y estaba seguro de ello. "Hoy estarás
conmigo en el paraíso", fue la respuesta del Señor. No dijo
nada acerca del purgatorio, cuyo fuego purificaría al malhechor.
"La sangre de Jesucristo... nos limpia de todo pecado" 1Jn 1:7.
El
Salvador murió primero. La luz del mundo entró a las regiones
tenebrosas de la muerte para alumbrar el camino para el primer trofeo de
su victoria. Al ponerse el sol, manos crueles pusieron un fin violento
a la agonía del ladrón moribundo, lanzándolo a la
eternidad. Pasó por el río de la muerte, pero en la ribera
opuesta, el Señor mismo lo estaba esperando. Una mano horadada estrechó
a otra, horadada también. El cielo resonó con el grito triunfal
del Pastor: "Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había
perdido".
Pero
fueron dos los malhechores crucificados con Cristo. Uno se salvó
para que nadie desespere. El otro se perdió para que nadie presuma.
Uno fue de la misma presencia de Cristo al infierno. Así es y será.
Un encuentro con Cristo equivale a llegar a la cresta divisoria de la vida.
Tras la cruz hay dos caminos, una encrucijada, y es forzoso decidir. ¿Qué
camino escogerá Ud.? ¿Creerá? ¿Invocará
el nombre del Señor obteniendo así la salvación? ¿O
le dará la espalda partiendo de su presencia a la perdición
eterna? La elección es suya.
Citas
donde se encuentra la historia de este hombre:
Mateo 27:38-44; Marcos 15:27,28;
Lucas 23:32-43; Juan 19:18
1. El malhechor
fue crucificado con Cristo:
A. A media mañana
B. A medio día
C. A media tarde
D. Al anochecer
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2. El malhechor
halló salvación por:
A. Asistir a la iglesia
B. Leer la Biblia
C. Hacer buenas obras
D. Confesar sus pecados a los sacerdotes
E. Mirar a Cristo y confiar en Él
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3. El aguijón
de la muerte es:
A. El sepulcro
B. El pecado
C. La agonía física
D. El más allá
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4. En el último
análisis, el hombre muere por:
A. Enfermedad
B. Vejez
C. Pecado
D. Voluntad propia
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5. El malhechor
arrepentido:
A. Primero ofendió y luego oró a Cristo
B. Siempre fue discípulo de Cristo
C. Pidió a la madre del Señor que orara por él
D. Tuvo que ir al purgatorio
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6. El malhechor
oyó el evangelio de labios de los enemigos de Cristo, oyó
esto:
A. "Id al mundo y predicad el evangelio"
B. "Mirad, cuánto le amaba"
C. "Este recibe a los pecadores y con ellos come"
D. "A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar"
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7. El malhechor
reconoció que el Señor Jesús era:
A. El Mesías prometido
B. Perfecto y sin pecado
C. Un rey
D. Las tres cosas de arriba
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8. Romanos
10:9 dice: "Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor,
y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos,
serás salvo". En esencia, el malhechor:
A. Creyó así en Cristo
B. Fue el primero en pronunciar esas palabras
C. Inspiró al apóstol Pablo a escribir eso
D. Creyó, pero no de esa manera
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9. Una cosa
que tuvo el malhechor fue:
A. Dinero para dejar a los pobres
B. Amigos influyentes entre los sacerdotes
C. Una vida buena que presentar ante Dios
D. Una fe sencilla en la persona de Cristo
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10. Cuando
consideramos la crucifixión, notamos que:
A. Ambos malhechores fueron salvos
B. Un malhechor fue salvo pero el otro no
C. Cristo sólo salva a gente respetable y buena
D. Todos los hombres serán salvados a fin de cuentas
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