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Por regla general solemos denominar como familia únicamente a aquellas personas vinculadas a nosotros mediante lazos físicos: padres, hermanos, hijos, esposas, abuelos, etc. Es muy importante saber diferenciar espiritualmente el concepto de familia que, aunque siempre coincide con la familia física, nunca están con nosotros físicamente todos nuestros familiares, pues espíritus hay que, siendo nuestros familiares en otras vidas, optaron en esta reencarnación por trabajar desde el plano espiritual y no bajaron a la Tierra, y tanto estos que no vemos como aquellos que nos rodean son igualmente nuestros familiares.
Ya sabemos por todos los tratados de psicología, filosofía y religión, que la familia es la célula primigenia del desarrollo humano y que está condicionando la educación y los posteriores desarrollos evolutivos de la persona en la Tierra. Por ello es tan importante venir en una familia que pueda ayudarnos en nuestra educación, en la corrección de nuestras inclinaciones negativas, en la potenciación de nuestras virtudes.
Es pues preciso y necesario que sepamos reconocer el auténtico valor de la familia en la importancia que tiene, pero no es menos cierto que el saber reconocer que tenemos una familia espiritual que vela por nosotros desde el "más allá" y que también nos ayuda pues en otras vidas hemos mantenido lazos de afecto y sentimiento muy intensos que nos unen para siempre.
La ley de afinidad es muy importante en este sentido pues nos permite comprender muchas cosas ya que según esta ley universal el semejante atrae al semejante y espíritus de tendencias iguales o parecidas tienden a unirse mientras que al contrario las almas que no son afines se repelen.
Queremos hacer mención expresa en el hecho de que a veces, espíritus que no son afines vienen juntos unidos por ley kármica, y aquél que está más avanzado se compromete espiritualmente a ayudar al más atrasado y aunque les separe una gran distancia espiritual, los lazos de la carne les unen para realizar ese esfuerzo y superar las dificultades a fin de que el más atrasado aprenda el progreso espiritual de aquél que se sacrifica en una vida de esfuerzo y de renuncia por ayudar al primero.
Las familias unidas por lazos kármicos o de débitos del pasado son también muy significativas; espíritus que han tenido destinos comunes de violencia, error y atraso espiritual y que se ven abocados por el odio a vivir unidos por lazos de carne en una nueva existencia, vienen como padres e hijos, como hermanos, etc. con el fin de restaurar el odio del pasado restituyéndolo por el amor que los lazos de consanguinidad producen. A pesar de ello no siempre es así y las tendencias negativas y el odio ancestral que se tienen entre los miembros de esas familias propician escenas de dolor que les hacen volver a caer en el error y en el atraso evolutivo de todos aquellos que no han aprendido a perdonar.
Estas familias unidas por la ley de causa y efecto tienen también su ayuda espiritual, y aquél de sus miembros que está más sensibilizado puede iniciar el camino del perdón y mostrar con su ejemplo el camino a seguir al resto, siendo así se verá ayudado por espíritus de luz que le permitirán sobrellevar el sacrificio que realiza por los demás. Esta actitud le liberará en próximas vidas del imán que genera el odio y muy posiblemente no necesitará volver a reencarnar en otra vida de dolor unido al resto de los espíritus que no han querido cambiar.
Y por último, es preciso mencionar también que, existen espíritus encarnados con los que nos relacionamos a diario, con los que no nos une ningún lazo familiar pero sí existe una gran afinidad, motivado sin duda por el similar avance evolutivo, por la ley de afinidad que nos hace compartir las mismas ilusiones, y también, porqué no decirlo, porque muy posiblemente en otras vidas hemos tenido relaciones familiares, hemos compartido metas y objetivos, necesidades y proyectos, e incluso fuertes lazos familiares nos han unido que ahora afloran de forma inconsciente mediante sentimientos de respeto, afecto y afinidad espiritual.
Es conveniente pensar entonces en la gran pregunta ¿cuál es mi auténtica familia?: ¿la espiritual, la física actual, la que me une mediante lazos de karma en una vida, o la que sin ser actualmente familia sintoniza plenamente con mis objetivos espirituales y se preocupa con esfuerzo y sacrificio por lograr metas que me son comunes?
Esta pregunta, de difícil respuesta,
la dejamos a criterio del lector, no obstante afirmaremos sin temor a equivocarnos
que, con todas las personas que se vinculan en estos lazos tenemos un compromiso
que hemos de cumplir en la medida de nuestras posibilidades, sabiendo hasta
dónde debemos llegar con unos y cómo debemos comportarnos
con todos.